ᴛʀᴏᴜʙʟᴇ ʙᴏʏ| ʀᴏɢᴇʀ ᴛᴀʏʟᴏʀ

By jjumpsvt

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____ Foster es una chica de buenas notas tranquila y obediente, hasta que Roger Taylor llega a su vida para d... More

Sinópsis
01 |el inicio de mis problemas|
02 |¿por qué a mí?|
03|expectativas peligrosas|
04 |imán de idiotas|
05 |la idiota americana|
06|un microbio|
07 | el big dave y yo|
07 |el big dave y yo 2|
08 |en llamas|
09 |la chica del 69|
10|querida ___|
11|Jessie|
12 |castigos|
13 |estado de gracia|
14 |fantasmas|
15|aquí vamos otra vez|
16 |perdedora|
17 |la pobre víctima de roger|
18 |el hada madrina Taylor|
19 |cisne negro|
20 |la caída de ambos|
21 |¿quién eres y qué quieres de mí?
22|lo juro|
23 |un ángel|
24|no eres como las otras chicas|
25|si vas a empezar a insultarme, mejor lárgate|
26 |te prometo que nos vamos a divertir|
27| ¿que quieres decir con eso?
28 |me temo que no|
29|¿eso es todo?
30 |fin|
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sinopsis
Cap 1 |¿Qué fue eso?
3 |nunca sería capaz de mentirte|
4 |bola de silicona andante|
05|¿estoy en problemas?

2 |Megan lo sabía|

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By jjumpsvt


Esperé a que Reagan se quedara dormida para visitar el cuarto de Roger. Me tiré en su cama y me escondí debajo de sus sábanas, deseando ser muy, muy pequeña. La fragancia de su edredón me hacía sentir segura, como si él en verdad estuviese a mi lado, a pesar de que todavía no llegaba a casa. Consideré llamarlo, pero lo último que quería era ser la hermana menor de cinco años de la que Roger tuviera que encargarse.

Estaba más que consciente que las intenciones de Uriah no eran hacerme daño precisamente, o eso pensé cuando debajo de la rosa encontré esa nota que tenía escrito en tinta negra: "Por ahora". La tire a la basura en cuanto la leí y subí a encerrarme en la habitación de Roger. Y ahora me encontraba escondida debajo de sus sábanas, esperando a que cruzara por esa puerta y me prometiera que todo iba a estar bien.

Pero era mentira. Yo no era feliz, él tampoco lo era. Sin embargo, queríamos convencernos de lo contrario. Lo amaba demasiado, y quizás ese era el problema, porque él no me amaba de la forma que yo quería que me amara. Él todavía estaba enamorado de Alice, me di cuenta de eso cuando me llamó por su nombre en Navidad. De nuevo.

Y una vez más, había fingido que no me importaba.

Cerré mis ojos y le di la espalda a la pared. Mis pies estaban fríos y recordé que la calefacción de la casa no estaba encendida. Me repetí como una mantra que no era gran cosa. No abandonaría esta cama y me negaba a caminar sola por los oscuros pasillos de la casa. Quería creer que sólo nos encontrabamos Reagan y yo, pero la prescencia de Uriah todavía se sentía al otro lado de la puerta, y yo no debía moverme. Porque él estaba aquí, yo sabía que él estaba aquí.

Tres minutos después, Roger entró a la habitación y sin detenerse se sentó al borde de la cama, ésta hundiéndose con su peso. Lo escuché suspirar, yo escondí la cara en la almohada y relajé la respiración, pretendiendo estar dormida. Puso una mano sobre mi cabeza y comenzó a acariciar suavemente mi cabello. Su mano se paseaba por mi pelo con tranquilidad, ternura y cariño. Sentí la necesidad de volverme hacia él y contemplar sus facciones relajadas, pero las reprimí en seguida. Él me pediría explicaciones y yo no estaba de humor para discutir. Estaba aprovechando el lado sensible de Roger, uno que no solía mostrar con frecuencia. Y que ahora no podía ver.

