Mago Universal: Encrucijada t...

Oleh RonaldoMedinaB

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Un mal antiguo amenaza con destruir el tiempo y la realidad misma. Mago y Madame Universal son los únicos que... Lebih Banyak

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Mago Universal: Encrucijada temporal
Galería de arte
Contexto
1. Cripto, el Vampiro Destripador
2. Las Hermanas Slytherin (Parte I)
2. Las Hermanas Slytherin (Parte II)
3. Lobizona (Parte I)
3. Lobizona (Parte II)
4. Xarkaxamum
5. Gigantes de Niflheim (Parte II)
6. Los llaneros magníficos (Parte I)
6. Los llaneros magníficos (Parte II)
7. Universales de presa
8. Fuera de tiempo
9. Guerra Gorqok
10. Dicotomía Universal
11. Yersinia Sinistra Pestilenza

5. Gigantes de Niflheim (Parte I)

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Oleh RonaldoMedinaB


Tierras del Norte, 980.

Bajo la melodía de cuernos de cabra, tambores de piel de reno, arpas y liras, vasos chocaron entre sí con cantos jocosos. El festín en el salón era grande. Los vikingos se hallaban reunidos a lo largo de una mesa abarrotada de comida. El golpe de los recipientes provocaba que la bebida de miel fermentada cayera sobre sus atuendos de cuero y abrigos de lana.

De pronto, la puerta al salón se abrió abruptamente, de manera que las frías corrientes del exterior se colaron en el recinto y algunas de las antorchas fueron apagadas.

—¡Gigantes! —alertó un hombre, agitado por completo—. Están atacando el pueblo, vienen de las montañas, ¡el Ragnarök ha llegado! Odín nos ampare.

—Pero qué cosas más extrañas habla este hombre —burló otro. Su barriga cervecera era tan grande que chocaba contra la barra en la que estaba sentado—. El único gigante aquí es el gran Erik el Rojo, y su flota de drakkars ya zarpó de Vinhala.

Y antes de que su mano regresara a la jarra de cerveza, un golpe repentino estremeció todo el lugar. La música dejó de sonar. Ahora la feroz entrada de una bola de fuego púrpura era el centro de atención de los escandinavos.

—Ya están aquí —susurró con terror—. ¡Sálvese quien pueda!

La primera había sido tan solo un aviso. Más bolas ígneas irrumpieron el bar, con tal ferocidad que no tardó en incendiarse. Entre gritos huyeron de allí con el deseo de salvarse del mal desconocido, pero la única verdad era que no había escapatoria. La horda de gigantes ya había descendido al poblado y abrasaba las casas con su fuego consumidor. El incendio provocado era de tal magnitud que ni las gruesas capas de hielo y nieve pudieron extinguirlo.

Cuando una feroz bola de fuego vino al mismo hombre que dio el aviso, se arrodilló.

—Odín, padre de todo, ten piedad de mi vida —murmuró—, y que si he de morir, renazca en los dorados salón del Valhalla.

Ante la inminente cercanía del ataque, cerró los ojos. Sorpresa fue para él no sentir el fuego consumirlo, sino, en cambio, haber escuchado el eco de un estallido. Al abrirlos de nuevo, percibió entre el humo una figura abstracta, cubierta por una capa naranjada con piel de animal alrededor bajo su corset vikingo; llevaba entre manos una rama alargada, partida en dos en lo más alto.

—Fuera de aquí —demandó una severa voz femenina.

El hombre asintió y corrió lejos de allí, agradecido con los dioses por haber escuchado sus plegarias. La encapuchada, mientras tanto, le hizo frente a otras dos gigantescas bolas de fuego que le llovieron. La primera la golpeó con su bastón, luego le dio un giro y terminó por contrarrestar la segunda; después, clavó su cetro entre la nieve, y una barrera naranjada se alzó frente a ella.

—¡Vamos, vamos! Salgan de aquí —dijo para quienes aún corrían por la calle empedrada.

La espesa niebla provocada por el incendio púrpura fue atravesada por una criatura alada. Era un cuervo. Pasó por la barrera sin problema, luego aterrizó en el brazo de la mujer.

Hugmun —llamó. El ave poseía un único ojo—. Muéstrame.

En la pupila del cuervo resplandeció una U en naranja. Los ojos de la mujer también brillaron por un instante, y rápidas imágenes invadieron su mente.

