"El sueño de un Ángel"

By Maavalof

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Ella, está cansada de escuchar siempre los mismos comentarios y recomendaciones para conservar su salud físic... More

Introducción
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Dedicatoria y agradecimientos

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By Maavalof

Mariela tenía otro hermano, aparte de Ricardo y Cecilia, llamado Marco Antonio, que falleció hacía nueve años debido a un accidente automovilístico. Marco estaba casado con Paloma con quien tuvo dos hijos, el mayor, Carlos, de doce años, y el menor, Marco Antonio, de nueve. Obviamente la muerte de Marco afectó mucho a la familia Valencia y para todos fue muy difícil superar esa pérdida irreparable. Sin embargo, la vida continuó y años más tarde Paloma tuvo una nueva relación, la cual tuvo un fruto muy especial. En 2009 Paloma trajo al mundo a una bebé hermosa a la que llamó Paloma Edith, y que resultó ser para sorpresa de todos, un angelito más en la Tierra... Palomita, como le dicen todos de cariño, presenta holoprosencefalia, una enfermedad de la cual se conoce muy poco, pues no es muy común. Se dice que es un defecto de nacimiento que ocurre durante las primeras semanas del embarazo. Es un trastorno en el cual el cerebro fetal no crece ni se divide como se supone que debería hacerlo durante la primera etapa del embarazo.
Los niños diagnosticados con esta enfermedad pueden presentar una cabeza pequeña, exceso de agua en el cerebro, retraso mental, epilepsia, problemas hormonales y en ocasiones problemas con el corazón, huesos y estómago. Los niños con hpe leve puede ser que tengan muy pocos problemas y vivir una vida normal.
Muchos de los bebés diagnosticados con hpe también presentan deformidades faciales. Las anormalidades faciales pueden incluir una nariz plana con un solo orificio, ojos cerrados, labio leporino y paladar hendido o un solo diente central en la encía superior.
Las deformidades faciales más severas pueden incluir una nariz localizada en la frente, un solo ojo o la falta de facciones faciales.
La causa del hpe es actualmente desconocida. A menudo no se puede identificar una causa específica. Los factores de riesgo asociados incluyen condiciones en la madre como diabetes, infecciones durante el embarazo (sífilis, toxoplasmosis, rubéola, herpes, citomegalovirus) y el tomar diversas drogas durante el embarazo (alcohol, aspirina, litio, torazina, anticonvulsivos, hormonas, ácido retinoico). También es más probable que aquellas mujeres con historial previo de pérdidas de embarazo y hemorragias durante el primer trimestre de embarazo tengan un niño diagnosticado con hpe.
Esto se puede detectar desde la semana catorce del embarazo durante el examen mensual de rutina. El médico puede confiar en el ultrasonido para esto, sin embargo, puede ser difícil ver la cara por la posición del bebé, cuando no hay suficiente líquido amniótico o por obesidad de la madre. El ultrasonido de tipo tridimensional le permite al especialista una mejor visualización que le ayudará a confirmar el diagnóstico y determinar cuál tipo de holoprosencefalia tiene el bebé. Igualmente podrá observar si existen otras anomalías en otros órganos o sistemas.
La historia de Palomita comenzó cuando a los cinco meses de gestación se detectó el padecimiento del feto mediante un ultrasonido en cuarta dimensión, los médicos creían pertinente interrumpir el embarazo debido a las pocas posibilidades de vida que tenía ya que estadísticamente no hay registro de sobrevivientes a esta enfermedad, pues cuando logran nacer a los pocos minutos mueren. A los siete meses de gestación nació por cesárea, estuvo en incubadora 10 días en observación, al ver que ella no presentaba ningún otro síntoma de la enfermedad, la dieron de alta con el diagnóstico de que en cualquier momento podría fallecer.
Transcurrieron cuatro meses y medio y la niña, empezó a padecer apneas (falta de oxígeno) al grado de ponerse amoratada; durante un mes Paloma acudió a diferentes hospitalesespecializados en neurocirugía en la ciudad de México, en los cuales fue rechazada con la excusa de que no estaban preparados para atender su caso, a excepción de una neonatóloga paraguaya de nombre Mañé Lezica que siempre estaba disponible.
Esta bendita doctora ingresó a laborar en el Hospital "Federico Gómez" y, al segundo día de estar instalada en su consultorio, le dio a Palomita la atención que la pequeña requería. Luego de unos días, le practicaron una cirugía en la cual le colocaron una válvula de derivación media para drenar líquido (provocado por la hidrocefalia).
Para entonces ya tenía 10 meses y su cabeza medía 110 centímetros de circunferencia. La cirugía ayudó a bajar la presión hasta 85 centímetros. Los médicos se sorprendían de que Palomita siguiera viva con ese diagnóstico. Transcurrieron los meses y la bebé seguía alimentándose, pero ahora con papillas y leche en biberones. Al cumplir un año con cuatro meses se le hizo un cambio de válvula de derivación baja mediante otra intervención quirúrgica, aliviando la presión hasta 75 centímetros de circunferencia ante la admiración de todos los especialistas.
Hoy, milagrosamente tiene seis años, en este tiempo se le han practicado tres resonancias magnéticas sin encontrar presencia de cerebro; la última fue en julio de 2010, en la que se pudo detectar la presencia de una pequeña parte del cerebro adherida al cerebelo
con una medida de cuatro centímetros aproximadamente, la cual no realiza función alguna debido a la malformación severa que tiene; también se le han practicado tomografías, electrocardiogramas, ultrasonidos de todos sus órganos y estudios de genética.

A pesar de no ser hija de Marco, Mariela ama a Paloma Edith desde el momento en que supo de su existencia. Esta pequeña guerrera, como muchos la llaman, ha sabido llegar al corazón de todo aquel que la rodea. Ante todo lo que Palomita ha pasado y logrado sobrevivir, los médicos han llegado a la conclusión de que, si la niña sigue con vida, es gracias a todos los cuidados y el
gran amor que su familia le da en todo momento, pues su madre, junto con sus hermanos y familiares, se han encargado de que la pequeña esté llena de amor cada momento de su vida.

Para los Valencia, Palomita es un regalo que Dios les mandó del cielo, y aunque no saben cuánto tiempo se quedará junto a ellos, todos la adoran, están pendientes en todo momento de su bienestar y hacen todo lo que está a su alcance para que sea una niña feliz. Es así como Maya ha convertido a Palomita en su princesa consentida, depositando en ella un inmenso cariño, el cual no puede ser comparado con ningún otro. Hoy en día Paloma vive en un pequeño departamento con sus hijos y, aunque ha luchado y
trabajado mucho estos años para sacarlos adelante, ha contado en
todo momento con la ayuda, el cariño y el apoyo incondicional de su familia.

