My Lady | Michaeng [PAUSADA]

By xCaptainCub

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"Sólo debes ir al rancho de los Son y convertir a Chaeyoung en una señorita de ciudad, Mina. Ese será tu trab... More

Antes de empezar a leer
Cap 1: Antes de que despierte
Cap 2: Entre árboles y celulares apagados
Cap 3: Calmantes
Cap 4: Cambios
Cap 5: Los regalos que nunca pueden faltar
Cap 6: Fotografía
Cap 7: Después de la Noche
Cap 8: Ellos no lo saben
Cap 9: La peor decisión que podría haber tomado.
Cap 10: La lógica de la psicología
Cap 11: Rondando a su alrededor
Cap 12: De rendiciones y disculpas
Cap 13: Cuando Myoui Mina se instala en tu cabeza
Cap 14: Sentir tu calor
Cap 16: Por sobre los deseos de ella: el tigre fuera de la jaula
Cap 17: Por sobre los deseos de ella: de la confianza al terror
Cap 18: Por sobre los deseos de ella: dominar
Cap 19: Por sobre los deseos de ella: el puente de regreso a casa.
Cap 20: Me haces daño
Cap 21: La luz y sangre que bombea al corazón
Cap 22: Forjar su respuesta
Cap 23: ¿Su apellido es Myoui o desconsiderada?
Cap 24: Los efectos del amor
Cap 25: El lanzamiento de una catapulta
Cap 26: Ahora lo sé
Cap 27: Mi casa
Cap 28: Cosas no muy ciertas
Cap 29: El Verdadero Significado Del Amor
Cap 30: Empezar a vivir
Cap 31: Transformaciones
Cap 32: ¿Cómo se cura un corazón roto?
Cap 33: Si hay amor... nada malo tiene que pasar.
Cap 34: Decir Adiós.
Cap 35: Magia
Cap 36: El cambio, soñar con volar

Cap 15: Si Son Chaeyoung dijera que no

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By xCaptainCub

Tras cruzar la grande y doble puerta de entrada, él acomodó los puños de su camisa y sonrió de lado. Todo lo conseguía con aquel gesto: negocios, halagos de su madre y citas. Y mientras caminaba directo al mostrador de venta, ajustó el nudo de su corbata y finalmente se aclaró la garganta por lo alto.

Nadie atendió a su excéntrico llamado por lo que sonó rápidamente la campana que reposaba y, tras unos segundos, ella apareció con un delantal y una mancha blanca en parte de su mejilla, un poco de polvo o harina que se había rociado sin intenciones mientras trabajaba.

Conocía los nervios frente a un cliente dudoso, segundos antes de firmar un nuevo contrato o los nervios emocionales de perder a un ser querido, como dos años atrás, cuando trágicamente el destino se llevó a su padre y haber llorado por una hora sobre su cuerpo sin vida, afloraron los verdaderos sentimientos de tristeza que alguien puede sentir.

Pero los que corrían a su corazón por todo su pecho, ahora eran otros. Otro tipo o nivel de nervios que lo hicieron ver como un niño poco inteligente: sonrojado y jugando con sus manos hasta verla detenerse frente a él.

— Buenos días ¿qué va a llevar? — confirmó que la dulce voz que oyó la tarde anterior, aún permanecía y le pertenecía a la chica del otro lado del mostrador. Cuando ella limpió su frente con el dorso de su mano, él observó el movimiento detenidamente. Eran esos mismos cinco dedos que había atrapado para ayudarla a ponerse de pie luego de su estruendosa caída.

— Buenos días...solo algo para desayunar —se golpeó la frente mentalmente cuando ella juntó las cejas y asomó una sonrisa divertida, confusa ante las raras palabras.

— Claro. Hay cupcakes, pasteles, tartas de frutas, pan recién horneado y que puede acompañar con nuestras mermeladas artesanales —le ofreció sosteniendo un frasco de color y que junto a el lo acompañaban decenas más.

