» Tea for two - Kageyama Tobi...

By hneyskies

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En una lluvia veraniega e inesperada, un encuentro cálido entibia hasta el corazón más empapado. © Historia... More

001.

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By hneyskies

Iba a resfriarse, Hinata estaba seguro de ello.

Cuando aceptó la petición de Izumi de reemplazarlo en su trabajo repartiendo periódicos, porque él visitaría a sus abuelos fuera de la ciudad, pensó que sería fácil.

Bueno, lo fue en el primer día al menos. Era pan comido, sólo debía montar en su bicicleta, pedalear cruzando la montaña y hacer el mismo recorrido hacia la escuela, a diferencia de que su destino no sería Karasuno si no que el almacén de revistas de la ciudad. 

En todo su recorrido, incluyendo el delivery, no demoró más de una hora. Feliz de poder aprovechar el resto del día en su casa, Hinata no pudo más que sonreír mientras pedaleaba de vuelta a su hogar.

Pero el destino le tenía preparado algo totalmente distinto en su segundo día. Y es que al despertar por la mañana, el radiante sol del día anterior se había ido para dar paso a una terrible lluvia veraniega. 

— ¿Estás seguro de ir con este clima? — Le había dicho su madre, pero se había comprometido con su amigo y el nunca rompía sus promesas.

— Estaré bien, sólo es un poco de agua. —

Pero aún así, trató de alargar su salida lo más que pudo esperando que la lluvia se detuviera o amainara un poco, aunque no hacía más que empeorar. Antes de que se le hiciera tarde, tomó su impermeable y comenzó a pedalear bajo los chubascos.

"Al menos no es una tormenta" pensó Shouyo. Agradecía que era verano y que no hiciera frío, pero aún así, debía secarse pronto si no quería pescar un resfriado.

Con esto en mente, trató de terminar su ronda lo más rápido posible una vez llegó a la ciudad, pero el recorrido con el viento golpeando su cara no era una tarea fácil; sin contar que debía evitar que los periódicos se mojaran si no quería recibir un regaño. Debía pedalear lo más cerca posible de las casas para rápidamente dejarlos en los buzones, lo que le tomó tiempo extra a diferencia del día anterior.

En vez de una hora, le tomó un poco más de dos terminar las entregas y eso que ni siquiera había partido rumbo a casa.

— Trata de secarte un poco chico nuevo. — Le había dicho el encargado del puesto de revistas.

— ¡Sí, no se preocupe! Iré rápido a casa. ¡Nos vemos! — Pero la lluvia seguía cayendo fuertemente en la ciudad sin dar tregua.

Suspiró. Apresurarse era la única opción si no quería pescar un resfriado, pero se le hacía difícil debido a lo mojado de las calles y veredas. Pensando en qué podía hacer, divisó de pronto una pequeña cafetería doblando en una esquina, casi a dos cuadras del puesto de revistas. Una pequeña ampolleta imaginaria se prendió en su mente y sin dudar un segundo más, aparcó frente a ella.

Pudo oler el aroma a pan fresco a través de la lluvia y observó la cálida luz brillando por las ventanas. El lugar parecía una especie de oasis en medio del desierto, aunque en este caso, se tratara de un desierto con una lluvia torrencial. Estacionó su bicicleta y, con cada paso que daba, era más consciente de lo empapado que estaba.

Una vez dentro, agradeció lo agradable y acogedor del ambiente. Sintió tanto alivio, que casi ni escuchó el estrépito en la cocina luego de que la campanilla de la entrada sonó, anunciando la llegada de un nuevo cliente a quién atendía.

Parecía que quién fuera que trabajara ahí se hubiera sorprendido de que alguien entrara, después de todo, afuera llovía como si no hubiera mañana. 

— ¡Eh! ¡Un segundo! Enseguida le atiendo. — Dijo una voz desde la cocina. 

A Hinata se le hacía familiar, muy familiar de hecho, pero era una voz fuera de lugar, como si estuviera acostumbrado a escucharla en otro sitio.

"No es verdad ¿O sí?"

El pelinaranjo observó la puerta y, segundos más tarde, quien sospechaba salió a atenderlo. 

