Crónicas de una princesa poco...

By Srta_Fermin

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¿Alguna vez has oído hablar de las princesas de los cuentos de hadas? ¿Aquellas de hermosas vestiduras y prín... More

Prólogo
Crónicas de una princesa poco convencional

Capítulo 1

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By Srta_Fermin

Capítulo dedicado a Paula King.

***

—Damas y Caballeros, con ustedes la princesa heredera al trono de Normenia; Svetlana Camelia Sadoveanu.

Al escuchar mi nombre, hice mi aparición por las puertas de cristal que daban directamente a la meseta de las escaleras de fino mármol de Carrara, las cuales llevaban al salón principal.

Con mi más radiante sonrisa, descendí elegantemente las escaleras, posando mi mano en la baranda, hasta que finalmente llegué al pie de estas, donde me esperaba el barón Friedrich, quien me extendió amablemente una mano enguantada para descender del último escalón.

Realicé una reverencia hacia mi padre, quien se hallaba al fondo del salón, sentado en su majestuoso trono de oro después de haber dicho algunas palabras, y luego me dirigí a la multitud.

—Es un placer para mí que todos ustedes hayan asistido a mi tan esperado debut ante la alta sociedad. Mi nombre es Svetlana Camelia Sadoveanu, hija del honorable Rey Grigory Sadoveanu y en mi cumpleaños número 16, no podría esperar mejor compañía que la de todos ustedes. Agradezco su presencia el día de hoy en esta mágica velada en la cual espero poder conocerlos a todos y me honraría recibir su orientación en el futuro.

Al terminar mi discurso la multitud rompió en un aplauso educado que poco después cesó por completo, para pasar a las tediosas presentaciones.

En este momento, la idea de tener que manifestarme a cada uno de los invitados se me hace simplemente agotadora, ya que hay unas cien personas presentes y necesito intercambiar unas cuantas palabras con cada uno de ellos porque así es la costumbre. Una muy aburrida costumbre.

Se supone que el día en que una princesa es presentada a la sociedad, exactamente el día de su décimo sexto cumpleaños, al menos en el vasto reino de Normenia, debe ser el mejor de su vida, pero realmente es el más terrorífico.

Todas las miradas que se posan sobre tu persona, sobretodo de las damas de alta sociedad, analizando cada uno de tus movimientos y juzgando cada pequeño error que cometas mientras cuchichean entre ellas, sin contar el hostigamiento de las familias nobles interesadas en que sus herederos pasen a convertirse en tu esposo...

Sí, es definitivamente el más terrorífico.

Mi único consuelo en esta agobiante, y probablemente interminable, noche es que por fin podré conocer a mi príncipe azul.

He esperado tanto con este día que simplemente suspiro ante la idea de poder hallarlo finalmente. Tan guapo, tan encantador, tan caballeroso, tan...

Perfecto.

Mi corazón se agita y mi respiración se entrecorta, con sólo pensar que el príncipe con el que tanto he fantaseado en los confines de mi habitación y con quien me he imaginado hablando una y otra vez frente al espejo, aparezca ante mí como si nada con su brillante sonrisa y fogosa mirada.

Sin embargo, la larga fila de personas que se posaba ante mí con la intención de conocer a la heredera al trono de Normenia, hija del Rey Grigory Sadoveanu, heredera al codiciado trono del vasto Reino de Normenia, quizás y sólo quizás, me desalentaba un poco con respecto a mis elaboradas ensoñaciones.

La primera persona que se acercó a mí fue un hombre joven de baja estura y mirada astuta, quien portaba aires de grandeza. No era guapo en lo absoluto y cuando sus labios fríos y delgados se posaron sobre el dorso de mi mano, la repugnancia que sentí fue casi insoportable.

—El barón Olaf Stromberg— presentó el duque, quien se encontraba a mi lado en una pose altiva, ya que era el encargado de acompañarme durante toda la fiesta.

—Es un placer conocerle, princesa— habló con voz rasposa y dejando entrever sus dientes desalineados y amarillentos.

