El honor de un caballero

By Kusubana

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No era secreto que él se mirara caballero, la palabra la usaban hasta en las críticas del diario, pero cuando... More

El pasado regresa
Nieve en los recuerdos
La embarcación de los recuerdos
Dulce Candy
De regreso, ¿a casa?
El presente agobia
El castillo del lago
La verdadera historia de un amor
La luz de una vida
Reencuentros en la nieve
Las culpas de un hijo
Las culpas de un padre
El fin de la nevada
Cascabeles en el aire
Muérdago en la ventana
Champagne & Limousines
El cuento viajero
Quedan dos asientos
La última nevada

Resaca en un camerino de tercera

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By Kusubana

La obscuridad de la casa solo se comparaba con un ático o un bar de mala muerte, la tormenta eléctrica había dejado estragos graves en la precaria instalación sumiendo todo en las sombras propias de la noche.

Con la luz de algunas velas habían conseguido, hasta el momento, delinear las siluetas de los muebles y las personas presentes. La chimenea estaba apagada, raras veces se encendía el fuego en aquél sitio y las bisagras ligeramente oxidadas de las puertas que cerraban el hogar lo demostraban, así como el evidente abandono del juego de atizadores dispuestos a la derecha.

Terry echó los hombros hacia atrás, incómodo como estaba solo podía limitarse a moverse un poco para aminorar la tensión que se estaba aglomerando en sus riñones aún convalecientes tras la última inmersión en alcohol a la que los había arrastrado al darse cuenta del error que había cometido al no ir tras Candy en la estación.

¿Un error?

Respondería que tal vez. Aunque en esos momentos la sensación de hacer algo que no debería se desvanecía mientras esperaba algún comentario del padre de Susana, a quien habían ido a ver según el protocolo para celebrar la boda.

El hombre se encontraba sentado frente a él recargando una mano en la codera del sillón mientras con la otra sostenía un vaso de ron al que daba tragos profundos y que la madre de su prometida rellenaba habilidosamente en cuanto el otro lo ponía sobre la mesa a su lado.

¿Sería nacional?

Odiaba el ron "nacional" que en realidad era de Costa Rica.

—¿Y por qué quieres casarte con Susana? —preguntó abruptamente acentuando las palabras con un tono que empezaba a ser embrutecido por la media botella que llevaba hasta el momento él solo. El cuestionamiento pese a ser lo que el joven esperaba, le tomo por sorpresa obligándole a despegar su vista vidriosa del vaso para enfocarla en el dueño de la casa.

—Es la mujer con la que quiero vivir, su hija es maravillosa y realmente lamento que tuviera que suceder esto para que me diera cuenta de lo importante que es en mi vida.

Las palabras le salieron fluidamente, con más naturalidad que cuando ensayaba la respuesta a esa pregunta que era obligada según sus expectativas y el contexto en que se dieron las cosas.

—¿No sientes lástima por ella?

Volvió a negar firmemente, apretando un poco los puños sobre sus rodillas, acto que no pasó desapercibido por la joven rubia que solo entrelazó su brazo con el de él, recargando la cabeza en su hombro, pero que lejos de reconfortarlo o brindarle apoyo, lo sintió como un peso tremendamente grande que presentía, le quitaría fortaleza a su decisión.

—La lástima es un sentimiento vil, yo quiero a Susana...

Esta vez la reacción tensa fue de la chica que solo sonrió trémulamente de medio lado entrecerrando los ojos.

"Quiero"

Sí, la quería... eso debía ser suficiente.

—Estúpida —volvió a escupir el hombre —. Tanto que te esforzaste para llegar a ser actriz y te retiras para convertirte en la mujer de un borracho.

La dureza del comentario cayó a plomo sobre todos, más sobre la pareja. El actor tensó la mandíbula.

—¿Qué clase de vida le dará un borracho a mi hija? ¿Eh? ¡Esta lisiada! ¡¿No lo ves?! ¡Cuándo te canses de las cosas que no puede hacer irás a buscar mujeres a un burdel!

—¡Papá!

—¡Es la maldita verdad! ¡Ni siquiera le dará hijos! ¿Qué ves en esta pobre diabla? ¿Qué le ves tú que puedes tener a cualquier otra? ¡Yo sé quién eres realmente! ¡No te burles de nosotros los pobres!

Susana había empezado a llorar y su madre había corrido a su lado en cuanto Terry se zafó de su agarre con los ánimos prendidos, sin embargo, ninguna de ellas había siquiera intentado levantar la voz así como él en realidad no se había lanzado con los puños.

—¡Prefiero ver muerta a mi hija que casada con un rico bueno para nada como tú!

