Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

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Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 18

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By Mila_Darkness

Me refugio en los baños masculinos hasta que el timbre suena, sin ganas de ir a la siguiente clase. Lavo mi rostro por cuarta vez, intentando que el agua fría calme este malestar continuo. Ya no queda ningún estudiante aquí, los pocos que entraban salían enseguida, posiblemente se sintieron asustados: luzco aterrador. Gracias al enojo, más las enormes ojeras (que ahora son visibles porque rompí mis lentes en un arrebato de ira) y esta vestimenta oscura...

No soy precisamente la clase de persona que quisieras cruzarte en una noche solitaria.

Tal vez me vea amenazante, pero en realidad "cobardía" debería ser mi segundo nombre; decidí huir para evitar más comentarios hirientes, Miller consigue afectarme demasiado. Ni siquiera le temía a una agresión física, incluso la hubiese preferido antes que sus palabras crueles. Los moretones desaparecen, sin embargo este tipo de heridas duran para siempre. Se repiten como un mantra venenoso, profanando cualquier pensamiento puro.

—Al fin te encuentro, Evans —aquella maldita voz aparece, perturbando la escasa paz que había reunido. Miller cierra la puerta, apoyándose en ella mientras me mira con altivez—. Dime, ¿qué debería hacerte? Tengo el labio hinchado por tu culpa.

—Déjame solo —intervengo consternado.

—No tienes derecho a darme órdenes —masculla apretando los puños, acto que logra ponerme tenso—. ¿Por qué te fuiste de la mansión?

—No te debo explicaciones, Miller. —Seco mi rostro con un extremo de la camisa, algunas gotas se resbalan por mi cabello.

—Sí, lo haces —contradice molesto—. Ven aquí, acércate.

Odio obedecerlo, pero no me siento bien ni tengo fuerzas para soportar otra discusión. Simplemente camino hacia él, deteniéndome cuando nos encontramos a una distancia razonable. Miller decide que no es suficiente, procede a tomarme bruscamente de los hombros. Mi espalda golpea con fuerza la puerta mientras sus manos están sujetándome. Podría hacer lo que desee conmigo: nadie vendrá, todos se encuentran en clases.

Estoy acorralado.

—Responde la pregunta, Evans. —Su aliento cálido rozando mi oído consigue erizarme—. Será mejor que cooperes.

—Necesitaba estar lejos de ti —murmuro sintiéndome nervioso, quiero que se vaya—. Faltaste por la misma razón, ¿no?

—Dices estupideces. —Se sonroja ligeramente, di en el blanco—. Mi único objetivo es arruinar tu vida, debo tenerte cerca para hacerlo.

No lo entiende.

—¿Cómo podrás arruinar algo que siempre fueron escombros? —Humedezco mis labios, él parece notarlo porque su mirada cae sobre ellos—. Me has hecho miserable, es cierto y te lo concedo, pero mi verdadero verdugo está en casa, follándose a tu madre.

Fue una mala elección de palabras.

Se ve bastante furioso, la ira hirviente es casi palpable. Miller eleva su mano derecha, tomando gran distancia mientras me observa con un brillo nefasto en aquellos ojos grises. El fuerte impacto hace que tiemble, aterrado. Ese inevitable ardor nunca llega, noto que nada ha golpeado mi cuerpo. Levanto la vista, sorprendiéndome al encontrar su puño estrellado contra la pared a nuestro lado; está enrojecido, magullado.

Él respira de manera irregular, dejándome confundido. Aquel movimiento logra que la camiseta se le mueva, dejando paso a mi vista curiosa: las marcas que le hice aparecen. Antes eran manchas rojas mezcladas con algunos mordiscos, ahora son moretones enormes, amarillentos y horribles. Trago saliva, ignorando la culpa abrumadora que empieza a surgir.

—Cortaré tu puta lengua si vuelves a mencionarla. —Me toma de la barbilla, sus dedos se clavan con violencia—. Solo espera, demostraré que aún hay partes de ti por corromper.

—¿Cuáles, Aaron? —Miller arruga la nariz ante el uso de su primer nombre, el cual saboreo con amargura—. ¿No ves que crecí abandonado? Incluso ahora, cuando tengo una amiga real, continúo sintiéndome tan malditamente solo. —Algo me obliga a soltar lo que atormenta mi mente, sin tener en cuenta las consecuencias—. ¿Nunca notaste cuán agotador me resulta levantar este cuerpo asqueroso? ¿La pesadez cada vez que mis pies tocan el suelo luego de esas terribles pesadillas? —Contengo un sollozo ahogado—. Anhelo no despertar, esperando que mi corazón falle como hizo el de mamá.

—Detente. —Una lágrima atraviesa su pequeña nariz, cayendo sobre la mía. He visto pasar incontables emociones en aquella mirada, todas albergando sentimientos iracundos y maliciosos, pero ahora mismo hay algo nuevo, diferente.

¿Empatía? ¿Comprensión? Es difícil descifrarlo.

—Lamento mucho que esta miseria no sea producida por ti, sé cuánto lo deseas, pero te ganaron —le confieso, consternado—. Estoy más allá de la reparación, solo finjo que existe una solución.

Unos labios cálidos detienen mi perorata catártica, besándome profundamente. Sus manos me sostienen con desesperación, envolviéndome por la cintura. Quedo atrapado, Miller se presiona contra mí, rozando nuestros cuerpos. Debería empujarlo y salir corriendo, sería lo más sensato, sin embargo coloco ambos brazos alrededor de su cuello.

Maldito infierno.

Permito que una lengua escurridiza penetre mis labios, aumentando la sensación excitante. ¿Cómo llegamos a este punto? Estaba temblando, listo para recibir nuevas agresiones, jamás esperaría un ataque así. ¿Por qué le correspondo? ¿Estoy tan necesitado de afecto? Aunque algo es cierto: prefiero sentir esos dedos delgados acariciándome, recorriendo mi abdomen y torso, a los golpes habituales o palabras crueles. Disfruto sus gemidos ahogados, la constante batalla entre nuestras lenguas.

Descanso sobre la boca del lobo cuando podría despertarse en cualquier segundo.

Mi pierna, actuando sin permiso, separa las suyas. No puedo describir el magnetismo que nos mantiene unidos, ejerciendo fuerzas de atracción sofocante. Cierta corriente eléctrica me recorre al percibir una gran erección frotándose contra mis caderas, Miller suspira. Somos absorbidos por nuestros oscuros y pecaminosos deseos: besos húmedos, roces indecentes, caricias íntimas; el suspirar constante, su metálico sabor. No hay escapatoria. 

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