Zero Hour ➳ Jeongcheol

By snowcoups

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"El equipo SILVER de los P.L.E.D.I.S. (Police of Laboratory Equipments with Defense and International Service... More

Prólogo
«Capítulo 1»
«Capítulo 2»
«Capítulo 3»
«Capítulo 4»
«Capítulo 6»
«Capítulo 7»
«Capítulo 8»
«Capítulo 9»
«Capítulo 10»
«Capítulo 11»
«Capítulo 12»
«Capítulo 13»
«Capítulo 14»
«Capítulo 15»
«Capítulo 16»
«Capítulo Final»
Epílogo

«Capítulo 5»

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By snowcoups


—Jeonghan.

El joven no contestó ni se volvió hacia él, únicamente bajó el arma. Seungcheol deseó que hubiera algo que pudiera decir, pero supuso que sería mejor mantener la boca cerrada. La situación hablaba por sí misma. El hombre tendido en el suelo llevaba el uniforme de los P.L.E.D.I.S., probablemente era un amigo del chico, y había sido infectado.

Seungcheol le concedió un momento a Jeonghan, pero no pensaba que pudieran permitirse muchos más lujos. No podía estar seguro, pero parecía que el tren estaba ganando velocidad. Si estaba sin control, seguramente descarrilarían y probablemente morirían. Si alguien lo controlaba, entonces necesitaban saber quién y por qué.

—Jeonghan —dijo de nuevo, y esta vez el joven se volvió hacia él, sin avergonzarse de sus lágrimas.

—¿Te he oído disparar hace unos minutos? —le preguntó.

Seungcheol asintió con un gesto e intentó sonreír, pero no le salió.

—Un bicho monstruoso. ¿Y tú?

—Un perro —contestó el rubio, y se enjugó la última lágrima—. Y... alguien a quien conocía.

Seungcheol se removió incómodo y ambos se quedaron en silencio durante un segundo. Finalmente, Jeonghan suspiró y se apartó el flequillo de la frente.

—Dime que has encontrado las llaves.

—Algo parecido —repuso el mayor, alzando la escopeta.

—No servirá —replicó y suspiró de nuevo—. Tiene cierres magnéticos, como la cámara de un banco o algo así.

—¿En un tren de pasajeros? —preguntó Seungcheol.

—Es privado —Jeonghan se encogió de hombros—. Le pertenece a la Corporación HANA.

La compañía farmacéutica. Entre el consejo de guerra y la sentencia, Seungcheol no había prestado mucha atención sobre donde lo iban a ejecutar, pero lo recordó de repente. Gimpo, lo más parecido a una metrópolis que había en esa zona y el lugar donde la megacorporación HANA se había instalado inicialmente.

—¿Tienen su propio tren?

Yoon asintió.

—HANA está por todas partes aquí. Oficinas, investigación médica, laboratorios...

"Hoy hemos tenido noticias del laboratorio de Taiyō... y nos enviarán lasemana que viene para comprobar su estado"

El bosque de Gimpo, la misma ciudad, todo se hallaba situado en las montañas Taiyō.

Los pensamientos de Jeonghan parecían ir en la misma dirección.

—No pensarás que...

—No lo sé —repuso Seungcheol—. Y en este momento, no me importa. Aún tenemos que atravesar esa puerta.

Jeonghan comenzó a caminar de nuevo hacia la parte delantera del tren, luego pareció no pensárselo mejor, quizá porque no quería ver a su amigo. Fijó los ojos en el suelo y habló en voz baja.

—Hay un cadáver junto a la puerta, un hombre con una llave en la mano —dijo—. Puede que abra algo útil.

—Espérame un segundo —le indicó Seungcheol.

El mayor pasó ante el rubio y avanzó por el corredor hasta llegar al final. El decrépito cadáver de un empleado del tren se hallaba apoyado contra la puerta cerrada, era el cuerpo sobre el que el joven estaba inclinado cuando se vieron por primera vez. Y sí que tenía una llave metálica en la agarrotada mano. Seungcheol se la cogió y la observó bajo la tenue luz. Tenía pegada una etiqueta en la que se leía "VAGÓN RESTAURANTE".

