OMEGA

بواسطة Sarok-

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Katsuki Bakugou, el bastardo explosivo que aterrorizaba UA, era un omega... y no solo él estaba sorprendido... المزيد

Alfa
Infierno
Compañero
Alfa y Omega
Presente Incierto
El Primer Celo
Consenso
Instinto Irresuelto
Instinto Frustrado
El Camino Más Largo
Aislamiento
Vínculo I
Vinculo II
Primeros Pasos
Inicios
Catarsis
La Desgracia de un Hombre
Negación
La Cuestión de Izuku
La Cuestión de Katsuki
Punto de Quiebre

Preludio

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بواسطة Sarok-

En un día como ese, sería normal acabar rodando por el piso y dándose de golpes con su madre, que al igual que él no sabía hablar y prefería clavarle un puñetazo en la cara antes que decirle que estaba preocupada. Pero, hoy no tenía ánimo de pelear más.

Su cuerpo estaba más pesado que de costumbre. Un leve temblor sacudía sus piernas y le erizaba la piel haciéndolo sentir algo enfermo y deseoso de meterse bajo el mullido cobertor de su cama para calentarse. No tenía tiempo para discutir o dar explicaciones, simplemente quería recostarse, hundir la cara en su almohada y revolverse contra el colchón tratando de sacarse de adentro esa inquietud que lo estaba empezando a incomodar. Pero su madre no iba a dejarlo escapar sin más; lo interceptó apenas puso un pie en la entrada obligándolo a hacerle frente e intercambiar un par de palabras malsonantes con las que el muchacho pretendía escaparse de alboroto que la mujer iba a montar, pero fue inútil. Era en ocasiones como esa, cuando se sentía tan fuera de sí, que la diferencia entre alfa y omega se hacía más notoria. No podía ganar cuando las feromonas de la alfa lo golpeaban en el rostro sometiendo a su lado omega a escucharla.

― ¿En dónde demonios estuviste? —le reclamó afianzando el agarre con el que lo había forzarlo a mirarla —

― ¡No te metas en mis malditos asuntos!

― ¡Tú eres mi maldito asunto! ¿¡Sabes qué hora es!? ¡Debías estar aquí hace seis horas! ¡Seis putas horas! ¡Estuve llamándote todo el día! ¡Contesta el jodido teléfono!

― ¡No tengo que reportarte cada maldita cosa que hago!

― ¡Soy tu madre! ¡Es justo lo que tienes que hacer! —Con un tirón por la camisa acortó sus centímetros de diferencia para lanzarle una amenaza — ¡Si quieres volver a poner un pie afuera vas a ...

La expresión de la mujer cambió de pronto, haciendo una pausa, de tal manera que incluso el muchacho se sorprendió. Había algo peculiar en él que le llamó la atención

― ¿Qué es ese olor? —preguntó con un tono entre curioso y molesto mientras se acercaba para aspirarlo—

El rubio protestó ruidosamente y se retorció cuanto pudo cuando mujer lo tomó por el brazo y lo atrajo hacia ella obligándolo a soportar un intrusivo olfateo.

El aroma de otro alfa había alcanzado el olfato de la mujer. Pudo reconocer sin esfuerzo la esencia de Midoriya impregnada en las prendas de su hijo con cierta territorialidad que le alteró los nervios y la obligó a olfatear más profundamente tratando de identificar esos sentimientos que había dispersos en sus feromonas.

La sensación cosquilleante de su nariz sobre su piel, le chispó los nervios a Katsuki, haciéndolo reaccionar de manera más violenta de lo habitual, y es que normalmente podía ser grosero e incluso brusco, pero nunca usaba su quirk al pelear con su madre. Era una especie de regla implícita que fue ignorada cuando sintió su estómago dar un vuelco alertado por el peligro y tuvo que defenderse.

La alfa retrocedió ante el impacto palpando la herida rápidamente. Su costado ardía. Katsuki la había impactado poniendo una significativa distancia entre ellos, y aunque la explosión había sido bastante débil, las punzadas de dolor le indicaron que realmente había intentado herirla.

Reaccionó como cualquier alfa traicionado lo haría. Gruñó rabiosamente lanzándose hacia su cría, dispuesta a darle una dolorosa lección para dejar claro su rol como alfa, porque puede que su hijo estuviera marcado, pero le debía respeto. Tenía todo el derecho de tomar a ese mocoso impertinente y machacarlo a golpes, pero la imagen que encontró frente a ella la detuvo cuando estaba lista para acabarlo.

