Holding on and Letting go ©

By EMMolleja

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Alyssa no tiene amigos, ella tiene a la cocaína, a la heroína, a la marihuana, al éxtasis y al alcohol. Ella... More

Prólogo
Capítulo 1: We Are Broken
Capítulo 2 : Hello Cold World
Capítulo 3: Hey You
Capítulo 4: Such A Rush
Capítulo 5: Brain Damage

Capítulo 6: Ain't It Fun

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By EMMolleja


El Dr. Michael J. Evans, alias mi padre, es un reconocido dentista en la ciudad. Y durante una época, podría decirse que el Dr. Evans se había convertido en el destina favorito y había ganado los corazones de muchos debido a su amigable trato con las personas. No cabía ninguna duda que él era carismático, gracioso y siempre sabía qué decir al público de cualquier edad. Además, tenía ese poder de calma que a veces no lograba entender.

Sin embargo, para mi yo de 12 años, mi papá era como un héroe de esas historietas que solía leer mucho.

Mi deducción era sencilla: él salvaba a las personas durante el día, —o al menos, a sus dientes—, y durante la noche era un padre que le gustaba contar chistes en la mesa, arroparme antes de dormir y tomarse una copa de vino con mi madre mientras veían la televisión. Todo antes de las 11pm. Lo cual lo hacía algo así como invencible por poder hacer millones de cosas a la vez, siempre cumplir y estar descansado.

—Hubo esta anciana en el consultorio... —Estábamos cenando los tres en la mesa y él nos contaba sobre su día de trabajo, sin poder evitar reírse de su propia anécdota incompleta, contagiando una sonrisa expectante en el rostro de mamá y el mío—, que tuvo un problema con su prótesis dental.

Él no paraba de reír para terminar de contar su historia, tanto que mamá lo tomó de la mano sobre la mesa y comenzó a reír ella también.

—Oh, cariño, trata de respirar —le dijo ella, dándole un apretón a su mano.

—Es que... —Papá tomó una gran bocanada de aire antes te continuar—. A esta pobre señora se le había perdido su prótesis dental, entonces ella...

Mamá y yo nos miramos divertidas, pensando igual acerca de si papá algún día terminaría de contar lo que había ocurrido antes de que la cena acabara.

—Entonces ella llegó toda frenética al consultorio, intentando decirnos lo que había pasado —continuó, haciendo este ruido gracioso ruido con su nariz—, pero nadie podía entenderle, ya que prácticamente no tenía dientes, así que pasamos alrededor de diez minutos tratando de descifrar lo que nos quería decir. Al final, Tracy tuvo que darle un papel y un bolígrafo para que escribiera que necesitaba una prótesis nueva con urgencia, ya que tenía una cita esta noche.

Ambas soltamos una carcajada cuando finalmente se había dignado a terminar con la anécdota. Papá siempre tenía algo divertido que contar sobre su trabajo y nos gustaba de esa forma. Nuestras cenas nunca llegaban a ponerse aburridas.

Ese tipo de cenas fueron vigentes hasta que mamá murió.

Luego de su muerte, papá y yo ni siquiera podíamos mantener una cena de principio a fin sin que alguno de los dos se levantara y se fuera.

Las primeras veces, éramos lo suficientemente respetuosos con la memoria de mi madre como para quedarnos hasta que acabáramos de comer, incluso cuando ninguno podía soportar el silencio sepulcral, la tensión y la evidente ausencia que nos invadía.

Entonces, él comenzó a saltarse las cenas para salir a lugares misteriosos —es decir, con Clementine—, y yo empecé a cansarme de esperarlo. Después de eso, conocí a Fox y nuestras cenas se convirtieron en una especie de guerra para determinar quién gritaba más fuerte a través de la mesa. En algún punto, decidimos que lo mejor era comer separados, él con su nueva novia —ahora esposa— y yo en la comodidad de mi habitación, tan lejos de ellos como pudiera.

