TAINTED I: Corruption (+18) [...

By Angry_popcorn

158K 13.9K 15.6K

¡Ey! No vas a encontrar nada parecido por ahí, así que entra y échale un vistazo porque lo bueno empieza en e... More

[0]
[1]
[2]
[3]
[5]
[6]
[7]
[8]
[9]
[10]
[11]
Epílogo (Parte 1/2)
Epílogo (Parte 2/2)
'Agradecimientos'
'Una última cosa...'

[4]

9K 965 1.4K
By Angry_popcorn

La mano de Dabi se apodera de mi hombro derecho en un instante, empujándome con fuerza contra la pared. La sorpresa y el impacto hacen que expulse un jadeo ahogado, disparando todas las alarmas de mi organismo ante la sensación de peligro que estoy experimentando.

Mi pulso se acelera. Lo siento incrementar su velocidad cuando mis sienes laten con fuerza y el corazón se me sube a la garganta de un salto. Por un segundo el pánico me invade, pero me concentro en no abrir mis ojos como platos y en intentar inhalar con cuidado, lento y pausado, aunque la sensación de mis labios secos y tirantes no me facilitan la función de respirar con calma. Quiero morderlos para evitar que tiemblen y que mi estado le revele la familiar sensación del miedo calando en mis huesos ante su fría mirada.

No sabía que unos ojos tan azules podrían ser tan aterradores, tan helados.

El hashtag de #Setequisopendeja brilla con enormes letras de neón en mi cabeza cuando el antebrazo de Dabi presiona mi cuello en una silenciosa amenaza, a la vez que se lleva un dedo a sus labios en un claro gesto de que no grite.

—Vamos a tener una conversación —me ordena con una voz suave que no coincide con sus actos—. Solos tú y yo.

Sus parpados se entrecierran, esperando a que le responda, pero mi boca está tan seca como un desierto y sé que si hablo la joderé irremediablemente. No quiero tragar saliva para que sea consciente de mi nerviosismo, por lo que asiento con la cabeza y agradezco la falta de iluminación del corredor para que no note la seguramente palidez de mi rostro.

—Sé que no has venido aquí a vender tu cuerpo ni buscar a algún pez gordo que gaste su dinero en ti, pequeña mentirosa —me acusa, sonriendo ladino.

Ouuuuh, shit...

I'm SO fucked up...

Pensar bajo presión debería ser un criterio básico que añadir en mi currículo... si es que tuviera esa fantástica capacidad que me salvara el culo en estos momentos. Sin embargo, estoy sola, sin que un héroe pueda intervenir o un teléfono pueda sonar a modo de "salvada por la campana, te has escaqueado de una muerte segura por pura suerte".

Por ello... Siempre hay que fiarse de la vieja confiable y recurrir a la táctica de rebatir con otra pregunta para ganar tiempo.

—¿Qué pruebas tienes?

El rostro de Dabi parece fruncirse en una mueca de aburrimiento, como si esperase que yo fuera tan previsible de seguir con ese cliché peliculero. Sus ojos entornados muestran cierta decepción y pesadumbre cuando las arrugas de su frente se disipan y solamente me contempla desde arriba antes de otorgarme con una réplica mordaz que me dejará sin defensas.

"Am I a joke to you?", parece decir su cara hasta que una sonrisa torcida, que me descoloca, muestra el lateral de sus dientes.

—No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

Maldición. Este men sí que sabe...

—Entonces dime a qué crees que he venido —le reto, sabiendo que me estoy arriesgando. No obstante, sé que mi enlace debe estar escuchándonos con atención, más aún cuando mi tapadera pende de un hilo y puedo no salir viva de aquí.

Dabi aparta su antebrazo de mi cuello, solo para permitir que sus dedos se paseen por él en un malicioso y sensual toque. Ruego que mi pulso no se dispare o mi piel se ponga de gallina ante el roce fantasmal de sus ásperas yemas ascendiendo hasta mi mentón, donde su índice hace una leve presión para alzarlo y que estemos cara a cara, enfrentando nuestras miradas.

