OMEGA

By Sarok-

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Katsuki Bakugou, el bastardo explosivo que aterrorizaba UA, era un omega... y no solo él estaba sorprendido... More

Alfa
Infierno
Compañero
Alfa y Omega
Presente Incierto
El Primer Celo
Consenso
Instinto Irresuelto
Instinto Frustrado
El Camino Más Largo
Aislamiento
Preludio
Vínculo I
Vinculo II
Primeros Pasos
Inicios
Catarsis
Negación
La Cuestión de Izuku
La Cuestión de Katsuki
Punto de Quiebre

La Desgracia de un Hombre

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By Sarok-

Entró a hurtadillas al departamento, conteniendo entre risas, la mezcla de emoción, rebeldía y adrenalina que cosquilleaba en su estómago.

Nunca había tenido una experiencia como esa. Escapar con alguien que causaba cientos de revoluciones en su pecho, tener el valor de robarle un beso y regresar a casa mucho después de su toque de queda sin ser notado por su madre, era la cosa más transgresora y alocada que había hecho en su vida y se sentía genial.

Se lanzó con emoción a la cama cuando encontró su habitación, aferrándose a las sábanas, estrujando su cuerpo y ocultando una risa picaresca en el colchón. Estar vivo se sentía tan jodidamente bien en ese momento que no sabía cómo lidiar con eso. Era un sentimiento tan excitante, incontenible y cosquilleante que todo lo que quería era levantarse y gritar lo feliz que estaba.

¿Qué diablos le ocurría? No entendía como todas esas sensaciones habían estallado de pronto en su estómago y llegado a su pecho, dónde parecía haber una fiesta que no daba señas de terminar.

― ¿Izuku? -escuchó la voz de su madre, empujando dudosamente su puerta- ¿Eres tú?

Hizo un sonido de afirmación que le permitió a la mujer volver a respirar con normalidad y llenarse de confianza para entrar al cuarto.

―Estaba muy preocupada. No volviste de la academia. Llamé a tu profesor y dijo que te habías ido temprano, pero no te comunicaste conmigo -se acercó a la cama, encendiendo la luz de la lámpara para tratar de verlo con claridad en medio del ovillo que había formado sobre sí con sus brazos - ¿A dónde fuiste? ¿Estás herido?

Calló esperando una respuesta, pero el cuerpo extrañamente inquieto del pecoso no le dio ninguna señal que pudiera interpretar.

― ¿Izuku?

― Lo besé... -soltó con una voz emotiva y algo fluctuante. No soportaba más esa sensación, tenía que decírselo a alguien-

La mujer emitió un sonido de sorpresa llevándose las manos al rostro con una expectación que hizo al peliverde desenredar sus extremidades e incorporarse efusivamente con el sonrojo estampado en todo el rostro.

― ¡Solo fue un beso rápido! -aclaró con total vergüenza, preguntándose en qué diablos estaba pensando al revelar algo tan embarazoso- Yo... no sé qué pasó, pero lo besé y el... no se molestó por eso -dejó salir el final con un hilillo de voz. El mismo no podía creer lo que estaba diciendo-

― Izuku... -oyó la voz acongojada de su madre invadiendo su espacio mientras se avanzaba para abrazarlo- estoy feliz -las lágrimas empezaron a caer y no supo decir si había hecho bien o mal- me alegra que te estés llevando bien con Katsuki, me hace feliz que tus sentimientos sean aceptados, pero por favor no vuelvas a desaparecer de esa forma.

El corazón del peliverde se estrujó. Toda la emoción, la alegría y la satisfacción que había vivido de pronto se sintieron egoístas. Odiaba herir a su madre, pero parecía que siempre terminaba haciéndolo de alguna forma.

― Lo siento -soltó de forma amarga correspondiendo el abrazo con fuerza- Me dejé llevar y no pensé que podía angustiarte. No volveré a...

― Puedes ir con él siempre que lo necesites, tan solo no te olvides de mí.

Sus brazos le dieron un último apretón cálido antes de soltarlo y acariciar su rostro contemplando con alivio que, a parte de un poco sucio, su pequeño estaba intacto.