De la impresión, ganas de llorar en este mismísimo momento no me faltaban.

Sin embargo, tranquilicé mis nervios y con una sonrisa dejé salir las palabras adecuadas.

—El placer es todo mío, Barón.

El siguiente fue un hombre alto y delgado, con una barba bien cuidada y unos hermosos ojos café, quien se inclinó y repitió el gesto del anterior.

—El Conde Faustino Barsotti— anunció el duque.

—Es para mí todo un honor conocerle, princesa— murmuró con una voz tan aguda para un hombre que me espantó.

—El honor es mío, Conde— dije en tono quizás demasiado cortés.

Dios. Apenas acabo de comenzar y ya quiero salir corriendo.

Después de unas cuantas presentaciones más, las cuales se me hicieron eternas, una dama vestida de lila llamó mi atención, era bellísima y con una elegancia totalmente envidiable. Aunque lo que creo me dejó un tanto aturdida era el parecido que compartía la mujer con mi difunta madre, provocando que evocara su recuerdo.

Mis ánimos decayeron aún más, si es que eso era posible, y me fue inevitable mirar de soslayo el trono, un tanto menos llamativo, que yacía junto al de mi padre y que antes había pertenecido a mi madre.

Y creer que ya habían pasado diez años desde su muerte.

Intenté salir un poco de mi estupor, ya que mis gestos probablemente se verían muy mecánicos, pero cuando me vine a dar cuenta tenía a la dama de lila frente a mí junto al que probablemente era su anciano esposo, quien sus ropajes los lucía ostentosos y opulentos.

—El Rey Borislav Grinevsky y la Reina Tatiana de Grikhova— los anunció el duque.

¡Oh, pero si son los reyes del reino vecino! Jamás les había visto en persona hasta hoy. Según lo poco que he escuchado acerca de ellos es que muy poco salen de su castillo y muy raramente asisten a alguna fiesta.

En esta ocasión, la que obviamente tuvo que hacer una profunda reverencia fui yo.

—Me honra ser obsequiada con su presencia el día de hoy, su altezas.

El rey me hizo una leve inclinación de cabeza, manteniendo su expresión severa en todo momento y la joven mujer me regaló una resplandeciente sonrisa que le iluminó el rostro.

Vaya, qué contraste.

Cuando los siguientes avanzaron hacia mí, sentí que el mundo se detuvo cuando aquellos intensos ojos color miel se encontraron con los míos.

El chico que se encontraba frente a mí era, en todos los aspectos posibles, guapísimo; sedoso cabello castaño, dientes blancos y perfectos, nariz recta, labios carnosos y totalmente apetecibles...

—El Rey Albert Ogorodnikov, la Reina Magdelina y el príncipe Lukyan de Noxless— presentó el duque sacándome de mis ensoñaciones.

Hasta su nombre es perfecto. Los Reyes de Noxless yacían a sus costados, pero apenas les había notado hasta este momento.

Hice una reverencia casi por auto reflejo ya que en realidad aún seguía un tanto aturdida.

—Es un honor tenerlos aquí presentes, su altezas.

Repentinamente, cuando terminé de erguirme, el príncipe dio un paso hasta mí e inclinándose, dio el beso más aterciopelado y cálido que había recibido en toda la noche sobre el dorso de mi mano.

Algo se removió en mi pecho y no pude hallar dentro de mi cabeza las palabras adecuadas para describir el sentimiento.

—El honor es todo mío, princesa— expresó en un tono que se me hizo encantador.

Y vaya que esas fueron las palabras más prometedoras que escuché en toda la noche.

Cuando se hubieron acabado las presentaciones, supe que en ese momento comenzaría el vals y por lo tanto tendría que bailar primeramente con mi padre. Sin embargo, no pude evitar recorrer el salón con la mirada en busca del príncipe Lukyan.

Volví a fijar la vista en mi padre, quien con mucha parsimonia se levantó de su trono y con expresión serena, caminó hasta el centro del salón, donde yo me hallaba.

Cuando mi padre me tomó de la mano y me miró con una ligera sonrisa en su rostro, los nervios que tenía a flor de piel se disiparon un poco y su gesto se me hizo contagioso.