"¡Qué gran ayuda!
Muchísimas gracias"

La dejó a un lado y pasó cerca de un minuto registrando la chaqueta del cadáver. En un bolsillo sólo encontró un paquete de cartas, y en el bolsillo delantero un puñado de caramelos de menta cubiertos de borra... Pero en otro había varias llaves más cogidas a una anilla. Dos no estaban etiquetadas, pero en una tercera estaba grabada la palabra "REVISOR" en el metal. Seungcheol se las guardó en el bolsillo y, después de pensarlo un momento, se agachó y con cuidado le sacó la chaqueta al cadáver. No pudo evitar una mueca de asco al notar la textura fría y esponjosa de su piel. El pobre tipo no parecía haber pillado el virus, pero una o varias personas desconocidas lo habían mordido repetidamente, del rostro y las manos le habían arrancado grandes pedazos de piel y músculo; estaba hecho un desastre.

Seungcheol regresó a donde se hallaba Jeonghan, pero se detuvo antes para cubrir con la chaqueta el cadáver del P.L.E.D.I.S. muerto. Sólo le ocultaba el rostro y la parte superior del cuerpo, pero supuso, pensando en el chico, que cualquier cosa sería mejor que nada. Cuando Jeonghan se acercó, le hizo un movimiento con la cabeza enseñal de agradecimiento, pero no dijo nada.

—La llave que viste era del vagón restaurante, donde ya hemos estado —le explicó, y sacó el llavero del bolsillo—, pero puede ser que éstas abran algo.

Se hallaban ante la puerta que estaba señalada como la oficina del revisor. Seungcheol alzó la llave grabada. Con un gesto de asentimiento de Jeonghan, la metió en la cerradura y la hizo girar sin problemas. Alzó su arma y empujó la puerta, preparado para disparar contra cualquier cosa que no se identificara al primer segundo.

No había nadie.

Seungcheol se relajó un poco y entró en la oficina. Jeonghan esperó en la puerta con el arma desenfundada y miró hacia el escritorio cubierto de papeles. Comenzó a revisarlos mientras Seungcheol registraba el resto de la cabina.

—Horarios, cartas... Hay algo llamado "Manual de uso del lanzagarfios"... Informes de mantenimiento; una nota sobre un cierre de anillo, sea lo que sea eso; hojas de pedido para la cocina...

Seungcheol abrió el armario mientras el menor seguía recitando el contenido del escritorio. Un par de letreros, postales y varias notas enganchadas en el interior de la puerta, talonarios de gastos y un maletín cerrado. Seungcheol lo cogió y lo sacudió. Algo se agitó en el interior, pero pesaba muy poco. No era probable que fuera una llave, pero siempre quedaba la esperanza.

Examinó la cerradura con el entrecejo fruncido. No había agujero para ninguna llave, aunque en la parte superior tenía una hendidura en forma de círculo. Movió el picaporte. Estaba firmemente cerrado. Seguramente lo podría desmontar, pero era de buena calidad y posiblemente le ocuparía un tiempo que no podía perder.

—Hace un momento has dicho algo de un cierre de anillo, ¿no? —preguntó.

Jeonghan apartó unos cuantos papeles.

—Ah... Aquí. Es una nota escrita a mano; dice: "Modo de acceso a porta, cierre de anillo separado, dos partes"

Seungcheol comenzó a encogerse de hombros, y entonces sintió una oleada de excitación cuando vio el portafolios. La llave estaba en el maletín, lo presentía. Observó atentamente la cerradura y de repente recordó el extraño anillo de plata que había hallado arriba, antes de su encuentro con la cosa escorpión. Las muescas de la hendidura se parecían a las del anillo. Pero en la nota dice dos partes, y...

—Eh, he encontrado un anillo en la parte trasera del tren —exclamó Jeonghan.

Seungcheol alzó la mirada mientras el joven se sacaba un anillo de oro del dedo índice, y antes de que se lo entregara, supo que se trataba de la segunda parte.

—Creo que hemos dado en el clavo —dijo Seungcheol, sonriendo. Era su primera sonrisa desde... desde no sabía cuándo.

En la cabina del maquinista tenía que haber una radio, y controles, y tal vez un mapa que les dijera cómo diablos salir de los bosques. Ya casi habían salido de ésta, estaba seguro. Pero no tenía ni idea.

Alguien había hecho arrancar el maldito tren. Era posible que alguno de los empleados siguiera vivo, pero Haruto supuso que lo más seguro era que uno de los portadores, con el cerebro hecho papilla, se hubiera caído sobre los controles. En cualquier caso, el piloto del helicóptero ni siquiera había dudado, simplemente había cambiado el momento de llegada en unos cuantos segundos. Lo habían alcanzado a tiempo; si no lo detenían, el tren se iría directo contra el centro de formación y se estrellaría, y lo último que necesitaban era llamar la atención sobre cualquiera de las áreas infectadas que se habían aislado.

—Nos desplegamos ahora, cambio.