Miraba sus manos mientras ajustaba su delantal con rapidez. Parecía como si recién se lo hubiera colocado, el cuál era el caso para ser sinceros. 

— Lo siento por la espera… Um… ¿Cómo puedo ayud— Kageyama cortó su, algo torpe, frase para atender apenas vió que su cliente era nada más y nada menos que su rival-compañero-mejor-amigo Hinata Shoyou.

Empapado hasta los dientes como estaba, Hinata no pudo evitar sentir algo de vergüenza, sin saber si era por su aspecto de perrito mojado o porque se trataba de Kageyama quién lo veía así.

— ¿¡Qué estás haciendo aquí!? ¿¡No se suponía que vivías en otra ciudad!? — 

— Sí, pero estoy ayudando a un amigo a repartir periódicos mientras está de vacaciones.

— ¿Con este clima? ¿Tanto quieres resfriarte idiota? — Kageyama se burló ¿Cuán estúpido era el más bajo para exponerse así? 

— ¡P-Porsupuesto que no! — Hinata se tensó. ¿Vergüenza de que lo viera así? Con ese trato tan “sutil” de su parte, todo rastro de timidez fue reemplazado por credulidad.  — No tengo otra opción, ¿O sí? Simplemente no puedo no hacerlo, ¡Izumi cuenta conmigo! — Eso pareció dejar callado a Kageyama ya que murmuró algo en voz baja, aún un poco molesto.

— ¿Y qué haces aquí Bakageyama? ¿Desde cuándo te entusiasma hacer algo además del voleyball?  — La pregunta de Hinata podría haber sonado como un insulto para cualquiera, pero Kageyama sabía que al pelinaranja le intrigaba en serio.

— Bueno, en un principio quería zapatillas y rodilleras nuevas, pero me di cuenta de que también necesitaba una red y pelotas para la cancha en mi patio. Mi mamá es amiga de la dueña y dijo que necesitaba ayuda durante el verano, así que aquí estoy. — Hinata sólo asintió tratando de ignorar un poco la envidia en su garganta al saber que Kageyama prácticamente tenía su propia cancha de voleyball en casa.

— Bueno, quisiera comer algo ¿Qué me recomiendas? — 

— No sé que te gusta, así que elige rápido. — Dijo Kageyama secamente mientras Hinata murmuraba.

— Hmm, creo que aquí no atienden muy bien... — Pero se calló enseguida luego de una mirada asesina de parte del más alto. — Bueno, entonces me gustaría uno de esos sándwiches por favor. Para comer aquí, obviamente.

Kageyama hizo un puchero murmurando cosas inentendibles mientras colocaba uno en un plato. Después de pagar y sentarse, Hinata escuchó la campanilla anunciando un nuevo cliente, dando por terminada la conversación.  

Comenzó a comer y a revisar su teléfono para pasar el rato sin darse cuenta de que, luego de un rato, volvían a estar solos en el local. Sólo desvió su atención de la pantalla cuando, delicadamente, Kageyama se acercó para dejar una taza de té con miel y limón a su lado. Hinata lo miró confundido, pero el pelinegro miraba hacia otro lado.

— Bebe el té, es sólo para que no te enfermes, ya sabes, por la práctica y eso. — Las mejillas de Shoyou se encendieron, no sabía cómo reaccionar ante el gesto del más alto.

— Ah, pero no tengo más dinero y yo — Kageyama hizo un gesto con su mano restándole importancia.

— Es sólo agua caliente y si falta una bolsa de té, nadie lo notará, descuida. — Diciendo eso, caminó tras el mostrador y, mientras Hinata bebía feliz su infusión, el pelinegro sacó de su propio dinero un par de monedas y pagó por el té de Hinata en la caja registradora. Nadie necesitaba saberlo ¿Verdad?

Luego de terminar su comida, Shouyo vió por la ventana como la lluvia era ahora mucho más suave y las nubes poco a poco se disipaban en el cielo. Agradeció a Kageyama por todo para luego montar en su bicicleta y casi despegar en ella, antes de que volviera a llover a cántaros otra vez.

