Kitsch: La Desintegración del...

Bởi AixaJazmin9

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Después de que su verdadero ser fuera expuesto ¿Qué fue de Lhong? ¿Cómo le fue posible continuar después de p... Xem Thêm

PRÓLOGO

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Bởi AixaJazmin9


Hasta aquel momento, no había comprendido totalmente mi lucha, tan sumergida había estado en ella. Pero ahora, por el silencio donde por fin había caído, sabía que había luchado, que había sucumbido y que estaba derrotada.

La pasión según G.H. - Clarice Lispector.

Regresó.

Los escenarios, antes tan familiares para él, se tornaban ahora en un reflejo oscuro de todo lo que había sido; su airosa figura se apegaba a aquel ritual de desconocimiento. Sus huesos sobresalían, se clavaban como dagas en su piel. Y él lo permitía; permitía que su carne pagará.

Él regresó.

Triste. Desdibujado. Auto proclamado electo para el desprecio de las personas. Delgado. Ahogado en la brisa veraniega que penetra en uno y entorpece los pasos.

Después de tres años, él regresó.

Incluso a plena luz del día las sombras devoraban con fiereza los esparcimientos del brillo solar; y el perfil de sus huesos, tan perfectamente delineados por su condición famélica junto con su impura palidez los absorbían a la fuerza.

Él había regresado.

Agraviado e incomprendido, dirigiendo su mirada por detrás de sus hombros como si le fuera propio, ingresó a aquel gran cadáver de cemento profanado por memorias casi tangibles y se dirigió a la oficina administrativa. El lugar estaba despoblado, para su alivio, el verano se había llevado a los concurrentes consigo dejando a unos pocos empleados que apenas si soportaban el calor por las tardes; ingresó y saludo inclinando levemente su cabeza y alzando una de sus manos a la altura de su nariz.

-¿En qué le puedo ayudar?-.

La voz de un hombre joven se elevó en la oficina.

-Buenas tardes-, contestó, -he venido a entregar estos certificados-

-Veamos, tu nombre es... -, el hombre tecleó rápidamente y volvió su mirada hacia el joven parado del otro lado del mostrador. -¿Certificados internacionales? ¿Qué institución los expide?-

-Universidad de artes de Bremen-.

El empleado echó unos vistazos a su computadora y tras imprimir y sellar unos cuantos documentos, envió un fax, mostrANDO por última vez la pantalla de su monitor al muchacho. -Hecho-, sonrió, -planeas hacer tu carrera allá definitivamente ¿ah?-

-Ah... Si.-, respondió él con aparente incomodidad y en una rápida despedida silenciosa se sofocó con el sol que le abrasaba desde fuera del edificio. El calor parecía colmar el aire; caminó con dificultad hacia su auto y cuando estaba a punto de abrir la puerta, una mujer de no más de cuarenta años, de lentes y con varias carpetas abrazadas sobre su pecho, lo abordó con emoción. El joven se sorprendió e imitó la reverencia que había hecho en la oficina administrativa.

-Profesora-, saludó por compromiso.

-¡De hace tiempo! ¿Qué haces aquí? ¿Decidiste volver a nuestra universidad?- ella preguntó.

-No.-, entonó con gravedad, pero se dio cuenta de que era de mala educación contestar de esa manera tan descortés y agregó, aclarando su garganta, -no, solo vine a entregar unos certificados de equivalencias...-.

-¿Y has podido ver a tus compañeros? La mayoría de los estudiantes han salido de vacaciones-, informó ella

-Ah, no... Es que... -, masculló él agachando la cabeza.

-¡Y mira que delgado estás! ¡Y tu cabello! ¡Lo traes corto!-, siguió la docente.

