Resplandor entre Tinieblas

By WingzemonX

36.7K 3.4K 922

La Dra. Matilda Honey ha dedicado toda su vida a ayudar a los niños, especialmente a aquellos con el "Resplan... More

Capítulo 01. El Sujeto
Capítulo 02. Vengo aquí para ayudarte
Capítulo 03. De una naturaleza diferente
Capítulo 04. Demasiado peligrosa
Capítulo 05. Evelyn
Capítulo 06. La Huérfana
Capítulo 07. Mi mejor intento
Capítulo 08. Un horrible presentimiento
Capítulo 09. Mátala
Capítulo 10. ¿Fue la niña?
Capítulo 11. Adiós, Emily
Capítulo 12. Avancemos con Cautela
Capítulo 13. Un Poco de Sentido
Capítulo 14. Imagen de Niña Buena
Capítulo 15. ¿Nos vamos?
Capítulo 16. ¿Qué está ocurriendo?
Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo
Capítulo 18. El Detective de los Muertos
Capítulo 19. Ojos Muertos
Capítulo 20. ¿Trabajamos juntos?
Capítulo 21. Respira... sólo respira
Capítulo 22. Un Milagro
Capítulo 23. Entre Amigos
Capítulo 24. Carrie White
Capítulo 25. Todo será diferente
Capítulo 26. Plan de Acción
Capítulo 27. Sin Pesadillas
Capítulo 28. Abra
Capítulo 29. Cosas Malas
Capítulo 30. Yo mismo
Capítulo 31. El Monstruo
Capítulo 32. Mi Niño Valiente
Capítulo 33. Has despertado mi curiosidad
Capítulo 34. Tenerte miedo a ti mismo
Capítulo 35. Él aún la busca
Capítulo 36. Un poco de aire
Capítulo 37. Algo está pasando
Capítulo 38. Ya no puedes detenerme
Capítulo 39. El Baile Negro
Capítulo 40. Usted me lo prometió
Capítulo 41. No me detendré
Capítulo 42. Mira lo que hice
Capítulo 43. Tuviste suerte esta vez
Capítulo 44. No estoy bien
Capítulo 45. ¿Qué haremos ahora?
Capítulo 46. Ningún lugar a dónde ir
Capítulo 47. Buenas amigas
Capítulo 48. Tío Dan
Capítulo 49. Lo mejor es dejarlos ir
Capítulo 50. Bobbi
Capítulo 52. Una leal sierva
Capítulo 53. Hacia el sur
Capítulo 54. Pagar por los pecados de otros
Capítulo 55. Un Iluminado de Dios
Capítulo 56. Se viene una batalla
Capítulo 57. Ya estás en casa
Capítulo 58. Calcinarlo vivo
Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita
Capítulo 60. No enloquezcas
Capítulo 61. Ven conmigo
Capítulo 62. Vamos por él
Capítulo 63. Una pequeña bendición
Capítulo 64. Santa Engracia
Capítulo 65. Ann Thorn
Capítulo 66. Amor y fe
Capítulo 67. La quinta tragedia
Capítulo 68. Yo siempre le he pertenecido
Capítulo 69. La Caja
Capítulo 70. Lote Diez
Capítulo 71. Andy
Capítulo 72. Hola otra vez
Capítulo 73. Oscuro y maligno
Capítulo 74. Nosotros perduramos
Capítulo 75. El castigo que merecemos
Capítulo 76. Maldigo el momento
Capítulo 77. Juntos y Vivos
Capítulo 78. Mami
Capítulo 79. ¿Qué demonios eres?
Capítulo 80. Últimas lágrimas
Capítulo 81. Inspector de Milagros
Capítulo 82. Orden Papal 13118
Capítulo 83. Protector de la Paz
Capítulo 84. Quizás era demasiado
Capítulo 85. Su queja está anotada
Capítulo 86. Gorrión Blanco
Capítulo 87. El plan ha cambiado
Capítulo 88. Tenemos confirmación
Capítulo 89. No la abandonaré
Capítulo 90. Noche de Fiesta
Capítulo 91. No hay que preocuparse por nada
Capítulo 92. Así como lo hace Dios
Capítulo 93. Se te pasará
Capítulo 94. Rosemary Reilly
Capítulo 95. Yo soy su madre
Capítulo 96. No debes titubear
Capítulo 97. Reunidos como una familia unida
Capítulo 98. Un trato
Capítulo 99. Un tonto que se cree héroe
Capítulo 100. Soy Samara Morgan
Capítulo 101. Gran Huida
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 1)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 2)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 3)
Capítulo 102. Un regalo para su más leal servidor
Capítulo 103. Inconcluso
Capítulo 104. Un lugar seguro
Capítulo 105. Volver a casa
Capítulo 106. Nuestra única oportunidad
Capítulo 107. Al fin nos conocemos de frente
Capítulo 108. Terminar la misión
Capítulo 109. Fuego de Venganza
Capítulo 110. Objetivo Asegurado
Capítulo 111. Mi poder es mío
Capítulo 112. Si lo deseas con la suficiente fuerza
Capítulo 113. Terminar con este sueño
Capítulo 114. Código 266
Capítulo 115. El Príncipe de Chicago
Capítulo 116. Una buena persona
Capítulo 117. Somos Familia
Capítulo 118. Un mero fantasma
Capítulo 119. Bienvenida al Nido
Capítulo 120. Confirmar o enterrar sospechas
Capítulo 121. Mucho de qué hablar
Capítulo 122. Encargarnos de otras cosas
Capítulo 123. Era mi hermana
Capítulo 124. No Ha Terminado
Capítulo 125. Lo que tengo es fe
Capítulo 126. Haré que valga la pena
Capítulo 127. Primera Cita
Capítulo 128. Levántate y Anda
Capítulo 129. Una chica tan bonita como yo
Capítulo 130. Eres extraordinario
Capítulo 131. Resentimientos
Capítulo 132. Una verdad más simple
Capítulo 133. Yo no necesito nada
Capítulo 134. En lo que tú quieras
Capítulo 135. Me necesitas
Capítulo 136. Miedo Irracional
Capítulo 137. Eli
Capítulo 138. Duelo a Muerte
Capítulo 139. Adiós, estúpida mocosa
Capítulo 140. Algo viejo y destructivo
Capítulo 141. Nuevo Truco
Capítulo 142. VPX-01
Capítulo 143. Propiedad Privada
Capítulo 144. Base Secreta
Capítulo 145. Lo que se esconde en su interior
Capítulo 146. Sólo queda esperar
Capítulo 147. El Lucero de la Mañana ha Salido
Capítulo 148. Ataque a Traición
Capítulo 149. La Destrucción del DIC
Capítulo 150. Combate en dos frentes
Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad

Capítulo 51. Tu última misión

280 31 1
By WingzemonX

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 51.
Tu última misión

Aquel era el recuerdo de una tarde soleada de verano en Hawkins, Indiana que en realidad nunca ocurrió, o al menos no exactamente de esa forma. Will Byers y sus amigos jugaban al baseball en el campo de la escuela, que en esos momentos permanecía cerrada por las vacaciones. Todos estaban ahí juntos: Mike, Dustin, Lucas, Max y El; incluso ahí también se encontraba Suzie, la novia de Dustin, pero ella prefirió ver el juego desde las gradas. Jugaban tres contra tres: Mike, Eleven y Will, contra Lucas, Max y Dustin. Era complicado con tan pocos jugadores, pero no imposible. No había nadie más ahí que los viera, así que podían hacerlo tan mal como quisieran y nadie se burlaría; bueno, quizás sólo Max, aunque ellos sabían cuando tomar enserio sus comentarios y cuando no.

Will se puso al bate; Lucas era el lanzador. Ambos se miraron de forma desafiante, bastante sobreactuada, y a Will se le escapó una risa casi nerviosa. Lucas tomó su pelota, tomó una pose de lanzador que seguramente intentaba imitar alguna que había visto en la televisión, y arrojó la bola con todas sus fuerzas hacia él. Will apenas y pudo tocarla, y el más sorprendido había sido él mismo. Logró hacerlo con la suficiente fuerza para poder correr a primera base, en donde Max lo aguardaba. La pelota rebotó en la tierra hasta dirigirse a Dustin en la tercera base, que casi la dejó pasar por entre sus piernas, pero logrando al final tomarla y lanzarla lo mejor posible hacia Max. La pelota, sin embargo, pasó bastante lejos de ella, y Will logró pasar la primera base, y dirigirse incluso a la segunda.

—¡¿Enserio?! —Exclamó la niña pelirroja molesta, virándose hacia Dustin, que algo apenado se encogió de hombros. Max, furiosa, se dirigió apresurada a recoger la pelota. Para cuando la tuvo, Will ya había logrado posicionarse en la segunda base de forma segura.

—¡Tranquilo, Dusty-bun! —Gritó Suzie desde las gradas—. ¡Tú puedes!

—Sí, estate más atento, Dusty-bun. ¿Quieres? —Le reprendió Lucas desde el montículo, justo antes de que Max le pasara de regreso la pelota.

—Y tú lanza mejor, ¿quieres? —Le respondió Dustin con cierta agresividad.

—¿Quieres intentarlo tú mejor?

—Chicos —exclamó Will desde la segunda base, secándose el sudor de su frente con su antebrazo—. Sólo es un juego, vamos. Nos estamos divirtiendo, ¿recuerdan?

—Es fácil divertirse cuando estás ganando —recriminó Max—. Bueno, ¡ya! —Aplaudió la pelirroja con fuerza—. ¡Sigamos!

La siguiente al bate fue Eleven, que tomó firmemente el bate con ambas manos, se colocó en posición, y clavó sus ojos firmes y serios en Lucas, el cual le regresó la misma mirada. Aquello ya no parecía ser un juego como lo había sido con Will.

—Sin trampas y sin poderes esta vez, ¿quieres, El? —advirtió el chico en el montículo.

—Yo no hago trampas —se defendió la chica de cabellos rizados. Su frente brillaba por el sudor, y un par de gotas le recorrían un costado de la cabeza.

—¡Vamos, El! —Le gritó Mike desde las bancas, donde esperaba su turno—. ¡Hazles un home run!

Lucas se preparó, jaló la pelota hacia atrás y realizó un tiro directo a toda velocidad. El se preparó, miró acercarse la bola en línea recta hacia ella, viéndola en su mente como si fuera un proyectil en cámara lenta. En el momento justo, jaló el bate hacia atrás, y luego hacia adelante, golpeando la pelota intensamente. Ésta salió disparada hacia arriba y hacia el frente, y los ojos incrédulos de casi todos los presentes siguieron su ruta, mientras dibujaba una parábola y comenzaba a caer varios metros lejos del campo.

Un completo home run.

Eleven corrió rápidamente hacia la primera base, y sólo hasta entonces Will hizo lo mismo en dirección a tercera, y luego a home. Mientras El y Will aplicaban sus dos carreras, Lucas, frustrado, tomó su guante y lo tiró al suelo. Max y Dustin sólo resoplaron resignados. En el home, Mike recibió más que contento a sus dos amigos, y los tres se abrazaron y se vitorearon.

—Lo hiciste excelente —le dijo Mike a Eleven, y está le sonrió alegre de regreso. Inspirado por la emoción, Mike se inclinó hacia ella y se permitió darle un beso rápido enfrente de los demás. Jane se lo correspondió totalmente. Will, que seguía a su lado, sólo sonrió con algo de incomodidad, y retrocedió un paso para darles espacio. Igual lo miraba de reojo, esperando que terminaran con lo suyo.

—¡Está bien, Dusty-bun! —Volvió a gritar Suzie desde las gradas—, ¡lo hiciste bien!

Quien no parecía estar muy convencido de eso era Lucas, que caminó desde el montículo, notoriamente molesto, directo hacia Eleven.

—¡Oye! —Exclamó con fuerza el chico de piel oscura. El y Mike rompieron su beso, aunque no su abrazo—. ¡Dije que sin poderes!

—Yo no los usé —exclamó Eleven, casi ofendida por la insinuación.

—¿Ah no? ¿No acabas de hacer que mi pelota volara hasta Illinois acaso? —Lucas señaló entonces en la dirección en la que se había ido la bola.

