"El sueño de un Ángel"

Por Maavalof

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Ella, está cansada de escuchar siempre los mismos comentarios y recomendaciones para conservar su salud físic... Más

Introducción
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Dedicatoria y agradecimientos

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Por Maavalof

Santiago se dirige a su casa donde lo espera su pequeña Marijó y su madre Estela.

En esos momentos Mariela se encuentra aún en su habitación con Aidé terminando de escribir la columna.

-¡Listo, Calixto! -exclama la locutora.
-Por fin terminamos -responde Maya, mientras apaga la computadora.

En ese instante entra Ricardo a la habitación, quien acaba de llegar de la universidad donde estudia animación:

-¿Qué onda, niñas? ¿Qué hacen? -las saluda mientras se acuesta en la cama de su hermana, la cual está llena de cojines, cómodas almohadas y muñecos de peluche.
-Sí, claro, pasa, acuéstate, estás en tu cuarto -dice con sarcasmo la escritora.
-Acabamos de terminar la columna de la próxima semana, porque aquí a tu hermanita no se le ocurría nada -indica y se burla Aidé.
-¿Y eso? ¿Por qué? Si tú siempre tienes ideas geniales -le dice el joven a su hermana, mientras juega con un oso de peluche.
-No sé, ahorita no me concentraba... Y ¡deja mi oso! -responde Mariela.
-No se concentraba porque estaba pensando en su nuevo doctor -bromea Aidé.
-¡Es cierto! ¡Cuéntame cómo te fue! -le pide Ricky, con interés.
-Ay, lo mismo de siempre, quiere que tome hidroterapia, terapia, terapia y más terapia, estoy harta -se queja desesperada Mayita.
-Pues sí, pero esas terapias te han ayudado mucho -reconoce el chico, que sigue jugando con el muñeco.
-Sí, amiga -lo apoya Aidé.
-Bueno, ¡ya! ¡Todo el día hablando de esto! Ya cambiemos de tema -les pide molesta Maya.
-Bueno, pero no te enojes... ¿Sabes cuánto me pusieron en el trabajo que me ayudaste a hacer? -cuenta el muchacho.
-¿Cuánto?
-Ocho -responde él, mientras avienta uno de los muñecos hacia la puerta de la recámara.
-¿Qué? ¡Pero si ese trabajo era de 10! -exclama indignada.
-¡Claro! Yo estaba aquí cuando lo hicieron y ¡les quedó genial! -asegura la comunicadora.
-Sí, pero el mugre profe me dijo que le faltaba no sé qué, el caso es que me puso ocho... me dieron ganas de mandarlo a la... -se interrumpe muy molesto.
-Pues lo hubieras mandado -añade Aidé, y se carcajean los tres.
-Bueno, y mi muñeco ¿qué culpa tiene? -pregunta Mariela.
-Es que me imaginé que era mi profe -admite Ricardo, riéndose.

De repente entra Cecilia al cuarto, la dueña de una pequeña escuela de danza árabe en la que da clases a mujeres de todas edades, pues a pesar de ser licenciada en informática su pasión es bailar.

Al entrar y verlos riéndose les dice:

-¡Con que hay reunión y no me invitan! -bromea mientras recoge el muñeco y se acuesta al lado de su hermano.
-Yo quisiera saber por qué todo el que entra a este cuarto va directito a mi cama y a mis muñecos. A ver, explíquenme -se queja Mariela.
-¡Eh!, no es cierto, yo no estoy en tu cama -aclara de inmediato Aidé.
-Pues porque estás en tu silla, pero mira a estos -dice la escritora.
-Es que está bien chida esta cama, y tus muñecos dan tentación porque tienes muchísimos -responde Cecy, al abrazar a un oso.
-Oye, ¿no ha llegado Jorge de trabajar? -pregunta Ricky a Cecy.
-No, no ha llegado ni él, ni mi mamá -contesta la Morena.
-Ay, pues que se apuren porque ya tengo hambre -agrega Mayitis, y ríen todos.