— Tomaré un café cargado, con mucha azúcar y mientras voy camino a la oficina ¿qué me aconseja? —

— Que no coma ni beba nada por la calle, puede ocasionar un accidente o hacia usted mismo —

— No suelo caerme en la calle —refutó batiendo sus cejas y finalmente el ambiente nervioso se borró, aligerándose como aquel encuentro luego de que él la socorriera a tomar las cosas dispersas del suelo — ¿estás bien? Quiero decir...luego de ese accidente ¿nada pasó a mayor, cierto? —

— Nada, solo fue una caída. No tengo 10 años —

— No, estoy seguro que no pero no te levantaste hasta que fui por ti —agregó dando un paso y pasándole sus nervios a ella. La chica rubia, con su siempre cabello desteñido y en conjunto a sus ojos cristalinos, sacudió su delantal para ocultar su timidez y él sonrió ligeramente — bien, llevaré... ¿todo lo preparas tú? —

— Todo —

— ¿Es tu panadería? —

— De la señora Abrahams, pero soy su empleada desde hace unos meses —

— ¿A tiempo completo? —

— Solo por la mañana —

— Claro, por las tardes te dedicas a ir cayéndote por las calles de la ciudad. Divertido ¿no? —cuando ella alzó sus labios y los mordió por la parte interna, él rió con una sacudida de cabeza y finalmente sacó unos billetes de su bolsillo — solo dame un cupcake —

— ¿Solo uno? Nadie lleva uno. Compra por docenas —

— Pero no comeré tantos. Quiero uno solo para el café ¿lo recuerdas? —

— Pues si quieres uno, te regalo uno de ayer. Aún no lo han tocado las hormigas —

— Está bien, está bien —se rindió al verla intentar tomar de la caja que tras un cartel que rezaba "de ayer" y tomó más billetes — media docena ¿de acuerdo? —

— De acuerdo —la chica guardó con profesionalismo y cuidado seis pasteles dentro de una bolsa de papel y luego se la entregó. Cuando intentó tomar el dinero, él lo sujetó y tiró contra su cuerpo el agarre. Medio cuerpo delgado de ella reposaba en el mostrador y una mano de cada uno batallaba sin moverse por los billetes. Cuando él se estiró hasta su rostro, el pulso exaltado de alguno se oyó para el otro pero no se alejaron. Por el contrario, escuchó con algo de nitidez lo que le dijo.

— ¿Sabes cómo es una cita perfecta? —Disfrutando el aroma que su cuello y su boca desprendieron, ella cerró los ojos y negó lentamente — un sillón, una película, una pizza y dos personas que se conocerán para el resto de su vida. Tú y yo my lady ¿qué dices? —la provocación en su tono grave y distinto ante las últimas palabras, le enviaron una correntada helada a su pecho tan fuerte, que debió sostenerse con la otra mano de la mesa — pasaré por algo de pan para mi madre antes del mediodía. Me gustaría que dijeras que sí. Esta noche —él se acercó a su boca y la rozó apenas, antes de hablar contra ella — Dime tu nombre, por favor —

— Charlotte —no tardó en balbucear e iba a darle su apellido, si no fuera porque un dedo acariciaba de manera cariñosa el costado de su rostro y le enredó la lengua de nervios.

— ¿Sabes que tienes un hermoso nombre para que vaya acompañado de mi apellido? —alardeó antes de repasar sus labios y finalmente dejarle un fuerte beso en la mejilla. Ella tambaleó, cuando las manos que la sostenían desaparecieron y la espalda azulada, por el color de traje y el brillo en sus zapatos negros, le nublaron la vista al punto de tener que apoyarse contra el mostrador.

Si no fuera porque la dueña del local la llamó en un exigido grito desde la cocina, se hubiera quedado pensando en él por el resto de la mañana.

— La trata como un objeto —se venció Chaeyoung cerrando el libro y llamando la atención de Mina, que descansaba con ambas manos en su rostro mientras tomaba sol.

Estaban a la orilla del río y ella contra su acostumbrado árbol, leyendo el libro que la nipona había llevado por si alguna se aburría esa tarde y, aunque no lo estaba realmente, ocupar su atención con cualquier cosa era mejor para dejar de mirar el cuerpo de la psicóloga.

— ¿De qué hablas? —cuestionó Mina volteando la mirada hacia ella y manteniendo sus manos cubriéndose del sol —

— De Luciano. Del libro —agregó alzándolo y la nipona asintió, antes de volver su rostro al frente — ¿porque tiene dinero cree que puede obligarla a ir a una cita? ¿Y qué tal si ella no quiere? —

— Para eso tendrás que seguir leyendo —

— No con él en cada página. Es poco caballero y ya no me cae bien. No sabe cómo tratar a una chica —Mina rió burlonamente por lo bajo.

