"El sueño de un Ángel"

By Maavalof

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Ella, está cansada de escuchar siempre los mismos comentarios y recomendaciones para conservar su salud físic... More

Introducción
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Dedicatoria y agradecimientos

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By Maavalof

Los rayos del sol iluminan cada rincón de la habitación de Maya, trayéndole alegría y unas inmensas ganas de vivir el día al máximo.

-¡Llegó el día, Mayita!... ¡Hoy te convertirás en la mujer de Santiago López Carmona! -exclama la bella joven, nerviosa y verdaderamente feliz-. ¡Ilumíname, Dios mío! -expresa con un profundo suspiro, mientras se abraza a la almohada con todas sus fuerzas.

A lo lejos se escucha el timbre, y Ricardo abre la puerta. Un apuesto mensajero trae seis arreglos florales para la señorita Mariela Valencia.

Este mensajero no es como todos los demás, tiene algo muy particular, un overol azul marino y una cachucha negra, provocando que Cecy y Ricky rían a carcajadas.

Instantes después la Morena sube corriendo a la recámara de su hermana, pues el mensajero tiene instrucciones precisas de entregar personalmente a la escritora el último arreglo de rosas.

-Maya, ¡levántate ya! -exclama Cecilia, entrando a la habitación con un arreglo.
-¿Y esas flores? -pregunta Mariela.
-Te las manda Santiago, pero las trajo un mensajero muy extraño -contesta Cecy, y Ricardo entra con otros dos arreglos enormes.
-¿Por qué dices eso? -pregunta Mayita, mientras sus hermanos colocan las flores frente a su cama.
-Porque insiste en entregarte en las manos el último arreglo... ¡Dice que es tu fan y quiere tu autógrafo! -explica Ricardo a carcajadas.
-¿Qué autógrafo? ¡Está loco! No voy a darle nada... Dale dinero, Cecilia. Dile que se vaya -indica la escritora mientras su hermano trae otros dos arreglos.
-Ya le dije pero está necio en que no se irá sin verte... Así que será mejor que te ayude a cambiarte -dice la Morena, buscando algo de ropa para su hermana.

Rápidamente, Maya se quita la pijama y se viste con unos sencillos y cómodos pans, además de peinarse y sentarse en su silla de ruedas.

Lista la escritora para recibir a su extraño admirador, la Morena lo hace pasar a la recámara.

El raro y misterioso mensajero entra con un bello arreglo de rosas rojas, el más grande y espectacular. El rostro del joven está cubierto por las hermosas rosas, dejando a Maya más intrigada.

-¡Bye, mensajero raro! -exclama Cecy, saliendo de la recámara.
-¡Ey! ¿Adónde vas? -grita Maya, ante aquel muchacho-. ¿Y tú quién eres? ¿Por qué insistes en verme? -pregunta un poco molesta e intrigada.
-¡Porque te amo y quiero darte un beso! -exclama él, al descubrirse lentamente el rostro.

Entonces Maya descubre que ese mensajero raro y misterioso es nada más y nada menos que Santiago López Carmona.