Me desperté en un jadeo del sueño que estaba teniendo. A pesar de que no había sido una pesadilla, sino un recuerdo de antes de que las cosas se fueran al infierno, mi corazón estaba golpeando irregularmente mi pecho y sentía el cosquilleo de las gotas de sudor haciendo su camino por mi rostro.

—Mierda —Hice una mueca de dolor. Mi garganta parecía tener un severo caso de resfrío y dolía cada vez que intentaba tragar saliva.

Dios, ya el jodido ambiente enfermizo me estaba enfermando de verdad.

Miré hacia mi compañera de habitación, pensando en que mi repentina agitación quizá pudiera haberla despertado. Por suerte, su cabeza ni siquiera se movió y su largo cabello color zanahoria le cubría la cara mientras dormía profundamente.

Me la quedé mirando un poco más del tiempo que debería, al igual que lo había hecho en nuestro vergonzoso primer encuentro más temprano. No pude evitar hacer otra mueca de horror al recordarlo.

Había logrado escapar del Chico Sonrisas sin que este hubiera podido seguirme o decir otro comentario extraño en mi presencia. Caminé dentro en busca de mi habitación, necesitaba un descanso de todas las miradas de los enfermeros, de los chicos locos, las chicas ninfómanas, de la desenfrenada sensación de escapar. Y de Jenna, por supuesto. A quien había visto en mi camino de vuelta y lucía como si me estuviera buscando.

No quería tener a su trasero acosándome aunque fuese sólo durante unos minutos. Apenas llevaba pocos días aquí y me sentía asfixiada con su efusiva y chispeante presencia.

En cuanto encontré mi dormitorio, no pude evitar suspirar de alivio, pensando en que al menos tendría paz dentro de unas cuatro paredes y que si lo intentaba con fuerza, podría pretender que esto no estaba pasando. Que no me encontraba en un loquero.

Abrí la puerta de golpe y en cuanto mis ojos vieron lo que estaba frente a mí, me fue difícil apartar la mirada.

Era una chica, supuse que era mi compañera, ya que no había otra razón por la que estuviese de pie sobre una balanza en ropa interior en medio de la habitación. Sin embargo, el hecho de que no tenía nada más que ropa interior no fue lo que me causó impacto, sino su cuerpo.

Esta chica frente a mí era demasiado delgada y no me refiero a que "es sólo su contextura", sino que estando de espaldas a mí, podía ver con desconcertante claridad sus omoplatos sobresaliendo, así como también su columna vertebral. Sus piernas tenías atisbos de algún día lejano haber sido atléticas; no obstante, estaban flácidas y comenzando a mostrar igualmente algunos huesos.

Se trataba de una delgadez bastante lejos de ser saludable.

—¡Oh! Audrey, mira, esta debe ser tu nueva compañera de cuarto —La voz de la enfermera fue lo que me obligó a apartar mi mirada de su cuerpo.

Esta enfermera de cabello color oro me dedicó una sonrisa comprensiva, como si estuviera leyendo mi mente en ese momento, y luego, sin decir otra cosa, devolvió su atención a su carpeta de anotaciones.

La chica se giró un poco hacia mí, cubriendo su estómago desnudo con sus frágiles brazos cruzados. Lucía avergonzada por haberla descubierto mientras... ambas hacían lo que sea que estuvieran haciendo, así que no pude evitar sentir su vergüenza subiendo a través de mi cuerpo hasta situarse en mis mejillas.

—Uh... puedo volver más tarde —dije, rascándome la nuca. No tenía idea de por qué me sentía tan incómoda ahora mismo.

—No, no, no, ya estábamos terminando, no te preocupes —La mujer se levantó de la cama de la chica, cerrando de golpe su libreta—. Lo estás haciendo excelente, Dree, has subido dos kilos en dos semanas. ¡Eso es un gran paso! Sólo sigue comiendo como lo has estado haciendo y estarás fuera de aquí pronto, te lo puedo asegurar.

