ANIMALS ~ KookMin

By BlumeVil

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Puedes conocer a alguien más, huir de mí tanto como quieras. Puedes engañarte en mente y cuerpo, incluso fing... More

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Shadow

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By BlumeVil


Pov. Jungkook

No puedo ver con claridad. Hay una sombra, es una figura borrosa y negruzca que se hace más grande al acercarse. No entiendo porqué me da tanto miedo, pero el impulso nervioso me hace cerrar los ojos y taparme los oídos. Cuento hasta cinco... Y lo escucho.

El agudo grito quebrándose a medida que el dolor se le esparce por el cuerpo."¡Jungkook!" Grita una y otra vez aquella voz. Un disparo. Otro grito con alma y vida... Luego ya no hay sonidos.

He sentido esta sensación toda mi vida, el perturbable conocimiento de que hay algo en la oscuridad, algo que vive conmigo. Es un terror silencioso que me vuelve loco. Un escalofrío que asciende por mi columna dejándome perplejo. No le he ordenado a mis ojos abrirse, pero mis párpados se separan y estoy mirando hacia el suelo.

Sangre.

Son pies pequeños, piernas finas y rasguñadas. Me pertenecen. Pero lo que no es mío, es la sangre que se cuela entre mis dedos dejando pegajosas las plantas de mis pies. Es un charco enorme. No me ordeno gritar, pero grito a todo pulmón. Es una voz infantil, una que hace mucho dejé atrás. Y retrocedo cayendo sobre la caliente sangre.

La sombra negra sigue acercándose, los pasos se vuelven más rápidos, el corazón me late de prisa en mis oídos. ¡Quiero gritar, correr y escapar! Pero no tengo el control. Y mientras la sombra se acerca, mis ojos observan los dos cuerpos en el suelo.

Entonces la sombra se detiene. Yo grito sin descanso, pero cuando la sombra es alumbrada por una luz, todo se esfuma y solo sigue conmigo el terror persistente de una pesadilla.

Salto de la cama. Estoy temblando como un condenado, empapado en sudor y con el pulso descontrolado. Cierro mis ojos para no ver las sombras de los muebles y prendo la portátil dándole luz al cuarto.

Por fin la pesadilla ha terminado. Lástima que las sensaciones sigan conmigo en este cuarto vacío.

He tenido ese mismo sueño desde la primera noche que pasé en la casa de los Park. No recuerdo demasiado de mi vida antes de esta, solo tengo memorias que aparecen y desaparecen. Es cómico, son como un filtro vintage de instagram.

Digamos que en mi mente habitan las telarañas.

Nunca he entendido porqué a las personas les gusta soñar. Tal vez porque estoy repleto de pesadillas. Pesadillas que sé, son recuerdos.

–¿Jungkook...?– la mujer delegada se asoma por la puerta.

Sonrío frotando mi nuca.

–Solo un mal sueño– murmuro.

La señora Park asiente. Su cabellera recogida en un moño flojo, los ojos fríos son tan diferentes a los de Jimin que me parece surreal el que compartan la misma sangre.

–Entiendo, cariño. Te despertaré para ir a clases, duerme bien.

Dejo pasar un segundo viéndola marchar, pero antes de que cierre la puerta, la llamo para que vuelva a entrar.

-¿Si, cielo?– una sonrisa lenta aparece en sus labios, estos que, aunque más finos tienen la misma forma que los de su hijo.

–Solo... Nada.

Ella parpadea, luego se vuelve a marchar.

Y esta será otra noche sin dormir.



El tic-tac del reloj no se detiene, está colmando mi paciencia. No puedo cerrar los ojos, cada vez que lo intento la cruda imagen de aquellos cuerpos vuelven a nublarme la vista.

Tengo la mente hecha pólvora y el corazón sujeto con pinzas.