—He estado observándote desde que entraste aquí y te paseaste por el octágono, viendo cómo estudiabas a los empresarios y repelías a los yakuzas —relata mis acciones con un tono siniestro, dejándome aun más rígida de lo que ya de por sí estaba. Una risita ronca hace de pausa mientras se relame los labios, saboreando su poder sobre mí—. Y cuando te vi con Giran... después de haber sido arrastrada por Toga y sin apenas dudar con tu apuesta...

—¿Mi autoconfianza es peligrosa aquí? —me atrevo a cuestionarle y él alza las cejas con impresión.

En cuanto él retrocede unos pasos para devolverme mi espacio vuelvo a respirar con normalidad. Siento deseos de llevarme una mano al pecho y palmearlo para confirmar que todo va bien, pues yo misma soy consciente de que aire está menos cargado y ya no percibo la hoja invisible del cuchillo que podía cortar la tensión del ambiente.

El hombre frente a mí no es previsible y tampoco puedo averiguar qué está pasando por su mente y planea contra mí. Es él quien tiene el poder para echarme de este antro, ejecutarme por la más ínfima sospecha o dejar que sus matones me den una paliza de muerte con el simple chasquido de sus dedos.

Chás. Y desapareceré como polvo y cenizas mientras susurro que no quiero irme a ninguna parte.

Solo que Dabi ya no me está mirando de un modo amenazante, si no analítico. Su sonrisa destaca, realzando sus cicatrices y detallando su relieve; los piercings tiran de su piel cuando sus ojos se achican por la amplitud de su sonrisa y si no fuera porque no espero era reacción tan... ¿diferente? ¿inexplicable?... mi corazón se habría saltado un par de latidos por lo bien que le queda esa enigmática sonrisa.

—Lo es, preciosa —confirma, bajando sus ojos a mis zapatos para hacerme una revisión de cuerpo entero que concluye en mi rostro—. Si fueras una vulgar prostituta habrías estado meneando ese lindo trasero y restregándote contra todo tipo que se encontrase para clamar su interés. Te has delatado tú misma al hacer todo lo contrario y confesarme al oído que pretendías distraer al contrincante de Twice. Por lo que sé qué eres y a qué has venido.

—Dispara —bufo y seguidamente me muerdo la lengua con ímpetu porque mi compañero puede malinterpretar mi burla con un arma real.

Escucho un pitido largo en mi auricular y, aunque no es molesto, me indica que el canal está abierto.

No le provoques —mi enlace me aconseja y el alivio me inunda.

No estoy sola. Él me cuida y está pendiente de que nada malo me ocurra.

—Bien, iré al grano —Dabi suspira, adoptando una postura desgarbada al introducir una mano en el bolsillo de su gabardina mientras alza la otra y me apunta con su dedo índice con desgana—. Eres una timadora y quieres hacer negocios aquí, ¿me equivoco?

Finaliza su sentencia simulando un disparo con su mano, riendo entre dientes y casi provocándome una taquicardia por su gesto infantil y despreocupado. Me está siguiendo el juego del policía atrapando al ladrón y eso... me está gustando demasiado.

Debo estar "tocada y hundida" si después de sentirme al borde del colapso mental y sin tener escapatoria, ahora estoy mirando a Dabi como el típico adolescente —Bad Boy al estilo Grease— que coquetea sin preámbulos ni vergüenza con una chica afortunada.

Me veo a mi misma sonriendo conforme llevo mi diestra a mi pecho, simulando una fingida dolencia mientras le mando un guiño juguetón. Acaba de darme la oportunidad perfecta para engañarle y no voy a ser tan estúpida de desaprovecharla.

—Me has atrapado —exhalo con las manos en alto—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a echarme por querer hacer negocios aquí o vas a permitir mi estadía?

Dame la oportunidad y pondré pies en polvorosa porque presiento que Dabi es una auténtica contradicción de intenciones: es un quiero, pero no debo; un puedo hacerlo, pero podría quemarme si lo hago...

Y es justo entonces cuando Dabi saca su mechero y lo prende con una sola mano, acariciando las llamas que parecen bailar a través de sus dedos cuando juguetea con el Zippo. Sus ojos vuelven a brillar con malicia, pues está reprimiendo una sonrisa de tal característica mientras continúa contemplando el fuego.

—Quiero proponerte una cosa —dictamina, cerrando el Zippo en un rápido chasquido—. Y si aceptas... podríamos tener una relación bastante estrecha.

