Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

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Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 13

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By Mila_Darkness

Mis pasos resuenan como ecos vacíos por los pasillos adormecidos, solitarios. Vago sin un rumbo fijo, sintiéndome la peor peste del mundo entero. Cada pensamiento consigue ahogarme un poco más, caigo hundido en la propia miseria que yo mismo creé. Pero no quiero revolcarme en la autocompasión, merezco lo que me está sucediendo. 

¿Por qué me dejó ir?

Tuvo que haberme golpeado, él tenía ese maldito derecho. Le hice cosas terribles, causándole un daño permanente, profundo. Se me eriza la piel de solo recordar cómo lo traté, fui cruel e inhumano. Buscaba humillarlo, degradarlo, hacer que se sometiera a mi voluntad. Fue nefasto, monstruoso. Aaron merece vengarse, necesito que lo haga. La culpa devora mi alma como el peor de los demonios, y si no detengo este sentimiento pronto, no sé qué pueda ocurrirme.

Siempre creí ser la víctima de mi historia: el chico al cual su padre maltrataba, el niño que perdió a su mamá. Ese joven solitario, desconfiado, que es incapaz de amar porque no sabía cómo hacerlo. Nadie le enseñó, nadie lo protegió. Siempre pensé que era bueno, nunca busqué lastimar a nadie, nunca intenté hacer sentir mal a otros.

Pero ahora, cuando observo al chico frente al espejo, solo siento asco.

No soy quien pensaba que era, he estado engañándome a mí mismo. Uno de mis peores temores es parecerme a mi padre, y en esos nauseabundos recuerdos me veo idéntico a él. La mirada altiva que le lanzaba al rubio, el maltrato psicológico que ejercía sobre Aaron, son cosas que Patrick siempre ha hecho. 

Mi respiración comienza a volverse irregular, llenándome el pecho de pánico puro. Es demasiado el odio que estoy teniéndome en este momento, no puedo soportarlo. Necesito distraerme, necesito escapar de aquí. Quiero correr hasta que mis piernas duelan y caigan contra el suelo, deseo sufrir lo suficiente hasta aplacar este sentimiento de culpa. 

Alcohol. 

Patrick tiene bares personalizados, repletos de las bebidas más caras. Son tan abundantes que jamás notará si tomo un par de botellas, nadie está cerca para verme hacerlo. Él continúa en su empresa, Rebeca posiblemente haya salido con sus amigas, y los empleados domésticos deben estar descansando o terminando sus quehaceres. Es mi oportunidad. 

Camino a gran velocidad, aumentando los latidos de mi ansioso corazón. Sé que esto no es correcto, el alcohol nunca resuelve problemas, solo los intensifica. Pero mis opciones son limitadas, si no lleno el vacío que está consumiendo mi pecho ahora mismo... Terminaré yendo hacia Aaron, llorando en busca de un perdón que desmerezco. 

Empeoraré la situación, recibiré nuevos golpes que tampoco resolverán nada. 

Por eso necesito abandonarme unas horas, alejarme de este lugar. 

El frío otoñal recorre las desoladas calles, apenas se escuchan automóviles circulando a lo lejos. Mis piernas están entumecidas, ambos pies me suplican a gritos que pare de caminar. El vodka puro yace vacío contra el pavimento, hecho trizas. La botella de ron se encuentra en mi mano izquierda, si pudiese abrirla ya la hubiese bebido. No sé dónde me encuentro, solo deambulo entre los rincones de esta putrefacta ciudad. Mi vista es pésima, con suerte logro distinguir varios edificios. Debo tener cuidado al mirar carteles luminosos, porque el brillo borroso que emiten me marea demasiado. 

Ni siquiera el alcohol calienta lo suficiente mi cuerpo como para disminuir esta sensación helada. Tuve que haberme abrigado mejor, la camisa es muy fina. Tal vez si bebo más consiga algo de calidez, necesito abrir esta botella ahora. Suelto un gruñido molesto mientras entierro mis dedos en la tapa, sin éxito alguno. Miro a la maldita con fastidio, sintiéndome desafiado.

Una estúpida botella no va a ganarme. 

Me tambaleo un poco, levantando la mano para acercar a esa perra a mi boca. Siento el frío metal chocar contra mi lengua, enseguida clavo los dientes en él. Giro y giro la botella entre ambas manos, intentando abrirla de una puta vez. Milagrosamente lo consigo, pero antes de que pudiese probar aquel dulce sabor, la jodida botella cae al suelo generando un fuerte estruendo. 