Escuché sus zapatos caer al suelo, y de un solo movimiento se encontraba apretando suavemente mi cuerpo contra el suyo, enredando una pierna con la mía, como las ramas de un árbol. Me removí entre sus brazos para absorver la totalidad de su calor, éstos respondiéndome mientras se envolvían con cuidado debajo de mis pechos. Y ahí estabamos: simplemente acostados en su cama, en el sentido más inocente y puro de la palabra.

—Debiste llamarme—me dijo. Permanecí callada para que creyera que sí estaba dormida, pero unos segundos más tarde me rendí. Suspiré y tragué saliva, desganada.

—¿Cómo lo supiste?

—Fui a tu habitación y vi que tu ventana estaba rota...y Uriah me envió un mensaje. ¿Estás bien?

No.

—Sí.

Y cómo me dolía mentirle.

Su nariz se escondió en mi pelo y me estrechó contra él con más fuerza, pude sentir sus músculos tensarse ante el contacto de mi piel contra la suya. Acaricié sus manos y cerré mis ojos, reprimiendo lágrimas de dolor que amenazaban en rodar rebeldes por mi mejilla. El nudo en mi garganta era asfixiante y no se iría de allí. Lo amaba mucho. Mucho.

Me revolví un poco y me giré hasta quedar con la vista fija en el techo. Roger se apoyó en un codo y miró en silencio mi rostro inexpresivo. Callaba mi desconcierto, pero él de alguna manera u otra sabía las cosas que pasaban por mi cabeza, porque él estaba tan perdido como yo. Porque éramos exactamente iguales.

Su pulgar comenzó a acariciar mi mejilla, hacia adelante y hacia atrás. Cuando volví la cara hacia él me dedicó una sonrisa dulce. Yo hice lo mismo, o por lo menos, lo intenté.

—Hey, Roger...—susurré, mirandolo a los ojos. De a poco me senté en la cama y rodeé mis piernas con ambos brazos.

—¿Sí?—inquirió, despejando el cabello que me cubría la cara.

Mordí mi labio inferior y respiré profundo, mi mente era un torbellino de emociones que yo no podía controlar. Lo observé bien: piel morena, labios en forma de corazón y cabello perfecto y desordenado. Su ceño se frunció levemente y sus ojos me escrutaron desde su posición. Él era hermoso, y era mío. No, yo no podía perderlo.

—Te quiero—le dije, mi voz temblorosa y en susurro. Lo miraba mientras torcía esa sonrisa y se inclinaba hacia mí, colocando una mano en mi cuello y rozando mis labios con los suyos. Fue un beso largo y lento que me devolvió el calor al cuerpo. Me recorrió la boca, la mandíbula y detrás de la oreja. Después puso sus brazos alrededor de mi cintura y me hizo acostarme con él, besando una y otra vez mi nuca. Las cosquillas que sentía en el estómago me hicieron sonreír y cerrar los ojos. Mis mejillas estaban tan calientes como su piel.

—Dulce sueños, preciosa—y me dio un último beso en la oreja antes de dormirme.

No soñe nada.

(...)

El frío se encargó de despertarme.

Lentamente, estiré mis dedos para sentir el calor de Brian, pero él ya no estaba; el lado que debía ocupar de la cama estaba vacío y helado. Me apoyé en un hombro y parpadeé rápidamente para terminar de despertarme, mirando la habitación que ahora estaba iluminada por los débiles rayos de sol que se colaban por su ventana. Terminé de sentarme en la cama y estrujé mis ojos, luego volví a barrer el cuarto con la mirada y me pregunté dónde rayos se había metido. Cuando hice las bastas sábanas a un lado, descubrí que me había dormido con mis pantalones de mezclilla puestos y mi camiseta vieja de Papa Roach. Sumamente extrañada, me dirigí al baño rascándome la cabeza, me lavé los dientes, y me mojé la cara.

Un olor a huevo frito y tocino me hizo parar en seco cuando salí del baño. Antes de bajar y encaminarme a la cocina, fui a mi habitación, pasando rápidamente por mi clóset para evitar alzar la mirada y encontrarme con la ventana rota, y agarré mis pantuflas. El piso estaba tan frío que me congelaba los dedos.