El pecoso tuvo que ser rápido para ocultar su mano, que para entonces ya había adquirido un color morado y una inflamación un tanto severa que fácilmente podría infartar a su madre.

― Así que, cuéntame cómo pasó -soltó más relajada, sentándose a su lado para escuchar su historia con genuina emoción-

El alfa sonrió. No tenía forma de describir lo excitado que estaba, pero gustosamente trataría de hacer un resumen para su madre, quien siempre lo escuchaba como una amiga confiable y sincera. Omitiría los detalles peligrosos, claro, como cuando Kacchan casi asesina a Todoroki o cuando Endeavor casi los calcina, pero el resto estaba bien. Después de todo, esa nerviosa mujer era su admiradora más fiel, la única que había estado con él todo el trayecto y probablemente la única que estaría si todo salía mal. Algo bueno, ya que, para desgracia del pecoso, todo en verdad salió mal.

Su travesía por las afueras de la cuidad con Katsuki, inició algo. Algo no precisamente bueno considerando lo complicada que era su relación.

Mentiría si dijera que no lo notó esa misma tarde, cuando se aventuró a besarlo sin pensar, pero fue al día siguiente por la mañana cuando empezó a sentir un leve cosquilleo en el estómago que empezó a entender algunas cosas extrañas. Con el pasar de los días el cosquilleo se convirtió en algo más contundente.

No había que ser un genio para notar lo que estaba pasando, para muchos de sus amigos cercanos y no tan cercanos, había bastado darle una mirada para convencerse de lo mal que se estaban poniendo y el número de personas seguía aumentando, pero nadie parecía tener la suficiente falta de delicadeza como para encarar al pecoso y preguntarse acerca de la tragedia romántica en la que se convertía su vida.

Los primeros en notarlo habían sido Iida y Uraraka. Pero el tema central aquella mañana luego de su aventura con Kacchan, no había sido su radiante estado de ánimo, sino la ausencia de Todoroki, quien como el peliverde ya se lo suponía, se ausentó por varios días llamando la atención de algunas personas.

Tuvo que pasar por un pequeño interrogatorio. No podía negar que él era el principal sospechoso si algo malo le ocurría al chico de hielo, pero nadie podía probar que él o Kacchan tuvieran algo que ver con que hubiera decidió encerrarse en casa por días sin notificar.

Fue lo que alegó con la conciencia un poco revuelta cuando fue citado por el director. No era bueno mintiendo, pero a menos que Endeavor los pusiera en evidencia, a costa de humillar el orgullo alfa del hijo que presumía siendo vencido por un omega; debía mantener las cosas en secreto para proteger a Kacchan. Pero hubo otras personas a las que no pudo mentir tan bien.

Sus amigos se habían tornado bastante comprensivos y callados al respecto, incluso All Might había reaccionado más indulgentemente de lo que imaginó y quería pensar que era porque el chico de hielo en verdad lo merecía, pero en el fondo sabía que tan solo estaban decepcionados de él. El método que había elegido no había sido el más adecuado, sus valores de héroe se habían visto manchados, lo sabía y aun así no podía poner la culpa por encima de la enorme satisfacción que le daba haber ayudado a Kacchan a sentirse mejor.

No estaba arrepentido, el rubio se había convertido en una causa mayor, pero también había formado un abismo entre él y sus amigos. Podía sentirlos más distantes, pero tenía la sensación de que el incidente no era el único motivo.

Uraraka, por ejemplo, era un misterio. En los últimos días había sido una extraña montaña rusa de emociones que a veces saltaba entusiasmada para ayudarlo y otras veces ni siquiera le dirigía la palabra.

Iida, en cambio, estaba bastante callado. Parecía pensar demasiado antes de hablar, era como si no pudiera expresarse sin ponerle antes a sus palabras un filtro y se hacía cada vez más difícil conversar con él.