La mirada de Eleven se endureció, molestándose bastante más por tal comentario.

—Oye, ya cálmate —intervino Mike, colocándose entre Lucas y su novia—. Si ella dice que no lo hizo, no lo hizo. ¿Cuál es tu problema?

—¿El mío?, ¿cuál es tu problema? —Le respondió Lucas, alzando un poco la voz—. Te dije que no sería justo que ella jugara en cualquier equipo.

—¡Ella ya te dijo que no usó sus poderes! —Exclamó Mike, aparentemente más molesto también.

El resto de los chicos, incluyendo a Suzie, comenzaron a acercarse.

—¡Vamos!, ¡ya! ¡Cálmense! —Gritó Will, intentando colocarse en medio para separar a Lucas y Mike antes de que eso escalara—. Todo es un malentendido. Sólo es un juego, ¿cierto? —Sonrió nervioso, volteando a ver sus dos amigos, que se miraban mutuamente en silencio.

—Hey, ya, no es para tanto —comentó Max, tomando a Lucas de su brazo, y jalándolo un poco para separarlo de Mike y Will—. Mejor dejémoslo así y hagamos otra cosa. ¿Vamos al árcade y algo?

Todos parecieron estar de acuerdo con la propuesta, aunque Mike, Lucas y Eleven fueron más discretos con sus respuestas.

—¿Y qué pasará con mi pelota? —Reclamó Lucas.

—Yo iré por ella —señaló El de mala gana, dando un paso al frente hacia donde la había bateado.

—No, tranquilos —comentó Will—. Yo voy. Ustedes recojan las cosas, ¿sí?

Will se alejó trotando por el campo hacia dónde había visto caer la pelota. Quería ayudar, pero en realidad lo que quería era apartarse un poco de ese incomodo momento. Esas discusiones entre ellos se estaban volviendo más frecuentes, sobre todo entre Mike y Lucas. Cada vez que lograban reunirse todos, encontraban una cosa nueva por la cual pelear. A Will aquello le incomodaba y disgustaba demasiado. Era como si poco a poco, cada uno comenzara a interesarse más en otras cosas, y menos en pasar un buen rato entre todos. Quizás, en efecto, así era.

Tardó un poco en localizar la pelota, pero al final dio con ella al pie de un árbol. Se agachó y la tomó, limpiándole un poco la tierra de encima.

—¡La encontré! —Gritó con fuerza y se giró hacia sus amigos, alzando su mano con la pelota en el aire. Y justo cuando se volteó, pudo notar a lo lejos como sus amigos en el campo recogían los bates, los guantes y las otras pelotas; pero también vio algo más.

El cielo en el horizonte comenzaba a oscurecerse con unas gruesas y grises nubes, que rápidamente se extendieron hasta casi cubrir por completo el cielo azul. Un fuerte viento comenzó a soplar desde dicha dirección, agitando los árboles y levantando polvo. Will, atónito, vio como a lo lejos una densa neblina negra como humo comenzaba a acercarse, como si fuera la imparable nieve de una avalancha. A su paso, aquella neblina comenzó a devorarse los árboles, los edificios, y todo lo demás. Y sus amigos, sin embargo, seguían en lo suyo; no parecían darse cuenta de lo que pasaba, a pesar de que el viento agitaba sus cabellos y ropas, e incluso una de esas ráfagas les arrancó sus gorras de las cabezas a Lucas y Dustin.

—¡Chicos! —Gritó Will con fuerza, y comenzó a correr con todas sus fuerzas de regreso hacia ellos—. ¡Chicos!, ¡cuidado! ¡Muévanse!

Ninguno de ellos reaccionó, como si no lo escucharan. Siguieron recogiendo o hablando entre ellos, mientras aquella nube negra se les acercaba cada vez más rápido.

Will corrió con más fuerza. No sabía qué pensaba hacer con exactitud, pero sólo quería llegar lo más pronto posible. Quería alcanzarlos antes de que se perdieran por completo, pero no fue lo suficientemente rápido. La neblina devoró primero a Dustin y Suzie en las bancas; siguió con Max, luego con Lucas y Mike. La última era Eleven, que había ido al montículo al recoger el guante de Lucas. Ella le daba la espalda a la neblina, y cuando se irguió de nuevo, ésta se encontraba a menos de un metro de ella.

—¡El!, ¡corre! ¡Corre! —Le gritó el muchacho lo más alto que pudo mientras seguía corriendo.

Al fin pareció que la joven sí lo escuchó, pues alzó su rostro hacia él y lo miró perpleja, pero no se movió de su lugar. Permaneció ahí de pie, y Will pudo ver como la neblina la alcanzaba, y poco a poco su cuerpo era cubierto con esa absoluta oscuridad, como si la devorara por pedazos.

—¡El!, ¡no! —Vociferó Will y por instinto se lanzó al frente, como si quisiera robarse la base, intentando alcanzarla con sus brazos. Sin embargo, la neblina terminó por cubrirla y desaparecerla por completo su vista. En su lugar, al lanzarse, Will sólo se echó de clavado a sí mismo directo a ese mar negro y frío.

* * * *

Will se despertó alarmado y asustado, respirando agitadamente y con su rostro cubierto de sudo. Pasó su mano por toda su cabeza, intentando calmarse, mientras los rezagos de aquel sueño se iban apartando. Su tranquilidad tuvo otro punto de quiebre cuando miró alrededor y por unos momentos no reconoció en dónde se encontraba. Aquel cuarto era grande, con ventanales por los que entraba la luz y se veían los edificios de alrededor; bastante bonita la vista, pero ese no era su cuarto. Y esa no era su cama, y mucho menos eran suyas las sábanas que cubrían su cuerpo... ¿desnudo?

