Austausch (El Intercambio) |...

By montsekg

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Aventura/Drama. Rin y Len son dos completos desconocidos que intercambian lugares en Alemania como parte de u... More

De ida al Infierno
Animales de ciudad
Rebelión en la granja
Hogar, dulce hogar
Beso de despedida
Favores y deudas
Amigos, fiesta y alcohol
Secuelas
Me preocupo por ti
Ódiame
Síndrome de Cotard
Hasta pronto
Límites
Una sensación familiar
Mi responsabilidad
¿Confías en mí?
Te quiero
Primavera
Caos
Incondicional

Caja de sorpresas

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By montsekg

"Sólo intento entender por qué
al verte me fallan los pies"

A la mañana siguiente me desperté como desorientada, como si alguien me hubiese zarandeado durante toda la noche. Miré la hora con los ojos entreabiertos, comprobando que eran las cinco de la mañana y a pesar de que la noche anterior me había desvelado, un impulso me obligaba a levantarme, a iniciar incluso antes que el mismo sol.

Tomé una ducha tórrida, caliente al punto en el que sentía como las primeras gotas me ardían en la piel y el vapor ascendía a mi rostro, calentándolo instantáneamente.

Me mantuve unos segundos allí, firme, sintiendo el agua quemarme cada parte del cuerpo.

- Mierda, está muy caliente -exclamé en un susurro, cuando la temperatura se hizo inaguantable.

Y luego agregué el agua fría, disponiéndome a bañarme como una persona normal.

Busqué en mi valija una camisa mangas largas y la encimé con una sudadera roja que se había convertido en mi segunda piel. Fue en ese momento cuando me topé con algo que había traído de casa, guardado cuidadosamente dentro de una cajita de mentas Altoids, las preferidas de mamá.

Devoraba aquellas mentas siempre que estaba sobria.

Jugueteé con la cajita entre los dedos sintiendo algo muy parecido a la nostalgia, y luego decidí guardarla en uno de los bolsillos de mi mochila de escuela. Sólo por si acaso.

Saludé a Josephine y verifiqué que ya se haya comido su cena. Al no ver rastros del ratoncillo, sonreí conforme.

Salí a alimentar a las gallinas y dejé entrar a la cerdita de Len, luego de comprobar que la puerta de mi habitación se encuentre bien cerrada. No quería tener que responsabilizarme por mi serpiente y sus instintos depredadores.

- Será un día complicado -pensé en voz alta mientras calentaba un poco de agua para el café.

El primer Kagamine en salir fue Kaito, quien me miró con sorpresa al inicio, y luego resolvió sentarse a observar mis destrezas en la cocina.

- ¿Te caíste de la cama? - inquirió con sorna, a lo que tomaba un sorbo del café que le acababa de servir.

- Todavía me despierto algo aturdida -confesé luego de unirme a la mesa y tomar una naranja junto a mi dosis de cafeína.

- Normal, estás pasando por muchos cambios -me aseguró con un tono paternal-. No seas tan dura contigo misma.

- Estoy en eso -dije con algo de vergüenza, fijando la vista en la naranja que iba a pelar cuidadosamente antes de comerla. No quería hablar de temas muy profundos con mi maestro.

Me mantuve un momento colgada en el filo del cuchillo, observando mi reflejo distorsionado en la hoja del mismo.

Permanecimos en un silencio cómodo, uno en el que yo leía Twitter como si fuesen las noticias, comía, e ignoraba olímpicamente las llamadas perdidas que me había dejado Miku la noche anterior.

No podía seguir considerándola mi amiga, no después de lo que me había hecho.

- Buenos días -saludó Len, presentándose con unos jeans oscuros y una remera verde limón. Inmediatamente me dedicó una sonrisa ladeada, con sus ojos aún sin terminar de abrirse.

- ¡Buenos días!- saludamos al unísono Kaito y yo.

El chico tomó asiento a mi lado y no tardó en enmantecar una rebanada de pan.

- Buen provecho-murmuré con ironía, notando que parecía muy hambriento para las seis de la mañana.

El chico alzó una ceja y me clavó sus ojos azules.

- ¿Percibo una nota de burla en tu voz? -me preguntó con la boca llena, y la cara cubierta de migas.

- No, para nada -continué, mofándome de su cara embarrada con manteca y migajas de pan.

Sus mejillas estaban completamente sucias, así que resolví limpiarlas con una servilleta.