Estaba dispuesto a contestar, más un teléfono comenzó a sonar, el sonido provenía de bolsillo de la mujer; ella se disculpó con el joven y lo despidió alejándose para atender la llamada. El hizo lo mismo y subió a su auto con prisa. Condujo sin rumbo hasta que su estómago rugió reclamando alimento; lo ignoró; odiaba comer en soledad pero su estómago volvió a reclamar, por lo que, ya sin opción, se detuvo frente a un enorme centro comercial. Así, al menos sería inevitable convivir con otros y observar su alegría desde lejos. Antes de apagar el motor de su vehículo oyó el reporte del clima en la radio, al parecer la temperatura descendería hacia la noche con probabilidad de tormentas. No se sintió aliviado al oír eso. Era de las personas que no soportan el frío... y mucho menos las tormentas. Ingresó al centro comercial, mirando de vez en vez algunas tiendas; pensó que la moda era muy diferente a cómo la recordaba y sonrió para sí. Nuevamente, su estómago rugió y no tuvo más remedio que rendirse ante él; hacía ya tres días que lo estaba haciendo callar a fuerza. Una cafetería se veía especialmente poblada; quizás comería algo allí. Se agachó frente a uno de los mostradores, había muchos bocadillos y todos se veían deliciosos; pasteles frutales, muffins, sándwiches, donas, postres. El pastel de durazno llamaba mucho su atención, la fruta se veía fresca, aunque el pastel de fresa tampoco se veía mal. Miró hacia su alrededor con recelo, confirmó que en verdad había mucha gente, eso quizás le permitiría compartir la mesa con algún desconocido; se atrevió a ponerse de buen humor ¿Qué hay de su bebida? ¿Debía pedir leche de almendras o un batido de frutas? Tal vez una malteada o un té de burbujas. Tan abstraído estaba en sus pensamientos debido a las quejas de su vientre que apenas si notó que el silencio del que era partícipe y protagonista y al que tanto se había forzado a acostumbrarse se vio desintegrado por una voz que le resultaba familiar pero que al igual que los paisajes que había avistado más temprano solo oscurecían los reflejos y anegaban los rayos del sol.

-¿Lhong?-

Su mente, tal el cielo de esa tarde veraniega, se nubló mientras sus oídos se llenaban de sonido. Levantó la vista inseguro y pronunció aproblemado:

-P' Thorn...-

Acto seguido parpadeó con fuerza, incrédulo tal vez, o asustado; pronto la culpa lo invadió y el hambre lo abandonó, girar sobre sus pies fue instintivo sin embargo no logró alejarse, la mano de aquel que le había llamado ahora se enroscaba en su antebrazo.

-¿Por qué te alejas?-

La disposición del contrario le tomó desprevenido; sus ojos se abrieron ampliamente y volteó en una pausa.

-Buenas tardes-, una protocolar reverencia acompañó su diálogo.

-¿Tienes tiempo? Quiero hablar contigo- consultó el otro, de buena fe.

El silencio se le atoró en la garganta y retrocedió intentando expulsarlo, sin éxito. Negó con pánico en su mirar, -yo... no-.

-¿Cómo puedes rechazarme aun cuando no nos hemos visto en años?- inquirió su interlocutor dejando entrever una sonrisa. -Creí que era como un hermano para ti-, añadió con aire persuasivo.

El menor bajó la mirada indeciso, sintiendo el nudo expandirse por sus extremidades aprisionándolo para no dejarle escapar, la sonrisa que enseñaba el joven que le abordó le atravesó el pecho provocando una herida cuasi mortal.

Ambos se dirigieron al sector de pedidos; una malteada de fresa y un jugo de naranja fue la elección. Thorn no dejó que Lhong pagará las bebidas; le dijo que lo considerara un regalo para festejar su encuentro y Lhong, encadenado aún por la sonrisa de su distanciado amigo simplemente asintió con la cabeza sin emitir ningún sonido. Ni siquiera fue él quien, de hecho, decidió qué consumiría, debido a que Thorn le pidió una malteada de fresas recordando cuanto le gustaban de pequeño, cada vez que visitaba su casa para jugar con Tharn y su madre se la preparaba. -¿No quieres algún pastel?- averiguó quién invitaba y ante la negativa del otro agregó: -¿Seguro? Yo te veo muy delgado ¿Has estado comiendo adecuadamente?-. Él estaba a punto de contestar pero la señorita de la caja les informó el precio total y Thorn procedió a pagar.