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Llegó el fin de semana y Cecilia y Mariela fueron a visitar a su cuñada y a sus sobrinos:
-¡Hola, cuñis! -saluda Cecy, al llegar a la casa de Paloma y darle un fuerte abrazo.
-¡Hola, qué milagro que vienen! -responde Paloma, mientras abraza a Maya.
-¡No es cierto! Hace ocho días vinimos también -aclara la escritora.
-¡Sí, es cierto! -exclama la Morena, mientras se sienta en el sofá.
-Bueno, y ¿a qué debo el honor de su visita? -pregunta mientras los niños salen a la sala a ver a sus tías.
-¡Tía, qué bueno que vienen! -dice Marco, abrazando a Maya.
-¿Cómo estás, mi amor? -exclama Cecy, saludando a Marco.
-Aburrido, tía -contesta el niño, sentándose en el sofá.
-¿Y cómo está mi princesa hermosa? -pregunta Maya, al ver a Palomita en su carriola y darle un beso.
-Aquí, escuchando pelear a estos dos. Que, por cierto, ¡ya me tienen harta! -exclama enseguida Paloma.
-Ya no peleen chamacos, ¿no ven que estresan a su mamá? -Cecy les dice a los niños.
-Es que Carlos me molesta, tía -se queja Marco.
-¿Yo? No es cierto. Tú te la pasas agarrando mis cosas -aclara Carlos molesto. -No, no es cierto -contesta Marco, mientras Cecy abraza a Palomita.
-¡Bueno, ya! Ya se van a portar bien los dos, ¿verdad? -corta Mayitis.
-Sí, tía -responden ambos niños.
-Sí, ajá, ¡cómo no! Eso te dicen ahorita, Maya, pero ¡en cinco minutos van a estar igual! -asegura Paloma.
-No, mami, ya me voy a portar bien -promete Marco.
-Eso quiero ver -contesta Paloma, que no cree nada.
-Pues nosotros venimos por ustedes -confiesa Cecilia.
-¿Por nosotros? -exclaman los niños.
-Sí, venimos a buscarlos para que vayan a pasar el fin de semana con nosotros -contesta Maya.
-¡Sí que sí! ¡Yo quiero ir! -exclama Marco feliz.
-Yo también -agrega Carlos, mientras Paloma los observa callada.
-Cuñis, ¡di algo! -inquiere Cecy.
-Yo no voy a ningún lado porque tengo muchísimo quehacer en esta casa -indica seriamente Paloma.
-Ay, cuñis, no manches. ¡Vamos, anda! -ruega Mayita.
-Sí, má, ¡di que sí! -insiste Marco.
-¡Ya di que sí, mamita! -insiste Carlos.
-No. Tengo mucha ropa que lavar y tengo que limpiar porque tiene días que no limpio -argumenta.
Mira, la ropa sucia te la llevas y la lavas allá, y por la casa no exageres que se ve limpia -exclama Morena.
-Sí, mamá, se ve limpio. Vamos, vamos -dice emocionado Carlos.
-Cuñis, ya. Di que sí. Hace mucho que no estamos todos juntos -señala Mariela.
-Sí es cierto -dicen los niños.
-Bueno, está bien... nada más porque me da flojera limpiar la casa -acepta Paloma, y ríen todos.
-Bueno, mis amores, corran a hacer sus maletas ¡antes de que se arrepienta su mamá! -les dice Mariela, a los niños.

Mientras los niños hacen sus maletas, Cecy, Mariela y Paloma siguen platicando y cuidando a Palomita:

-Oye, Cecy, ¿cuándo es el concurso de baile de la academia? -pregunta Paloma.
-En un mes -indica Morena.
-Acompáñenme a hacer mi maleta y la de esta gorda hermosa -dice Paloma, caminando hacia su cuarto con su hija.
-Bueno, vamos -contesta Cecy, al levantarse del sofá y empujar la silla de su hermana hacia el cuarto.
-¿Qué ropa me llevo? -pregunta Paloma, abriendo su closet.
-Pues lo que sea, total vamos a estar en la casa -comenta la escritora.
-Oigan ¿y si vamos al rato al cine? -propone Paloma de repente.
-¿Vamos? ¿quiénes? -pregunta Cecilia.
-Pues todos -aclara Paloma.
-Ay, no manches, somos muchos -responde Cecy.
-¡Ya sé! ¡Mejor rentamos unas pelis y las vemos todos en la casa! -sugiere Mariela, después.
-¡Ándale, eso está mejor! -la apoya la Morena.
-Bueno pues... oigan, ¿saben de qué tengo ganas? -exclama la cuñis.
-¿De qué? -pregunta Cecilia.
-¡De ir al antro! -expresa Paloma.
-¡Sí! ¡Yo también! -añade emocionada Maya.
-No. ¡No empiecen! ¡Paloma, deja de alborotarla! -exclama al instante Cecy.
-No seas payasa, Cecilia, vamos, hace mucho que no vamos -le contesta Paloma.
-No. Ya deja de inventar, por favor -repite la maestra de danza.
-Vamos, ¿por qué no? -insiste.
-Porque no. No tengo ganas, además tú sabes que no me gusta ir con Maya al antro. ¡Qué flojera! Tener que arreglarla a ella, arreglarme yo, andarla subiendo y bajando del carro y luego a las cuatro, cinco de la mañana que llegamos acostarla primero a ella para poder acostarme yo, ¡no manches! - dice Cecy, mientras su hermana la escucha callada y con cierta tristeza.
-Cecilia, no seas así -exige Paloma.
-Es la verdad y ella lo sabe perfectamente, ¿o no? -se dirige
a Maya que no responde y está seria.
-Ya bájale, Cecilia, ¡vamos todos al antro! Además yo voy a estar ahí y te voy a ayudar con Maya -responde Paloma, y le guiña el ojo a Maya.
Cecilia observa a su hermana que, al escuchar a su cuñada decir eso, muestra una gran sonrisa.
-Bueno... está bien, pero tú te encargas de maquillarla porque a mí me choca hacerlo porque se mueve demasiado -acepta la Morena.
-Se mueve involuntariamente -aclara Paloma.
-Sí, ya sé, ¡pero me desespera! Siento que cada vez que la voy a maquillar ¡se mueve más que nunca! -expresa Cecilia.
-No exageres, cuñis -se ríe.
-Es que, neta, está tranquila y nada más ve que me le acerco con el maquillaje y empieza con su temblorina -asegura Cecy, y Maya se ríe de ella.
-Es que me pongo nerviosa -justifica Mayita.
-Pues sí, cómo no ponerte nerviosa con el genio de esa maquillista que con tantito que te muevas empieza a regañarte -dice Paloma, y ríen las tres.
-Ay, qué chistositas son... bueno vámonos, ¿no? -concluye la Morena.

La familia Valencia pasa la tarde del sábado en casa disfrutando de una deliciosa comida hecha por Sara y una excelente plática.
Conviven todos muy contentos y entre bromas y juegos disfrutan de unas cuantas películas que rentaron ese día.