〔 ✧ 〕

Al día siguiente, Hinata se despertó alegre y ansioso. Sin saber por qué, sentía la necesidad de acabar luego con las entregas a medida que avanzaba la mañana.

Una vez entregado todo, montó su bicicleta y se preparó para volver a casa. Era un bello día soleado así que no había demorado mucho, sin embargo, se encontraba confundido. ¿Debería ir a su hogar enseguida? Algo en su interior le decía que no, que antes debía hacer algo que calmara sus ansias.

El calor se sentía en el ambiente y Hinata no comía ni bebía nada desde que había salido de casa por la mañana. Tal vez, un poco de agua no le haría mal, después de todo debía hidratarse luego de todo lo recorrido en bicicleta. Antes de meditarlo más, la cafetería donde trabajaba Kageyama apareció ante sus ojos casi por arte de magia; como si sus pies no hubieran pedaleado hasta allá a propósito.

La campanilla de entrada sonó, pero esta vez el pelinegro atendía a otro cliente, por lo que Hinata debió esperar algo incómodo sentado en la barra hasta que fuese su turno.

— ¿Qué quieres hoy? ¿Otro sándwich? — Preguntó Kageyama un poco tajante. Aún se le hacía algo extraño ver y hablar con Hinata en su lugar de trabajo. 

— No, sólo quiero agua porque hace calor. No sabía que te habías levantado con el pie izquierdo, Bakageyama. — Hinata se sintió realmente estúpido por estar ahí sólo por un poco de agua.

— No sé qué quiere decir eso del pie, pero al menos estás aprendiendo a no ser un idiota y que te dé un golpe de calor como en el último entrenamien—

— Sí, sí, sí, sólo trae mi agua… Por favor. — No quería que le recordaran esa embarazosa situación.

Kageyama sacó del refrigerador una botella de agua helada, pero antes de cerrar la puerta, se detuvo unos segundos indeciso sobre qué hacer.  Prácticamente empujó la botella en las manos de Hinata y colocó un plato con un trozo de pastel frente a él, mientras el pelinaranja lo miraba curioso. 

— ¿Qué haces? — Preguntó abriendo la botella.

— Te gusta el pastel de moras, ¿verdad? Porque a mi no y corté mal el pastel en la mañana dejando este trozo más pequeño. No lo puedo vender así y no quiero que la dueña lo vea y me regañe de nuevo por lo mismo. — Se maldijo a sí mismo por decir “de nuevo”, no quería que Hinata supiera que cometía más de un pequeño error en sus labores.

El pelinaranjo abrió mucho los ojos y toda su cara se iluminó, como si hubiera algún pastel en el mundo al que le dijera que no. Le agradeció a Kageyama enérgicamente y ni siquiera se molestó en esperar a que le entregara un tenedor para empezar a devorar el trozo con alegría, dejando pedacitos de moras por toda su boca. 

Hinata se quedó un rato después de acabar y, en los momentos libres del armador, ambos charlaron animadamente. 

Estos momentos comenzaron a hacerse rutina durante los siguientes días, luego de terminar las entregas, Hinata pasaba a la cafetería a comer y beber algo y, sin falta, recibía dulces o bebestibles gratis. Sin embargo, el viernes Kageyama mencionó que no trabajaba durante los fines de semana, no era que a Hinata podría importarle o algo, el pelinegro sólo lo comentó porque sí. 

Una vez que la semana siguiente comenzó, Hinata se dió cuenta de que ya no debía hacer más las entregas, Izumi había vuelto a la ciudad. Sabía que debía sentirse feliz por ya no tener que viajar todos los días a entregar periódicos, pero al contrario, se sentía un poco deprimido; por supuesto que tenía una idea de cuál era el motivo, pero no lo admitiría ni siquiera para sí mismo. 

Trató de distraerse en casa: Salió a correr por la mañana, hizo su rutina de ejercicios, jugó con su hermana pequeña y hasta intentó hacer las tareas de verano — aunque el intento haya consistido sólo en sentarse en su escritorio hojeando los cuadernos por máximo diez minutos — pero nada conseguía quitarle aquel sentimiento de ¿melancolía? 