Miró hacia su derecha, y se dio cuenta de que no estaba solo. Logró distinguir la espalda ancha y desnuda de un chico, totalmente dormido bocabajo y con la misma sábana cubriéndole de la cintura a la mitad de los muslos. Las ropas de ambos se encontraban sobre la alfombra alrededor de la cama. Comenzó entonces a recordar; su confusión se debía más que nada al repentino despertar, pues en realidad no había tomado tanto. La noche anterior fue a su bar favorito, y este chico veinteañero de traje fino color azul marino se sentó a su lado, y habían comenzado a platicar... ¿Cuál era su nombre? ¿Víctor? Una cosa llevó a la otra y terminaron en el departamento de su nuevo amigo. ¡Y qué departamento!; debía ganar muy bien para ser tan joven, o quizás su padre lo mantenía bien.

Como fuera, ya estaba demasiado viejo para esas cosas, pero suponía que de vez en cuando no hacía daño.

No solía ser del tipo frío que se va a la mañana siguiente sin siquiera despedirse, pero tras ese extraño sueño no tenía ganas de pasar por eso, y supuso que quizás su anfitrión tampoco. Parecía, después de todo, del tipo que disfrutaba de pequeñas aventuras de una noche para liberar el estrés del trabajo.

Will se levantó despacio de la cama y comenzó a recoger sus ropas y a vestirse. Ya se encontraba en ese entonces bastante apartado de aquel adolescente flacucho de catorce. Ahora era un hombre de cuarenta seis, alto y de cuerpo ligeramente fornido y trabajado, con algunos tatuajes de su propio diseño decorándole su brazo izquierdo y pectoral. Traía su cabello café corto, y su rostro perfectamente rasurado. Los años lo habían agraciado, además de mucho cuidado y esfuerzo de su parte. No por nada resultaba siempre ser bastante llamativo para otros hombres, incluso menores que él.

Una vez que tuvo los pantalones puestos, se asomó sutilmente hacia los ventanales. Al parecer estaban en un quinto puso, y por el escenario que alcanzaba a ver no muy lejos de Soho, Manhattan, en dónde había estado viviendo y trabajando desde hace unos quince años como diseñador gráfico; así que no estaba muy lejos de casa. Siguió vistiéndose, se colocó su camisa, y posteriormente recogió su chaqueta. Revisó si tenía su billetera y celular en ésta, y en efecto así era. Revisó éste último encendiendo su pantalla y... vio que tenía cinco llamadas perdidas, y al menos diez mensajes nuevos.

Sintió que el cuerpo se le helaba. Recordó el sueño que había tenido, y pensó de inmediato lo peor.

Antes revisar con más calma de qué se trataba, recogió el resto de sus cosas y se dirigió sin hacer ruido a la salida. El departamento era realmente bonito, y la decoración era de buen gusto. Pensó que en otras circunstancias, quizás hubiera sido buena idea quedarse y conocer a Víctor un poco mejor. Quizás en otra oportunidad, si no era además del tipo que no le gustaba repetir.

Salió al pasillo con su chaqueta en una mano y sus zapatos en la otra. Una vez afuera, y cuidando de que nadie lo veía, se colocó rápidamente sus zapatos al tiempo que maniobró para poder ver las notificaciones. Éstas no hicieron un buen inicio para calmarlo: de las cinco llamadas, tres eran de su viejo amigo Mike Wheeler, una de Dustin Henderson desde el teléfono de su casa en Massachusetts, y otra más de Sarah, la hija mayor de Mike y El que vivía ahí mismo en New York, y con quien se había comunicado seguido desde que mudó. Los mensajes también venían de estos tres remitentes, más dos más de parte de unos contactos de trabajo. Pasó sin embargo directo a los de Mike, que fue quien le marcó más veces y supuso que era quien más deseaba contactarlo.

Mike le había mandado sólo tres mensajes, pero eran tanto aclaratorios como confusos:

Will, ¿estás ahí?

Jane fue atacada

Se encuentra en coma

Will se quedó de pie frente la puerta del elevador, mirando atónito los tres mensajes, releyéndolos una y otra vez. ¿Cómo que atacada?, ¿cómo que en coma? ¿Qué demonios había pasado?

Recordó de nuevo su sueño y como había visto la oscuridad consumir a El ante sus ojos sin que pudiera alcanzarla. ¿Había sido eso una coincidencia o tenía algo que ver? No tenía forma de saberlo, por lo que de inmediato su primer instinto fue llamar a Mike, pero éste no le respondió. Sus llamadas fueron alrededor de la media noche, y sus mensajes prácticamente en la madrugada. Si lo que fuera que pasó fue en la noche, quizás estaría tomando un descanso y durmiendo para esas horas. Decidió entonces llamar a Sarah desde el interior del elevador, esperando que la llamada no se cortara. Por suerte, no lo hizo.

—¿Hola?, ¿tío Will? —Saludó apresurada la voz joven de Sarah Wheeler desde el otro lado de la línea. Se escuchaba mucho ajetreo de fondo.

—Sarah, ¿cómo estas, hija? —Le saludó Will, intentando sonar lo más tranquilo posible, cuando realmente su corazón se encontraba aún agitado por la conmoción de aquellos mensajes.

—No lo sé... —le respondió confusa—. ¿Recibiste mi mensaje? Papá me marcó angustiado ya noche; algo le pasó a mamá. Pedí permiso en el trabajo, y ahora estoy en el aeropuerto.

—¿Vas a Indiana? —Preguntó Will, sintiéndose casi de inmediato tonto al darse cuenta de lo obvio de la pregunta—. ¿Sabes qué le pasó? ¿Tú papá te dio algún detalle?

—No le entendí bien, pero creo que fue... —hubo un pequeño silencio de vacilación antes de responder—. Algo psíquico —susurró despacio—. La tía Max la estaba tratando, pero creo que no saben cómo hacerla despertar. Tío, estoy muy asustada... ¿crees que vaya a...? —No fue capaz de terminar su pregunta.

—Hey, tranquila, no saques conclusiones apresuradas —intentó de responderle Will con tono optimista, pero él mismo no sabía si era válido ser optimistas en una situación así—. Tu mamá ha pasado por situaciones mucho más feas que ésta, y siempre se levanta. Así que no temas. Pero igual tienes que ir para apoyar a tu papá y a tus hermanos, ¿de acuerdo? Dile a Mike que iré para allá también en cuanto pueda.

—Sí, está bien. Gracias, tío... siempre puedo contar contigo, ¿verdad?

