Hoy me recosté nuevamente a mirar las estrellas.
Aunque esta vez faltabas tú.
Paso una estrella fugaz.
Y nuevamente pedí que te quedaras conmigo para siempre.
Como aquel día en que ambos mirábamos las estrellas.
Pero, a los instantes recordé que ya te habías ido.
Hace ya algunas semanas, las cuales parecen nunca acabar.
Así que, pedí que volvieras conmigo.
Solté una risa, tan falsa.
Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas.
Volví a llorar.
Porque sabía que nunca volverías.
Sabía que pedirle algo a una simple estrella no iba a cambiar todo.
Sabía que nada iba a remendar mis errores.
Sabía que nada iba a hacer cambiar la decisión que tomaste.
Sabía que aunque lo deseara con toda mis fuerzas nunca regresarías.
Y continúe con mi agonía.
Agonía que a simple vista no se nota.
Pero si miras bien mis ojos, la notaras.
Todos los días muero, un poco más.
El fingir me agota.
Me siento tan cansado.
Todo sigue dando mil vueltas en mi cabeza.
Estoy tan solo.
Aunque me repitan un millón de veces que no es así.
Realmente lo es.
Sin ti, la soledad abarca la gran mayoría de mi vida.
Y es triste la manera en la que me estoy hundiendo.
Recuerdo muy bien tus palabras.
Cuando te dije que, volver a lo mismo no me haría más daño.
Ya había tomado costumbre a esto.
Y me respondiste, volver ¿no es curioso? Tal vez tú deberías cambiar.
Y tuviste toda la razón, yo tuve que haber cambiado.
Si lo hubiese hecho antes de amarte de esta forma, no me encontraría así.
Pero en cierta parte, según tú, lo merezco, ¿no es así?