Un Niño

By BigEyedMCCB

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Entre dudas y dolores, junto a los preguntones, con un intento por crecer y un solo amigo fiel, protegido p... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo extra: Fausto

Capítulo 3

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By BigEyedMCCB

A la mañana siguiente, el niño despertó en su cuarto, sin ninguna memoria de cómo regresó. Supuso que Fausto lo trajo. La pregunta era cómo supo dónde estaba su casa. El niño había planeado mostrarle el camino cuando se devolviera de la escuela, pero se durmió antes de que tuviera la oportunidad.

Decidió preguntarle en cuanto lo viera esa noche.

Con sólo pensarlo, el niño tenía una sonrisa en su cara. Se levantó de la cama, emocionado, formulando preguntas que tendría para Fausto, cuando se dio cuenta de una nueva adición en su cuarto.

En su mesita de noche, se encontraba una nueva flor de loto al lado de la primera.

El niño adivinó que Fausto lo había dejado como una pequeña despedida, o para asegurarle que todo no fue sólo un sueño.

Aunque para el niño, nada era más real que el tiempo que pasaba con Fausto.

...

Con todo lo que pasó la noche anterior, el niño olvidó por completo la situación con su familia, especialmente con su padre. Entonces, después de un desayuno extremadamente incómodo, el niño se mantuvo encerrado en su cuarto; sólo saliendo para comer o ir al baño.

Cuando por fin el sol inició su caída, el niño ya estaba brincando con anticipación.

Pronto, su cuarto estaba iluminado únicamente con las luces de la calle que entraban por su ventana. Al momento que esa poca de iluminación desapareció, el niño corrió a la ventana para abrirla.

"¡Fausto!" Exclamó al ver la figura oscura y ojos luminosos, y se tiró a él.

"¡Cuidado!" Le advirtió Fausto al cacharlo en sus brazos, abrazándolo un poco más fuerte de lo usual por el susto.

El niño solamente se río, alegre. Luego recordó su pregunta.

"Fausto, gracias por haberme traído a mi casa anoche, y gracias por venir otra vez hoy, pero... ¿Cómo supiste dónde estaba mi casa?"

"Estaba esperando que me preguntaras eso. Las flores de loto que te di, ¿las recuerdas?"—El niño asintió con su cabeza—"Son mis creaciones. Es diferente a cuando controlo otras plantas; esas flores son parte de mí, entonces puedo sentir dónde están... Pensé que, tal vez, te podrían hacer sentir un poco mejor, recordarte que no estás solo. Estabas llorando el último día de escuela y no sabía que más hacer"

El niño sintió exultación al escucharlo, aunque trató de disimularlo.

"Gracias", respondió en un suave murmullo, y se preguntó a sí mismo, si algún día sabría Fausto todo lo que significaba para él.

Fausto acarició su cabello, llevándolo al árbol dentro de su patio.

"Siento que es una mejor idea que te quedes dentro del terreno de tu casa, entonces pasaremos la noche aquí", comentó.

El árbol pareció crecer con la presencia de Fausto; el tronco creció, el follaje se multiplicó y la ramificación se extendió. Fausto los llevó al centro y se acomodaron en un estilo de casa de árbol natural con un techo compuesto de estrellas.

...

Conforme pasaban los años, la relación entre Fausto y el niño se volvió más cercana. No pasaba ni un día sin que se vieran. El niño no confiaba en nadie más que en Fausto; los problemas en la escuela, y algunas veces con su familia, le enseñaron eso. Estas situaciones le demostraron que su opinión no era comprendida por la mayoría.

La desconfianza llegó al grado de crear problemas para el niño. Con sus dudas incrementándose, el fin de su último año de primaria acercándose y el efecto que tendría en su relación, llegó a tener su primera pelea con Fausto.

Fausto y él siempre tuvieron pequeñas discusiones que no eran serias. Normalmente ocurrían por las preocupaciones de Fausto y las insistencias del niño de que no era tan delicado. Sin embargo, esta pelea no tenía nada que ver con eso y sacó a la luz una barrera entre ellos que continuamente trataron de ignorar.

Faltaba una semana para que terminara su primaria. Las clases eran prácticamente inexistentes y el niño asistía con el único propósito de estar con Fausto.

Cuando el niño se mantuvo serio, Fausto presintió que algo lo estaba molestando.

"¿Todavía estas preocupado por la secundaria?"—Le preguntó—"Ya te dije, cualquier lugar donde haya árboles es mi hogar, puedo moverme. Y siempre te puedo visitar en tu casa"

"No es eso..."

"Entonces, ¿qué es? Sabes que me puedes decir lo que sea"

"Ya sé,"—tomó una pausa, preguntándose si de verdad quería mencionar el problema y arriesgar todo o tragar sus dudas; encontró que no podía mantenerse callado—"pero tú no haces lo mismo conmigo."

Esto tomó a Fausto por sorpresa.

"¿Qué?" Preguntó, confundido.

El niño suspiró y se levantó de donde estaba sentado en el suelo, evitando sus ojos.

"Todos los días me ayudas con mis problemas. Todos los días hablamos sobre mis preguntas, mis dudas. Todos los días tú eres el maestro y yo soy el alumno, y jamás estamos al mismo nivel. Jamás te he podido ayudar con un problema tuyo"

"Pero me gusta ayudarte, me hace feliz cuidarte. Además, eres sólo un niño, no tienes que presionarte—"

"¡Exacto! Soy sólo un niño y nunca me podrás ver de otra manera. Algún día te cansarás, te aburrirás de mí. Siempre seré yo quien sabe menos—"

"Para. ¿Por qué estás pensando así? ¿Hice algo—?"