—En lo que quieras. Sabes que siempre estoy aquí para ti y para tu familia.

Para cuando el elevador llegó a la planta baja, ya habían cortado su llamada. Caminó pensativo hacia el lobby, distraído en sus propios pensamientos. Sólo un ocasional "buenos días", surgidos por parte del portero, lo hicieron reaccionar un poco. Cuando lo volteó a ver, notó que éste le sonreía con expresión pícara, que a Will le recordó un poco el lugar y el contexto en el que estaba, pero que al ponerlo en una balanza palidecía con el otro asunto. Asintió como saludo al portero y salió del edificio como si nada.

Lo que le había dicho a Sarah era cierto. Eleven era fuerte, quizás la mujer más fuerte que conocía, y siempre se levantaba de todo. Pero... ¿sería esa ocasión igual? Ninguno de sus hijos sabía lo que Max les había dicho hace tiempo, sobre el daño que el uso prolongado de sus poderes le había provocado, y qué podía pasar si volvía a excederse. Por eso vivían en esa casa pequeña en el tranquilo Hawkins, y desde ahí Jane dirigía su fundación y usaba sus poderes sólo para comunicarse con sus chicos o para vigilarlos. ¿Y si eso significaba que algo horrible había pasado?, ¿y si ese daño al fin había pedido factura?

Si algo le pasaba a Eleven, ¿qué sería de sus hijos?, ¿qué sería de Mike...?

Fuera lo que fuera, no podía quedarse ahí. Debía ir y estar con ellos, aunque fuera lo único que pudiera hacer.

— — — —

Kali había estado durmiendo y despertando en intervalos irregulares durante toda esa mañana. Tosía involuntariamente de vez en cuanto, pues su garganta le ardía, y eso terminaba por despertarla. El dolor que le invadía el cuerpo ya había disminuido bastante, pero no con ello el dolor mental. Aquella enorme bodega se sentía tan vacía y silenciosa. Se las había arreglado para aislar tan bien el lugar, que no entraba el más mínimo sonido de la calle. Aquello casi siempre le parecía un beneficio, pero en esos momentos la hacía sentirse algo agobiada.

Recostada boca arriba en la cama, se quedó un rato contemplando el techo roído sobre ella, y especialmente una de las lámparas colgantes que se mecía de un lado a otro a causa de alguna brisa, que en realidad no se le ocurría por dónde podría haber entrado. A pesar de lo que había logrado dormir, seguía sintiéndose agotada... muy agotada.

Giró su mirada hacia un lado, hacia su silla de ruedas vacía colocada junto a la cama. La contempló en silencio por algunos minutos, y entonces cerró lentamente sus ojos, intentando despejar cualquier rastro de soñolencia que siguiera nublando su mente, y enfocándose... enfocándose... enfocándose...

—Te ves mucho mejor, cariño —escuchó de pronto que una voz suave pronunciaba cerca de ella. Kali volvió a abrir sus ojos, y contempló a la hermosa mujer que ahora se encontraba sentada en su silla, y que la observaba con su mirada gentil, además de su sonrisa cálida. Era delgada, de piel morena y cabello negro corto, ojos negros y grandes, y labios pintados de un rojo intenso. Usaba un sari rojo con detalles dorados que le cubría casi todo el cuerpo, a excepción de sus brazos delgados.

Al verla, Kali sonrió, tan ampliamente como no había sonreído en varios días. Eran tan hermosa; justo como la recordaba de aquella lejana y vieja foto, aunque quizás su imagen de seguro se había venido distorsionado con el correr de los años.

—Me veo fatal... —respondió con un tono burlón, seguida después de dos fuertes tosidos—. Pero tú te ves magnífica. Tantos años y sigues viéndote como en aquella foto. Ahora incluso yo estoy más vieja que tú.

La sonrisa de la mujer en la silla se ensanchó, y estiró entonces su mano hacia ella, colocándola sobre la de Kali que reposaba a su lado.

—Te has esforzado tanto, mi pequeña —murmuró con gentileza la mujer del sari. Eight podía sentir la calidez de su mano tocándola, y aquello le pareció bastante reconfortante... a pesar de que sabía muy bien que en realidad nadie la estaba tocando, y todo aquello era un truco; uno muy bueno que le tomó mucho tiempo dominar. Después de todo, era fácil engañar a otros, pero bastante difícil engañarse a uno mismo—. Te mereces un descanso, ¿no lo crees? Ya ha sido suficiente.

—¿Soy yo diciéndome eso a mí misma? —Murmuró Kali, sarcástica—. Si es así, es porque yo misma lo creo, ¿no? —La mujer de la silla sólo siguió sonriendo, sin decir nada—. Claro, no me puedes responder al menos que yo te haga hacerlo. Eres sólo mi patito de hule; una excusa para decir mis pensamientos en voz alta... y quizás sentirme un poco mejor.

Desvió su mirada de la silla de regreso al techo, sabiendo que muy probablemente para cuando mirara de nuevo la silla, la ilusión ya se habría esfumado. Pero, al menos, había sido un bonito momento con la mujer de la foto, aquella que podría o no haber sido su madre, y cuyo nombre nunca encontró. De vez en cuando la dejaba salir de sus recuerdos para hcerle compañía; muchas veces, siendo la única que tenía.

—Ya es tarde —murmuró despacio, en parte para ella, en parte para su ilusión—. He hecho esto toda mi vida... No sé qué otra cosa hacer.

Le siguió un profundo silencio, que en realidad a ella no le extraño. ¿Por qué habría de responderle? No estaba ahí, en realidad...

—Nunca es demasiado tarde, hermana —la escuchó pronunciar de pronto cuando prácticamente se había olvidado de ella, y eso la puso en alerta y la obligó a sentarse rápidamente en su cama y mirar a su alrededor. No había nadie, y eso incluía a mujer de la silla.