Se topó a un Katsuki tan arrepentido como asustado que no entendía mejor que ella lo que estaba pasando y no estaba dispuesto a defenderse esta vez.

A veces Mitsuki olvidaba lo vulnerable que podía ser su pequeño. Cuando lo veía pelear, cuando sentía sus golpes, a veces olvidaba que el chico que tenía enfrente no era un alfa como ella o como su esposo. Y aunque lo hubieran criado como tal, Katsuki no era igual a ellos. Puede que en apariencia no distara mucho de lo que debía ser un alfa, pero reaccionaba y sentía como un omega. Uno confundido y profundamente herido que no comprendía muy bien su situación y se veía forzado a obedecer a su instinto en situaciones como esa.

Su lado omega, que reconocía a Izuku como su pareja, veía la cercanía de cualquier otro alfa como una amenaza. Era algo natural, pero difícil de aceptar para quien había asumido el rol de alfa para él desde siempre y protegiéndolo cuando su compañero no estaba. Reconocer que debía guardar distancia porque su hijo tenía un vínculo, era algo duro.

No se sentía capaz de distanciarse de Katsuki cuando su futuro al lado de Izuku era tan incierto. Cuando no había garantía de nada y lo único seguro que poseía el omega era su amor. Pero parecía no ser suficiente. Había hecho todo lo que pudo y su pequeño seguía desmoronándose frente a sus ojos.

No era justo que el único capaz de salvarlo fuera el alfa que le causó dolor.

―Ve a tu habitación... —soltó dándole espacio para escapar, mientras se frotaba las cienes con cansancio, ocultando la humedad que iba a desbordarse de sus ojos—

Katsuki corrió por las escaleras y un enorme peso desapareció cuando la puerta se cerró detrás de él. Su habitación lo recibió en completo silencio dejándolo sentir los latidos de su corazón calmarse lentamente mientras se acomodaba sobre su cama y cerraba los ojos.

Quería conciliar el sueño, pero solo paró sintiéndose más cansado e incapaz de dormir para continuar con la rutina y encaminarse en unas horas de vuelta a la academia como tenía que hacer si quería lograr algo. Debía seguir peleando, pero a una parte de él ya le daba igual lo que pudiera pasar. Su futuro ya no parecía incierto, de manera sutil las personas a su alrededor se habían encargado de mostrarle cuál era su camino desde allí.

La academia se estaba desligando lentamente de él al arrinconarle en un callejón sin salida, el mundo no ofrecía ninguna respuesta a sus problemas más que encarrilarlo a lo que consideraban correcto y su cuerpo se negaba a cooperar. La realidad al final era, que como omega al parecer solo podía aspirar a una simple vida hogareña.

Le habían ofrecido a sus padres infinidad de opciones al respeto. Los alfas se habían estado comiendo la cabeza en trámites legales, negociaciones y cobró de favores, para solucionar el problema de Katsuki, pero todo lo que recibieron fueron ofertas de estudio en academias especializadas en omegas, programas de educación desde casa e incluso una propuesta de compromiso que hizo a la madre del rubio afilar sus uñas al borde de la silla por días, solo esperando una oportunidad para cometer un crimen.

La propuesta la había realizado nada más y nada menos que Todoroki Shoto, o era lo que decía la carta. El evidente remitente era el padre. Quién en una elegante y nada sentimental carta estilo japonés les hizo llegar sus absurdas peticiones. Parecía que la familia Todoroki y en especial el héroe a la sombra de All Might, estaban interesados en continuar la línea genética muy pronto.

El hombre, como evidenciaba su matrimonio, estaba a favor de los compromisos arreglados para beneficio familiar. Y creía que Katsuki tenía un quirk lo suficientemente bueno para crear una descendencia digna. A la madre del rubio casi le había dado un ataque al leer esa parte.

El tiránico héroe numero dos quería comprometer a su hijo con el bastardo que abusó de él y la mujer estaba más que dispuesta a ir a su casa en ese preciso momento y escribirle en la garganta con sus garras lo que opinaba, pero su esposo creyó que una diplomática carta de respuesta describiendo entre líneas cómo podía irse al carajo, sería lo adecuado.

Endeavor era alguien complicado de tratar, los padres del rubio no tardaron en notarlo. Podía lucir grande e imponente, pero se comportaba como un mocoso cuando quería algo. Así que una carta llevó a otra y el asunto se hizo más largo de lo que esperaban.

