ibiza ; albocío

By breakofgay

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Alba, una madre soltera, huye a la isla de Ibiza a la vez que Rocío va con su familia de vacaciones. Ambas co... More

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Epílogo

Capítulo 9

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By breakofgay

Hay una parte del capítulo que describe Ibiza de una forma que no se ajusta a la realidad. Quienes controlen la geografía de la isla, ignórenlo y disfruten del penúltimo capítulo🤓

▽▽▽

Rocío resopla pasando una hoja del caso en el que está trabajando. Niega con la cabeza al pensar una vez más que, en el lado contrario, hay un abogado defendiendo un intento de homicidio. Su llegada a Ibiza, laboralmente hablando, ha sido fuerte.

Rodea unos datos que se contradicen y con los que podría seguir atacando al acusado. Sonríe, sintiéndose victoriosa, justo antes de que unos pasitos le hagan levantar la cabeza.

-Hola, mi vida.- Nerea camina hacia ella, parche en ojo y espada en mano.

-Mami, ¿juebas con nosotas?- Pregunta apoyándose en la pierna de su madre.

-¿Estáis jugando a los piratas?- Abre mucho los ojos y la niña asiente, temiendo una negativa.- ¡Pero bueno! ¡Yo no me puedo perder eso!- Dice levantándose y cogiendo en brazos a su hija.

Cuando llegan al salón, se encuentran con una Aitana colgada boca abajo y una Alba que la zarandea haciéndola reír.

-¡Aaaarrrr! ¡Devuélveme mi espada!

-¡No! ¡Neea, socoro!- La nombrada se revuelve en brazos de su madre, que la deja libre.

-¡Sétala!- Grita corriendo hacia ellas.

Rocío no puede evitar reírse ante la estampa, aunque se preocupa un poco por el estado de la adulta cuando Nerea golpea su pierna con la espada de plástico. Sabe que todo va bien cuando Alba grita teatralmente y posa a Aitana en el suelo para después dejarse caer ella.

-¡Rocío, me han dado!- Llama alzando sus brazos.

-¡Capitana, aaaarrr! ¿Quién ha hecho semejante cosa?- Pregunta haciéndose la enfadada y ayudando a la pelirrosa a levantarse.

-Esa pequeña rubia de ahí.- En cuanto la señala, Nerea echa a correr y se esconde detrás del sofá. Cuando Aitana la imita, Rocío y Alba se miran y sonríen.

-Aaaaarrrr. ¿Dónde se habrán metido esas dos?

-No tengo ni idea, aaaarr, pero tendrás que buscarlas tú sola, yo no puedo caminar.- Un par de gritos ahogados se escuchan desde el escondite y Rocío se muerde el labio para no reírse.

-Pero, entonces, ¿vas a tener una pata de palo?- El sonido del timbre frustra el ambiente que se había creado y ambas estallan en carcajadas.

-Eso me temo, así que...- Se quita el sombrero y se lo coloca a la rubia.- Busca a las responsables.- Ordena antes de caminar hacia la puerta de entrada.

Al doblar la esquina del salón, echa la vista atrás, justo a tiempo para ver cómo Rocío se abalanza sobre el sofá. Escucha a las niñas gritar y se ríe una vez más antes de abrir la puerta. Cuando lo hace, la sonrisa se le borra al ver a dos hombres trajeados frente a ella.

-¿Alba Reig?

Su cara palidece y sus músculos reaccionan antes que su mente intentando cerrar la puerta en vano. Un zapato se interpone en su camino haciendo que el pánico se apodere de su cuerpo. Intenta huir para encerrarse en alguna habitación, pero ellos son más rápidos. No consigue dar dos pasos cuando ya la tienen sujeta entre ambos.

-¡NO!- Grita con todas sus fuerzas mientras tiran de ella hacia la puerta.- ¡NO, POR FAVOR, SOLTADME! ¡ROCÍO!

-¡¿Alba?!- Pregunta alarmada saliendo del salón.

-¿Mami?- Se escucha también la voz de Aitana.