Sabía que todo estaba relacionado con Kacchan, aunque ellos realmente lo apreciaran y apoyaran como amigo había cosas con las que simplemente no podían estar cómodos y fue duro al principio, pero con el paso de los días, se fue haciendo habitual y simplemente dejó de concentrarse en ellos y la mayoría de las cosas que pasaban a su alrededor. Tenía que admitir que estaba bastante distraído y lo que ocurría en la academia lucía un tanto lejano.

Su capacidad de atención estaba demasiado atrofiada para pensar en algo más que la persona que ocupaba sus tardes al salir de allí. En su cabeza solo había preguntas, sensaciones e ideas relacionadas con el rubio que lo mantenían impaciente durante toda la jornada. Una apremiante necesidad de compañía que solo desaparecía cuando estaba con Kacchan y lo llenaba de tanta calidez y tanta dicha que las mañanas se sentían bastante aburridas y largas.

Las clases parecían más densas que nunca, su mente demasiado desenfocada y sus ánimos tan variables y alocados que apenas podía entender que le pasaba.

A penas se descuidaba un momento su mente empezaba a hacer un tremendo ruido. Recuerdos, sensaciones vívidas recorriendo su piel, palpitaciones, deseos y desorden. Todo era un terrible caos que por alguna razón siempre terminaba con el recuerdo de la risa de Kacchan cosquilleando en sus oídos y una imparable necesidad de sujetar su mano una vez más.

Eran sensaciones normales que un alfa desarrollaba para proteger a su compañero, solía creer y se repetía todo el tiempo cuando las cosas se ponían más extrañas. Cuando hacía cosas inesperadas por el rubio, cuando le preguntaba cómo había estado su día, cuando se quedaba embobado viendo su perfil serio mientras estudiaba en la cama, cuando no encontraba las palabras correctas para explicarle que sentía algo cálido cuando estaba con él.

¿Era su viejo y golpeado vínculo de infancia tratado de volver a florecer? ¿era algo que sentía alguien por un amigo preciado? ¿era la naturaleza haciéndolo más afín a su compañero para perpetuar la especie? No lo sabía, pero algo definitivamente estaba pasando. Era como si su cabeza estuviera flotando en las nubes todo el tiempo, como si lo que pasara con los demás hubiera dejado de importarle, como si lo más interesante del mundo de pronto fuera Kacchan y no pudiera dejar de pensar en cada detalle, en cada recuerdo, en cada pequeña e insignificante cosa que él hiciera, porque todo parecía deslumbrante.

¿Kacchan siempre había sido así de genial? Suponía que sí, pero tal vez nunca lo había notado más allá de sus habilidades de combate y sus dotes de estudio. Sabía que era inteligente, que era astuto y tenía un agrio sentido del humor que principalmente involucraba verlo sufrir, pero no sabía nada acerca de lo increíble que era en situaciones más cotidianas.

Por ejemplo, era muy ordenado, tenía bueno modales en la mesa ahora, le gustaban las revistas de deportes al aire libre, leía libros de vez en cuando, le gustaban las películas y odiaba que alguien hablara si estaba viendo una, no comía comida chatarra, tocaba la batería e incluso sabía cantar (cosa que supo por su madre porque jamás lo escuchó), le gustaban los perros grandes, pero nunca pudo tener uno porque su padre era alérgico, escuchaba música muy alto cuando quería relajarse y a veces, solo a veces, no le desagradaba tanto la compañía.

Eran cosas que había aprendido observándolo y lo habían sorprendido a medida que las descifraba. Había conocido cosas del rubio que le parecían increíbles y cada pequeña cosa nueva solo hacía que le gustara más.

Su faceta cotidiana se le hacía de lo más interesante. Finalmente había encontrado el lado humano debajo de toda la ira y la hostilidad que había visto siempre. Pero, sobre todo, había encontrado un lugar. Parecía después de todo ya no era tan ajeno al rubio, incluso podía pensar que en el fondo a veces él también disfrutaba de tenerlo cerca.

