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By SPACELATINOS

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Eleanor tiene que aprender muchas cosas pero sobre todo a como no morir por las tendencias suicidas de su sob... More

introduction
graphics
prologue
━━━ act i
1. Eleanor Rigby
ii. Pésimas bienvenidas
iii. El niño que sobrevivió
iv. Momentos incómodos
v. Despedidas
vi. El corazón del dragón
vii. Cediendo
viii. Inesperado
ix. El perro negro
x. Investigación
xi. Mentiras
xii. La verdad siempre sale a la luz
xiii. Peter Pettigrew
xiv. El aullido del lobo
━━━ act ii
xv. Libertad
xvi. Juntos de nuevo
xvii. Pesadillas
xviii. El caos Weasley
xix. El campeonato de quidditch
xx. La marca tenebrosa
xxi. Alastor Moody
xxii. Bella durmiente
xxiii. Bertha Jorkins
xxiv. Ansiedad
xxvi. Cuando las mariposas aparecieron
xxvii. Cenas incómodas
xxviii. El apoyo
xxix. Enfermedad
xxx. Traidor
xxxi. Preguntas
xxxii. La maldición Potter
xxxiii. Impostor
xxxiv. Ha vuelto
xxxv. Priori incantatem
xxxvi. La crueldad de un Crouch
xxxvii. Número 12 de Grimmauld Place
xxxviii. Primera reunión y la misión de Eleanor
xxxix. El buen gancho de Eleanor
xl. Los celos están en el aire
xli. Rojo y azul
xlii. Fragilidad
xliii. Feminidad
xliv. La cita
xlv. Shell Cottage
xlvi. Confrontaciones
xlvii. Agridulce

xxv. Sospechas

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By SPACELATINOS


CAPÍTULO VEINTICINCO;
SOSPECHAS




Acababan de dejar el castillo y caminaban hacia Hogsmeade para hacer una Aparición para regresar al departamento, se mantuvieron muy callados desde que salieron de la oficina del director, ninguno parecía estar dispuesto a romper el silencio que se había creado en el ambiente, cada uno estaba perdido en sus pensamientos, o al menos eso parecía.

–Karkarov... –dijo Sirius, pensativo.

Eleanor lo miró sin entender, los ojos del hombre tenían la preocupación grabada en ellos, unos ojos que aún no habían perdido del todo la expresión adquirida en la cárcel de Azkaban: una expresión embotada, como hechizado. Ella permitió que él se explicara sin interrumpirlo:

–Karkarov –repitió Sirius, agarrando su muñeca para acercarla más a su costado, asegurando que no hubiera alguien externo escuchando pero al parecer ellos dos eran los únicos en la fría noche–, el director de Durmstrang, era un mortífago, Eleanor.

–Sí... –asintió Eleanor instándolo a continuar.

–Lo agarraron y estuvo en Azkaban conmigo, pero lo dejaron salir. Estoy seguro de que por eso Dumbledore quería tener un Auror en Hogwarts este curso... para que lo vigilara. Moody fue el que atrapó a Karkarov y lo metió en Azkaban.

–Pero él hizo un trato con el Ministerio de Magia –recordó Eleanor, lentamente. Había estudiado los archivos de cada mortífago como parte de su preparación para Auror.

–Es un buen actor, Eleanor, convenció al Ministerio de Magia para que lo dejaran libre. –repuso Sirius, con amargura–. Muchos entraron en Azkaban para ocupar su puesto, así que allí no lo quieren mucho; eso te lo puedo asegurar. Y, por lo que sé, desde que salió no ha dejado de enseñar Artes Oscuras a todos los estudiantes que han pasado por su colegio.

–Sigo sin entender que estás tratando de decir, Sirius.

–Recuerda que Moody fue atacado la noche anterior a su llegada a Hogwarts. –añadió rápidamente viendo que ella estaba a punto de replicar–. Sí, según fue una falsa alarma, pero hasta yo sé que no crees eso. Yo tampoco lo hago. Estoy convencido de que alguien trató de impedirle que entrara en Hogwarts. Creo que alguien pensó que su trabajo sería mucho más difícil con él de por medio.

–Nadie en el Ministerio se toma el asunto demasiado en serio, porque Alastor ve intrusos con demasiado frecuencia. —dijo Eleanor con tristeza.

–Pero eso no quiere decir que haya perdido el sentido de la realidad: Moody es el mejor Auror que ha tenido el Ministerio.