-¡ROCÍO!- Chilla de nuevo resistiéndose a la fuerza que hacen sobre ella los dos hombres. Cuando la rubia llega al pasillo, una voz resuena en su cabeza.

Vas a coger a la niña y vais a quedaros las dos quietas. No vas a salir de la casa.

Con una calma impropia de la situación, Rocío da media vuelta saliendo del campo de visión de Alba.

-¡ROCÍO!- Su respiración se agita al mismo tiempo que empieza a llorar.- ¿QUÉ ESTAS HACIENDO? ¡AYÚDAME! ¡SOLTADME, POR FAVOR! ¡NO VOLVERÉ A HACER NADA! - El llanto merma sus fuerzas haciendo que a los dos señores del Consejo les sea más fácil arrastrarla fuera de la casa.

-Cállate ya.- Ordena uno de ellos tirando de Alba hacia el coche.

-Por favor...- Suplica sin dejar de llorar.- Por favor, fue un error. Ella ni siquiera me creyó...- Al ver cómo ruedan los ojos e ignoran sus plegarias, llora aún más. Entre los dos, la meten en el vehículo sin mucho esfuerzo, pues ya no tiene sentido forcejear más.- Por favor... Soy madre. Tengo una niña de tres añitos... No puedo dejarla sola, por favor.

-Dios mío, nos ha tocado recoger a la más pesada.- Se queja el copiloto mientras el otro arranca el coche riendo.

-Por favor...- Vuelve a intentarlo, sorbiendo por la nariz. Sus lágrimas siguen cayendo desenfrenadas y echa la vista atrás en cuanto aceleran por la carretera.- ¡Por favor, no me hagáis esto!- Grita de nuevo con fuerzas.- ¡Nunca volveré a infringir ninguna norma, os lo juro!

-Cállate...- Advierte el único de los dos que ha hablado hasta ahora.

-No, por favor... Haré lo que sea. Lo que sea, de verdad. No me llevéis a juicio. Me van a matar. Yo no...- Solloza, volviendo a llorar con fuerza.- Por favor, no me llevéis.

-Que te calles, ostia.- Pero Alba lo ignora y sigue con sus súplicas.

-No puedo dejar a mi hija sola. Por favor, soltadme. Dejadme volver a casa, por favor. No volv...

CÁLLATE.

La orden es contundente y la hace enmudecer al instante. Intenta seguir hablando, pero sus cuerdas vocales no obedecen. Sin embargo, no hay quien pare a su mente, que sigue rezándole a dioses en los que no cree mientras más lágrimas caen sin hacer el menor ruido.

El coche continúa su itinerario aparentemente en silencio. Atrás van quedando los edificios y las zonas más concurridas de la isla. Pronto se encuentran siguiendo lo que Alba reconoce como el camino al aeropuerto. Al ser consciente de su destino, aprieta los ojos con fuerza, se lleva las manos a la cara y sigue dejando que sus lágrimas salgan a borbotones.

Un frenazo hace que ahogue un grito, al mismo tiempo que levanta la cabeza.

-Pero, ¿qué coño haces?

-¡Que no lo soporto más!- Expresa el conductor saliendo del coche. Su compañero lo imita, frunciendo el ceño.

-Pero si se ha callado hace rato.

-Claro, -comienza antes de abrir la puerta de Alba, que lo mira todo muerta de miedo.- cómo se nota que tú no eres de agua, hijo de puta. No voy a aguantar ni un minuto más con sus putos "por favor" taladrándome la cabeza.- La pelirrosa se asusta aún más cuando el brujo de agua tira de ella fuera del vehículo.

-¡NO!- Grita, dándose cuenta de que le han permitido hablar de nuevo.- ¡SUÉLTAME! ¡NO ME HAGAS NADA, POR FAVOR!- Vuelve a repetir cuando el hombre tira de ella fuera de la carretera.

-¡Iván! ¿Te has vuelto loco? ¿Qué coño pretendes hacer con ella?- Cuestiona poniéndose a la altura del nombrado, que camina decidido hasta lo que parece ser el final de un acantilado.