Mariela continúa platicando y bromeando con sus hermanos y su gran amiga, mientras Santiago llega a su casa donde su hija lo recibe con cariño y una gran felicidad al verlo:

-¡Papi, papi! -grita corriendo hacia él.
-¿Cómo está la princesa más hermosa de este mundo? -le dice él, mientras la carga en sus abrazos y le da un beso.
-Bien, papito. ¡Te extrañé mucho, mucho! -dice la pequeña.
-¡Yo también te extrañé mucho, mucho, muchisimísimo! -responde Santo, mientras entran a la casa donde está Estela.
-Madre, ¿cómo estás? -la saluda con un beso.
-Bien, hijo, ¿y tú? ¿Cómo te fue? -pregunta Estela.
-Excelente, madre... ¿cómo se portó esta princesa? -responde el médico.
-Muy bien, aunque no ha querido hacer la tarea -dice la madre.
-¿Cómo que no quiere hacer la tarea, señorita? -cuestiona Santi a su pequeña.
-Es que te estaba esperando para que tú me ayudes -argumenta Marijó.
-Pues muy mal hecho, señorita, porque usted debe hacer temprano la tarea con su abuela -señala seriamente él.
-Pero es que a mí me gusta que tú me ayudes -exclama la niña.
-Pues sí, pero yo ya vengo muy tarde, hija -contesta con un beso él.
-Es lo que le digo pero ya sabes cómo es -añade Estela.
-Ya, papi, no me regañes y mejor ayúdame, ¿sí? ¿sí? -pide con sonrisas Marijó.
-¿Por qué será que no puedo negarte nada? A ver, explícame, ¿por qué? -exclama Santo, a punto de dejarse convencer.
-Pues porque soy tu princesa y me quieres mucho, mucho -declara y lo besa Marijó.
-Vamos a hacer la tarea, a cenar y a dormir, pero eso sí... mañana hace la tarea temprano con la abuela, señorita, ¿de acuerdo? -ordena el doctor, mientras caminan hacia su recámara.
-Sí, papito -acepta Marijó, muy feliz.
-¡Qué bárbaro! ¡Qué fácil te convence! -grita Estela, desde la parte inferior de la escalera de la casa al verlos subir.
-Madre, es mi princesa, ¿cómo decirle que no? -responde y ríe Santi, desde arriba.

Santiago ayuda a su hija a realizar su tarea mientras en casa de Mariela disfrutan de una cena en familia y una plática muy amena:

-Pues yo digo que tomes la terapia, hija -opina Sara.
-Sí, cuñis, suena bastante bien -añade Jorge.
-Sí, amiga, anímate -interviene Aidé.
-¿Ves? Todos estamos de acuerdo, somos seis contra uno porque la nana también dice que sí... sorry, perdiste, tomas la terapia -señala Cecy enseguida.
-Ni modo, hermanita -se burla Ricardo.
-Bueno, ya, no quiero tomar la terapia... pero lo pensaré y cambien de tema ya -expresa Mayita, con enojo.
-¡Uy, qué genio! -comenta Ricky.

La familia Valencia sigue conversando hasta terminar la cena.

Santiago, por su lado, también cena con su hija y su madre. Después de acostar a su pequeña y platicar un momento con su madre, sale de su casa con dirección al bar, donde lo espera Alex para pasar un buen rato disfrutando de la compañía de bellas mujeres.

Al día siguiente, Mariela se encuentra desayunando con su hermana, quien leyendo la sección de sociales del periódico encuentra una nota muy interesante:

-Escucha esto, Maya: "El reconocido médico ortopedista Santiago López Carmona fue captado nuevamente en un bar de la ciudad en compañía de su amigo y socio Alejandro Méndez y dos hermosas mujeres. Y por lo que alcanzamos a ver, la pasaron muy bien" -lee Cecy en voz alta y le muestra las fotografías.
-¿Lo ves? ¡Es un mujeriego! -dice Mariela, un poco molesta.
-¿Y por qué te enojas? -pregunta la Morena.
-¿Enojarme yo? ¡Claro que no! -protesta la escritora, pero su hermana no le cree nada.

Como cada día, Santiago deja a su hija en el colegio y después se dirige a su clínica.