El héroe de fuego tenía la idea metida en la cabeza. Creía que lo que su hijo necesitaba para enderezar su camino y dejar de actuar como un mocoso desinteresado, era algo de responsabilidad y compromiso. Arreglarle un matrimonio podía darle ese impulso extra que necesitaba para dejar de comportarse como un malcriado y tomarse las cosas en serio. Le molestaba lo flojo que era como alfa. En su juventud, un omega como Katsuki habría sido atrapado de inmediato y prometido para garantizar buenos hijos. Y puede que Shoto fuera joven, lo odiara y no supiera que carajos quería, pero el sabía lo que era mejor. O eso pensaba la mayor parte del tiempo y nadie se había molestado en corregirlo.

Su necedad fue tanta que el asunto llegó incluso a oídos de Izuku. Y este claro, se preocupó de manera exagerada. Su confianza respecto a Kacchan ya estaba lo suficiente socavada para enfrentar más amenazas y la ansiedad, que había ido en aumento esos días, mientras el momento de hablar de nuevo con Kacchan se acercaba, lo consumió hasta hacerle doler la cabeza de solo pensar en el rubio.

El incidente de la desaparición de Kacchan hace unos días lo había motivado a tratar de arreglar las cosas. Seguía tan asustado y herido como el día que huyó de su habitación, pero era evidente que el vínculo que lo unía al rubio como alfa, era más fuerte que eso. No podría describir el horror que experimentó al pensar que podría no volver a verlo y no podía pensar en otra cosa que no fuera él. Sus intento por volver a vida normal y alejarse de ese omega destructivo fueron un rotundo fracaso y con el pasar de los días quedó claro que nada que hiciera o pensara iba a borrar su historia con él. Kacchan estaba en su vida desde un pasado muy lejano y de alguna manera quería estuviera en su futuro también. Así que un día después de haberse encontrado con Kacchan, se armó de valor y llamó a la casa del rubio. Quién contestó fue su madre. Su voz le indicó rápidamente lo disgustada que estaba con él, pero se esforzó en hacer que lo escuchara, en explicar lo que sentía, en exponer sus deseos fantasiosos de un futuro para ambos, en dar sus profundos arrepentirnos y rogar por una oportunidad de arreglar las cosas con el rubio. La mujer había suspirado pesadamente, dejado pasar unos tensos segundos y finalmente dado su ansiada aprobación. Claro, había condiciones y una de ellas, al manos la más importante entre la docena de cosas que podrían hacer que la mujer le cortara el cuello mientras dormía, era que Izuku debía estaría lejos de Katsuki hasta que terminara su suspensión, un tiempo prudencial que esperaba sirviera para aclarar tanto su mente como la del rubio.

Era una separación necesaria que había puesto a prueba todo su autocontrol, pero mejoraba mientras la espera se hacía más corta. Para Katsuki la historia fue otra. UA lo estaba quebrando muy lentamente y la noticia ayudó a desanimarlo.

Al cabo de una semana más de clases no podía más. Se estaba hundiendo en la ansiedad, prueba de eso fue que finalmente, se rindió con la academia y decidió no volver. La soledad solo lo ayudó a hundirse más durante los siguientes días cuando ni él sintió más ánimos de salir de su habitación, ni su madre se atrevió a obligarlo consciente de lo cruel que había sido apoyarlo con algo tan autodestructivo como lo fue tratar de quedarse en la academia siendo un omega.

Las estadísticas no mentían. Menos de la quinta parte de los omegas llegaba a terminar sus estudios superiores y ningún omega se había graduado de UA jamás.

La verdad estaba oculta a simple vista. Los omegas siempre eran retirados de la jugada sutilmente y sin que lo notaran. Se podría decir que de una manera bastante injusta y ridícula los alfas y betas trataban de mantenerlos a salvo. No importaba cuanto potencial tuvieran, al final solo eran unos frágiles y hermosos compañeros de cama que ningún alfa quería arriesgar enviando a las calles. Katsuki no era la excepción.

Nadie podía negar lo peligroso que era para un omega tratar de ser un héroe, pero el problema no era su fuerza, el problema era que el mundo no estaba preparado para ser salvado por un rubio explosivo capaz de engendrar un bebé. Aunque claro, ese era un asunto del que Katsuki no estaba dispuesto a hablar aún.

Se revolvió en la cama por tercera vez tratando de calmarse. Buscó una posición más cómoda y estiró sus extremidades de manera felina apelmazando las prendas y cobertores que había sobre su cama a manera de refugio.

La entretejida masa de ropa que había sobre su cama era algo que había estado armando durante los últimos días hasta que llegó a lucir como un auténtico nido, en el que se acomodó para poder descansar. Su uniforme impregnado con el aroma de Deku era la pieza central de su obra de arte y fue la razón que lo llevó a construir la fortaleza.