-¡Eres un menso! -exclama la escritora a carcajadas.
-¡Felices seis meses, mi cielo! -dice Santiago, al dejar el arreglo junto a los demás.
-¡Igualmente, mi amor! -responde ella con un beso en los labios.
-Tonto, ¿por qué me engañas así?... Yo ya me había emocionado porque tenía un fan -bromea Maya.
-Quería darte una sorpresa -dice Santiago, al agacharse frente a ella.
-¿Y de verdad eres mi fan? -pregunta ella, tomando su mano.
-¡El número uno! -asegura él.
-¡Ay, ajá! -exclama Maya, que no le cree.
-Además de tu mensajero particular -añade él sonriendo.
-Pues si es usted mi mensajero, ayúdeme a buscar entre las rosas mi tarjeta -indica la joven.
-¿Qué tarjeta? -pregunta Santiago desconcertado.
-La tarjeta con la nota de la persona que manda las flores -responde Mariela.
-Ah... lo siento, señorita, pero esta en ocasión no hay tarjeta -responde él.
-¿Y eso por qué? -pregunta Maya.
-Porque el señor que me mandó me encargó que le diera personalmente su mensaje -explica Santiago, besando su mano.
-Y ¿cuál es ese mensaje? -exclama con curiosidad ella.
-El mensaje es... que te amo muchísimo, muchísimo, muchísimo y que estos seis meses han sido lo mejor que me ha pasado en la vida -expresa Santiago, viéndola a los ojos.
-¡Yo también te amo, Santiago! Conocerte ha sido una bendición. ¡Eres lo más importante que tengo, lo mejor, lo único! -contesta Maya, con lágrimas de alegría.
-¡Y tú eres mi princesa hermosa! -dice él, besando sus labios.
-Yo también tengo algo que decirte -comenta ella algo nerviosa.
-¿Qué cosa? -pregunta él.
-En la noche lo sabrás... -responde ella feliz.
-Bueno pues, siendo así, mi misión como mensajero ya acabó y merezco mi propina -comenta él.
-Lo siento pero cada vez que mi novio me manda flores, él le da su propina al mensajero -exclama Maya, y ríen los dos.
-Pues yo también lo siento pero el señor que me mandó me dijo claramente que usted me daría mi propina -repite Santiago.
-¿Y cuánto quiere de propina, mensajero raro? -pregunta la escritora.
-Quiero mil millones de besos -dice él serio.
-¡Aaahh!... Siendo una propina de besos, ¡se la doy con mucho gusto! -exclama Mariela, al besar a su novio apasionadamente.

Caricias y arrumacos se hacen presentes en aquellas cuatro paredes.
Los novios se encuentran felices de festejar un mes más juntos.

-¿Bajamos a desayunar? -propone Santiago, después de unos minutos.

Enseguida, la pareja baja y se reúne en el jardín con el resto de la familia para desayunar en compañía de los árboles y la naturaleza.

Antes de sentarse a la mesa, el doctor pasa un momento al baño para quitarse el disfraz de mensajero y ponerse ropa cómoda y apropiada.

-Santiago, tengo algo que decirte -dice la escritora mientras desayunan.
-¿Qué pasó, amor? -pregunta Santiago tranquilamente.
-Lo que pasa es que me gusta otro hombre -confiesa ante su familia Mariela.
-¿Qué? -exclaman todos sorprendidos.
-¿Qué dijiste? -pregunta el doctor, sin poder creerlo.
-Que me gusta otro hombre... ¡y lo besé! -repite ella firmemente.
-¡Oh! ¡Eso duele! -exclama Ricardo.
-Ricardo, ahórrate ese tipo de comentarios -ordena Sara de inmediato.
-Creo que Maya y Santiago tienen que hablar a solas -comenta Jorge algo incómodo con la situación.
-No hace falta. Lo que tengo que decirle a Santiago puedo hacerlo ante ustedes, por eso son mi familia -asegura Mariela, y su novio voltea a verla.
-Es que no puedes estar hablando en serio, Mariela -protesta Santiago muy desconcertado.
-Maya, ¿es neta? -pregunta Cecilia impactada.
-Es en serio y Santiago tiene la culpa -afirma la joven.
-¿De qué hablas? -pregunta Santiago molesto.
-Tú tienes la culpa por mandarme flores con un mensajero así... Oye, ¡el tipo estaba hermoso! Raro pero hermoso al fin, y obviamente yo no soy de palo. Él me habló bonito, me sedujo y yo caí redondita en sus brazos y lo besé, como te beso a ti -explica Mariela y todos sueltan una carcajada-. Fue un desliz... ¿Me perdonas? -añade ella, mientras lo abraza y lo besa.
-¡Hasta pálido te pusiste, cuñadito! -comenta Cecilia riendo.
-¡Qué chistosa amaneciste hoy, mi cielo! -exclama Santiago, después de un gran susto.
-Santi, cuida tus cuadernos porque un mensajero te los anda rayoneando -dice Jorge y ríen todos.
-¡Amo al mensajero raro! -expresa Mariela muerta de risa.
-Ojalá algún día alguien me mande flores con un mensajero así -les dice Cecy, volteando a ver a su esposo.
-No creo, cuñis. Ese mensajero trabaja sólo para mí -contesta enseguida Santiago.
-Y para mí, por supuesto -añade Maya suspirando.
-No, para ti no -dice Santiago.
-Claro que sí, él me lo dijo. Además, ¡es mi fan! -presume la escritora, sonriendo.
-¿Le diste el autógrafo? -pregunta Ricky.
-Le di algo mejor que eso -responde ella.
-Claro... ¡el beso! -agrega Cecy, y ambas se carcajean.
-Bueno, bueno. Después de tu broma de mal gusto, amor, ve a cambiarte para irnos -indica el doctor a su novia.
-¿Irnos? ¿Adónde?... Santiago, habíamos quedado en salir en la noche. ¿Por qué cambias mis planes? -cuestiona molesta ella.
-No te cambio nada, amor. En la noche salimos y te llevo a donde quieras pero ahorita hazme caso y apúrate -exclama él, mientras Cecy recoge la mesa.
-¿Y adónde vamos? -pregunta ella.
-Mi vida, es sorpresa. No preguntes -le dice él.
-Dime para saber qué ropa ponerme, menso -insiste Mariela.
-Ponte unos jeans, una blusa y tenis cómodos -sugiere Santiago con prisa.
-Vamos, hija. Te ayudo -exclama Sara amablemente.
-¡Apúrate! ¡Te llevaré con el mensajero raro! -bromea el doctor, entrando a la casa.