Y así, pasan los días; Mariela en su casa con su familia, escribiendo su segundo libro, recibiendo a sus amigas, acompañando a Cecilia de vez en cuando a la academia de danza; mientras Santiago trabaja imparablemente en la clínica y atiende a su pequeña Marijó. Obviamente, sin dejar de lado las salidas nocturnas con Alex y, por supuesto, bellas mujeres.

El día del segundo encuentro entre Santiago y Mariela llegó.
Esta vez sería Sara quien llevara a su hija a la clínica del doctor Santiago López Carmona para observar la nueva técnica en hidroterapia con la que contaba el lugar. Al llegar a la clínica Santiago le recordó a Hortensia que Mariela iría ese día:

-Buenos días, Hortensia -saluda educadamente.
-Buen día, doctor -responde sonriente ella.
-¿Hay pendientes? -pregunta el médico.
-No, doctor -responde Hortensia.
-Ok. Recuerda que hoy viene Mariela Valencia a observar la técnica de hidroterapia... en cuanto llegue me avisas -le recuerda Santiago.
-Claro que sí -responde la joven.
-Cancela las citas que tengo de diez a doce, por favor -ordena él.
-Sí, doctor -asiente ella.

Santiago entra al consultorio y atiende algunos pacientes.

A las 10 de la mañana en punto llegan a la recepción de la clínica Sara y Mariela Valencia. Saludan a Hortensia, que las recibe con una sonrisa e inmediatamente le avisa a su jefe que lo están esperando.

Santiago sale a recibirlas y las atiende de una manera muy especial, pues para él, Mariela Valencia no es cualquier paciente.

-Buenos días, Mariela, ¿cómo estás? -pregunta al darle la mano.
-Muy bien, gracias... le presento a mi madre -responde ella, con una sonrisa.
-Mucho gusto, Santiago López -la saluda de mano.
-Sara Valencia, el gusto es mío -responde gentilmente Sarita.
-Señora, déjeme decirle que tiene una hija admirable -comenta Santiago, con una gran sonrisa y viendo a Mariela a los ojos.
-Muchas gracias -responde Sara, mientras Mariela sonríe viendo al doctor un poco nerviosa.
-Bueno, pasemos al área de hidroterapia. Me imagino que Mariela ya le comentó que me gustaría que tomara hidroterapia -comenta él, al caminar por el pasillo.
-Sí, y estoy totalmente de acuerdo doctor, la que no se decide es ella -responde Sara.
-Ok, no hay que presionarla, recuerde que su hija es quien decide sobre su cuerpo -recalca Santi.
-¿Ves? El doctor sí me entiende -bromea Mayita, mientras le sonríe a Santiago.

Llegan al área donde se aplica la hidroterapia, donde se encuentra un grupo de terapeutas atendiendo a algunos pacientes.

También hay varias tinas pequeñas para el hidromasaje y varios aparatos que utilizan para lo mismo. Por último hay una piscina mucho más grande que las anteriores, que es para dar terapias grupales o para pacientes que necesiten de un espacio más amplio.

Santiago les explica a ambas las funciones de cada uno de los aparatos del lugar, entre otras cosas.

-Supongo que ya conocían algunos de estos aparatos, ¿no es así? -pregunta el médico.
-Sí, claro -confirma la joven.
-Ok. Mira, Mariela, en caso de que aceptes la terapia la tomarías en la piscina, ya que es más amplia y estarías más cómoda -comenta él, mientras se acercan a la piscina.
-¡Sería genial, hija! -dice Sara, tratando de animarla.
-Sí, suena muy bien y me agrada el lugar -contesta Maya, viendo a Santiago.
-Qué bien que te guste -le sonríe el ortopedista.
-Yo diría que aceptes, mi amor -señala Sarita.
-Si aceptas recibirás la atención del mejor terapeuta de la clínica. Te lo aseguro -dice Santiago, al agacharse frente a su silla con una gran sonrisa.

Mariela, más allá de responderle, se queda observando sus ojos y esa sonrisa que no ha podido sacarse de la mente en todos estos días. Permanece así por unos instantes hasta que reacciona diciendo un poco nerviosa:

-El terapeuta es lo de menos, estoy segura de que aquí cuentan con personal excelente. Pero si usted me ofrece al mejor pues... ¡adelante! -responde sonriendo la escritora.
-¿Eso quiere decir que aceptas? -pregunta él.
-¡Probemos! ¡A ver qué pasa! -exclama y sonríe ella.
-¡Probemos! ¡A ver qué pasa! -repite Santi entusiasmado.
-¡Qué bueno, hija! -dice Sara, al abrazarla y darle un beso.