Una vez ubicados en una mesa, el hermano mayor de aquel que alguna vez fue su amigo mejor, comenzó a relatarle cuán difíciles habían sido para él estos últimos años por tener que ver a su adorada princesita crecer a ritmo acelerado, queriendo usar maquillaje y juguetear con su cabello frente a sus compañeros de la escuela; de tanto hablar apenas si había probado su trago, por el contrario, su acompañante tomaba pequeños sorbos sin permitir que el popote abandonará nunca sus labios, forzándose aún más al silencio. Se detuvo dejando un poco de malteada en el fondo del vaso, sus manos, ahora sin la carga de la bebida se encontraban peligrosamente liberadas dentro de la prisión que bombeaba sangre dentro de sí, avalada por el humor sereno del contrario; quería huir, lejos de los problemas que ellas habían causado. Las entrelazó vigilándolas juicioso con sus pupilas adornadas por la falta de brillo y un ceño fruncido que se acomodaban en su cabeza gacha.

-¿Y tú cómo has estado todos estos años?- curioseó el más hablador, ladeando su cabeza, intentando contactar los ojos dirigidos hacia el suelo de su contrario.

Una pausa.

-Yo...-, balbuceo el joven; las palabras le pesaban. Alzó la vista y al encontrar la de Thorn la bajó rápidamente; le llenó un deseo de arañarse la cara hasta volverse irreconocible, así su rostro desaparecería y le dejaría de recordar al amable hermano mayor cómo toda la tragedia había sucedido por su culpa.

-Bien. Gracias- contestó con cortesía.

-Me alegra oír eso-, siguió el más charlatán, nutriendo su desgastada garganta con un sorbo de jugo de naranja -¿Cómo van tus estudios?-.

-Ya no vivo en Tailandia-, respondió sin mantener contacto visual; -luego de lo que ocurrió... me mudé al exterior con mi hermana-, su mirada esta vez sí correspondió, -Regresé la semana pasada...-, hubiera querido agregar que no había regresado para quedarse sino para irse nuevamente, y si fuera posible, definitivamente, pero el mayor habló:

-Entonces tuve suerte de haberte encontrado hoy-, reveló alegría.

Arrastrado por el ruido de la multitud presente en el café no pudo contenerse, por ello siguió su curiosidad, -¿cómo...?-, pero antes de que pudiera seguir, la tenaz habladuría del segundo lo irrumpió, acertando su pensamiento:

-¿Tharn? Está muy bien-.

Lhong sonrió con melancolía. Una luz amarillenta lo atravesó y sintió la presencia de su viejo amigo como un abrazo lejano. Fue automático.

-Aún sigue junto a Type-, continuó el otro.

Las caras de los extraños en el café se difuminaron; se sintió derrumbar desde lo alto. La gravedad lo golpeó y se reflejó en su semblante, azotándolo con más silencio. La lluvia que apenas comenzaba a caer lo desanimaba aún más.

-Solo saber que él está bien es suficiente para mí-, se contuvo, devolviéndose al lugar que se había asignado; nuevamente quiso desfigurar su cara y cortar su lengua.

-Si realmente estas bien, ¿Por qué la cara larga?-, soltó el mayor, -ya eres un adulto, ¿sabes?-, acto seguido acarició suavemente la cabeza del joven.

Sentía que volvía a perder su balance. Sintió un volcán entrando en erupción dentro de sí, bañando su exterior de lava que le quemaba y congelando su interior. Regurgitaban los espectros que él mismo se había instaurado y transparentándose le empujaban los huesos hacia dentro, clavándoselos en el centro del pecho. Un desagradable escalofrío lo invadió; pensar que alguna vez había sido tan sencillo hablar con ese individuo. La erupción seguía activa, hacía temblar todo alrededor; Pompeya se sentiría celosa. Las cenizas comenzaron a caer ¿o era la lluvia por detrás de la vitrina del café? Lo que sea que hubiera sido, lo descompuso, acelerando la erupción y en una sola exhalación, propagó el fuego por doquier:

-P' Thorn... En serio, ¿no estás enojado? ¿¡Siquiera me odias!? ¡Luego de todo lo que le hice a Tharn!-

El mayor sonrió con tranquilidad.

-¿Cómo podría enojarme u odiarte?-, contestó con alivio el superior, -por el modo en que te ves, ya debes haberte castigado lo suficiente... Has cambiado ¿O no? -.