La última vez que tuve ese sueño fue hace una semana. Pero había sido un poco distinto, solo vi un cuerpo y la habitación no era tenebrosamente oscura. La luz era la justa para ver el espejo colgado en la pared, donde siempre aparecía mi reflejo, una versión joven de mí; un mocoso flacucho de cabello greñudo y sangre salpicándole el rostro.

En la correccional, las pesadillas eran lo peor, ya que en ese lugar no había forma de encender una luz.

El lápiz mordisqueado se me cae da la mano, repica contra el piso y me quedo paralizado. El profesor me mira desde la pizarra, sus lentes redondos resbalándole por la nariz. La preocupación escrita en su rostro.

–¿Jeon, sucede algo?

Listo. No puedo hablar. ¡Y estoy harto de ese maldito reloj! Me pongo de pie botándolo todo sin querer, algunas risas resuenan a mi espalda, amenazo a esos idiotas con la mirada y recojo mis cosas. Los únicos ojos preocupados son los de una chica sentada a mi lado, la misma que ha intentado coquetear desde el primer día de clases.

A la mierda la anatomía. Bajo los escalones pasando por los bancos largos y hago caso omiso a las preguntas del profesor. Mi cuerpo sigue tenso a pesar de haber salido de ese salón.

Hay veces en las que me cuesta respirar. Quiero que el aire entre, respiro lento, rápido, pausado, incluso hiperventilo... pero el oxígeno no parece llegar a mis pulmones. Este es uno de esos momentos. Me siento sofocado y tengo la insana ansiedad de golpear lo primero en lo que mis ojos se puedan fijar.

Soy un muñeco de papel sin fuerza, siendo succionado por un agujero de gusano. Así es como se siente el pánico.

Salgo del campus apretando y aflojando el agarre en el asa de la mochila que me cuelga del hombro. Estoy tan agotado de los sonidos. La señora Park me llevó al médico cuando me rescató. Recuerdo la cara tosca del doctor, dijo que mis oídos eran fácilmente irritables y, una vez me presentase, los sonidos serían aún más audibles que antes.

El viento que mueve mi cabello al pisar el acelerador de la moto, me hace sentir menos claustrofóbico de lo que me he sentido en todo el día.

He vivido con esto desde hace algún tiempo, un muy largo tiempo. Pero algo debe haberse activado en mi cerebro, porque los malos sueños son cada vez más frecuentes y más largos.

Conduzco hasta el único lugar en el que me han dado alguna respuesta. La estación de la calle C fue donde mi segunda vida comenzó, llegué ahí siendo otro niño, supongo que mi sombra mató al de verdad. Supongo que ahora soy esa sombra.

–¡Jungkookie!– miro a la mujer que vestida con su uniforma azul sale del escritorio para abrazarme–. ¡Estás gigante niño! Joon dijo que habías salido pero nunca viniste a visitarnos.

Puedo ver la Glock en su cinturilla. Ella es una ruda oficial, me cuesta verla haciendo papeleo.

–Creí que estarías ocupado... ya sabes... quitando el crimen de las calles y esas cosas.

Una risa fresca escapa de sus labios. Chifla llevando los dedos a la boca y es cuando un robusto hombre sale por la puerta doble. Su mirada está fija en un documento, lleva el uniforme algo arrugado y parece que ha tomado demasiada cafeína e inhalado mucha nicotina.

–Heize, te dije que no me molestaras a menos que... Jungkook.

Sonrío a más no poder cuando el hombre grande me atrapa como a un osito. Incluso mis pies se separan del piso.

–¡Ya ya, lo vas a asfixiar!– Heize le golpea el hombro hasta que por fin me suelta.

NamJoon es un tipo cariñoso luego de que esa fachada del oficial malo se resbala. En realidad, él es donde mis recuerdos claros comienzan. Su rostro endurecido pidiéndome que respondiese algunas preguntas, Heize a su lado diciéndole que yo era un niño, que me dejase en paz. Luego fui entregado a la señora Park.

