Maldición Willburn © ✔️ (M #1)

By ZelaBrambille

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En las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldici... More

Maldición Willburn
Prefacio
🎲 TOMO I | La caída 🎲
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06 (pt 1)
Capítulo 06 (pt2)
Capítulo 07
Capítulo 08 (pt1)
Capítulo 08 (pt2)
Capítulo 09
Capítulo 10 (pt1)
Capítulo 10 (pt2)
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14 (pt1)
Capítulo 14 (pt2)
Capítulo 15
Capítulo 16
Extra | Regina y Tyler
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Extra | Rowdy y Giselle
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
🎲 TOMO II | El ascenso 🎲
Capítulo 29
Extra | Kealsey y Omar
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48 (pt1)
Capítulo 48 (pt2)
Capítulo 49 (pt1)
Capítulo 49 (pt2)
Capítulo 50 final
Epílogo I
Epílogo II
| P L A Y L I S T |

Capítulo 30

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By ZelaBrambille


Me destroza encontrarla así.

Está arriba de la barra, moviendo las caderas para un montón de hombres que la devoran con los ojos e intentan tocarla, a pesar de que es evidente que está borracha. No luce como ella, el maquillaje de sus ojos se ha corrido, ensuciando gran parte de sus mejillas, su cabello está despeinado y su ropa está manchada.

Se inclina hacia adelante con la intención de bajar, nadie le ayuda, solo buscan lastimarla cuando no puede defenderse y eso me cabrea.

El camino hacia ella me parece eterno, la alcanzo antes de que pueda caerse de la barra.

—Joder, cariño, ¿qué estás haciendo? —le pregunto luego de rodearla con mis brazos y ayudarle a mantener el equilibrio.

Huele a alcohol, a marihuana. Creo que la mancha en su vestido es vómito.

Sus ojos nublados encuentran los míos, tarda en reconocerme, cuando lo hace una mueca burlona se dibuja en su rostro.

—Él es —les dice a los tipos que siguen analizándola, otros ya han perdido el interés—. Es la leyenda, no se le acerquen porque no puede amar. Shh, no le digan que les dije, se va a enojar.

Suelta una risita, escucho otras que hacen de coro. Les lanzo una mirada envenenada a los sujetos a los que les rompería la nariz si no estuviera en estas circunstancias, la prioridad ahora es llevarla a un lugar seguro.

Regreso la vista a mi pelirroja y encuentro que me está estudiando con el semblante serio.

—Vámonos —le susurro—. Ahora, vienes conmigo.

La dureza en sus facciones se va y es reemplazada por una fragilidad que no había visto en ella, ni siquiera después de esa pesadilla que la atormentó aquella noche.

—¿Por qué? —Su pregunta suena rota.

—No entiendo.

—¿Por qué estás aquí si no soy ella?

No logro descifrar de qué está hablando.

—¿De quién hablas?

Rompe el contacto visual, recuesta la cabeza en mi hombro y apoya todo su peso en mi cuerpo, sus brazos laxos caen a nuestros costados, creo que se desmayará o está demasiado cansada como para luchar.

Puede caminar dando pasos torpes, siento que se caerá en cualquier minuto, así que me detengo para cargarla. Giselle no pone objeción, sus brazos se enredan en mi cuello, se aferran a mí con fuerza. Yo la abrazo de la misma forma, por alguna razón se siente como si lo necesitara, como si deseara que alguien le brinde consuelo.

Kealsey aparece en mi campo de visión, la preocupación emana de ella, la mira y luego se concentra en mí.

—¿Qué mierda pasó? —cuestiona.

Abandoné la camioneta apenas llegamos, probablemente Omar y ella no pudieron ver la escena. Mateo y Angel están aquí, siendo testigos de este trago amargo. Quiero esconderla para que nadie pueda mirarla con lástima, como Angel la está mirando, odiaba que me miraran así y odio que la miren así porque esta no es Giselle.

—No lo sé —respondo sin detenerme a conversar, me dirijo al estacionamiento para subir a la camioneta. No necesito comprobar que vienen detrás de mí.