Con mucha curiosidad por saber cuál es la sorpresa de su pareja, Mayita se cambia de ropa y se pone bella con ayuda de su madre.

-Ya estoy lista -dice al bajar a la sala Maya.
-Perfecto... Suegra, no venimos a comer -anuncia Santiago camino a la puerta.
-Ok, hijo. Cuídense -dice Sara, al verlos salir.

A las once la pareja sale de casa con rumbo a una gran sorpresa que Santiago ha preparado desde hace varias semanas para dar gusto y consentir a su novia.

En el trayecto, la joven se percata de que por esa zona de la ciudad viven Paloma y los niños, lo cual le parece algo extraño.

-¿Qué hacemos aquí? -pregunta Maya, al llegar a casa de su cuñada.
-Permíteme un segundo -exclama Santiago, bajando del auto.

Toca el timbre de la casa y segundos después le abren.

La escritora desde el auto observa a su cuñada hablar unos minutos con Santiago, luego salen de la casa Carlos y Marco.

Mariela no entiende nada de lo que está pasando. Los niños corren hacia el auto y se suben, mientras Santiago se despide de Paloma.

-¡Hola, tía! -saluda Marco.
-¡Hola, mi amor! -responde Maya, y le da un beso.
-¿Tú sabes adónde vamos? -pregunta Carlos.
-No tengo idea, mi cielo -asegura ella.
-Con cuidado, Santiago, por favor -le dice Paloma desde la puerta de su casa.
-Confía en mí. ¡No te preocupes! -contesta Santiago y sube al coche.

Sin dar explicaciones a ninguno de los tres, el doctor Carmona arranca el auto y se dirigen al aeropuerto lo más rápido posible.

-¿Qué hacemos en el aeropuerto? -pregunta Carlos que no entiende nada de nada.
-Vamos a visitar un lugar especial, que ustedes tres quieren mucho... y supongo que también yo empiezo a quererlo -dice Santiago, mientras baja a Maya del auto.
-Pero no entiendo, ¿vamos a viajar? -exclama Marco muy confundido.
-Sí, será un viaje exprés -confirma el doctor, mientras se dirigen al interior del lugar.
-Santiago, ¡basta! Explícame qué es todo esto porque no entiendo nada y no me está gustando -exclama seria la escritora, al detener su silla de ruedas.
-Es una sorpresa, mi amor. ¡Confía en mí! -le dice Santiago, mirándola a los ojos.
-Pero, ¿por qué un viaje? ¿Adónde? ¿Por qué con los niños? -cuestiona ella.
-¡Confía en mí!... ¡Lo único que quiero es hacerte feliz! -repite él, y besa sus labios con ternura.

La joven decide confiar en su pareja y continúan su camino. Los niños están muy emocionados, pues aunque no sepan adónde los lleva su tío, les agrada la idea de viajar con él.

