EXPERIMENTOS LOS ORÍGENES, DO...

By CarlosMauriciojr

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Este libro forma parte de la saga Experimentos Los Orígenes pero no necesitas leer Inmunes para entenderla El... More

DEDICATORIA
Primera Parte
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
Segunda Parte
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
Tercera Parte
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25
27
28
29
30
Epilogo
NOTA DEL AUTOR
ELENCO

26

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By CarlosMauriciojr

Nick

—¡Vamos!, ¡Idiotas!, ¡que no tengo todo el día! —Hoy era el torneo de la vida y Riley estaba deseosa por ir.

Entró al departamento gritando como sí su día no hubiese sido lo que esperaba y estaba feliz de saber que pronto no necesitaría más de los chicos que veía en la cocina.

Todos estaban conmigo.

Excepto Marcus.

—¡Ahora! —él tuvo que llevarle una malteada de fresa a la habitación de Riley— ¡Date prisa! —; era su responsabilidad preparar un baño de burbujas y el vestido que usaría en el torneo, teniendo el cuidado de no derramar una sola gota sobre su delicada alfombra.

Tener que hacer eso era una horrible tortura porque Riley era demasiado exigente con la temperatura de agua, los niveles de jabón y las esencias que disfrutaba al momento que su piel me hacía contacto con el agua.

Pensar en la tortura que habría vivido sí hubiese sido ganado por ella en vez de Shane me aterraba a un punto donde creería que mi única opción para ser libre sería suicidándome.

Bang...

Porque solo el veinte por ciento de sus Imperfectos logran vivir tres meses.

Pobre Marcus.

¿Qué habría hecho mal?

¿No colocó las esencias correctas?

¿O quizás el agua estaba demasiado caliente?

La verdad no importaba.

—¡Quiero que alguien traiga mi vestido rojo!—sino quien sería el próximo.

Por orden del Régimen yo no tenía permitido salir de la cocina mientras que Shane no estuviese en las instalaciones, porque yo era su propiedad.

Eso me tenía seguro de cualquier capricho que Riley dijera.

—¡Quiero mi vestido listo! —Pero no pude decir lo mismo de Jeff.

Él era el siguiente en la lista.

—Sí Will regresa, díganle que use cuatro fresas con la malteada y dos cucharadas de azucar artificial; Riley sabe reconocer la diferencia.

—Esta bien —ahora solo quedamos tres.

Sí es que Will no regresaba.

Bang

Y pronto solo seríamos dos.

Ver a Jerry salir de la cocina por lo que quizás sería su última vez me hizo pensar en todos los Imperfectos que fueron asesinados por los estúpidos caprichos de Riley.

¡¿Quiénes fueron?!

¡¿Pudieron ser mis amigos...?!

¡¿...o mis hermanos?!

No lo iba a saber nunca porque Riley trataba a los Imperfectos como sí fuesen simples pedazos de basura.

Bang.

—No —y ahora era el turno de Todd.

—Lo lamento tanto —quizás él único que pudo seguir con vida.

Shane iba a llegar en cualquier momento.

Cruzaría la puerta y me pediría cosas simples, sin hacer que alguien me apuntará con un arma por cometer un tonto error; como esa vez en la que por accidente derramé la bandeja de malteadas sobre ese vestido rojo.

Había tenido pesadillas de lo que me iría a ocurrir sí hubiese sido ganado por Riley, ya que ella mataba a todo aquel que cometía un error.

Pero Shane no era así.

Solo dijo "ve por una toalla y no digas nada". Y mi vida siguió como sí nada.

Desde ese día a la fecha yo he tratado de tener cuidado con cualquier cosa que hiciera, porque descubrí que Shane era capaz de tolerar un error y no quería saber sí toleraba dos veces.

Bang

Como Todd lo hubiese deseado.

Ahora sí no había nadie y Shane no regresaba.

—No puede ser. ¡Quiero que venga otro Imperfecto! —Riley estaba fuera de control.