-¡Dios mío, dios mío, dios mío, dios mío!- Murmura Alba viendo que el suelo está a punto de terminarse.- ¡PARA, POR FAVOR!- Chilla notando cómo todo su cuerpo tiembla.- ¡NO ME HAGÁIS NADA!

-¡Iván, vale ya! ¡Las órdenes eran claras: llevarla al juicio y olvidarnos del tema!- Iván se gira, enfadado, para encarar a su compañero.

-Mira, Marcos, los dos sabemos que el final va a ser el mismo. Y no pienso soportar sus putos lloriqueos hasta llegar al Consejo.

Tranquila, escucha Alba en su mente, pero no es una orden. Todo va a ir bien, confía en mí. Su llanto se corta, está desorientada. ¿Qué está pasando?

-Definitivamente, te has vuelto loco.

-Que no, joder. Los jefes lo entenderán. No puedo más con el dolor de cabeza que tengo.- Continúa empujando a Alba, que clava los pies en el suelo intentando evitar el fatal desenlace.

-¡NO, NO, NO, NO! ¡NO ME TIRES, POR DIOS, NO ME TIRES!

Confía en mí, repite. Eres una bruja de agua, no te pasará nada. Te lo prometo. Ve a casa con tu hija y no cometas el mismo error otra vez. Pero Alba no se cree sus palabras. Es imposible que desde esa altura sus huesos no se partan al entrar en contacto con el mar. Se va a morir, solo que sin ser torturada antes por un grupo de brujos poderosos.

-Madre mía...- Murmura Marcos dándose la vuelta para no ver la escena.- Se ha vuelto loco.

Solo pretendo ayudarte, de verdad.

-¡Salta!- El cambio de tono la sobresalta.

-¡No, por favor, no!- Niega con la cabeza desesperadamente, mientras sigue resistiéndose a los empujones.

-Iván, no lo hagas.

-¡Salta o te tiro!- Avisa ignorando a su compañero.

Siento mucho que tenga que ser de esta manera, pero te estoy dando una segunda oportunidad.

-¡NO!- Grita confundida por la doble conversación que se está llevando a cabo. No quiere saltar, no quiere que la lleven a juicio, solo quiere irse a casa.

-¡Que saltes!

-¡QUE NO!- La negación se convierte en un chillido que hiela la sangre cuando Iván la empuja.

Alba bracea y patalea en el aire los tres segundos que dura la caída. Se va a morir, lo tiene claro, no hay forma humana de sobrevivir a esa caída. Cuando está a punto de tocar el agua, cierra los ojos con fuerza. Una persona aparece en su cabeza. Curiosamente, no es su hija.

▽▽▽

Hace casi dos horas que sucedió todo y Rocío aún no ha podido moverse del sofá. El control que ejerció sobre ella el brujo de tierra ya se ha disipado, pero es el pánico quien la mantiene inmóvil.

-¿Cano vuelve mami?- Aitana ha preguntado eso seis veces en los últimos veinte minutos y la rubia ya no sabe qué decirle.

-No lo sé, Aitana.- Su tono de voz es contundente. ¿Qué se supone que va a hacer ella ahora? Si ni siquiera sabe cómo tratar a su hija a veces, ¿cómo va a educar a la morena también?

-¿Y a done fe?- Rocío se lleva las manos a la cara, luchando por aguantar las ganas de llorar.

-¿Mami tas ben?- Cuestiona esa vez Nerea. Es el detonante para que sus emociones formen un nudo en su garganta. Se levanta y, fingiendo una sonrisa, asiente.

-Sí, cariño. Seguid jugando, ¿vale? Yo voy a seguir trabajando.- La morena frunce el ceño, su mami nunca la ha dejado jugando sola por irse a trabajar. En cambio, Nerea responde:

-Vale.

En cuanto les da la espalda a las niñas, rompe a llorar en silencio. Camina hacia la cocina y se deja caer en una silla. Se lleva las manos a la cabeza y agarra su pelo con frustración.