–Hyung– digo buscando su mirada, en ese mismo instante su rostro se vuelve tenso– ¿Podemos hablar en privado?

NamJoon hyung asiente haciendo una ademán con su mano para que le siga.

–¿Qué está sucediendo?

Me muevo por la minúscula oficina, viendo los diplomas colgados y tomando algunos documentos sobre los ficheros.

Expediente N°123. Acusación por hostilidad pública... bla bla bla

–Las pesadillas volvieron.

–Oh... ¿Alguna vez se fueron?

Touché.

Hyung es el único que sabe de mis sueños. No se lo quise contar a nadie pero, cuando estaba en esa cárcel, tuve que llamarle para que me trajese pastillas para dormir. Entonces me obligó a contarle que sucedía.

–No. pero ahora son más largas.

Se sienta sobre el escritorio, sus brazos cruzados y la ceja izquierda levantada en curiosidad.

–Así que podemos alargar tu declaración.

Me encojo de hombros.

–No sé si sirva de mucho, pero quizás puedas descubrir que sucedió de una puta vez.

Mi declaración es un expediente de borrones y rayones. La primera hoja tiene apenas tres palabras: "No lo sé". Luego, a medida que las pesadillas me iban haciendo recordar, Hyung se encargaba de unir la información en el expediente del caso 32... Mi caso.

–Bien– toma una libreta y la abre para comenzar a interrogarme. Se supone que esto tendría que ser más formal, pero me ha interrogado desde que tenía siete años–. ¿Qué has visto?

Arrugo el informe entre mis dedos. Me dejo caer en la silla giratoria y evito mirar las sombras de los muebles.

–Dos cuerpos...

–¿No uno?

–No. Esta vez eran dos, una mujer y otro cuerpo que no logro ver con claridad. Y estoy seguro de que era de noche. Había una sombra, la misma sombra de siempre... no logré ver su rostro, l-lo intenté hyung, pero no pude. Supongo que el dueño de esa sombra lo hizo.

Él deja de escribir. Una largo suspiro es lo que me basta para saber lo que va a decir.

–Jungkook, quizás debas hablar con alguien que pueda ayudarte a record-

–Lo siento, hyung. Es todo lo que puedo darte, espero que esta vez sirva de algo.



Las personas siempre quieren que sus sueños se hagan realidad, pero pesadillas es lo único que sueño. Ya no lo aguanto. Me despierto paralizado de pies a cabeza. La sangre bombea a mi corazón y los latidos resuenan como una alarma en mis oídos.

Mis ojos pueden moverse, no obstante, no consigo que mi cuerpo siga su ejemplo. Ya no sé dónde estoy, si en un sueño o en la realidad. Pero la sombra está aquí conmigo, la veo moverse en la esquina de mi habitación.

Grito en silencio. Pido y ruego a mi cerebro que le ordene a mi boca abrirse para gritar, pero no hay forma de lograrlo. Y la sombra se acerca, mi cabello es una cortina que me nubla la vista. Entonces salto de la cama.

Aprieto el colchón en el que descanso y estiro el brazo para encender la luz.

No es suficiente.

Cada sonido, cada madera crujiendo, o cada luz desde la calle, me pone los pelos de punta. Es cuando noto que la fuerza animal me ha hecho requebrar la madera de la cama debajo de mis manos.

Solo tomo el hoodie negro del escritorio y calzo mis pies sin medias.

La llave se cae de mis manos temblorosas. Pero cuando logro tomar aire puro debajo de la noche sombría, yo comienzo a correr.

No hay dirección en mi mente, solo corro hasta que el estómago se me contrae y las ganas de vomitar son insufribles. Las calles están vacías, las sombras me perturban, y los autos que pasan cada tanto me hacen taparme los oídos.

Entonces mis pies me llevan hasta él. Estoy frente a su edificio con un maldito ataque de pánico. Sintiendo que si no sigo corriendo la sombra me atrapará y moriré en este instante.