— Estoy enamorada de él —

— ¿Qué? —

— Sí, de su personaje. Tiene la idea fija de enamorar a la persona que le gusta y hacerlo de las mejores maneras posibles. Y cuando lo hace, Chaeyoung, cuando lo logra y puedes leer el recorrido de su esfuerzo con el paso de las páginas, una esperanza de que la realidad pueda ser igual te satisface. Por eso es mi novela favorita —

— ¿Y cuándo pasa eso? —Preguntó ofuscada — hasta ahora solo ha sido un patán ¿Y por qué le dice my lady? —

— Has leído solo los dos primeros capítulos, Chaeyoung, dale tiempo. Una historia es historia porque se desarrolla ¿entiendes? Debe tener su comienzo, avanzar en un tiempo y luego...bueno, esa tiene un final feliz. My lady—suspiró Mina — es un gesto de cariño. Él conoce varios idiomas y cree que la manera más romántica de llamarla es esa. Al fin de cuentas, terminará siendo su dama después de todo —

— ¿Es decir que se casan y esas cosas? ¿Ella se enamora? —

— Es imposible resistirse a Luciano. Canta, baila y toca el piano, además de ser un patán como tú dices —

— Pues no me parece agradable. Me gusta Charlotte —murmuró y recibiendo una fugaz mirada de la psicóloga — Necesita alguien que la cuide y podría conocer otra persona —

— Pues no lo hará. Cuando dos personas están destinadas a estar juntas, lo están. No importa qué tanto ocurra para los pensamientos ajenos o en la intimidad de la pareja. Van a estar juntos y ya —

— ¿En verdad lo hacen? Él tiene dinero y ella no ¿cuánto dura eso? —Mina se apoyó de inmediato sobre su codo derecho y clavó su mirada en ella. Chaeyoung había preguntado con un toque de incertidumbre y el gesto que le esquivaba ahora parecía tristeza. Sin importarle si le preguntó por la ficción que comenzó a leer o por lago más, respondió con firmeza y obteniendo su atención nuevamente.

— Siempre creo que esas son las historias más sinceras —

— ¿Has leído muchas de ese tipo? —

— No hablo de libros. He visto por mi cuenta como una persona llena de lujos se resumía en relojes costosos, ropa importada y viajes con amigos ¿para qué? Cuando llegaba a casa por la noche ocupaba una cama y sola, que podría usar en la calle también o en un motel barato. Las apariencias solo son visibles al día, Chaeyoung. En la noche todos somos iguales —

— ¿Y mientras tanto a quién le importa la noche? Es el momento de menos duración de las 24 horas diarias. No hacemos nada importante más allá de dormir —

— Eso es lo que pensamos cuando no nos importa nadie —le aseguró y ella sintió aquellos ojos chocolates atravesarles como una flecha, directo al pecho y presionando con algo de dolor y rapidez. Cada vez que la estudiaba de aquella manera, se sentía disminuir y hasta el tamaño de una hormiga sería mayor que el suyo, porque esa mirada la recorría entre tantos nervios que no creía ser jamás capaz de retarla — cuando conoces a alguien y comienza a gustarte, lo que más haces por la noche en pensar en ella y no en dormir. Puedo asegurártelo —

— ¿Te ha pasado? —la vista brillante de Mina se suavizó al fin y le sonrió ampliamente, antes de arrojarse de espalda otra vez.

— Sí. Y tengo la suerte de ver durante el día qué hace, escuchar su voz y seguir pensándola por la noche. No puedo quejarme como tú con el libro —

Aquellas palabras se hundieron más en su pecho que el dolor de una flecha pareció pequeño. Debía ser una lanza, algo tan grande que le oprimiera el órgano cual bolsa de residuos en una mano y tomando alguna basura del piso.

Cegada por los pensamientos de la psicóloga y más allá de la figura que estaba exponiéndole, se alzó sobre sus talones y se arrastró hasta ella con ayuda de sus rodillas.

Podía oír un permiso mental, un latido constante e intenso que le repetía el privilegio de admirar y tocar lo que su tembloroso dedo quisiera. Incluso Mina alejó un segundo el brazo que cubría parte de su rostro para mirarla y en apoyo como si leyera sus pensamientos.

Se recostó sobre ella, pasó su torso por el de la nipona y la inmovilizó al dejar sus dos manos a los costados. Las extremidades de la psicóloga se separaron y las dejó a un lado, permitiéndole el acceso a lo que su imaginación conllevara.