-No lo sé-, rebatió él; -sólo sé que durante los últimos años he estado sufriendo tanto... -. Las cenizas que se le habían alojado en su garganta, habían formado una especie de pasta gris que guardaba todo el aire para sí y poco e dejaba a su vehículo.

El brazo del hermano mayor, cual torrente pluvial, se extendió y se posó en el hombro del menor, que difícilmente podía controlar la erupción.

-En ese caso, deja que tu sufrimiento sea una lección para ti. Aprende de él- aclaró de modo afectuoso y, aunque parezca increíble, genuino, no obstante, el dolor lo había dejado tan asustado que no podía creerle con facilidad; lo miró. -¿Entiendes?- Por algún motivo, sus huesos aligeraron la presión y las puntadas cedieron levemente, aunque la actividad volcánica no cesaba.

Asintió y quiso arrojarse a los brazos del contrario en busca de consuelo, pero se lo negó bajando la mirada para no seguir tentándose. No quería quemarlo con su erupción. Ya había causado bastante daño ¿o no? Sin embargo, la compasión es muchas veces contagiosa.

-Gracias por no odiarme-, respondió el famélico joven.

Thorn negó sutilmente con la cabeza: -Lhong, ya te lo dije ¿o no?-

Hizo una pausa buscando la mirada de quien lo escuchaba, apoyando su mano en el antebrazo sorprendido del contrario.

-Eres como un hermano para mí-

Se enjuiciaba una bendición, en el sentido menos sacro de la palabra: primero fue una caricia en su cabeza, luego una en su hombro y finalmente en el recorrido de sus venas, antecedentes a las muñecas. Un diluvio cristalino, muy similar a la lluvia, lo cubrió haciéndole erguir la mirada con un hilo de esperanza que incluso resquebró el correr del tiempo en la erupción volcánica que se llevaba a cabo en su interior, dejándolo pausado, en tonos blanquecinos y negruzcos, pese a ser débil y muy fino fue lo suficientemente neurálgico para detenerlo todo, incluida la infalible lluvia que dejaba pequeños rastros de gotas huidizas en las vitrinas de aquella ciudad comercial y la, al principio, forzada, conversación.

-Perdóname por todo- añadió desde su palidez. –Yo... creo que ya debería irme-.

Thorn lo comprendió y de inmediato pronunció, -te deseo la mejor de las suertes-.

-Desearía... que ese día... llegue pronto-, dijo con atención percibida y se retiró, quizás huyendo, corriendo detrás de aquel finísimo hilo de esperanza antes de que la lluvia externa lo desvaneciera cual desencanto. No sonrió demasiado, pero alguien dijo alguna vez que las despedidas más dulces no incluyen sonrisas.

Él, ignorante, apenas había iniciado su regreso.

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TharnType es una serie de la plataforma LINE TV, transmitida desde Octubre de 2019 hasta Enero de 2020. Más que por sus escenas románticas o chistosas, esta serie me ha cautivado por su villano, conviertiéndose así en mi villano favorito de 2019/2020. Lhong es un personaje que a mi parecer, se robó la serie y dispénsenme pero no puedo llegar a odiarlo; más bien me entran ganas de protegerlo y acompañarlo hasta que aprenda a amar de manera correcta y no obsesionándose. Kaownah ha logrado darle al personaje un carisma y una versatilidad que pocos actores logran dar, eso sumado a la genial dirección han hecho que jamás sospechemos de este niño simpático, gracioso y quejicas. Lhong es una obra maestra. 

¿Qué más puedo decir? ¿Que soy una autora terrible por dejar obras inconclusas y comenzar una nueva? SI. Desde siempre he sido una persona muy empática, pero insegura, esto se manifiesta en las veces que intenté retomar la escritura pero me sentía incapaz de hacerlo, incapaz de ofrecer algo entretenido a los lectores. Como en anteriores ocasiones, no puedo decir que continuaré con este proyecto, (quizás sea solo un one-shot), pero si puedo decir que no podría, después de mucha investigación dejar de lado un buen final para este enamorado del amor: Lhong.

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