Me encantaría ver mi rostro en estos momentos, por poco pierdo la mandíbula.
Cierra la boca ya.
Tan torpe y despistada. ¿Realmente me gradué con honores? Empiezo a dudar.
Pensé que el señor Owens ya se había marchado. Vean lo equivocada que estaba, una vez más dejo que mis supersticiones protagonicen tan bochornosa situación.
Quería meter la cabeza bajo tierra y ocultarla ahí como un avestruz, si fuese posible me encantaría ir a trabajar con balde en la cabeza a partir de hoy. No, aún mejor: no volveré al trabajo después de esto. Mejor si soy despedida.
— Un pequeño felino que no quiso ir a casa,¿la asustó?.
Que pregunta para más boba. No va para nada con el semblante y la actitud que lleva. Un semblante muy "misterioso y sexy",o eso es lo que suele decir Fab.
No confirmo ni desmiento. Me abstengo.
—¿Prefiere los perros como la gran mayoría?
— Creo que las panteras son buenas — ensancho una sonrisa sin mostrar los dientes, sigo con la mirada al frente y siento que he llamado su atención.
Muy linda, pero trata de no abrir la boca. Obviamente no estás pensando.
Ni siquiera me atrevía a dar la cara ¿porqué tenía que ser yo la avergonzada?, él se quedó allí espiando, eso es ma grave. Creo, no sé bien lo que digo.
Guzmán intentó verme y seguramente quería interactuar conmigo, no se lo permití porque quité la vista para fijarme únicamente en la ventana. Mientras veía el vidrio supliqué varias veces para que el camino fuera tan silencioso como el primero.
— ¿Te mudaste de casa?
Inútiles súplicas.
Realmente no quería contestar, tampoco quería ser una grosera, mucho menos perder mi empleo aunque hace unos minutos había dicho que no me importaba ser despedida.
— Tengo un apartamento cerca a la corporación.
— ¿Un apartamento?— de reojo vi que estaba mirándome.
— Si.
— Entonces me dirige.
Yo sólo asentí.
Quería parecer ocupada o simplemente metida en mis cosas, navegué en mi teléfono seguidas veces con el fin de no entablar una conversación, agradecí al cielo cuando recibí una llamada entrante, vi la pantalla y era Gabriel. Gracias. Pensé.
— Bueno — cogí su llamada.
Hablamos de la fianzas que había pedido hace unos días, indirectamente y en clave le pedí que no colgara. Siempre acudía a él porqué era confiable, nunca preguntaba y lo otro era que siempre entregaba lo que necesitaba a tiempo.
Ganas no me faltan para decir que su asistente necesita un asistente y que él es un explotador sin escrúpulos.
Llevo la vista a la ventana y sonrío sin necesidad cuando veo mi edificio en frente.
— Legamos.— detiene el auto.
— Gracias. — digo nuevamente.
Tomo mi bolso quitándome el cinturón para bajar del coche, me acerco al edificio y poco a poco llego a su interior, el chirrido de las llantas llenan la carretera y giro para verificar que realmente se haya ido.
Al fin.
Tomé el ascensor y entré sin observar si había alguien en él, iba con la cabeza abajo y seguramente iba a tener tortícolis.
— Hola.
Esa voz.
Esa magnífica y dulce voz, esa voz que era música para mis oídos.
Nick Gibson.
Una sonrisa se extendió en mi rostro y mi corazón comenzó dar latidos incontrolables.
Nick era mi gran vecino; aquel que vivía Justo a la derecha. Es un chico muy lindo de 24 años: ojos cafés, labios finos, tinte claro, solía vestir suéteres de cuello redondo y camisas a cuadros que le lucían demasiado bien. Lo mejor sin duda, esta era esa sonrisa encantadora.
Él era quien me hacía actuar como tonta, sólo en algunas veces. Me gustaba mucho y lo conocía muy poco, hace un año que lo conocí, pero recién estábamos relacionándonos con una amistad.
Ojalá no me vaya tan mal esta vez, las anteriores veces fueron un desastre y hasta creí que terminaría sola, pero Nick me dió esperanzas.