Eleanor asintió compartiendo el mismo pensamiento del Auror. Ella lo admiraba.

–Lo sé. —frunció el ceño comprendiendo las palabras de su hermano adoptivo—. ¿Quieres decir que Karkarov es el que metió a Harry en el Torneo?

Sirius dudó antes de hablar.

–Últimamente los mortífagos parecen más activos de lo normal. En los Mundiales de quidditch, ¿no? Alguno conjuró la Marca Tenebrosa... –Eleanor recordó a su atacante, aquel que no logró identificar–, y además... lo de Bertha Jorkins.

–Pero... —trató de replicar.

–Piensa, Eleanor. Desapareció en Albania, que es donde sitúan a Voldemort los últimos rumores. Y ella estaría al tanto del Torneo de los tres magos, ¿verdad?

–Sí, pero no creo que ella fuera en busca de Voldemort, ¿no?, no tiene sentido.

–Escucha, yo conocí a Bertha Jorkins –repuso Sirius con tristeza–. Coincidimos en Hogwarts, aunque iba unos años por delante de tu hermano y de mí. Y era idiota. Muy bulliciosa y sin una pizca de cerebro. No es una buena combinación, Elle. Me temo que sería muy fácil de atraer a una trampa.

–Voldemort podría haber averiguado algo sobre el Torneo –inquirió Eleanor, entendiendo–. Y Karkarov podría estar obedeciendo sus órdenes, por eso está en Hogwarts.

–No lo sé –reconoció Sirius–, la verdad es que no lo sé... No me pega que Karkarov vuelva a Voldemort a no ser que Voldemort sea lo bastante fuerte para protegerlo. Pero el que metió el nombre de Harry en el cáliz tenía algún motivo para hacerlo, y no puedo dejar de pensar que el Torneo es una excelente oportunidad para atacarlo haciendo creer a todo el mundo que es un accidente.

–Pero es solo una suposición, ¿no? –murmuró Eleanor, en tono lúgubre–. Si fuera así Dumbledore me lo hubiera dicho... ¿no crees?

Pero ambos dudaban mucho de eso.

–Creo que es una buena idea asistir a las pruebas de Harry y mantenernos cerca. No hay nada seguro aún Elle, pero si eso es lo que él planea debemos estar un pie adelante de Voldemort.


Diez días antes de la primera prueba, se había publicado un artículo sobre el Torneo de los Tres Magos, que resultó ser no tanto un reportaje sobre el Torneo como una biografía de Harry bastante alterada. La mayor parte de la primera página la ocupaba una fotografía de Harry, y el artículo (que continuaba en las páginas segunda, sexta y séptima) no trataba más que de Harry. Los nombres (mal escritos) de los campeones de los otros dos colegios no aparecían hasta la última línea del artículo, y al otro campeón de Hogwarts, no se le mencionaba en ningún lugar.

Eleanor quería matar a Rita Skeeter por todo lo escrito, donde ella lo retrataba diciendo un montón de cosas que él no diría nunca.

Supongo que les debo mi fuerza a mis padres. Sé que estarían orgullosos de mí si pudieran verme en este momento... Sí, algunas noches aún lloro por ellos, no me da vergüenza confesarlo... Sé que no puedo sufrir ningún daño en el Torneo porque ellos me protegen...

Y eso no fue todo, también agregó otras cosas inciertas que causó más de un problema con Ares Crouch que no encontró nada conmovedor el dicho artículo.

Finalmente, Harry ha hallado el amor en Hogwarts: Colin Creevey, su íntimo amigo, asegura que a Harry raramente se lo ve sin la compañía de Cassiopeia Black, una joven de sangre pura con una sorprendente belleza y carisma, hija del aclamado inocente Sirius Black y que, como Harry, está entre los mejores estudiantes del colegio.

–Es tan estúpido que te molestes por algo que es mentira. –dijo Eleanor a Ares, la mañana siguiente–. Harry no está saliendo con tu sobrina.

–Claro que sé que no lo están. –dijo Ares con obviedad. Eleanor se contuvo de exigirle que especificara lo que quiso decir con eso , y lo dejó hablar–. He luchado todo este tiempo para que mis sobrinos no se vieran involucrados en chismes falsos o que fueran señalados por la figura pública. Sé muy bien lo que es estar allí y no quería eso para ellos. –Eleanor entendió que se refería a todo los problemas que pasaron los Crouch tras la caída de Voldemort–. Y ahora, Cassiopeia lo está por culpa de ese artículo. No me sorprendería que recibiera correos de odio por las fanáticas de tu sobrino.