El guardia de seguridad me deja pasar al verme en este estado, como si acabase de asesinar a alguien o de ver una trágico choque en la avenida

Mis nudillos comienzan a enrojecer de los golpes que doy a la puerta blanca. Y cuando la puerta es abierta, cuando él me mira desde abajo despeinado y alarmado, yo jalo su muñeca y le ruego que me entierre en sus brazos.

–Jung... ¿Jungkook?

Su mentón se oprime en mi hombro. La boca de Jimin huele a café y su cuerpo a vainilla. Le necesito un poco más cerca. Le aprieto con tanta fuerza que podría quebrarle en este instante. Y sus pequeñas manos son lentas al abrazarme. Está apaciguando a un animal.

Y todo es mejor, hasta que mis ojos se abren y veo al hombre que será su esposo, en bata y con la mirada amarga.

No me importa. Jimin es mi medicina, le necesito para poder irme a dormir de una puta vez.

Me deja abrazarle por más de cinco minutos, aferrado a su columna, aspirando el olor de su cuello... Detesto este sentimiento de abstinencia. Entonces me lleva dentro del apartamento, pidiéndome que tome asiento, y un té de tilo es puesto entre mis manos.

–¿Estás mejor?– pregunta luego de un rato, sentándose a mi lado en el sofá.

Ese gato mimado ronronea frotándose entre sus piernas.

–No sabía dónde ir...

Es una diminuta sonrisa, pero su mano se enreda en mi cabello y sus ojos me miran con pena. No me mires como si fuese un niño perdido.

Jimin– su prometido que, gracias a Dios, se ha mantenido en silencio. Se despega de la mesa y camina hacia el pasillo oscuro–. Ven conmigo, enseguida regresamos, Jungkook.

Es cómico, no quiero que deje de tocar mi rodilla, no quiero que vaya con él. Pero cuando Jimin se levanta, siento que su corazón es el que habla, y luego, el pánico regresa.

Las voces son suaves al principio, pero soy capaz de oírlas.

"Jimin, no sé qué te ucede pero ya hablamos de esto" suena irritado.

"¿Me estás pidiendo que le corra?" Jimin suena alarmado.

"Ya no es un niño, Jimin. Seguirá aferrándose a ti y no eres su familia, no más"

Maldito idiota.

Es mi hermano, Yoongi! Maldita sea, ni siquiera sé qué diablos estás pensando, pero-"

"No discutiremos sobre esto, ya te dije lo que pienso y como tu pareja, espero que lo comprendas"

Aprieto con tanta fuerza la taza que la porcelana se quiebra en grandes trozos, mientras diminutas lascas se clavan en la piel de mis manos. Es un jodida ardor que no me importa, pasa a segundo plano por el temblor de mi cuerpo. Y aprieto los dientes al salir del apartamento.

La puerta se golpea con furia y mis pasos son rápidos, estoy tan temeroso de caerme que no puedo permitirme ir lento.

Bajo las escaleras como si estuviese borracho y cruzo la entrada del edificio enfundándome en la noche, la cual me atrapa y me desarma.

Hasta que le escucho jadear y sus pies resonar al correr.

–¡Jungkook...!

Jimin.

Es menos de una fracción de segundo, yo solo me volteo y él frena de manera torpe. La ropa apenas le protege del frío; un buzo estirado y unos pantalones deportivos. Sus labios están pálidos y lleva las mejillas al rojo vivo.

Su pecho es un constante sube y baja. Entonces toma mi muñeca y noto que quiere largarse a llorar.

–Dios... no me vuelvas hacer.... correr de esa manera... casi... casi pierdo un pulmón.

–Vuelv-

Sonríe. Me sonríe de tal forma que parece una invitación a que cierre la boca.

–Vamos– sus dedos fríos atrapan el cordón de me hoodie–. Acompáñame a un lugar.

♥️
♥️
♥️

Bien, este fue para explicar un poco el principio de los "demonios" de kookie.

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