—Hola. ¿Qué tal? — oculte lo encantada de estaba por haberlo visto.
— Bien, gracias. Seguramente tú igual, luces genial.
— Gracias.
Ahí estaba otra vez, siendo tan P rfecto como siempre.
Tú no te sonrojas.Tú no te sonrojas. Tú no te sonrojas. Tú...
—¿Te trajo tu novio?
¿Qué?
Se pellizcó la punta de la nariz y ocultó la sonrisa detrás de su mano.
— ¿Acaso me vigilabas?
No me molestaría si el caso fuese ese.
—Me atrapaste— alzó las manos en señal de culpa y sonrió tan inocente.
Por Dios, basta. ¿Quieres que te pida matrimonio o qué?
—No era mi novio. Jamás como crees— me burlé— sólo era mi jefe, me trajo de paso luego de una reunión.
—Un poco tarde ¿no?— me reí y asentí— La proximal vez... quizá... puedas llamarme, yo podría recogerte — no tenia ni idea de lo que decía, pero era fantástico — No tengo un lujoso auto, pero de todas formar iría. O.ósea me refiero a traerte, vi.vimos en él mismo edificio, somos vecino, ya sabes como amigos.
¿Es normal que odie que lo haya aclarado?
— Gracias —se me quitaron las ganas de sonreír —lo tomaré en cuenta.
Se abrió el ascensor y ambos salimos, le pregunté si iba a algún lado porque justamente lo había encontrado en el ascensor. Me dijo dijo que nada importante así que no seguí insistiendo, nos despedimos y cada uno entró a su apartamento.
Todo tan bien y tenía que aclarar que somos amigos. Si quería romperme el corazón con una palabra pudo decir vecino y listo.
— ¡Ash!— tiré mi bolso y al instante me arrepentí.
Lo recogí para buscar mi teléfono y ver la hora, no traía una cartera muy grande, solo una pregunta que tenía dos o tres compartimentos.
No está.
Mi teléfono no estaba.
¿Cómo ta posible? Yo lo tenía a la mano todo el tiempo: cuando salí de la oficina, al salir de la reunión, al momento de enfocar a ese gato y por último cuando hablé con Gabriel en el auto de Guzmán... El auto de Guzmán.
Dios, no puede ser que yo sea tan despistada. ¿Cómo es que lo dejé allí? Si no fuese porque tengo la cabeza pegada la pierdo.¿ Y ahora como se lo pediría?
Buen día, director Owens ¿Será que me permite las llaves de coche? Ayer dejé mi teléfono allí dentro.
Buen día, señor, ¿quiere que le guarde el auto en el estacionamiento? No, no, ninguna molestia, hombre.
Guzmán, ¿será que me traes el teléfono que dejé en el asiento de copiloto? Gracias bro, te debo una.
— ¡No!— solté y volví a tirar mi bolso.
Que tarugadas estaba pensando. En serio que era increíble de no creer.
Mis párpados se sintieron pesados y aún no me había duchado, estaba por quedarme dormida en el sofá porque no aguantaba ni un segundo más de pie. Fui a mi habitación y caí rendida sobre la cama, me quité los malditos tacones y los tiré no se a dónde. Por la mañana me iba a arrepentir, pero ya no tenía fuerzas ni para ir a lavarme los dientes, así que me puse el pijama y caí en un profundo sueño.
***
Me desperté temprano, como siempre, a pesar no tener la alarma del móvil; me di una ducha y efectivamente estaba tan fría como los glaseares del Polo Norte, al terminar me lavé los dientes y fui a vestirme.
¿Por qué no me había duchado ayer?
Me culpé varios minutos mientras metía ambas manos dentro de la blusa, me subí la falta tubo, de color negro, y al final me coloqué un saco del mismo color.
No tardé demasiado en maquillarme y al final planche mi cabello. Tenía un nuevo récord porque solo había hecho todo en solo 15 minutos.
Sonó el timbre.