Los omegas solían refugiarse en lugares como ese cuando estaban próximos a su celo o cuando se sentían deprimidos o desprotegidos y Katsuki respondía a lo segundo. Había pasado una semana desde que volvió a casa con el aroma de Deku encima y desde entonces lo mejor que había logrado para calmarse y no ir a buscar al pecoso para tomarlo por la camisa y obligarlo a hablar, era eso.

Trató de deshacerse de las prendas una y otra vez, renuente a aceptar que las feromonas del peliverde lo hacían sentir bien, pero era estúpido seguirse negando a aceptar los hechos. Y así como en esa ocasión, tuvo que ceder a muchas cosas más doblegando su orgullo que finalmente llegaba a entender que era más doloroso mentir todo el tiempo que vivir con la verdad.

Un suave golpeteo lo sacó de sus pensamientos haciéndolo girar el rostro hacia la puerta donde vio a su madre asomarse con una taza de té en las manos y un pastelillo salado que le ofreció sin más sentándose a su lado en el revoltijo de ropa que había en la cama.

Palpó la mullida estructura paseando la vista con calma y cierta ternura mientras el muchacho se incorporaba para recibir su segunda comida del día, que con suerte no acabaría de inmediato en el escusado como su desayuno.

La alfa tenía mucho cuidado con la alimentación del rubio desde que empezó a comer menos y devolver todo lo que se tragaba. Y sus atenciones habían servido para mantener su lazo en los últimos días, cuando Katsuki era más consciente de necesitar a Izuku y no quería cerca a otro alfa.

― ¿Necesitas más colchas? —preguntó pasando su mano sobre su rostro para revisarlo; estaba notablemente más pálido— Ha crecido bastante desde la mañana —señaló el nido—

― Aun no está terminado... —su tono era neutral. Hace algún tiempo que había dejado de importarle que su madre viera lo que estaba haciendo—

―Bien, te traeré más cosas. Creo que Izuku olvidó su sudadero la última vez que estuvo aquí —soltó de manera pensativa tratando de recordar en dónde lo había visto—

El rubio se tensó al escuchar su nombre y la mujer aprovechó su atención para ir al grano sobre lo que debía decirle.

―Katsuki, escucha —pidió viendo al rubio a los ojos de manera seria, pero paciente— Izuku vendrá esta tarde a hablar contigo. Se que este mes ha sido duro para ti, lo ha sido para todos, pero espero que eso acabe hoy. No podemos obligarte a decidir algo que no quieres, así que tu e Izuku tendrán que llegar a un acuerdo sobre lo que quieren para sus vidas, ya sea juntos o separados. Sea cual sea tu decisión vamos a apoyarte.

El rubio bajó la vista de manera pensativa y contrario a lo que la mujer creyó, no hubo ninguna protesta.

La alfa soltó un suspiro aliviado. Tomó las sobras a medio empezar de la mañana y se retiró echándole un vistazo al desastre que había tirado por el piso.

―Deberías limpiar tu habitación. Te avisaré cuando él esté aquí.

El resto del día fue relativamente tranquilo. Si hubiera podido relajar un solo músculo o dejar de sostenerse el estómago agitado por el cosquilleo, durante un minuto, quizás habría podido pensar mejor sobre lo que estaba a punto de hacer. Pero se sentía demasiado ansioso y apenas pudo pensar en otra cosa que no fuera el pecoso hasta que el ajetreo normal del primer piso se calmó y supo que su la hora había llegado.

Su madre había estado parte de la tarde cocinando y limpiando mientras su padre le hacía unas reparaciones de última hora al bombillo de la sala. Podía que después de esa tarde nunca volvieran a cruzar palabra con sus invitados, pero querían darles un recibimiento decente pese a todos los roces que había habido entre ellos.

La madre del pecoso y la suya serían quizás quienes lamentarían más la ruptura, ya que habían sostenido una amistad bastante grata por varios años, pero actualmente pendía de un hilo. Lo que Izuku y Katsuki acordaran ese día, marcaría el rumbo de las vidas de todos los presentes, pero no tenía por qué ser una tragedia. Era el mensaje que la rubia buscaba comunicar cuando le abrió la puerta a los Midoriya con una sonrisa.

La madre de Izuku le devolvió el gesto. Ese día vestía bastante formal, al igual que Izuku que pese a llevar sus típicas zapatillas rojas y unos jeans negros, usaba una camisa de cuello, verde cuadriculada que lo hacía lucir muy guapo.

