religious boy || maylor

-softieroggie tarafından

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brian es un chico de dieciséis años que toda su vida ha vivido para servir a su dios y obedecer a sus padres... Daha Fazla

❝incipit prologus❞
❝unus❞
❝duo❞
❝três❞
❝quattuor❞
❝quinque❞
❝sex❞
❝septem❞
❝octo❞
❝decem❞
❝undecim❞
❝duodecim❞
❝tredecim❞
❝quattuordecim❞
❝quinquedecim❞
❝epilogus❞
❝𝐀𝐆𝐑𝐀𝐃𝐄𝐂𝐈𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎𝐒 ❞

❝novem❞

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-softieroggie tarafından

el timbre resonó por aquel gran edificio dando a entender que las clases habían finalizado y debían retirarse.

una manada de alumnos salió disparada de cada uno de sus salones en dirección a la salida y en cuestión de minutos, no había quedado nadie en aquel instituto.

mientras tanto, el rubio se sentaba en la acera de la calle esperando a su amado que seguramente no tardaría en venir. brian siempre era puntual. no sabían con exactitud a donde irían pero el tan solo echo de pasar tiempo con may ya le alegraba el día. además de que en toda la clase no prestó ni una milésima de atención ya que en su traviesa mente se repetía el momento de ayer en la iglesia y podría jurar que aún sentía las manos del mayor por su pequeño cuerpo.

levantó su mirada que se encontraba en el pavimento y a unos metros pudo divisar la figura alta de su amado rizado. en cuestión de segundos una sonrisa ya abundaba en su rostro por la felicidad que le causaba verlo una vez más y corrió hacia el para poder abrazarlo y llenarlo de besos como acostumbraba a hacer.

—¡brimi! ¡que lindo volver a...

se detuvo en sus propias palabras. brian no venía solo. la misma muchacha que vio desde su ventana anoche, ahora lo acompañaba haciéndole ojitos. y así de rápido como su sonrisa había aparecido, así de rápido se había esfumado.

—rog, me alegra volver a verte. mira, ella es anita, una vieja amiga que volvió hace poco. —brian presentó a ambos jóvenes pero se veía en sus miradas que no se llevarían para nada bien.

—que gusto verte, roger. brimi me ha hablado muchísimo de ti. —expresó la muchacha con una sonrisa a la vez que estrechaba su mano con la del rubio.

—¿ah si? pues bri no me ha mencionado nada de ti. —aclaró esbozando una sonrisa más falsa que el alma de judas. —como sea, bri, ¿nos vamos?

—oh, si, me olvidé de decirte que anita vendrá con nosotros. le mostraremos la ciudad ¿te parece? —explicó el rizado mientras caminaban en dirección al parque de su ciudad.

el rubio se quedó callado unos segundos. claro estaba que se encontraba celoso y no podía disimularlo muy bien, pero quizás anita era solo una amiga y nada más.

¿cierto?

—me parece una idea genial, brian. —respondió con una pequeña sonrisa intentando alejar todo pensamiento malo de su mente.

y dicho eso, los tres jóvenes caminaban hacía el parque. al llegar, anita no paraba de hablar sobre sus logros en su viaje de estudios y roger no podía estar más irritado de escuchar todo el tiempo la misma historia una y otra vez.

intentó llamar la atención de su amado rizado pero este parecía muy concentrado en la narración de la muchacha que ni siquiera lo miraba a los ojos. suspiró ante esto e intentó hacer oídos sordos ante la conversación que entablaban los dos jóvenes para no sentirse mal. se sentía excluido una vez más como en su familia y se suponía que brian no debía hacerlo sentir así.

pero el rizado era demasiado amable. siempre estaba dispuesto a escuchar a todo el mundo y eso hacía con anita, luego tendría todo el tiempo del mundo para pasarla a solas con su rubio favorito.

—¡por el amor de dios! este vestido me queda horrible, y mi cabello necesita más tratamiento, no puede verse así. —anita no dejaba de quejarse sobre su propia apariencia y esto ya resultaba una tortura para los oídos de taylor quien ya se había cansado de escuchar esa voz tan chillona.

—no digas eso anita, el vestido te queda hermoso y tu cabello luce genial. —loó brian con tal de que su amiga no se sintiera mal.

—aww, muchas gracias, brimi. en serio. —la muchacha hizo puntitas de pie y dejó un pequeño beso en la mejilla del rizado quien no dijo nada para no sonar descortés.

para este punto, el ojizarco estaba que no daba más de los celos. no era tonto como para no darse cuenta que aquel beso fue con una doble intención y claro estaba que aquella muchacha quería llegar a algo más pero roger no iba a permitir eso, claro que no.

