SUMERGIDOS

By AgostinaOrtega9

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Todas las almas perdidas se encuentran en el bar ¨Ácidos¨, este es el caso de Sam, quién ya no es la misma ch... More

CAPITULO 1 SAMANTHA
CAPITULO 2 SAMANTHA
CAPITULO 3 SEBASTIAN
CAPITULO 4 SEBASTIAN
CAPITULO 5 SAMANTHA
CAPITULO 6 SEBASTIAN
CAPITULO 7 SAMANTHA
CAPITULO 8 SEBASTIAN
CAPITULO 9 SAMANTHA
CAPITULO 10 SAMANTHA
CAPITULO 11 SEBASTIAN
CAPITULO 13 SEBASTIAN
CAPITULO 14 SAMANTHA
CAPITULO 15 SEBASTIAN
CAPITULO 16 SEBASTIAN
CAPITULO 17 SAMANTHA
CAPITULO 18 SAMANTHA
CAPITULO 19 SEBASTIAN
CAPITULO 20 SAMANTHA
CAPITULO 21 SEBASTIAN
CAPITULO 22 SAMANTHA
CAPITULO 23 SEBASTIAN
CAPITULO 24 SAMANTHA
CAPITULO 25 SEBASTIAN
EPILOGO

CAPITULO 12 SAMANTHA

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By AgostinaOrtega9

Días después...

Mochila lista, plata lista, auto en condiciones listo y lo más importante plan listo.

Estuve 2 semanas planificando todo y ahora estoy preparada para buscar mi venganza.

Estoy dispuesta a demostrar que nadie se mete conmigo ni con la memoria de mi padre. Encontraré el lugar donde el asesino está viviendo junto a su zorra, he iré directamente a matarlos.

Salgo a la calle cerrando todo a mi paso. Ya dentro, respiro hondo y me dirijo al antiguo trabajo del asesino.

Después de tantos días encerrada, está bueno disfrutar un poco del sol de verano.

Clara estuvo llamando y viniendo a mi casa cada día, me dispuse a no prestarles atención. No atendí sus llamadas y me encerré en mi pieza para que nadie notara que había alguien en la casa.

No podía permitirme pensar en otra cosa que no fuera en la venganza. No podía permitirme pensar en Jota.

Mi primer destino era muy fácil, llegar a su antiguo trabajo. Preguntar como seguía el caso de la demanda que le hicieron, y tratar de sacar la mayor información posible.

Mi tío trabajaba en una fábrica textil, muy reconocida en la zona y una de las más grandes también.

Esta fábrica le ha hecho una denuncia por vender sustancias ilegales entre los trabajadores. Por lo tanto, la justicia no solo lo busca por matar a su propio hermano, sino también por estar metido en ventas ilícitas.

–Buenas Tardes. Estoy buscando al gerente de esta fábrica –le digo a la recepcionista.

– ¿Quién lo busca? –me observa de abajo hacia arriba. Sí, mi forma de vestir seguro impresionó a esta mujer.

– ¡Oh por favor! Deja de mirarme así, solo es color negro. ¿Lo puede llamar ahora? Dígale que vengo por el caso del señor Eduardo Clark –mi paciencia tiene un límite.

La señorita, muy coqueta por cierto, presiona uno de los muchos botones que tiene su teléfono en la recepción.

–Señor, aquí hay una jovencita que pregunta por usted. Dice que viene por el caso del señor Clark.

–Sí, yo no me encargo más de ese caso, dígale que se dirija al piso dos, puerta cuatro que Lewis la estará esperando –luego de dar órdenes de una manera muy soberbia corta.

– ¿Escuchó lo que dijo?

–Sí, soy más inteligente que ustedes –le digo mientras me voy mirándola de abajo hacia arriba igual como ella lo hizo.

El lugar es muy grande, pero es muy fácil encontrar la puerta cuatro. Ya estaba abierta esperándome. Ni bien me asomo alguien grita que pase.

–Señor Lewis. Soy Samantha Clark y vengo a hablar del caso de mi tío Eduardo Clark.

–Siéntese. Como no saber el apellido de ese cretino. Lo digo con gran libertad ya que supongo que estamos del mismo bando.

–Definitivamente –digo muy segura. No me importa que insulten al asesino.