En esas tres semanas, había bajado la guardia y se había olvidado de que Alba estaba siendo perseguida. A juzgar por su actitud, la pelirrosa tampoco pensaba ya mucho en ello. Quizás por eso había abierto la puerta sin cerciorarse de quién estaba al otro lado. Quizás por eso no se había dado cuenta de que allí nadie esperaba ninguna visita.

-¿Qué voy a hacer ahora?- Susurra sin dejar de llorar. Se muerde el labio para que las pequeñas no escuchen sus sollozos. Sorbe por la nariz y vuelve a cubrirse la cara con las manos.- ¿Qué le voy a decir a Aitana? Dios mío... esto es una locura.- Sigue hablando en bajo con ella misma.

Mientras tanto, se escuchan de fondo los aaaaarrr y las carcajadas de Aitana y Nerea. Eso solo hace que Rocío llore aún más, porque ella querría estar en su lugar. Le encantaría no ser consciente de todo lo que está pasando y tener la inocencia suficiente como para no conectar dos ideas y saber que algo va mal.

El timbre la saca de su mundo. Se pone en tensión al instante y sus lágrimas dejan de caer. No piensa abrir, no va a cometer el mismo error que Alba. Sin embargo, parece que alguien tiene otros planes, pues pronto escucha el grito de Aitana.

-¡Mami!- Rocío se apresura a salir corriendo de la cocina.

-¡Aitana, no!- Consigue frenarla en cuanto cruza la puerta del salón.

-Soy yo, Rocío.- Se escucha una voz extremadamente débil al otro lado de la puerta.- Por favor, abre. Soy yo.- Repite.

La rubia abre sus enrojecidos ojos tanto como sus párpados se lo permiten y no tarda ni medio segundo en obedecer. El aspecto de la pelirrosa es deplorable, nada que ver con el que tenía al salir de casa. Pero no puede pensar en eso ahora mismo. Alba está ahí y está viva.

-¡Mami!- Grita de nuevo Aitana caminando hacia ella.

Alba entra en la casa y, mostrando su debilidad, se deja caer de rodillas en el suelo. Rocío aprovecha para cerrar la puerta. La pequeña morena se tira a los brazos de su madre y esta no tarda en estrecharla con fuerza. Por primera vez en tres años, se permite llorar delante de Aitana.

-Mami, ¿qué pasa?- El llanto de Alba se desenfrena y niega con la cabeza sin soltar ni un poquito a Aitana.- ¿Po qué ioras?

Desde su posición, Rocío vuelve a llorar en silencio. No comprende qué es lo que ha hecho la pelirrosa para escapar y, lo más importante, para que no la sigan. Aitana da palmaditas torpes en la espalda de su madre, tal y como acostumbra a hacer con ella.

-¿Queres fío?- Alba suelta una pequeña risa entre tanto llanto y separa a su hija de su cuerpo.

-No, cariño. Estoy bien.- Deja un beso en su cabeza y, al hacerlo, repara en la pequeña rubia. Se ha mantenido en silencio todo este rato, mirando la escena con los ojos atentos y la boca entreabierta.- Hola, Nereíta. ¿Me das un abrazo?- La niña asiente y camina la distancia que las separa.

Aitana aprovecha el abrazo entre su madre y Nerea para abrazarse a las dos. La adulta cierra los ojos con fuerza tratando de no romper a llorar otra vez. Hace el intento en vano. Su cuerpo vuelve a temblar ante el pensamiento de lo que podría haberle pasado. Aunque sigue sintiéndose en peligro, en ese preciso instante está a salvo y en casa. No le importa nada más.

Rocío repara en sus sollozos y comprende que necesita tiempo para desahogarse por completo. Se seca las lágrimas y, tratando de aparentar entereza, dice:

-Oye, ¿por qué no seguís jugando a los piratas? ¡Que tenéis que luchar para ver quién se queda con el barco!- Ante esas palabras, las niñas parecen recordar la partida pendiente. Se separan de la pelirrosa y echan a correr hacia el salón.- ¡Eh, eh, eh!- Cuando se voltean para mirarla, prosigue.- No me seáis brutas.