—Vinhala está perdida... —reconoció con atisbos de terror—. No hay salvación para la ciudad.

Resignada ante el inminente paso de los gigantes, la hechicera los vio terminar de destruir el pueblo con su desbastador fuego oscuro. Las edificaciones también eran objetivo de sus cuernos torcidos y de sus feroces garras. La barrera, además, comenzaba a debilitarse. 

—¡Magnífico! —celebró Victoria—. ¡Otra!

—¿Otra? —cuestionó James—. Victoria, llevamos cuatro películas seguidas. Mis ojos necesitan descansar.

Darling, eso es muy descortés de su parte. Esto de las películas y el cine en casa es una maravilla que no hay en mi tiempo. Entienda mi posición, en cuanto nuestra misión termine y regrese a mil ochocientos ochenta y ocho, estaré privada de este privilegio, usted, en cambio, podrá ver tantas le plazca.

—Sí, bueno... ahora creo que no fue buena idea adelantarte a tu tiempo.

—¡Sir James! —reprochó.

De pronto un temblor los sacudió. No había sido demasiado contundente para derribarlos, pero sí lo suficientemente fuerte para hacerlos tambalear.

—Sistemas de defensa operativos —retumbó la voz de Monje Universal—. Nuestros escudos disminuyeron el impacto de un nuevo terratiempo.

—Quién lo diría, salvado por una anomalía —susurró James.

—¿Terratiempo? —inquirió Madame.

—¿Ingenioso, no crees? —respondió Mago—. Es mucho más corto y práctico que decir temblor temporal.

—Ojo Universal, ¿cuál fue el epicentro de este... terratiempo?

—Mi poder detecta dos desplazamientos desde la Dimensión Oscura a Escandinavia, año novecientos ochenta. La historia presenta cambios trascendentales debido a estos hechos.

—Reporta los cambios —pidió James.

—Según los nuevos registros históricos, Erik el Rojo adquirió gran poder y el temor de los pueblos cuando un huevo de dragón oscuro cayó en su poder. Luego de que el dragón nació, con él conquistó América antes de que los ingleses llegaran a las trece colonias. —Mientras hablaba, proyecciones mágicas de la nueva línea temporal iban evidenciando sus palabras—. Luego expandió su dominio por el resto del continente, terminando por descubrir América.

»Mientras tanto, desde las tierras nórdicas, una horda de gigantes oscuros arrasaron con gran parte de los pueblos de los que tiempo después se derivaron países como Alemania, Rusia, entre otros, y, por tanto, en esta nueva línea temporal, no existen.

»Tras la muerte de Erik el Rojo, su hijo, Leif Erikson, heredó el dragón de su padre y terminó de expandir la conquista vikinga hacia Islandia y Groenlandia y una parte de Europa. Es así como la antigua América pasó a conocerse como Nuevo Asgard, continente que vio nacer grandes héroes como Vikingo Universal; Drakkar, el Renegado; y el Gigante Legendario, quienes, tiempo después, conformaron el Escuadrón de Vikingos en el año dos mil dieciocho, y, junto a otros héroes de Europa, detuvieron una invasión alienígena...

O.K., suficiente. Esto definitivamente está mal —sentenció Mago—. Tenemos que encontrar ese huevo de dragón a toda costa.

—Y detener a esos gigantes —recordó Victoria—. Qué curioso. Es la primera vez que salta una alerta doble en el mismo lugar y en el mismo tiempo. Supongo que si queremos evitar estas dos catástrofes, lo mejor será dividirnos una vez lleguemos a Escandinavia, sir James.

—Tienes toda la razón, Victoria. Considerando los hechos, que el huevo haya caído en manos de Erik el Rojo afecta más mi futuro que el tuyo, yo iré por el huevo. Debo recuperarlo, cueste lo que cueste —manifestó con firmeza—. Pero no estoy completamente seguro de que tengas que ir tú sola por esos gigantes oscuros.

Darling, sabe muy bien que puedo encargarme de los gigantes. No necesito de su protección.

—Sé muy bien qué tipo de mujer eres, Victoria —se defendió—. Tú podrías con ellos, pero no me refiero a eso. Es demasiado peligroso incluso para una Universal. No se trata de criaturas cualesquiera.