—brimi, estaba pensando... ¿vamos a tomar algo? escuché que hay una nueva heladería cerca. —volvió a hablar dobson mientras intentaba tomar la mano del rizado quien la apartaba de forma discreta.

—claro, es una buena idea. —respondió el más alto. —¿vienes rog?

—por supue-

el rubio no alcanzó a finalizar su oración que la muchacha lo interrumpió de inmediato.

roger odiaba que lo interrumpieran.

—oh no, brimi, yo me refería si vamos tú y yo a la heladería. te estoy invitando a ti, no a roger. —se apresuró a decir la joven moviéndose de un lado a otro mientras se arreglaba el cabello y le lanzaba miradas coquetas al más alto.

claro que el de orbes azules notó eso y ya podía sentir la cólera recorrer sus venas con tan solo ver a anita tan necesitada de atención de su amado.

—no lo sé, otro día podemos charlar eso... —comentó may algo incomodo por la situación evitando los toqueteos que dobson le brindaba.

—vamos, brimi, ¿hay algún problema en que salgamos nosotros dos? además, el no tiene que acompañarte siempre. pareces un arrastrado, roger. —agregó mirando de arriba hacia abajo al rubio como juzgándolo por su apariencia.

"pareces un arrastrado, roger."

esa frase se repetía en su mente una y otra vez con la voz chillona de dobson retumbandole en el oído.

—eso tu no lo sabes, además no creo que te convenga decir eso, anita. el silencio ha salvado a muchas personas de diversas situaciones. —se animó a hablar taylor mirando seriamente a la jóven.

roger quería asesinar con su mirada a la chica de catorce años. los celos recorrían cada tejido de su piel y lo estaba irritando la manera de comportarse que había adoptado esa joven.

—u-uhm... yo creo que ya debemos irnos. mi madre seguramente se enojara si vuelvo tarde y tengo que acompañar a roger hasta su casa. —brian se interpuso en la conversación antes de que todo se saliera de control y el ambiente se volviera más tenso de lo que ya estaba.

—está bien, yo iré a ver unas tiendas de ropa. adiós, roger, espero nos veamos pronto. —la falsedad de dobson se notaba a kilómetros con tan solo escuchar el tono de voz tan fingido que había empleado para despedirse del rubio.

—si, ya verás que si, linda. —contestó usando el mismo tono. si alguien lo molestaba, el devolvía el doble. no se quedaba de brazos cruzados.

—entonces, bri, nos vemos luego. llámame para ponernos de acuerdo. —anita revoloteaba sus pestañas de forma exagerada frente al rizado para luego acercarse al oído del mismo y musitar las siguientes palabras. —y espero que podamos estar solos. —se separó con una sonrisa que reflejaba malicia. —que descanses, brimi. —y luego de eso, aquellos labios pintados de un rojo intenso hicieron presión contra la mejilla del mayor mientras una de esas manos acariciaba la de may.

cuando se separó, dio una vuelta y finalmente se marchó quién sabe a donde dejando a los dos muchachos con un desorden de emociones.

roger parecía que echaba humo por las orejas. sus puños estaban cerrados clavando las uñas en sus palmas mientras que sus dientes rechinaban al hacer fuerza sobre estos. parecía un toro dispuesto a en cualquier momento atacar a su torero y clavar sus cuernos en la piel de este hasta hacerlo desangrar por completo.

brian mordía su labio con fuerza. estaba nervioso, aquella situación tan incomoda lo había puesto así. ¿por qué roger actuaba de esa manera tan falsa? no le gustaba que se comportara así, pero tampoco quería reclamárselo, no sabía como podría llegar a ser la reacción del rubio ante el reclamo, por lo que era mejor no decir nada.

—¿n-nos vamos? —propuso intentando aliviar el ambiente. el rubio solo se limitó a asentir.

no había casi nadie en las calles de la ciudad, ya era un poco tarde y la fresca brisa chocaba contra sus cuerpos provocándoles escalofríos.

—¿qué te pareció anita? —brian intentaba sacarle un tema de conversación al de ojos azules. le preocupaba verlo tan callado.

"del asco."

pensó taylor ante aquella pregunta rodando los ojos. el tan solo escuchar aquel nombre se le venía a la cabeza el rostro y la voz tan chillona de esa muchacha.

—es agradable. —respondió.

—¿de verdad lo crees? —brian sonrió ante su respuesta. ¿era un avance?

—no, la verdad no. es un poco odiosa, pero la soporto. —contestó metiendo sus manos en los bolsillos de su abrigo sintiendo como estas tomaban una temperatura más cálida.