-Tío, ya dinos adónde vamos -insiste con curiosidad Marco, en la sala de espera.
-Al que adivine a donde vamos le daré un premio -les dice a los tres Santiago.
-Vamos a... ¿la playa? -exclama de pronto Carlos.
-No, a la playa, no -aclara Santiago, y su novia sonríe.
-¡Ya sé!... ¡Vamos al infinito y más allá! -asegura Marco espontáneamente y todos ríen.
-Podría decirse que vamos a algo parecido al infinito y más allá -comenta enseguida el doctor.

Al escuchar esto en el rostro de Maya se dibuja una leve sonrisa, pues al parecer ella tiene ya una ligera idea de cuál puede ser el destino del viaje.

Poco después del mediodía, abordan el vuelo con dirección al puerto de Veracruz, confirmando con esto las sospechas de la escritora.

Durante el viaje, los niños platican muy a gusto con Santiago, mientras que Maya observa a través de su ventanilla el paisaje y lo pequeña que se ve la ciudad desde las nubes.

-¿Vas bien, amor? -pregunta cariñosamente Santiago.
-Sí -exclama Maya con una sonrisa.
-¿Vamos a Veracruz? -pregunta con emoción Marco, al ver de lejos las inmensas olas del mar.
-¡Adivinaste! -indica el doctor, mientras su novia se acurruca en sus brazos.

Instantes después, el avión toca tierra en el aeropuerto de Veracruz. El calor y el clima marino comienza a sentirse. Los rayos del sol se hacen cada vez más intensos, y el bochorno empieza a hacer de las suyas.

Enseguida, la pareja y sus sobrinos toman un taxi de sitio que los llevará directo y sin escalas al lugar especial del que les habló Santiago en el D.F.

-Te amo, mi vida -susurra Santiago al oído de Mariela, en el taxi.
-Yo también te amo, mi cielo, y hoy más que nunca sé que eres el hombre con el que quiero pasar el resto de mi vida -responde Maya en voz baja, mientras los niños van atentos a los lugares por los que pasan.
-¿Ya sabes adónde vamos? -pregunta él, acariciando su mejilla.
-Ya, y no sabes cuánto te lo agradezco -expresa ella sonriendo y tomando su mano.
-Esto es una sorpresa que quería darte hace tres meses pero me fue imposible por el problema que tuve en la clínica, luego se fueron presentando otras cosas y no pude hacerlo hasta hoy... Sin embargo, espero que Marco y tú disfruten este día -comenta él, y la abraza fuertemente.
-Lo disfrutaremos, mi vida. ¡Como ningún otro! -afirma Maya y le da un rico beso.

El taxi sigue su camino, y poco a poco Marco y su hermano empiezan a ubicar el sitio a donde van.

-Oigan, por aquí es el panteón, ¿no? -dice repentinamente Marco.
-Así es, corazón -confirma su tía.
-¡Tía, vas a cumplir tu promesa! -expresa feliz el niño.

Finalmente, llegan hasta la entrada del cementerio, donde el taxista los deja y les desea buena suerte.

Entran al lugar y con precaución se dirigen a donde se encuentra la sepultura de Marco Antonio.

Al llegar, los niños y Maya se sorprenden muchísimo de encontrarse con una tumba hermosa, repleta de flores frescas de todos colores, provocándoles un sentimiento muy especial.

-¡Wow! ¡Estas flores están padrísimas! -exclama Carlos, al ver la sepultura de su padre más linda que nunca.
-Sí, nunca había visto la tumba de mi papá tan bonita -dice Marco muy contento.
-Obviamente, nunca la habían visto así porque nunca habían venido cuando yo la he adornado -comenta de pronto Viviana, acercándose a ellos con una gran sonrisa.
-¡Amiga fiel! -exclama Maya, al ver a Vivi.

Con un fuerte abrazo se saludan las amigas, mientras Santiago las contempla en silencio.

-¡Tía Vivi, quedó súper! -exclama Marco, al abrazarla.
-Gracias, mi amor. Me alegra de que les haya gustado -responde Vivi con cariño.
-¡Eres genial, amiga! -dice la escritora con los ojos llenos de lágrimas.

Un profundo silencio invade aquel momento. Maya se acerca a la tumba donde su hermano mayor descansa en paz desde hace once años.