–Con el tiempo hemos descubierto que no solo vendía drogas a nuestros empleados, sino que robaba cheques y los falsificaba al nombre del gerente de la fábrica. Nuestro abogado está haciendo un arduo trabajo sobre el tema, pero hasta que no encuentren a su tío, lamento decirle que más no podemos hacer. También he escuchado que usted se ha desligado de su abogado.

–No me desligue del todo. Simplemente no quiero estar informada de detalles pequeños insignificantes –no pensaba decirle que quería hacer justicia por mano propia.

–Me parece bien por su salud mental. Entonces, ¿Qué la trae por aquí?

–Supe que ustedes tienen casilleros donde sus empleados guardan alguna que otra cosa. Y quiero saber si puedo sacar sus cosas. Ya sabes, no solo les ha robado a ustedes, sino algunas pertenencias de mi padre –mentí, pero necesito encontrar más información. La verdad que la actuación pega conmigo, lo estoy haciendo muy bien.

El señor Lewis, se nota que es un señor impetuoso, pero conmigo hasta el momento solo ha sido servicial.

–Todas sus cosas se las ha llevado la fiscal para analizar.

–Entiendo –plan A arruinado.

– ¿La puedo ayudar en algo más?

–Quisiera ver el casillero.

–Le dije que no hay nada ahí –su mirada penetrante me hizo temblar. No me queda otra que usar mi plan B.

–Gracias –le digo mientras me levanto y le tiendo mi mano para saludarlo.

–Un placer. Si necesita ayuda o tiene más información no dudes en venir. Mi nombre es Horacio.

Y me voy sin decir palabra.

Al mirarlo por última vez me sorprende saber quién es ese señor. El padre de Jota. En su oficina un cuadro grande ocupa la pared con un retrato familiar. Y en él se encuentra un Jota mucho más rejuvenecido y feliz.

Cierro la puerta avergonzada de no darme cuenta antes de la conexión con el apellido, y el no haber notado ese gran cuadro.

El Jota que se encuentra en la foto nublo mi mente. Se ve tan diferente y hermoso.

–Ya basta –me susurro.

Es hora de empezar con el plan B.

...

Hace media hora estoy esperando que todos terminen de cambiarse y de guardar sus cosas en el casillero para poder entrar a escondidas.

Solo tengo que asegurarme si no se olvidaron de sacar el más mínimo detalle que me pueda servir para ubicarlo.

Me pongo mis guantes descartables y me dirijo sigilosamente hacia su casillero. Encontrarlo es fácil ya que tiene un cartel rojo que indica prohibido tocar.

Al abrir la puerta de este noto que no hay nada dentro. Todo el riesgo fue innecesario, me tenía que asegurarme que no haya nada y me estuviesen mintiendo.

Enojada golpeo el suelo del lugar donde el asesino guardaba sus cosas. Este se levanta un poco y llama mi atención. Saco de mi mochila un destornillador para hacer fuerza y levantar la tapa.

Para mi alegría noto que hay un papel amarillo arrugado. Lo agarro sin pensar, lo escondo, pongo de nuevo la tapa como corresponde y salgo de allí tratando que nadie me encuentre.

Lo que es un fracaso ya que alguien me agarra del hombro.

– ¿Por qué tardo tanto en bajar? –pregunta la recepcionista.

–Buscaba el baño y me he perdido.

–No le creo. Tendré que buscar algún guardia para asegurarme que usted no se ha llevado nada. Luego de ver su antecedente podría estar llevándose cualquier cosa.

Mi furia aumentaba cada vez más, y al ver como la muchacha marca por teléfono agarro este y se lo estrello contra la pared, luego corro rápido hacia mi auto.

No voy a permitir que una cualquier me trate así.

Recorro dos kilómetros y me escondo detrás de un callejón. Una vez que me aseguro de que no me estén persiguiendo me relajo y saco mi hoja de planes.

Tacho mi plan A y el B. Todo salió con éxito lastima el final. Pero no creo que le den importancia a lo que diga una pobre chica.

Saco de mi bolsillo el papelito amarillo, y veo en el que hay anotada una dirección con un nombre. Registro en mi celular si ese lugar se encuentra en Derment Osenia. Este indica que es incorrecto.

Busco si queda en Delania. Y ni bien me da correcto, acelero y me dirijo a la ciudad donde nada está perdido.

...