La confusión le nubló su mente por unos momentos, pero conforme pasó el tiempo se dio cuenta de aquella no había sido la voz que ella le dio a esa mujer, que tuvo que imaginarse basándose en algún personaje de televisión que ya ni siquiera recordaba pues desconocía como se oía en realidad. Aquella voz era de alguien más, de alguien que ella conocía muy bien. Se colaba desde un recuerdo mucho más lejano en su pasado, de una época no más feliz (no creía haber tenido una sola época realmente feliz en toda su vida), pero sí más colorida. Aquella no le pertenecía siquiera a la mujer de cuarenta y seis (quizás cuarenta la última vez que habló con ella en realidad) que era hora, sino a aquella jovencita perdida de trece años que apenas y pronunciaba un par de palabras.

—¿Jane? —Susurró dudosa, mirando a su alrededor, esperando algún tipo de respuesta que no vino—. ¿Estás aquí? —El silencio continuó. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que percibió su presencia de esa forma, pero nunca había sido como esa ocasión. Y no sólo había sólo porque la había percibida como su yo de hace más de treinta años, sino porque la había escuchado tan lejana y fría...

Debió haber sido su imaginación, o quizás parte de un sueño en el que estaba comenzando a adentrarse, o quizás su propia habilidad no se había apagado del todo y se le habían cruzado los cables por dentro; no le extrañaría que eso pudiera pasar.

Pasó su mano por su rostro, tallándoselo. No fue sorpresivo para ella el darse cuenta de que sus dedos terminaron manchándose de sangre al momento de pasar por su nariz.

Escuchó como la alarma de seguridad pitaba, indicando que una de las puertas de la bodega se estaba abriendo. Eso era real, ningún producto de su imaginación. Introdujo su mano debajo de su almohada, sacando de ahí un revolver metálico con todas sus balas cargadas. Apuntó el arma en dirección a la puerta, pero logró calmarse un poco al oír otra voz familiar hacerse presente, pero una mucho más tangible y entendible que la anterior.

—¿Kali?, ¿sigues aquí? —pronunció Charlie, alias Roberta, con fuerza, resonando en el eco de la bodega. La mujer de piel morena suspiró aliviada y bajó su arma.

—¿A dónde más podría ir? —le respondió al mismo volumen para que la pudiera oír.

Roberta cerró la puerta detrás de ella y se aproximó hacia la cama, trayendo su casco debajo de su brazo. Al acercarse lo suficiente, se detuvo, mirándola con cierto asombro.

—¿Qué estabas haciendo? —le cuestionó dudosa la rubia, y señaló a su propia nariz como indicación de a qué se refería. Kali se talló su nariz rápidamente; aún le quedaban rastros de sangre en ella, lo cual era bastante incriminatorio de que estaba usando sus poderes hasta hace poco.

—No importa. ¿No deberías estar en el trabajo?

Roberta suspiró agotada, caminó hacia uno de los escritorios del área en el que se encontraban las computadoras, y se permitió dejar su casco sobre éste.

—Renuncié —respondió de mala gana mientras se quitaba sus guantes.

—¿Qué? —Exclamó Kali, incrédula—. ¿Otra vez?

Roberta no hizo mucho caso de su comentario. Una vez que se quitó sus guantes y se abrió su chaqueta de cuero, se dirigió directo a una de las computadoras y la sacó de su suspensión presionando algunas teclas.

—Necesito que investigues algo por mí —le indicó al tiempo que ingresaba con su respectivo usuario y contraseña—. Alguien de la fundación de Eleven me llamó esta mañana. Al parecer fue atacada y ahora está en coma.

Kali se quedó atónita al escuchar eso, en especial al recordar el incidente que acababa de ocurrir unos segundos antes de que Bobbi entrara.

—¿La atacaron? —Pronunció Eight dubitativa, como si temiera hacerlo—. ¿Quién...?

—Aún no lo sé —respondió Roberta algo distante. Una vez que la computadora quedó lista, se hizo a un lado para dejarle el camino libre—. Necesito que me averigües lo que puedas de eso.

—¿No podrías haberlo averiguado con quién te llamó? —recriminó Kali, pasándose a su silla lo mejor que sus piernas paralizadas le permitían. En realidad para eso ya tenía bastante práctica, pero no a hacerlo al mismo tiempo que intentaba recuperarse de una fuerte conmoción como la que acababa de recibir.

—No puedo confiar en la gente de Eleven, y lo sabes —se explicó Roberta, cruzándose de brazos—. Ni siquiera me consta del todo que fuera quien decía ser.

Kali dirigió su silla hacia la computadora y se colocó justo delante de ésta. Tomó un par de anteojos con vidrio tintado que tenía sobre dicho escritorio y se los colocó, siguiendo después por una cajetilla y un encendedor. Colocó un cigarrillo entre sus labios y lo prendió con el encendedor al tercer intento; eso era lo que necesitaba para tranquilizarse y terminar de despertar.

Comenzó a hacer su magia, abriéndose paso por sus softwares de rastreo e infiltración, abriendo una conexión segura y esperando que todo terminara de cargarse.

—Pues no hay mucho que pueda sacarte tampoco —comentó mientras soltaba algo de ceniza sobre su cenicero de porcelana colocado a su diestra—. Supongo que podemos ver si hay alguna admisión a su nombre en el hospital de Hawkins.

—Eso bastará —asintió Roberta, notándosele bastante ansiosa en realidad.

Sonaría que ingresar en el sistema de un hospital no era tan complejo como hacerlo en los servidores de una gran empresa, o incluso de una maldita organización secreta del gobierno. Sin embargo, había muchas instituciones pequeñas, similares al insulso Hawkins Memorial Hospital, que tenían sus sistemas aún de forma local en sus instalaciones y no conectados a internet. Por suerte para ellas, y mala suerte para el hospital, al parecer ya estaban algo más actualizados en tecnología, aunque no tanto en seguridad. Después de todo, ¿quién querría hackear un hospital?; no es como se pudiera hacer mucho con los expedientes médicos confidenciales de los residentes de un pequeño pueblo en Indiana.

Kali revisó los ingresos de las últimas veinticuatro horas, buscando en ellos el nombre de Jane. Encontró rápidamente el registro que necesitaba.

—Aquí está —informó mientras señalaba hacia la pantalla. Roberta se aproximó rápidamente para ver por encima de su hombro—. Jane Wheeler de cuarenta seis años, fue internada ayer a las 23:22, inconsciente. Presentaba una abundante hemorragia nasal y algunos vasos sanguíneos rotos por un fuerte esfuerzo. Fuera de eso, no se encontró ningún otro rastro de violencia. Tiene respuestas mínimas a estímulos, pero no logran hacer que despierte. Se encuentra bajo observación en cuidados intensivos.