Su mirada es intensa, pesada e infernal, ya que las flamas aún permanecen cautivas en aquel azul aguamarina a pesar de que la llama se ha extinguido en un fogonazo veloz. Todo en él indica atracción y riesgo, me siento gravitando hacia él como una estúpida polilla hacia la luz.

Es curioso como el cuerpo humano puede modificar el equilibrio de sus hormonas en apenas unos minutos. Antes, cuando Dabi me atrapó contra la pared completamente desprevenida y desarmada mi adrenalina se disparó hasta el techo: incrementando mi frecuencia cardíaca, dilatando mis pulmones ante las ansias casi desesperadas de tomar aire y con una reacción de lucha y huida —básica y natural que cualquier animal sentiría al creerse una presa— por culpa de la alteración del sistema nervioso simpático. ​

Y todo ese desequilibrio parece volver a la normalidad cuando simplemente añade con una risita jocosa:

—Relación profesional, claro está. No me malinterpretes.

—¿Quieres que trabaje para ti? —inquiero con incredulidad, aunque ni mi tono ni mi expresión son cuestionables.

Ahora mismo soy Lady Gaga con mi Póker Face.

—¿Te interesa? —me rebate, negociando conmigo cuando no le doy una negativa.

Al contrario, mi silencio parece mostrar más interés que reticencia.

Sin darme tiempo a elaborar una respuesta o pregunta que satisfaga mis dudas, el tono monótono y constante de mi auricular casi hace que me sobresalte cuando escucho su voz:

Gana tiempo. Lo consultaré con Endeavor.

No sé si alegrarme o maldecirle hasta la muerte porque vaya a consultarlo con nuestro jefe, quien iba a permanecer observando y supervisando la operación sin intervenir. Me remuevo incómoda mientras cambio mi peso de un pie a otro, solo para percatarme del rigor en mis piernas debido a la tensión. Un hormigueo sube desde mis tobillos hasta mis muslos, pero la sensación se desplaza como un estremecimiento que asciende por mi columna y me hace bufar por la rigidez de mis músculos y mi espalda.

Si pudiera me pondría a bailar la macarena para destensarme. Aunque hiciera el ridículo al moverme como un pato cojo y mareado.

—¿Qué gano a cambio? —se me ocurre para alargar la conversación, no muy segura de adoptar el papel de estafadora cuando realmente eso —específicamente eso— se me da fatal.

Ya lo he demostrado antes. Con grandes pérdidas y con números rojos.

¿Dabi sabrá acerca de eso o no habrá tenido oportunidad todavía de hablar de negocios con Giran? Quizás, si no lo ha hecho, esta confusión salga a mi favor y pueda ganarme un socio —una prórroga— en este antro.

—Pareces haberle caído bien a la loca de Toga y sé por experiencia que lidiar con ella enerva hasta a un muerto —Dabi patea con la punta de su bota una tapa de botella que se pierde en la negrura de la oscuridad, suspirando—. Podéis ser un bonito farol para los idiotas que aposten su dinero a quien vosotras les indiquéis, llevándoos un porcentaje de los beneficios si hacéis lo que yo os pido.

Abro la boca, pero el visto bueno de la voz de mi auricular —mi Pepito Grillo particular— me notifica que tengo luz verde para proseguir con esta línea de trabajo. Por supuesto, en cuanto Endeavor ve una oportunidad no duda en hincarle el diente a su presa y no soltarla bajo ningún concepto... así que tenerme otra noche más —o las sucesivas que vendrían— con esta calaña de maleantes no le dolería ni un poquito.

Es más... estoy segura de que sus propios intereses para mantenerme lejos de la oficina han hecho que su decisión haya sido darme más tiempo de infiltración.

Mis labios han vuelto a sellarse, fruncidos en una fina línea que presiono con fuerza mientras reflexiono sobre las acciones de mi superior. Sus ojos cerúleos siempre me han mirado con desagrado, como si yo nunca fuera suficiente y ni todos mis actos ni esfuerzos lograran contentarle. Es casi injusto descubrir la similitud entre aquellos ojos que están constantemente juzgándome a los del hombre que tengo justo delante, quien me propone un negocio interesante y donde, quizás, podría valorarme e incluso escalar más alto.