—Correcto, honey. Para un Universal, pero si agrego uno más a la ecuación, juntos, podemos evitar que arrasen tantos pueblos como sea posible.

—La Universal de la época...

Right —afirmó Madame—. No tenemos opción. Si queremos vencer... hay que bajar el escudo que nos protege del radar de los Universales.

Mago dudó por unos segundos, pero accedió con un asentimiento. No era ese Universal quien tanto evitaba volver a ver. No era a ella a quien no estaba preparado. Luego de la misión podrían volver a alzar el escudo y mantenerse protegidos.

Un resplandor ligero los llevó por el casco antiguo del templo; mientras caminaban por él sus trajes de hechiceros fueron revelados. Se detuvieron frente a la estatua de una mujer que levantaba un cetro; tras ella, un cuadro la mostraba como toda una feroz vikinga rubia, acompañada por un cuervo.

—Aquí está, Seidkona Universal. —James hizo una mueca—. Buena suerte con ella, Madame. Según tengo entendido, era tan bárbara y temperamental como los vikingos de los que descendía.

—Puedo con ella —repuso—. Ojo Universal, traza curso a Escandinavia de novecientos ochenta.

—Curso fijado —retumbó en respuesta—. Salto temporal en cinco... cuatro... tres...

—Aquí vamos de nuevo... —susurró James.

Ambos se sujetaron de lo primero que vieron.

—Dos... uno...

El Templo viajó a través del Limbo Temporal a toda potencia. Los Universales sintieron la aceleración mover fugazmente cada partícula de su cuerpo y un zumbido interminable en los oídos.

—Viaje exitoso —anunció el Ojo.

Madame palideció de pronto e hizo un gesto asqueado. Desapareció al instante. Segundos después regresó a la sala con la respiración agitada.

Hvor dro du? —inquirió Mago.

Lo único que obtuvo fue una mirada confusa de Victoria.

—Recuérdame preparar un brebaje que nos salve de estos efectos secundarios, porque, darling, no hablo noruego y tampoco de agrada la idea de vomitar.

Primær gjenoppretting —murmuró James—. Eso está mejor —dijo con alivio—. Andando.

Apenas visible entre los altos pinos del bosque, el Templo Universal desapareció por demanda del hechizo de camuflaje. Victoria y James atravesaron los gélidos espesores, cubiertos por abrigadas capas de lana. La de Madame era tan blanca como las capas de nieve en los árboles, sujetada por broches y correas, bajo ella llevaba un vestido rojo vibrante, con un cinturón equipado con espada. El abrigo de Mago era negro y cubría su traje azul oscuro, provisto con un hacha. El cabello de ambos se veía trenzado y un tanto desajustado; James, además, llevaba largas trenzas en su cabello castaño que, junto a su barba poblada, le daban un poderoso aire de barbaridad.

O.K., creo que esto es un poco ridículo —comentó Madame—. Muy rudo para mi estilo.

James rio por lo bajo.

—Creo que te ves fabulosa.

De repente, antes de que ella pudiera responder, un brillo naranjado los teletransportó, llevándoselos lejos del poblado al que se acercaban. Se encontraron en un salón de madera, repleto de antorchas y sentados en una mesa llena de comida, bebida y hojas de pino. Sin duda era un festín.

—Seré breve y directa. —Seidkona Universal dejó el cuerno de su cerveza sobre la mesa—. Los traje a mi stavkirke porque Hugmun me mostró que vendrían. —Sus ojos azules eran amenazantes—. Así que más les vale explicar de una buena vez por qué dos Universales de diferentes épocas hacia el futuro han venido a mi tiempo. ¿Son conscientes de lo que su intrusión a este momento podría provocar? Todo por lo que los Hechiceros Universales hemos trabajado durante siglos podría ser destruido por ustedes.

—Sí, definitivamente es tal como dicen, darling —confirmó Madame.

—Primero, Seidkona, has de saber que nosotros te permitimos enterarte de nuestra venida —aclaró Mago—. Segundo, estamos aquí para ayudarte con tu problema con los gigantes. —La nórdica levantó una ceja—. Así es, estamos enterados.

—No necesito su ayuda. Yo sola puedo encargarme de ellos.

—Sí, porque de seguro te está yendo muy bien hasta el momento... Vinhala, Bifrostland, Ymirad y pronto Midgard —dijo Victoria.