La orquesta comenzó a tocar la pieza "Sleeping Beauty Waltz" e iniciamos una danza armónica al ritmo de la música. Sabía que en ese momento Madame Ferrasen, mi profesora de baile, probablemente me estaría observando al fondo del salón con una mirada evaluativa y me sentí henchida de orgullo por estar haciéndolo perfectamente.

Todos los invitados se conglomeraron alrededor de nosotros, mirándonos sin perderse ningún detalle de los movimientos que hacíamos, casi hipnotizados con el vaivén de nuestros pasos y los giros aleatorios que ejecutábamos.

Cuando hubo sonado la última nota de la canción, el salón irrumpió en vibrantes aplausos y entonces en ese momento comenzó la siguiente pieza, en la cual todos los invitados debían participar. Pero justo antes de que mi padre, quien parecía muy dispuesto a continuar bailando conmigo toda la noche, hiciese el primer movimiento, una figura masculina apareció a su lado.

Era nada más y nada menos que el príncipe Lukyan.

Tras hacer una reverencia hacia mi padre, se irguió y con voz segura preguntó:

—¿Me concedería la siguiente pieza con la princesa, Rey Grigory?

Mi padre, quien era conocido como un amante empedernido del baile y quien seguramente no querría bailar con nadie más que no fuera su hija esta noche, hizo una mueca de la cual estaba segura saldría un rotundo no.

Sin embargo, antes de que abriera la boca, le agarré disimuladamente de la manga de su camisa y él volteó a verme un momento, el cual aproveché para darle una significativa mirada que entendió rápidamente.

—Con todo gusto, príncipe Lukyan— concedió mi padre.

Ni siquiera me pregunté cómo es que mi padre ya lo conocía, después de todo él es el Rey y tendrá sus motivos contundentes para estar al tanto de todo a su alrededor.

Le sonreí discretamente a mi padre y mientras éste se hacía un lado me guiñó un ojo, yéndose del centro del salón. Cuando el príncipe tomó su lugar, me sonrió encantadoramente y yo le devolví el gesto.

En el momento en que el príncipe y yo comenzamos a bailar, sentí, de una manera no tan ridícula a como suena, que éramos los únicos en aquel gran salón. Lo aprecié como un instante mágico el cual no podría ser roto por nada ni nadie; él me miraba a mí como si fuera la única chica en ese lugar y estaba segura que yo tendría una mirada parecida dirigida a él.

Por desgracia, la pieza terminó y la burbuja se rompió así nada más, ya que mi padre se hallaba detrás del príncipe como un clavel, reclamando silenciosamente el puesto que se le había arrebatado.

Jamás me había sentido tan fastidiada de ver a mi padre y creo que él lo notó, ya que cuando me tomó de la mano soltó una risilla maliciosa.

—Vamos, hija ¡Dale al menos este gusto a tu viejo padre! Mi querida niña sólo cumplirá 16 una vez. Después de este baile prometo dejarte libre.

Me relajé con sus palabras y le sonreí afectuosamente.

Tiempo después me hallaba vagando alrededor del gran salón, no había vuelto a ver al príncipe Lukyan y eso me frustró un poco. Sin embargo, no insistí con mis intenciones.

Abandoné la búsqueda casi inmediatamente y me dirigí a la mesa de postres, ya que ansiaba probar los deliciosos profiteroles del chef pastelero contratado para la ocasión.

Cuando di el primer bocado sentí el sabor de la crema pastelera como algo celestial. El profiterol estaba fresco, suave y deliciosamente dulce...

¿Qué mejor combinación que esa podría existir?

—¿Le gustan los profiteroles, princesa?— preguntó dulcemente una voz femenina a mi lado.

Me sobresalté por la sorpresa e inmediatamente abandoné la posición indigna que había tomado junto a la mesa de postres y me erguí en mi sitio.

A mi costado se hallaba la Reina Tatiana en su mayor esplendor; la cabellera rubia brillante enmarcando su rostro, los ojos verde oliva centellando dulzura y los labios rojizos mostraban su perfecta dentadura en una amplia sonrisa.

