Mansfield Park Jane Austen

By MoonGreen823

3.3K 340 6

Siendo una niña y debido a la abundancia de hijos y a la escasez de medios para mantenerlos, Fanny Price es... More

CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
CAPITULO XVI
CAPITULO XVII
CAPITULO XVIII
CAPITULO XIX
CAPITULO XX
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV
CAPITULO XXVI
CAPITULO XXVII
CAPITULO XXVIII
CAPITULO XXIX
CAPITULO XXX
CAPITULO XXXI
CAPITULO XXXII
CAPITULO XXXIII
CAPITULO XXXIV
CAPITULO XXXV
CAPITULO XXXVI
CAPITULO XXXVII
CAPITULO XXXVIII
CAPITULO XLIX
CAPITULO XL
CAPITULO XLI
CAPITULO XLII
CAPITULO XLIII
CAPITULO XLIV
CAPITULO XLV
CAPITULO XLVI
CAPITULO XLVII
CAPITULO XLVIII

CAPITULO X

61 7 0
By MoonGreen823


Pasaron quince minutos, veinte... y Fanny seguía pensando en Edmund, en Mary y en sí misma, sin que nadie la interrumpiera. Empezó a extrañarle que la dejasen sola tanto tiempo y a escuchar con ansias de oír sus pasos de nuevo y sus voces. Escuchaba, escuchaba y al fin puso oír...sí, eran voces y pasos que se acercaban; pero, apenas acabó de percatarse de que no eran de los que ella esperaba, aparecieron María Bertram, Mr. Rushworth y Henry Crawford, procedentes del mismo sendero que ella había seguido antes.

-¡Fanny sola...! Querida Fanny, ¿cómo ha sido esto?- fueron los primeros saludos.

Ella lo contó.

-¡Pobrecita Fanny!- exclamó su prima- ¡Qué mal te han tratado! Hubiera sido mejor que te quedaras con nosotros.

Después, sentándose en al banco con un caballero a cada lado, reanudó la conversación que antes sostenían, estudiando la posibilidad de las mejoras con gran animación. Nada se concretó, pero Henry Crawford tenía la cabeza llena de ideas y proyectos; y, en términos generales, cuanto él proponía quedaba inmediatamente aprobado, primero por ella y luego por Mr. Rushworth, cuya principal ocupación era, a lo que parecía, escuchar a los demás, sin arriesgarse apenas a exponer alguna sugerencia propia, como no fuera su deseo de que vieron ellos también la finca de su amigo Smith.

Después de dedicar algunos minutos a ese tema, miss Bertram, observando la verja de hierro, expresó su deseo de entrar por ella en el parque, a fin de obtener nuevas perspectivas para sus planes. Henry opinó que sería lo mejor que podían hacer, el único medio que les permitiría decidir con algún acierto. Enseguida descubrió una loma a no menos de media milla, desde cuya altura tendrían la exacta visión de conjunto que se requería para el caso. Por lo tanto era incontable que tenían que ir a la loma y pasar por la verja; pero la verja estaba cerrada. Mr. Rushworth lamentó no llevar encima la llave; dijo que estuvo muy cerca de pensar, antes de salir, si debía cogerla; que estaba resuelto a no volver más allí sin la llave. Sin embargo todo esto no resolvía la dificultad presente. No podían atravesar la verja. Y como en María no menguaban los deseos de hacerlo, Mr. Rushworth acabó por manifestar que estaba dispuesto a ir a buscar la llave y separóse de ellos acto seguido.

-Indudablemente es lo mejor que podemos hacer, ahora que nos hemos alejado tanto de la casa- dijo Henry, cuando el otro se hubo marchado.

-Sí, no cabe hacer otra cosa. Pero, sinceramente, ¿no encuentra el lugar, en conjunto, peor de lo que esperaba?

-No, por cierto, muy al contrario. Lo encuentro mejor, más gracioso, más completo en su estilo, aunque acaso este estilo no sea el ideal. Y si quiere que le diga la verdad- añadió hablando bastante más rápido-, no creo que jamás vuelva a ver Sotherton con el placer de ahora. Difícilmente otro verano podrá mejorarlo para mí.

Después de una breve turbación, la damisela replicó:

-Usted es un hombre demasiado mundano para no ver las cosas con los ojos del mundo. Si los demás creen que Sotherton ha mejorado, usted también lo considerará así.

-Temo que no soy tan hombre de mundo como me convendría en algunos casos. Mis sentimientos no son tan deleznables, ni mis recuerdos del pasado tan difíciles de dominar, como es el caso, según uno puede ver por ahí, de los hombres de mundo.