—Muy bien, suficiente, entendí tu punto, los Gigantes de Niflheim están siendo un verdadero problema —frenó Seidkona—. Pero eso no es suficiente para justificar su presencia aquí.

Darling, los gigantes son nuestra justificación —respondió Madame—. No deben estar en esta época. Su aparición aquí ha alterado el futuro, países de suma importancia para el transcurso de la historia han desaparecido de la existencia. Si los gigantes consiguen llegar a Midgard, Gamla Stan nunca existirá, y por ende, no habrá un Estocolmo, ni Suecia, ni muchos países más.

—Y no solo eso —siguió Mago—. El huevo de dragón, ¿dónde está?

—El huevo llegó aquí al mismo tiempo en que se abrió la brecha desde Niflheim, la Dimensión Oscura —relató Seidkona—. Comparado con el problema de plaga, consideré al huevo como el menor de mis problemas. De seguro la criatura morirá por falta de calor o ha caído en manos lo suficientemente estúpidas para criarlo. Ustedes entenderán que hasta un Universal considera las prioridades, debía levantar defensas en los demás pueblos.

—Es un gran problema si tenemos en cuenta las manos en las que cayó... Erik el Rojo —enfatizó Mago mientras comenzaba a tomar del cuerno de cerveza—. Lo usó para conquistar América y una parte de Europa. Por él ahora hay un vikingo con escudo y espada en lugar de un Cristo Redentor en Río de Janeiro o una Estatua de la Libertad en Nueva York, o peor aún, el monumento en honor al Escuadrón de Héroes en Capital City ahora está lleno de vikingos. Y eso, me niego a permitirlo.

—¡Ese maldito! —Seidkona golpeó la mesa, haciendo brincar los platos—. Supe que estuvo en Vinhala antes de que llegaran los gigantes. Supongo que desde ahí se robó el huevo en uno de los famosos strandhogg de sus hombres.

—Y si queremos evitar tales cosas, my dear, lo mejor será trabajar en equipo, gústele or not. —Madame llevó un par de uvas a su boca con una pícara sonrisa esbozada.

—De acuerdo —accedió Seidkona a regañadientes—. Solo porque la situación lo requiere. Pero en cuanto ambos problemas sean solucionados, deberán salir de aquí por el mismo lugar donde llegaron. ¿Entendido, princesita? —dijo, cortante.

Madame es más apropiado —refutó, serena—. Y considérelo trato hecho.

—Hugmun —llamó. El cuervo atravesó el espacio con un graznido y descendió en su antebrazo. Los Universales, sorprendidos, lo vieron mover su único ojo de una forma demasiado confusa—. Muéstrame a Erik el Rojo.

El ojo resplandeció en naranja, y sobre la mesa proyectó la visión. En ella, el barco del fornido hombre de cabellos rojos había arribado en un puerto nórdico. Sus hombres cargaban provisiones a su flota de drakkars, barcos de guerra vikingos con forma de dragón en los mascarones de proa.

—Están en Midgard —reconoció Seidkona—. Zarparán pronto, lo mejor será irnos ya si queremos alcanzar ese barco y recuperar el huevo. —La visión del cuervo cambió, ahora mostraba el furioso avanzar de colosos oscuros—. De paso reforzamos la ciudad antes de la llegada de los gigantes. Están descendiendo por el valle.

—Tenemos poco tiempo —intervino Madame—. Hay que proteger la ciudad.

Y sin detenerse a degustar el banquete de bienvenida del Templo de Seidkona Universal, la hechicera teletransportó su base hasta la ciudad de Midgard. Salieron de sus puertas a paso rápido y sin detenerse a ocultarlo a la vista. El Stavkirke Universal de Seidkona se confundía con facilidad con las demás casas de madera del gran poblado, bajo la fachada de un templo, común para la época; guardaba gran relación a las basílicas románicas, con el techo escalonado y armazones de madera sostenidos por espigas.

Midgard, de todos los pueblos nórdicos de los que se componía Escandinavia, era uno de los asentamientos más prósperos, lo indicaban sus calles empedradas y el auge comercial del puerto que llevaba su economía en ascenso. Allí, en el muelle, un hombre alto y fornido ascendía por la rampla directo a su descomunal dakkar de guerra.