Pero no lo hizo.

Se inclinó hasta su rostro y rozó sus labios. Tan lento y tan lejano que la cabeza de Mina se estiró en más contacto pero ella se echó atrás, jugando hacia arriba y abajo solo para oír la frustración que no se molestaba en ocultar.

Chaeyoung se humedeció los labios y finalmente fue por los de Mina. Los tocó de manera fantasmal una vez más e iba a aplastarlos con la dominación que se acostumbraban y turnaban, cuando oyeron un sonido a unos metros.

Alzaron la mirada a la vez y sin separarse, para toparse con Bambam en el mismo lugar que la vez anterior y arrojándole piedras al río. Chaeyoung entrecerró los ojos y los giró luego, cuando él saludó directo a la nipona y con la vista en ella.

— ¿Qué hace aquí? —murmuró en cambio la psicóloga, frustrada e ignorándolo y acomodándose otra vez para mirar a la rubia.

— No lo sé —respondió ella — ¿quieres que nos vayamos? ¿O vestirte?... ¿qué? —agregó al ver los ojos marrones, recorriéndola traviesos y el pulgar de la nipona prisionero entre sus dientes.

— Solo viene a molestar y no quiero irme. Quiero que él se vaya —

— ¿Quieres que se lo diga? —

— No, quiero que lo vea —afirmó tironeando el cuello de su camisa y provocando el choque inmediato de sus labios. Gimió, ante la rudeza con que Mina movía su boca y la mano que dejó en su espalda, apretándola y en orden a que se acomodara sobre ella.

Lo hizo sin esperar y a pesar del rubor que le generaba que alguien estuviera viéndolas. Bambam había sido su amigo después de todo pero darle la imagen que él mismo fue a buscar, no le pareció tan descabellada idea si recordaba que a la nipona iba a ver en realidad.

Mina alzó su pierna y ella pasó un brazo bajo su rodilla flexionada, hundiéndose más contra su intimidad y sintiendo como el dolor de las tardes atrás regresaba. Sin embargo allí estaba nuevamente la chica que le gustaba, la que la enloquecía con sus movimientos de caderas y calmándola por momentos en cada roce.

Sintió las manos calientes desprenderle botón por botón y luego deslizar la camisa por sus hombros, antes de quitarla y arrojarla a un lado. Ella abrió un ojo y sonrió, a lo lejos la figura de Bambam había desaparecido y nuevamente ya estaban solas otra vez. Pero no lo dijo ni advirtió y, por el contrario, bajó con besos por el cuello de la nipona para oírla suspirar.

Llegó hasta su pecho, ardiente por el calor del sol y dulce por la crema que siempre la veía usar. Regó sus labios en toda la extensión y cuando Mina enredó las manos en su cabello, se acomodó completamente sobre ella y las fricciones juntas, exactas y sonoras, volvieron para alivio de su placer.

Se movieron a la vez, con tanta necesidad y violencia que se estiró a besarla para no trasladar los gemidos a gritos de pasión, por la locura de saberse afuera y luego de demostrarle a Bambam que no debía entrometerse entre ambas. La dureza elevó su pantalón, demostrando su erección y que una mano de Mina a un lado de su muslo la guiaba para hacer más preciso el roce.

La siguió sin vergüenza, frotando sus entrepiernas y fundiendo sus cuerpos en el sudor de la otra.

Esta vez todo era más angustiante de terminar. Porque la nipona llevaba ropa interior y no un pantalón que la protegiera de su deseo como sucedió en la cama. Sin embargo a Mina pareció no importarle porque exponiendo su garganta a ahogar los sonidos guturales, clavaba sus uñas en el vaquero y lo tironeaba cada vez más.

Ansiosa por volver a sentir la piel bajo sus dedos, rompió el beso y acarició las costillas desnudas, los brazos expuestos y el costado de sus pechos que hizo sacudir a la nipona. Quiso bajar por su costado pero sus manos tomaron las de ella y tapó, totalmente sacada de su razonamiento, sus pechos.

— Tócame —le ordenó la psicóloga y sus dientes chocando entre sí eran prueba de que estaba loca por hacerlo — Tócame, Chaeyoung. Quiero que tú lo hagas —los apretó tras intentar calmarse y Mina echó su cabeza hacia atrás, abriendo la boca y gimiendo hacia un lado.