Es así como llega la noche y, mientras Mariela, sus hermanos y su cuñada se arreglan para ir al antro y divertirse aún más, Santiago se encuentra en su recámara arreglándose también, ya que como es su costumbre saldrá con Alex de reventón. En ese momento Estela entra a la habitación de su hijo:

-¿Vas a salir, hijo? -pregunta al entrar y cerrar la puerta.
-Sí, madre -responde él, mientras se peina frente al espejo.
-Hijo, quiero hablar contigo -dice ella, sentandose en la cama.
-Dime, ¿qué pasó? -dice él, poniéndose la chamarra.
-Se trata de la niña -señala Estela.
-¿Qué pasa con mi princesa? -pregunta Santi, mientras se perfuma.
-Hoy estuve platicando con el padre Saúl y me dijo que Marijó ya está en edad de asistir al catecismo -cuenta ella.
-Ajá, ¿y? -contesta el médico.
-El curso inicia el próximo sábado -contesta Estela.
-Mira, mamá... tú bien sabes que yo no creo en esas cosas, sin embargo, no me opongo a que tú le inculques eso a la niña y, si quieres llevarla a catecismo, llévala -dice, sentándose junto a ella.
-¿En serio? -exclama sorprendida.
-Sí... nada más que conmigo no cuentes para ninguna de esas pláticas a donde tienen que ir los papás -advierte seriamente.
-¿Y entonces? -cuestiona la madre.
-Pues no sé, tú eres la que quieres llevarla, ¿no? -señala el hijo.
-Sí, hijo, pero tú eres su papá -le dice, al acariciar su mejilla.
-Sí, mamita, pero yo no creo en eso y lo sabes muy bien -responde él, y se pone de pie.
-No digas eso, mi amor -pide Estela con tristeza.
-Pues es lo que pienso... así como tú crees en Dios y vas a misa todos los domingos, yo no creo en Dios, ni pienso hacerlo -expresa de inmediato Santiago.
-Hijo, no hables así, por favor, te haces daño a ti y a tu hija. La niña necesita acercarse más a Dios y tú también -asegura ella, y se acerca a él.
-Madre, yo no estoy en contra de que lleves a mi hija. Llévala si quieres, si necesita padrinos, búscale padrinos, si necesitas dinero para comprar algo o pagar algo dime y yo te doy, pero no me pidas que vaya a la iglesia porque no voy a ir -declara de nuevo.
-¡Hijo, por favor! ¡No hables así, mi vida! ¡No sabes cómo me duele oírte decir eso!... ¿Por qué, mi amor? ¿Por qué? si tú no eras así, aún recuerdo cuando ibas a misa con Mariana y tu bebé, cuando te casaste con ella, ¿ya olvidaste que tu boda religiosa y el bautizo de Marijó han sido de las fiestas que más has disfrutado? -dice mientras lo abraza.
-Eso era antes -responde Santo, al alejarse de ella.
-¿Por qué ahora no, hijo? -pregunta con mucho dolor la
madre.
-Mamá, ¡porque Dios no existe! -afirma él.
-Santiago, no digas eso. ¡Por Dios! -exclama.
-Mamá, si tu Dios existiera no hubiera permitido que Mariana muriera, si Dios existiera me hubiera escuchado cada una de las veces que le pedí, que le supliqué desesperado que Mariana se curara, que la ayudara, que no sufriera tanto, que no se la llevara, que no me la quitara. ¿Y qué pasó? ¿Me escuchó? ¿Me ayudó? ¡Pues no! ¡Porque no existe! -dice Santi, con los ojos llenos de lágrimas.
-Mi amor, Dios sabe por qué hace las cosas, y si se quiso llevar a Mariana seguramente fue porque ya había cumplido su misión aquí y tenía preparado algo mejor para ella -responde acariciando su rostro.
-¿Algo mejor? ¿Y para darle algo mejor la hizo sufrir tanto con el maldito cáncer?... no, pues ¡qué chido Dios! ¡Mis respetos! -exclama sarcásticamente el doctor.
-¡Hijo, por favor! Mi vida, piensa que a Mariana no le gusta ver desde donde quiera que esté que estás lleno de rencor, no debe gustarle oírte hablar así de Dios, ¡ese Dios frente al cual un día le juraste amor eterno! -dice con amor Estela.
-¡Sí! ¡Y es ese mismo Dios el que me la arrebató de la manera más cruel! -aclara con rencor él.
-¡Hijo, recapacita, mi vida! -dice al abrazarlo.
Santiago respira profundo y frota sus ojos para secar sus lágrimas diciendo:
-Madre... no sigamos con esto. No nos va a llevar a nada...
me voy porque se me hace tarde. No me esperes despierta... ¡te amo! -le da un beso y sale del cuarto.
-Pero, hijo... está bien. Que Dios te bendiga, cuídate -dice Estela, al verlo salir.
-¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! Si de verdad existes, ¡mándame un ángel! ¡Un ángel que me aleje del mal camino y me acerque de nuevo a ti! -piensa en voz alta Santiago mientras sube a su auto y se va al antro donde lo está esperando Alex.

Mariela se encuentra ya en el antro con sus hermanos y sus cuñados y como de costumbre se la están pasando muy bien:

-Está chido aquí, ¿no? -exclama Cecy.
-Sí. Ya tenía tiempo que no veníamos aquí -responde Mayita.
-Hay buen ambiente... ¡y se pondrá mejor! -asegura y ríe Jorge.
-¡Pues a divertirnos se ha dicho! -dice Paloma, mientras un mesero trae las bebidas.
-Bueno pues... ¡salud por los Animes! -exclama Ricky, y toma su vaso.
-¡Pues salud por las computadoras! -contesta Jorge, mientras alza su copa, y ríen todos.
-Ay, entonces, salud ¡por los chamacos malcriados que no me obedecen! -agrega Paloma a carcajadas.
-Ay, pues en ese caso... ¡salud por los libros! -declara Maya.
-Entonces... ¡salud por el baile! -añade Cecy, y ríen todos mientras brindan.
Mientras los jóvenes Valencia brindan y se divierten entre bromas y chistes, Santiago llega al lugar donde se encuentra Alex
esperándolo en una mesa en compañía de dos hermosas chicas llamadas Sandra y Nancy:
-¿Qué onda, amigo? Pensé que no vendrías -le dice a Santiago mientras se sienta en frente de él.
-Perdón, es que tuve una pequeña discusión con mi adorada madre -confiesa Santo.
-¿Y eso? ¿Qué pasó? -pregunta Alex.
-Lo mismo de siempre. Oye, pero no quiero hablar de eso ahorita. Vine a divertirme... ¡salud! -dice Carmona al levantar su copa.
-Salud... ¡por las mujeres! -agrega Alex, y se carcajean ambos.
Mariela continúa platicando y echando mucho relajo con su familia, sin embargo, de repente pasa algo que ella no se esperaba:
-Maya, Maya, Maya -dice Cecy quien está regresando del tocador con Paloma.
-¿Qué te pasa? -pregunta la escritora.
-¿Ya viste quien está en la mesa de allá enfrente? -exclama la Morena, sentándose junto a ella.
-No. ¿Quién? -pregunta Mariela.
-¡Adivina! -pide y ríe.
-Ay, no sé, ¡dime si me vas a decir! -exige Maya.
-¿No te imaginas? -exclama la hermana mayor.
-No. ¿Quién? -repite la joven.
-¡Tu doctor! -indica la Morena.
-¿Mi doctor? ¿Cuál doctor? -pregunta con desconcierto.
-Santiago López Carmona -aclara por fin Cecy.
-Aaah... ¿y? ¿a mí qué? -contesta con indiferencia Mayitis.
-Nada, nada más te estoy contando que lo vi cuando pasé para ir al tocador -comenta Cecilia.
-¿Y te vio? -Maya pregunta con curiosidad.
-No. O no sé, no creo -responde.
-Aaaam... ¿y dónde está? -vuelve a preguntar.
-Aquí derechito, es el de camisa negra con rayitas -dice Cecy, señalándo hacia donde está Santiago.
-Ya lo vi -declara Maya, sonriendo al verlo.
-¿Te llevo a saludarlo, cuñis? -ofrece Jorge.
-No. ¡Obvio, no! ¡Estás loco! -niega nerviosa Mariela.
-Te llevo si quieres, neta -le dice riéndose Jorge.
-No. ¡Ya cállate! -exclama la escritora.
-Ya déjala, menso -agrega Paloma, dándole un zape a Jorge.
-¿Con quién está? -pegunta Maya a Cecy, viendo hacia la
mesa de Santiago.
-Con el doctor Alejandro y dos viejas -señala la Morena.
-Aah... bueno ya. Equis -añade un poco seria Mariela.
-Se ve que es un mujeriego de lo peor -comenta Ricardo, al observarlo desde donde están.
-Sí -asiente Jorge.
-Bueno ya, ¿no? -Maya les dice molesta.

Mariela sigue conversando en su mesa de otras cosas, aunque a decir verdad no deja de voltear a cada rato a ver a Santiago, quien ni se imagina que ella está en ese antro.

-Amor, tengo ganas de bailar, ¡vamos! -le dice Cecy a Jorge.
-Vamos -responde él, al ponerse de pie y darle la mano.
Cecy y Jorge se van a bailar mientras Mariela, Ricardo y Paloma se quedan en la mesa y continúan platicando y viéndolos bailar.

Por su parte Alex y Santiago se la están pasando excelentemente bien:

-Santi ¿apoco no tenemos excelente compañía esta noche? -dice Alex, y abraza a Sandra.
-Por supuesto.
-Oye, Santi, pero yo quiero bailar -exclama Nancy, acariciándolo.
-Ah, pues baila -contesta Santo.
-Sí, pero contigo -aclara la chica.
-¿Conmigo?
-Sí. Contigo -repite Nancy coquetamente.
-No tengo ganas, Nancy, mejor baila con Alex, ése está más que puesto -expresa el doctor Carmona.
-Sí. Pero yo voy a bailar con Sandra... bye -dice Alejandro, al pararse e irse con Sandra.
-Ándale, Santi, un ratito. ¿Sí? -insiste Nancy, mientras lo besa.
-Bueno... está bien -acepta con un beso más él.

Santiago se levanta a bailar mientras Cecy y Jorge siguen en la pista. Mariela se percata de que Santiago ya anda bailando y lo observa sin que él la vea a ella. La pista de baile se encuentra llena de chavos bailando y cantando, las luces parpadean todo el tiempo y la música está a todo lo que da.

Santiago baila muy alegre con Nancy mientras Mariela lo observa desde su mesa. De repente Cecy tropieza por detrás con otra de las parejas que están bailando:

-Ay, perdón -dice Cecy al voltear quedando sorprendida al ver que tropezó con Santiago.
-¿Cecilia Valencia? -dice sorprendido.
-Sí, doctor, soy yo -confirma ella.
-¡Qué casualidad! -exclama Santo sonriendo.
-Sí... mire él es mi esposo -Cecy presenta a Jorge.
-Mucho gusto -saluda el doctor. -Igualmente.
-¿Tiene mucho que llegaron? -pregunta Santi.
-Como dos horas... ¿y usted? -responde Cecy.
-Como hora y media -declara Santiago.
-Está chido el ambiente, ¿no? -menciona la Morena.
-Sí, está genial... ¿sólo vienen ustedes dos? ¿O andan con amigos? -les pregunta.
-No. En la mesa están mis cuñados -señala Jorge.
-¿Y Mariela? -exclama y sonríe Santo.
-Le digo que ahí en la mesa -repite Cecy.
-¿Mariela? -dice sorprendido.
-Sí, Mariela -asegura ella.
-¿En serio? -dice sin poder creerlo.
-Sí. Mire, está en aquella mesa -repite Cecy, al señalar hacia la mesa.
-Aaam... ya la vi -dice Santi al verla riendo a carcajadas con Paloma y Ricardo.
-Bueno voy a saludarla... con permiso -agrega el doctor.
-Nancy, te quedas con Alex, ahorita vengo -dice Santiago al caminar entre la gente hacía donde está Mariela.
-¿Pero adónde vas? -pregunta Nancy sin que la escuche.
-Oigan yo quiero bailar -dice Ricardo a Mariela y Paloma.
- Sí, pero no podemos. No vamos a dejar sola a Maya -responde Paloma.
-Vayan, por mí no hay problema -exclama la escritora.
-No, cuñis, cómo crees que te vas a quedar sola -exclama Paloma enseguida.

En ese momento, Mariela se da cuenta de que Santiago ya la vio y va hacia su mesa:

-¡Cuñis, no manches! Viene para acá -dice al verlo acercarse cada vez más.
-¿Quién? -cuestiona Paloma.
-El doctor, mensa -indica muy nerviosa Mariela.
-Hola, buenas noches -saluda Santiago, viendo a Mariela.
-Buenas noches -responden Ricardo y Paloma.
-Hola -lo saluda sonriendo Mayita.
-No esperaba encontrarte aquí -comenta al sentarse junto a ella.
-Ah, pues ya ve... mire, él es mi hermano Ricardo, y mi cuñada Paloma -los presenta.
-Santiago, mucho gusto -responde sonriendo.
-Igualmente... cuñis, ya no está sola Maya, vamos a bailar -exclama el joven.
-No. Estás loco, mejor dile a Cecy que baile contigo un rato -sugiere Paloma.
-Ay, no va a querer, ya sabes cómo es... Vamos. Un ratito -insiste Ricky.
-No. No voy a dejar sola a Maya -repite la cuñada.
-Vayan, ya les dije que por mí no hay problema -asegura la escritora.
-Vayan si gustan, yo me quedaré aquí un rato -señala Santo, viendo a Mariela a los ojos.
-Ahí está, vamos -dice Ricardo, mientras toma la mano de Paloma y la jala hacia la pista.
-No se preocupe por mí, doctor, si quiere irse, adelante -exclama Maya, cuando ya están solos en la mesa.
-Claro que no. Aquí me quedo -responde sonriendo.
-¿No se enoja su amiguita? -pregunta ella.
-¿Qué amiguita?
-Pues con la que estaba bailando -contesta Maya.
-Ah... no, no es mi amiga, es amiga de Alex -afirma el doctor.
-Oye, y ¿vienes seguido aquí? Nunca te había visto -comenta él.
-No. Sólo cuando convenzo a mi hermana de sacarme -confiesa Mariela.
-¿Por qué dices eso?
-Porque a mi hermana no le gusta mucho salir conmigo. O sea, salir en la noche al antro, en el día sí me saca -cuenta la joven.
-¿Por qué?
-Dice que es mucho trabajo y que se cansa mucho... a donde sí me llevan, quiera o no quiera, es a misa todos los domingos -responde riendo ella.
-Si mi madre pudiera haría lo mismo conmigo -menciona Santiago.
-¿Por qué dice eso? -pregunta.
-Porque mi madre daría lo que fuera porque yo creyera en Dios, pero no creo -cuenta Santi.
-¿Por qué?
-Es una larga historia, Mariela, y ahorita no quiero hablar de eso, ya te contaré después, si quieres -responde sonriendo y viéndola a los ojos.
-Ok... me imagino que usted sí viene muy seguido aquí, ¿no? -cambia de tema ella.
-Fíjate que no. Ya tenía mucho que no venía -aclara él.
-¿Tienes sed? ¿Te pido algo? -ofrece el médico, mientras llama al mesero.
-No, gracias. Aquí tengo -responde Mariela, señalando su vaso.
-Ok... me trae uno igual al de ella por favor -ordena al mesero.
-¿Quieres bailar? -pregunta Santiago al ver a Maya observar a sus hermanos bailar.
-Es broma, ¿verdad? -contesta incrédulamente.
-¿Por qué sería broma? -dice Santiago.
-porque yo no puedo bailar y usted lo sabe perfectamente. -declara un poco seria.
-¿Quién dice que no puedes? Tú puedes bailar, con ayuda de alguien más pero puedes hacerlo. ¿Nunca lo has hecho? -le pregunta sonriendo.
-Sí -asegura la escritora.
-Ahí está, ¿por qué dices que no puedes? -cuestiona él.
-Porque no puedo hacerlo sola.
-Ah, pero sí puedes -dice él, mientras el mesero le trae su bebida.
-Sí pero me da pena -confiesa ella.
-Ah, eso es otra cosa... ¿Quieres tomar? -pregunta al acercarle su vaso.
-No, gracias -lo rechaza.
-¿Por qué no?
-Porque no puedo sola, necesito ayuda -indica la escritora.
-¡Yo te ayudo! -ofrece el médico.
-No, gracias. Mejor ahorita que venga mi hermana o alguien -responde un poco nerviosa.
-Yo te ayudo, déjame hacerlo. Si te meto yo solo a la piscina a hacer los ejercicios, ¿por qué no ayudarte a beber un poco? -insiste él.
-Porque me da pena -confiesa Mayita.
-Ah, pues qué penosa eres... Ándale, ¿o acaso me crees muy
bruto para no saber ayudarte? -pregunta Santo, mientras toma el vaso de Mariela.
-No, ¡para nada! -exclama ella.
-Bueno, entonces ¡tómale! -dice acercándole más el vaso.
-Ok -acepta finalmente.

Con mucho cuidado Santiago ayuda a Mariela a tomar su bebida mientras ella se siente más nerviosa que nunca.