-Vale.

-Vale, mami.

En cuanto desaparecen por la puerta, Rocío se agacha frente a la pelirrosa. Pone una mano en su espalda y, con la otra, levanta su cabeza para que la mire. Traga saliva pesadamente al comprobar que su aspecto es aún peor desde esa distancia.

-Ven, vamos a beber un poco de agua.- Dice con suavidad.

Rocío ayuda a la bruja de agua a ponerse de pie y juntas caminan hacia la cocina. Puede notar cómo su cuerpo entero sigue temblando y aprieta su mano como si eso pudiera impedir su dolor. Alba le devuelve el gesto, más que nada por saber que es real, que está ahí y se ha librado de una tortura que la habría llevado a la muerte.

La rubia llena un vaso de agua y lo pone en la encimera frente a Alba. Esta lo coge con manos temblorosas y se lo lleva a la boca.

-Despacito.- Avisa como si estuviera hablando con su hija. La pelirrosa obedece. Da sorbitos pequeños hasta que vacía la mitad del contenido. Rocío sonríe al verla, pero pronto ese gesto se convierte en una mueca rara cuando sus ojos se llenan de lágrimas.

-Ro...- Llama con suavidad. Posa el vaso y la abraza.

-Lo siento, lo siento.- Sorbe por la nariz.- No debería estar llorando. Es solo que...- Solloza de nuevo. Rodea con fuerza el cuerpo de Alba y posa la barbilla en su hombro.

-Lo sé...- Responde estremeciéndose.- Lo he pasado fatal.- En la última palabra, su voz se rompe y, de nuevo, se pone a llorar. Esconde su cabeza en el cuello de la rubia, que pone una mano en su pelo.

En los casi cinco minutos que pasan abrazadas, ninguna de las dos deja de llorar. El llanto de Alba es más desenfrenado y su respiración roza el ataque de ansiedad.

Rocío, en cambio, se deshace de sus lágrimas en silencio. No deja de acariciar la espalda de la pelirrosa con movimientos lentos y rítmicos. Tampoco cesan sus palabras de ánimo susurradas.

Cuando por fin solo se escucha un hipido ahogado, la rubia separa la cabeza de Alba de su cuerpo. Coge su cara con ambas manos y retira con sus pulgares los restos de lágrimas.

-Ya está... Todo va a estar bien.- Asegura con la voz congestionada. Alba asiente, secando también la cara de Rocío con el dorso de sus manos.

-He pasado mucho miedo.- La rubia mueve su cabeza afirmativamente, como incitándola a seguir.

Sin embargo, Alba no dice nada más. Baja la vista a los labios de Rocío y la sube a sus ojos en cuestión de segundos. El verde hipnótico brilla más que nunca a causa de las lágrimas y eso les da un toque celestial, a juicio de Alba.

Creo que está mal que te lo diga ahora, pero estás preciosa.

Rocío se sobresalta. Si ya de por sí no se esperaba una conversación mental, que sea para halagarla la toma completamente desprevenida.

Gr-gracias... hasta sus pensamientos salen entrecortados. Sus mejillas se tiñen de un rojo intenso sin que ella pueda evitarlo. Agacha la cabeza, como si eso evitara que Alba notara su sonrojo.

-Ro...

-¿Sí?- Pregunta volviendo a mirarla.

-Creo que ya son las formas y el momento, al menos para mí.- Se acerca despacio a su cara y se detiene a una distancia prudente.- ¿Tú estás de acuerdo con esto?- Susurra.

Rocío no contesta verbalmente. Baja las manos al cuello de la pelirrosa y tira de él hacia sí. Cuando sus labios se juntan, Alba acaricia las mejillas de la rubia con delicadeza.

Se separan con la misma suavidad y se quedan en silencio, todavía a pocos centímetros de distancia. Rocío no se atreve a abrir los ojos hasta unos segundos después, aunque mantiene la mirada baja.

-¿Y por qué ahora sí es el momento? -pregunta.