La rubia los masajeó, cabían tan bien en la palma de sus manos que su excitación comenzó a mojar bajo sus pantalones. Habían repetido durante los días pasados acciones similares de encuentros, pero era la primera vez que llegaban hasta allí y superaron ese límite, cuando Mina se irguió y se quitó el sostén.

Se quedó perpleja y admirando la visión de ver sus pechos desnudos y confirmando que eran justo del tamaño para sus dedos. Cuando la nipona volvió contra el césped, se dejó guiar por la mano en su rubio cabello hasta un pezón, atrapándolo en su boca y degustándolo como si de un dulce infantil fuera.

— No, Minari —repitió como tantas otras veces cuando la sintió hurgar en su cinturón — sabes que no podemos sin protección —

— ¿Cómo lo sabes? —jadeó bajando la cremallera y Chaeyoung dió un respingo, hundiéndose contra su vagina cuando el calor de su mano la rozó.

— Lo leí en tus libros —le dijo antes de trasladarse a su otro seno y ocuparse del anterior con sus dedos.

— No vamos a hacerlo...no hasta que veamos a Jihyo —susurró con la voz seca y masajeando el bulto sobre la ropa interior — demonios, Chaeyoung, me necesitas —

— No —insistió retirándole la mano cuando estuvo a punto de atrapar su pene.

— ¿Por qué no? —

— Porque no —masculló refregándose contra ella y mordiendo su pezón. La espalda de Mina se arqueó, cuando el cosquilleo pasó de sus pechos a su bajo vientre y el azote de un orgasmo llegaría sin avisar.

La rodeó con sus piernas y las dos manos de Chaeyoung estrujaron la sensibilidad de sus pezones, mientras la veía acalorada por moverse más y llegar a su punto máximo de placer también.

Con su pantalón abierto, Mina tironeó del borde de la ropa interior y la besó al chocar sus rostros. Su humedad se juntaba con la de ella y la palpitación en la punta de su miembro no cesaba. Decidida, abrazó a la rubia y con esfuerzo giró sus cuerpos, hasta intercambiar posiciones.

Con sus dos manos en el abdomen plano de Chaeyoung, manejó con más precisión las fricciones y las estocadas que sentía intentando traspasar el algodón de ambas, la cegaron al punto gozoso del clímax.

Cayó rendida contra el hombro de la rubia y su cadera convulsionando en cortos escalofríos que aumentaron, cuando unos cálidos dedos acariciaron de arriba abajo el contorno de su cintura.

— ¿Por qué no? —cuestionó con la voz agitada y separándose, para acomodarse el cabello en lo alto.

Chaeyoung la miró, sudada y con las mejillas rojas, sus pechos libres y expuestos en conjunto de total placer entregado solo para ella. Le sonrió, estirando su brazo para atrapar su cuello y la atrajo contra si.

— Porque no tienes que hacerlo —le respondió con un toque de ternura y la voz áspera, signo de que aún los espasmos también la recorrían a ella — no deseo que toques algo que no quieres. Puedo encargarme por mi misma de eso —

Mina negó ligeramente ¿sólo era por eso? Se mordió el labio, sintiendo aún su clítoris palpitando y jaló a Chaeyoung con ella tras ponerse de pie.

— ¿Te ha gustado lo de recién? —ella asintió avergonzada.

— Por supuesto que sí —

— Y a mí. No hay nada de ti que no quiera tocar —le aseguró guiándola al río y adentrándose hasta detenerse en medio, donde el agua llegaba por debajo de su pecho y lo que pasara debajo ni ella mismas verían.

— Minari... —le imploró al sentir la mano de la nipona hurgar nuevamente bajo su pantalón.

— ¿No quieres que lo intente? ¿En verdad no quieres que lo haga? Porque si dijeras que no, no lo haré, Chaeyoung. Pero quiero que sepas que si pasa, estaré gustosa de hacerlo... ¿no quieres que lo intente? —reiteró deslizando el pantalón por sus piernas. Chaeyoung la miró, unos centímetros más baja que ella y la pulsada en su garganta en afirmación, batallaba con su cabeza para evitarle malestar a Mina.

— Si quiero, Minari. Y demasiado pero...—se mordió los labios para no maldecir y empujó sus caderas hacia adelante, cuando la mano de la psicóloga cubrió su miembro erecto y lo masajeó de arriba abajo.