—¿en serio? —brian estaba notando cada vez más y más extraño a roger. sus actitudes no cuadraban. en un momento se encontraba alegre y podría pasar inmediatamente a otro estado de ánimo completamente distinto. y no solo era ahora, hace rato venía comportándose así.

—brian, ¿no viste cómo se movía frente a ti? te estaba coqueteando y tu no te enterabas al parecer. —mencionó moviendo las manos exageradamente mientras observaba fijamente al más alto.

—vamos, rog, después de todo lo que tenemos no puedes pensar así. anita me cae bien y es una gran amiga, pero jamás me ha atraído. —aclaró para después poner fin a esa conversación ya que habían llegado al hogar del menor. —te veré mañana, ¿si? te amo, roggie, no lo olvides. —sin miedo de que los vieran, unió sus labios con los del ojizarco.

roger no dudó en corresponder acercándose más al cuerpo del rizado. —quédate a dormir. —pidió entre suspiros.

—lo siento, rog, hoy vienen familiares a casa. pero podemos arreglar para el fin de semana, ¿te parece? —se lamentó mientras acariciaba la fría mejilla del rubio y este asintió.

roger entró a su hogar luego de ver como brian se dirigía a su casa. esquivó a sus padres para evitar un interrogatorio o algo peor y corrió escaleras arriba hacía su habitación.

al llegar, tomó el teléfono que tenía en su escritorio y marcó el número de su amigo el persa que luego de unos tres tonos atendió.

se dispusieron a tener una de sus tantas charlas diarias donde contaban cómo había ido su día, si algo importante había pasado, y luego de unas horas charlando con el pelinegro, roger sacó el tema de anita, contándole todo lo que había sucedido en el parque sin dejar escapar ningún detalle.

—cielo, no te lo tomes tan en serio. a veces la mujeres solo tienen caprichos y seguro para ella brian es eso: un capricho. no es algo en serio. solo respira cada vez que la veas y contrólate para no matarla. —explicó con humor lo último riendo a carcajadas.

los finos labios de taylor se curvaron en una sonrisa dejando mostrar sus dientes para después decir. —gracias, fredd, me diste una buena idea. nos vemos luego.

—uhmm, si, ok, cariño. hablamos mañana, john ha venido a quedarse a dormir, mañana te contaré, rubia.

y sin esperar respuesta, freddie colgó. roger dejó el teléfono en su lugar y miró el reloj de su pared.

23:48

a esta horas probablemente sus padres y su hermanita estarían durmiendo. era perfecto.

salió de su cuarto caminando a paso lento por el pasillo dirigiéndose a la habitación de quienes en un pasado llegó a llamar "padres."

abrió la puerta sin hacer un mínimo ruido y caminó hasta el lugar de la cama donde michael dormía profundamente.

se agachó y sacó de debajo del lecho un estuche de color negro el cual si querías abrirlo primero tendrías que introducir la clave para dejar a la vista su contenido.

no fue muy difícil abrirla. la clave era la fecha de nacimiento de su dulce hermana.

las trabas se soltaron y levantó la tapa pudiendo visualizar como una cantidad considerable de esos instrumentos estaban perfectamente acomodados en sus respectivos lugares. agradecía l bastardo de su abuelo que en un pasado le había dado aquel regalo por su cumpleaños numero siete para que cuando fuera mayor siguiera sus pasos de ser un cazador. pero sus padres "ocultaron" el regalo por su seguridad.

vaya que estaba bien oculto.

 no pudo evitar sonreír y rápidamente tomó el primer instrumento que le pareció más llamativo por su filo y mango reforzado.

cerró el estuche dejando todo como estaba volviendo a introducirlo debajo de la cama. 

todo esto en cuestión de segundos escuchando los ronquidos de michael retumbar en sus oídos. se levantó rápidamente y a paso rápido salió de la habitación hacía la suya antes de que sus progenitores se despertaran.

cerró la puerta de su refugio al entrar y se recostó en el colchón sin borrar aquella sonrisa de su rostro. 

alzó aquel filoso instrumento pasando la yema de uno de sus dedos por este sintiendo como si fueran pequeñas agujas a punto de introducirse en sus tejidos y liberar un mar rojo.

—¿había mencionado que el silencio ha salvado a muchas personas de diferentes situaciones? creo que si, anita. debiste hacerme caso. —musitó mientras miles de situaciones pasaban por su mente relacionadas con la muchacha.

no debiste fijarte en brian, es el hombre que menos te conviene, a nadie le conviene.

roger estás enfermo.

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