El picnic iba de maravilla.
Exceptuando el hecho de que Kai tenía fiebre y Soobin tuvo que cancelar, por lo que solamente Yeonjun y BeomGyu asistieron, entonces sí. Iba de maravilla.
—¿Cómo demonios te enfermaste en un lapso tan corto?
Kai estornudó.
—Mira— dijo, gangoso a través del teléfono—. No es mi culpa. Mi cuerpo es débil y ayer la noche estaba fría. Además, se me olvidó llevar chaqueta.
—¿Te costaba mucho pedir un taxi?
—¡Pues perdóname por creer que podría resistirlo!— Otro estornudo, lo suficientemente fuerte como para casi romper los tímpanos de Soobin . Hasta para resfriarse es agresivo...—. Creo que esta conversación está empeorando mi salud. Voy a colgar.
—No te atrevas a— Su amenaza fue interrumpida por el sonido de la línea muerta. Bufó, bloqueando su celular y guardándolo en el bolsillo de sus jeans—. Irrespetuoso.
Honestamente quería sentir molestia hacia Kai por haber arruinado sus planes. No iría a un picnic romántico con Yeonjun y BeomGyu para ser la tercera rueda, y en consecuencia, toda la comida que había preparado acabaría acumulada en su refrigerador. Sus esfuerzos resultaron en vano, por lo que su frustración habría sido parcialmente comprensible.
Sin embargo, la preocupación que hundía su pecho desplazaba cualquier posible enojo dirigido al castaño, por lo que no fue una sorpresa cuando se halló a sí mismo escribiéndole un mensaje para que le enviara su ubicación. Pese a entender que no estaba en posición de inmiscuirse en su vida privada, ignorar el estado de Kai no era una alternativa, al menos no una que lo dejara tranquilo.
El móvil sonó unos segundos después, notificando un mensaje entrante, y Soobin no estaba mínimamente sorprendido por la respuesta.
Kai mi Bebé
no c
weno sí c pero no te wa a decir xd
Giant Bunny
Solamente quiero tu dirección
Kai mi Bebé
para qué ?
Soobin rodó los ojos. Ah, su castañito era realmente fastidioso cuando quería serlo. Tragándose la impaciencia que burbujeó de pronto, optó por utilizar la técnica más antigua y eficiente del libro.
Giant Bunny
Te llevaré comida
Kai mi Bebé
Weno
El hecho de que aquello bastara para que Kai compartiera su ubicación, era predecible y... preocupante. Podía imaginarlo de pequeño, aceptando dulces de un desconocido antes de ser secuestrado en una minivan. ¿Cómo había sobrevivido durante su infancia?
Tras arribar al edificio de Kai con la comida que había preparado —esto se asemejaba demasiado a Caperucita Roja y empezaba a aterrar al pelinegro—, tocó el timbre y se dedicó a esperar. No transcurrieron más de dos minutos, cuando el castaño ya se hallaba en el umbral, con una manta puesta sobre sus hombros y una nariz roja brillante que destacaba en su cara.
—Te ves del asco.
Kai estornudó.
—Ya sé— susurró, haciéndose a un lado para permitirle a Soobin el ingreso a su adorablemente desastrosa morada.
Lea llevaba cerca de una semana quedándose en la casa de su madre, lo que para Kai significaba libertad para desordenar y hacer lo que quisiera a lo largo de todo el departamento, sin una hermana que estuviera persiguiéndolo y regañándolo por el lío que provocaba con su sola existencia.
En realidad no le importaba, no hallándose a solas; no obstante, le gustaba causar una buena impresión. Por ello, cuando Soobin solicitó su locación de la nada, no pudo evitar entrar en pánico. Con suerte podía atravesar el pasillo hacia el baño sin caerse con alguna chuchería, el pelinegro moriría antes de poner un pie dentro de la vivienda.
Sus intenciones iniciales fueron ordenar, mas tan pronto se levantó de la cama, supo que fue un error, sufriendo de un mareo horrible que estuvo cerca de botarlo inconsciente. Razón por la cual, Choi Soobin tendría que aguantar su desastre personal al menos por cuánto durara su estadía.
—¿Y la comida?— dijo el castaño, recordando cuál era el motivo de la reunión. Soobin se acercó a besar su frente y Kai juró que le iba a dar un aneurisma.
—Tienes temperatura. ¿Por qué no te acuestas?
—A ti de verdad te encanta actuar como mi doctor— Suspiró, echándose hacia atrás y retrocediendo hasta alcanzar el sofá. Adquiriendo nuevamente su posición de feto chupa-pulgares, observó al pelinegro desempacar la comida para repartirla sobre la mesa—. ¿Y? ¿Qué tienes para ofrecerme? ¿Langosta a la mantequilla?
—Por supuesto, mon chéri. ¿Te gustaría acompañarlo con champaña?— dijo en un espantoso acento francés. Kai no debió haberlo encontrado atractivo, pero lo hizo y se quería morir.
¿Qué tenía Choi que llamaba su atención aun después de todos estos años? No tenía ni la menor idea. Quizá, dentro de su cuerpo, yacía un imán extremadamente efectivo para atraer HueningKai's. Y al ser la teoría más lógica para explicarlo, estaba dispuesto a aceptarla. Un enorme artefacto diseñado únicamente para encandilar inteligentes Kai , cuyas neuronas eran destruidas por el efecto magnético.