Alzo mi vista hacia Dabi, queriendo mantenerme en el presente y no en los dolorosos recuerdos de mi pasado por culpa de Endeavor. Gran error el haberlo hecho porque una punzada se ha clavado en mi pecho como una espina y ha dejado pasar una parte de mi lado sentimental, eclipsando el racional durante unos instantes precisos en los que estoy siendo puesta a prueba.

Sin embargo, vacilo a la hora de hablar, entreabriendo mi boca en dos ocasiones sin que lleguen a fluir las palabras con soltura. Me veo obligada a desviar mis ojos hacia la oscuridad con tal de despejar mi mente y centrarme. Inspirar hondo y prolongar un parpadeo me ayuda a serenarme hasta que noto movimiento por parte del hombre que continuaba observándome de una manera sombría.

Como un depredador que aprovecha el más leve síntoma de debilidad de su presa.

Dabi avanza hacia mí, todo imponente físico con su altura y con energía dominante que no había notado antes. Se inclina ligeramente desde sus caderas, con las manos descansando sobre ellas con burla, con confianza, y su rostro elimina la mayor parte del espacio entre nosotros, con las narices a centímetros de tocarse.

Mi respiración se corta, pues solo puedo ser plenamente consciente de la cercanía de sus atractivas y marcadas facciones. Incluso con sus perforaciones e imperfecciones en su piel consigue arrebatarme el aliento en un instante.

—Mira, preciosa. Lo que sea que vayas a preguntar, solo hazlo ya. No voy a morder.

Al menos no de una manera que no me guste. Eso seguro.

—¿Puedes garantizar eso último? —mi lengua es más rápida que mi cerebro parcialmente desconectado y tras esa indiscreción la muerdo como reprimenda.

Me sonríe. Y ¡ay, diosito! lo que me provoca esa sonrisa ladina y arrebatadora no puede ser legal.

Yergue la espalda y me contempla desde su altura con la cabeza ladeada, como si estuviera reflexionando qué hacer en su siguiente paso. Me descoloca por un segundo que emita una de esas risas bajas y profundas que solo se generan ante una broma privada o muy pervertida... eso al menos es lo que me dice su atractiva cara con un brillo de perversión en sus ojos.

—Comprobémoslo —sentencia con voz grave.

Me agarra por la cintura con suma facilidad y me apega a su cuerpo hasta que no existe espacio alguno entre nosotros. Mis antebrazos quedan atrapados sobre mi pecho y presionados en el suyo, sintiéndome enjaulada, pero no de un modo desagradable o que me haga sentir incómoda o asustada.

La impresión de su gesto me ha dejado con los labios entreabiertos para pedirle una explicación. Sin embargo, su boca atrapa la mía con urgencia antes de que sea consciente de lo que está pasando y de cómo ha llegado a besarme sin mi permiso.

¿Existía esta tensión sexual y yo no estaba sintonizando la misma frecuencia para enterarme?

O sea... Hello? ¿Alguna neurona que me funcione todavía puede responderme a eso?

Eco ecoooooooo...

No le permito que separe mis labios para completar su exigente beso, pero eso no le impide continuar como si nada, tanteando mis caderas con sus manos. Mientras, yo reconozco que soy capaz de dar un beso sin significado, dando por hecho que mi misión puede continuar sin riesgos si no le rechazo con brusquedad.

Cierro los ojos con fuerza, negándome a disfrutar ese contacto, ya que mi cuerpo y mi mente no se ponen de acuerdo, contradiciéndose mutuamente y batallando en el peor momento para dejarme sin saber qué hacer y cómo debo reaccionar. Dabi no me da un indulto, pero no me presiona ni me fuerza. Se limita a retener mi labio inferior entre los suyos y a presionar suavemente mi boca para tentarme —para debilitarme— y para ceder al pecado que estoy cometiendo.

Mi reticencia no lo aleja, por lo que me sorprende su paciencia y esmero para seducirme. Sabe que estoy aceptando el contacto, pero no estoy reaccionando como él quiere, así que cambia su modus operandi y sube una mano de mi cintura hasta mi mandíbula para acunarla con delicadeza.

Un toque demasiado generoso para un villano como él.