Suspiró por enésima vez con la vista perdida en algún punto vacío de la pizarra, no podía simplemente ir y decirle todas esas cosas al omega, pero tampoco sabía qué hacer con ellas. Llevaba distraído toda la mañana. Su cuaderno de apuntes era un desastre y todo lo que quería era que la clase terminara para volver a intentar pasar un rato agradable con Kacchan. Pero Uraraka llegó a su asiento apenas sonó la campana; hoy era uno de esos días en los que la chica estaba de buen humor y solía ser tremendamente entusiasta.

― Así que, ¿cómo te fue en el examen? -preguntó con una voz animada sostenido su nota frente a él-

El pecoso sonrió levemente.

― No tan bien como a ti. No estudié lo suficiente.

― ¿He? Tu siempre estudias Deku. -la chica se inclinó sobre su pupitre luciendo preocupada-

― Lo olvidé por completo. Ayer le presté mis notas a Kacchan. Él debe estar preparado para las clases intensivas cuando vuelva y me preocupa que no estudie el tiempo suficiente, pero es difícil decírselo sin que se moleste, así que tuvimos una discusión y...

― Deku, tu nunca descuidabas tus estudios -soltó la chica con una voz aguda y algo alta- Ahora siempre estás viendo a Bakugou y ya ni siquiera hablas con nosotros. Te preocupas demasiado por él y no actúas como el Deku de siempre.

― Es normal que me preocupe por él, es mi compañero.

El ceño de la castaña se frunció viéndolo de manera aguda.

― Esa no es ninguna excusa para hacerte cambiar tanto. Ya no eres el mismo. Parece que solo te importara lo que él dice e incluso haces cosas malas. El Deku que conocía nunca hubiera dejado que lo manipularan de esa forma.

― Él nunca me...

― ¡Solo va a lastimarte! ¿no te das cuenta?

El bullicio del salón quedó en silencio. La chica sostuvo la mirada sabiendo que lo que había dicho era grave, pero no se retractó. El pecoso también sostuvo la mirada por unos segundos, entonces frunció las cejas y se volvió con seriedad hacia su escritorio antes de tomar sus cosas y ponerse de pie.

― Lamento que pienses de esa forma... creí que eras mi amiga -le soltó con una voz plana antes de marcharse-

Se sentía molesto. Después todo lo que se había esforzado para que Kacchan le permitiera estar a su lado ¿ella simplemente le decía que iba a terminar mal? Apretó los puños a medida que aceleró el paso hasta la estación. Nunca había peleado con Uraraka, pero se sintió tan ofendido y desilusionado que no podía simplemente seguir como si nada. Sabía que estaba preocupada, que habían pasado cosas terribles desde que se involucró con el rubio, pero ¿tenía ella el derecho de decidir qué era lo correcto? Ni siquiera sabía que estaba pasando porque nunca se lo había preguntado, era absurdo. Respiró profundo y compuso su semblante. No iba a dejar que eso lo afectara.

Abrió la puerta saludando a su madre, pero ella no respondió. Supuso había salido a dar una vuelta y estaba solo por el resto de la tarde con su problema. Soltó una exhalación desilusionada; hablar con ella siempre lo hacía sentir mejor.

No pasó mucho tiempo en su habitación hasta que pensó en visitar a Kacchan. Su calendario decía que había estado en su casa a penas ayer e ir esa tarde también quizás sería demasiado, pero no quería estar solo en casa. Incluso hablar con la madre del rubio sonaba mejor que estar allí triste y decaído. Lo pensó un par de minutos y se levantó para arreglarse y meter en su mochila algunos cómics. Iba a ir con la excusa de darle sus apuntes y a quedarse un rato más con ayuda de la nueva edición del cómic favorito del rubio, era un buen plan.

Peinó ligeramente su cabello en el espejo antes de salir y caminó hacia la calle, dándole una nostálgica mirada al vecindario. El camino hacia la casa de Kacchan siempre le traía recuerdos. No había cambiado mucho desde que eran niños. Incluso tocar su puerta seguía siendo algo aterrador.

La alfa rubia lo recibió sorprendiéndose por tenerlo allí de nuevo, pero en seguida le sonrió y lo invitó a pasar. Sin duda sentía que su relación había mejorado. No sabía aún mucho de interacciones entre alfas, pero que lo olfateara tan gentilmente y sobara su cabeza tenía que significar algo bueno.