Los gemidos escaparon sin control de su boca y la manera tan precisa de darle placer que la nipona tenía, estaba desgastándola y haciendo flaquear sus piernas.

En el césped, estuvo a punto de llegar al orgasmo por lo que ahora no faltaría mucho hasta caer rendida. Cerró los ojos y se apoyó contra la frente de Mina, mientras le rodeaba la mejilla y trataba de llegar a su boca. Los espasmos y el pulgar en la punta de su pene no se lo permitían y los movimientos circulares sobre él, tampoco.

La muñeca de Mina adquirió velocidad y finalmente se escondió en su cuello, jadeando su nombre y lanzándole su semen directo a la mano. Una descarga considerable se desprendió de ella y era por esa razón que no quería pasar por ese momento. Le parecía denigrante que la nipona sintiera escurrir su orgasmo entre los delicados dedos y más aún luego de dejarse llevar por la lujuria de unos minutos.

Se quedó allí, recuperando la respiración contra su piel y Mina la abrazó contra ella, en un gesto protector y mientras le acariciaba la línea de su espina dorsal. Tan calmo y tranquilo fue el momento luego del arrebato deseoso, que no quería salir y mirarla a la cara, no después de haberse permitido ser vencida por el placer antes que el cuidado que siempre tenía para ella.

— Eso fue increíble —susurró la nipona las palabras que ella solía decir y disfrutando el calor del orgasmo aún en su mano — ¿lo ves? Volvería a hacerlo si me lo pidieras —

— No tenías qué y...—

— Deja de decir eso —la cortó y Chaeyoung cruzó sus miradas finalmente — ¿es que no entiendes? Te quiero. Y te quiero de esta forma también. Disfruto cuando nos besamos, cuando me tratas con delicadeza y cuando estás sobre mí también. En la cama, en el sillón o aquí. Disfruto todo de ti, Chaeyoung. No digas que no quiero porque no es así —

— ¿Me quieres? —le preguntó con una sonrisa que aprisionó la humedad de sus ojos. Mina asintió y le quitó un mechón de su frente, antes de estirarse y depositarle un beso en los labios.

— Te quiero —

Mientras reiniciaban el contacto de sus bocas, ella acomodó su pantalón e ignorando el agua que lo pegaba y lo hacía más pesado. Rodeó a Mina con un brazo y la alejó del piso, caminando fuera de allí y oyendo su risa contagiosa en todo el lugar.

Volvieron a echarse contra el pastizal y no se cohibió esta vez de mirarla al colocarse el brassier.

Cuando su espalda tocó el piso, le agradó sobremanera que la nipona acomodara la cabeza en su pecho y acariciara el largo de su abdomen.

Fue un momento tan pacífico y tranquilizador como solo Mina sabía llevarla. Cerró los ojos, oyéndola tararear algo por lo bajo y emitió un sonido, cuando le dijo si podía preguntarle algo.

— ¿Estás lista para que visitemos a Jihyo? —Chaeyoung pasó el brazo por el largo de su espalda y la acercó por la cadera, suspirando y humedeciéndose los labios antes de responder.

— Pensé que esperaríamos más —

— Lo sé y no es por querer adelantar algo entre nosotras. Solo lo hago por ti ¿haz notado lo que hemos hecho hoy solo porque adquiriste confianza? Podrías lograr muchas cosas más —

— No las hago por mí, Minari...las hago porque estás conmigo —

— Eso es lo más lindo que me han dicho —le confesó alzándose a besarla fugazmente — pero no puedes depender de mí, de nadie en realidad. Sabes que puedes hacer cosas, eso ya es un paso. Ahora hay que lograrlas ¿entiendes? —

— Pero te necesito, Mina —

— Y aquí estaré —le aseguró con el mentón en su pecho y mirándola fijamente — pero iré a tu lado, no siendo tu carga. Te diré algo...cuando llegues al capítulo seis de la novela, amarás a Luciano —

— Lo dudo —chistó y recibiéndola nuevamente contra su pecho — es un pesado —

— No lo es. Está enamorado. Como Fiona con Pantano ¿te acuerdas? Todo lado salvaje tiene su calma para estabilizarlo. Bueno, Charlotte es la felicidad que detiene al torbellino del niño italiano. Porque todos tenemos uno —

— Lo sé —susurró ladeando su cabeza y hundiendo su nariz en los cabellos marrones — si incluso dijera que no, tendría mi calma diciendo que sí ¿cierto? —Mina volteó a verla y le sonrió, recibiendo su pulgar de inmediato en el calor de su mejilla.

