Omega [Moon Fighters 5.1]

By JaquelineS97

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Harry es un monstruo... El amor y la felicidad son añoranzas ajenas... Harry tiene el alma hecha pedazos y... More

Antes De Leer
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17.1
Capítulo 17.2
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30

Capítulo 7

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By JaquelineS97


—¿Siempre tienes esa cara?

Sorprendido, Harry mira de reojo al alto león junto a él, están en el ascensor principal de la central constructora de muebles Ice Daggers. Se siente inquieto, por primera vez estará frente a alguien de su mismo tipo, pero completamente diferente, sin embargo, parte de su inquietud le pertenece a Sawyer, el neuroestimulador que informaba sobre su paradero ha dejado de funcionar.

Eso es por demás extraño, pues a Sawyer le dejaron el aparato en la carne desde que tenía diez años, y venía funcionando sin problemas...

—Oye, ¿estás bien?

Harry parpadea, mueve los hombros en el reducido espacio del ascensor. Su leopardo está tan quieto que apenas lo siente respirar, está muriendo, pronto acabará con él. Esa sensación le deja un poco de alivio, que utiliza para recordar por qué de pronto el desconocido león se preocupa por él.

—Soy un hombre de negocios, no deberías esperar más de mi.

El ascensor se detiene en el segundo piso y las puertas cromadas se abren a un estrecho pasillo, salen y caminan hacia un par de puertas de vidrio granulado, en ellas está el emblema del clan pintado en color dorado, un leopardo en posición defensiva cruzado por cuatro garras diagonales.

Dagas de hielo. Un estremecimiento le recorre al golpear la puerta.

—Dejame hablar a mi.

—Yo te conseguí la reunión —afirmó Patrick—. Se había arrepentido.

Harry lo enfrenta, en el tono verde de sus ojos, ve al león intentando dominar a su leopardo, no lo haría, el animal de Harry está tan débil que apenas si puede responder con un gruñido.

—No me importa.

Un sonido electrónico, y el emblema del clan se ilumina por unos segundos, luego las puertas se abren para ellos. De pronto el espacio le queda pequeño, se siente acorralado. Patrick choca su hombro adrede para hacerlo reaccionar, ingresan, la oficina es amplia, en tonos grises con plantas colgando en las paredes, pero el espacio se hace pesado y diminuto cuando  es objeto de atención de esas cuatro personas.

Una de ellas se levanta de su asiento en la mesa redonda hecha en madera y resina, suavizada y brillante por capas de barniz. La persona es un hombre de su estatura, de cabello marrón oscuro, ojos verde, más vividos, en un rostro de facciones angulares.

—Buen día caballeros —saluda, pero el gesto es informal, así como su vestimenta, una camisa de vestir blanca, unos botones abiertos en el pecho, las mangas dobladas hasta los antebrazos, un pantalón de mezclilla azul—. Por favor, tomen asiento.

Harry siente que no encaja, pero obedece.

—Les presentaré a mis socios —dice, y mira a una mujer pequeña a su izquierda, un par de ojos azules, cristalinos y gélidos, lo cruzan—. Aria Ashburn, directora y dueña de la empresa, Jennifer Stone gestora de ventas —apunta a una mujer de cabello cobrizo y ojos marrones, luego gira a su derecha—. Y Hunter Collins, director del área de construcción y diseño, además de lugarteniente del clan.

La mirada del aludido es incluso más dura que la de Aria, de un tono aguamarina vibrante que resalta por la palidez de su piel y el color negro de su cabello.

Cuatro leopardos de las nieves, Harry es menos que uno.

—Le agradecemos por la oportunidad y por su tiempo —Patrick le roba la palabra.

Harry se frustra, forma puños por debajo de la mesa para contener esa emoción. Mala acción, el Alfa del clan Ice Daggers lo nota, por supuesto la parte de resina ocupa el centro de la mesa, y es transparente. Liam Gallagher entrelaza los dedos por encima y lo mira directo, el hombre y el leopardo de las nieves lo observan desde las profundidades de un poder oscuro. En su mente, el leopardo de Harry respira de forma entre cortada y responde ante la mirada dominante con un bufido. Harry no sabe si ha notado el mal estado en que se encuentra, aunque no necesita saberlo, mucho menos Liam.