¿Qué debía hacer? Probablemente a Kageyama ni siquiera le importaba verlo, así que no debía pensar en ello. 

Estaba seguro de que así era. 

Kageyama en cambio se sentía inquieto. 

Bueno, más de lo que debería, lo cual era extraño ya que era un día como cualquier otro. No podía evitar sentirse raro, como si algo le faltara, o alguien, para ser honestos. Se encontró a sí mismo esperando ansioso a que una cabeza naranja entrara a la cafetería cada vez que la campanilla de la puerta sonaba. 

En su descanso, miraba para la pantalla de su celular. No estaba completamente seguro de qué esperar, pero quizás un mensaje de Hinata con algo como “¡Oh no! ¡Me quedé dormido y olvidé las entregas!” o “No me olvidé de las entregas, pero amanecí resfriado y no me puedo mover”, mensajes de ese estilo. Durante las prácticas de voleyball, había recibido muchas veces textos así de su parte diciendo que estaba atrasado porque su bicicleta había tenido problemas o que se había quedado dormido, pero ahora nada llegaba. 

Cansado de esperar, Kageyama decidió hacerse cargo del asunto convenciéndose a sí mismo de que probablemente Hinata olvidó ir y que, aunque el único culpable y responsable fuera él y nadie más por no asistir, como su compañero de equipo y rival debía enviarle un pequeño recordatorio porque por qué no. 

No era como si lo extrañara o algo así, era sólo un mensaje de parte de un amigo ¿verdad? No sabía qué escribir porque aunque odiara admitirlo, no tenía amigos a quienes escribirle con regularidad, salvo a sus compañeros de equipo para cosas específicas.

Demoró un rato escribiendo y borrando hasta que consiguió algo más o menos decente y aunque al final lo odio, apretó enviar antes de arrepentirse. 

〔 ✧ 〕

Hinata reposaba en su cama luego de almorzar cuando su teléfono vibró. Con toda la pereza del mundo, tomó el aparato de su velador esperando ver un mensaje de alguno de sus amigos con los que usualmente se escribía, como Kenma, Tanaka-san o Yamaguchi, pero cuando vió el nombre “Bakageyama” en la pantalla casi tira su teléfono de la impresión. 

Su corazón comenzó a latir fuertemente y sintió una sensación cálida en su pecho. Era una reacción muy inusual en él, así que pensó en su significado durante unos segundos antes de abrir el mensaje y leer: “Espero que no hayas olvidado tus periódicos hoy, idiota.”

Obviamente, se sintió un poco ofendido. Estúpido Kageyama, pensó, después de todo él no había olvidado ni sus periódicos ni nada, pero antes de escribir una respuesta se dió cuenta: El pelinegro no sabía que Izumi había vuelto, podía pretender que aún trabajaba y pasar por la cafetería como siempre. No lo haría especialmente porque se tratara del armador por supuesto, sólo que Hinata era una persona muy sociable y disfrutaba de salir y conversar. 

Así que le avisó a su madre y ante de ponerse a pedalear camino a la ciudad vecina, escribió una respuesta.

“¡Por supuesto que no lo olvidé! ¡Es sólo que hoy me tomó más tiempo!” Sonrió satisfecho ¡era la respuesta perfecta! Así que pedaleó más rápido de lo usual, sintiendo que prácticamente volaba rumbo a la cafetería. 

〔 ✧ 〕

La puerta de la cafetería se cerró de golpe luego de la entrada triunfal del pelinaranja. La campanilla sonó fuertemente por todo el lugar haciendo que Kageyama girara en un segundo a ver de quién se trataba.

— ¡Cuántas veces te he dicho que no azotes la puerta, idiota! — Trató de sonar enojado, pero apenas podía contener su sonrisa.

— ¡Lo siento! — Exclamó Hinata mientras el armador lo regañaba, ganándose miradas curiosas y risueñas de parte de algunos clientes en la tienda. 

Retomaron su rutina habitual, con trozos de pastel y algún que otro bebestible gratis entre medio, pero la verdad sale a la luz tarde o temprano y la mentira de Hinata no sería la excepción. 