-Hermanito, estoy aquí otra vez contigo y aunque sé perfecto que no necesito venir hasta acá para sentirte cerca, hoy me hace muy feliz venir a visitarte... Como podrás darte cuenta vine con tus enanos, estos dos niños que han llenado de luz mi vida desde que tú te fuiste. Ya están enormes y cada día que pasa se parecen más a ti -comienza Mariela a platicarle a su hermano mentalmente, mientras una lágrima recorre su mejilla-. También, podrás ver que es Santiago quien ha hecho posible que estemos aquí... ese hombre maravilloso que cambió mi mundo de la noche a la mañana. No sabes lo que daría porque estuvieras con nosotros y vieras lo feliz que soy a su lado, aunque, claro, estoy segura de que en donde quiera que estés eres testigo de mi alegría y compartes este amor tan grande que me une a él. No dudo de que te hubiera encantado conocerlo, ¡hasta me los imagino a los dos juntos haciendo de las suyas!...
Continúa:
-Ay, hermanito, tú mejor que nadie sabes que Santiago es mi vida entera, mis ganas de vivir, ¡mi razón de ser! Ya sé que tú no expresabas mucho eso del amor, pero estoy segura de que me entiendes y que desde algún lugar y de una u otra manera tuviste que ver en que Santiago llegara a mi vida...
Y se despide:
-Te amo, hermanito, ¡te amo y te voy a amar por siempre! -suspira la escritora, y su pareja le brinda un cálido abrazo.
-Amigo mío, sabes que te adoro y aunque no vengo muy seguido a visitarte te tengo presente todo el tiempo... Hoy estoy aquí con Maya, tal y como solíamos hacerlo hace años, y como en esos días quiero pedirte que nos cuides en todo momento. ¡Ayúdanos a seguir triunfando en lo que más nos gusta, a ella como escritora, y a mí como maestra!... Pero principalmente haz que siempre estemos juntas y que nuestra amistad sea más fuerte que todo -sonríe y expresa en silencio Vivi, mientras contempla la sepultura de su gran amigo.
-Marco, yo no tuve la fortuna de conocerte en vida, pero por lo que Maya me ha contado de ti sé que fuiste un excelente hombre... Desde donde estés te habrás dado cuenta ya de que mi amor por tu hermana es lo más sincero y puro que me ha pasado, y que lo único que deseo es hacerla feliz... Por eso, hoy frente a tu tumba, te juro que dedicaré mis días a cuidarla, amarla, respetarla y hacer hasta lo imposible porque nunca deje de brillar la sonrisa en su rostro... ¡Te quiero! -promete el doctor Carmona, con un profundo y sincero sentimiento.

Con una oración tomados de las manos, se despiden del lugar donde descansa Marco Antonio y se dirigen a la salida.

-Voy por la camioneta, ¿me esperan aquí? -dice Vivi, en la entrada del cementerio.
-¿Está muy lejos? -pregunta Santiago.
-En la siguiente calle -señala Viviana.
-Pues ya vamos contigo, ¿no? -sugiere Santiago.

Platicando, llegan rápidamente a la camioneta de Vivi.

Santiago sube a su pareja en la parte delantera de vehículo, y recoge la silla de ruedas para meterla en la cajuela.

-Bueno, ¿y adónde vamos? -pregunta de repente Maya.
-Obviamente, a comer a mi casa -le dice Vivi, al conducir.
-Sí, ¿están Fer y Emy? -pregunta entusiasmado Marco.
-Claro que sí, mi amor -contesta Vivi, mientras Santiago y Maya intercambian miradas a través del retrovisor.

En el camino, las amigas platican felices de estar juntas una vez más.

Al llegar a casa, los recibe Abigail, la hermana menor de Vivi, con inmensa alegría.

