Fuerzas Opuestas.

Gathergerd

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En las tierras de Arium, diferentes seres conviven en paz y armonía... ¡O eso quizás fue en el pasado! ... Еще

Fuerzas Opuestas
Mapa.
🍃Capítulo 1.🍃
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 16.
♛SEGUNDA PARTE♛
Capítulo 17.
Capítulo 18.

Capítulo 15.

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Gathergerd


Maratón de Seldrum (2/3):

    El caluroso y temible territorio de Carbhant hace presencia frente a sus ojos. Grandes montes oscuros rodean la zona, intimidantes. El suelo se encuentra negro, seco y resquebrajado, como si el agua nunca hubiese tocado la tierra en ese lugar. A lo lejos el equipo confunde un par de montañas, para recaer que algunas de ellas se tratan de volcanes activos, expulsando su lava por todos lados, oscureciendo el cielo con su humo. Como consecuencia de ésto, en las lejanías se perciben unos rayos de gran magnitud, llevando por los alrededores el sonido de los imponentes truenos.

     Con sus frentes sudadas y una extrema necesidad de una ducha fresca, revisan el mapa apresuradamente para alejarse de aquel lugar. Cian intenta desplegar sus alas, pero las mismas se ven caídas y agotadas. Es entonces que comienza a caminar lento, advirtiendo a sus compañeros:

Cian: Si vamos demasiado rápido, nos deshidrataremos, chicos.

Rumshum: No me gusta el calor —rezonga otra vez viendo a Cian—. ¿No que a ti no te afectaban las temperaturas?

Cian: Sí en temperaturas demasiado extremas. Mis alas se apagan al intentar moverse en espacios agobiantes como éste. Solo en momentos así, me siento como una verdadera humana...

Eleonora: Si tan solo tuviéramos recipientes con agua, podríamos guardarlos para el camino —piensa en voz alta. A los segundos se corrige—. Pero no, nos arriesgamos a que el agua se hierva y se evapore por completo.

Cian: No creo que podamos regresar rápido, el portal se cerró —comenta secándose las gotas de sudor en su rostro—. Solo tenemos que estar en calma, el calor nos volverá locos si empezamos a pensar en esas posibilidades.

     Eleonora le da la razón y se asegura de meditar mientras avanza. Cierra sus ojos y se concentra nada más que en su respiración: Inhala, y lentamente exhala. Inhala y otra vez, exhala. Repite este proceso un par de veces, empezando a olvidarse de algunas preocupaciones, y del agobiante calor. Pero aquel resultado le dura muy poco cuando abruptamente la voz de Rumshum rompe su espacio de paz:

Rumshum: ¿Por qué Favio hará masacres?

El tema recurrente había regresado al campo de batalla.

Cian: ¿Crees que tenga alguna razón en específico?

Rumshum: Solo digo —aclara encogiéndose de hombros—. Dudo que gane mas fuerza haciendo eso.

Eleonora solo sigue caminando. Inhala, y exhala. Inhala...

Cian: Es decir, es un demonio. Los demonios solo hacen masacres porque sí.

     Y la elfa ya no puede regresar otra vez a su estado de meditación. Tragándose su fastidio ante aquel comentario, espera el chiste discriminatorio de su compañero, el cual llegaría en cualquier momento.

Rumshum: ¿Tú crees?, a mi parecer no son tan malos.

     Pero la broma nunca resultó. Impresionada por el extraño y no ofensivo comentario del humano, Eleonora se relaja y comienza a prestarle más atención a la conversación.

Rumshum: Bueno, he visto muy pocos en Arium y he tenido problemas con unos, pero suelen ser agradables —prosigue.

Cian: ¡Son agradables! —afirma en una dulce risa. En un segundo, termina perdiéndola por completo, y sus facciones se endurecen— hasta que, cuando más desprevenido estás, se acercan a ti y desgarran cada parte de tu cuerpo —se queda viendo fijo a Rumshum, para regresar a su estado de amabilidad, sonriente—. Pero sí, finjen bien ser gente agradable, supongo.

     El humano se ríe por la agresividad de la ángel al catalogar a aquellos seres como la peor creación en el universo. Entonces ve a la elfa, silenciosa pero extraña. Decide incluirla en la conversación:

Rumshum: Eleonora, ¿Tú qué opinas de los demonios?