Busqué la dirección por horas. Lo único que me queda por hacer es buscar por el callejón. Siempre hay casas escondidas en este.

Otra vez todo sale como quiero, porque encuentro el lugar. Me da un poco de escalofrió, pero no me voy a rendir ahora. Y viendo lo escondido que esta, sé que algo fuerte me espera.

Toco la puerta mientras muerdo mis uñas. Los nervios están haciendo pedazo mi valentía.

Me tranquilizo a mí misma cuando de repente un señor de baja estatura y pelado abre la puerta y me mira fijo.

– ¿Qué buscas?

–Busco a Emilio –trato que mi voz suene poderosa.

–Pasa –dice mirando hacia todos lados y dejándome pasar.

Lo sigo a través de una multitud de personas. Parece ser un bar, pero no estoy segura que sea uno que este permitido.

–Sube las escaleras. Primera puerta a la derecha.

Solo asiento y hago lo que me dice. Parece ser el día en los que todos me dan indicaciones.

Golpeo fuerte ya que dudo que escuche gracias a la música.

–Adelante.

Me asomo sigilosamente para encontrarme con un joven (para mi asombro), alto, buen físico y bien vestido.

–Siéntate –dice de una forma autoritaria – ¿A que vino?

–De parte de Eduardo Clark.

Instintivamente abre el cajón que se encuentra al costado de su escritorio y saca un arma. Está apuntándome en la cara.

Sé que en este momento estoy pálida, y la antigua Sam de apoco se va asomando diciéndome que ella sabía que esto estaba mal.

–Trajiste lo que me debe, ¿verdad?

–Para su desilusión, no. Solo vine con la esperanza de encontrarlo aquí.

– ¡Me estas jodiendo! –Grita de una manera tan amenazante haciéndome levantar del susto. Este se acerca hacia mí y me arrastra hacia la pared. Su cuerpo presiona el mío y no tengo escapatoria.

Me sorprende igual no estar llorando, ejercitar ser dura hace tiempo dio resultado.

Lo miro fijo tratando de intimidarlo. Sé que lo logré porque sus ojos se suavizaron pero automáticamente su arma se encuentra ahora en mi sien.

– ¿Permiso? –de golpe somos interrumpidos por un muchacho no menor a los 15 años. Se nota temeroso al entrar, y me tranquilizo al saber que hay algo de esperanza. Pero para mi sorpresa, este no afloja su cuerpo del mío.

–Vete. Ahora –le ordena Emilio. Sale temeroso, pero al fin sale dejándome completamente sola con este psicópata.

–Tu tío me debe mucha plata señorita. Y menos mal que hoy has venido, porque tendré que descargar mi frustración hacia él, contigo –y dicho eso, sujeta con una mano mis muñecas llevándolas hacia arriba de mi cabeza, y su otra mano aun sosteniendo el arma apuntándome.

Me besa el cuello y mis labios de una manera muy brusca.

Deposita su arma entre las piernas y utiliza esa mano para bajarse la cremallera del pantalón.

Sin pensarlo le doy un rodillazo a su miembro. Se agacha gritando fuerte, lo que me da la oportunidad perfecta para salir corriendo de allí.

–Atrápenla –grita mientras trata de bajar por las escaleras. Empujo a todos los que se me cruzan y por suerte la indicación les llega tarde. Abro la puerta y al hacerlo se escucha un disparo y luego la bala incrustada en la puerta de salida. Corro a más no poder en el callejón para llegar a la calle transitada. No creo que esta clase de personas quieran llamar la atención. Igual noto que alguien me persigue, así que corro hasta llegar a mi coche.

– ¡Solo a mí se me ocurre dejarlo a 3 cuadras! –exclamo exhausta.

El chico de 15 años me alcanza haciendo que me tropiece y caiga al piso.

–Sh, nadie te persigue –me tranquiliza.

Me deja un papel en el suelo y sale corriendo otra vez hacia el callejón. Tomo el papel pero no me detengo a mirarlo, me meto rápido en el coche y huyo de allí.

Ya en el centro de la ciudad, donde hay mucha gente me detengo a leer el papelito.

¨Si estás buscando a tu tío, puedes encontrarlo en la estancia de la luna negra. Queda al final de la ciudad, doblando justo en el cartel de bienvenida, al fondo a 7 kilómetros¨

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