La mañana del día miércoles el pelinaranja llegó, como todos los días, a pedir un sándwich mientras Kageyama limpiaba las mesas desocupadas del lugar. Luego de un rato, Hinata miró hacia la entrada donde una cara muy conocida hacía acto de presencia. Su rostro se iluminó por dos segundos para más tarde ensombrecer al darse cuenta de quién se trataba: Izumi lo saludaba alegremente mientras se dirigía a la barra. 

Hinata se puso muy nervioso al verlo, su amigo no tenía idea de la mentira, así que trató de actuar lo más calmado que pudo rogando que Kageyama no se acordara de Izumi ni que éste comentara algo sobre el trabajo cuando el pelinegro estuviera cerca.

— ¡No esperaba verte aquí Shoyou! ¡Qué alegría encontrarnos! — Hinata sonrió como pudo. Tomó las riendas de la conversación desviándola a la estadía de su amigo en casa de sus abuelos. Parecía funcionar ya que le relató con entusiasmo sobre que vivían cerca del mar y cómo salieron a pescar varias veces, mientras Kageyama envolvía los diferentes tipos de bollos que Izumi había pedido para llevar.

Justo cuando se consideró a salvo, y preguntaba la razón del gran pedido de bizcochos, Izumi sin saberlo, reveló su mentira.

— ¡Sí! Son para mi familia — Dijo sonriendo mientras tomaba la bolsa — Mi madre dijo que debía llevar algunos a casa cuando terminara de entregar todos los periódicos, es por eso que estoy un poco apurado. Hablando de eso, gracias por cubrir mi puesto la semana pasada, puedo imaginar lo cansador que fue. Llevo tres días seguidos repartiendo y ya estoy harto. — Diciendo eso, agradeció a Kageyama, quién lo miraba con los ojos muy abiertos y se despidió del pelinaranjo sin darse cuenta del caos que había ocasionado con sus inocentes palabras. 

Hinata miraba la entrada de la cafetería completamente quieto y en silencio. No se atrevía a voltear y ver el rostro del azabache porque ahora sabía la verdad. El sonrojo en la cara de Shoyou era distinguible de lejos, se sentía avergonzado de sí mismo y extremadamente culpable. 

— Hinata… — Kageyama alargó su mano a través del mostrador hacia el hombro del más bajo, pero su voz le hizo detenerse a mitad de camino. 

— Y-Yo lo siento, no quise— Y antes de decir cualquier otra cosa, Hinata tomó su mochila, su chaqueta y rápidamente salió del lugar, dejando a un estupefacto Tobio detrás. 

En cuestión de segundos, se encontró a sí mismo pedaleando a toda velocidad rumbo a su casa, la vergüenza, culpa y rabia consigo mismo cayendo en forma de lágrimas por sus mejillas. Sólo quería pasar más tiempo con Kageyama, pero debía de estar furioso con él pensando que Hinata lo hacía por los dulces gratis. El azabache lo ignoraría por semanas y aunque tratara de explicarle, éste no le creería. Sabía que lo merecía, después de todo, le había mentido. 

〔 ✧ 〕

Kageyama seguía quieto tras la barra de la cafetería. Su cuerpo estaba inmóvil, pero su mente y corazón corrían a cien kilómetros por hora. Hinata le había mentido, ahora era consciente de ello, pero la razón seguía siendo un enigma. 

¿Traición? ¿Rabia? Nada más alejado de lo que sentía: La confusión y el nerviosismo eran las únicas emociones que revoloteaban sin parar por todo su ser. 

¿Pretendió trabajar sólo para verle a él? Su cara se puso roja como las frutillas de los pasteles que cortaba cada mañana. La sola posibilidad le mareaba y al mismo tiempo lo hacía sentir extremadamente feliz. Esta sería la primera vez desde la secundaria en el que alguien hacía un esfuerzo real para pasar tiempo con él y si era Hinata el causante, lo hacía sentir aún mejor. 

Porque aunque le costara admitirlo en voz alta, el más pequeño no sólo era su amigo y rival, si no también el único que rompía todos sus esquemas, ese alguien especial que le había ayudado a superar muchas de sus inseguridades y con quién compartía su pasión más grande: El voleyball. Y aunque aún no entendía bien qué era ese pequeño sentimiento cálido que empezaba a emerger en su pecho, sí sabía que la compañía de Hinata era algo que no quería perder. 