"¿Por qué? ¡Por qué! Te diré, Fausto. Porque para mí eres la persona más importante de mi vida. Porque eres la persona en quien confío con todo mi ser. Porque eres quien me enseñó todo. ¿Y yo qué soy para ti? Sólo un niño que es demasiado defectuoso para esta sociedad"

"¡No digas eso sobre ti mismo! ¿Y cómo puedes decir que eres tan poco para mí?"

"¿Entonces por qué nunca me pides ayuda? ¿Por qué nunca me dices de algún problema tuyo?"

"... No sé qué decirte..."

"Yo sé. Admítelo. No eres humano, no tienes el montón de pesares que conlleva. Y cualquier cosa que podrías tener, yo no lo entendería, ¿verdad?"

El niño sintió lágrimas deslizarse por sus mejillas, inesperadamente. No se había dado cuenta que estaba llorando.

No quería mostrarle su debilidad a Fausto, aunque ya era demasiado tarde, y decidió irse corriendo. De todos modos, ya no había más que decir.

"¡No! ¡Espera!" Gritó Fausto.

Los árboles comenzaron a acercarse entre ellos para crear una barrera. El niño apenas logró pasar entre medio de dos de ellos.

El niño sintió que se le rompía el corazón. Después de tantas veces correr hacia Fausto, jamás pensó que correría para alejarse de él.

...

Al día siguiente, el niño se sentó cerca de los árboles con un libro en sus manos, tratando de leer, sin éxito.

Había planeado no ir a la escuela, sin embargo, se encontró demasiado débil para mantenerse lejos, pero insuficientemente valiente para atreverse a hablar con Fausto, por temor a su reacción.

Las hojas de los árboles bailaban junto al cálido viento de verano. Parecían susurrar y tentar al niño a arrimarse. Posiblemente lo hubiera hecho, si no fuera por la desagradable compañía que recibió en ese momento.

"Miren, ahora si no desapareció la niña", alguien dijo.

Era uno de los compañeros que constantemente buscaba molestar al niño, junto con sus amigos. Ya que el niño normalmente se encontraba con Fausto, era rara la vez que conseguían molestarlo fuera de clases.

Sin embargo, ese no era el caso de hoy, el niño lamentablemente recordó; este día, y probablemente más, no estaría con Fausto. Se levantó del suelo, comenzando a caminar en la dirección opuesta, escaso de energía para lidiar con sus compañeros s.

Enseguida, sintió que lo jalaron hacia atrás, acorralándolo.

"Ni pienses huir, llorón. Te vamos a enseñar que les pasa a los mariquitas", amenazó otro de ellos.

Eran tres contra uno. Aun así, no alarmaban al niño; él estaba abstraído con cosas más importantes.

"Sinceramente, me dan lástima; tienen que lastimar a otros para sentirse mejor sobre ustedes mismos. Es triste", comentó el niño, su tono apático.

"¿Qué dijiste, niña?" Reclamó el primero.

"¿Son sordos también? ¿O usé palabras muy grandes?"

El compañero se enrojeció de furia.

"Te crees muy importante, ¿verdad? Porque sacas buenas calificaciones y lees tus libros aburridos"

"Un libro sólo puede ser aburrido si no tienes suficiente imaginación. Entonces sí, para ti probablemente sería aburrido"

La cara del compañero se distorsionó por la ira. Agarró al niño del cuello de su camisa, acercándolo. El niño sintió asco con su cercanía.

"Vamos a ver si todavía eres muy inteligente cuando estés lleno de moretones"

La amenaza no tuvo ningún efecto en el niño.

"He visto y conocido cosas que tú ni te podrías imaginar. ¿Crees que me puedes romper con algo tan insignificante como puñetazos y patadas?"

El compañero lo soltó bruscamente.

"Te he visto, ¿sabes? ¡Eres un loco que ama árboles! Siempre los dibujas y son tu tema para proyectos. Y tú, ¿crees que no sé cómo lastimarte?"

El compañero sonrió al ver el miedo invadir los ojos del niño. Eso fue toda la motivación que requirió para comenzar a arrancar el follaje del árbol más cercano.

"¡NO!" Gritó el niño, dejando su libro caer al suelo, corriendo para proteger al árbol.

Jaló al compañero de su camisa, intentando detenerlo, pero sus amigos entraron en acción y lo detuvieron.

"¡No! ¡Déjalo! ¡No lo lastimes!" Lloró el niño, luchando con todas sus fuerzas para liberarse; no podía dejar que dañaran el hogar de Fausto.

Pero, de pronto, se quejó el compañero. En un instante, sus manos fueron cubiertas por astillas.

Mientras miraba sus manos con extrañeza, un maestro comenzó a aproximarse, provocando la huida del grupo.

"Vámonos; de todas maneras, ya está a punto de llorar", dijo uno de ellos, viendo al maestro.

Dejaron al niño en el suelo, con su vista nublándose.

"Lo siento, Fausto..."

"¿Qué pasó aquí?" Demandó el maestro al llegar.

El niño no contestó; se ocupó recogiendo las hojas y ramas del suelo, organizándolas en una pila.

Por primera vez en su vida, el niño sintió el deseo de lastimar; quería herir a todo aquel que molestara a Fausto, aunque sabía que estaba mal.

El hecho de que ahora conociera el anhelo por herir no cambiaba lo incorrecto de la acción. Fausto estaría decepcionado de él.

El niño fue llevado a la dirección, por no hacerle caso al maestro cuando le hablaba, regaños llenando sus oídos durante todo el transcurso hasta ser recogido por sus padres, con vergüenza inundando su ser al darse cuenta que no era tan puro como Fausto creía.

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