No sabe cuando comenzó, o si siempre fue así.
Solo sabe que cada vez que abría sus ojos, estaba junto a aquel chico de sonrisa brillante y pequeños hoyuelos que con un suave "hey", le devolvía el sentido a su extraña vida.
Wooyoung ahora estaba sentado en lo que parecía ser una cama matrimonial.
Acababa de abrir sus ojos, como todos los días, y junto a él estaba la razón de su existencia.
—Hey... —Murmuró un adormilado San a su lado.
Estaba completamente desnudo, bueno, los dos lo estaban en realidad.
—Hey —Contestó sonriente, estirando su mano para acariciar la mejilla del chico que fácilmente podría llamar su musa, ya que en él se inspiraba para seguir viviendo y soportando lo inconsistente que era su mera existencia.
Porque para Wooyoung no era fácil despertar cada día junto a San en una situación o lugar diferente sin recordar nada de lo ocurrido para que llegaran allí. O sea, "recordaba", pero claramente Wooyoung sabía que aquellos no eran sus recuerdos, o sea no eran suyos en sí, sino de otra versión de sí mismo perteneciente al universo aleatorio en el que había caído aquel día.
Y le era más difícil aún saber que San no era consciente de lo mismo.
Que quizás el San que amaba no existía en sí, sino que era una mezcla de distintas versiones suyas repartidas en el multiverso aleatorio de la existencia.