La masacre de Nunca Jamás [Co...

By AxaVelasquez

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Olvida el cuento que conoces, puede que los villanos de esta historia te den menos escalofríos que sus cuesti... More

Introducción
2: Martina y Brillantina
3: Farolas de luz verdosa
4: No hables de Nunca Jamás
5: Pasteles de barro en una locomotora
6: Un relato de protagonista dudoso
7: Pesadilla de cera
8: Cadáver de papel
9: Un mentiroso no puede hacer promesas
10: Pasado con rostro de basura.
11: Las aventuras de Peter Pan
12: Estantes de cadáveres
13: Prisión es mi nuevo hogar
14: Jaula humana
15: Hermanos Twee
16: Como veneno en el café
17: Penny, Pencil, Patrick, Peter
18: En un laberinto de relojes
19: Una sombra mutilada
20: El apellido maldito
21: Un triángulo amistoso, amoroso y obsesivo
22: No la conocía
23: El sauce que no podía mentir
24 Primera parte: Epílogo
24: Madre e hijo
25: Garrrrfio.
26: Claxon y Maxon viven aquí
27: Nadie
28: Sí, Nadie
29: La decisión más dura es escoger no hacer nada
30: El club de los Garfios
31: La sombra del garfio.
32: Juego de sombras escurridizas
Capítulo 33: Game over
Epílogo
Preguntas.

1: Larem

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By AxaVelasquez

Mi nombre es Iván Garfio, soy el único sobreviviente de la masacre de Nunca Jamás.

Veinte años han transcurrido, más de lo que se le permite vivir a muchos desafortunados, así que se estarán preguntando por qué, ahora, he decidido hablar de los hechos, esos que nadie pudo compartir porque no hubo testigos.

Mis motivos para hablar podrán parecer decepcionantes a quienes lean esto. No he decidido suicidarme, como ya anticipo van a suponer, ni recibí una visita sorpresa de alguna sombra de aquel difuso pasado.

Se trata más bien de una baúl de memorias de menos de cien páginas que cayó en mis manos y que me ha hecho revivirlo todo. No como si hubiese ocurrido ayer, es más parecida a la sensación de que la historia justo ahora está sucediendo en otra línea temporal, en algún plano paralelo en el que mi yo de doce años todavía existe, listo para unirse al bucle del universo, ciego, a nada de ser devorado por la tragedia.

No se preocupen, aunque parezca innecesario comenzar la historia narrando desde mucho antes, les prometo que tendrá relevancia. Porque, por desgracia, no habría nada que contar si yo jamás hubiese pisado los terrenos de mi primer amor: Larem. Y digo por desgracia porque, incluso hoy, cuando en mi mente tengo la posibilidad de arrepentirme e intentar olvidar, sé que, de volver atrás, no haría nada para impedir esa mudanza.

«La luz de Larem se fue un día jueves y nunca más volvió», citó mi abuela al enterarse de mi partida próxima.

Con esa frase comenzó todo.

Es costumbre de las abuelas cambiarnos el nombre, la mía ignoraba por completo la "I" de «Iván» además de añadir un suave diminutivo que, pronunciado por sus delgados labios, se sentía como un beso en las mejillas.

—Vanchito, te vas al pueblo más mágico del mundo.

—¿El de Los padrinos mágicos? —le pregunté con odiosidad pues, por entonces, no había nada que me pusiera de peor humor que el recuerdo de esa inminente mudanza.

—No, Vanchito: Larem. Es el lugar donde la lluvia es perpetua y el bosque... un universo en sí mismo. Cuentan que nunca ha dejado de llover. Ni un solo día.

—Es mentira —refunfuñé con escepticismo arrogante.

No había nada que me atemorizara más que sentir la ilusión reptar por mi alma, exteriorizar el sentimiento, y verla morir en manos de la realidad.

Desde que mis padres mataron al «niño Jesús» cuando no pudieron permitirse más obsequios para mis navidades, o al ratón Perez cuando empecé a sacarme los dientes por mi cuenta —como parte de los planes que ideaba para descubrirlo en medio de la noche—, nunca más volví a creer voluntariamente. Viví el resto de mi vida luchando con el idílico impulso de volver a confiar en lo imposible, en especial por culpa de las historias de mi abuela, cuya entonación ya parecía un embrujo.