—No sabía que cocinabas—comenté sonríendo al ver a Roger frente a la estufa con un sartén y una espátula. Él me dedicó una sonrisa de "buenos días" cuando me senté en la mesa para observarlo, eh, hacer lo que sea que estuviese haciendo—. ¿Estás seguro de que son huevos y tocino?

—Lo son...—dijo dandole la vuelta a un trozo de tocineta con la espátula—. O por lo menos...lo eran. ¿Tienes mucha hambre?

—Podemos comprar algo si quieres.

—Esto está bien. No, de hecho, está perfecto. Debes reconocer mis malditas artes culinarias, _______ Foster, porque de ahora en adelante, te alimentaré a lo largo de todos estos meses. A ti y a Reagan.

Lo que debía reconocer era que, por primera vez en mucho tiempo, Roger se levantó con un muy buen humor esta mañana. Él nunca preparaba el desayuno, ni siquiera se molestaba en preparárselo a él mismo, me extrañaba que me estuviera cocinando...huevos y tocino, que era lo que cualquier estadounidense devoto comía todas las mañanas. También sonreía y se veía radiante. Llevaba puesto unos pantalones negros por las rodillas para salir a correr y una camiseta color rojo oscuro y sin mangas.

Su rol del hermanastro/novio perfecto me extrañó, para ser sincera, bastante. Este bastardo quería algo de mí, y yo iba a averiguar qué era.

—¿Alimentarme por unos meses? ¿Te sientes bien esta mañana, Roger Taylor?

Roger me lanzó una mirada coqueta y me guiñó un ojo con picardía. Junté las cejas y me encogí en la silla, sin dejar de preguntarme quién era este tipo y qué había hecho con mi novio. Le di un vistazo rápido al reloj y me percaté de que eran las ocho de la mañana de un sábado.

—Es temprano—apunté.

—Y no está nevando y tampoco hay mucho tránsito. Una mañana perfecta, ¿verdad?

Me rasqué la cabeza algo confundida. ¿Se suponía que debía responderle?

—Em...sí, creo.

—Una mañana perfecta para correr—añadió feliz, haciendo énfasis en la última palabra: CORRER. Levantó el sartén de la estufa, se dirigió a la mesa y colocó los huevos delante de un plato que se encontraba a un asiento opuesto al mío. Cuando alcé la vista y lo miré indudablemente aturdida, me dedicó una sonrisa enorme que marcó sus hoyuelos—. Son para Reagan, tú y yo comeremos otra cosa.

De acuerdo...

Me paré lentamente de la silla, extendiendo las manos hacia delante por un momento, con la mirada perdida mientras mi cerebro intentaba procesar este...extraño contexto en el que me encontraba escrita. Roger no me prestó atención; se volvió hacia la nevera, sacó un par de huevos, los golpeó contra el borde de un vaso y escurrió todo el contenido amarillo vómito en aquel vaso de cristal. Repitió el mismo proceso, ahora dentro de un vaso de plástico.

Tuve una horrorosa corazonada cuando vi un cronómetro descansar sobre la isla de la cocina.

Roger se acercó un paso hacia delante sosteniendo los dos vasos en ambas manos, yo retrodecí tres hasta chocar contra una esquina de la mesa, advirtiendole con la mirada que si me obligaba a beber de esa cosa, le arrancaría uno por uno sus preciados cabellos y lo castraría usando la boca de su odioso gato.

—Roger...aléjate de mí. Es en serio. Aléjate.

Pero Roger se rió y siguió avanzando hasta que quedamos frente a frente. Sin apartar sus ojos de los míos, se llevó un vaso a la boca, miró hacia arriba y...Dios, y se bebió todo el líquido amarillo asqueroso hasta la última gota. Sentí cómo se me revolvía el estómago, hice un ademán de que iba a vomitar y me cubrí la boca con las manos.

Cuando hubo terminado de beberse esa...cosa, se relamió los labios y respiró profundamente, por último, sonrió sugerente. Sus musculos se relajaron y el otro vaso que tenía en la mano derecha me lo tendió decidido. Asqueada, negué con la cabeza y me pasé la mano por la cara. Oh no. No, no, no y no, ni muerta, se equivocó de chica.