Omar se encarga de llevarnos a la casa, Angel se adueña del asiento del copiloto, Keals va a mi lado, aprieta sus puños hasta que los nudillos se le ponen blancos. Pongo mi mano sobre la de ella y le doy un apretón, ha estado molesta conmigo, pero sé que está preocupada. Me da una mirada cargada de angustia, ella siempre ha sido tan empática con la gente.

Se inclina hacia mí y extiende su mano, cepilla el cabello rojo, pero Giselle no reacciona.

—Todo va a estar bien, Gi —susurra.

Angel mira por encima de su hombro, hay pesar en sus pupilas, me sorprende su actitud, ya que a él no le agradaba Giselle. En segundos vuelve a centrarse en la calle.

Omar estaciona y yo bajo con ella en brazos, voy directo al baño. Se mueve con violencia, primero pienso que es porque me quiere lejos, sin embargo, se agacha y levanta la tapa del inodoro para vomitar. Me apresuro y le hago una coleta improvisada para que el cabello no le estorbe. Cuando termina jalo la cadena y obtengo una toalla húmeda, quiero limpiar su boca, pero ella me la arrebata y lo hace por su cuenta.

Se pone de pie, sus piernas temblorosas hacen que pierda el equilibrio, la sostengo.

—Ven, siéntate aquí —le pido tan pronto bajo la tapa del baño.

Suelta un suspiro y se deja caer en el asiento improvisado. Me muevo por todas partes buscando las cosas que he visto que Kealsey usa, una bolsa de algodón y esa botella con el líquido que le quita el maquillaje.

Mojo el algodón y realizo un viaje por su rostro, lo hago con mucho cuidado para no asustarla. Sus párpados se cierran y sus labios se entreabren, había un pequeño ceño fruncido que comienza a desaparecer.

El maquillaje se va, las pequitas aparecen, las acaricio con los pulgares, sus párpados revolotean al sentir la caricia.

—Déjame ayudarte a tomar una ducha, no quiero que te caigas o te resbales.

Asiente. Empiezo a creer que me deja hacer todo esto solamente porque está bajo los efectos del alcohol.

Modero la temperatura para que esté calentita. Giselle me deja sacarle el vestido, dejo su ropa interior y le ayudo a entrar a la regadera. Sus dientes castañean, encorva la espalda, temo que salga corriendo, se ve asustada y no entiendo la razón. No puedo controlar mis emociones, mis lágrimas salen al verla así, es como si se hubiera congelado por dentro. Solo la toco cuando se tambalea y dejo mis ojos fijos en los suyos. Ella se encarga de limpiarse con movimientos lentos, soy paciente, no me importa lo que demore.

Tardamos más de veinte minutos, al terminar la cubro muy bien con una toalla, enredo otra en su cabello y la llevo a mi habitación cargándola. No hay nadie en la sala, cosa que agradezco. Se queda sentada en el filo de la cama mientras busco ropa en mis cajones. Encuentro unos pantalones de franela y una camiseta, también le ofrezco uno de mis calzoncillos para que no use sus bragas mojadas.

Me doy la vuelta, pues creo que necesita privacidad.

—Ya —dice con la voz ronca.

Al girarme veo que se está quitando la toalla del cabello, la deja en el suelo y se deja caer en la cama, agotada. Me encargo de recoger todo, dejo su ropa interior y el vestido en el bote de la ropa sucia, al igual que las toallas. También tomo un cepillo de Kealsey y regreso a la habitación.

Está acostada de lado, echa bolita. Me subo a la cama, ella tiembla al sentir que agarro su cabello desde atrás para poder cepillarlo.

Nos quedamos en un silencio que me mata lentamente, no sé qué decir ni cómo preguntarle, no deseo agobiarla y tampoco sé si quiere responder preguntas en este momento.

Decido que es mejor dejarla tranquila, no puedo presionarla para que hable, yo más que nadie entiendo que a veces no queremos hablar de lo que nos duele.

Escucho su respiración pausada y profunda, es señal de que se ha quedado dormida.