—Vanchito, que no. Te digo que en Larem siempre ha llovido. Lo descubrirás por tu cuenta. —Me apretó las mejillas que entonces tenía tan gordas como nalgas de bebé—. Y allá no es como aquí. Tienes que saber que no hay teléfonos, que los televisores son tan gruesos como una caja y que las caricaturas se ven en colores opacos. Como ver la vida a través de un pergamino.

Me sonaba como la idea más hermosa y mágica de todo el universo. Por eso no le creí, y para demostrarle que no me importaba su juego decidí reírme del mismo.

—Eso suena estúpido. ¿Para qué quiero yo eso si aquí los colores se ven súper brillantes?

—¿Y por qué querrías ver colores chillones en una pantalla si la vida real ya es brillante en sí misma?

Siempre me dejaba sin argumentos. Hoy la extraño tanto que quisiera una oportunidad, aunque breve, para decirle que tenía razón. En todo. Que siempre la tuvo.

—No sé, abuela. Pero suena aburrido. Y no es que me interese, pero... —Me puse a carraspear en un intento de quitarle importancia a mi siguiente pregunta—. ¿Qué otras cosas aburridas hay?

—De todo. No hay electricidad. «La luz de Larem se fue un día jueves y nunca más volvió», es la leyenda más popular del pueblo. Y es cierta. Lo mágico de los pueblos sin la intromisión de la tecnología es que el tiempo pasa y los habitantes nunca olvidan. Las leyendas no son mitos, son los recuerdos de tu abuela, o de su abuela, o de la bisabuela de tu vecino. Apuesto a que tú ni te sabes el nombre de la señora de al lado.

—La señora de al lado huele a gato —objeté con gesto de repugnancia.

—Bueno, pero tiene un nombre, y lo sabrías si no estuvieras todo el tiempo en Instagram o la Xbox.

—Abuela, ¿y cómo son las Xbox en Larem si no hay electricidad?

—Fácil: no hay. Usan unas cajitas de pantallas grises y botones incluidos que funcionan a batería. Se llaman Ataris.

—Oh.

—Y lo mejor de todo es que a muchos no les importa. Prefieren jugar fuera, o con algún juguete que puedan tocar. De Larem salen los mejores constructores ya que los niños desde pequeños están haciendo inventos alucinantes.

—¿Juegan mucho a los Legos? —indagué, ya que a ellos se limitaba mi conocimiento de construcción.

—Mejor. Desarman sus juguetes hasta que son capaces de hacer los suyos propios. Cuando son adolescentes incluso crean máquinas para escribir y cosas más alucinantes.

—¡Abuela, ya basta! Me duele la cabeza. ¿Por qué le llamas máquina de escribir a un teclado?

Mi abuela se rio muy fuerte esa vez. Se veía joven y eterna al hacerlo. Ese día me regaló una de las carcajadas más largas que la vi echarse en los pocos años que compartimos.

—Tienes mucho que descubrir, Vanchito, y lo mejor es que lo harás por tu cuenta. Eso sí, cuando ya te hayas enamorado de Larem, escríbeme una carta y dímelo. Me harás la anciana más feliz del mundo. Yo daría todos mis años por pasar mis últimos días en aquel lugar.

—No te escribiré cartas cuando existen los WhatsApp. Espera... —Me di un golpe en la cabeza con la palma de mi mano—. ¿No existen los WhatsApp en Larem, verdad?

Mi abuela negó con la cabeza mientras una sonrisa acariciaba su rostro y contagiaba el mío.

Fui un desconsiderado toda la vida, un niño envuelto en mis propios caprichos. Ya les he adelantado que sí, me enamoré del pueblo, pero nunca fui capaz de admitirlo en voz alta. Tal vez ni siquiera fui consciente de ello hasta que tuve que abandonarlo, así que jamás escribí esa carta a la abuela.