Ella señaló el segundo piso indicándole donde estaba el rubio y él subió la escalera bastante familiarizado ya con el lugar. Esperó unos momentos que Kacchan abriera la puerta, pero cuando lo hizo, una ola de calor llegó directo a su rostro. El aire estaba espeso y lleno de un olor que conocía a la perfección, el aroma dulce del sudor de Kacchan y sus feromonas bailaban en el aire.

Sonrió al ver su rostro enrojecido y su cabello húmedo. Lucía radiante en su ropa deportiva.

Se sintió feliz de saber que había vuelto a meterse en su rutina de ejercicio. Los días difíciles para el rubio finalmente habían terminado y se alzaba maravillosamente listo para volver a la batalla. No podía evitar admirarlo como un orgulloso espectador ni frenas los sentimientos que crecían desde su estómago haciéndolo excitar.

― Quédate hay y no estorbes hasta que termine... -lo escuchó decir acercándose de nuevo a su rincón de entrenamiento para tomar las pesas-

― Me alegra que estés listo para volver... -dijo con satisfacción tomando asiento en su escritorio para preparar las notas que debía entregarle-

Solo escuchó una risa sarcástica de vuelta. Ese era el Kacchan competitivo y desbordante de confianza que conocía. El predador con filosas garras que tanto admiraba. Pero no recordaba que su estómago hubiera cosquilleado de esa forma antes al observarlo.

Cuando sus músculos se tensaban, su cuerpo dejaba ver una silueta hermosa. Desde sus abultados pectorales, hasta la larga y firme silueta de sus piernas, la imagen que contemplaba era impresionante. Le gustaba el contraste de su tersa piel blanca con la ropa negra, siempre le había parecido que el color lo favorecía.

Volvió la vista con rapidez a sus notas. El cosquilleo de su vientre estaba viajando con peligrosa rapidez hacia su entrepierna. Respiró profundo y trató de concentrarse en las letras suplicando que los ejercicios del rubio duraran lo suficiente para deshacerse de una erección. Pero apenas un par de minutos después el chico estaba acercándose y extendiendo su mano hacia él. Le tomó unos aterradores segundos entender que lo quería era la botella de agua que estaba sobre el escritorio.

La tomó con nerviosismo sin dirigirle la mirada, mientras escondía con el libro el notable bulto que había conseguido.

― ¿Qué diablos te pasa? -le soltó el rubio después de arrebatarle la botella- luces más estúpido de lo normal.

― Ha... Te traje esto -trató de librarse nerviosamente empujando hacia él el cómic que compró-

El rubio lo vio de manera extraña, pero lo tomó. Tal vez acaba de estropear él ambiente. La forma en la que lo dijo hacía parecer que lo había comprado para él como un regalo, y sí, técnicamente lo había hecho, porque el no era tan fanático de ese título, pero no tenía que decírselo al rubio porque entonces pasaba esto; el ambiente se ponía tenso.

El rubio ojeó rápidamente las páginas y luego lanzó el librillo sobre su cama indicando que realmente lo leería. Podía ver en su cara que estaba ligeramente feliz y eso lo hizo crisparse un poco. Tal vez no había sido tan malo. Kacchan haría todo lo posible para mostrar lo contrario, pero sabía que su regalo le había gustado.

Sonrió estirándose en la silla y relajándose cuando el chico se metió al baño para ducharse.

De momento el problema de la erección había bajado y pensó que podía contenerse y estar perfectamente bien por el resto de la tarde, pero dos horas después estaba sentado en una posición extraña preguntándose por qué no fue cuando pudo.

Nunca se había sentido de esa forma. Era como si cualquier cosa pudiera encenderlo. Un pantalón ajustado, un poco piel descubierta, unos labios húmedos o sencillamente cualquier cosa que pudiera tener una connotación sexual en su mente. Su cerebro estaba turbio y hecho papilla y todo lo que podía hacer era asentir apretándo los labios nerviosamente cada que debía interactuar con su compañero.

