A veces me alejo de Adán, de mi amante "perfecto"
para esconderme a solas, en silencio,
y explorar mi cueva de placeres y anhelos,
esa que me hace gritar y venirme intenso;
mis dedos recorren sus labios gruesos y rojos,
siento ese cosquilleo que llega dentro, muy hondo,
me hace estremecer con tal intensidad, me ahogo
y mi palpitar se acelera, dejando escapar gemidos cortos...
Las aves me ven desde lo alto, en la enramada,
cantando al ritmo de mis jadeos y mi alma excitada,
haciendo eco de estos... ¿orgasmos? Euforia desatada,
mientras yo libero mi lujuria liquida, agua alterada;
mis dedos se hunden entre los pliegues carnosos,
sintiendo su humedad, que aumenta ese aceitoso
jugo que dejo escapar de mi vientre deseoso
de sentir los instintos salvajes de mi corazón jubiloso...
Una serpiente me vigila desde lo alto, paciente,
observando cómo me pierdo en esta sensación naciente
que domina cada fibra de mi ser, mi temblor creciente
toma cada una de mis piernas que están dolientes,
en espera de que alguien las tome y empuje su hombría,
que penetre mis carnes mojadas y se dejen llevar,
por esto que me llena de golpe; la serpiente sombría,
me alcanza, me asfixia, disfruta de mi ser, al clímax quiero llegar...
... La serpiente sonríe, diciéndome su nombre: Lucifer