     Ella elige no dar pie a un debate, y contesta rápido:

Eleonora: Nada.

Cian: ¿Enserio, nada?

Eleonora: Nada de nada.

     La elfa no piensa aportar ningún tipo de opinión al respecto, lo que comienza a traerle ciertas sospechas al humano. El tiempo cada vez pasa más lento, hasta que parece detenerse cuando oyen pisadas que hacen retumbar todo el suelo. El cielo comienza a tornarse de un color rojizo y opaco, y pareciera que se encuentran en el horno del mismísimo Satanás. Buscan con la mirada una dirección por donde escapar, pero hay demasiadas montañas cortando el paso.

Eleonora: ¿Qué está pasando ahora? —susurra desesperada—. No podremos pelear bien en éstas condiciones.

Rumshum: Lamento decirles esto, pero en ambientes donde haya calor o criaturas de fuego, soy mas débil. Así que, no esperen mucho...

     La elfa anota las palabras textuales de Rumshum en su mente, cree que le servirá para otra ocasión, y para varios tipos de venganza hacia él. Pero deja de pensar al volver alerta, en la situación la cual se encuentran ahora. Mientras más resuenan los pasos de alguna criatura que se avecina por una de las direcciones, el equipo prepara sus armas.

Cian: Bueno, entonces estamos en problemas...

Eleonora: ¿Qué hacemos ahora?

Rumshum: No hay más camino que el frente si queremos irnos, o podemos regresar y morir calcinados.

Eleonora: Supongo que es lo único que nos qued...

     Delante de ellos, saliendo de un par de cuevas de las montañas, se encuentran con los causantes de tal alboroto. Rápidamente reconocen la silueta de dos grandes ogros vestidos con ropa de cuero. Se refleja el odio y el peligro sobre sus mandíbulas prominentes que dejan escapar dos colmillos podridos; en su piel roja como el fuego y repleta de callos; exhalando humo por sus grandes narices. En sus manos, cada uno lleva una espada de plata, sosteniéndolas con firmeza.

     Los guardianes de Carbhant amenazan al equipo una vez los apuntan con sus armas, rugiendo y expresando palabras que ninguno de los tres pueden llegar a entender. Una única solución que los tres ven claro: atacar.

     Rumshum dispara un virote a la pierna de un ogro, cuando éste último lo esquiva y se adelanta frente al humano, empujándolo hacia un lado. Eleonora por otro lado corre y lanza un par de bombas tóxicas a la cara del segundo; mismas que no terminan de afectarlo lo suficiente como para detenerlo de dar un pisotón en el suelo y hacerla caer. Cian se acerca a ayudar a Rumshum y juntos reanudan sus tiros hacia la primera de las bestias. Los rayos de luz y algunos virotes impactan contra sus brazos y hacen caer algunas escamas al suelo, dejando como resultado partes de piel blanda sin su coraza.

     Pese a la desmedida fuerza que portan ambos guardianes, no pueden adaptarse a la velocidad y agilidad del equipo. Al ser el triple de pequeños, tienen el punto extra de poder corretear y escabullirse alrededor de ellos sin ser atrapados. Pero de aquel importante detalle se olvidaban hasta ahora: El extremo calor estaba sobre ellos, y los comenzaba a agotar. Sus pasos se vuelven más lentos y descuidados, estando en varias ocasiones a punto de ser cortados a la mitad por una de las grandes espadas, pero salvados por un golpe certero por parte de sus compañeros.

     El segundo ogro se enfurece y entre el clamor sufriente del mismo, persigue a Eleonora. A la misma no le queda más opción que huir despavorida, hasta que en uno de los tantos pisotones es alcanzada, siendo lanzada por los aires. Al darse el ogro media vuelta, se encuentra con Cian dándole puñetazos sobre sus talones:

Cian: ¡Ya deja a Eleonora en paz!

     La bestia se ríe por los pequeños golpes que se sienten como cosquilleos, hasta que en uno de ellos ella asesta un puñetazo sobre una de sus verrugas, haciéndola explotar en sangre. El vestido blanco de la ángel es empapado y ahora pareciera vestir de rojo oscuro. El ogro, lleno de rabia, con otra fuerte pisada la volar lejos de él, tal y como a Eleonora. La misma choca contra un par de rocas y se lastima los brazos.