Y ahora es momento de atormentarme con pensamientos que me perturban. Revivo lo que pasó en el bar, ¿qué hubiera pasado si no la hubiéramos encontrado? ¿Ella estaría bien? ¿Le habrían hecho algo? ¿Esto lo ha hecho durante toda la semana?

Les dijo a sus amigas que estaba enferma, claramente les mintió, eso alienta mi desasosiego. ¿Tiene a alguien con quien hablar?

Conversaciones que tuvimos en el pasado vuelen a mi memoria. Ella es adoptada, ¿cómo fue su infancia? Sufre pesadillas, ¿qué otra cosa la atormenta? Las posibilidades se extienden frente a mí y me alteran tanto que tengo que ponerme de pie y caminar de un lado a otro para aliviar la tensión. Si me entero de que alguien le hizo daño... Joder, si alguien la lastimó yo los destrozaré, acabaré con cualquiera que se haya atrevido a herir a un ser tan noble como ella.

Salgo de la alcoba porque no quiero despertarla, y porque las cuatro paredes amenazan con dejarme sin aire, estoy seguro de que romperé lo primero que se me ponga en frente y ella no tiene por qué lidiar con eso.

Kealsey y los chicos están en la cocina, ella me regala una sonrisa triste cuando se percata de mi presencia.

—¿Te dijo algo?

—No.

Me dejo caer en una de las sillas del comedor, apoyo los codos en la mesa y dejo caer mi cabeza en los puños. No tengo ánimos para hablar, al parecer ellos lo entienden, pues se quedan callados.

Los chicos golpean mi espalda antes de desaparecer uno a uno, no miro a Keals, pero sé que está aquí.

Y así nos quedamos durante toda la noche, yo atormentado con mis pensamientos, ella mirando la nada, perdida en los suyos.

Las horas pasan hasta que llega la mañana y la luz entra por la ventana. Un ruido me alarma, me pongo de pie al tiempo que la puerta de mi habitación se abre de golpe causando un estrépito que retumba en el silencio de la casa. Un remolino de cabellos rojos sale del cuarto, a toda velocidad se dirige hacia la salida. Afortunadamente soy rápido y la alcanzo antes de que pueda salir.

Aferro su brazo, ella se sacude, rechazando mi toque. Tengo que tragar saliva y apretar los dientes para soportar lo mucho que me duele esta situación. Se gira y me enfrenta, sus ojos están enrojecidos, inyectados en sangre, como si hubiera llorado toda la noche o toda la semana, no lo sé. Estiro la mano y acaricio su mejilla con un dedo, pero ella da un paso atrás, alejándose de nuevo.

—Oye, Gi —suelta Kealsey, detrás de mí—. Estamos preocupados, sabes que cuentas con nosotros, ¿verdad?

Giselle no la mira, pero puedo ver algo en su mirada, la luz y el reconocimiento se va en un parpadeo.

—No pasa nada, Keals, solo voy a donde pertenezco.

—¿Qué estás diciendo, caperucita? No eres esa persona, lo sabes bien, tal vez quieras serlo, pero no lo eres...

—No me conoces, Willburn, así que no digas estupideces.

—Te conozco, Giselle Callahan, eres inteligente, valiente, fuerte y temeraria. Sé que eres la chica que da todo por esos niños pequeños sin recibir nada a cambio, eres la chica que se preocupa por el mundo, por las personas que sufren, eres la chica que tiene pesadillas, pero no permite que estas arruinen sus sueños...

—Qué inspirador —dice con sarcasmo y hace una mueca.

—Somos una familia, Gi, ¿lo recuerdas?

Ella sonríe, pero no hay nada amistoso en su gesto.

—Ustedes son una familia, yo no necesito una, ahora estoy buscando algo que me divierta.

Respiro profundo.

—De acuerdo, solo quiero que sepas que no importa lo que esté sucediendo, voy a estar aquí para ti.

—¿Así como lo estuviste el otro día que me trataste mal?

Cierro los párpados con dolor.

—Entiendo que desconfíes de mí, me lo he ganado. —Trago saliva—. Puedo demostrarte que es cierto lo que digo. Quiero estar ahí para ti porque veo en tus ojos que algo está sucediendo, quiero ayudarte y...