Haruto esperó. Podía oír el ruido del helicóptero en el fondo, incluso podía oír las cuerdas por las que descendían los hombres cortando el viento.

—¿Estás seguro que esto es el virus? Quiero decir... ¿No podría tratarse de un secuestro o de... un fallo mecánico, quizá? Quiero decir... ¿Sabemos sin duda que tu equipo está aquí para encargarse del tren?

Haruto suspiró internamente. Arima Takarai era un hombre inteligente, pero también obsesivamente paranoico. Su convicción de que la corporación HANA quería robarle su trabajo era de una intensidad casi infantil.

—Estamos seguros —respondió—. ¿Qué otra cosa podría ser, si no fuera el virus?

Arima hizo un gesto con la cabeza hacia el monitor donde había visto al soldado con el brazo de goma.

—Quizá algo relacionado con eso.

Haruto se encogió de hombros. Era una mutación, tenía que serlo. Extraña, pero no imposible.

—Lo dudo. No te preocupes, Arima. Nadie de arriba sabe nada de tu precioso virus —dijo. No era exactamente cierto, pero Haruto no estaba de humor para consolarlo—. En cuanto al tren..., quizá el virus se adapte mejor de lo que pensábamos.

Esa explicación no pareció convencer a Arima, lo que no era una sorpresa, porque a Haruto tampoco lo convencía. Si la infección en el tren era un accidente, entonces él estaba casado con Kim Taeyeon, por decir algo.

—La mansión, los laboratorios, el tren... ¿Quién lo habrá hecho? —preguntó Arima en voz baja—. ¿Y por qué?

Uno de los comandos de limpieza los interrumpió.

—Estamos abajo, cambio.

El sonido de fondo de las hélices del helicóptero había sido reemplazado por el rítmico traqueteo de un tren en movimiento.

—Excelente —dijo Haruto, y volvió a tapar el micrófono para poder contestara Arima—. Eso es irrelevante. Lo que importa ahora es que no salga, que no se extienda más. Hay que destruir el tren. Todas las pruebas deben desaparecer. Seguro que lo entiendes, Arima. No crees un problema —destapó el micro y habló por él—. ¿A qué distancia se hallan de la próxima bifurcación? Cambio.

—A no más de diez minutos, probablemente...

Haruto esperó a que pasara la estática.

—Repita. No lo he entendido. Cambio.

Hubo un chirriante estallido de acoples, lo suficientemente alto como para doler. Haruto se echó hacia atrás y vio a Arima haciendo una mueca ante el sonido... Y entonces se oyeron gritos, ambos hombres en el tren chillaron a la vez.

—¡Ah, Dios! ¿Qué demonios...?

—¡Jesús!

—¡Sácamelo, sácamelo de encima!

—¡No! ¡Nooo! ¡Noo...!

Se oyeron varias ráfagas de los rifles automáticos, luego el grito inarticulado de dolor y terror de un hombre sobre ese sonido y finalmente sólo el zumbido de la estática. Haruto apretó los dientes con fuerza mientras a su espalda, Arima comenzaba a respirar agitadamente, preso del pánico. Al parecer, sí que había un problema.

Se hallaban ante la puerta cerrada. Jeonghan sujetaba la tarjeta y tenía una sensación de triunfo desproporcionado en comparación con lo que realmente habían logrado. Supuso que probablemente se debía a que se sentía emocionalmente agotado. No había sido difícil, habían encontrado un par de anillos y habían abierto el portafolios. A pesar de todo, se sentía como si hubiera resuelto el enigma de la maldita esfinge.

Seungcheol le hizo un gesto para que abriera la puerta, inclinando la cabeza hacia un lado. Seguía escuchando atentamente. Le aseguró que había oído un helicóptero en el exterior cuando habían ido a buscar el anillo, y a alguien gritando poco después.

Jeonghan no había oído nada. Probablemente Seungcheol estaba tan exhausto como él, considerando... considerando que estaba de camino hacia su ejecución.

"No empieces a hacer comparaciones.
Por mucho que haya hecho para ayudarte, sigue siendo un asesino, y olvidarte de eso te puede costar la vida"

"De acuerdo"

En cuanto hubiera llegado a una radio que funcionara, se habría acabado esa tregua.

El mayor pasó la tarjeta por el lector y la lucecita roja cambió a verde. La puerta se abrió con un clic y Seungcheol la empujó hacia dentro. El sonido del tren se convirtió en un rugido mientras la puerta se abría sobre una pasarela de rejilla que estaba parcialmente expuesta a los elementos.