Entonces ralentiza al beso y mi mente empieza a desconectarse, a abandonarme. Mi cerebro se despide con un ¡chao, bella! antes de apagarse como una televisión antigua, dejando una línea en blanco sobre un fondo negro. Porque allí es donde estoy cayendo, a esa tentadora oscuridad que me besa con ternura y me mantiene presa entre sus brazos. Sus roces cuidadosos y superficiales crean una fricción piel con piel que me estremece, y su aliento fresco es un fugaz alivio frente a la calidez de sus labios.

Hasta que ejecuta la jugada maestra y alzo la bandera blanca, rindiéndome mientras mi fortaleza, mi dignidad y mi ropa interior salen volando astralmente de mi cuerpo.

Dabi muerde con moderación mi labio inferior y arrastra los dientes con lentitud antes de soltarlo, pero casi de inmediato vuelve a succionarlo con descaro, dejando un rastro de humedad con la punta de su lengua. Ahí es donde me quedo sin aire, mis párpados sellados se relajan y mi cuerpo se ablanda como gelatina, temblándome las rodillas como una adolescente que recibe su primer beso del chico que le gusta.

Señor, perdóname... Porque menudo beso.

Mis antebrazos pierden su rigidez, así que descanso las palmas de mis manos sobre su pectoral, necesitando un punto de apoyo y conexión en este mundo cuando finalmente me uno a los movimientos de su boca. Le doy permiso para que profundice, y cuando su lengua roza la mía en un contacto cálido y húmedo que hace que todo me dé vueltas y me desoriente.

Estoy gravitando en el espacio y ya no recuerdo ni mi nombre.

Me acostumbro a las fugaces corrientes de placer que me sacuden sin dar muestra alguna de lo que sus labios me provocan, pero no es hasta que separa su boca de la mía y suelto un quejido caprichoso por su ausencia que me percato de lo que estoy haciendo. De que he dejado de pensar en la operación y que estoy besándome con un delincuente.

Abro los ojos al mismo tiempo que Dabi sostiene mi mentón en alto para observarme fijamente con un gesto analítico. Entorna sus enigmáticos ojos aguamarina, oteando mi rostro para conocer mis secretos y despojarme de ellos al mínimo descuido.

—No pude evitarlo —confiesa, bajando su vista a mis labios entreabiertos—. Se veían demasiado apetecibles como para no darles un mordisco.

Su sonrisa torcida es más amplia de un lado que del otro, pero le da un toque asombrosamente sensual que corona su halago, dejándolo a él por todo lo alto y a mí sin palabras.

Me estoy poniendo nerviosa, tanto que lo único inteligente que puedo hacer es quedarme embelesada con el brillo hipnótico de sus iris.

—No cumpliste tu palabra —murmuro y me maldigo internamente porque mi voz no sale más elevada.

—Has comprobado que puedo hacer mejores cosas con mi lengua que no cumplir con lo que digo —se burla, ladeando el rostro para dejar algunos besos en mi mejilla y en última instancia, morder el hélix de mi oreja y enviar con ello una punzada a mi entrepierna—. Bien. Detenme si eso es un delito.

Oh, Señor Dabi, es usted diabólico.

Esta sensación de advertencia... diciéndome que estoy en peligro...

... Me gusta.

Y también me odio por ello.

Sería una perra mentirosa si negase que su actitud no me atrae y que el buen uso de sus palabras no destroza mis defensas. Me corrompe por completo para así unirme a su bando de delincuencia... chico listo este Bad Boy.

—No te gustaría que lo hiciera —confieso, porque en realidad me dolería en el alma tener que hacerlo.

Dabi no responde, sino que se dedica a trazar un camino de besos húmedos por la base de mi oreja y ese lugar resulta ser especialmente sensible como para pasar desapercibido. La punta de su nariz acaricia mi piel y rezo internamente porque no se erice y se de cuenta de lo que le hace a mi cuerpo por mucho que mi cerebro lo vitoree y maldiga infinitas veces al mismo tiempo.

¡Oh, cállate, cerebro hipócrita! ¡Estás disfrutando esto!

Silencio.

Ajá, lo sabía...

—¿Por qué no? —me pregunta y ya no recuerdo a qué diablos se refiere.