Mariela sonríe aunque se siente un poco nerviosa.

-Perfecto. Entonces nos vemos el lunes a esta hora. ¿O prefieres otro horario? -pregunta el doctor.
-No, ¡éste está perfecto! -declara Mayita.
-Ok. Entonces en un momento pasan con mi secretaria para que te anexe a la lista de pacientes del lunes. Te tocaría venir tres veces por semana. ¿Te parece?
-Sí, está bien -contesta ella.
-¿Y ahí también nos dirán el costo? -pregunta Sara.
-Así es, señora -afirma él, amablemente.
-Ok -asiente la madre.
-Obviamente los ejercicios serán de acuerdo a tus necesidades, Mariela -señala Santiago.
-Claro -responde Mariela.

Después de un rato Mariela y Sara pasan a hablar con Hortensia y arreglan todo para recibir la primera sesión terapéutica el lunes.

Santiago las acompaña hasta el último momento que están en la clínica y durante todo ese tiempo no deja de observar a Mariela ni un instante. Y a decir verdad, ella hace lo mismo con él.

El fin de semana transcurre como cualquier otro, Mariela, por su parte, convive con su familia saliendo a comer y a pasear con ellos, también ve a Aidé y a Cata, licenciada en educación especial, que conoció a Mariela hace alrededor de seis años en un evento
para personas con discapacidad y a partir de ahí, nació una gran amistad entre ellas.

Por su lado Santiago pasa el fin de semana cuidando y consintiendo a Marijó, la lleva de paseo y de compras. Obviamente el reventón con Alex no se quedó atrás.

A pesar de estar con su familia y amigos, Santiago y Mariela no dejan de pensar en que el lunes se volverán a ver, pues ambos por alguna extraña razón que ni ellos mismos entienden desean que ese momento llegue pronto.

El lunes llegó y el momento de encontrarse estaba cerca. Santiago entró a la clínica con gran alegría, tal como siempre hacía, sólo que hoy cargaba una pequeña maleta, la cual no acostumbraba a llevar.

-Buen día, doctor -lo saluda Hortensia.
-Hola, buenos días -exclama él.

En ese instante entra Alex, quien al verle la maleta le dice:

-Santi, Santi, Santi, veo que era en serio lo que me dijiste anoche.
-Alex, Alex, Alex, sí, era muy en serio -dice Santo, mientras caminan hacia su consultorio.
-Santiago, yo no entiendo francamente por qué insistes en ser tú quien le aplique la hidroterapia a Mariela Valencia -le dice Alex, muy confundido.
-Alex, créeme que ni yo mismo sé por qué lo hago -confiesa Carmona.
-Estás mal, amigo, porque para que tú des una terapia... o te gusta alguna vieja familiar del paciente, o el paciente te lo pide -se burla Alejandro.
-Pues esta vez ni una ni otra, brother -aclara de inmediato Santo.
-¿Entonces? -pregunta Méndez.
-No sé, no sé, no sé, ya te dije que hay algo en ella que... no sé. Y ya déjame en paz -responde Santi, desesperado.
-¡Estás mal, amigo! -repite Alex, al salir del consultorio.

Santiago se queda en su consultorio dando algunas consultas, mientras que

Mariela se arregla y desayuna para ir a su primera terapia. Las hermanas Valencia llegan a la cita a la hora acordada y quien las recibe es Hortensia:

-Buenos días, adelante.
-Buenos días, gracias -responde la Morena.
-Pasen al área de hidroterapia, ahí las está esperando ya su terapeuta -indica la amable secretaria.
-Ok. Gracias -añade Cecy, sonriendo.

Mariela se extraña mucho al ver que Santiago no sale a recibirla como la vez pasada, sin embargo no dice nada y le indica a su hermana el área donde recibirá su terapia.

Al llegar al lugar una de las terapistas les muestra dónde se encuentran los vestidores para que Mariela se cambie.