El hombre se puso de pie denotando una altura mayor a la de Terry que había hecho lo mismo tratando de compensar la diferencia de estaturas con algo de carácter.

—¡No sabe lo que dice! — gritó el joven sin poder contenerse más —¡No entiende nada de lo que pasa! ¡Ni siquiera había visto a su hija en dos años! ¡No la fue a ver a ninguna presentación de la compañía! ¡Ni siquiera en el tiempo que estuvo en el hospital se atrevió a mostrar su repugnante presencia!

—¡No me hables como si supieras lo que pasa en esta familia!

—Ciertamente...

La voz del actor había bajado su volumen, pero el acento sombrío se había intensificado a tal punto que el otro retrocedió un poco. Aquél muchacho, más joven y pequeño que él, le había intimidado, sus ojos reflejaban toda la furia y la herida a su orgullo con las acusaciones de sus malas decisiones.

—No tengo ni una maldita idea de lo que pasa aquí, pero a final de cuentas solo vine porque Susana me lo pidió, mera formalidad, una persona que nunca le ha importado el bienestar de su esposa e hija no tiene ningún derecho a decidir ahora. Me voy a casar con ella, si gusta ir, bien, para lo que me importa. Y sobre la vida que le dará este borracho, le voy a dejar claro que será una mil veces mejor que la que le ha dado usted, porque jamás dependeré de su trabajo para sostener mis vicios...

Enseguida, y dejando anonadando al hombre, estiró la mano para ayudar a la rubia a levantarse jalándola hacia él y cargándola de tal manera que no debieran esperar a que se acomodara en la silla junto con toda la escena de cuidados, quería salir de ahí, salir y nunca volver a ver a semejante animal.

Con una madre tan perversamente sumisa y un padre tan imbécil realmente no sabía de dónde había salido Susana tan... inocente.

Bajó las escaleras apenas sintiendo el peso de la muchacha entre sus brazos, hábilmente abrió puertas escuchando vagamente a la señora algo sobre que estaba lloviendo. La chica levantó un poco los brazos para mitigar el impacto de las gotas sobre el rostro del actor que parecía haberse enajenado de todo.

—Terry, mis cosas...

—Al diablo con eso, te compraré todo nuevo.

El padre de Susana no se presentó a la pequeña ceremonia tal como lo había supuesto tras la escena, y no supo más de él hasta uno o dos años después cuando su suegra de riguroso luto informó que se había dado un tiro luego de una borrachera.

A la señora solo la veía ocasionalmente, la viuda se había recluido en su casa y dadas las complicaciones de viaje para Susana, solo la veían para Navidad y Año Nuevo.

Mejor para él.

Llegó el día de la boda, no probó ni gota de vino aunque miraba con desesperación el bar y a los dos meseros moverse de un lado a otro del salón sirviendo los tragos. Incluso el brindis tradicional lo terminó haciendo con agua mineral, sentía que en cuanto el alcohol rozara sus labios no habría fuerza humana que lo detuviera hasta vaciar las reservas e incluso usaría su chequera para traer más.

Sin embargo, al día siguiente tenía la resaca, el dolor de cabeza, la sed, el cuerpo dolorido.

Abrió los ojos teniendo un panorama tan oscuro como nublado, por unos momentos pareció perder completamente la noción de lo que era arriba y abajo pareciéndole que todo se mecía a su alrededor.

¿Por qué rayos estaba con resaca si no había bebido?

El olor rancio de sus ropas le hizo arrugar la nariz con asco, se pasó la mano por la boca reseca y enseguida la llevó a su cabeza, que sentía que la única opción para soportar la situación era cortarla... aplastarla, desaparecerla.

Se estremeció ante sus pensamientos sacudiendo la idea aunque se llevó un mareo más fuerte y el ataque furioso de las nauseas, algo de líquido si alcanzó su boca pero logró contenerse a tiempo.

Paladeó y contra todo pronóstico sí tenía aún sabor a alcohol.

—Pero ¿Qué demonios? Si no tomé nada...

Se incorporó de la cama pegándose en la cabeza contra algo, lo que le hizo caer de nuevo sobre el colchón duro, se giró para ver qué había sido y se encontró con las tablas que debían dar soporte a una cama arriba. Se trataba pues, de una litera, lo que lo consternó aún más, pues ni aun cuando estaba soltero en calidad de viajero errante había compartido recámara con alguien.

Ya alertado sobre lo que había arriba dejó la cama notando que de todos modos estaba completamente solo en aquella estrecha habitación obscura.