     Cian se levanta repleta de polvo, sudor y sangre, y deja de avanzar cuando ve a ambos ogros de espaldas. Agitada, intenta desplegar sus alas, mismas que se abren con poca vida. De un salto, toma altura para observar el panorama desde el cielo, pero sin perder de vista a sus objetivos. Formando bombas de luz en la palma de sus manos, las dispara desde allí, acertando directamente en la cabeza de uno de los guardianes, haciéndolo gritar. Cuando las escamas de su testa se desploman sobre el suelo, ella se percata de un diminuto destello rojo sobre la piel. Sus ojos se abren como platos.

Cian: <<¡Eso es!, ¡La frente!>> —piensa segura. Toma una bocanada de aire y grita a todo pulmón— ¡OYE, TÚ!, ¡VEN AQUÍ!

     En efecto, la rubia comienza a dispararle una y otra vez rayos de luz para llamar la atención del segundo ogro. Cuando éste se da media vuelta y se aleja de su compañero, ella toma aún más distancia para preparar su ataque: Une ambas manos y las extiende lo más que puede frente al monstruo, formando un aro blanquecino sobre sus palmas. En apenas unos segundos, una fuerte onda de luz sale disparada de allí, apuntando justo a su frente. En cuanto el mismo ataque da contra el destello rojizo, se genera una explosión sobre la cabeza del ogro que ni siquiera le da tiempo suficiente para gritar, cayendo muerto al suelo.

     Apenas ve al ogro muerto, sus alas tiemblan y Cian decide bajar otra vez a la superficie. Se recuesta y siente como sus pulmones gritan exhaustos. Intenta tomar algo de aire fresco, pero el sobreesfuerzo ante el calor se lo impide, quedándose allí quieta, recuperando fuerzas. Por otro lado, Eleonora regresa a la batalla y lanza otra bomba de humo lo mas alto que puede. En cuanto explota, es la oportunidad perfecta de Rumshum para disparar una ráfaga de virotes, los cuales se clavan sobre la zona abdominal del guardián. Una de las flechas en específico llega a la altura suficiente como para atravesar uno de sus ojos, y los rugidos de agonía no se detienen.

Eleonora: ¿Esa cosa sigue viva...?

Rumshum: Uf, eso parece —contesta preparando otro de los virotes.

  Mientras el monstruo se encuentra distraído, Rumshum apunta al corazón del mismo. Cian voltea a verlo desde las lejanías, esbozando una dolorosa sonrisa, llena de orgullo.

Cian: <<Uno más...¡Dispara uno más!>>

Eleonora: Demuestra de lo que estás hecho, humano —finaliza en un susurro.

     El humano lo ve fijo, dispara y...falla por muy poco. El virote cae sobre uno de sus pies, y su ira comienza a escalar en sus últimos puntos.

     Entre pisotones y giros intentando quitarse las flechas de su cuerpo, la bestia descubre el cadáver de su compañero yaciendo sobre la tierra. Desde su diafragma hasta su boca sale un fuerte grito, que retumba en cada una de las montañas, haciendo caer pequeñas rocas desde las alturas.

Eleonora: <<Mi última bomba...>> —piensa sacando de su mochila la única que le queda. Suspira y fuertemente la lanza hacia él—. ¡Trágate ésto maldito!

     Eleonora aprovecha aquella oportunidad para tirar una de sus últimas bombas tóxicas a la boca de la bestia, pero al llegar allí, no explota, sino que se queda atascada sobre uno de sus colmillos.

Eleonora: Mierda, odio que aveces no se activen —masculla agitada.

Rumshum: Eso lo soluciono yo.

     El humano dispara un virote directo a la bomba y el humo ingresa por toda la garganta del ogro y los alrededores de su nariz, intoxicándolo. Él deja caer su espada y aprieta su cuello con firmeza, intentando impedir el ingreso de más humo al interior de su cuerpo. Es entonces que empieza a tambalearse por todos lados, ya no concentrándose en la pelea, sino en su propia supervivencia.