-¿Ya ves que sí pude? -le dice al dejar el vaso sobre la mesa.
-Sí -responde con una sonrisa.
-Bueno, propongo un brindis -exclama repentinamente Santiago.
-¿Un brindis? -repite Mariela desconcertada.
-Sí -dice él, tomando su vaso.
-¿Y por qué quiere brindar? -pregunta intrigada.
-Quiero brindar por... mi escritora favorita -contesta Santo, con una gran sonrisa y viéndola a los ojos.
-¿Y quién es su escritora favorita? -vuelve a preguntar.
-¿No adivinas?
-mmm... ¿Sor Juana Inés de la Cruz? -supone la joven.
-No. Sor Juana me encanta, he leído mucho de ella y me fascina mucho pero no es mi favorita -aclara enseguida Santi.
-Entonces es... ¿Gabriela Brimmer? -intenta una vez más Mayitis.
-No, no es Gaby Brimmer, pero de hecho mi escritora favorita tiene muchísimo parecido a Gaby Brimmer -responde él.
-¿Parecido a Gaby Brimmer?... no, pues no sé -dice ella desanimada, después de pensar unos segundos.
-¿En serio?
-En serio -afirma Maya.
-Bueno, quiero brindar por mi escritora favorita, o sea... Mariela Valencia -confiesa Santiago, con una gran sonrisa y viéndola a los ojos.
-Es broma, ¿verdad? -expresa muriéndose de risa Mariela.
-No. ¿Por qué piensas que todo lo que te digo es broma? -cuestiona Santiago.
-Porque usted es muy bromista -exclama Maya, sin dejar de reír.
-No soy bromista, te estoy diciendo la verdad, tú eres mi
escritora favorita... ¿No me crees? -asegura y pregunta él.
-No, no es que no le crea, simplemente es que...
-¿Qué? -dice sin comprenderla.
-Es que se me hace raro que alguien como usted me diga eso -aclara la escritora.
-Ah, caray, pues ¿cómo soy yo? ¿O qué? -exclama y ríe él.
-Bueno, me refiero a que no me imagine que a alguien como usted le gustara leer, y mucho menos lo que yo escribo -explica con cierta pena ella.
-Me imagino que dices eso porque debes de tener una imagen equivocada de mí debido a las notas que salen a cada rato en revistas y periódicos. ¿Cierto?
-Pues...
-Mariela, a veces las revistas y periódicos crean una imagen de las personas que nada tiene que ver con la realidad -expresa Santo, con sinceridad.
-Ah, ¿sí? -exclama Maya, sin creerle nada.
-Sí -asegura Santiago.
-¿Y cuál es la realidad entonces? -pregunta viéndolo a los ojos.
-La realidad es que soy un médico que ama su trabajo, que se entrega al cien por ciento a él, un hombre honesto, según yo, al que en sus ratos libres le gusta mucho leer y de vez en cuando, pero muy de vez en cuando, le gusta salir al antro -cuenta Santi, y ríen los dos.
-Ok -añade ella riéndose.
-¿O tú crees que soy un vividor que anda de antro en antro, tomando, conquistando mujeres y todo eso? -le pregunta segundos después.
-Pues... no, ¿cómo cree? -responde ella aguantándose la risa.
-¿Segura?
-No... es que... ¿Qué quiere que piense doctor? Si es lo que dicen de usted -se carcajea Maya.
-Sí, pero ya te dije que no todo lo que dicen las revistas es cierto -repite Santiago.
-Bueno, está bien -dice la joven, no muy convencida.
-Mira, tú solita te darás cuenta de qué es cierto y qué no es cierto de lo que dicen de mí, porque nos vamos a seguir tratando muchísimo tiempo -expresa el médico.
-Es cierto -afirma ella.
-Al menos que cambies de doctor -agrega y ríe él.
-No, no creo -comenta la escritora.
-Bueno, y ¿entonces?
-¿Entonces qué? -pregunta Mariela.
-¿Brindamos o no por mi escritora favorita?
-Pues si usted lo dice... está bien -acepta sonriendo.
-¡Salud! ¡Por mi escritora favorita! -dice Santi, sonriendo al tomar su vaso.
-¡Salud! ¡Por su escritora favorita!
-Se dice salud por mí -le dice mientras la ayuda a beber.
-¡Muchas gracias! -expresa Maya, después de beber.
-De nada... por cierto, desde hace días quería pedirte un favor.
-¿Un favor? ¿A mí? -exclama con desconcierto la joven.
-Sí.
-¿Qué favor?
-Es que, aparte de leer, me encanta escribir -confiesa Santiago.
-¿Escribir? -repite ella.
-Sí, de hecho tengo 350 páginas escritas a mano -cuenta él.
-¿En serio? -pregunta sorprendida.
-Sí, según yo es un libro... El favor que quiero pedirte es que le des una leve leída y me des tu punto de vista y me digas si le ves futuro o no. ¿Qué dices? -pregunta sonriendo y viéndola a los ojos.
-¡Claro que sí!... y ¿sobre qué escribe? -cuestiona con interés Mayita.
-Sobre la medicina ortopedista y uno que otro poema -aclara Santo.
-¡Suena interesante! -asegura Maya.
-¡Gracias!... entonces en la semana nos ponemos de acuerdo para que lo veas, ¿no? -propone el doctor.
-Ok...nunca me imaginé que usted escribiera -comenta la joven.
-Ah, pues para que veas, hay muchas cosas que no sabes de mí -responde él.
-Así es.
-Bueno, cuéntame, tú no eres de aquí, ¿verdad? -cambia de tema el doctor.
-No. Soy de Veracruz -declara ella.
-Eres jarocha -exclama con sorpresa Santi.
-Soy jarocha.
-¿Y siempre has vivido aquí? -pregunta él.
-No, viví hasta los siete años en Veracruz, a esa edad me vine para acá y aquí estuve hasta los catorce, luego me regresé a Veracruz y hace tres años nos volvimos a venir -le cuenta mientras él la escucha atentamente.
-¿Y dónde te gusta más? ¿Aquí o allá? -cuestiona Santiago.
-Pues primero me gustaba más allá porque allá estaba casi toda mi familia, pero ahora ya estamos aquí todos -indica Mariela.
-¿Y por qué se vinieron?
-En primera, porque me ofrecieron el trabajo en la revista y los primeros meses tenía que estar yendo a la editorial muy seguido y no era fácil andar viajando a cada rato, aparte de que mi hermano iba a entrar a la universidad y la carrera que escogió sólo la imparten aquí, y pues mi hermana se vino desde que se casó con mi cuñado -dice Mayitis.
-¿Qué estudia tu hermano? -pregunta.
-Animación... está medio loquito -contesta riendo.
-Sí, he oído que esa carrera sólo la dan aquí y en Monterrey.
-Oye, y ¿apoco la chava que se fue a bailar con él es su novia? -añade con curiosidad.
-No -responde con una carcajada.
-Entonces, ¿por qué es tu cuñada?
-Porque era esposa de mi hermano mayor -aclara la escritora.
-¿Tienes otro hermano? -pregunta él.
-Tenía. Falleció hace nueve años -dice Mayitis.
-Perdón, no sabía -expresa un poco apenado.
-No se preocupe.
-¿Y entonces tu cuñada vive con ustedes? -vuelve a preguntar.
-No, vive en un departamento con mis sobrinos.
-Ah, ¿tiene hijos? -sigue preguntando Santi.
-Sí, tiene tres.
-¿Y tu mamá a qué se dedica?
-Mi mamá es profesora, da clases en las tardes en una secundaria... ¿Y usted? -dice y sonríe Mayita.
-Yo ¿qué?
-¿Es de aquí? -le pregunta.
-Sí, yo soy defeño por donde le busques -ríen los dos
-¿Por qué dice eso?
-Porque mi madre nació aquí, mi padre nació aquí y yo nací aquí también, así que soy defeño -declara Santiago.
-Ah... y ¿siempre ha vivido aquí? -pregunta ella de nuevo.
-¡Toda mi vida! De hecho no he salido de aquí, no conozco otro lugar -bromea y ríen ambos.
-¿Y tiene hermanos?
-Una nada más y vive en Guadalajara -declara y suspira él.
-¡Guadalajara! ¡Me encanta esa ciudad! -confiesa Mariela.
-Sí, es hermosa -afirma él.
-Yo siempre he querido vivir ahí, pero nunca se ha dado la oportunidad -comenta la escritora.
-Yo también fíjate, pero tampoco he podido... de hecho mi madre vivió allá un tiempo con mi hermana, pero cuando nació mi hija se regresó porque quería estar cerca de su nieta -señala Santiago.
-¿Hija? ¿Tiene una hija? -pregunta un poco desconcertada.
-Sí, de siete años -confirma él.
-¿O sea que es casado? -pregunta algo seria.
-Viudo -aclara Santo enseguida.
-Perdón, no sabía -responde un poco apenada.
-No te preocupes -le dice viéndola a los ojos.
-¿Te pido otra bebida? -ofrece Santiago después de pasar ambos unos minutos sin decir nada.
-Sí, por favor -responde mientras él llama al mesero.
En ese momento se acerca a la mesa Andrea, prima de Mariela que se encuentra en el antro desde hace un buen rato con unas amigas:
-Prima, ¡qué onda! -le dice a Mariela, al sentarse junto a
ella.
-¡Hola! ¿Desde qué hora llegaste? -pregunta Mariela.
-Ya tengo un buen rato, ¿y tú con quién andas? -dice Andy.
-Con los chamacos, andan bailando... Ay, mira, te presento a mi doctor -presenta a Santiago.
-Ah, hola, Andrea -lo saluda de mano.
-Mucho gusto -exclama él.
-Es una prima -le dice a Santiago.
-Ah, ok.
-¿Y éste, qué onda? -dice Andrea, al oído de Maya.
-Andaba aquí y me vino a saludar porque vio a Cecilia bailando -le contesta Maya.
-Aaam... está guapito, ¿quiere contigo o qué? -sigue diciéndole al oído.
-Sssshh... cállate que te va a oír. Claro que no. No seas estúpida -expresa muy nerviosa Mariela, y se ríe.
-¿Quieres que te deje sola con él? -pregunta Andy.
-No, primix, ¡quédate conmigo, por fa! -pide en baja voz Mariela.
-Ok... bueno, me voy a bailar, bye -añade Andrea a carcajadas, al irse rápidamente hacia la pista.
-¡Andrea, me las vas a pagar! -le grita Mariela, desde la mesa.
-Ahí cuida mi bolsa -se burla Andy, desde la pista mientras Santiago las observa.
-¿Qué te hizo? -pregunta Santi a Mariela.
-Nada -responde seria.
-¿Segura?
-Sí -afirma ella.
-Ok... oye, se parece mucho a ti, hasta parecen hermanas y no primas -comenta el ortopedista.
-Sí, de hecho es la prima con la que mejor me llevo, nos queremos como hermanas -cuenta la joven.
-Es genial llevarse así con la familia. Se ve que ustedes son muy unidos -señala él.
-Pues sí, aunque a veces tenemos broncas como en cualquier familia, pero tratamos de estar juntos siempre -dice ella.
-Eso es bueno.