Se siguió un corto silencio. Miss Bertram empezó de nuevo:

-Parece que esta mañana se divirtió usted mucho mientras guiaba el coche. Celebré verle tan entretenido. Usted y Julia no cesaron de reír en todo el camino.

-¿Nos reíamos? Sí, creo que sí; pero no me acuerdo en absoluto de qué. ¡Ah! Creo que le estuve contando unas ridículas anécdotas de un viejo palafrenero irlandés que tiene mi tío. A su hermana le gusta mucho reír.

-¿Le parece ella más alegre que yo?

-Creo que se la divierte con mayor facilidad- replicó Henry-, y por lo tanto ¿comprende usted?- añadió sonriendo-, me parece mejor compañera. A usted no me hubiera visto capaz de divertirla con anécdotas irlandesas durante un recorrido de diez millas.

-Creo que mi carácter, corrientemente, es tan animado como el de Julia, pero ahora tengo más cosas en qué pensar.

-Sin duda; y, en determinadas circunstancias, un exceso de alegría denota insensibilidad. Sin embrago, las perspectivas que a usted se le ofrecen son demasiado halagüeñas para justificar una pérdida de humor. Se halla usted ante un panorama risueño.

-¿Habla usted en sentido literal o figurado? Deduzco que literal. Sí, en efecto. Luce el sol y el parque tiene un aspecto alegre. Pero, por desgracia, esa verja de hierro, ese foso escarpado, me dan idea de opresión y limitación- mientras esto decía, poniendo vehemencia en sus palabras, se aproximó a la verja; él la siguió-. ¡Tarda tanto James en venir con la llave!

-Y por nada del mundo se atrevería a usted a salir sin la llave y el consentimiento y la aprobación de Mr. Rushworth; de lo contrario, creo que sin mucha dificultad saltaría usted por este extremo de la verja, con mi ayuda. Creo que podríamos hacerlo, si usted deseara sentirse realmente menos prisionera y tuviera el valor de considerarlo como cosa no prohibida.

-¡Prohibida! ¡Qué tontería! Claro que puedo salir así, y lo haré. James no tardará en llegar, por supuesto: no nos tardaremos mucho, para que nos vea.

-Y, si no nos viera, miss Price tendrá la amabilidad de decirle que nos encontrará cerca de aquella loma...en el robledal de la loma.

Fanny, dándose cuenta de que todo aquello no estaba nada bien, no pudo menos que esforzarse en evitarlo.

-María, te vas a lastimar- porfiaba-; seguro que te lastimarás con esos clavos; te rasgarás el vestido; corres el riesgo de caerte en el foso. Mejor sería que no fueras...

Al decir esto último, su prima se hallaba ya al otro lado, y sonriendo con todo el buen humor que proporciona el éxito, replicó:

-Gracias, querida Fanny, pero tanto mi traje como yo hemos llegado sanos y salvos; de modo que...¡adiós!

Fanny se quedó otra vez sola y no de mejor humor, pues la apenaba casi todo lo que había visto y oído. Estaba asombrada de María y enojada con Henry. Como no tomaron el camino recto, sino otro que les obligara a dar un rodeo y, según ella le pareció, muy irrazonable para dirigirse a la loma, pronto quedaron fuera del alcanza de su vista. Transcurrieron unos minutos más sin que se oyera ni viniese nadie. Le parecía tener todo el bosquecillo para ella sola. Casi tenía motivos para creer que Edmund y miss Crawford la habían abandonado, pero no era posible que Edmund se olvidase tan por completo de ella.

Un repentino rumor de pisadas la distrajo de sus inquietantes suposiciones, alguien se acercaba a paso rápido, bajando por el sendero principal. Esperaba que apareciera Mr. Rushworth, pero era Julia, la cual, acalorada y sin resuello, y evidentemente contrariada, exclamó al verla:

-¡Hola! ¿Dónde se han metido los demás? Creí que María y Henry estaban contigo.

Fanny explicó lo ocurrido.

-¡Bonito truco, a fe mía! No los veo por ninguna parte- exclamó mirando con impaciencia al interior del parque-. Pero no pueden estar muy lejos, y creo que puedo saltar tan bien como María, hasta sin que me ayuden.

-Pero, Julia: Mr. Rushworth estará aquí en un momento con la llave. Espérate, por favor.