–¿Y es culpa de Harry? –inquirió ofendida por su insinuación–. ¡Él no pidió estar en ese Torneo!

–¿Y le crees? –preguntó Ares, mordaz. Él no le creía.

Lo hago –respondió sin tartamudear–, ¿cómo podría no hacerlo?, Harry está aterrado, casi puedo sentirlo. Lamento que tu sobrina haya salido afectada en esto también, pero no es culpa de Harry, él no escribió ese artículo, Rita Skeeter sí. Si quieres culpar a alguien o reclamarle, búscala a ella. Y será mejor que lo hagas antes que yo, porque no seré nada amable cuando me la encuentre.

Él tomó una bocanada de aire, seguramente buscando en su interior algo de la poca paciencia que tenía ya que no estaba en sus planes estallar frente a ella. No tenía ganas de pelear y mucho menos por un tonto artículo.

–Suponiendo que tengas razón...

–Y que la tengo. –lo corrigió.

–¿Cómo acabo él adentro del Torneo? —preguntó ignorando lo anterior.

Eleanor exhalo antes de responder.

–No lo sé, Ares. —murmuró por lo bajo. Sentía las miradas curiosas en su nuca, de la gente a su alrededor. Ares notó la incomodidad de la joven y colocó su mano en su hombro para llevarla del otro lado de la fuente, para alejar las miradas de los empleados del Ministerio—. Créeme que si lo supiera me encargaría de que todos se enteraran, en cambio, aquí estoy, igual de informada que tú. No tengo la respuesta a eso. Sólo puedo crear conclusiones...

–¿Cómo cuáles? –la interrogó enarcando su ceja.

Había evitado comentarle acerca de las sospechas de Sirius porque, tristemente, ella dudaba mucho que el Auror le diera la razón o la apoyara. Él sólo se encargaría de señalarle que no tenía pruebas y que necesitaba unas antes de siquiera insinuarlo, y aún más si aquello no había sido su propia conclusión, sino que fue de su tan odiado cuñado. Además, no a cualquiera le gustaría sospechar sobre el regreso de Lord Voldemort.

–No tengo ninguna que sea lo suficientemente realista. –mintió.

Aquello no pareció lo suficiente creíble para el hombre pero tampoco indagó más en el tema y eso relajó a la joven, por el momento.



Resulta extraño pensar que, cuando uno teme algo que va a ocurrir y quisiera que el tiempo empezara a pasar más despacio, el tiempo suele pasar más aprisa. Los días que quedaban para la primera prueba transcurrieron tan velozmente como si alguien hubiera manipulado los relojes para que fueran a doble velocidad. A dondequiera que iba Eleanor la acompañaba un terror casi incontrolable, tan omnipresente como los insidiosos comentarios sobre el artículo de El Profeta.

Las cosas no mejoraron cuando Juno, la lechuza parda de Eleanor, apareció con una carta que ella esperanzada creyó que se trataba de su sobrino Harry, el cual evitaba sus correos desde la publicación del artículo, ella imaginaba que él dio por sentado que Eleanor había leído el periódico mágico y creyó que era verdad cuando en realidad esa idea jamás le cruzó por la mente en ningún segundo. La carta tenía un olor a pino y humo que rápidamente supo de quién se trataba. Charlie Weasley, su mejor amigo, había escrito un mensaje muy claro en el pergamino.

Querida Eleanor:

¿Va todo bien, Elle? Cuando me enteré de que Harry era el cuarto campeón del Torneo de los tres magos, me sorprendió mucho, fue algo totalmente inesperado. Imagino que enloqueciste al enterarte. Lástima por el director Dumbledore, enfrentando tu furia. Pensé en enviarte una carta en seguida pero, conociéndote, sabía que no lo harías, ¡siempre te olvidas de mí! Dejando el tema de tu falta de correo, se supone que lo que te diré debe mantenerse en secreto pero una vez más, me encuentro con el deber de informarte porque no me perdonarías si no te lo dijera. Nos han pedido cuatro dragones para la primera prueba. Mañana viajaré a Hogwarts con un grupo de dragonalistas para trasladarlos. No enloquezcas mucho, por favor.

Besos,

Charlie.