-Porque... -Resopla y, esta vez, Rocío sí que la mira, temiendo que vuelva a llorar. En efecto, los ojos de la pelirrosa están encharcados de nuevo y su labio inferior está preso bajo sus dientes. Rocío la toma del brazo.

-No tienes por qué responder ahora, si no quieres.

-No quiero alargarlo mucho más. Te mereces saberlo... -sorbe por la nariz-, y yo necesito que lo sepa alguien más.

No puedo con esto sola, aclara en la mente de Rocío, de nuevo pillándola por sorpresa.

Pero ya ha acabado todo, ¿no?, intenta asegurarse la rubia. No cree estar preparada para una segunda vez.

Eso creo. Rocío suelta el aire que no sabía que estuviera reteniendo.

-Entonces, tranquila. Estás a salvo.

Alba asiente y se acerca a sus brazos para cobijarse en ellos, temblorosa. Rocío no le niega ese abrazo y acaricia su espalda, murmurando palabras de ánimo mientras espera a que Alba reúna la fuerza necesaria para hablar.

-Te acuerdas de los dos hombres que vinieron, ¿no?

Rocío asiente. Ojalá pudiera olvidarlos.

-Claro.

-Uno de ellos era de tierra. Lo supe cuando me mandó callar en el coche y entendí entonces por qué no me habías ayudado.

-Lo siento tanto... -murmura Rocío. Alba niega.

-Sé que no fue tu culpa. Me extrañó demasiado que te comportaras así, no lo habrías hecho de no ser por su orden. -Se separa del abrazo y se pasa un mechón de pelo por detrás de la oreja, mirando al suelo-. El otro era de agua, como yo. Escuchó todo lo que estaba pensando y me perdonó la vida. De camino al aeropuerto, me sacó del coche y me dijo que me tirara al mar por un acantilado.

Rocío frunce el ceño y la mira, ligeramente enfadada.

-A cualquier cosa lo llaman perdonar la vida hoy en día.

Alba ríe entre lágrimas y Rocío siente cómo el nudo de su pecho se afloja un poco.

-Estoy viva, tonta, ¿no lo ves? Pero yo tampoco me lo creí. Me dijo que no me iba a pasar nada porque era de agua.

-Tiene sentido.

-Supongo... Pero, como no le hice caso, me acabó empujando. A ojos del compañero, me mató él porque íbamos a acabar en el mismo punto de todas maneras.

-Iban a matarte -asume Rocío. No es capaz de imaginar cuánto tiempo le habría costado asimilarlo y rehacer su vida si aquello hubiera llegado a pasar. Alba asiente.

-Y eso es lo que pensé que estaban haciendo cuando me empujaron. Estaba segura de que iba a morir, Ro... Entonces, en lo que pensé que sería mi último momento de vida... te vi a ti.

La mira a los ojos y Rocío sabe a qué se refiere.

-¿Y por eso ahora es el momento? -La pelirrosa mueve la cabeza afirmativamente-. Manda huevos que hayas tenido que estar al borde de la muerte para darte cuenta, ¿eh?

-¿Estás enfadada? -Rocío niega y Alba sonríe-. ¿Es que tú ya te habías dado cuenta?

-Yo llevo igual desde que volví a Alicante o incluso antes. Pero estaba segura de que no me correspondías.

La bruja de agua suelta una risita en voz baja y coge las manos de la otra bruja entre las suyas.

-Las dos veníamos de anteriores relaciones fracasadas. Creo que no nos ha venido mal este tiempo para estar seguras.

-Está bien -admite Rocío, mirando sus manos unidas. Sonríe con cierta vergüenza-. Perdón si en algún momento he sido demasiado obvia.

-A veces -ríe Alba antes de acercarse y besarla de nuevo.

Rocío posa la mano en su nuca y cierra los ojos para dejarse llevar. No le importa el olor a sudor mezclado con sal marina que desprende la pelirrosa, ni la suciedad de su piel. Ella misma se asegurará de que se asee y descanse más tarde. Ahora es el momento de saldar la deuda de todos los besos que deberían haberse dado hace tiempo.

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