Audrey y yo nos quedamos de pie, sin movernos, todavía luciendo incómodas por esta desafortunada primera presentación. Por alguna loca razón, esta vez no sentía la necesidad de salir corriendo de allí como cuando estaba con Payton en el comedor o con el Chico Sonrisas afuera, esta chica trasmitía tal tristeza que me decía que necesitaba a alguien, que estaba sola. Un poco como yo.

La enfermera hizo que se bajara de la balanza para llevársela y le entregó su ropa antes de despedirse de nosotras. Cuando abandonó la habitación, ninguna se atrevió a decir algo durante unos largos segundos.

—Soy Alyssa —dije, atreviéndome a hablar finalmente.

—Audrey —respondió, aún tímida. Quizá olvidándose que ya sabía su nombre.

Intenté llenar el incómodo silencio de nuevo, pero ella corrió hacia el baño y se encerró antes de poder siquiera decir otra palabra. Minutos después, salió vestida en un largo vestido de tirantes que le llegaba hasta los tobillos, encima de un simple sweater color negro.

Murmuró algo sobre ir a una actividad de dibujo y salió disparada fuera de nuestro dormitorio.

Al parecer, no íbamos a tener mucho de eso de trenzarse el cabello mutuamente y contarnos nuestros problemas.

***

Luego de conseguir dormirme otra vez, gracias al Cielo, no tuve ningún otro sueño que me hiciera recordar a ese tiempo de mi vida donde según papá, no era un jodido caso problemático, esos recuerdos sólo generaban en mí una imparable sensación de drogarme hasta hacerlos desaparecer por completo.

A la mañana siguiente, un punzante dolor atravesó mi cuerpo en el momento en que mis ojos se comenzaron a abrir y a pesar de intentar moverlo, sentía como si pesara una tonelada.

—Alyssa, estás ardiendo —En cuanto sentí la mano de alguien posarse en mi frente, di un respingo, espabilándome por completo.

—¡Joder, Jenna! —le gruñí, parpadeando varias veces hasta que su rostro, el cual se encontraba casi encima de mí, se volvió nítido ante mí.

—Comienzo a creer que "Joder, Jenna" será algo así como nuestro saludo personal —comentó, dedicándome una sonrisa que sólo hizo que pusiera los ojos en blanco. Era demasiado temprano para sonreír así, ¿de dónde sacaba la voluntad, en serio?

Ugh, tal vez si te dejaras de aparecer así, podría considerar cambiarlo por algo más agradable.

—Sólo me encargaba de hacer las rondas matutinas y me di cuenta que lucías como si te hubieras dado una ducha en medio de la noche e ido directo a la cama luego. Tienes, fiebre, Alyssa.

—Bueno, seguro me contagié de algo en este lugar y me quedan tres días de vida, eso no me extrañaría —le dije, incorporándome en la cama para percatarme que tenía razón, estaba empapada de mi propio sudor.

Entonces fue su turno de poner los ojos en blanco.

—Le diré a la Dra. Jones que venga a revisarte y así nos aseguramos de que no sea algo fuera de lo normal —Finalmente, ella dio unos cuantos pasos atrás de mi espacio personal y anotó algo en su libreta—. Puedes darte un baño mientras voy y regreso.

Me alegré cuando dejó la habitación, llevando su exagerada personalidad vibrante tras ella y dejándome ser una persona gruñona normal por la mañana.

No era como si quisiera seguir órdenes de nadie en mi estadía en este lugar, pero tenía que ser razonable con que de verdad necesitaba urgentemente darme un baño y deshacerme de la capa húmeda que cubría desde mis pies hasta mi cabeza. Tampoco olía muy bien.

Me levanté de la cama con cuidado de no moverme mucho, ya que el dolor en mis extremidades no era agradable, me incliné hacia mi maleta —la cual no me había molestado en desempacar todavía— y saqué un par de pantalones negros ajustados y un gran sweater de lana rojo. Cuando levanté la vista, me percaté de que mi compañera se había ido temprano.