Tragué rápidamente la comida para poder responderle, ya que me miraba expectante.

—Realmente, me gustan muchísimo. Aunque en general amo los dulces— respondí alegremente.

Se inclinó un poco hacia a mí y me comentó en tono confidencial:

—Comparto el sentimiento. Pero la mayoría aquí desaprueba eso... ¡Cómo si su opinión valiera más que un Frozen Haute Chocolate*!— se burló con pedantería.

Jamás me había sentido tan de acuerdo con la opinión de una mujer de la nobleza, normalmente hacían algún comentario abominable y yo me limitaba a asentir en respuesta.

Mis ojos brillaron con curiosidad. Sólo había oído hablar de aquel postre y jamás lo he probado en mi vida, y estoy frente a alguien que obviamente sí.

—¿Es tan bueno como dicen?

—Aún mejor.

Me guiño un ojo y una sonrisa ligera surcó su rostro. Su actitud era contagiosa, así que me vi a mí misma imitando su gesto.

Un camarero pasó por nuestro lado con una bandeja repleta de copas de vino tinto y sin pensarlo tomé dos, le ofrecí una a mi acompañante y esta la agarró dirigiéndome una mirada divertida.

—Gracias, princesa— agradeció mientras veía detenidamente como tomaba un largo trago de mi copa.

Repentinamente, cuando analicé a detalle sus palabras, los colores se me subieron al rostro. Acababa de hablar con la reina del reino vecino como si fuera una amiga mía de toda la vida y le acababa de entregar como si nada una copa de vino.

Tierra trágame.

Apuré la bebida e hice una última reverencia a la reina antes de hacer mi gran escape. Pero en el momento que me giré precipitadamente, me encontré con el desaparecido príncipe Lukyan.

—Necesito hablar con usted, princesa.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, sin embargo, se me hicieron de lo más oportunas. Asentí levemente en respuesta y este me tomó de la mano con una sonrisa y me llevó hasta el salón contiguo al principal, el cual era más pequeño e íntimo.

—Perdone que sea tan brusco con mis palabras en este momento- comenzó diciendo, ya habiéndome soltado la mano— Pero siento que si no digo estas palabras, no logrará entender la profundidad de los sentimientos encontrados que he tenido, con tan sólo cruzar una mirada con usted.

Hizo una pausa y yo le insté con la mirada a que continuase.

De pronto el príncipe Lukyan se arrodilló y sacó del bolsillo de su fina chaqueta de gala una pequeña caja aterciopelada de color azul índigo, e hizo la pregunta que toda mujer espera durante toda su vida:

—Princesa Svetlana Camelia Sadoveanu, he de confesarle que su belleza me ha encandilado con la fuerza que un sol radiante en un día de verano y me ha hecho sucumbir a los más infames pensamientos, a los cuales no encuentro otro consuelo más que hacerle esta simple pregunta, en espera de una respuesta afirmativa... ¿Me concedería el gran honor de casarse conmigo, princesa?

Finalmente abrió la caja y un grueso anillo de oro, con un refinado ópalo de fuego blanco en el centro e incrustaciones de diamantes a su alrededor, salió a relucir en todo su esplendor.

En mi aturdimiento brevemente recordé que el ópalo era la piedra preciosa que representaba al reino de Noxless.

Una mezcla entre entusiasmo, alegría y consternación se presentaba dentro de mi cabeza. ¿Acaso no era todo esto muy repentino? ¿Realmente podría el príncipe Lukyan cumplir mi expectativa de príncipe azul?

Aún con todas aquellas dudas rondando en mi cabeza, la única respuesta que salió de mis labios fue un entrecortado "Sí".

Y así fue como me convertí en la prometida del príncipe Lukyan.


Frozen Haute Chocolate* : uno de los postres más caros del mundo, valorado en $25,000. Este helado está elaborado con 28 clases de cacao, además de ser bañado con cinco gramos de oro comestible de 23 quilates. 

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