El viento y la niebla los salpicó cuando pisaron la pasarela. A la derecha había una especie de jaula cerrada con equipo que se extendía a lo largo de todo el vagón; a la izquierda sólo había un pasamanos y la violenta noche que atravesaban a toda velocidad. Delante, en otro vagón, vieron lo que debía de ser la cabina del conductor, aunque era difícil juzgar en la oscuridad.

Jeonghan se aferró al pasamanos cuando se dio cuenta de la velocidad a la que avanzaba el tren; realmente estaban volando sobre las vías.

El rubio se detuvo mientras Seungcheol avanzaba rápidamente unos pasos y se agachaba junto a un hombre o una mujer. Había un segundo cuerpo a más o menos a un metro del primero. Ambos iban vestidos con trajes de asalto y tenían el rostro oculto tras visores tintados.

"¿Un equipo de militares? ¿Cuándo han llegado aquí? ¿Y por qué sólo dos?"

Mientras se acercaba, el joven pudo ver que ambos brillaban a causa de la baba que los cubría, la misma porquería espesa que excretaban las sanguijuelas del vagón restaurante. El uniforme, los chalecos antibalas y las piezas metálicas no llevaban ninguna insignia. No eran del departamento de policía ni militares de Gimpo.

Seungcheol observaba la pared de rejilla metálica de la derecha. Jeonghan le siguió la mirada y vio lo que parecía una tela de araña gigante hecha de hilos negros enganchadas a la parte interior de la reja, de la que colgaban miles de sacos semi translúcidos. Sacos de huevos. De las sanguijuelas.

Jeonghan sintió un escalofrío, y Seungcheol se incorporó de nuevo sacudiendo la cabeza. Tuvo que gritar para que el rubio le pudiera oír sobre el estruendo de tren.

—¡No hay nada que hacer! ¡Están muertos!

Jeonghan ya lo había supuesto, pero no iba a fiarse de su palabra. Pasó ante él y examinó los dos cuerpos en busca de alguna señal de vida. Notó las extrañas hemorragias que brotaban de pequeños montículos sobre la piel pálida. Seungcheol tenía razón, y tal vez también la había tenido al decir que había oído gritos hace unos minutos atrás.

A pesar de la lluvia, ambos cuerpos aún estaban calientes. Se incorporó, se volvió a agarrar a la barandilla y siguió a Seungcheol hasta el siguiente vagón. Justo estaba pensando qué iban a hacer si se encontraban con otra puerta cerrada cuando vio al mayor empujar hacia dentro la puerta. Salieron de la lluvia y entraron en una cabina de maquinista relativamente pequeña, limpia y ordenada, excepto por la fina y homogénea capa de baba que cubría la consola de controles que se hallaba enfrente.

Los oídos le silbaron a Jeonghan por el súbito silencio cuando la puerta se cerró tras él, pero estaba más preocupado con las numerosas luces rojas parpadeantes que cubrían la reluciente consola. Seungcheol se acercó y contempló los múltiples paneles de control durante un momento y luego presionó sobre un teclado que se hallaba ante una pequeña pantalla. El monitor permaneció negro. Seungcheol se volvió para mirar a Jeonghan con una expresión sombría.

—Los controles están bloqueados —dijo.

Jeonghan sacó la tarjeta magnética del bolsillo de su chaleco. No había números en ningún lado, nada que pudieran utilizar como secuencia. Se acercó a Seungcheol, intentando no prestar atención a la lluvia que golpeaba el parabrisas y a la vertiginosa masa tenebrosa de los bosques, y apretó unos cuantos botones. Las teclas parecían bloqueadas, no se hundían completamente. Comenzó a buscar cualquier cosa con la palabra "EMERGENCIA" escrita encima.

—Aquí —dijo Seungcheol, y alargó la mano hacia una palanca que sobresalía de un lado de la consola. Cuando la apretó, por la pantalla del ordenador comenzaron a pasar palabras.

"FRENOS DE EMERGENCIA

LAS TERMINALES FRONTAL Y POSTERIOR DEBEN ESTAR ACTIVADAS ANTES DE FRENAR.

¿RESTAURAR LA CORRIENTE A LA TERMINAL POSTERIOR?"

Eran los controles que Jeonghan había visto al final del tren. Seungcheol apretó la tecla de activación.

"CORRIENTE RESTAURADA EN LA TERMINAL POSTERIOR DE FRENADO"

—Gracias a Dios —exclamó Jeonghan—. Hazlo ya, detén esta cosa.

El tren parecía ir a una velocidad imposible. El rugido de los motores era más estruendoso que antes y parecía a punto de llegar a un volumen de paroxismo. Seungcheol apretó la palanca. Se movió con facilidad, con demasiada facilidad, y nuevas palabras recorrieron la pantalla.