Ya no tenía más Imperfectos que torturar y ningún control sobre mi pero al tratarse de emergencias el Régimen le autorizaba solicitarme para cualquier proyecto, siempre que mi verdadera dueña no esté presente.

Servir a los miembros del Sexo Perfecto era mi principal obligación.

Y Riley lo sabía.

—¡Ven este preciso momento!

¿Por qué no llegaba Shane?

Ella no tardaba tanto en regresar.

La puerta de la cocina estaba cerrada pero los guardias tenían acceso a cualquier área.

Sí Riley me ordenaba algo tenía que ir, de lo contrarío los guardias tendrían el derecho de sacarme.

—¡Dije que quiero a ese idiota aquí en este preciso momento!

¿Qué podría hacer?

Riley ordenaría matarme por cualquier cosa, como lo hizo con los demás.

A menos qué...

—¡Ven o haré que te traigan! —...escapara.

Tenía una muy arriesgada oportunidad.

Esa tarjeta que le robé al guardia podía abrir cualquier entrada y estaba solo unos pasos del muro de descarga.

Podía escapar pero sí lo hacía el régimen ordenaría matarme por deslealtad y Shane no podría ayudarme.

—Lo siento, Shane. Pero hoy no voy a tener tu vestido listo.

Connor

Creer que ese día ya podía darme más sorpresas sería como esperar a que él mundo pudiera cambiar por decir una simple palabra.

Ver a Wayne dejarme y a esos miembros sucios que no me convencieron acerca de donde pertenecían y casi me hicieron sentir el deseo de vomitar, por culpa de ese hedor, fue como recibir un gran golpe a mi consciencia.

Todo lo que creía saber estaba siendo retado por una realidad ficticia que se asemejaba a la verdadera y ya no quería más sorpresas.

—Ya era hora de que llegaras —pero esa voz me era bastante familiar.

Podía confundirme con cualquier iniciativa que tuviera porque aquí todo era distinto. Los miembros del Sexo Perfecto visten mal y conviven con los Imperfectos, como sí fuesen de su mismo genero.

Eso no podía ocurrir en el mundo real.

—Entra ya, si no quieres que vaya por ti —pero sabía que conocía esa voz.

Y estaba en el único lugar seguro.

El baño.

Inhale imaginando que solo vería a otro idiota diciéndome algo que no entendería, como en la cafetería. Cerré los ojos y exhale dando un par de pasos hacía el interior del baño.

—Hasta que te apareces, Selwin —y me volvieron a llamar así.

"Selwin".

¿Quién rayos era ese tal Selwin?

—Ya íbamos a buscarte —la voz me seguía siendo— ¿pero qué haces? ¿no piensas no piensas abrir los ojos? — pero no pude confirmarlo....

—¿Qué? —...hasta verlo.

¡Ahora sí mi cabeza iba a explotar!

¡No podía ser cierto!

Pero lo era.

¡Estaba viendo a Nick junto a otro Imperfecto idéntico a él!

¡Había dos!

Dos miembros con el mismo rostro, estatura y voz, pero el cabello era distinto.

—No me digas que tenías planeado esconderte —uno de ellos tenía el color rubio y el otro oscuro, como el que estaba acostumbrado a ver.

—¿Esconderme?

—Sí, mariquita —respondió el Nick de cabello oscuro— ¿Tienes idea de lo que batallamos para conseguir el dinero?

—¿Dinero?

—Selwin no te hagas el tonto —dijo el Nick Rubio—. Nuestros amigos ya nos pagaron la marihuana por adelantado, ahora tienes que dárnosla.

—¿Marihuana?

—La hierba que prometiste

Los dos se veían fornidos y actuaban con demasiada rudeza.

No tenían armas pero sí navajas tan grandes como el filo de los picos con los que solíamos trabajar en la mina.

—Vamos, Selwin —dijo el Nick oscuro— solo dinos donde guardaste la marihuana.

—No tengo idea de lo que están hablando.

—¿Cómo que no tienes idea? —el Nick rubio parecía ser el más rudo— ¿Oíste eso Cameron?, nuestro amigo dice que no tiene idea.