Evito tragar saliva, mordiendo mi labio inferior con saña —como si no estuviera ya magullado de antes por su culpa, ejem...— cuando Dabi permite que sus dientes pellizquen mi cuello con suavidad, intercalando besos para aliviar la sensación de picadura. Justo donde termina mi mandíbula y empieza la tierna carne de mi garganta, Dabi hace una precisa succión que no estoy segura de si dejará marca... pero me hace saber que algo más que mi corazón está latiendo con fuerza.

—A mí me gustaría que me esposaras si estuvieras completamente desnuda.

¡Soldado caído! ¡Repito! ¡Soldado caído en combate! ¡Uso de artillería pesada e impacto directo! ¡Mayday! ¡Mayday!

Mis dedos se han crispado en su pecho, arrugando su camisa, cuando intento por todos los medios mantenerme firme. Noto su sonrisa ladina en mi piel, así que frunzo el ceño y cuento mentalmente hasta tres —mejor hasta cinco... o quizás hasta diez...— para separar a este Bad Boy de mí antes de que pierda la poca moralidad que me queda.

—¡Dabi!

Pego un brinco ante la voz autoritaria, pero al aludido simplemente resopla contra mi cuello con notable hastío. Dejo de sentir el calor de la palma de su mano en mi cintura para verle extender el brazo y agitar su muñeca en el aire, pidiéndole al que nos ha interrumpido que se marche.

—El jefe te está buscando —el tipo que se ha colado hasta aquí, arrastrándose como un reptil, escupe con molestia porque no debe de gustarle ser el mensajero de nadie—. No regresaré para repetírtelo.

—Piérdete, Spinner —Dabi gruñe y siento la vibración de su voz en mi propia garganta.

El apodado Spinner continúa mirándonos con notable desaprobación, dándome la oportunidad de fijarme en los extraños tatuajes que simulan escamas a lo largo de la piel de sus brazos expuestos y su cuello. Su cabello largo está peinado hacia atrás y es de un extraño color rosa púrpura con las raíces verdosas. No lo había visto antes por el lugar, pero destaca por la gama cromática de su ropa, tatuajes y melena despeinada.

No es hasta que Dabi me da un pequeño mordisco en el cuello justo antes de incorporarse que soy consciente de la situación comprometida en la que me hallo. Con suerte, el perfil que le muestro a Dabi no expone el auricular introducido en mi oreja, así que puedo estar más o menos tranquila mientras permanezco en la cárcel restrictiva que forman sus brazos.

Él huele a cenizas y menta, eclipsando el aroma corporal masculino que desprende su ropa. De nuevo genera más dudas ante el contraste entre sus acciones y sus cambios de personalidad, mas no me inquieta el modo en que deshace su abrazo sobre mí y, sin embargo, mantiene una de sus manos en la parte baja de mi espalda.

—Ahora voy, pero antes tengo una cosa que concretar con ella —Dabi le dice a Spinner, señalándome con un gesto de su cabeza al final.

—Seguro... "hablar" —se burla el contrario, haciendo el signo de comillas con sus dedos.

Parece disconforme, pero acaba volviendo por donde ha venido y nos deja a solas de nuevo, permitiendo así que yo me adapte al hecho de que me han atrapado besándome con un cabecilla de La Liga. Casi nada, oye...

Cuando el cabello púrpura desaparece al final del recodo siento los dedos de Dabi picar suavemente mis costillas, reclamando mi atención para que le mire.

—¿Algo más que quieras concretar de nuestro acuerdo? —me pregunta y yo me río bajo, con la boca cerrada y exhalando por la nariz.

—¿Qué te ha hecho pensar que he aceptado?

Él tuerce la comisura de su boca hacia abajo, fingiendo tristeza cuando cierra sus ojos y echa su cabeza hacia atrás, peinando su cabello con sus largos dedos. Me deja preguntándome como un gesto tan simple le hace ver tan sexy.

Creí que al no rechazarme estábamos sellando el contrato —suspira con pesadumbre, pero sus ojos entornados no ocultan un destello de perversión—. Un apretón de manos hubiera sido... uhmm... aburrido.

—Entiendo... —musito, queriendo hacerme la inocente ante su atenta mirada—. Espero que eso signifique también que tengo un trato especial.