Me encogí de hombros. Bien, otra razón más para creer en que no seríamos muy amigas.

Dejé que el agua de la ducha empapara de calor mi cuerpo e hiciera que los escalofríos de la fiebre que según Jenna tenía, disminuyeran un poco. A decir verdad, tenía una de relación amor-odio con las duchas en general y no era porque no me gustara bañarme, sino porque durante estos minutos dentro del pequeño espacio, parecía ley de vida reflexionar, recordar, revivir... y la reflexión me llevaba a un lugar oscuro que sólo podía adormecer con una cosa en particular. Cosa que me prohibían en este maldito lugar.

Suspiré, cerrando la llave de la ducha minutos después, con mi mano temblorosa. La ley de vida había hecho de las suyas de nuevo y la consecuencia a reflexionar fue comenzar a sentir un repentino arrebato de ira hacia mi padre por haberme dejado aquí. Es decir, ya lo odiaba, pero este sentimiento que estaba burbujeando en mí iba más allá de sólo su reciente acto de encerrarme aquí. Era más por todo.

Antes de lograr actuar ante esta ola de rabia que estaba invadiéndome, el sorpresivo olor a nicotina impregnó mis fosas nasales y la sacudida de mi cuerpo en respuesta incluso me sorprendió. Al principio, pensé que mi gente jugaba conmigo y la fiebre empezaba a hacerme delirar. Sin embargo, el olor era demasiado fuerte como para no ser real, así que me volví hacia la esquina del baño, para encontrar una pequeña ventanilla que daba hacia afuera.

Me puse de puntillas y miré a través de la ventanilla, la cual daba a una especie de área externa del centro, donde había varios bancos de manera y lo que parecía ser un solitario jardín atrapado en la nieve. Me alivié al darme cuenta que no estaba volviéndome loca y de hecho, alguien estaba fumando afuera.

Era un chico, aunque por lo que vestía, no parecía ser ni un internado, ni un enfermero, ya que no tenía uniforme, sino unos pantalones marrones, zapatos formales y un abrigo negro. Daba saltitos para sacudirse el frío, con el cigarrillo tambaleándose entre sus labios y sus manos metidas profundamente en los bolsillos del abrigo. Él no podía verme desde donde estaba y yo no podía distinguir cómo se veía desde cerca. No era como si me importara ver su aspecto, lo único que quería era una sola calada de eso que sostenía en su boca.

Estuve a punto de llamar su atención cuando escuché la puerta del dormitorio abrirse y cerrarse, haciéndome dar tal salto que casi vuelvo a caer sobre mi culo desnudo.

—¿Alyssa? ¿Todavía en el baño? —Jenna había vuelto.

Me limité a vestirme y a responder con mi presencia, en vez de con mis palabras.

—Jenna dice que tienes fiebre —Ese fue el saludo de Shana, quien la acompañaba ahora, con todos sus instrumentos de doctora.

—Pues sí, yo me doy sólo unos cuantos días de vida, Dra. Jones —la saludé de vuelta, sarcástica—. Quién sabe qué pesqué en este lugar.

—Creo que ya hablamos sobre los chistes, Alyssa —me reprendió Shana, haciéndome un ademán para que me sentara en mi cama—. Veamos qué está mal, ¿te duele algo?

—Todo —le contesté, dejándome caer en la cama—. La garganta, es como si estuviera hecha de lija —especifiqué, al ver su mirada de reprobación ante mi corta respuesta.

Ella asintió con la cabeza, entiendo algo que yo no y entonces comenzó a examinarme físicamente, aquí y allá, haciendo más preguntas molestas de rutina. Esto duró un rato y me comenzaba a cansar de tanta revisión cuando por fin dio por terminado el asunto.

—Así que... ¿cuántos días me quedan de vida? —me burlé, dedicándole una sonrisa falsa.