—Él es —avisó Seidkona—, Erik el Rojo y sus vikingos. Van a dejar Midgard.

—Aquí es donde nos separamos —habló Mago, listo para embarcarse a la aventura.

—Sir James —llamó Victoria. Él se giró, y en la conexión de sus miradas pasó un brillo fugaz—. Buena suerte. —Asintió.

—Gracias, Madame. —Le sonrió—. Igual para ustedes. Cuídate mucho.

Tras unos segundos más, cortaron el contacto visual y tomaron caminos separados.

—¿Qué ha sido eso? —inquirió Seidkona, con voz molesta—. No me digas que están saliendo.

—El tiempo y el destino son inciertos, milady —se limitó a responder, con una sonrisa baja que delató sus sentimientos.

La rubia de falda café claro blanqueó los ojos, luego bufó.

—¿Eres consciente de que lo suyo es imposible, verdad? —preguntó, por primera vez, sin esa actitud severa que la caracterizaba—. No hay hechizo que pueda permitir lo que ustedes desean.

—Lo soy —reconoció en murmuro—, y por eso lo viviré mientras dure... estoy segura de que él también lo hace.

—Escucha, Madame —enfatizó, con ligeros atisbos de arrogancia—. Sé que soy intrépida y directa, y eso me hace posiblemente la única con la suficiente tenacidad para bajarte de tu nube. —Victoria arqueó una ceja. La escuchó con desconcierto—. Por tu bien, y el del tiempo mismo, lo mejor es que comiences a apartar esa idea de tu cabeza. No hay línea temporal donde lo de ustedes funcione. Debes empezar a olvidarlo. Entre más avance su relación, más duro será el golpe. Te terminará consumiendo el dolor y la perdida. Y esos sentimientos, son más peligrosos que cualquier criatura de la Niflheim.

Madame permaneció en silencio, asimilaba aquellas palabras con sorpresa; cada una la había atravesado como una estocada.

—Lo sé... —reconoció, y pronto levantó la mirada—. Puede que sea una tonta por permitir que este juego sin rumbo crezca cada día más. Pero estoy segura de que él llegó a mi vida por una razón —dijo con firmeza, sin dejar de hacer frente a la confrontación visual de Seidkona—: una recompensa del tiempo mismo por esta encrucijada demencial. Y me atrevo a decir que estoy feliz de que él y yo hayamos coincidido. Es el mejor hombre que he conocido en mi vida. Por él, estoy dispuesta a llevar esto a donde tenga que llegar. Y eso, my dear, es un regalo que lo vale todo.

Seidkona la detalló sin pestañear, determinada en su opinión.

—Recuerda muy bien mis palabras, Madame, porque te aseguro, que son proféticas.

Metros más allá, lejos de la tensa conversación entre las Universales, James Jerom se unía a un grupo de tres hombres que alzaban una enorme caja de provisiones. Se escuchó un largo suspiro conjunto. Camuflado entre ellos ingresó al barco principal, donde descargaron el equipo. Entre todos tomaron una bocanada de aire.

—Tú. —Señaló uno de ellos, amenazante por su estatura—. ¿De dónde demonios saliste? No recuerdo haberte visto antes en la flota.

—¡Claro que sí! Neconoc em sedetsu sodot —susurró, y una apenas visible onda azul se expandió por la tripulación. Los hombres sacudieron la cabeza como quien toma un trago amargo—. Ahora, mis señores, ¡a elevar ancla! El gran Erik el Rojo nos quiere en aguas lejanas a Escandinavia lo más pronto posible.

—¡A elevar ancla! —contestaron, enérgicos y sin reproche.

Con los tripulantes concentrados en zarpar el barco, Mago Universal se separó del grupo. Caminó por la cubierta, con los ojos moviéndose por cada rincón. Se abrió paso hasta entrar finalmente al cuarto del capitán. Allí aguardaba Erik el Rojo, concentrado en un mapa enorme con rayones y rutas trazadas.

De pronto James se topó con la mirada fría del hombre, que cambió abruptamente a felicidad.

—¡Jaaahh! Pero si es nada más que mi viejo amigo Jeromson el Azul. —Le dio un fuerte apretón, al que James, confuso por completo, correspondió—. Las malas lenguas de la tripulación decían que uno de mis más grandes amigos vikingos abarcaría en Midgard, pero no llegué a creer que se tratara de ti, Azul.