Se había encargado de informarle a su sobrino pero, sorpresivamente, Hagrid ya se le había adelantado y le había mostrado de que trataría la prueba.

Ahora, solo bastaba esperar hasta que llegara el tan esperado día de la primera prueba.



—Volver a Hogwarts es fantástico. Como hombre libre, quiero decir. —narró Sirius a su lado, recordando las últimas dos veces que estuvo allí fueron como prófugo y la más reciente, reclamarle al director del castillo—. Cambia esa cara, Elle. Todo saldrá bien. —le dijo al notar lo tensa que se encontraba—. Harry estará bien.

—Lo intento, Sirius. De verdad. Es muy difícil poder estar tranquila. —suspiró impaciente.

Era 24 de Noviembre y la primera prueba se llevaría acabo aquel día. De todos los sustos que su sobrino le daba a Eleanor cada año con un nuevo problema, éste era el mayor que había experimentado y no lo encontraba nada divertido. Veía los rostros emocionados de los estudiantes a su alrededor y eso la ponía más enferma mientras bajaban la escalinata de piedra, ¿cómo podían estar tan tranquilos?, ella anhelaba tener ese mismo sentimiento pero cuanto más se acercaba la tan esperada hora, menos podía encontrar la paz que necesitaba. No recordaba un momento de paz desde que se enteró que su sobrino participaría en el Torneo como si fuera una clase de gladiador.

Había una tienda enorme que rodeaba el lugar, en ese mismo lugar a lo distancia pudo reconocer una melena flamante de intenso rojo, su brazo se sacudía en lo alto mientras le llamaba a la joven para que se acercara. Sirius la dejó ir hasta su conocido amigo, mientras él seguía su camino hasta el campo donde guardaría sus asientos para ella y él. Eleanor caminó hasta donde se encontraba y fue recibida en un fuerte abrazo, sonrió levemente cuando le correspondió el saludo.

Charlie la soltó para tomar sus hombros e inspeccionarla de cerca.

—Estás más pálida que de costumbre, El. —dijo el dragonalista, con una mueca—. ¿Has comido bien?

—¿El espíritu de tu madre te ha poseído o qué? —Eleanor puso su mano sobre la frente del pelirrojo y se burló—. Al parecer no estás enfermo, tu estupidez es normal.

Él soltó una sonora carcajada mostrando la perfecta hilera de dientes blancos, resplandeciente.

—Al menos no has perdido el humor, Potter.

—Estoy preocupada. —confesó Eleanor, mordiendo su labio—. Por favor dime que trajiste los dragones más inofensivos que tenían en el santuario.

—No son tan malos...

Eleanor entrecerró los ojos.

—Charlie.

—Ya, ya entendí que no estás para bromas —suspiró y señaló detrás suyo, exactamente detrás de la tienda que bordeaba el lugar. Pudo ver un grupo de dragonalistas, todos tenían casi la misma complexión que el pelirrojo y tenían sostenidas con firmeza sus varitas como a la espera de algo sucediera—. Les dimos una dosis adormecedora para traerlos, porque pensamos que sería preferible que despertaran en la oscuridad y tranquilidad de la noche, pero al parecer no les hizo mucha gracia... Son cuatro dragones para los cuatro campeones: El bola de fuego chino, el hocicorto sueco, el galés verde y el colacuerno húngaro. Los tres primeros no son tan feroces como el último —admitió Charlie, apenado con su amiga—, sinceramente espero que no le toque a Harry el colacuerno húngaro. Y en caso de que sea así, nosotros estamos preparados para detener al dragón antes de que lo lastime. No habrá problema, Elle. Los campeones sólo deben burlarlos. Nos pidieron que fueran hembras en período de incubación, no sé por qué... –agregó dudoso.

Las náuseas de Eleanor aumentaron, retrocediendo un poco empalizada.

—¿Estás seguro que nada le pasará? –lo cuestionó nerviosa–, Y si...

—Los hemos entrenado, Elle. –la interrumpió—. Yo mismo interferiré si las cosas se complican. Lo sabes.

La seguridad en su mirada y en sus palabras le dio un poco de calma a los nervios de la joven. Era su mejor amigo. Lo conocía y sabía que hablaba muy en serio.

—Gracias, Char.

Él le sonrió apretando ligeramente su hombro con empatía.

—Mi mamá igual está muy preocupada. Cree que alguien trata de matarlo con esto.