"LA SECUENCIA DE LOS FRENOS TRASEROS DEBE SER ACTIVADA ANTES DE QUE SE ACCIONEN LOS FRENOS"

—¡Oh, tiene que ser una broma! —exclamó Seungcheol, haciendo una mueca—. ¿Cómo que no podemos activar los frenos de emergencia desde la maldita sala de control?

—Es posible que podamos, sólo que no sin autorización —repuso Jeonghan—. Aunque, manualmente... He visto la terminal posterior, está fuera del último vagón. Voy para allí.

Seungcheol negó con la cabeza, mirando hacia la oscuridad que pasaba ante ellos demasiado de prisa.

—No, déjame que vaya yo. No te ofendas, pero creo que puedo correr más deprisa que tú. ¿Hay por ahí un sistema inter-comunicador? Te puedo llamar cuando lo haya activado.

Ambos comenzaron a buscar, pero la consola estaba llena de interruptores y paneles sin ninguna indicación, tardarían demasiado tiempo en descubrir para qué servían. Jeonghan comenzó a decirle que tendría que correr, y por la gran velocidad a la que parecía avanzar el tren, seguramente tendría que hacer un sprint, cuando de repente se acordó de Dongho.

—La radio de Dongho —dijo—. La tenía antes de que... Todavía debe de llevarla encima.

Seungcheol ya corría hacia la puerta.

—La cogeré de camino.

—Ten cuidado, Seungcheol.

El mayor asintió con un gesto y lanzó otra mirada hacia el exterior.

—Estate preparado para darle a los frenos desde aquí. Tengo la sensación de que, de una forma u otra, vamos a parar muy pronto.

Abrió la puerta hacia el estruendo, y salió.

Los segundos pasaban lentamente. Jeonghan se aseguró de que su radio estuviera funcionando y mantuvo la mano sobre la palanca de frenos mientras contemplaba la noche. El tren tomó una curva demasiado rápido, y Jeonghan cerró los ojos rogando para que la máquina descontrolada se mantuviera en la vía e imaginando que sentía elevarse las ruedas para luego volver a caer sobre los raíles.

Seungcheol tenía razón, de una forma u otra, no iban a ir mucho más lejos.

"¿Por qué tarda tanto?"

Sólo habían pasado unos minutos, pero eso ya era mucho. El rubio agarró la radio y apretó el botón para transmitir.

—¿Seungcheol, me oyes? ¿Cuál es tu situación? Cambio.

Nada.

—¿Seungcheol? —esperó mientras contaba lentamente hasta cinco y el corazón empezaba a latirle a toda prisa. Vio que se acercaba otra curva—. ¿Seungcheol, me oyes?

"¡Mierda!"

"Tranquilo. Quizá no ha encontrado la radio, o igual había olvidado encenderla. O algo había pasado con los controles y no los puede activar..."

"O está muerto...
Quizá algo lo haya atrapado"

El tren entró en la curva, y esta vez no hubo que imaginar nada, el tren se inclinó demasiado y aceleró mientras se sacudía al caer de nuevo. Otra curva como esa y todo habría acabado. Tendría que ir él mismo a la parte trasera; no había tiempo, pero tampoco tenía otra opción.

—¡Ahora, Jeonghan!

Jeonghan vio una masa borrosa a la derecha del tren, pero desapareció tan rápidamente que no supo lo que era hasta que hubo pasado. Era el andén de una estación, y eso significaba que lo único que quedaba delante era el lugar donde guardaban el maldito tren, y eso significaba que tal vez ya era demasiado tarde.

—¡Sujétate, Seungcheol! —gritó por la radio mientras agarraba la palanca y la apretaba con todas sus fuerzas.

Algo avanzaba hacia la ventanilla frontal, una oscuridad más profunda que la de la noche. Un túnel. Los frenos chirriaban mientras el tren se lanzaba hacia la negrura y partía alguna débil barrera de la que pasaron trozos de madera volando por delante de la ventana. El tren se inclinó de nuevo, pero esta vez no recuperó la estabilidad.

Jeonghan oyó su propio grito junto con el chirrido del tren, que caía contra el suelo y comenzaba a deslizarse. El metal se rasgaba y saltaban chispas como si fueran unos fuegos artificiales infernales. La pared se convirtió en el suelo, y el joven se golpeó contra él mientras la locomotora se estrellaba contra algo aún más duro y se apagaban las luces.

¡Gracias por leer, y
perdón por la demora! ;;

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