Pero Shoyou no sabía todas esas cosas, por lo que al llegar a casa sólo se limitó a encerrarse en su cuarto. Ya caída la noche, no pudo hacer más que pensar y pensar mientras daba vueltas en su cama sin conciliar el sueño, imaginando prácticamente cada situación que posible luego de lo ocurrido. 

Al día siguiente, su madre lo despertó a la hora de almuerzo extrañada de que aún siguiera en cama. Hinata le había explicado en pocas palabras que no había tenido una buena noche y que se sentía cansado. Ni siquiera tuvo ganas de practicar voleyball, así que pasó el resto de la tarde en su cuarto jugando videojuegos y revisando la pantalla de su celular esperando un mensaje que nunca llegó.

Ya atardecía cuando Hinata vio la hora y supo que faltaba una hora antes de que la cafetería cerrara. Tomó una gran bocanada de aire para luego soltarlo suavemente, como si de esta forma obtuviera el valor que buscaba para hacer algo al respecto. 

— ¡Bien! — Se paró de un salto y, con determinación, partió en bicicleta a ver a Kageyama. ¿Quedarse de brazos cruzados sin hacer nada? No, ya le había dado suficientes vueltas para seguir atormentándose con ello, era ahora o nunca. Ayudaría al armador a cerrar la cafetería, le pediría disculpas y le devolvería todo el dinero que prácticamente Kageyama le había regalado, era un buen plan.

La tarde era perfecta, ni muy calurosa, ni muy fría, ideal para dar un paseo. Su madre le había dicho que el clima iba a mantenerse de esta manera durante la semana siguiente, lo cual era un buen augurio ¿verdad?

〔 ✧ 〕

Kageyama estaba a cinco minutos de cerrar el lugar. Había sido un día lento, sin mucho qué hacer y como no esperaba que nadie entrara, ya había comenzado a barrer. Estaba perdido en sus pensamientos, divagando en ellos desde ayer. 

Escribió un montón de posibles mensajes para enviar a Hinata luego de lo ocurrido, pero no tuvo el valor suficiente para enviarlos. Era malo para conversar de este tipo de cosas, así que no estaba muy seguro sobre qué hacer en semejante situación. 

Justo después de suspirar por milésima vez en el día, la puerta se azotó con alboroto haciendo que la campanilla casi volara de su lugar. Kageyama se dió vuelta tan rápido por el familiar sonido que sintió que se le quebrara el cuello. 

— Lle-llegué… — Dijo Hinata casi sin respiración antes de derrumbarse en el piso con la respiración entrecortada y casi saliéndose el alma del cuerpo. Kageyama se acercó preocupado y antes de preguntar si estaba bien, el más bajo se arrodilló rápidamente en el piso en señal de disculpas y prácticamente gritó.

— ¡LO SIENTO POR MENTIRTE! ¡Fuí un estúpido y no tuve que haberlo hecho! ¡Juro que no lo hice por la comida gratis, traigo dinero para pagarte y yo cerraré y limpiaré todo hoy! ¡Sólo dime qué debo hacer! — Habló rápido dejando a Kageyama perplejo y en silencio por un minuto entero. Hinata lentamente levantó su cabeza para mirarlo con preocupación.

— Puedes ayudarme a cerrar, no dejaré que hagas todo el trabajo tú sólo porque… Probablemente romperías algo, estoy seguro. — El azabache emitió una pequeña sonrisa. — Y sobre tu estúpido dinero, no lo necesito, así que ya levántate y salgamos de aquí. — 

Fue tajante en lo del dinero, pero aún así Hinata insistía en devolverle lo consumido días anteriores. Kageyama se rehusaba ya que habían sido regalos de su parte y, después de todo, había recibido su paga ese mismo día al haber terminado con su trabajo. 

Una vez terminado el cierre, ambos caminaron uno al lado del otro mientras se dirigían a la parada del bus. El sol se ponía entre las montañas coloreando el paisaje de naranja, pero a pesar de resultar algo hermoso de admirar, ambos no podían disfrutarlo por el silencio incómodo que se había instalado en el ambiente; llenado únicamente con el traqueteo de la bicicleta de Hinata.