En ese momento se acerca a la mesa Nancy, quien, al ver a Santiago bromear y reírse a carcajadas con Mariela, se enoja más de lo que ya estaba:

-¡Santiago! -le dice al llegar a la mesa muy seria.
-¡Nancy! -exclama Santo al pararse de la mesa mientras Nancy observa a Mariela de pies a cabeza.
-¿Y ésa quién es? -pregunta Nancy, y Santiago se aleja unos cuantos metros de la mesa con ella.
-Cállate que te va a escuchar. Es una paciente -responde el médico.
-¿Una paciente? ¿Y por estar con ella me dejaste a mí sola? -dice señalando a Mariela.
-Baja la mano que te va a ver -ordena jalándole el brazo, mientras Mariela los observa de reojo.
-Me vale que me vea... Santiago, yo sé que tú y yo no tenemos nada serio y eso me queda demasiado claro porque sé perfecto que tú no tomas a nadie en serio, pero siquiera podrías tener la delicadeza de que, cuando salgas conmigo, estés conmigo y no me dejes sola y te vayas con otra -dice furiosa.
-Bájale dos rayitas a tu histeria porque, en primera, no estabas sola, estabas con Alex y Sandy, y en segunda, no me fui con otra vieja, estaba platicando con mi paciente -contesta él, levantándole la voz.
-Santiago, llevas horas con ella... bien dice Alex que últimamente andas muy rarito -le reclama Nancy, muy enojada.
-Nancy, Alejandro está loco, yo no ando rarito. Soy el mismo de siempre -asegura Santiago.
-Ajá, sí, cómo no... ¿sabes qué? Ya me voy -exclama la chica.
-Ok... dile a Alex que te lleve a tu casa -indica Santo.
-Ay, Santiago, ¡por Dios! Hace horas que Alejandro se fue con Sandra a otro lado -responde Nancy.
-¿Qué? Bueno entonces yo te llevo -dice Santi, por obligación.
-No, gracias. Me voy en taxi -se niega ella, al darse la vuelta para irse.
-Eeey, no, yo te llevo -le dice jalándola del brazo.
-Suéltame. No, ya pedí un taxi y me está esperando -grita ella, al caminar a la salida.
-Ah, bueno, pues haz lo que quieras -exclama el doctor.
-Pues sí, hago lo que quiero... aaah, y que te la sigas pasando de lujo ¡con tu paciente! -vuelve a gritar desde lejos.
-¡Gracias!
-Mujeres, mujeres, mujeres -expresa Santiago al regresar a la mesa de Mariela-. Perdón, Mariela -le dice al sentarse y respirar profundamente-. ¿Por qué? ¿Quién entiende a las mujeres? ¿Por qué son así? Hacen una tormenta en un vaso de agua, ¿Por qué?... bien dice Nicho Hinojosa -añade él, y Maya se le queda viendo.
-¿Nicho Hinojosa? -repite ella, sin entender.
-Sí, dice que no hay que comprenderlas, solamente amarlas.
-señala Santo, y ella se burla.
-¿Se enojó su novia, su amiga o lo que sea? -pregunta la escritora.
-No es ni mi novia, ni mi amiga... bueno, sí es mi amiga. -aclara de inmediato.
-Amiga... ¿con derechos? -pregunta Maya.
-Eeem, se podría decir que sí... pero está bien loca. Me hace berrinches como niña chiquita -contesta Santo.
-¿Ya se fue?
-Sí, se fue en un taxi -confirma él.
-¿Y no va a ir a hablar con ella?
-No. Es un berrinche, Mariela, mañana se le baja y me habla para decirme que quiere salir o que la lleve a cenar y ya -asegura Santo.
-Aaam... -responde seria.
-¿Tienes sed? -ofrece muy amable.
-No, gracias.
-Ok... mira ahí viene tu hermana -dice Santiago, al ver a Cecy y los demás acercarse.
-Qué bueno porque ya me quiero ir -contesta ella.
-¿Qué onda? Les dice Cecy, al sentarse junto a Mariela.
-Ya vámonos, ¿no? -exclama Maya seria.
-Espérate que no aguanto los pies -se queja la Morena.
-Pues si llevas horas bailando -señala la escritora.
-Sí, y tú llevas horas tomando. ¿Cuántas llevas, eh? Que nada más veo que el doctor le habla y le habla al mesero -dice la hermana mayor.
-¿Qué te importa? Además él también está tomando, no nada más yo -le contesta Mariela.
-Sí, eso sí. Yo llevo como cinco -añade el médico.
-Que ni se te ocurra emborracharte, Mariela, porque, si en tu juicio no puedo contigo, borracha menos -advierte seriamente Cecilia.
-Cállate, Cecilia, deja de decir estupideces -ordena Mayita.
-Ey, párenle, ¿no? -les dice Ricardo.
-Oigan, sí, ¡va a decir el doctor que parecen perros y gatos! -agrega y ríe Jorge, junto con Ricardo.
-Ja-ja-ja, ¡qué chistositos! -contesta Maya.
-No te preocupes, es normal que esto pase entre hermanos... oye, dime, ¿te has emborrachado alguna vez? -pregunta
Santiago a Mariela, mientras los demás conversan de otras cosas.
-No. Nunca -confiesa ella, y ríen ambos
-¿Y no te dan ganas de hacerlo?
-Sí. A veces, cuando estoy muy, muy triste o muy, muy contenta -indica la joven.
-¿Y cómo estás ahorita? -pregunta el ortopedista.
-¿Ahorita? Ahorita estoy equis. Ni triste ni contenta -ríen los dos.
Santiago continúa conversando un rato más con Mariela y su familia.