-¿Esperarle yo? No es fácil. Demasiado he tenido que aguantar a esa familia por una mañana. ¡Vamos niña! Ahora justamente acabo de liberarme se su horrible madre. ¡Menuda condena he tenido que soportar mientras tú estabas aquí tan sentadita, compuesta y feliz! Tal vez te hubiera dado lo mismo encontrarte en mi sitio, pero el caso es que siempre te las arreglas para escabullirte de esos compromisos.

La acusación no podía ser más injusta, pero Fanny prefirió no darle importancia y pasar por ella. Julia estaba picada y se dejaba llevar de su temperamento impulsivo.; pero Fanny estaba segura de que no le duraría el mal humor, y por tanto, haciendo caso omiso a sus palabras, le preguntó si había visto a Mr. Rushworth.

-Sí, si le vimos. Iba disparado, como si fuera cuestión de vida o muerte, y perdió el tiempo justo para decirnos a dónde iba y dónde estabais.- Es una lástima que se haya tomado tanta molestia para nada. De eso debe preocuparse María. Yo no estoy obligada a sufrir por sus pecados. De la madre no puede huir mientras tía Norris, siempre tan pesada, anduvo danzando por ahí con el ama de llaves, pero al hijo puedo eludirlo en todo momento.

Inmediatamente trepó por la verja, saltó al otro lado y se alejó sin atender a la última pregunta de Fanny sobre si había visto a Edmund y Mary. La especie de temor que ahora sentía Fanny de encontrarse ante Mr. Rushworth le impidió pensar mucho sobre la prolongada ausencia de la pareja, como hubiera hecho en otro caso. Se d aba cuenta de que le habían tenido muy poca consideración, y le resultaba violento tener que explicarle lo ocurrido. James se presentó cinco minutos después de que Julia había desaparecido; y, aunque Fanny hizo cuanto pudo para referir el caso de modo que no resultara tan desagradable, él no pudo ocultar la enorme mortificación y el profundo disgusto que sentía. Al principio apenas dijo nada; sólo en su actitud se reflejó la sorpresa y el enojo que aquello le causaba. Se llegó a la verja y se quedó allí, inmóvil, como sin saber qué hacer.

-Me rogaron que me quedase. María me encargó que le dijera en cuanto usted llegase, que los encontraría en aquella loma o en sus inmediaciones.

-Me parece que no voy a ir más lejos- dijo él, desalentado-. No se ven por ninguna parte. Cuando yo llegase a la loma, ellos ya se habrían marchado a otro sitio. Me he paseado bastante.

Y fue a sentarse con aire sombrío junto a Fanny.

-Lo siento mucho, dijo ella-; es muy lamentable.

Y hubiera dado cualquier cosa porque se le hubiese ocurrido decir cualquier cosa, a propósito de lo ocurrido.

Después de un prolongado silencio, él se quejó:

-Creo que bien hubieran podido esperarme.

-María pensó que usted la seguiría.

-Yo no tenía por qué seguirla si ella se hubiese quedado.

Esto no podía negarse, y Fanny se calló. Al cabo de una pausa, él reanudó:

-Por favor, miss Price, ¿podría usted decirme si es tan admiradora de ese Mr. Crawford como otras personas? Lo que es yo, no le veo nada en particular.

-A mí no me parece nada guapo.

-¡Guapo! Nadie puede decir que sea guapo un individuo corto de talla como él. No alcanza cinco pies con nueve. Y no me extrañaría que solo llegase a los cinco con ocho. Además, le encuentro un aspecto muy poco agradable. Opino que esos Crawford no son una buena adquisición, en absoluto. Lo pasábamos muy bien sin ellos.

Aquí se le escapó a Fanny un leve suspiro y no supo contradecirle.

-Si yo hubiera puesto algún reparo en lo de ir a buscar la llave cabría alguna excusa, pero fui en cuanto ella manifestó sus deseos.

-Su amable atención obligaba mucho, desde luego, y estoy segura de que se apresuró usted tanto como pudo; no obstante la distancia de aquí a la casa es bastante larga y quien espera juzga mal el tiempo; en estos casos cada minuto pasa como cinco.

Él se puso de pie y volvió a la verja, diciendo:

-Ojalá hubiese tenido la llave entonces.

Fanny creyó ver en su actitud un indicio de su apaciguamiento que la animó para otra tentativa. Con tal propósito, dijo:

-Es una lástima que no vaya a reunirse con ellos. Buscaban una perspectiva mejor de la casa por aquel lado del parque, y estarán estudiando las mejoras que cabría hacer, pero, como usted sabe, no pueden decidir nada sin recibir su parecer.