—Es una lastima, Levi. Porque nosotros sí —Los dos sacaron sus navajas y las apuntaron hacía mi —Recuerda las semillas que batallamos en conseguirte; se suponía que ibas a cultivar.

—Pero ahora yo creo que él se las pudo haber fumado, hermanito.

—Sí, como en esa vez que perdimos la mercancía que robamos de su vecino.

Esos dos chicos me hacía sentir como sí volviese a estar atrapado con Mireya, solo que con la ventaja de poder moverme.

Hablaban en estéreo, como sí estuviesen sincronizados.

—Les juro que no tengo idea de lo que están hablando...,

—Claro que no —dijo Levi— porque como siempre te gastas la mercancía.

—Ni siquiera se quien es ese tal "Selwin".

—Pues es una lastima —continuó Cameron— porque nosotros sí sabemos quien es —al momento que tomó de mi mano derecha.

La sensación era demasiado real como para ser un sueño.

Cameron quería cortar mi piel.

—Ahora te lo preguntaré una sola vez más, Selwin. Dinos ¿En donde esta la hierba?

Nick

Por fin había escapado de ese departamento.

Un simple deseo por robar canapés me ayudó a encontrar la única opción que tendrá para salir.

—Ahí esta, —o tal vez no— ¡Síganlo!

No conocía este lugar.

Lo recordaba por las veces en que entregábamos la comida a los camiones, que siempre apuntaban hacía la izquierda.

—¡Que no se escape! —Mi única salida.

Los carriles se veían profundos, como sí fuesen kilómetros de perforación, y no tenía nada más que mis dos piernas...

—¡Ahhhh! —... y mi mala suerte de no saber a donde pisar, convidándome en una simple presa para los guardias.

—¡Atrapen-lo! —Ya no tenía sentido seguir viviendo.

Dos de ellos sujetaron mis brazos mientras que el tercero se quedó mirándome, después de responder a su comunicador.

—¿Esta segura? —conocía esa voz—. ¿No requiere de algún otro servicio...? —era demasiado obvia para creer que sería de otra persona.

—¿Clint? —El mismo idiota al que todas las mañanas me decía sobre lo optimista que debia de ser con el régimen para llegar a lo que él llegó estaba delante de mi usando un par de gafas oscuras, como sí pensara que eso me impediría reconocerlo.

—Como desee, señorita Arnowin —sin embargo algo no estaba bien.

Todavía recuerdo esa vez que lo vi cuando estaba encerrado en esa celda. Teníamos a un Imperfecto dañado, le pedía a Clint ayuda y él actuaba como sí no me reconociera.

Ese día imaginé suponer que Clint no me ayudó porque no pudo escucharme, ya que los otros guardias me impidieron acercarme a él...

—Ya tenemos la orden —...pero no fue por eso.

Clint no era el mismo de siempre.

No me miraba fríamente, como sí alguien le hubiese robado todo lo que en un momento llegó a ser él.

—Por decreto de la señorita Riley Arnowin, tenemos orden de eliminarlo.

—¿Eliminarme?

—Guardia silencio.

—¿Por qué querrían eliminarme?

—Desobedeciste la orden de un miembro del Sexo Perfecto, escapaste de tu puesto y...

—¡Oye!

—...robaste un pase. Cometer un delito como ese se sentencia con eliminación inmediata, pero al tratarse de un Imperfecto que fue solicitado no teníamos permitido hacerlo, a menos de que tuviésemos la autorización —Clint me apunto con el arma—. Y tal orden fue dada.

—Clint, por favor —Clint se veía como él resto de los guardias—. Soy yo, tu hermano Nick...

—No tengo hermanos.

—Sí los tienes; somos una familia.

—Mi única familia es La Zona.

—¿Qué?

—Ellos dieron la orden de obedecer a ese sujeto de pruebas, el sujeto ordenó que te eliminara, y como tal debo cumplirla.

—¡No lo hagas!

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