—Aquí— dijo Soobin haciéndose un hueco en el sofá. Kai se incorporó cuando el pelinegro acercó una cuchara a su boca—. Abre.
Era ridículo. Kai se rehusaba a ser alimentado como un infante, menos cuando sus manos eran funcionales. Pero sus energías no estaban precisamente canalizadas en pelear, por lo que obedeció en silencio y comió lo que Soobin le ofrecía, mientras intentaba ignorar cómo sus propios mejillas empezaban a calentarse.
—Estás rojo— soltó Soobin con preocupación. Kai cerró los ojos, engullido por la vergüenza. ¿Por qué el pelinegro no podía ser sutil al respecto?—. Muy rojo. ¿Te sientes bien? Tu fiebre...
—No es fiebre— lo interrumpió, deseando que se callara. Ya era lo suficientemente mortificante la inevitable atracción hacia Soobin como para ser descaradamente exhibido—. Tengo hambre. Quiero más.
—Eres todo un bebé— se burló el pelinegro, mas sin hacer al castañito rogar, continuó alimentándolo con una sonrisa boba en el rostro.
Kai no estaba acostumbrado a que lo cuidaran, menos a que lo atendieran de la manera en que Soobin lo hacía. Lea era menor, por lo que no era apropiado cargarla con aquella responsabilidad. Y sus padres... Ni hablar. Así que, se aprovecharía —sólo por un ratito— de la voluntad del pelinegro, y trataría de no disfrutar demasiado la sensación de ser mimado.
Una hora más tarde, el timbre volvió a sonar.
—¿Esperabas visitas?— cuestionó Soobin. Kai sacudió la cabeza, medianamente aturdido por el agotamiento que implicaba estornudar cada cinco minutos.
El pelinegro abrió la puerta, suponiendo que se trataría de algún inquilino del edificio; hallando al otro lado del umbral, a una mujer de cabello corto y postura educada que no tardó en expresar su desconcierto al verle.
—¿Y Kai ?
Soobin frunció los labios, meditando irrazonablemente sobre la relación que podría vincular a aquella mujer con el castañito, para que le tratara con tal confianza. ¿Acaso era una clienta?
—Se enfermó. Está descansando ahora— explicó, sin querer entrar en detalles. La mujer cubrió su boca, luciendo apesadumbrada por la noticia—. ¿Quién lo busca?
—Oh... ¿no te ha contado sobre mí?
—Gracias, Giant Bunny— La voz de Kai proveniente a sus espaldas lo hizo voltear—. Ve adentro. Yo me encargo.
El castaño palmeó su hombro antes de tomar su lugar frente a la mujer e indicarle a Choi que se retirara. Esperó a que estuviera a una distancia considerable para dirigirse a Sunhee, quien esbozó una sonrisa que usualmente escondía la tristeza que en su interior pesaba, mas que nunca lograba eclipsarla del todo.
—¿Qué haces aquí?
Ella lo inspeccionó, desde la cabellera despeinada hasta las pantuflas de tigre. —Te llamé, pero no respondiste.
—¿Ocurrió algo?
—Mm. Tu...— inhaló hondo—. Tu padre quiere verte.
Una carcajada seca brotó de la garganta de Kai . —¿Él dijo eso?
—B-Bueno... No, pero... pero estoy segura de que quiere verte— titubeó. Kai omitió la fuerte opresión en su pecho—. Está empeorando y...— su voz fue apagándose, hasta tornarse dolorosa de escuchar—, los doctores dicen que no tiene salvación.
Guardó silencio, y Kai observó a la mujer cabizbaja de ilusiones rotas, que se aferraba a una vida hecha trizas por la que había luchado. No era la culpable de lo que había ocurrido; nadie lo era. Mas sentía que se estaban hundiendo; él, su padre, y ella... Ella sobre todo, hundiéndose en su camino a la felicidad que anhelaba alcanzar.
—Iré a verlo— mintió el castaño, causando que el rostro de Sunhee se iluminara—. Cuando me recupere.
—G-Gracias, Kai— musitó. Extendió las manos para afirmar las del menor, quien ahogó un sonido de sorpresa—. Sé que... que tu padre estará contento.
Yo no estaría tan seguro, pensó antes de despedirse. Sunhee sacudió su mano a la distancia e ingresó al ascensor, lo que fue la señal para que Kai cerrase la puerta tras él.
La mirada curiosa de Soobin fue lo primero con lo que se topó al retornar a la sala de estar.
—¿Quién era? ¿Una clienta? ¿Una inquilina?
—Oh, mi Giant Bunny. ¿Acaso no has oído aquel viejo refrán?— dijo con fingido reproche. La ceja de Soobin se arqueó—. "La curiosidad mató al conejo ".
El pelinegro revoleó los ojos y los labios de Kai se curvaron en una sonrisa, una sonrisa que eclipsó la tristeza en la que se sumía su corazón y la desesperanza que lo carcomía por dentro, al saber que una de las personas que más amaba en el mundo, estaba a pocos pasos de abandonarle, no por primera vez, mas sí por última.
Se recostó en el sofá y sus párpados no tardaron en rendirse, cerrándose con lentitud mientras Soobin tarareaba una canción que había sonado en la radio aquella mañana. Intentando apaciguar aunque fuese por un breve momento las emociones amargas que causaba la situación de su padre, se entregó a los brazos confiables de Morfeo; sin ser consciente de que la calidez que le envolvía a medida que caía dormido, era producto de la voz melodiosa que retumbaba en las paredes.