Creo que invadí un poco el espacio personal de Len, porque apenas hice eso su sonrisa se esfumó y noté que quedó algo descolocado, mirándome. Con algo de vergüenza me fijé en el rostro de Kaito, pero su atención se había mantenido pegada a la sección de deportes del periódico.

- Lo siento, voy a retirar esto -declaré y me dirigí a lavar lo que había ensuciado.

Busqué mi mochila y la cargué al hombro, percibiendo por el rabillo del ojo que el rubio imitó mis movimientos, preparándose para salir.

Al abrir la puerta lo primero que me llamó la atención fue el ruido de un motor, y al buscar de dónde provenía me encontré con Meiko en pijamas y apoyada en una motocicleta, sosteniendo dos cascos.

Len, quien se encontraba detrás de mí, corrió hacia su madre dejando caer su mochila a mi lado, y permitiéndose admirar aquella preciosura de cerca.

Me acerqué igualmente hacia el artefacto, casi hipnotizada por la belleza de sus detalles angulares y por el olor a cuero nuevo.

Se trataba de una motocicleta BMW R 1200, pude notarlo con apenas un vistazo. Hecha aquí en Alemania, de año 2017 o 2018, en un deslumbrante color negro con los amortiguadores en detalle naranja metálico.

El chico hizo rugir el motor, causándome una sonrisa instantánea y poniéndome la piel de gallina. Nunca había estado tan cerca de un vehículo así.

- Yo tuve una moto de joven, y me parece que ustedes también deberían disfrutar de un poco de adrenalina -relató la castaña, devolviéndome la sonrisa.

- ¿Y... qué pasó con la bici de... la hermanita de Fukase?

- Ya la encontraron, en la entrada del bosque -declaró Kaito, calmando mi preocupación-. Nadie sabe cómo terminó allí.

Psss, ni idea.

- ¡Vamos Rin! - me llamó el chico, ya subiéndose a la moto.

Tomé la bolsa de Len y corrí, subiéndome atrás y aferrándome a su torso, mientras el muchacho volvía a hacer sonar el motor.

Me coloqué el casco con un rayo amarillo, idéntico al que él ya tenía puesto.

- ¿Quieres manejar? -me preguntó casi en un susurro.

- ¿Qué? ¡No, es tuya! - negué de inmediato.

- Es nuestra -me aseguró con calma-. Pero yo no tengo idea de cómo manejar esta cosa, ¿tú sí?

- Escapé todo un fin de semana en una moto de Albert. Me encontraron en Dresden -le confesé con una risa pícara.

- Entonces tú conduces -decidió, bajándose y volviendo a colocarse detrás de mí.

Entonces fue Len quien se encontraba finalmente abrazándome las costillas, justo en la boca del estómago. Sentí que éste se revolvió con mi desayuno dentro, la cercanía de su cuerpo era más imponente de lo que hubiese imaginado.

Intenté no darle más cabeza al asunto y giré la muñeca, acelerando a todo lo que daba, casi sin darle tiempo a los padres de Len de despedirse de nosotros.

Ya veríamos a Kaito en el instituto.

La brisa fría en el rostro era todo lo que necesitaba para despertarme, para volver a sentirme viva. Me movía por las calles desiertas casi sin cuidado, aprovechando que el asfalto impoluto hacía que la moto de deslice tan suavemente que parecía flotar.

Escuché una carcajada de Len en el oído, y noté que estábamos adelantando a Fukase y Oliver en ese momento. Hice sonar la bocina y grité, grité liberando todo el aire que tenía en los pulmones y simplemente disfrutando del trayecto.

Los brazos de Len se aferraban a mi torso con firmeza, pero sin lastimarme o presionarme contra su cuerpo. Me hacían sentir segura, protegida. Seguro estaba disfrutando de nuestro paseo tanto como yo.

No tardamos más en llegar a la escuela, inusualmente temprano. Nuestro trayecto se hizo demasiado corto.

- Esta fue la venida al colegio más divertida de mi vida -dije, quitándome el casco y notando que él, al hacer lo mismo, había dejado su cabello completamente aplastado y desarreglado.

- Digamos que este peinado no te favorece -aportó él, peinándome un poco.

- Estaba por decirte lo mismo -dije sonriendo, y llevando mis dedos a su cabeza para hacer lo mismo por él.

Fue un momento extraño, ambos estábamos arreglando el cabello del otro, aún con la respiración agitada y la sonrisa en los labios.