—¿Le dijiste? —preguntó Eleanor, con los ojos abiertos en sorpresa.

—¡Por supuesto que no! Si le decía, ella enloquecería. Eso es seguro.

La mirada del dragonalista se posó en un punto detrás de la azabache. Eso llamó la atención de Eleanor que siguió su mirada hasta toparse con la grisácea que ella reconoció en seguida, la hija de Sirius, Cassiopeia Black, estaba parada acompañada de su hermano mellizo Alphard, los dos parados a unos pocos metros de distancia, lo que le sorprendió fue la mirada mortal que tenía la menor, siempre la veía sonriendo y ahora parecía lanzar cuchillas hacia donde estaban. Eleanor no podía descifrar si era exactamente hacia su amigo o a ella misma. Eso la dejó confundida.

El mellizo Black tomó del brazo a su hermana y rompió la conexión de miradas mientras la llevaba hacia el campo dónde se presentaría la primera prueba del Torneo.

Eleanor miró a su mejor amigo que también se encontraba en una guerra interna que reflejaban sus ojos azules, una que ella no pudo saber con claridad. ¿Tristeza, anhelo? No estaba segura de lo que era.

—¿Qué fue eso? —le preguntó Eleanor, intrigada.

—No es nada importante. Al menos ya no lo es. —dijo Charlie, no queriendo decir nada más del tema.

Iba a cuestionarlo pero una voces detrás suyo la detuvieron.

—¿Eleanor, Charlie! —Eran Fred y George Weasley. Los gemelos llegaron hasta donde se encontraban los amigos y le dieron un abrazo a la azabache.

—¿No se supone que yo soy su hermano? —inquirió Charlie—. ¡Y la saludan a ella!

—Si, bueno, ella no huele mal, Charlie. —dijo George, con obviedad—. Y es más agradable...

–... Y bonita... –agregó Fred, sin soltar aún a Eleanor del abrazo.

–¡Ya, déjala respirar, Freddie! –le dijo George a su gemelo con sorna, viéndose divertido junto a Charlie que igual miraba la escena con una sonrisa–. Recuerda que Bill te matará antes de que tú a ella.

Fred liberó su agarre alrededor de Eleanor con una sonrisa mientras que ella fruncía el ceño por las palabras de su hermano.

–¿Por qué lo mataría Bill? –preguntó Eleanor, confundida.

–Pues verás... Tú le gustas... –antes de que George pudiera terminar la frase el codo de Charlie se lo impidió al sacarle el aire en su estómago–... Uh...

El mayor de los gemelos puso su brazo alrededor de los hombros de Eleanor tratando de distraerla del golpe de su hermano. –No le hagas caso Eleanor, la emoción de la prueba lo tiene mal. –sonrió Fred.

George respiró con dificultad cuando se enderezó u al menos lo intentó, apoyándose del dragonalista para lograrlo.

S-Si... es sólo... eso. –musitó él. Charlie miró mal a sus hermanos.

No sabía si quería ignorar eso o no, principalmente su preocupación era Harry en ese momento, después obligaría a Charlie que le dijera que pasaba con el asunto del extraño comportamiento de la melliza Black y además de la insinuación de George, cuando su sobrino no estuviera a punto de enfrentarse a un mortal dragón.

Desviando la mirada muy intranquila para seguir platicando con los Weasley, por cada segundo que pasaba se sentía más distante de todos cuantos le rodeaban, los estudiantes pasaban y pasaban a su lado, sabiendo que en cualquier instante comenzaría el acto. Eleanor miró a Charlie que ya se encontraba mirándola con preocupación, a sabiendas de lo que ella sentía, los gemelos estaban en una pequeña discusión sobre las apuestas que realizarían en el campo, sólo el sonido de un silbido fue lo suficiente para hacerles saber que la prueba ya comenzaría.


La decisión de ser espectadora de la prueba no la tendría más tranquila como se lo aseguró semanas atrás al director Dumbledore. Su corazón estaba tan acelerado que temía que en cualquier momento saliera de su pecho, a su lado Sirius le sostuvo la mano, igual hecho un manojo de nervios como la joven pero él si podía disfrazarlo mejor que ella, intentando ser el más pacifico de los dos aunque también estuviera temblando internamente.