El pelinaranja sabía que aún no le había dicho a Kageyama la verdadera razón por la cual había mentido, pero no podía admitirlo cuando aún le costaba trabajo reconocerlo incluso para sí mismo. Decidido a romper el hielo, dijo lo primero que le vino a la mente.

— Así que ya acabaste con el trabajo ¿eh? Supongo que no nos veremos hasta que comiencen los entrenamientos en la escuela. — Mierda, sintió que la última parte sonó un poco más triste de lo que quería. Bueno, estaba triste porque no lo vería en al menos dos semanas más, pero el azabache no tenía que saberlo.

Kageyama lo miró por un segundo antes de responder con un tono un poco nervioso en su voz.

— Sabes que no planeo quedar atrás, pero hmm… Y-yo pienso que te necesito, ya sabes, para que entrenemos juntos. — El corazón de Hinata latió rápido mientras el más alto miraba sus pies. — Así que, si quieres, puedes acompañarme mañana a comprar la nueva red y el equipo que necesito para que empecemos a practicar enseguida. — 

Kageyama lo miró nervioso ya que el pelinaranja se había detenido de repente, pero Hinata sonrió ampliamente iluminando todo su rostro. 

— ¡Sí! ¡Me encantaría! Sería genial pasar más tiempo contigo. — El azabache se sonrojó por la respuesta tan sincera y avanzó nuevamente.

— B-bueno, no te emociones tanto, es más bien un sacrificio, ya sabes, te falta mejorar muchas cosas, idiota. —

— ¡Hey! ¡Yo estoy sacrificando mi verano para que puedas practicar más! — Reclamó el pequeño. — ¡Y no soy tan malo jugando!

— Al menos asumes que eres malo. —

— ¡MALDITO KAGEYAMA! — La felicidad invadió a Hinata mientras apresuraba el paso alcanzando al armador quien no paraba de reírse por sus reclamos. Kageyama no lo odiaba, incluso quería pasar más tiempo con él, y aunque aún no podía ponerle nombre a aquel sentimiento que crecía en su interior, estaba a su lado y eso era lo más preciado. 

〔 ✧ 〕

Iba a caer de su propia bicicleta, Hinata estaba seguro de ello.

¿Por qué se le había ocurrido decirle a Kageyama que él condujera? Ah cierto, no le dijo. 

Luego de pasar la tarde entrenando en la casa del azabache, habían pasado a comer unos bollos de carne antes de que Hinata tuviera que marcharse. Conversaban mientras avanzaban por el camino, sin embargo, Kageyama no dejaba de ver con interés la bicicleta del pelinaranja algo distraído.

— ¿Qué pasa Bakageyama? ¿No sabes andar en bicicleta? 

— ¡Por supuesto que sé idiota! — Dijo ofendido. — Es sólo que no sé para qué son esos tubos que tiene en la parte de atrás ¿Son propulsores o algo? — Dijo más bajito haciendo reír a Hinata.

— ¡Pff! Son para hacer trucos, pero yo los uso para llevar a Natsu de paseo. 

— Quiero.

— ¿Qué?

— Llévame. — A veces se le olvidaba lo exigente que podía ser el antiguo rey de la cancha Kageyama Tobio.

El resto era historia. Luego de llevar por un rato al más alto (el cual era mil veces más pesado que su hermana y sin contar que muchas veces se agarraba de su cabello en vez de sus hombros), este había dicho que él era mucho mejor ciclista que Hinata, lo cual obviamente había activado su espíritu competitivo.

Pero si había algo en lo que Kageyama era malo, era andando en bicicleta. Viraba de lado a lado camino a la parada de buses mientras el pelinaranja se afirmaba como podía de los hombros del azabache. 

— ¿¡Acaso no sabes andar en bicicleta Bakageyama!? — Decía con miedo el mayor mientras veía como más adelante venía una bajada peligrosa. 

— ¿¡Cómo se frenaba en esto!? — 

Sería un verano digno de recordar.

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