Cecilia ayuda a su hermana a ponerse su traje de baño y prepararse para entrar al agua.

Cuando salen del vestidor otra de las terapistas les dice que el terapeuta de Mariela es el que está parado en la orilla de la piscina.

Cecilia camina empujando la silla de su hermana hasta acercarse a donde está el terapeuta y al verlo de espaldas le dice:

-Disculpe, me dijeron que usted atenderá a mi hermana -comenta Cecilia.

En ese momento voltea el terapeuta para decirle:

-Claro que sí -con una gran sonrisa.

Mariela sonríe y siente un poco de emoción al ver que el terapeuta es nada más y nada menos que Santiago.

-¿Usted? -dice la Morena desconcertada, mientras él observa a Mariela.
-No entiendo, ¿usted me dará la terapia? -pregunta muy confundida la escritora.
-Te prometí que serías atendida por el mejor terapeuta de la clínica, ¿no? -exclama Santo, y se agacha frente a ella.
-Sí -contesta ella.
-Pues aquí lo tienes -indica el médico.
-¿Es en serio? -pregunta muy sorprendida Maya.
-Es broma, ¿verdad? -agrega Cecy.
-Claro que no es broma... es en serio, yo seré quien te atienda -dice Santiago, sonriendo frente a ella.
-Aaam... -emite Maya, sin saber qué decir y sintiéndose más nerviosa.
-¿Comenzamos? -propone Santiago.
-Sí, claro -acepta la paciente.
-¿Me meto yo con ella también? -pregunta enseguida Cecilia.
-No, no hace falta, yo la meto -contesta el ortopedista.
-¿Seguro? -insiste la Morena.
-Sí. No se preocupe -repite él.

Mariela se queda viendo a su hermana con ganas de decirle que no la deje meterse sola con él.

Santiago acerca la silla a la piscina y le dice:

-Ok, tú confía en mí, ¿de acuerdo?
-Ok -responde nerviosa y con algo de miedo.

Santiago toma entre sus brazos a Mariela, la lleva cargando hasta la piscina y entra en ella con mucho cuidado, mientras Cecy se acerca por si se ofrece algo.

Ya dentro del agua Santiago le pide a uno de los terapeutas que encienda el aparato que se utiliza para la hidroterapia, obviamente sin descuidar a Mariela, quien está más nerviosa que nunca; pues toda su vida había tomado sus terapias estando algún familiar cerca de ella, jamás había estado sola con los terapeutas y mucho menos con un doctor.

Encendido el aparato, Santiago inicia la terapia:

-¿Estás nerviosa? -le pregunta mientras la sostiene fuertemente.
-Sí.
-¡No tienes por qué estar nerviosa! ¡Confía en mí! ¿O no confías en mí? -le dice el doctor.
-Sí -afirma ella.
-Bueno, entonces te vas a poner boca arriba -indica él, mientras le ayuda a moverse.
-Quiero que te relajes, relájate, cierra los ojos y siente el movimiento del agua, siente cómo se mueve y recorre todo tu cuerpo -le dice observando su rostro, mientras ella sigue todas sus instrucciones aunque no puede evitar sentirse nerviosa y hasta un poco insegura por estar sola con él dentro del agua.
-Tranquila, respira profundo y piensa en algo bonito, algo que te guste mucho -exclama, mientras quita con cuidado de su rostro el cabello que el agua trae hacia él.

Mariela se siente ya más tranquila y obedece todas las órdenes de Santiago a pesar de que no deja de sentir un poco de nervios; mientras tanto Cecy observa a su hermana desde una de las bancas del lugar.

-Ya estás más relajada, ahora poco a poco empieza a mover las piernas, bueno, primero mueve los dedos de los pies, muévelos despacio, muévelos -dice al observarla fijamente sin dejar de sostenerla.
-Eso es, muy bien. Ahora sí empieza con las piernas, muévelas, flexiona una y luego la otra, poco a poco. ¿Te duele? -ordena y pregunta el ortopedista.
-No -contesta ella.
-Ok, sigue moviéndolas, muévelas lento, lento -dice Santo, mientras pasa su mano por el rostro de Mariela para evitar que el cabello se le venga encima.