Fanny comprobó que tenía más garbo en despachar que en retener a sus acompañantes. Mr. Rushworth quedó convencido.

-Bueno- dijo-, si a usted le parece mejor que vaya...Sería tonto haber traído la llave para no utilizarla.

Franqueó la verja y se marchó sin más ceremonia.

Entonces los pensamientos de Fanny se concentraron por entero en tomo a los que la habían dejado allí hacía tanto tiempo, y como creciera su impaciencia, resolvió ir en su busca. Siguió el mismo camino que ellos habían tomado, paralelamente al foso, y apenas lo dejó para internarse por otra vereda, llegaron de nuevo a sus oídos las risas y la voz de Mary. Resonaban cada vez más cerca, y unos momentos después se encontró ante ellos. Acababan de regresar al bosque desde el parque, al que habían pasado, tentados por una puerta lateral que hallaron abierta poco después de separarse de Fanny, y cruzando el sector del parque habían llegado hasta la mismísima avenida que tanto había anhelado Fanny, en el curso de toda la mañana, alcanzar al fin, y allí se habían sentado bajo uno de los árboles. Esto fue lo que le contaron. Era muy evidente que el tiempo había transcurrido muy agradablemente para ellos y no se habían dado cuenta de lo prolongado de su ausencia. El mejor consuelo para Fanny fue que le aseguraran lo mucho que Edmund la había echado de menos y que, desde luego hubiese vuelto por ella de no haber sido pro lo cansada que ya estaba a causa del paseo por el bosque. Pero no era eso suficiente para borrar su pena por haberse visto abandonada por un ahora entera, cuando él había hablado entonces de solo unos minutos, ni para ahuyentar la especie de curiosidad que sentía por saber de qué habrían estado hablando durante aquello tiempo; y el resultado fue que se sintiera desilusionada y deprimida cuando decidieron, por acuerdo general, regresar a la casa.

Cuando llegaron al pie de la escalera que conducía a la terraza, aparecieron en lo alto la señora Rushworth y tía Norris, que se disponían a ir entonces a la floresta, cuando hacia una hora y media que habían salido. La señora Norris estuvo ocupada en cosas demasiado interesantes para ponerse en marcha con demasiada prontitud. Cualesquiera que hubiesen sido los contratiempos que hubiesen podido frustrar la diversión de sus sobrinas, el caso es que para ella la mañana había sido de gozo completo, pues el ama de llaves, después de mostrarse en extremo atenta y amable al informarla de todo lo referente a los faisanes, la había llevado a la vaquería, ilustrándola sobre cuanto hace referencia a las vacas y dándole una receta de un famoso queso de crema; y después que Julia las había dejado la encontraron con el jardinero, tropiezo que resultó en extremo satisfactorio para la señora Norris, pues tuvo la ocasión de rectificar el erróneo criterio del buen hombre a cerca de la enfermedad que padecía su nieto, convenciéndole de que tenía una calentura intermitente, y loe prometió un amuleto para el caso; y él, en justa correspondencia, le enseñó su plantel más escogido y hasta la obsequió con un ejemplar de brezo muy curioso.

Al encontrarse las damas con el terceto que regresaba, todos volvieron a la casa para, una vez allí, dedicarse a pasar el tiempo lo más distraídamente posible, bien charlando, ya leyendo alguna revista trimestral, cómodamente arrellanados en los sofás, esperando la llegada de los otros y la hora de la cena. Era ya bastante tarde cuando se presentaron las hermanas Bertram y los dos caballeros; y al parecer, su paseo, no había resultado agradable más que a medias, y en modo alguno fecundo en consecuencias positivas con respecto al motivo de la excursión. Según ellos refirieron, no habían hecho más que ir unos en pos de otros, y el encuentro le pareció a Fanny que se había producido demasiado tarde para restablecer la armonía lo mismo que para, según reconocieron, tomar decisiones sobre las mejoras a realizar. Al mirar a Julia y a Mr. Rushworth, notó que no solo era en el pecho de ella donde se ocultaba el descontento por la conducta de los otros dos; también en el rostro de él se apreciaba el rictus del disgusto. Henry y María parecían más satisfechos, y creyó que él ponía especial empeño, durante la cena, en disipar toda sombra de resentimiento en los otros y restablecer el buen humor general.