—Bueno, no es tan grave —informó, ignorando mi pregunta—, lo que está ocurriendo es normal, tú cuerpo sólo está empezando a desintoxicarse y eso desencadena este tipo de síntomas; fiebre, temblores, dolores. Se pondrá peor, Alyssa, así que espero que te prepares para lograr controlarlo.

Solté una risa de entre mis dientes.

—No sé a lo que te refieres con desintoxicación, no es como si mi cuerpo fuera a morirse sin las drogas, ya le dije que eso no me controla —le dije, aunque en mi cabeza había sonado más firme que cómo salió de mi boca.

Noté que Jenna miró a la Dra. Jones de reojo, mas ignoré el gesto.

—Apuesto a que te mueres por un cigarrillo ahora mismo, ¿no? —indagó, ahora teniendo ella ese tono de burla en su voz.

No.

Sí.

Touche, Dra. Jones.

Se levantó de la cama de mi ausente compañera de dormitorio, sin esperar mi respuesta en voz alta a eso.

—Hablaremos en la cocina para que te cambien las comidas por ahora mientras te recuperas —Miró su reloj—. Jenna, ya es hora del desayuno, acompaña a Alyssa y asegúrate que vaya después a la terapia de grupo.

—¿Terapia de grupo? —Enarqué una ceja, un poco confundida.

Jenna resopló, negando un poco con la cabeza.

—Aly, en serio tienes que leer tu horario.

A regañadientes, leí las hojas que habían dejado sobre mi cama mientras me dirigía con mi escolta —es decir, Jenna—, hacia el comedor. Según lo que mis ojos leían, el horario consistía en:

Tareas obligatorias: el desayuno, almuerzo y la cena, además de por supuesto, las horas de terapia de grupo e individual.

Tareas sugeridas: Las otras horas vacías en los recuadros debían ser rellenadas con cualquiera de las opciones en la lista de actividades; sin embargo, debía escoger al menos una actividad de manera obligatoria, una que llenara todo el espacio restante en mi horario.

Gruñí ante eso. Nunca estuve en ningún club extracurricular en la secundaria, nunca me interesó ninguna actividad extra que no fuera saltarme clases y fumarme un porro detrás del campo de fútbol. No era muy buena dibujando, ni debatiendo, ni haciendo carpintería, ni haciendo deporte. A decir verdad, no me interesé mucho en descubrir en qué era buena luego de que mi madre murió. Tal vez por eso ni siquiera intenté todo el asunto de la universidad.

—Un centavo por tus pensamientos —La voz de Payton hizo que detuviera mi acción de beber del gran vaso de jugo de zanahoria y naranja que la Dra. Jones había sugerido en la cocina para mí, lo cual agradecía en secreto, ya que no tendría que pasar por la tortura de masticar y tragar con el estado de mi garganta.

Mis ojos se alzaron hacia ella, sorprendiéndome al ver que no venía sola y que su compañero, era quien me había hecho caer de culo en la nieve de un susto. El Chico Sonrisas.

Esta mañana traía puesta una sudadera de capucha gris, sin ningún gorro que controlara su loco cabello rubio, el cual iba hacia todas direcciones y para ser honesta, parecía un poco menos enloquecido y espeluznante que ayer.

O quizá yo había sido la enloquecida.

—¡Oh! Eres la chica de boca sucia de ayer —expresó divertido, al reconocerme.

Me removí incómoda en mi asiento cuando ambos tomaron asiento con sus bandejas, de nuevo auto invitándose a sentarse conmigo. ¿Tenía algún letrero falso de "Señorita Sociable" en mi frente o qué mierda?

—¿Ya se conocen? —nos preguntó Payton, sin darle mucha importancia, ya que comenzó a poner más atención a su comida.

—Sí, le di un susto de muerte ayer —Chico Sonrisas se echó reír, haciéndole honor a mi apodo para él—. Debiste ver cómo se cayó de culo en la nieve.

—¿Ah, sí? —Ella alzó sus grandes ojos hacia mí, reprimiendo una risa—. Eso hubiese sido divertido de ver.