- ¡Rin, hola! ¿Cómo has estad- ¡¿QUÉ TENEMOS POR AQUÍ! -exclamó una voz conocida, cuya autora no tardó en acariciar el asiento de cuero de la moto.

- ¡Yo también me alegro de verte, Gumi! - comentó Len con sarcasmo, a lo que ella se volteaba y lo envolvía en un abrazo.

Solamente la torpe de Gumi podía pasar por alto la llegada de Len a Hornbach.

-¡lEEEEN! ¡TANTO TIEMPOOOO! -chilló, colgada a su cuello.

Observaba la escena con ternura cuando descubrí que Mikuo se encontraba acercándose a nosotros.

O mejor dicho, a mí.

-Rin -me llamó, llevando una mano a mi hombro cuando estuvo lo suficientemente cerca- ¿cómo estás?

Agradecí infinitamente que no se me haya colgado, dándome afecto sin que se lo haya solicitado.

- Bien -le aseguré, girándome hacia nuestro nuevo vehículo y enseñándoselo-. Se acabaron los días de bicicleta para mí.

- Me alegro... -murmuró, fijando la vista en el rubio, quien le puso una cara de pocos amigos-. Hola, Len.

- Hola -respondió de manera monótona.

- ¡¿ESTOY OLIENDO DEMASIADA TESTOSTERONA O QUÉ?! -irrumpió la peliverde, cortando con la tensión y sacándome una risotada boba.

Supuse que el rubio no dejaría pasar lo que Mikuo me había dicho hace unos días, que él quería arreglar a las personas. Conociéndole, probablemente le enfrentaría cuando nadie más se encuentre allí, y lo haría sentir mal por sus palabras, dejándole una valiosa enseñanza.

Típico de Len.

Intenté no darle más cuerda al asunto y tiré del brazo de Gumi, escapando de ambos muchachos a la vez.

- ¡Nos vemos en clase! -dije arrastrando a mi amiga hacia el edificio.

- ¿Y eso? -preguntó la chica mientras entrábamos y nos disponíamos a subir las escaleras.

- Es que Mikuo dijo que Len quería arreglar a la gente, y sin querer se me escapó y ahora él le tiene rabia, pero de verdad no es la gran cosa... seguro lo resolverán en estos días -expliqué, casi atragantándome con mis palabras.

- Me refería a la moto nueva, pero esto también me interesa, supongo -dijo llevando un dedo a la mejilla.

- Tonta -le reprendí, empujándola levemente.

Me alegraba al poder tener en Hornbach alguien a quien llamar amiga.

No resultó sorprendente que tanto mis compañeros como los profesores se encuentren excesivamente atentos y amables conmigo durante esa mañana. Resolvieron sentarme junto a Una, justo en medio del salón y detrás de Len. Aunque mi pupitre todavía no tenía mi nombre, debía admitir que hacían un buen trabajo al integrarme.

- Siempre quise conocer la ciudad -me contó mi nueva compañera de banco, con la mirada fija en la pizarra del frente.

- Podemos ir alguna vez -respondí sin pensarlo mucho-. Soy una excelente guía turística.

- Bah, eso si Len te da permiso -replicó Una, reacomodándose el cabello de forma burlona.

- No tengo que pedirle permiso a nadie -reiteré frunciendo un poco el ceño-. ¿Por qué lo dices?

- Silence, please - pidió la maestra mientras continuaba con el listening de la clase de inglés.

- Sorry, Miss -nos disculpamos al unísono.

Me mordí los labios durante un segundo, esperando el momento apropiado para volver a interrogar a la peliazul.

- Ya, dime -insistí en voz baja a los pocos segundos.

-Ayer mandó un mensaje al grupo de la clase diciendo que no nos metamos contigo -relató pasándome su celular con la conversación abierta-. Me pareció algo posesivo teniendo en cuenta que apenas te conoce... y francamente no pareces el tipo de persona que lo necesite-

Sus palabras se disolvieron mientras mi total atención se fijaba en las palabras de Len:

"Ni se acerquen a Rin hoy"

- ¿Qué carajos? - salté alarmada, exclamando en voz alta.

- ¡Rin! ¡If you're not interested in my class, you're free to go!  -si me interesa tu maldita clase, profe. Solo que ahora mismo tengo asuntos importantes que resolver.

- Lo siento- respondí secamente, bajando la cabeza.

- In English, please.

- I'm sorry -dije llevando las manos al cabello e intentando que me coma la tierra. Sentí la mirada de todos encima, incluso la de Len.

Esto no se va a quedar así.

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