-Mayita, ¡qué gusto verte! -exclama Abigail, y corre a abrazar a Maya.
-Amiga, igualmente -expresa la escritora muy feliz.
-¡Hola, tía! -saludan Emy y Fer.
-¡Hola, mis amores! No tienen idea de cómo los he extrañado -dice Mariela, al abrazarlos fuertemente.
-Y nosotros a ti, tía -añade Emily sonriendo.
-Abi, ¿qué pasó? ¿Todo bien? -pregunta Vivi, entrando a la cocina.
-Sí, hermana, ya todo está listo -responde Abi.
-Perfecto... Niños, a lavarse las manos -indica Viviana.
-No, yo no quiero comer... ¡Vamos a jugar a mi cuarto! -responde enseguida Fernando y entra a su recámara.
-¡Fernando, haz caso! Ahorita no van a jugar, vamos a comer porque tu tía se regresa en un rato al D.F. -explica Viviana, al ir tras ellos.
-Es verdad, mi tío dijo que era un viaje exprés -recuerda Marco.
-Pero ¿por qué? Yo también quiero jugar -exclama Emy enojada, mientras Maya escucha todo desde la sala.
-Yo sé que quieren jugar, amor, pero lo harán otro día que haya más tiempo... Ahorita hagan caso y lávense las manos -les dice Viviana con cariño.

Los niños, finalmente, obedecen a Vivi y entran a asearse, mientras el doctor y su novia conversan en la sala.

-¡Lo tenías todo perfectamente planeado, Santiago López! -dice sorprendida Maya.
-¡Así es, Mariela Valencia! -afirma Santiago, y besa sus labios.
-Gracias por todo, mi vida. ¡Estoy feliz! -exclama ella con alegría.
-Lo sé, pero no hice todo yo solo. Vivi y Paloma fueron mis cómplices -reconoce él, mientras la abraza.
-¿Ves por qué las adoro? ¡Son lo máximo! -expresa sonriendo Maya.
-Me encanta verte sonreír -dice Santiago, acariciando su rostro.
-Y a mí me encanta que hagas hasta lo imposible por hacerme sonreír -agrega ella, y besa su boca lentamente.
-¡Oigan, dejen de derramar miel y vengan a comer! -les grita Viviana, terminando de poner la mesa.

Todos ayudan a llevar la comida a la mesa, los cubiertos y demás.

Y disfrutan de una deliciosa comida al estilo Veracruz y de una divertida y simpática charla.

Abi y Vivi se esmeran en atender a sus invitados como ellos lo merecen.

-Tía, ¿puedo comerme otro pescadito? -pregunta tiernamente Marco.
-Claro que sí, mi amor -responde Viviana, al servirle otra mojarra.
-No, amiga, le va a hacer daño. Se acaba de comer una mojarra enorme -dice Maya, preocupada.
-Ay, déjalo, no todos los días come mojarras tan ricas y frescas como éstas -comenta Vivi.
-Carlos, come, por favor -exclama Maya, al ver el plato de su sobrino con más de la mitad de comida.
-Es que ya no quiero -contesta el niño.
-¿Cómo que no quieres? No llevas ni la mitad... ¡Come, por favor! -repite Mariela.
-¿No te gustó, mi vida? -pregunta Vivi.
-Sí, sí me gustó pero ya no quiero -asegura Carlos.
-¿Quieres otra cosa? -le dice Emy.
-No, gracias -responde él.
-Carlos, haz caso y come. La comida está rica, no es posible que ya no quieras -exclama Santiago serio.

Sin muchas ganas, Carlos obedece las órdenes de sus tíos y se come lo que le resta de comida. Y después comparten un refrescante helado de frutas como postre.

-Gracias, tía Vivi. Todo estuvo muy rico -exclama Carlos, al terminar de comer.
-De nada, mi niño. Qué bueno que les gustó todo -dice Viviana, recogiendo la mesa.
-¿Ya ves? Y tú no querías comer, menso -dice Marco, y ríen todos.
-¡Fer y Emy, a lavarse dientes! -ordena a sus hijos Viviana.
-Sí, mami -contestan los niños, y se van a sus recámaras.
-Ustedes también vayan a lavarse, mis amores -indica la escritora a sus sobrinos.
-Pero no traje cepillo -dice Carlos.
-Bueno, lávense las manos y la cara. Sobre todo tú, Marco, que ¡traes pescado hasta en las orejas! -dice Maya, y Carlo se burla de su hermano.
-Claro que no... Tía, dile a Carlo que me deje en paz -grita, molesto, el pequeño Marco.
-Carlos, deja a tu hermano, por favor, amor -indica Mariela desde la sala.

Mientras Vivi y Abi acomodan un poco la cocina, Santiago y Maya pasan a los sillones de la sala.