—¡N-Ni que estuvieras t-tan buena! —le grito a los vidrios rotos, frustrado. Comienzo a patearlos con fuerza, manchándome los zapatos del líquido ámbar—. ¡P-Puedo conseguir m-mejores que tú! —La miro por última vez antes de alejarme confiado, manteniendo mi dignidad en alto. 

Ella se pierde ser bebida por mí. 

Noto, con extrema molestia, que el suelo se puso de su lado. Él también actúa extraño, moviéndose constantemente y haciéndome tropezar. Lo ignoro siguiendo las baldosas danzarinas, riendo al saltar de una en una. 

—Q-Que hermosa v-vista —susurro observando el agua a varios metros de mí, recién noto que acabo de subirme a un puente. Un aterrador escalofría atraviesa mi espalda, agarro el barandal aferrándome con miedo—. E-Es peligroso. 

Una caída desde aquí podría matarme, y creo que no sería una muerte indolora... ¿O sí? Quizás apenas sienta algo al impactar contra esa superficie helada. He leído que, cuando alguien decide suicidarse de esta manera, la fuerza que genera al caer permite que la persona quede inconsciente. Sería tan sencillo lanzarme, caer en aquel vacío abrumador podría ser castigo suficiente para mí.

 Los actos que cometí son graves, merecen represalias. 

No quiero morir, pero tampoco puedo continuar así. 

La mente me da vueltas y en lo único que puedo pensar es en Aaron: sus ojos mirándome con repudio, sedientos de venganza. La mirada de un niño herido, quebrantado por acciones nefastas de otro niño. Injustificables, abominables. Destruí su infancia, maté sus sueños, y ese es el tipo de daño que no tiene reparación. Quizás si hago esto logre hacerlo sentir mejor, él me quiere muerto después de todo. 

Cumpliré su deseo, y a la vez obtendré el mío: ver a mamá otra vez. 

Cierro los ojos sintiendo lágrimas derramarse por mis mejillas, hundiéndome en oleadas de tristeza mezcladas con felicidad. Duele acabar así, pero a veces debemos tomar decisiones difíciles. Todos estarían mejor si desaparezco, yo lo estaría. 

Me apoyo en el barandal, inclinándome hacia el vacío. Escucho cómo fluye la corriente de agua, invitándome a seguirla. Estoy temblando de ansiedad, ya ni siquiera siento frío. 

—P-Perdóname, Aaron Miller —le digo a la nada, deseando que mis palabras pudiesen llegarle—. E-Espero que consigas s-ser feliz. —Muerdo mi labio bruscamente, sollozando.

Sus hermosos ojos no llorarán más por mi culpa, él será libre.

Y eso me hace feliz. 

Floto sobre abismos infinitos, la oscuridad domina cada parte de mi ser. Lo único que recuerdo es haber caído, pero jamás sentí el impacto. Tal vez la muerte realmente sea indolora, o solo bastaba un segundo para terminar con todo y ni siquiera me dio tiempo de sentirla. Pero algo está inquietándome... ¿Por qué no hay luz? Nunca creí en ninguna religión, siempre me parecieron absurdas, aun así pensaba que al morir se veía una luz brillante. 

¿Y si el infierno existe?

Mierda, lo que necesitaba, terminar en el infierno por ateo. Bueno, también por haber sido un maldito bravucón. Supongo que es el castigo justo, lo aceptaré sin protestar. Aunque espero ver pronto a mi padre aquí, él definitivamente se lo merece también. ¿Podré torturarlo? Porque amaría hacerlo.

¿Seré una especie de fantasma demoníaco? ¿Se me permitirá ver a Aaron? ¿Podré ayudarlo desde el más allá? 

Siento un dolor agudo invadiéndome, logrando desconcertarme. Noto que mis ojos están cerrados, empiezo a abrirlos lentamente. Maldición, todo se ve bastante confuso y borroso. Debo estar en el sexto círculo: si voy a creer en un infierno, por lo menos que sea el de la Divina Comedia de Dante. Y pienso que estoy en ese círculo porque allí van los herejes, para la iglesia soy uno. 

Algo se mueve a mi alrededor, intento enfocar la vista mejor. Distingo lo que parece ser una figura masculina, puedo notar su enojo debido a la forma en que aprieta sus puños.