🧚‍♂️🧚‍♂️🔎🧚‍♂️🧚‍♂️


Mi abuela siempre dijo la verdad.

El día que llegamos a Larem estaba lloviendo. Pronto descubrí que la lluvia allá tenía personalidad, era el lenguaje del pueblo, la manera en que quienes lo habitaban leían su estado anímico.

A mí me recibió con júbilo. Llovía como si el agua saliera de las regaderas de un jardín gigante. Era ese tipo de lluvia que te provocaba a salir corriendo y gritar de euforia solo por estar vivo. El sol se adivinaba, tímido, detrás de una traslúcida capa de nubes que le daban la oportunidad de alumbrarme el camino, mas no de quemarme.

Ningún televisor o videojuego habría podido igualar la sensación de los brazos de Larem en sus bienvenidas.

Nuestro hogar asignado resultó ser un barco de madera de aspecto envejecido y áspero que habían hecho encajar en medio de hileras de muchas casas dispares.

Algunas de las casas del vecindario eran pequeñas con techo de hongo y ventanas redondas, sin problema podrían haberse escapado de un cuento de los hermanos Grimm. Había otras, amplias como mansiones, con frentes floreados protegidos por cercas, balcones en todas las ventanas y techos planos con azoteas; estas, a su vez, se subdividían en las que parecían construidas para albergar al matrimonio de Mr. Darcy y Elizabeth Bennet, y luego estaban las más desvencijadas, de aspecto podrido, decorados escasos o perturbadores, que podrían haber sido obra de la imaginación de Poe.

Era un universo entero en pocas hectáreas, solo para nosotros.

Se dice que antes la podredumbre era inevitable en el pueblo, pero para cuando yo llegué a este se había encontrado una forma supuestamente química de hacer la madera perpetua y resistente al agua. Fue lo que hizo que Larem se inmortalizara en su etapa de piedra: nunca tuvieron que recurrir al cemento ni al ladrillo, jamás hubo que renunciar a la magia de aquella arquitectura.

Llámenme loco, pero yo nunca creí que la solución a la humedad fuese en realidad científica, yo siempre lo atribuí, en secreto perenne, a la magia. Como si el mismo pueblo hubiese entendido que si no evolucionaba lo obligarían a cambiar. Mi sospecha es que él se perfeccionó por cuenta propia.

Estoy divagando, ¿no? No lo sé, no importa. He leído mucho pero no soy ningún narrador experto. Solo tengo algo que decir y prefiero contarlo de este modo. Perdonen que le dé relevancia incluso al moho y a olores que a nadie le interesa, pero esto es lo que hay en mis recuerdos, y sería infiel a mí mismo al censurarlo.

Ustedes vinieron por un crimen, lo sé, pero para llegar al él es necesario que entiendan mi relación con Larem. Y como en cualquier libro de romance, yo también quiero describir a mi amado a través del ensueño de ese primer encuentro.

Recuerdo al detalle lo que sentí al subir cada vez las escaleras del barco-casa... Chillaban bajo mi peso, era como si quisieran jugar conmigo, asustarme. De vez en cuando era capaz de imaginar un «¡booh de los escalones cuando más seguro estaba de que iba a caer. Pero jamás cedieron, nunca me traicionaron.

Recuerdo la emoción que me invadió con el crujido entrecortado de la puerta del barco cuando la abrimos por primera vez, dejando en su ausencia la clara imagen de un salón hecho de piedra y humo.

Hasta entonces jamás había visto una chimenea.

Supe, sin que nadie me lo dijera y a la corta edad de doce años, que así se sentía estar enamorado.

🧚‍♂️🧚‍♂️💫🧚‍♂️🧚‍♂️


¿Qué les ha parecido este comienzo? Cuéntemelo todo, los leo.

Este reencuentro con Larem me emocionó mucho, es el pueblo en el que se ambientan todos los retellings de "Érase una vez un crimen" en la edición editada. Aquí en Wattpad por ahora solo "Motivo para matar" está ambientado ahí.

¿Les interesa seguir leyendo?


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