—No —suelta, tajante—. No quiero que estés cerca de mí, Willburn.

Que diga mi apellido de esa forma, como si fuéramos lejanos, me rompe el alma. Todavía no ha terminado:

—Este no es un cuento, tú no eres el príncipe y yo no soy la princesa, en la vida real no puedes salvar a las personas, mucho menos cuando los demonios están dentro de ellas. No te necesito, no necesito a nadie, he sobrevivido todos estos putos años sin tu ayuda.

La expresión de desagrado no abandona su rostro, no la detengo cuando se marcha, pero ni loco la dejaré sola ahora, no después de lo que vi anoche.

Keal y yo nos miramos, supongo que pensamos lo mismo, pues antes de que pase más tiempo nos montamos en la camioneta para seguirla y asegurarnos de que llega bien a su casa. Mantenemos cierta distancia, ya que no queremos molestarla, es que no puedo solamente ignorar lo que está pasando, que es más que evidente que algo sucede, pero no me lo dirá porque ya no confía en mí.

Camina en la acera con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón sin prestar demasiada atención en lo que le rodea.

Lentamente salimos del barrio y entramos a la otra zona de la ciudad. No sé dónde vive, por alguna razón eso me molesta, me enoja porque nunca se lo pregunté, así como tampoco le pedí que me contara sobre sus padres o su infancia, quizá las cosas habrían sido diferentes si lo hubiera hecho. No es que no me importara, cada cosa que ella me contaba la atesoraba de alguna forma, como cuando hablamos de nuestros sueños o de nuestros héroes. Supongo que sentía que la conocía.

Mi ceño se frunce al ver que se detiene en el lugar menos esperado, no es una colonia de lindas casas como estaba esperando, como siempre esperé... No, es un cementerio. No entra por la entrada principal, encuentra otra puerta que nunca había visto.

—Comprobaré que esté bien —le informo a Keals antes de bajarme de la camioneta, después de estacionarla.

Asomo la cabeza entre los barrotes del portón, no sé si pueda entrar por el mismo lugar que ella. Me aseguro de que no esté cerca antes de jalar la puertilla de metal y deslizarme en el interior.

Alguna vez vine a este lugar por la muerte de algún familiar lejano, pero me pone nervioso ver de cerca este sitio, pues alguna vez pensé que acabaría en una de esas tumbas.

El lugar es lúgubre, silencioso, gris. La busco y no demoro en encontrar la mata rojiza perdiéndose entre los caminos. Le doy su espacio, pero me aproximo lo suficiente. Detiene su andar frente a una tumba, la mira durante unos cuantos minutos sin moverse, casi sin respirar, acto seguido, la limpia, quita las flores viejas y ordena unos paquetes plateados, creo que son galletas.

Una vez que termina, se sienta ahí, recuesta la espalda en la piedra y se hace bolita, la misma posición que adoptó para dormir hace unas horas, como si fuera una niña con miedo a los monstruos que viven en el armario.

Escondido detrás de un árbol y el muro de un mausoleo observo sus párpados cerrados y las lágrimas que empapan su rostro y su ropa.

No puedo más. No puedo con esto. No puedo quedarme aquí viendo que está sufriendo así.

Salgo de mi escondite y doy pasos hacia ella, sus párpados se abren al escuchar que las hojas secas truenan por mis pisadas y sus pupilas se estancan en las mías. El llanto silencioso se convierte en sollozos ruidosos, en lamentos que se clavan en mi mente y me dejan una angustia terrible, su pecho se mueve con violencia de arriba abajo, y parece que se hace pequeñita tan pronto me pongo sobre mis rodillas y la abrazo.

¿Cómo no me di cuenta de lo rota que estaba?

No hablo porque no creo que necesite palabras en este instante.


* * * 

LXS QUIERO <3 

Recomienden mucho esta historia si les gusta y dejen sus comentarios, pues me encanta leerlos, me hacen feliz. 

El domingo o el lunes hablaré de Row y Gi en mi instagram (imzelabrambille). Les aviso para que no se pierdan de nada.

Les mando un abrazo fuerte, caperucitxs

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