 —¡H-Hola, compañero! —tartamudeo, sentándome sobre algo suave—. ¿D-De qué has muerto? —pregunto con cortesía, siempre hay que ser educados—. Yo m-me lancé de un p-puente. —confieso para entrar en confianza. Consigo ver sus ojos enfurecidos, mirándome fijamente. 

Tal vez no sea un espíritu sociable. 

—Soy Aaron, idiota —espeta el hombre, irritado. Cubro mi boca rápidamente, sintiéndome impactado. 

—¿T-También te moriste? —pregunto atónito, mi vista se enfoca un poco más, permitiéndome verlo con más claridad—. M-Mierda, lo siento —suspiro sintiendo tristeza, quería que él viviera una buena vida—. E-Espera, ¿también eres u-un hereje? Porque si e-estas conmigo en el s-sexto círculo...

—¡Estamos vivos, Evans! —grita frustrado, acercándose—. A-Ahora quiero que te pongas sobrio, imbécil. —Me toma de la camisa bruscamente, su aliento choca contra mi rostro. Huele a Whisky, qué rico es el Whisky—. ¿En serio creíste q-que podías librarte de mí? Te haré pagar por eso. 

Es adorable verlo tambalearse. 

—¿T-Tienes Whisky? —pregunto interesado, debí imaginar que aquí se podía tomar.

—E-Es mío —gruñe posesivamente, inflando las mejillas de forma aniñada. 

¿Aaron siempre fue tan tierno?

—Si c-compartes tu pan, te gustará más. Si compartes t-tu felicidad entonces aumentará. —Bostezo estirando mis piernas—. Ahora d-dame alcohol: somos compañeros infernales, no s-seas egoísta. 

—¡No estamos e-en el infierno! —contesta gruñón—. Estamos en n-nuestra habitación, Evans. 

—¿También c-compartimos habitación después de muertos? —Abro la boca, sorprendido—. Es el destino. 

—Me voy —susurra volteándose, pero el acto parece desorientarlo porque termina cayendo a mi lado—. M-Mierda. 

Está demasiado cerca.

—P-Por Merlín —suelto asombrado, observando esos bellos iris grises—. Hermosos. 

—¿Qué? —Su voz suena confundida, suelto una risita.

—A-Amo el color de tus ojos, s-son hermosos —digo sonriendo, inclinándome hacia Aaron. El brillo de su cabello dorado capta mi atención, fascinándome—. Y tu c-cabello es precioso, c-como soles iluminando d-días nublados —balbuceo inconsciente, guiándome por un extraño impulso—. Tu nariz es p-perfecta, repleta de pecas bonitas. —Acerco mi mano hacia ella, tocándola con delicadeza—. Pero lo m-más increíble está aquí. —Deslizo los dedos sobre sus labios—. Tan besables... 

Rompo la poca distancia que nos separa envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, pegándolo a mí. Uno nuestros labios sin pensarlo, gozando de la cálida sensación. 

Cierro los ojos mientras introduzco mi lengua dentro de él, gimiendo al instante. Jamás he sentido algo tan placentero, es una sensación completamente nueva. Envuelve cada centímetro de mi cuerpo en fuego puro, quemándome. ¿Por qué no hice esto antes? Aaron parece complacido, los gruñidos que suelta son evidencia suficiente. Percibo sus manos agarrándome de la cintura, clavando varios dedos en ella. Corresponde el beso con entusiasmo, aunque al principio parecía vacilante. 

Estamos muertos, ¿qué más da besarnos? 

Podrá buscar confundirme diciendo que no es así, pero miente. Caí desde un jodido puente, es absurdo pensar que sobreviví. 

La muerte es en verdad divertida. 

Suelto una carcajada, asustando a mi compañero del infierno. Él se aparta, mirándome aturdido. Joder, siempre he ignorado lo bueno que está, pero ahora es imposible hacerlo. Su musculosa deja a la vista parte de ese lampiño pecho, blanco como nubes de algodón. Es tan pálido, invitándome a que manche su piel con mordiscos. 

A estas alturas debería estar en el segundo círculo, porque la lujuria se está apoderando de mí. 

Aaron luce inquieto; ataco su cuello antes de que proteste, besándolo entero. Paso mis piernas por encima de él, sentándome en su regazo. El deseo carnal me domina, tal vez sea la consecuencia de haber muerto virgen. Pero hay algo más que alienta este magnético anhelo: la necesidad de complacerlo. Aaron falleció sin conseguir vengarse, lo mínimo que puedo hacer es darle un poco de placer. 