No podía escuchar a Ludo Bagman, quien narraba todo lo acontecido en el campo, ya que estaba bloqueada a la espera de que su sobrino apareciera. El primer campeón apareció, se trataba de Cedric Diggory, el segundo campeón de Hogwarts y perteneciente a la casa de los tejones, estaba con la cara más verde que Eleanor creyó que vomitaría en cualquier momento mientras miraba al dragón frente a él, supo que se trataba del hocicorto sueco por el color azul plateado que poseía, lo había visto hace tres años en el Santuario de dragones en Rumania. La multitud gritaba, ahogaba gemidos como si fueran uno solo, cuando el muchacho Hufflepuff hacía lo que fuera para burlar a su dragón.

Los comentarios de Bagman no ayudaban de nada, por supuesto, mientras Eleanor se empeñaba en mirar otra cosa que no fuera el espectáculo que sucedía a unos metros frente a ella. Se formaban peores imágenes en su mente de lo que en realidad pasaba cuando Ludo gritaba: «¡Ah, qué poco ha faltado, qué poco...! ¡Se está arriesgando, ya lo creo...! ¡Eso ha sido muy astuto, sí señor, lástima que no le haya servido de nada!». Y tras unos quince minutos, viendo las uñas de Sirius, finalmente subió la mirada en el momento en que una simple roca se convirtió en un precioso perro. Eso había distraído al dragón dándole la oportunidad al muchacho de rescatar el huevo de oro y sólo había recibido una mísera quemadura en la mejilla.

–¡Uno que ya está, y quedan tres! –gritó Bagman cuando volvió a sonar el silbato–. ¡Señorita Delacour, si tiene usted la bondad!

Una mujer joven salió de la tienda con la cabeza erguida y agarrando la varita con firmeza, era de una belleza tan impresionante que el campo parecía haberse quedado extrañamente sin aire. Era alta y esbelta, con largo cabello rubio y parecía emanar un tenue resplandor plateado. Era una veela, pensó Eleanor.

A la bella joven le había tocado el galés verde común. Lo miró muy cautelosa antes de comenzar a echar hechizos desde la punta de su varita. No tardo más de diez minutos cuando un hechizo golpeó al dragón poniéndolo en trance, quedándose dormido.

–¡Ah, no estoy muy seguro de que eso fuera una buena idea! –gritó Bagman, siempre con entusiasmo–. ¡Ah... casi! Cuidado ahora... ¡Dios mío, creí que lo iba a coger!

Eleanor estaba sorprendida por su valentía pero eso acabó cuando toda la sorpresa paso a preocupación al ver que el adormilado dragón roncó y le lanzó una bocanada de fuego que incendió la falda de la campeona. Un potente chorro de agua salió disparado desde la punta de su varita apagando el fuego, aunque claramente se podía apreciar quemaduras desde su lugar, finalmente Delacour logró recuperar el huevo de oro.

Se hizo una breve pausa mientras mostraban las puntuaciones de la recién competidora. Hubo más aplausos y luego, por tercera vez, sonó el silbato.

–¡Y aquí aparece el señor Krum! –anunció Bagman cuando salía Krum con su aire desgarbado.

Con el jugador de Bulgaria todo fue mucho más rápido u al menos así lo sintió ella, sabiendo que después de que él terminara entraría su sobrino Harry. Al que menos ansiaba ver competir.

–¡Muy osado! —gritaba Bagman, y se oyó al bola de fuego chino proferir un bramido espantoso, mientras la multitud contenía la respiración, como si fueran uno solo. Viktor Klum había lanzado un hechizo que provocó que la dragona se tambaleara hasta finalmente caer encima de algunos huevos, rompiéndolos—. ¡La verdad es que está mostrando valor y, sí señores, acaba de coger el huevo!

–Uso el embrujo de conjuntivitis –dijo Sirius con el ceño fruncido.

–¿Eso se puede...? –preguntó Eleanor, en voz baja–. ¿No la lastima?

El aplauso resquebrajó el aire invernal como si fuera una copa de cristal fino. Krum había acabado, y aquél sería el turno de Harry.

Los oídos de Eleanor zumbaban mientras miraba fijamente la tienda por la que saldría Harry. El sonido del silbato fue su aviso. Sintiendo cómo el pánico se apoderaba rápidamente de todo su cuerpo, Harry apareció. Los cientos de rostros estaban sobre él, mientras el niño que sobrevivió los observaba boquiabierto hasta fijar su mirada en el otro lado del cercado donde estaba el colacuerno esperándolo, con las alas medio desplegadas y mirándolo con sus malévolos ojos amarillos, como un lagarto monstruoso cubierto de escamas negras, sacudiendo la cola llena de pinchos, y abriendo surcos de casi un metro en el duro suelo. La multitud gritaba muchísimo, pero Eleanor no le importó, su mirada no se podía despegar de la nuca de su pequeño sobrino imaginando toda clase de escenarios donde ella podría intercambiar lugar con él para evitar que le sucediera una muerte muy dolorosa.