—Estoy muy de acuerdo —dice sonriendo y pegándome más a su cuerpo hasta que nuestras caderas se juntan—. ¿Qué te parece si al final de la noche pulimos los detalles?

Creo que ya hemos dejado de hablar de su propuesta de asociarnos. No sé... tal vez el constante cosquilleo de sus dedos acariciando mi cintura sean un indicio de que él tiene algo más pensado entre manos.

Tiemblo de la emoción nada más que de pensar que puedo atrapar a mi objetivo más fácilmente si puedo usar a Dabi como coartada. Él podría ser el motivo del que merodee por el local y haga preguntas con discreción. Solo me falta ajustar mis planes y redirigir el curso de la corriente para que todo fluya sin inconvenientes.

Y para ello, debo deshacerme de aquellos que se interponen en mi camino o suponen una amenaza directa.

Improvise. Adapt. Overcome.

Si cumplo esas tres leyes estaré a salvo.

—¿Qué puedo hacer mientras tanto para entretenerme? —menciono de pasada mientras enredo mi índice sobre los cordones del cuello de su abrigo—. Si voy a estar esperándote al menos que merezca la pena hacerlo sin-

—Sin encontrarte con Shigaraki, ¿por ejemplo? —adivina, riendo entre dientes cuando sus ojos y los míos se conectan, sabiendo mi respuesta—. Realmente te puso los pelos de punta, eh...

—¿A ti no?

Dabi asiente, pero vuelve a quedarse espaciado cuando se lleva una mano al mentón y lo raspa ligeramente con sus uñas, pensativo. Es en esos momentos cuando me fijo en que él es bastante estoico y distante; sin embargo, se muestra seguro y centrado a tal modo que sus facciones dejan de expresar cualquier emoción y se ve realmente cauteloso con esa faceta tan opuesta a su lado burlón.

Luego enfoca su visión al inicio del pasillo, donde las luces parpadeantes, el sonido de pasos y una voz enronquecida por los excesos del tabaco devuelve a Dabi a la tierra. Retira su brazo de mi cintura, aunque desciende por mi antebrazo en un toque cálido que eriza mi piel como si un cable pelado me acariciase enviando pequeñas descargas.

—Hay algo que puedes hacer para evitarle —informa para mi grata satisfacción, porque no hay noticia mejor que repeler a Shigaraki como si se tratase de una infección contagiosa.

Me muerdo el labio inferior, sintiendo mi sonrisa crecer cuando Dabi me pide que le siga y el extremo de su gabardina se agita con cada paso que da al alejarse. Un escalofrío recorre mis brazos desnudos, pero no es a causa del frío. Más bien es por la agitación interna que siento y que de algún modo logra exteriorizarse en un estremecimiento que domino al abrazar mi cuerpecito y friccionar las palmas de mis manos contra mis bíceps, creando calor.

Hasta que dicha calidez desaparece en un barrido helado al escuchar su voz —disgustada y tensa— por el pinganillo.

Espero que lo hayas disfrutado.

Su comentario se sale completamente del guion estipulado entre compañeros, pero no hace falta que añada nada más cuando sé que se refiere a los besos compartidos con Dabi...

Haciéndome sentir terriblemente culpable y con una opresión en el pecho.

Ouch. Directo en los feelings, bruh.

***



Me preguntan últimamente por qué ya no escribo sobre Bakugou... 

Well, bruh, tengo un crush con Dabi y un compañero de trabajo que "se le parece" y le da un aire de malote que no puedo evitar acordarme de él.

#BadBoy4ever

Continue Reading

You'll Also Like

6.2K 847 11
Un motor estropeado en medio de la carretera, una caminata larga y una casa de campo al fondo. N.A: ¡Pueden leer esta historia aunque no sepan del sh...
47.8K 3.4K 30
Algunos monstruos nacen, otros son creados, algunos se redimen, otros tienen que ser redimidos; pero los peores monstruos son aquellos que nunca fuer...
5.5K 750 33
"Es que no lo entiendes Yoongi, sospecho que mi alumna es un vampiro." "Vampiresa querrás decir." "Y es escalofriante." "¿En qué sentido?" Jungkook s...
152K 4.1K 30
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...