—No es tan divertido cuando te mojas el culo por culpa de alguien más —comenté, cortante.

—Te debo una disculpa, supongo —Él se encogió de hombros, sin lucir ni un poco arrepentido—. Aunque debería saber tu nombre primero.

—Alyssa —dije sin más.

—Bueno, Alyssa, mi nombre es Benjamin, pero todos me llaman Benny, y siento mucho haber hecho que tu culo se mojara —se disculpó, sonriente.

—Lo conocí en la hora de dibujo —aclaró Payton, dándole un mordisco a su sándwich—. ¿No piensas que es adorable? Sólo mira estos hoyuelos —Puso su dedo en el hueco que se le hacía a Isaac en su mejilla derecha al sonreír.

Él parecía encantado de las atenciones que le brindaba esta chica, ¿estaría enterado por qué la habían internado?

Descansé la cabeza entre mis manos, intentando borrarlos de mí vista. ¿Tendría que soportarlos? ¿Por qué simplemente la gente no podía ver el disgusto en mi cara e irse?

El plan de mantenerme alejada estaba fallando de forma miserable.

Luego de una innecesaria charla continua durante el desayuno, descubrí que tanto Payton como Isaac asistían al mismo grupo de terapia que yo, así que cada vez me sentía más irritable al saber que no podría deshacerme de ellos tan fácilmente.

—Esta es la primera sesión, siempre los agrupan dependiendo del tiempo de ingreso —terció Payton, teniendo al parecer, más información que Isaac y yo al respecto—. Ya que los tres tenemos poco aquí, estamos estancados juntos.

Ambos sonrieron, menos yo. Eso no era motivo para sonreír.

La sala para la terapia de grupo consistía en una gran habitación pintada en un agradable verde claro, casi blanco y a un costado, había una pared completa estampada con un árbol gigante que se cernía sobre nosotros, casi hasta el techo. Por supuesto, en medio de todo el ostentoso espacio, había una serie de sillas ordenadas de forma ovalada, cuatro de ellas ya estaban ocupadas y tres esperaban por nosotros.

—Bonito árbol —intervino Isaac, alzando la vista para poder ver la punta del mismo.

Nos sentamos en las sillas vacías, sin decir nada más y esperamos a quien sea que fuese a liderar esta innecesaria reunión. Al cabo de unos minutos, donde nos limitábamos a vernos a la cara mientras Payton e Isaac no dejaban de hablar entre ellos, alguien abrió la puerta y se acercó a la silla del medio.

—Mucho gusto a todos —dijo la persona, tomando asiento, sonriendo—. Mi nombre es Noah y estaremos durante muchas semanas viéndonos las caras, así que espero que nos llevemos bien, porque en el caso contrario, sería lamentable, ya que pasaremos una cantidad considerable de tiempo juntos.

Lo primero que vi fueron los familiares zapatos tipo mocasines y pantalones marrones elegantes. Sin embargo, esta vez no llevaba puesto su abrigo negro, sino que lucía una camisa de botones celeste por fuera del pantalón, tal vez intentando darle un look más jovial a su vestimenta, porque bueno, el chico frente a nosotros era demasiado joven como para estar liderando esta reunión.

Más aquí estaba, Noah, el chico que había visto fumando un cigarrillo fuera de mi ventana y quien estaba a punto de empezar con la terapia de grupo. 

------

Nota de autora:

Heeeeello, por acá.

En mi feed alguien por ahí me escribió que actualizara esta historia y si supieran que tengo algunos capítulos guardados, pero quería tener más guardados para volver con varios, pero bueno, esta historia se merece un nuevo capítulo.

El título de hoy es: Ain't It Fun de Paramore. No sé por qué, pero siempre acudo a Paramore para esta historia jajajaja Siento que es una banda que representa a Alyssa.

Pero bien, ¿qué tal el capítulo de hoy? ¿Cómo creen que se desenvolverá todo? ¿Qué piensan de Noah? jajajaja

Espero leer sus comentarios.

¡Besitos!

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