Caminando despacio. luego de haberse tropezado con lo que supuso sería un baúl o una maleta, alcanzó la puerta y se afianzó con fuerza a la perilla descubriendo que estaba bajo llave, inevitablemente creyó que antes de salir había puesto el seguro y al regresar al no poder abrir se coló por la ventana. La otra opción que se le ocurría es que estuviera en la jefatura de policía, porque no había ventanas.

—¡Por Dios Santo! ¡Bill!

El grito de Susana había alertado a la sirvienta y a la enfermera que salieron de las recámaras a la recepción del camerino para ver lo ocurrido.

Una levantó las cejas asustada mientras que la otra corrió por su botiquín, el muchacho tenía un ojo morado y una pequeña abierta en la ceja junto con otra en el labio que también mostraba dimensiones mayores a las usuales.

—¿Qué fue lo que pasó? ¿Y Terry?

—Él está bien señora, solo que me temo que no acudirá a la cena —explicó con simpleza.

La rubia bajó la vista comprendiendo casi al momento incluso la razón de las heridas del asistente. Ella solo lo había visto borracho una sola vez, concretamente unas semanas antes de que le pidiera que se casaran tras una ausencia larga en las que después supo, anduvo en bares, y en aquella ocasión al que había pegado fue el actor de reemplazo que lo cubrió en la compañía.

—Excúsame, di que no me siento bien... no iré yo tampoco —dijo a la mucama.

—Señora —interrumpió Bill —. No ganará nada, de hecho no creo que el señor regrese esta noche. Está bien, lo encerré en mi camarote, no tengo compañero. Solo venía a informarle para que no se preocupe... más de la cuenta.

Bill, haciendo gestos dejó que la enfermera limpiara un poco las heridas y les colocara cinta, enseguida inclinó la cabeza dejando la habitación, cerrando la puerta a su espalda.

Apenas el ruido de la madera y el "clic" del seguro hubieron dejado de hacer su breve eco, Susana empezó a llorar.

—No debí presionarlo para que viniera —se lamentaba con el rostro cubierto por las delgadas y pálidas manos.

Cansado de tratar de abrir la puerta y gritar para que lo dejaran ir, regresó a recostarse sobre la cama, la espalda lo estaba matando tanto como la cabeza. Trataba de acomodar los hechos acontecidos para poder saber, en primer lugar dónde estaba y porqué estaba ahí, una vez respondidas esas dos interrogantes, procedería a ver cómo salía.

Escuchó ruido al otro lado de la puerta, esta se abrió dejando entrar algo de luz y aunque el interruptor también se accionó, la cama de arriba le había amortiguado un poco el destello que, de haber recibido directamente, lo habría hecho literalmente aullar.

Pese a todo, se puso un brazo sobre los ojos.

—Maldita sea, Albert, creí que nunca ibas a llegar...

—¿Albert?

Al escuchar un timbre de voz completamente diferente miró rápidamente, incorporándose un poco. Se trataba de un muchacho de unos veintitantos con marcas de golpes en el rostro.

—Lo siento, creí que era otra persona.

—¿Se siente bien, señor? Parece que aún esta ebrio.

—No digas tonterías...

Terry lo miraba con extrañeza, tal vez aún continuaba ofuscado, evidentemente bajo los efectos de las botellas de whiskey y ron.

—Le traigo algunas cosas para bajar la borrachera, las manda su esposa.

—Su... Susana...

Bill asintió, al menos a ella sí la recordaba.

—¿Tiene hambre? Conseguí sacar algunas cosas de la barra de la cena.

—Déjalo ahí... ¿Está molesta?

—¿La señora?

—Sí.

—No... no en realidad.

El actor dejó salir un suspiro cansado mientras se frotaba los ojos con el dorso de las manos.

—¿Prefiere solo agua?

Con un gesto de asco acepto el vaso que le ofrecía, realmente no le apetecía porque sentía el estómago demasiado revuelto e inflamado, de alguna manera el piso, la cama y cualquier cosa que se suponía debiera darle algo de estabilidad, se movía constantemente en un insoportable vaivén que además, le causaba unas nauseas tremendas. Sin embargo, la sensación de tener pasto seco en la boca fue lo que lo obligó a beberse de dos tragos el líquido reconfortantemente frío.

Se recostó nuevamente con un brazo cubriéndole los ojos que permanecían aún renuentes a recibir luz, por poca que fuera.

—No me siento bien...

—Me imagino, creo que bebió demás.

—No es eso... ¿Me harías un favor?

No hubo respuesta pero la atmósfera tranquila sirvió como asentimiento para que el otro continuara.

—Déjame quedar aquí el resto del viaje. Susana no merece pasar por mi drama personal.

Les podría parecer que esta es escena de relleno, pero el principio de la relación marital Susana/Terry con sus respectivos contextos es algo... llamémosle importante.

¡Gracias por leer!

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