Por una vez, necesita que lo vean con la actitud del monstruo que aun se arrastraba bajo su piel.

—Sí, ha sido muy persuasivo, pero esperábamos contar con la presencia de su socio.

El depredador de Liam lo miró a través de sus ojos, vio su debilidad, la agonía que quemaba por dentro. Y Harry también comprobó la marca de acoplamiento que apareció como un susurro, para recordarle lo miserable que era, lo que nunca jamás tendría... Liam estaba emparejado, pero el destello de color apenas si pudo verlo en las negras pupilas, como un tono más claro.

Lo que si era seguro, era que ninguna de las dos mujeres presentes en la reunión tenía algo que ver con él, tampoco el hosco lugarteniente a su derecha.

—Mi socio ha tenido que acudir a otro asunto de vital importancia.

Evitó que su sarcasmo no se dejara oír, por dentro maldijo a Sawyer, a Jessie y al maldito clan Moon Fighters.

—Iremos directo al punto —intervino Aria, Patrick se movió inquieto y Harry pudo sentir al león igual de incómodo, solo entonces pudo confirmar lo dominante que era la mujer—. Nuestros talleres fabrican muebles, los suyos, armas, ¿en qué nos beneficiaría invertir en eso?

Una risa baja, proveniente del hombre de ojos aguamarina, tensiona el ambiente. Ellos tienen el poder de decidir si entrar al negocio o no, nada pierden de todas formas, pero Harry necesita este contrato, el dinero les servirá para un tercer taller.

—En estos tiempos de incertidumbre, la seguridad no es un gasto innecesario.

Extraña a Sawyer, la elocuencia del bastado le sería de mucha utilidad si estuviera con él.

—No estoy interesado en armar a mi gente —afirmó Liam.

La mitad de la batalla, y de sus argumentos,  se pierden.

—Las armas son de los humanos —continúa—. Nosotros tenemos nuestras armas justo aquí.

El Alfa del clan Ice Daggers deja salir garras y colmillos, en un afán de mostrar lo fuerte que es, Harry mostraría las suyas solo para hacerle creer que no es débil. No lo hará, eso implica volver a aceptar al monstruo bajo su piel, y una vez se prometió a sí mismo que lo mataría.

—De nada le sirven sus garras cuando una simple bala puede matarlo a distancia.

—¿Es esa una amenaza? —Cuestiona Hunter en medio de un gruñido, la agresión de su mirada es visceral.

Harry entiende un poco de la dinámica de los clanes, tuvo que leer mucho sobre el tema para saber como tratar con los líderes cambiantes. Los más fuertes y dominantes siempre ostentaban puestos altos dentro de las jerarquías, la fuerza bruta era recompensada, Harry... Prefería el intelecto.

—No me atrevería a tal cosa.

No es un idiota, sabe que ante el menor signo de peligro en contra de Liam, los demás saltarían a su cuello. Tal era la lealtad con la que se movían, que eran capaces de matar y dar la vida por los suyos. Harry en un momento sintió eso por alguien, hasta que el monstruo se liberó de las cadenas, ciego de rabia y acabó con todo, desde entonces, ya no creía en nada.

—Nuestros talleres no abarcan únicamente el mercado cambiante —dice para volver a encaminar la conversación—. Nos expandimos a la oferta humana, y eso, es un gran beneficio económico.

—Vendes armas a los humanos para que se maten entre ellos, ¿y las ganancias salen de eso?

Harry gira hacia Jennifer, quien hasta ese momento había mantenido una actitud distante, pero ahora se mete con la moral de todo esto. Para él, todo el mundo está jodido, solo intenta sobrevivir y que también lo hagan sus empleados que dependen del dinero de las ventas y los contratos.

—No responderé ante juicios de moral, y en todo caso... De esto vivo yo, Sawyer, Patrick y mis trescientos empleados en los talleres. —Harry se encoge de hombros y mira a los ojos cristalinos de Aria, estos se encienden un segundo..., ella también está emparejada. Se molesta por notar eso en cada cambiante que se encuentra—. Son negocios.