La rubia no quería admitirlo al inicio, pero el pecoso era bien parecido y tenía un quirk muy fuerte. Era alguien con potencial que, de llegar a comportarse como un alfa, seguro sería un buen compañero, incluso un buen padre. Pero Izuku simplemente no podía madurar de un día para otro cuando su lado alfa apenas acaba de despertar. Necesitaba tiempo y apoyo, era algo que ella podía entender, pero no estaba segura de poder dárselo. Aun había muchas dudas y daños que reparar.

―Te vez muy guapo hoy Izuku —no pudo evitar hacer el comentario— Te preparaste bien para convencer a Katsuki, ¿eh?

―Voy a dar lo mejor de mi — respondió el muchacho algo apenado, había dado en el clavo—

Izuku había pasado un par de horas frente al espejo preocupándose por cosas triviales, como combinar sus pantalones con su camisa y hacer que sus risos se quedaran en su lugar, y aunque era algo que estaba seguro de que no le importaba a Kacchan, quería lucir lo mejor que pudiera cuando se reencontrara con él.

La mujer los invitó a pasar para tener una amena plática de té y bocadillos, pero el peliverde declinó la invitación cortésmente.

―Me gustaría hablar con Katsuki ahora —expresó viendo hacia las escaleras— ¿puedo pasar?

La rubia lo observó dudosa, quería preparar a su hijo antes que tuviera que hacerle frente a Izuku, pero seguro estaba tan ansioso como él.

―Se cuidadoso... —le pidió regalándole una mirada de aprobación antes de llevarse a su madre a la sala, donde el padre del rubio se había plantado desde hace varios minutos completamente nervioso y listo para saltar a intervenir si las cosas se salían de control, como era normal—

El peliverde subió lentamente las escaleras con una expresión risueña y una actitud calmada, las cosas no serían como la última vez. Estaba convencido de ello luego de verse a sí mismo esa mañana corriendo de un lado a otro emocionado por ver al rubio. Ellos habían cambiado.

Habían pasado por momentos duros y enfrentado la realidad en ese último mes. No podría contar cuantas veces se vio tentado a romper su palabra y correr hacia la casa del rubio para arreglarlo todo y jurarle que se quedaría con él, pero sabía que no era el momento. Y quería creer de todo corazón que su sacrificio había valido la pena.

Porque no era nada fácil para un alfa negar su impulso natural de proteger y proveer a su pareja. Había estado sufriendo tanto como Kacchan la inevitable agonía de la separación y recordando contantemente el dolor que le había causado el rubio.

Aquel día, cuando dejó a Kacchan a mitad de su celo se sintió como un traidor, pero no podía dar marcha atrás. Tenía que ponerle un alto al rubio y mostrarle que debía que poner de su parte, madurar y ver las cosas objetivamente, o al menos intentar darle algo de sentido a todo el caos que lo rodeaba, como lo hacía él. Fue duro mantenerse firme, pero la experiencia sin duda lo había hecho crecer.

Cuando puso la mano en el pomo lo hizo con la plena convicción de que había hecho lo correcto al darle su espacio y que lo que pasara allí dentro reflejaría su mejor intento y sus mejores intenciones, aunque en el fondo sabía que se sentiría decepcionado si al final del día tenía que volver a casa sabiendo que no volvería a ver a Kacchan.

Empujó la puerta suavemente y se sumergió en la oscuridad de la habitación, tan fría y desordenada como la última vez que estuvo allí. Pero no había un caliente omega esperando ser reconfortado, solo estaban el silencio sepultura y el aroma de Kacchan, un aroma que siempre le traía nostalgia.

Pasó la vista por la habitación tratando de acostumbrarse a la falta de luz y finalmente se topó con una figura que se movía sobre el enredo de ropa que había en la cama.

―Viniste... —escuchó la voz apagada y algo áspera del rubio mientras se incorporaba—

El peliverde no pudo evitar pronunciar su nombre, lo hizo con el anhelo que había estado conteniendo cada que su instinto le reclamaba por no tener a su lado a su compañero. Lo nombró con una voz gentil y cariñosa que estaba seguro había asqueado al omega, pero si lo hizo él no dijo nada.

Tal vez era la mala comida, la falta de sueño, o solo la depresión que cualquier omega que era separado de su pareja debía enfrentar, pero el rubio no protestó cuando se acercó a la cama y simplemente se sentó dispuesto a escucharlo cuando se acomodó en el suelo, a una distancia corta pero prudente, para empezar con lo que lo había llevado hasta allí.

―He venido a hablar... 

Notas de la autora:

Recuerden que comentar, votar y recomendar puede ayudar mucho. Gracias por su apoyo 😘

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