Eleonora: Oh... —comenzando a retroceder lentamente.

Rumshum: Elfa —la ve completamente serio— corre.

     El ogro comienza a correr en dirección a ambos, teniendo ellos que escapar por sus vidas. Eleonora saca de su mochila su arco con flechas, y lo prepara desesperada para distraerlo, mientras intenta no perder de vista al humano. En un descuido, una de las flechas que sostiene sobre sus manos temblorosas se resbala y rueda lejos de ella.

Eleonora: <<¡No!>>

     Al notar que se encuentran a una distancia clave del ogro, se detiene para regresar por la misma. Rumshum la ve y siente un estado de desesperación:

Rumshum: ¡Elfa, no vayas allá! —le grita sin detener sus pasos—. ¡No seas idiota!

Eleonora: ¡Solo...! —contesta acercándose a la flecha, mientras extiende su brazo—. ¡Solo dame un segundo..!

     Eleonora no puede dejar ir aquella flecha de gran valor sentimental. Pertenecía a su padre, a su herencia, y prefería perderla en combate que deslizándose por sus manos. Al llegar, se agacha para tomarla, pero parece que el corazón se le sube a la garganta, palpitando a horrores. Apenas tiene tiempo para alzar su cabeza cuando una de las fuertes pisadas del ogro la hace caer sobre una pronunciada roca volcánica. Ante el sumo calor y mínimo contacto, la piel de su pierna se achicharra y sufre un par de quemaduras graves. Intenta ignorar el fuerte ardor expulsando de su boca un quejido, para acto seguido ponerse de pie y volverse a tropezar de dolor. Pone todas sus fuerzas para huir, pero el tiempo se le acaba en lo que apenas fueron un par de segundos: el ogro está a menos de diez pasos de ella.

Rumshum: ¡Leo! —exclama acercándose a ella.

Cian: ¡Rumshum, dispara, a la frente! —grita al ver lo que está a punto de ocurrir.

     La elfa cae rendida y cierra sus ojos entre lágrimas, esperando el golpe final.

     Pero un virote le salva la vida.

     El mismo disparo acertado de Rumshum da en la frente del ogro, y nuevamente surge una explosión. El humano deja a un lado su arma y corre hasta la elfa, alzándola con ambos brazos. Se aleja entonces lo suficiente antes de que el ogro cayera sobre ambos, y afortunadamente lo logra. El suelo se mueve una última vez por el cuerpo que se desvanece en seco, como una enorme mosquita aplastada.

     Rumshum suelta a Eleonora, y suspira agitado. Ambos cruzan miradas, sin entender bien qué fue lo que ocurrió, o porqué estaban ayudándose el uno al otro en un comienzo.

     Del cielo oscurecido empiezan a brotar gotas de agua, que poco a poco se convierten en una tormenta. Todo el suelo seco parece aullar de alegría cuando lo absorbe como si lo hubiese esperado durante décadas, y el abrumador calor se convierte en un ambiente de humedad, como una selva.

     Cian siente sus alas y su magia recuperadas, y se apresura en regresar con sus amigos. Al llegar, y sin decir ni una palabra, cura las heridas de ambos, y apartándose agradece mentalmente el milagro de la lluvia. Rumshum se queda viendo entonces la pierna de la elfa, donde minutos atrás había una gran quemadura. Sube la mirada hasta los ojos avellana de la chica, mismos que se percatan de que la está viendo.

Rumshum: Eleonora... —murmura casi en voz baja, como un llamado al que solo ella debe prestarle atención.

Eleonora: ¿Sí...?

     El humano tose y se aclara la voz.

Rumshum: ...Ve a quitar los virotes y flechas de los ogros.

Eleonora: Oh, eh... —extrañada—. Bien —finaliza poniéndose de pie. Carraspea un poco antes de hablar—. Oye, gracias por....

Rumshum: Solo ve a buscar nuestras armas —le interrumpe viendo ahora a Cian, mientras ésta despliega sus alas—. Sería un desperdicio perderlas.

     Y entre aquellas gotas de agua recorriendo sus rostros, la ciudad del calor imparable presenciaba un espectáculo único en su localización:

     La muerte de sus guardianes.

     La lluvia nunca antes vista.

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