Quizás de esta forma pague el daño que le causé. 

La dureza del rubio se frota contra mi propia erección, haciéndome jadear. Sus dedos recorren mi espalda, metiéndose debajo de esta estúpida camisa que solo nos obstaculiza. Necesito quitarle la ropa, y necesito que él me la quite. 

—Ahh... —gimo al sentir su lengua deslizándose por mi cuello, me aferro a sus hombros con fuerza—. S-Sácame la ropa —le digo como puedo, sintiéndome extasiado. Él se detiene por un segundo, sonriendo contra mi piel sensible. 

—¿T-Tan desesperado estás, Evans? —ronronea, me estremezco al sentir una de sus manos acariciándome el pecho—. Jamás creí que te tendría a-así. —Jadeo cuando esos dedos rozan mis pezones—. Quién diría q-que eras un homo reprimido. 

Apenas logro entender qué está diciéndome, solo asiento con la cabeza. Quiero sentirlo más cerca, invadiéndome, metiéndose dentro de mi alma. Quiero llenar todos los vacíos desesperantes que me enloquecen, que me matan. 

—Bésame —susurro con desespero.

Escucho un gruñido salvaje, animal. De repente me encuentro sobre algo blando y suave, todo comienza a dar vueltas. El rubio está encima de mí, su rostro se ve distorsionado, pero percibo hambre en él. Mi deseo aumenta, impulsándome a tomarlo de los ridículos tirantes que pertenecen a su musculosa reveladora. Lo beso sin ninguna delicadeza, buscando devorarlo. Pero Aaron toma el control con rapidez, metiéndome esa escurridiza lengua. Intento desabrochar los botones de mi camisa, mas no lo consigo: estos inútiles dedos están resbalándose. Él parece darse cuenta porque de inmediato siento cómo los desprende. 

—N-No sé si quiero esto —susurra metiéndose entre mis piernas, casi cayéndose. La respiración se me acelera, tengo el pecho al descubierto—. Nos a-arrepentiremos mañana, y hace m-mucho calor... Tal v-vez sí sea el inframundo. —Ríe divertido.

¿Los días se cuentan en el infierno? Qué locura, tenemos toda una eternidad aquí. 

Y además, es estúpido creer que me arrepentiré, los muertos no deberían tener arrepentimientos. ¿Qué vamos a perder, la vida? No. 

—S-Solo cállate —le digo frustrado, la erección empieza a dolerme—. Y q-quítate la maldita ropa de u-una puta vez —ordeno refunfuñando. 

—Tú no v-vas a decirme qué hacer. —Se inclina contra mí, frotando su erección contra la mía—. Estás duro como una maldita zorra.

—Pero las zorras t-tienen vagina —respondo confundido—. ¿No sería un z-zorro? 

Él me observa con un brillo extraño cubriendo su mirada, enseguida suelta una carcajada que logra hacerme reír. Nunca creí verlo radiante, tan alegre por instantes. Aprovecho la distracción para rodear sus caderas con ambas piernas, atrapándolo. No quiero dejarlo ir. Tomo esa ridícula prenda que oculta su bello abdomen y la levanto como puedo. Aaron se resiste muy poco, permitiéndome quitársela. Miro sin disimulo cada centímetro de ese cálido cuerpo, encantado. 

Es hermoso. 

Atraigo al rubio hacia mí, rozando nuestros pezones en el acto. Suelto un gemido ahogado, pero Aaron no puede controlar los suyos, haciéndome poner más duro. Son la melodía exquisita que ansiaba escuchar sin saberlo, el deseo oscuro que mi corazón mantuvo cautivo y oculto. Me recuesto contra la suave superficie, invitándolo a seguirme. Las manos del rubio vagan por mi cuerpo, no tarda en atacarme el cuello nuevamente. Sus mordidas feroces me intoxican, calentándome hasta sentirme mojado. Deposita besos húmedos en dicha zona, bajando poco a poco. Su preciosa boca halla uno de mis pezones, el cual comienza a lamer con rapidez. Todo este placer me consume, sentir su miembro duro tan cerca del mío está volviéndome loco. Mi mano lo agarra del cabello bruscamente, anhelando más. Él gime alto, ocultando aquel bello rostro en la sensible piel que poseo.