A la cena sucedió inmediatamente el té y el café, pues la perspectiva de un recorrido de diez millas para volver a casa no permitía perder el tiempo. A partir del momento en que se sentaron a la mesa todo fue una bulliciosa sucesión de naderías, hasta que el coche estuvo a la puerta y la señora Norris, después de afanarse en obtener del ama de llaves unos huevos de faisán y un queso de crema y en abundar en corteses discursos de cumplido por las atenciones de la señora Rushworth, estuvo dispuesta a iniciar la marcha. En aquel momento, Henry se aproximó a Julia para decirle:

-Espero que no voy a perder a mi acompañante, a menos que ella tema el aire de la tarde en un sitio tan expuesto.

La instancia no estaba prevista, pero fue gratamente acogida, y era de prever que para Julia la jornada iba a terminar tan bien como había empezado. María, por su lado, esperaba algo muy distinto, y quedó un tanto decepcionada; pero su convicción de que, en realidad, era ella la preferida le bastó para conformarse y la capacitó para atender como debía las atenciones de despedida de James Rushworth. Sin duda a él había de satisfacerle más dejarla en el interior del birlocho que ayudarla a montar en el pescante, y sus deseos parecieron cumplirse con este arreglo.

-¡Vamos, Fanny, que este ha sido un magnífico día para ti!- dijo tía Norris mientras atravesaban el parque-.¡Un completo recreo, desde el principio hasta el fin! Ya te digo que puedes estar muy agradecida a tía Bertram y a mí por haber buscado la manera de que pudieses venir. ¡Nada, que has podido disfrutar un bonito día de constante diversión!

María estaba lo bastante disgustada para decir sin ambages:

-Me parece que usted no lo ha aprovechado del todo mal, tía. Yo diría que en el regazo lleva usted un montón de cosas buenas; y entre las dos hay una cesta con algo que me está torturando el codo sin piedad.

-Querida, no es más que un pequeño y hermoso brezo que el viejo jardinero, tan amable se empeñó en que me llevara; pero, si te estorba, ahora mismo lo pongo en mi regazo. Mira, Fanny, tu podrías llevarme este paquete. Pon mucho cuidado, no se te vaya a caer; es un queso de crema, exactamente igual al que probamos en la comida. No hubo manera de que la Whitaker, la buena ama de llaves, se resignase a que no me lo llevara. Me resistí todo lo que pude hasta que las lágrimas casi asomaron a sus ojos y yo me di cuenta de que el queso era precisamente de la clase que hace las delicias de mi hermana. ¡Ésta señora Whitaker es un tesoro! Se horrorizó de veras cuando le pregunté si les permitían beber vino a los de la segunda mesa, y echó a dos criadas por llevar vestidos blancos. Cuidado con el queso, Fanny. Así puedo llevar muy bien el otro paquete y la cesta.

-¿Y qué más ha pescado por allí?- preguntó María, en cierto modo satisfecha de que Sotherton mereciera tantos elogios.

-¡Pescar, querida! Nada más que estos cuatro hermosos huevos de faisán que me obligaron a aceptar diciéndome que sin duda sería una buena distracción para mí, porque vivo sola, tener unos cuantos seres vivientes de esta especie; y lo será, de seguro. Haré que la granjera se los ponga a la primera culeca libre que tenga, y si llegan a buen fin me los llevaré a casa y los pondré en una caponera que alguien me prestará; y será para mi delicioso cuidarlos en mis horas de soledad. Y, si tengo suerte, habrá algunos para tu madre.

Era un bello anochecer, dulce y apacible, y el regreso venía a ser un paseo con todos los encantos que pudiera prestarle sosiego de la naturaleza; pero, cuando tía Norris acababa de hablar, en el coche se hacía un silencio absoluto. Los ánimos, en general, estaban agotados; y definir si el día les había procurado más penas que alegría o viceversa, era la cuestión que sin duda ocupaba la mente de todos.

Continue Reading

You'll Also Like

2.2K 181 13
Jess, una joven adulta buscando expandir sus horizontes y conocer personas, realiza un viaje a Suiza. Pero rápidamente este viaje se vuelve un infier...
2.3M 122K 196
Aquí encontraras frases para hacer infeliz a la persona que más odias o simplemente para defenderte en una ocasión especial :v #6 en de todo 23/10/20...
334K 21.1K 29
Chiara y Violeta son compañeras de piso, y no se llevan bien. Discuten a menudo, y cuando no lo hacen, se ignoran. Cuando se adelanta la boda de su h...
2.5K 159 20
Esta serie de cuentos breves son de tradición oral tanto oriental como occidental. Más allá de la religión o filosofía de que proceda cada uno, los h...