Kali se recargó contra el respaldo de su silla y dejó salir una densa nube de humo sobre su cabeza. Roberta se acomodó para poder leer mejor el registro en la pantalla, que en realidad no decía mucho más de lo que su compañera ya había explicado.

—Suena a un ataque psíquico —comentó Kali, pensativa—. Me resulta difícil creer que alguien pudiera hacerle eso.

—A mí igual —secundó Roberta sin apartar sus ojos de la pantalla, como si esperara notar algo fuera del lugar o sospechoso—. Podría ser una trampa. Creen que si la atacan a ella, me harán salir y me tendrán a su alcance.

—No eres el centro del universo, Bobbi —bromeó Kali, extendiendo su cigarrillo hacia el cenicero otra vez—. Pero tienes razón; es posible que sea una trampa. Sin embargo, recuerda quién es el director de esta nueva Tienda. Pese a todo, apelaré un poco a su decencia y supondré que no les haría un daño como éste a sus viejos amigos, especialmente habiendo un acuerdo tan provechoso entre ellos.

Roberta no respondió. Aunque ella no apelaría a la decencia de nadie relacionado a la Tienda, incluso en su estado de amargura y desconfianza constante, ella tampoco concebía que ese individuo hiciera algo como eso en contra de Jane o Mike. Pero lo que más le hacía dudar que la Tienda pudiera estar involucrada, al menos de forma directa, era que si ellos tuvieran entre ellos a un psíquico tan poderoso como para hacerle frente a Eleven y hacerle ese daño, hace mucho que las hubieran logrado atrapar; después de todo los rastreadores de Jane la habían logrado localizar demasiado rápido. Pero, aunque no hubiera sido obra de ellos, no quitaba el hecho de que pudieran de alguna forma aprovecharse del momento.

—¿Por qué te llamaron de su fundación para avisarte? —Escuchó como Kali cuestionaba de pronto, sacándola de sus pensamientos. La mujer en silla de ruedas ya casi se terminaba su cigarrillo, y al parecer tenía toda la disposición de tomar otro.

—No lo sé —susurró Roberta—. Dijeron que había dejado instrucciones de que si algo le pasaba, de inmediato me buscaran.

—¿Por qué?

—¿Yo qué sé? —Roberta se alejó de la computadora con pose aprehensiva, y comenzó a caminar de un lado a otro como león encerrado—. Sabes muy bien que no he hablado con ella en años. No sé por qué jodidos pensaría en mí como primera opción para ser avisada. Y lo peor es que me localizó con alguno de sus... rastreadores humanos que tiene, y de forma bastante sencilla. Es probable que siempre haya sabido en dónde estábamos, y nos ha estado observado a cada paso. ¿Puedes creerlo?, maldita... controladora.

Kali meditó un poco sobre esa afirmación. ¿Siempre ha sabido en dónde están? No le parecería raro, y de nuevo le hacía pensar en lo que había pasado un momento antes. ¿Aquello había sido realmente su imaginación?, ¿o era algún tipo de aviso? ¿Estaba realmente su vieja amiga, por no decir hermana, completamente en coma?

Apagó su colilla de cigarro en el cenicero y se dispuso a sacar otro.

—Estás molesta —comentó entre un intento de prender su encendedor y otro—. Pero, ¿exactamente por qué? ¿Por qué te hayan llamado para molestarte con esto? ¿O por qué alguien le hizo daño a tu amiga?

—Eleven y yo no somos amigas —declaró Charlie fervientemente—. No lo hemos sido en mucho tiempo.

—¿Estás segura? —Roberta detuvo su andar y se viró a mirarla, incrédula. Kali ya se encontraba fumando su nuevo cigarrillo, y todo su alrededor se cubría poco a poco de esa densa neblina grisácea—. Sé que ambas tuvieron sus diferencias; yo también las tuve en su momento. Pero quizás sea momento de dejarlas ir.

Roberta no podía creer lo que escuchaba.

—Yo no puedo hacer tal cosa... No le puedo perdonar que le haya dado la espalda a esta lucha; que haya preferido a sus... niños resplandecientes como ella los llama, por encima de nosotras; ¡qué haya vendido su alma a la Tienda, en lugar de enfrentarla!

La voz de Charlie se alzó y rebotó fuertemente entre todo el eco de la bodega, dejando un zumbido en los oíos de ambas y luego desapareciendo poco a poco. Kali la observó desde abajo por encima del armazón de sus anteojos, y siguió fumando.

—Ella no quería tener que luchar y huir toda su vida —explicó Eight—. Hizo lo que creyó correcto para ella, su familia, y los niños que dependían de sus decisiones. Y, quizás, tenía razón.

—¿La estás justificando? —Exclamó Roberta con fuerza, entre sorprendida y molesta.

Y entonces lo vio. Era tan claro desde que entró, o incluso desde la noche anterior, pero sólo hasta ese momento se dio cuenta por completo del sentimiento tan pesimista y derrotado que rodeaba a su compañera. El fuego de la lucha, el fuego de la venganza... se había extinguido, o al menos comenzaba a hacerlo.

—Kali... —musitó la rubia con duda, y se acercó hacia ella, colocándose de cuclillas a un lado de su silla. Ella no la volteó a ver—. Lo que pasó anoche sólo fue una pequeña derrota; no podemos desistir por eso. Lo prometimos, ¿recuerdas? Encontraríamos el nuevo Nido de la Tienda y lo destruiríamos; juntas, tú y yo. Sólo hasta entonces terminaríamos con esto. Es nuestra última misión.

Eight se quedó callada un largo rato, sólo contemplando el suelo, casi como si se hubiera quedado dormida. Colocó su nuevo cigarrillo entre sus labios, dio una profunda aspirada de humo, soltándolo lentamente por su boca.