Al final, simplemente no pudo hacer otra cosa. Las ideas sucias, las imágenes eróticas y las sensaciones cosquilleantes lo mantuvieron lleno y viniendo del valle de la lujuria toda la tarde, hasta que aliviado por al menos poderse parar correctamente decidió volver a casa.

Caminó lento de vuelta por las calles más solitarias, viéndose los pies de manera pensativa y librándose lentamente del entumecimiento de su entrepierna. Esa tarde había sido completamente desagradable. No podía creer que hubiera actuado de esa forma frente a Kacchan. Tenía un momento para pasar tiempo con él y mejorar su relación y se excitaba viendo su ombligo como un depravado. No entendía qué demonios le pasaba.

Si, Kacchan era sensual. Pero no podía ponerse duro solo por estar en el mismo cuarto que él. Eso era extraño y desagradable hasta para un virgen como él.

Se las arregló para llegar a su departamento intacto y abrió dificultosamente la puerta yéndose a su cuarto sin decirle mayor cosa a su madre cuando lo saludó desde la sala.

El bochorno se le subió al rostro de manera furiosa apenas puso el cerrojo. Estaba jodidamente enojado consigo mismo. Lo que sentía por Kacchan desde hace un tiempo venía haciéndose vergonzoso y cada vez más obsceno. No eran los mismo sentimientos que tenía cuando eran rivales, ni siquiera eran algo amistoso. Su lado alfa, las cosas que hicieron juntos, su propia necedad; todo estaba contribuyendo a acrecentar esas cosas que le revoloteaban en el pecho y repentinamente bajaban a su pene.

Algo estaba seriamente mal con él y apenas podía considerar la razón porque todo lo que había en su mente era calor y el apremiante deseo de masturbarse.

Se acomodó en su silla frente a la computadora, tecleó rápidamente el nombre de un sitio porno y abrió las piernas sacando con prisa los botones de su pantalón. Vio su miembro completamente erguido y húmedo derramándose en su ropa interior y lo tomó.

Empezó a frotar su lentamente, yendo de arriba abajo con la vista puesta en un video, pero no estaba funcionando. No quería pensar en Kacchan, de verdad se estaba esforzando por mantener las imágenes lejos de su cabeza, pero lo que empezó como un omega rubio, terminó como Katsuki abierto de piernas. La imagen era demasiado vívida.

Se olvidó por completo del video y cerró los ojos concentrándose en la sensación de su mano. Aun podía recordar la forma y el tacto del miembro del rubio en su boca, sus glúteos firmes apretados entre sus manos, el olor de su piel húmeda y almizclada, sus gemidos bajos que sonaban como un jadeo cansado, sus piernas apretadas con fuerza alrededor de su cuello.

Aceleró el ritmo tensando su espalda y elevando la pelvis. Se sujetó de la silla con fuerza y dejó caer la cabeza hacia atrás.

Los ojos encendidos del rubio viéndolo con deseo lo atacaban en su mente. Su cuerpo extendido a su merced completamente húmedo para recibirlo, su pecho subiendo y bajando con una respiración pesada y caliente, sus pezones duros y apetitosos tentándolo a morderlos.

Podía imaginar sus manos recorriéndolo. Su lengua saboreando la larga y firme línea que descendía desde su espalda hasta sus glúteos, los bordes trabajados de su cintura, los músculos tersos de sus piernas que hacían un húmedo camino hasta...

Alcanzó el clímax soltando una maldición. El líquido tibio se derramó sobre su mano y ensució parte de su camisa. Lo hizo observarse con la vista en blanco por algunos segundos. No podía creer que lo hubiera hecho pensando en Kacchan, se sentía terrible.

Frunció el ceño dando un par de vueltas en la silla mientras empezaba a sacarse la ropa para limpiarse. ¿Cómo había llegado a este punto?

Notas de la autora:

Falta muy poco. Gracias por llegar hasta aquí. Recuerden que pueden apoyar la historia compartiéndola y votando. Nos leemos pronto.

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