Mariela abre los ojos y concentra su mirada en el rostro de Santiago, al mismo tiempo que hace los ejercicios.

-Muy bien, vas muy bien, ahora empieza a mover los dedos de las manos, abre y cierra las manos.

Santiago observa que Mariela sólo mueve los dedos de la mano derecha, pues la mano izquierda la mantiene cerrada.

-Trata de extender también la mano izquierda, ¿no puedes? -pregunta viéndola a los ojos.
-No.
-¿Cómo que no? ¿Te duele al abrirla? -vuelve a preguntar él.
-Sí -confiesa Maya.
-Intenta abrirla, poco a poco, yo te ayudo -exclama el médico, y le toma la mano tratando de ayudarla.

Santiago la ayuda abriéndole suavemente la mano para no lastimarla, Mariela se relaja y logra abrir la mano completamente.

-Muy bien, ¿te duele? -pregunta.
-No -responde la joven, mientras él entrelaza sus dedos con los de ella.
-Muy bien, trata de mantenerla así lo más que puedas. Mueve los brazos ahora sí, arriba y abajo, primero uno y luego el otro -añade con una sonrisa Santo.

Santiago y Mariela continúan la terapia hasta concluir la sesión de ese día.

Al salir del agua, Santiago carga de nuevo a Mariela entre sus brazos y camina así hasta sentarla en su silla de ruedas.

Cecilia cubre rápidamente a su hermana con una toalla y se dirige a Santiago:

-¿Cómo la vio, doctor? -pregunta con interés.
-Pues para ser la primera vez que le doy la terapia, estuvo bastante bien -responde sonriendo y viendo a Mariela.
-Sí y eso que está acostumbrada a que se meta uno con ella -comenta la Morena.
-Sí, me di cuenta, estaba un poco nerviosa, ¿verdad? -le dice a Mariela.
-Sí -declara la paciente.
-Bueno, doctor, muchas gracias -dice Cecy, al darle la mano para despedirse.
-De nada. Para eso estamos. Nos vemos el miércoles -contesta él.
-Claro -asegura Cecilia.
-Hasta el miércoles, Mariela -le dice al darle la mano con una gran sonrisa.
-Hasta luego -responde Mayitis, de la misma manera.

Cecilia toma la silla de su hermana y camina con ella hacia los vestidores mientras Santiago también se dirige hacia allá.

A punto de entrar a los vestidores Santiago se detiene y dice:
-Por cierto... nuevamente felicidades por la columna de hoy, Mariela.
-Gracias -responde ella, y entra al vestidor.

Cecilia ayuda a su hermana a bañarse y vestirse y después se van a casa, mientras Santiago sigue atendiendo a sus pacientes el resto del día.

Durante la cena Mariela le cuenta a su familia cómo le fue en su primera terapia con el nuevo médico y, a decir verdad, todos se sorprendieron mucho al saber que era él mismo quien le dio la terapia.

Por su parte, Santiago cena también con su hija y su madre y durante la plática él les comenta que está atendiendo a una paciente muy especial en la clínica. Ambas quedan sorprendidas al escuchar que el nombre de la paciente es Mariela Valencia, una de las autoras favoritas de Santiago.

Los días transcurren. Mariela ha tomado ya seis sesiones de
hidroterapia junto a Santiago y en esos días él ha procurado atenderla lo mejor posible mientras ella poco a poco ha ido dejando de sentir tantos nervios a la hora de tomar la terapia, ya se siente un poco más segura que el primer día.

Es viernes en la tarde y Mariela se encuentra en su casa en compañía de sus amigas Aidé y Cata platicando:

-¿Cómo te fue hoy en la terapia, Maya? -pregunta Cata, con curiosidad.
-Bien, amiga. Ya sabes, lo mismo de siempre, ejercicio, ejercicio y más ejercicio -contesta Mariela.
-Oye, sí, pero yo sigo sin creer que sea el mismísimo doctor Santiago López Carmona quien te da la terapia -comenta Aidé impresionada.
-Yo también, amiga -responde sonriendo la escritora.
-Bueno, pero es que atender a Mariela Valencia no es cualquier cosa. ¿están de acuerdo? -señala Cata, acertadamente.
-¡Obviamente! -exclama Mayita.
-Pero si de eso se trata ¿Qué le costaba haber mandado a uno de los mejores terapeutas de la clínica a atenderte? -cuestiona Aidé.
-Eso sí, está medio raro -afirma Catalina.
-No sé, ¿no les estoy diciendo que ni yo misma lo entiendo? -expresa muy confundida la escritora.
-Otra cosa, ¿por qué no quiso que se metiera contigo alguien de la familia para ayudarte aparte de él? -vuelve a cuestionar la locutora.
-¡Es cierto! Nunca te habías metido sola a hidroterapia -menciona Cata.
-No sé, no sé por qué lo hace, no entiendo y al igual que ustedes estoy desconcertada... lo único que sé es que ese doctor tiene algo que... -confiesa sonriendo Mayitis.
-Algo ¿de qué? ¿o qué? -pregunta Cata.
-Algo, algo, no sé, hay algo en él que... -expresa Maya.
-Que ¿qué?
-No sé, no sé cómo le hace pero siempre termina convenciéndome de hacer cosas que yo no puedo o no quiero hacer -confiesa una vez más Mariela.
-¿A qué te refieres? -pregunta Aidé, sin entender.
-¡Sí! Miren para empezar yo no quería tomar más terapia y, a pesar de que desde el principio le dije que no, ¡terminó convenciéndome! Y a veces estamos en la terapia y me pide que haga algunos ejercicios que no puedo hacer porque me duele ¡y siempre termino haciéndolos! -cuenta Maya
-O sea que... -indaga Cata.
-O sea que ese doctor tiene el poder del convencimiento sobre Maya -bromea Aidé, y ríe junto con Cata.
-Ja-ja-ja, chistosita... ay, yo no sé por qué hablo de esto con ustedes, si ustedes son pura payasada -les contesta con enojo Mayita.
-Ya, ¡no te enojes! Además, tú empezaste a hablar de él -indica Catalina.
-Bueno ya. Cambien de tema, ¿sí? -dice molesta la escritora.
-Sí, Cata, ya deja de molestarla -exclama la locutora.
-¿Yo qué? Tú eres la que le está diciendo -responde enseguida Cata.
-Ya, cállense las dos -agrega un tanto fastidiada Mariela.

Mientras Mariela sigue conversando con Aidé y Cata, Santiago
se encuentra en su consultorio con Alex:

-¡Qué bueno que ya es viernes! -expresa con alivio Alex.
-Lo dices en un tonito que parece que de veras trabajaras toda la semana, brother -le contesta Santiago.
-¡Por supuesto que trabajo! -aclara Méndez.
-Te haces menso, que es otra cosa -declara y ríe Santiago.
-¡Claro que no! ¿Ahora me vas a decir que yo no trabajo y tú sí? -cuestiona indignado Alejandro.
-Pues no, pero más que tú sí trabajo, ¡eeh! -señala Carmona.
-Pues trabajas más porque quieres, porque haces cosas que no deberías hacer -contesta Alex.
-Ajá, sí, cómo no. Es cierto, tienes razón -exclama con sarcasmo Carmona.
-Claro que tengo razón... y aun no entiendo, no capto, no me explico por qué tu trauma de darle terapia tú mismo a Mariela Valencia, amigo mío -dice con desespero.
-Alex, Alex, Alex, llevas quince días con eso, y ya te dije que ni yo mismo sé por qué lo hago. Ya déjame en paz, deja de molestarme con eso -repite Santiago.
-Bueno, ya... ¿vamos al antro? -propone Méndez, y su amigo se niega.
¿Qué? ¿No quieres ir al antro? ¿Te sientes bien? -cuestiona al instante.
-Me siento perfectamente bien y no, no quiero ir al antro porque no tengo ganas... quiero estar con Marijó un rato -dice Santo, mientras sale del consultorio y se dirige a su auto.
Amigo, estás mal, muy mal -exclama Alejandro.
-Déjame en paz -pide Carmona, al subirse al coche.
-Ok. Si cambias de opinión ya sabes dónde encontrarme -dice Alex.
-Ándale, pues, gracias -añade Santi, al arrancar el auto.

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