—Escucha preciosa, haré que te tomes esto rápido, el día solo tiene 24 horas y no pretendo que te pases las primeras 20 huyendo de mí. Te beberás esta cosa, te encantará y luego nos vamos a correr. ¿Entendido?

Ni si quiera me dio tiempo de pensar en la palabra "correr".

—¿Pero son necesario los...sesos de huevo?—le pregunté aterrada. "Sesos de huevo", era toda una estúpida.

—Proteínas, _______. Vas a necesitarlas. Ahora...—extendió el vaso hacia mí y esbozó una sonrisa perversa—...bebe.

—No—la empujé hacia atrás con un dedo. Roger puso los ojos en blanco y apoyó todo el peso de su cuerpo en un pie.

—Te beberás esto quieras o no.

Entonces esta maravillosa idea iluminó el rincón más oscuro de mi cerebro. Una sonrisa malévola se plantó en mi rostro casi de repente, mientras me arrastraba lentamente hacia la derecha y caminaba hasta estar detrás de Roger. Él se giró con cuidado, todavía con el vaso en una mano, su mirada confundida, casi furiosa, encontrándose con la mía. Puse los brazos en jarras y lo miré arqueando una ceja, sacanco un poco más mi pecho.

—Oblígame—le dije con un deje de seducción en mi tono de voz. Él simplemente sonrió.

(...)

Corrimos por casi todo el vecindario. Por alguna extraña razón llamada Uriah, Roger quería ponerme en forma para después enseñarme defensa personal en un ring y boxeo. Era exagerado de su parte, pero él lo consideraba necesario dado al caso de que no podía estar detrás de mí todo los días del año.

Cuando llegamos a casa lo primero que hice fue arrojarme en la cama, lo cual fue una muy mala decisión ya que mi huesudo trasero me dolía bastante. Intenté olvidar las cien sentadillas que hicimos en medio del parque, pero no pude, me dolía mucho como para si quiera no pensar en ellas, maldito Roger.

Cuando sentí un aire frío colarse a rebanadas en mi habitación, recordé que la ventana estaba rota, y que Uriah había estado aquí hace una noche. Pero yo no quería pensar en eso. En toda la dolorosa sección de ejercicios no hice nada más que pensar en Alice y la posible y misteriosa relación que podría tener con Megan.

¿Qué pruebas tenía para estar segura de que las dos iban de la mano? Una muy, pero muy vaga similaridad en el color de ojos y en la parte central del rostro, ahí, en el fino arco de la nariz. Sin embargo, puede que me lo estuviera inventando y en realidad no tenga nada que ver, porque la verdad es que, a pesar del color de ojos y de cabello, Alice y yo somos tan iguales que podríamos ser gemelas.

Pero Megan...

Megan sabía algo que yo no, lo supe en cuanto Uriah le exigió una opinión la noche de las carreras, lo supe cuando me apartó sin pensárselo de la pelea...lo supe la noche en que la vi en el Sgt.Pepper's Lonely Hearts Club, con sus cortes y moretones en la cara. Esta chica formaba parte del rompezabezas, y me daba la impresión de que era una de las piezas más importantes de todo este desastre. Quería saber si Roger pensaba lo mismo que yo, pero él ya no me hablaba de Alice. Era como si ella estuviese muriendo otra vez.

De todas maneras, quería respuestas, y las quería pronto, no por mí, sino por Roger. Él en verdad la amaba, y no era justo que se estuviese obligando a olvidarla cuando cabían posibilidades de que ella estuvera aquí, allá, dónde sea, ocupando un espacio existente en este mundo, simplemente respirando. Alice estaba viva, y yo lo sabía. Megan lo sabía.

Diez minutos más tarde, cuando Roger entró al baño para tomar una de sus largas y musicales duchas, pesqué las llaves de su auto que se encontraban en el bolsillo de sus pantalones de correr y salí de casa.

No fue hasta que iba a mitad de camino que noté que su pistola descansaba en el asiento de copiloto.

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