Liam y Aria comparten una mirada.

—Deberías dejarnos el contrato para leerlo con tiempo, y luego los llamaremos para darles la decisión.

A Harry no le agrada esa exigencia, necesita que el dinero ingrese cuanto antes posible a su cuenta bancaria, tiene planes que no conciben un retraso. Pero no le dejan opciones, tampoco necesita perder a este cliente.

—De acuerdo, les dejaré mi número para que me llamen personalmente.

Del bolsillo interno de su traje, saca una tarjeta negra y se la entrega a Liam, este la recibe pero no lee lo que tiene de escrito.

—Perfecto, te llamaremos.

Acto seguido, Liam se levanta, Patrick y Harry hacen lo mismo. El saludo sale seco, reacio, como la débil tregua entre depredadores, estrechan sus manos sin dejar de mirarse. Tras eso, se marcharon, tomando el ascensor, y otra vez el espacio se le hizo diminuto.

—Genial, eso ha salido terrible —masculla irritado—. ¿Por qué tantos? —Cuestiona—. ¿Por qué no me dijiste eso?

—Porque no me diste siquiera diez minutos para hablar.

La respuesta del león sale calmada, aunque por dentro sea todo lo contrario.

—Pero no todo está perdido —continúa. Las puertas se abren a la recepción, ambos pasan al chico en el escritorio y ni siquiera atinan a corresponder el saludo, ambos tienen prisa por salir de ahí. Patrick por sus cachorros, Harry por la necesidad de volver a tener control sobre algo—. Lo van a pensar —termina.

Harry se da vuelta y lo enfrenta.

—Gran cosa león...

Entonces Patrick se cruza de brazos, y se inclina un poco hacia él.

—Lo estás matando, ¿cierto?

Eso le toma por sorpresa, pero no permite que se note.

—No es tu maldito problema. Y en todo caso ¿cómo lo sabes?

Harry cierra los labios en una línea fina, choca sus dientes hasta que duelen, se ha delatado.

—Me ha suplicado por su vida, no quiere desaparecer.

Las ganas de golpearse lo inundan, ha malinterpretado ese bufido inicial, pero tampoco es que conozca mucho como se comunican los animales de los cambiantes. Harry suspira restándole importancia.

—Haz tu trabajo y no te metas.

—¿Perderlo valdrá la pena? —Pregunta cuando le da la espalda—. Será una existencia vacía e insípida.

Lo siente moverse un poco, algo parecido a un murmullo ruega por salir, pero él se mantiene firme y cierra los puños.

—Da igual.

—Claro que no —Patrick replica, entonces el leopardo vuelve a gruñir, y el león murmura algo que le hiela la sangre—. Encontró alguien por quien vivir...

El dolor de las garras pincha entre sus dedos, las contiene, apenas...

—Estás despedido —dice, fuerte y claro, su voz dura como roca.

—¿Qué?

—Lo que oyes —responde, lo mira por encima del hombro—. Tendrás una indemnización.

Entonces, Patrick enfurece y el gruñido le llega para mover cada uno de sus huesos, de pronto sus instintos llaman a la adrenalina para huir o pelear, en ninguno de los casos saldrá favorecido, pues en esas condiciones apenas tenía facultades superiores a las de un simple ser humano.

—No puedes hacer eso —dijo entre dientes apretados, apuntandole—. Firmé un contrato.

Harry esboza media sonrisa, es una burla.

—Sé quien eres Mcgraw, no me hagas entregarte a la ley, un último cargo en tu expediente y no saldrás en un buen tiempo.

Harry ha acorralado al león. Es una lucha entre intelecto y fuerza bruta, y él... Ha ganado.

—Pronto te arrepentirás de todo el daño que haces, a ti mismo y a los demás.

Rueda los ojos.

—Ve a enseñarles cuestiones de moral a tus cachorros.

Patrick lo mira ceñudo y le enseña el dedo del medio, luego lo sobrepasa por la acera y choca su hombro con violencia, entonces Harry por poco se muerde la lengua al verlo subirse a su camioneta y cerrar furioso la puerta para luego desaparecer por las concurridas calles de Lake Saint Jerome.