Dadas las cuatro de la mañana, los jóvenes Valencia se retiran del lugar y se van a casa al igual que Santiago.

Estando ya acostada en su cama, Mariela recuerda con una sonrisa la conversación que tuvo esa noche con Santiago, Paloma dormirá con ella y al verla sonriendo le dice:

-¿Y esa sonrisita?
-¿Cuál sonrisita? -pregunta Maya.
-Esa que tienes -le dice mientras se acuesta junto a ella.
-No. Yo no me estoy riendo -asegura Mariela.
-Claro qué sí... oye, ¿la pasaste bien? -pregunta Paloma.
-¡Genial! -responde sonriendo la escritora.
-Qué bueno.
-Cuñis, dime una cosa -pide de repente Mayitis.
-¿Qué cosa? -pregunta Paloma con curiosidad.
-¿Estoy loca al pensar que algún día un chavo se fijará en mí y me va aceptar y me va a amar tal como soy? -dice con palabras cortadas.
-¡Claro que no estás loca! ¿Por qué dices eso? ¿Acaso no soy yo la que siempre te digo que ese chavo va a llegar a tu vida un día de éstos y serás muy, muy feliz? -responde con una sonrisa Paloma.
-Sí, y también me dices que Dios siempre tiene destinado a un compañero para cada quien y que sólo él sabe cuándo y a qué hora llega esa persona -agrega Mariela.
-Sí, sólo Dios sabe cómo y cuándo pasan las cosas, y lo que tú tienes que hacer es tener fe y esperar pacientemente, porque el día que menos te lo esperes esa persona llegará, si no es que ya llegó y ni te has dado cuenta -afirma con cariño Paloma
-Aay, si lo dices por Juan o Gerardo, olvídalo -dice con
desilusión Maya.
-No, no lo digo por ellos, yo sé que con ellos nunca llegaste a nada, pero quizás otro chavo que ya conoces, o qué sé yo... tú ten fe y verás que ese amor que tanto esperas va a llegar -ase-gura Paloma, acariciándole la frente.
-¿En serio lo crees? -insiste la joven, con cierta esperanza.
-No, no lo creo, ¡estoy segura! ¿Acaso no es ése uno de tus
sueños?
-Sí, pero sólo es eso, un sueño, el sueño de un ángel que nunca se va a cumplir -exclama con tristeza.
-No digas eso, todos los sueños se cumplen -asegura Paloma.
-Claro que no.
-Claro que sí, ¿apoco no soñabas con ser una escritora famosa y reconocida por todo el país y llegar hasta donde estás? -señala enseguida.
-Sí, pero eso era otra cosa, esto es diferente, mejor dicho, esto es imposible -declara Mayitis.
-No digas eso. Todos los sueños se cumplen... yo también soñaba con encontrar a un hombre bueno, honesto, trabajador, que me quisiera y me respetara, y lo encontré, ese hombre fue tu hermano y el tiempo que estuvimos juntos me hizo la mujer más feliz del mundo... si mi sueño se cumplió ¿por qué el tuyo no? -argumenta la cuñada.
-Porque entre tú y yo hay una pequeñísima diferencia, que yo soy discapacitada y tú no. Por eso. Nada más -aclara Mariela, con sentimiento.
-Eso no tiene nada que ver. Yo estoy segura de que algún día alguien se va a enamorar de ti y te hará muy feliz, y eso te lo escribo y te lo firmo... y si no pasa, me dejo de llamar Paloma María Manuela -declara Paloma, con total seguridad.
-Estás loca -dice Maya, muriéndose de risa.
-No. Es en serio, si no pasa esto, me cambio el nombre. Te lo juro.
-¿Y cómo te pondrías? ¿Pánfila? ¿Pancracia? ¿Filomena? -contesta Maya, y ríen las dos.
-No, mensa, me pondría Paloma a secas, sin María y sin Manuela -indica enseguida.
-Ay, no se vale, el chiste es que te pongas un nombre feo. Además, tú siempre te has querido quitar el María Manuela -exclama la escritora.
-Ay, sí se vale -insiste Paloma.
-No, no se vale pero en fin... ya ve iniciando los trámites porque lo más seguro es que sí te cambies de nombre, pues está en chino que alguien se fije en mí -advierte Maya, con un suspiro.
-Y dale con eso. Qué poca fe tienes, ¿eh?
-No es que tenga poca fe, es que soy realista -aclara Mariela.
-No. Porque la realidad es que un día te vas a enamorar y serás muy feliz -repite Paloma, con un abrazo.
-Ajá, sí, cómo no.
-Bueno pues no me creas -añade al darse la vuelta y darle la espalda a Mariela.
-Sí te creo, cuñis... hasta mañana -ríe Maya, al voltearse también ella.
-Qué sueñes con los angelitos... y si me ves, me saludas -bromea la escritora.
-Oye, y ¿por qué me preguntas eso ahorita? -sigue Paloma, al voltear rápidamente a ver a Mariela.
-Ah, por... por nada. Ya sabes cómo soy -responde un poco
nerviosa y sin voltear a verla.
-¿Segura? ¿No será que... te gusta el doctor? -indaga Paloma, jalando a Mariela para que voltee a verla.
-Ay, Paloma, ¿qué te pasa? No me jales así que me duele, mensa -grita de inmediato la joven.
-¿Te gusta el doctor? -vuelve a preguntar Paloma.
-Cuñis, es tardísimo, ya se te está subiendo lo que tomaste, estás diciendo puras tonterías. Mejor duérmete -nuevamente,
esquiva la pregunta Mayita y se voltea.
-No, cuñis. Sé perfecto lo que estoy diciendo... ¿Te gusta? -insiste Paloma, jalándola de nuevo.
-No -la escritora responde seria y se vuelve a voltear sin decir ni una sola palabra más.

Cierra los ojos y trata de dormirse, aunque no puede dejar de pensar en la plática con Santiago ni en las palabras de Paloma, y mucho menos, en la pregunta que le hizo.

-"Puedo imaginar, pero no sé cómo se siente, que el mundo se detenga cuando acaricia mi piel, que las manos del reloj no giren si no está presente, dicen que es tan suave y dulce y fluye como miel. ¡No quiero imaginar, quiero saber cómo se siente! Que un beso me desnude el alma y me hormigueen los pies, que sus brazos sean mi abrigo en los fríos de diciembre y ¡en los días de verano juntos ver al sol nacer!... ¿Cuánto tiempo tardará? ¿O no es para todos? ¿Por qué de mí se esconderá? ¿Dónde está?... Quiero amar y sin pensar entregarlo todo. ¡Quiero que mi corazón intercambie su lugar con el de alguien especial! ¡Quiero despertar, te quiero encontrar, me quiero enamorar!" -canta mentalmente la bella escritora, una de sus canciones preferidas, hasta que finalmente se queda dormida.

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