-¿Sabes? ¡Me encanta como te ves de mamá! -susurra Santiago al oído de su novia-. Siempre me ha gustado el amor y la paciencia con la que cuidas a tus sobrinos, y en ocasiones a Marijó -comenta el médico con una sonrisa.
-¿Sabes que eres la segunda persona que me dice eso? -observa ella.
-Ah, ¿sí? ¿Quién más te lo ha dicho? -pregunta él con curiosidad.
-Gerardo... y me lo dijo exactamente con la mismas palabras y la misma expresión que tú -le cuenta Maya tranquilamente.
-Y ese imbécil ¿por qué te dijo esas cosas? ¿Cuándo fue eso? -pregunta Santiago bastante molesto y celoso.
-Hace ocho días me vio con Marijó en la calle -explica ella.
-Claro, seguro que te lo dijo porque le encantaría que fueras una madre para sus hijos -dice él con cierta rabia.
-Mira, no sé por qué me lo dijo y sinceramente no me interesa... Y ya no quiero seguir hablando de él -asegura de inmediato ella.
-¡Fuiste tú la que lo mencionó! -señala Santiago seriamente.
-¡Fuiste tú el que me lo recordó! -aclara Mariela.
-Ahora resulta que yo tengo la culpa de decirte las mismas cosas que te dice ese estúpido -exclama indignado él.
-¿Acaso la tengo yo? -cuestiona la escritora, viendo a su pareja a los ojos.

Santiago se queda callado ante la pregunta de su novia.

-No arruinemos este día por una tontería -dice Maya, al intentar besarlo pero Santiago la rechaza.
-Es que no es ninguna tontería, Maya. Sabes que me purga que ese tipo se te acerque y te diga esas cosas -exclama Santiago muy enojado.
-Sí, pero no tienes por qué ponerte así y hacerme un pancho... ¡Mi amor, te amo! Y lo que me diga Gerardo es lo que menos me importa -dice ella, y le da un beso.
-No te importa ¡pero bien que lo recuerdas! -agrega él, tal como si fuese un niño berrinchudo.
-¡No seas berrinchudo, amor! -comenta Maya riéndose de él.
-¿Todo bien? -les dice Vivi, saliendo de la cocina.
-Perfectamente, amiga fiel -responde Mariela.
-Oye, ¿no quieres pasar al baño? -ofrece amablemente Viviana.
-Sí, por favor. ¡Me urge!... ¿Me acompañas? -contesta la escritora de inmediato.
-Por supuesto -le dice Vivi y la ayuda a ponerse de pie.

Las amigas entran al baño y después pasan a la recámara donde se sientan a platicar unos minutos.

Maya le cuenta sobre el hermoso, guapo y raro mensajero que le llevó flores esa mañana.

Viviana comparte con su amiga fiel algunas cosas que le han sucedido tanto en el trabajo como en lo personal.

-Oye, amiga, por lo que me cuentas veo que las cosas con Santi van muy bien -exclama Viviana.
-Mejor que nunca, amiga... Santiago es mi vida y lo amo como nunca me imaginé poder amar a alguien. Y estoy dispuesta a luchar por él hasta el final -afirma con una gran sonrisa Mayita.
-¿Luchar por él? ¿Por qué dices eso? -pregunta de pronto Abigail.
-No me hagan caso. Fue un decir -corrige Mariela.
-¿Segura? -dice Viviana con cierta duda.
-Sí, amiga -repite la escritora con alegría.
-Pues no sabes la alegría que me da verte tan feliz, Mayita. Tú te merecías algo así desde hace mucho -comenta Abi y sonríen las tres.
-Perdón que interrumpa su plática pero, amor, es tarde y tenemos que irnos -dice Santiago, al asomarse a la recámara.
-No, amor. ¡Otro ratito, please! -pide Maya.
-Princesa, ya van a dar las cuatro, el vuelo sale a las cuatro y media -explica cariñosamente el doctor.
-Pero yo no me quiero ir todavía -dice Maya chiqueonamente.
-Ya lo sé, mi vida, pero ni modo... Hubiera comprado los boletos para más tarde, ¿verdad? -comenta él.
-Sí, tontito -confirma Viviana riendo.
-Bueno, pensándolo bien, es mejor así porque tengo que hacer muchas cosas antes de las ocho de la noche, y en lo que llegamos seguro que me dan las seis... ¡Vámonos! -dice repentinamente la escritora.
-¿Qué cosas? -pregunta Santiago.
-Cosas de mujeres, mi cielo. ¡No seas chismoso! -responde ella con prisa.
-Pero, ¿por qué antes de las ocho? -le dice él con curiosidad.
-Porque a esa hora tengo una cita... ¡me iré con el mensajero raro! -bromea Maya, al salir de la casa.