Me pareció súper raro, de todos modo me aleje del pasillo y me dirigí rápidamente hacia la entrada. Llegué a la puerta y la abrí de una llevándome la sorpresa del día.
— Director Owens ¿que estás haciendo aquí?
Necesito contexto.
— Su móvil—lo saca de su bolsillo y me lo entrega sin rodeos.— No dejaba de sonar durante la noche.
—Gracias. En realidad tenía planeado perdérselo hoy, pero de todos modos muchas gracias— digo agradecida.
— No te preocupes—
Mete las manos a los bolsillos d Esaú abrigo y a diferencia mía él continúa observándome fijamente.
Silencio incómodo.
Bendito sea tema de conversación.
Me mojo los labios mientras clavo las vista al piso.
*Y... ¿te gusta el pan?*
— ¿Ya desayunaste?— digo lo primero que s eme viene a la mente.
—Aún no—
— ¿Podría invitarle el desayuno?—me ofrezco convencida de su respuesta.
—No gracias— se da vuelta— Yo te invito, Collen.
Me deja en el him tal de la puerta mientras camina hacia el ascensor, rápidamente reacciono y cojo el teléfono, mi bolso y salgo junto a él.
En el ascensor me salió encuentro con a la señora Henderson, tortura vejez del edificio completo. Una anciana de 65 años que viste vestidos floreados con colores opacos. Abuela de Nick,y mi jurado más exigente.
Como era de esperarse ella venía en compañía de Deysi -su mascota canina.-
—Buen día Sra. Henderson — me veo obligada a forzar una sonrisa—... y Deysi.— digo mientras finjo saludar al pequeño Chihuahua.
Me reincorporo rápidamente cuando el animal se atreve a lanzarme y gran ladrido y a intentar morderme los talones.
— Correcto, pequeña— con una gran sonrisa se asemeja a felicitar a su mascota— ¿Baja contigo? — analiza la figura de mi jefe, quién saluda en voz baja con un "buen día".
—Sí, el es mi...—
—No hace falta la presentación.— me corta— aunque no logro entender como conseguiste a tan bien mozo. Me libera saber que dejarás de intervenir en la vida de mi nieto.—comenta burlona.
*Respira Érika... es mayor que tú *
—Como le estaba diciendo , él es mi jefe, Guzman Owens. — aclaro y presento a mi acompañante.
Ella empieza a reír sin importarle lo grosera que está siendo.
—Lo sé, Érika. Solo quería recordarte el fin d e mis palabras.
*Golpe bajo *
Dicen que uno de los momento más cardíacos de tu vida es cuando te reprendes de no correr y clavarle un dardo a tus hablantes, pero nada se asemeja a la humillación de la señora Henderson.
Ella sale del ascensor e hicimos lo mismo antes de que este cierre.
Guzmán no dice nada hasta llegar a una cafetería de cuadras adelante, yo tampoco me atrevo a pronunciar alguna palabra y es por eso que el camino se hace eterno.
— ¿Qué pedirás? — levanta la vista de la cartilla después d preguntar.
— Un café —digo sin mirarlo.
— ¿De comer?.
—Solo quiero un café.
El reencuentro mañanero me deja sin ánimos de vida y con el autoestima por los suelos, la cara se me cae de vergüenza mientras mi mente busca un lugar alejado para esconder el rostro como un avestruz.
— El bajón de esa anciana quito tu apetito o es la crítica interna que te estás dedicando en la cabeza? —dice como si nada—
* Se dió cuenta? Dios que vergüenzaMi jefe. Ahora si deseo no existir *
— Es muy directo señor Owens—digo con una sonrisa incómoda.
—Creo que sí ¿Te parece que es un problema? Teniendo en cuenta las mentiras de la sociedad, todos merecemos algo de sinceridad en algún momento.
* Si, pero este no e del momento*
Callo y hago que mi rostro de una respuesta dudosa, decíos mi atención hacia la cartilla e indago entre los platitos de la mañana. Claro que todo s eme antoja justo ahora.
— Buenos días ¿puedo tomar su orden?
Entonces comprendí que los días buenos no me caben en la vida.
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