Intento quitarme el pantalón pero soy incapaz de coordinar, gruño frustrado. Esto llama la atención de Aaron, quien se incorpora enseguida. Siento cómo sus dedos desprenden y bajan mi bragueta con dificultad, desnudándome lentamente hasta que solo quedo en boxers. Él también se quita sus jeans casi cayéndose, logrando mantener el equilibrio a duras penas. Quedo boquiabierto ante la impresionante vista que presencio: unos bellos muslos junto con esas caderas estrechas, comestibles. Vuelve a colocarse entre mis piernas, ejerciendo fricción sobre nuestros penes adoloridos. Me toma de la cintura, meciéndose contra mí. Una corriente de placer invade cada parte de mi ser, haciéndome jadear. 

Ahora estoy dudando; quizás este no sea el infierno, debo estar en el maldito paraíso. 

—Fóllame —suspiro entre gemidos, necesitado. 

—N-No sé si es c-correcto. —Aprieta mi cadera, frotándose duramente. Deseo apoderarme de él, morder y destrozar todo lo que pueda ver. Sus mejillas están sonrojadas, hechas fuego intenso, alentándome a continuar. 

Se nota que lo está disfrutando, pero sigue resistiéndose. 

De verdad es absurdo, ninguno está vivo como para que realmente sea un problema follarme. ¿Qué importa? Nos estamos sintiendo bien, simplemente hay que disfrutarlo. Aaron rechazó el regalo que le hice, me sentí bastante mal en ese momento e incluso ahora que lo recuerdo. ¿También me rechazará esto? 

—Acéptame —susurro cuando una idea se cruza por mi mente. 

—¿Qué b-balbuceas esta vez? —pregunta rodeando los ojos, sin detener sus tortuosos movimientos.

—D-Dijiste que no ibas a aceptar n-ningún regalo mío. —Lo miro fijamente, aunque sigo viendo distorsionado—. E-Entonces acéptame a mí como regalo. 

El brillo en sus ojos desaparece, apagándose sutilmente, dándome la muerta imagen de un prepotente demonio. Un lobo observando atentamente a la oveja que planea desgarrar, asesinar. No dice ninguna palabra, solo permanece allí, estático. El cuerpo me arde rogando su toque apasionado, aunque sé que esa pasión no proviene del amor, sino del odio. 

¿Quién diría que ambas serían tan parecidas? 

Estoy a punto de rendirme, dando por hecho que Aaron ha vuelto a despreciarme. Pero de inmediato siento sus labios caer sobre los míos, besándome brutalmente. Hay deseo oculto en esos actos precipitados, violentos. Quiero protestar cuando percibo su ausencia, me callo rápidamente al ver que solo trata de quitarme la ropa interior. Quedo desnudo ante él, mi alma queda a su merced. Decido entregarle el control abriendo mis piernas, permitiéndole moverse entre ellas. 

Acerca sus dedos borrosos a mi boca, logrando que lo mire confundido. Sin entender muy bien lo que ocurre, separo los labios y permito que entren. No tiene sabor alguno, solo puedo sentirlos desplazarse por la húmeda cavidad. Comienzo a ahogarme cuando los introduce más profundo, dándome arcadas. Entonces él me libera sacándolos sin ningún cuidado, rasgando mi lengua. Su mano libre me toma de la cadera, levantándome. 

—¡Ahh! —El dolor atraviesa mi espalda, haciendo que la piel se me erice. Dos dedos entran en mí con violencia y descuido, siento un ardor insoportable. 

—Tú buscaste e-esto, ¿no? —susurra burlón. 

Por un momento olvido quiénes somos, rodeo su espalda con mis brazos y le clavo las uñas en venganza, arrastrándolas sobre él. Escucho cómo aprieta los dientes, conteniendo aquel dolor que busco generarle. Me acerco hasta su cuello, mordiendo enseguida la delicada zona con demasiada fuerza, tanta que empiezo a sentir un sabor metálico. 

—D-Duele —Intenta apartarse pero lo retengo, sus dedos dejaron de moverse.

—Te lo buscaste, ¿n-no? —suelto sarcásticamente, entretenido. 

—Iba a prepararte m-mejor pero ahora t-te jodes —escupe molesto, puedo percibir lo tenso que está. 

—Qué miedo. —Sonrío desafiante. 