Harry levantó la varita.

–¡Accio Saeta de Fuego! –gritó.

Aguardó mientras Eleanor confiaba y rogaba con todo su ser que funcionara cualquier idea que se le hubiera ocurrido a su sobrino. Y entonces la oyó, atravesando el aire. Se volvió y ahí estaba la Saeta de Fuego volando hacia allí por el borde del bosque, descendiendo hasta el cercado y deteniéndose en el aire, a su lado, esperando que él la montara. Eleanor junto con Sirius y la multitud bramaron eufóricos al ver que funcionaba.

Harry pasó una pierna por encima del palo de la escoba y dio una patada en el suelo para elevarse. Un segundo más tarde el corazón de Eleanor estaba más acelerado pero no era por el miedo, no, era algo más, casi como si pudiera sentir en su pecho que estaba bien, que no sucedería nada malo. Era la primera vez que veía a Harry volar de esa manera, lo había visto antes pero ahora, era distinto como si él fuera un jugador profesional, burlándose del dragón, descendiendo en picado mientras el colacuerno lo seguía con la cabeza listo para lanzarle una bocanada de fuego pero antes de eso, Harry volvió a elevarse dejando que el fuego estuviera a metros de sus pies.

–¡Cielo santo, vaya manera de volar! –vociferó Bagman, entre los gritos de la multitud–. ¿Ha visto eso, señor Krum?

Se elevaba en círculos. El colacuerno siguiendo siempre su recorrido, girando la cabeza sobre su largo cuello. Se lanzó abajo justo cuando el dragón abría la boca, pero esta vez tuvo menos suerte. Esquivó las llamas, pero la cola de la bestia se alzó hacia él, y al virar a la izquierda uno de los largos pinchos le raspó el hombro. La túnica quedó desgarrada.

Eleanor podía sentirlo como si a ella misma le hubiera escocido el ardor de la herida. Se levantó de su asiento dispuesta a colarse pero el agarre de Sirius la retuvo en su lugar, mientras la multitud gritaba a su alrededor, Harry volvía a sobrevolar la espalda del colacuerno.

–¡Tengo que sacarlo de allí, Sirius! –dijo Eleanor, con desesperación.

–¡No! ¡Lo está haciendo bien, Elle, confía, estará bien! –repuso Sirius, rápidamente.

Eleanor comenzó a exhalar en busca de aire mientras jugaba con sus manos tratando de mantenerse en su lugar y no socorrer a su sobrino como deseaba.

Harry volaba perfectamente, primero por un lado, luego por el otro, no demasiado cerca para evitar que echara fuego por la boca, pero arriesgándose todo lo necesario para asegurarse de que la bestia no le quitaba los ojos de encima. Remontó un poco el vuelo. La cabeza del dragón se elevó con él, alargando el cuello al máximo y sin dejar de balancearse como una serpiente ante el encantador. Se elevó un par de metros más, y el dragón soltó un bramido de exasperación. Harry era como una mosca para él, una mosca que ansiaba aplastar. Volvió a azotar con la cola, pero Harry estaba demasiado alto para alcanzarlo. Abriendo las fauces, echó una bocanada de fuego... que él consiguió esquivar.

—¡Vamos! —lo retó Harry en tono burlón, virando sobre el dragón para provocarlo—. ¡Vamos, ven a atraparme...! Levántate, vamos...

–¡¿Acaso quiere morir o qué?! –gruñó Sirius.

Eleanor negó.

–Intenta alejarlo de los huevos...

La enorme bestia se alzó al fin sobre las patas traseras y extendió las correosas alas negras, tan anchas como las de una avioneta, y Harry se lanzó en picado. Antes de que el dragón comprendiera lo que Harry estaba haciendo ni dónde se había metido, éste iba hacia el suelo a toda velocidad, hacia los huevos por fin desprotegidos. Soltó las manos de la Saeta de Fuego... y cogió el huevo de oro.