— Sí... ¿entonces? ¿Quieres dejar tu casa por unos días e ir a la mía? —

Chaeyoung deslizó la mano hasta bajo su cabeza y la acercó para besarla.

Incluso si dijera que no, la calma que le pertenecía le diría que sí.

Y su calma era quien reposaba sobre ella y correspondía su beso.

Minutos después, mientras la nipona respiraba pausada sobre ella, signo de haberse quedado dormida, la rubia estiró su brazo y tomó el libro. Con rapidez pero evitando hacer ruido pasó hojas y se detuvo en el título Capitulo 6. Repasó con su dedo índice velozmente y lo detuvo al ver un párrafo llamativo y, luego de cuidar de reojo el sueño de la nipona, leyó:

Si Dave volvía a verla de esa manera, Luciano volvería a descontrolarse. La belleza de Charlotte era brillante, espléndida entre las demás pero él soportaba lo suficiente como para que su socio mirara de más.

Lo golpeó una vez, dos y tres hasta caer sobre él e ignorar el dolor en sus nudillos, solo para seguir su cometido.

Algunos invitados alentaban la entretenida pelea, las mujeres gritaban alarmadas pero solo ella se acercó y jaló su brazo. Y como siempre, como cada vez que Charlotte lo tocaba, sus ojos negros volvieron a los dulces de miel que siempre brillaban y su puño en lo alto se detuvo.

Ella lo jaló y lo abrazó con miedo, como si él hubiera sido quién más golpes recibió y estuviese herido de gravedad.

Pero lo cierto es que Luciano estaba impecable, con su traje recién estrenado y su cabello prolijamente cortado y peinado a un lado. La sujetó por su delgada cintura y salieron de la fiesta sin siquiera anunciarse.

— ¿Es que has enloquecido? —le reclamó la frágil rubia al cruzar la calle pero él la giró y la encerró contra la puerta de su coche, sosteniéndole el mentón para que oyera su respuesta —

— No, my lady. Antes lo estaba. Antes de que entraras a mi vida. Eres la medicina diaria de mi locura y juro que estoy curándome. Pero no puedes dejarme. Es el enfermo el que puede escapar de un hospital, no el edificio del paciente —

— Si, estás loco —le dijo ella al reír y girando su dedo a un lado de la cabeza.

— Pues sí y no dejaré de estarlo si te vas —

— Eso es soborno —

— No —negó él atrapando los dedos finos con los que Charlotte pretendió alejarlo — llamémoslo amor —

La besó con tanto ímpetu que el pañuelo de su cuello se soltó, siempre flojo y solo cuidando su garganta, se cayó en silencio de seda y no interrumpió el primer encuentro de sus bocas.

Porque él era así, brusco, mimado y desconocía el amor. Salir con distintas chicas solo para tener la compañía cálida entre sábanas no significaba que el calor llegaba hasta él. Porque no llegaba, no había llegado nunca.

Hasta esa tarde en que su automóvil se descompuso y mientras llamaba a la grúa, del otro lado de la calle una muchacha resbaló y cayó con las canastas cargadas de pan y frascos de dulces, armando un alboroto y pegajoso trágico momento.

Entonces él la ayudó a levantarse. Pero ella lo ayudó a calmarse. Sin saberlo, él la necesitaba aún más.

Chaeyoung cerró el libro y volvió a dejarlo en su lugar.

Sonrió. No, seguía sin gustarle Luciano pero comprendía sus emociones, el tacto con la chica que le gustaba y el trato nuevo a su vida.

Pero seguía gustándole Charlotte porque, así como la chica para él, la nipona para ella era ese cambio.

Incluso si dijera que no.

Bueno...¿qué les pareció? Me gustó mucho escribir este capítulo aunque dudé muchas veces. 

Parece que hoy tengo mala suerte, me acaba de llegar una notificacion a mi e-mail y tendré 5 horas de clases online seguidas, mi trasero anticipa el dolor que sentirá al estar todo ese tiempo sentado además hace un rato que iba a servirme mi desayuno me quemé la mano con el mango de una olla y no pude comer a gusto. :c

Lo único que logra subir mi ánimo en estos momentos es todo el apoyo que estoy recibiendo de parte de ustedes. Son lo máximo, les quiero.  

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