—Por los dioses que era yo, Rojo —siguió con toda la naturalidad posible—. Tu gran amigo Azul ha vuelto en busca de una aventura que me lleve a los dorados salones del Valhala.

—Jah. —Rio—. Nada como beber y comer entre los grandes guerreros nórdicos algún día, viejo amigo. Comparto tu ambición, y por eso eres bienvenido nuevamente entre mi gente.

—¿Qué aventura digna de los dioses nos deparará esta vez? —preguntó Mago.

—Justo la estaba planeando. —Lo invitó a acercarse al mapa—. Aquí. —Señaló un punto rojo—. Vinland, una tierra desconocida para poseer. Nuestros exploradores han trazado una ruta para llegar a ella, más allá de las aguas del Atlántico.

—¿Más allá del hielo? Suena arriesgado, incluso para nosotros.

—No con mi nueva posesión, Azul. —Rio.

Erik dio pasos seguros hacia la esquina del cuarto y jaló de una manta, dejando al descubierto un enorme huevo negro con rayas azul eléctrico. James lo observó entre fascinación y sorpresa, bajo una expresión serena. Era lo que había venido a buscar. Con sus poderes, pensó, no sería difícil llevárselo; los vikingos eran simples mortales que no podrían hacer frente a su magia.

—¿Un huevo? —inquirió, tratando de sonar decepcionado—. ¿Es tu brillante plan con el que ganaremos el favor de los dioses?

—No es un huevo cualquiera, Azul, es mágico. —Mientras hablaba, sus ojos parecían brillar, pero no era un brillo singular, se trataba de un color sombrío que Mago conocía muy bien—. De camino a Vinhala, una especie de agujero oscuro surcó nuestros barcos. De él cayó un huevo justo en mis manos. Al principio no supe de qué se trataba, pero luego lo comprendí.

»Los dioses atrapados en Niflheim también buscan llegar al Valhala con grandes hazañas, y usarnos a nosotros como medio para la gloria, ¡la gloria que merecemos los vikingos! El huevo es un regalo. Un arma. En él hay una criatura esperando despertar. Y cuando lo haga, será nuestra; una ficha en nuestra conquista mundial, que hará temblar a los pueblos.

—Estás demente, Rojo. Niflheim es un lugar más peligroso de lo que crees, los dioses oscuros te están manipulando.

—¿Manipulando? —burló—. Parece que has perdido el norte, Azul. Sabes que soy un hombre muy fiel a mis creencias.

Mago notó cómo la oscuridad en los ojos de Erik el Rojo terminaba por expandírsele en la pupila; había cobrado más fuerza. Reconocía ese poder en cualquier parte, era energía de la Dimensión Oscura.

—El poder oscuro te está consumiendo, Rojo. Y por más que aprecio nuestra vieja amistad —dijo con ironía—, me veo en la penosa situación de impedírtelo. —Preparó sellos mágicos en sus manos. Erik respondió con una risa leve—. ¿Sorprendido?

—No en realidad. —Esbozó una sonrisa—. Tus trucos de seidkon no me impresionan. ¿Sabes por qué, Azul? Porque el huevo no fue lo único que me otorgaron los dioses de Niflheim. —Llevó la mano al pantalón y extrajo una bolsa—. Esto. Venía junto al huevo. Me dio este poder que ahora recorre mis venas. Y ahora, pienso usarlo en tu contra.

Erik aventó al suelo el contenido de la pequeña bolsa. En consecuencia, una bruma oscura se expandió por todo el barco, llevándose consigo los sellos de energía mágica de Mago. James intentó volver a usar su magia. Nada. Estaba varado en el mar, sin poderes y sin la ayuda de Madame.

—Ahora, viejo amigo, si quieres el huevo, tendrás que pasar sobre mí —mientras hablaba, desenfundaba una espada de su cinturón, que, bajo la orden de las penumbras de sus ojos, oscureció con un resplandor—. Y tú, más que nadie, sabes muy bien por qué me llaman el Rojo, que más allá de mi perfecta barba vikinga, es en realidad por la sangre derramada de mis enemigos.

Mago, resignado a que sus poderes no servirían por los efectos del pulso de energía oscura, hizo una mueca mientras desenfundaba el hacha de su traje. Debía recurrir a su limitada fuerza humana.


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