Rápidamente, salen todos con dirección al aeropuerto. Vivi yAbigail se despiden con gran cariño de Mariela y sus sobrinos.

Santiago agradece a la amiga fiel de su novia todas sus atenciones y la ayuda que le brindó para sorprender de esta manera a Mayita.

A las cinco, Maya y compañía vuelven al D.F., donde el cielo está algo nublado y comienza a sentirse un poco de frío.

La pareja de novios se traslada a la casa de Paloma para dejar a Marco y Carlos, quienes están felices de haber visitado el lugar donde se encuentra descansando su papá.

-Tía, gracias por cumplir tu promesa... ¡Te amo! -expresa Marco, abrazando a Maya.
-Yo te amo más, mi niño. Pero creo que a quien tienen que agradecer todo esto es a su tío Santiago -les dice la escritora a sus sobrinos.
-Gracias, tío Santiago. ¡Fue genial! -exclaman los niños, y le dan un abrazo.
-De nada, campeones. ¡Los quiero! -responde Santiago sonriendo.
-Gracias por ayudar a Santiago, cuñis -dice Maya abrazando a Paloma.
-No fue nada. Además, los voy a ayudar siempre que pueda -promete Paloma.
-Bueno, nosotros nos vamos porque todavía tenemos cosas que hacer -dice Santiago al despedirse.
-Cuídense mucho y... ¡Felicidades! -se despide con una sonrisa Paloma.

Maya y su pareja se dirigen a casa de los Valencia, donde se despiden y se ponen de acuerdo para verse horas después.

-Nos vemos en la noche, mi amor. Paso por ti a las nueve -anuncia Santiago con cariño.
-¿Van a volver a salir? Oigan, vienen llegando -les dice Cecy.
-Vamos a cenar, cuñis -responde Santiago riéndose.
-¿No puedes venir a las ocho? -exclama Maya.
-¡Ustedes son pura calle! -dice la Morena.
-Santiago, ven a las ocho, amor, por favor -repite Mariela impacientemente.
-Y ¿vas a estar lista a esa hora? -pregunta Santiago.
-Sí, voy a estar lista -asegura ella.
-Ok. Te veo a las ocho. ¡Te amo! -concluye con un beso él, y se va.
-Cuéntame, ¿cómo les fue en Veracruz? -pregunta Cecy, entrando a la sala con su hermana.
-¿Tú lo sabías? -pregunta la escritora sorprendida.
-Claro que no. Me enteré hace rato que hablé con Paloma -explica enseguida Cecy.
-¡Fue hermoso! Santiago llenó la tumba de Marco con flores de mil colores. ¡Se veía increíble! -cuenta Maya feliz.
-Qué bueno, mi amor. ¿Tomaron fotos? -pregunta Sara sonriendo.
-Sí, las traigo en mi cel -contesta Maya.

La joven les muestra a su hermana y a su mamá las fotografías que tomó en la sepultura de Marco.

Sara María no puede evitar emocionarse y derramar unas lágrimas al ver lo hermosa que luce la tumba de su amado hijo.

-Santiago es un gran hombre, hijas -comenta Sara, secando los ojos.
-Así es, mamita -exclama Cecy, al abrazarla.
-Hoy ha sido un día genial, y lo que viene será aún mejor -comenta Maya suspirando.
-Y ¿qué es lo que viene, hermanita? -pregunta curiosamente Cecy.
-¡Obviamente, una cena con el amor de mi vida, mensa! -dice la escritora y ríen las tres.
-¿Me ayudas a arreglarme? -le pide Maya a su hermana.
-¿Tengo otra opción? -responde la Morena.
-No, la verdad no -dice Mariela con una carcajada.

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