Idiota impulsivo, susurra su leopardo, aun en agonía es un fastidio.

—Imbecil.

Moverse en territorio desconocido siempre resultó molesto, según lo que había investigado el clan Ice Daggers dominaba sobre el lago y la ciudad, pero también lo hacían los pumas White Claws, una unión vincular entre clanes bastó para orillarlos a compartir tan vasta extensión de tierras. Harry no habría cedido ni medio metro, pero las criaturas sensibles se dejaban llevar por las emociones..., emociones que luchaba por erradicar de su negro corazón.

Fue entonces que, de camino a la estación de autobuses en donde iría por un boleto de regreso hacia la ciudad de los lobos, vio la figura de una loba Omega guardando un montón de cajas en el portaequipaje de una camioneta familiar color gris. Ella se detuvo para atender una llamada telefónica, él sintió su corazón hundirse, su sangre quemar... Un par de cuadras le separaban de la estación, unos cuantos metros, de ella..., si cruzaba la calle hacia la otra acera se delataría solo.

Maldiciendo por lo bajo Harry continúa caminando, y sucede lo inevitable, la loba lo ve y corta la llamada de inmediato.

—¿Necesitas que te lleve?

Debería ignorarla y seguir su camino, pero en vez de eso...

—No.

—Vas a la estación, yo puedo llevarte de regreso.

—No, estoy bien.

Su risa... Le altera.

—Anda, sube, no te imagino vestido así tomando el transporte público.

Harry comete el grave error de girar, y mirarla, son escasos los segundos en los que se pierde en el color gris de sus ojos, están brillosos, signo de que ha estado llorando. Luego recuerda que su hermana está lejos haciendo quien sabe qué. Una de sus barreras se desploma cuando esboza una sonrisa amarga y entonces, se sube a la camioneta. Los nervios devoran sus entrañas por el espacio reducido, cargado de su dulce esencia, Sage sonríe al ingresar y ponerse el cinturón de seguridad, esta vez sí hay alegría en su rostro, unos hoyuelos se marcan en sus mejillas. Es una criatura tierna, y frágil, y hermosa, y... Está encerrada junto al monstruo.

Ninguno de los dos dice nada durante un buen tiempo, la música solventa el silencio incómodo que se instaura como una presencia invisible. Su leopardo respira, tomando la esencia que la identifica, bebe de ella como si de un energizante se tratara y eso... Le provoca un mal sabor de boca.

—Jessie me ha escrito anoche —dice, rompiendo el ambiente—. Volverán por la noche o quizá temprano en la mañana.

A Harry poco le importa el destino de esa mujer, todo lo que cabe en su mente es la imperiosa necesidad de huir antes de que sus emociones lo trastornen...

—Qué bien.

La observa de reojo, lleva una blusa blanca que se marca a su cuerpo, algo relleno. El dije de metal brilla en el centro de su pecho, una luna en cuarto creciente con cuatro garras que la atraviesan de forma diagonal. Sage nota su análisis, un rubor se extiende en sus mejillas y su respiración cambia de curso, Harry regresa su mirada al frente, se maldice a sí mismo por su falta de control, debería poner distancia, aunque eso dada la situación, parezca imposible.

Bien podría saltar de la camioneta con tal de lograrlo...

Nota que la velocidad se reduce, hasta que se detiene por completo en la orilla de la ruta, Harry gruñe confundido y voltea a verla.

—¿Qué haces? —Pregunta y luego se fija en el marcador de combustible, el tanque está a la mitad.

—Te gusto —murmura.

Harry mira por la ventana.

—No digas estupideces, Omega.

Maldito fuera por mentir...

—Pero entierras tus emociones... —Continúa ignorando sus palabras—. Y eso solo lo puedes hacer cuando... —Sage levanta la mirada—. No lo vuelves a sacar.

Harry ha sido descubierto, y aun cuando la salida está al alcance de su mano, no puede tomarla porque la loba Omega ha hablado como si supiera realmente lo que significaba aniquilar a su propio animal, y eso... Fue determinante, una segunda defensa se desplomó en el momento en que cruzaron miradas...

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