Apenas consigo respirar cuando Aaron se baja el boxer, liberando esa maldita monstruosidad. Enseguida siento la punta de su miembro sobre mi entrada, y me sentiría jodidamente caliente si no fuera por la expresión oscura en el rostro del rubio. Levanto las caderas para permitirle un mejor acceso, pero él sonríe con malicia haciendo que alce las cejas, confundido. Suelto un fuerte grito cuando me embiste sin cuidado, repleto del odio que creía haber disipado. 

Él quiere dolor, le daré dolor. 

Envuelvo las piernas en sus caderas, acercándolo hasta tener aquellos rosados labios muy cerca de los míos. No lo pienso, ataco: muerdo sin piedad cada centímetro, desgarrando la zona. Aaron gime ruidosamente, y dudo que sea por placer. Nuevamente quiere alejarse, esta vez se lo permito. Quedo asombrado al ver sus ojos cristalizados.

—¿Quién e-es el gatito d-débil ahora? —Río sintiendo un profundo rencor—. Pobre M-Miller, no s-sabe cómo escaparse. 

Algo en mí quiere herirlo. 

Estiro el brazo hasta alcanzar sus mejillas, clavando rápidamente los dedos encima de ella. Nunca lo vi tan vulnerable y desorientado, o tal vez sí...

—No s-soy débil —murmura trayéndome a la realidad, enseguida lo suelto. Parpadeo varias veces mientras el pánico consume cada uno de mis pensamientos. 

¿Qué me pasa? 

Podría estar obteniendo su perdón, la redención que mi alma anhela, y decido arruinarlo. Está bien, el imbécil fue brusco conmigo, pero rebajarme a su nivel solo traerá problemas. Nuestras vidas acabaron, ahora tenemos la oportunidad de reconciliarnos.

—Lamento h-haberte mordido —me disculpo—. Pero v-vuelve a lastimarme y te arrancaré el pene. 

—Inténtalo, E-Evans. —Entrecierra los ojos mientras inclina su cuerpo sobre el mío, penetrándome en un agresivo vaivén. 

Aquel fuerte ardor atraviesa cada uno de mis nervios, logrando que desee asesinar al rubio. Cuando estoy preparado para patearlo, siento una descarga eléctrica que me recorre el cuerpo, haciéndome gemir. El maldito está rozando ese punto dentro de mí, sabía que existía pero jamás imaginé tal sensación, sino lo hubiese hecho antes. Sus estocadas duelen, son erráticas y descuidadas, pero me gusta porque obtengo la combinación más letal de todas: el dolor mezclado con placer. Aaron lo nota, su mirada ardiente comprende lo que está haciéndome. Toma mi pene entre sus dedos, masturbándome a la vez que sale y entra en mí, sin detenerse un segundo. La satisfacción es demasiada, no la soporto. Cubro mi boca para evitar soltar más gemidos indecorosos, él gruñe en desaprobación.

—Quiero oírte, Evans —jadea con la respiración agitada, su mano libre sostiene las mías, poniéndolas sobre mi cabeza. 

Continúa llenándome, penetrando gustosamente, me eleva los sentidos hasta hacerme creer que atravesamos los nueve círculos del infierno. Estamos hundidos el uno en el otro, complaciendo nuestros deseos más retorcidos y oscuros. 

El infierno nunca lució tan hermoso. 

—¡Aaron! —Mi cuerpo se llena de espasmos, ahogándome entre oleadas de placer. El goce provoca un estallido furioso; el semen mancha mi abdomen, esparciéndose como el veneno más puro. 

Él sigue penetrando brusco, consiguiendo más jadeos de mi parte. No quiere detenerse, está sediento, insatisfecho. Me besa el cuello, lamiéndolo ansioso, rompiendo la poca cordura que conservo. 

—¿P-Por qué eres tan hermoso? —gruñe contra mi piel.

Siento cómo su pene empieza a latir, agrandándose. Las estocadas se vuelven erráticas, su cuerpo tiembla encima del mío, estremeciéndose. Su semen se libera en mi interior, nunca me he sentido tan lleno. Aaron permanece quieto, gozando de la sensación que lo envuelve. Descansa la cabeza sobre mi hombro. 

Y ambos nos quedamos en el infierno que creamos. 

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Advertencia: contenido sexual. 

Mejor tarde que nunca, dicen por ahí. En realidad no suelo poner ese tipo de advertencias al comienzo porque sería un gran spoiler, si la hubiese puesto no los hubiese sorprendido como creo que lo hice. 

¿O se esperaban algo así tan repentinamente? 

¡Muchas gracias por leerme!

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