... No paro de buscar a mi amante perdida,
noto que huye de mí, se mantiene escondida,
en un páramo lejano, donde se pone tendida,
como esperando a que pase alguna suerte divina
y la llene de su aliento, de esa suerte pretenciosa,
la miro sonriente, hablando con su amante venenosa,
esa víbora que acepta que las bestias la vean temerosas,
pero que guarda secretos y verdades tenebrosas...
... Mi sangre hierve de cólera y furia combinadas,
al ver a mi mujer siendo por la serpiente mancillada.
Ella permite que su piel, su entrepierna sea penetrada,
dejando escapar gritos de placer y de alegría desbordada;
mi palpitar se acelera con imaginarse la humillación
de saberme menospreciado, es una herida al corazón
hacia mí, favorito de nuestro Dios padre, su decisión
es hoy burla, al dejar de ser yo, su suprema creación...
... La serpiente goza acariciando el cuerpo de mi hembra,
la mujer creada a mi imagen y para mis servicios,
para que hiciera solo lo que mi fe y mi gozo quisieran,
pero ahora la veo siendo culpable de mis suplicios;
quiero redención, quiero muerte, sufrimiento,
esa mujer se ha burlado de nuestro edén, nuestro cielo,
exijo a nuestro padre que la castigue, que acabe el tormento,
mientras ella sigue retozando, envuelta en su propio fuego...
... La serpiente no me deja de mirar, sonriendo por nuestra complicidad.