–Lo hizo –musitó Eleanor muy bajo mientras se reincorporaba de su lugar, empezando a saltar llena de alegría. El ruido de la multitud, que aplaudía y gritaba tan fuerte como la afición irlandesa en los Mundiales se escuchó muy clara de pronto–. ¡LO HIZO! ¡LO HIZO!

—¡Miren eso! —gritó Bagman—. ¡Mírenlo! ¡Nuestro paladín más joven ha sido el más rápido en coger el huevo! ¡Bueno, esto aumenta las posibilidades de nuestro amigo Potter!

Eleanor no espero a que Sirius reaccionara, había estado sentado en estado de shock, ella salió de su lugar apresurándose para llegar hasta su sobrino, mientras corría y entre empujones de la multitud pudo ver a la profesora McGonagall, Alastor Moody y Hagrid, que iban a toda prisa a el encuentro de Harry desde la puerta del cercado haciéndole señas para que se acercara pero el menor tenía su vista posada en otro punto detrás de ellos, que venía con toda la rapidez que podía. Él no escuchó a nadie más y voló hasta llegar a la azabache, aterrizó con suavidad, con una felicidad que no había sentido desde hacia semanas. Se lanzó a los brazos de su tía, que lo recibió con la misma efusión.

¡Oh, Jamie! –dijo Eleanor con el alivio grabado en su tono–. ¡Me alegro tanto que estés bien! ¡Por Merlín, me vas a matar! ¡Me vas a matar!

Harry sonrió al escucharla, viniendo de alguien tan importante como lo era Eleanor, era especial y muy significativo escucharlo. Cuando se separaron pudo ver los ojos chocolates con brillo cristalino.

–¿Estás llorando, Ellie? –preguntó con preocupación–. ¿Por qué?

Ella negó con una sonrisa mientras besaba repetidas veces sus mejillas, sonrojando al niño un poco por la atención que estaban ganando.

–No son de tristeza, cariño. Estoy muy aliviada de que ahora estés bien. –aseguró Eleanor, notando por el rabillo del ojo a los profesores acercarse a su encuentro–. Pero ahora que pasaste la prueba, estoy tan feliz.

–Perdón por preocuparte, Ellie.

–No pidas perdón por eso, Jamie. Siempre voy a preocuparme por ti. Siempre.

Harry tenía las intenciones de decir algo más pero la voz de la profesora McGonagall lo detuvo.

–¡Excelente, Potter! –dijo bien alto. Le tembló la mano al señalar el hombro de Harry–. Tienes que ir a ver a Madame Pomfrey antes de que los jueces muestren la puntuación... Por ahí, ya está terminando con Diggory.

–¡Lo conseguiste, Harry! –dijo Hagrid, con voz ronca–. ¡Lo conseguiste! ¡Y eso que te tocó el colacuerno, y ya sabes lo que dijo Charlie de que era el pe...!

—Gracias, Hagrid —lo cortó Harry para que Hagrid no siguiera metiendo la pata al revelarle a todo el mundo que había visto los dragones antes de lo debido.

El profesor Moody también parecía encantado. El ojo mágico no paraba de dar vueltas.

—Lo mejor, sencillo y bien, Potter —sentenció. Eleanor le sonrió al Auror pero él nunca reparó en ella, solo miraba a Harry. Eso la confundió.

—Muy bien, Potter. Ve a la tienda de primeros auxilios, por favor —le dijo la profesora McGonagall. Harry miró a Eleanor con duda, no queriendo separarse tan pronto de ella. La jefa de la casa Gryffindor pareció notarlo y agregó–. Eleanor estará aquí todavía cuando seas curado, Potter.

Harry dudó.

–Si, cariño –dijo Eleanor, rápidamente–. Ve adelantándote, en un segundo estoy contigo.

Él asintió saliendo del cercado aún jadeando y Eleanor regresó su mirada a Ojoloco dispuesta a hablar con él pero, para su sorpresa, el hombre ya había comenzado a alejarse de ella. Lo siguió sin decir nada a la profesora McGonagall o Hagrid, corrió detrás de él tratando de detenerlo.

—¡Alastor, espera! —gritó Eleanor.

Pero no se detuvo.

Lo vio encaminándose hasta el camino de piedra rumbo al castillo sin inmutarse ante sus llamados, Eleanor no fue detrás de él, se quedó allí parada con el ceño fruncido pensando en el motivo del por qué su mentor la estaba evitando.

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