—Estoy muy cansada, Bobbi... muy cansada —exclamó con voz ronca y débil—. Y sé que tú también lo estás. Aceptémoslo: nos derrotaron hace muchos años, sólo no quisimos darnos cuenta. Quizás... sea momento de simplemente dejarlo... —Sostuvo el cigarrillo con sus labios, y usó sus dos manos para mover su silla, sacarle a vuelta a Roberta, y entonces dirigirse hacia su refrigerador—. Enfócate más en tu carrera y deja de renunciar cada semana. Vete del país, viaja, conoce a algún hombre decente y cógetelo. —Abrió la puerta del refrigerador y sacó de éste dos botellas de cerveza que pasó de inmediato a destapar—. Sé feliz, como tus padres querían, y déjame morir en paz con mis lamentaciones.

—No haré nada de eso —declaró Charlie firmemente, parándose derecha de nuevo—. No sabes lo que estás diciendo. Te sientes decaída ahora, pero cuando se te pase seguiremos dónde nos quedamos; ya lo verás.

Kali no insistió más. Roberta estaba en negación, pero en el fondo ambas sabían que tenía razón. Ella misma la noche anterior pensó muchas veces en lo mismo una vez que volvieron de su misión fallida. Sin embargo, se negaba a aceptarlo, o incluso a pronunciar dichas ideas en voz alta. Aún no estaba lista...

Eight se le acercó con las botellas de alcohol sujetas entre sus piernas, y le extendió una, misma que Roberta aceptó gustosa y de inmediato se empinó.

—¿Y qué harás con Jane? —le preguntó Kali a mitad de su trago.

—¿Qué haré de qué?

—Ya no finjas que no estás molesta por esto, o que no te importa. Aún a pesar de todo este tiempo, sigues teniéndole aprecio, por todo lo que ella y su... pandilla de Scooby-Doo hicieron por ti, ¿o me equivoco? —Charlie no respondió—. Además, por algo pidió que te llamaran. Ella debe querer que hagas algo por ella.

—¿Algo como qué? —cuestionó la rubia, arqueando su ceja con confusión. Kali se encogió de hombros.

—Quizás tu última misión, tu última pelea... no sea contra la Tienda.

Roberta no dijo nada, pero claramente le había entendido. Se giró de nuevo hacia la pantalla, en donde aún seguía abierto el registro de admisión de Eleven. Lo miró con detenimiento unos momentos, y luego volvió a tomar otro trago más de su botella. Quizás sí le quedaba una pelea más, antes de dejar todo eso por la paz.

FIN DEL CAPÍTULO 51

Notas del Autor:

—Como había comentado con anterioridad, a partir de ahora en lo que respecta a la serie de Stranger Things, sus personajes y su mundo, se tomará sólo como base lo mostrado en las primeras tres temporadas, que comprenden de 1983 a 1985. De ahí en adelante, me tomaré algunas libertades sobre lo que pudo haber pasado en los siguientes 32 años con cada uno de ellos. Esto lo comento con respecto al tema de las preferencias sexuales de Will Byers, que hasta el punto mencionado anteriormente no se ha explorado a profundidad, y no se le ha dado una clarificación concisa. Sin embargo, debido a varios indicios que se han dado a largo de las tres temporadas, algunos fans consideran viable que Will pudiera ser homosexual, o al menos tener ciertas preferencias por personas de su mismo género. Esto aunque, repito, no se ha explicado claramente en la serie, considero yo que es algo factible, y a modo personal me parece que puede encajar bien con el desarrollo del personaje. A nivel historia, además, es algo que concuerda con cómo deseo manejar al personaje. Así que en este capítulo y en adelante, se está suponiendo que en efecto el personaje es en realidad homosexual, y en algún punto entre 1985 y el presente, aceptó sus preferencias abiertamente entre su familia y amigos.

Sé que esto es algo que pudiera molestar o incomodar a algunos, pues es tomarme la libertad de decidir algo del personaje que aún no se ha revelado. Pero como comenté en otra ocasión, es necesario para mí a partir de este punto comenzar a hacer mis suposiciones sobre el desarrollo de estos personajes, pues de no hacerlo la historia no podrá evolucionar con naturalidad. E igualmente como dije, si en la Cuarta Temporada o en las posteriores muestran algo que contradice esta aseveración, se tendrá que ignorar o tomar como un Universo Alterno. Espero que lo puedan entender y que no cause un conflicto importante.

—Otro punto un poco relacionado con el anterior, es con respecto a Charlie y su relación y pasado con Eleven y Kali, a pesar de que vienen de obras diferentes. El cómo se dio este encuentro entre las tres y lo que las une, se irá explicando más adelante. Sin embargo, como adelanto y clarificación, los que conozcan la novela o película de Firestarter (Ojos de Fuego) y la serie de Stranger Things, sabrán que ambas tramas ocurren en épocas similares, y con varios factores en común. Se toma entonces como base que ambas historias ocurrieron casi al mismo tiempo de manera casi paralela, pero en lugares diferentes.

Al mismo tiempo, se establece que tanto la organización de Firestarter conocida como La Tienda, como la que se encargó de los experimentos en Stranger Things de los que resultaron Eleven y Eight, son la misma, o al menos ambas dependen del Departamento de Inteligencia Científica (como también se llama a la Tienda en Firestarter), por las muy evidentes similitudes entre ambas. Por lo que sería esta organización el punto en común entre las tres, y lo que propiciaría que se conocieran en algún punto entre 1985 y el tiempo actual de la historia.

Como comenté, conforme pasen los capítulos se aclarará mejor esto, pero espero que esta breve explicación les sirva como base.

Continue Reading

You'll Also Like

414K 19.1K 56
La mente;marivillosa,espectacular. Difícil de entender y fácil de manipular. He aquí unos trucos para que puedas manipular a algunas personas a tu an...
145K 7.5K 200
En algún momento de la vida debemos reflexionar cambiar las malas acciones que hemos hecho a lo largo de nuestra vida nuestro propósito es que los po...
29.1K 3.5K 30
"A veces una persona puede ser la cura de otra." Jeon Jungguk es un chico con problemas de depresión y ansiedad que decide suicidarse para terminar c...
1K 53 9
La información contenida en este libro y su contenido no está diseñada para reemplazar cualquier forma de consejo médico o profesional