Tintes de otoño | completa

ladyzanahorria által

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«Emma es albina y está obsesionada con los colores, su único propósito de vida es poder vivir, así se acerca... Több

Tintes de Otoño ©
Playlist.
Booktrailer
P r e l u d i o.
1. Carta recitada
2. Tara con cara de mala
3. Sendero de colores vivos
4. Cómo quiero vivir
5. El juego de la lista secreta
6. La Princesa del Sol y el Príncipe Azul
7. Una canción para recordar
8. Caty la durazno
9. Ella es Mía
11. Estrella de una medianoche
E s p e c i a l 1
12. Un momento de cada segundo
13. Patito
14. El lago de los cisnes
15. Polvo de estrellas
E s p e c i a l 2
16. Payasos
17. Un mundo ideal
E s p e c i a l 3
18. Un slow para esta noche
19. Palabras mexicanas
20. Mundo de sueños
21. Bajo el mar
22. Reposteras
23. Preguntas y subpreguntas
24. Dos voces... ¿una canción?
25. Azul y...
26. Día especial a ella
27. La señora Lewis
28. Buscando a los Owlman
29. Visita con el destino
E s p e c i a l 4
30. La princesa Disney
31. Partida
E s p e c i a l 5
Aviso avisador :)
32. Canción que late en el corazón
33. Adiós, Inglaterra
34. Tenía que pasar
35. Habrá una solución
36. Voz desenfrenada
37. La lluvia sana todo
E s p e c i a l 6
38. La feria de octubre
39. Intentando ando
40. Viejo tren
41. Chalalalalá
42. Noche de ¿brujas?
43. Noche de brujas
44. Todo inicio...
45. ...Tiene un final
E p í l o g o
¡Especial 10k!
Nota del autor
¡Especial 20k!
Especial Navideño

10. Baile bajo la lluvia

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ladyzanahorria által


Antes veía pasar mi vida, sentada en el borde de mi cama, murmurando canciones y con temor de elevar la voz, con miedo de si me podría ahogar, con miedo de agitarme, con miedo de dormir, con miedo de ver siquiera al sol. Pero si pudiese decirle algo a mi yo de hace unos años, le diría que el temor, a pesar de que haya sido un amigo durante años, era un freno que me ponía yo misma -con ayuda de mamá-. El miedo me limitó por mucho tiempo, ¿qué si muero mañana? Al menos habré vivido como se debe de.

Si pudiese decirle a mi yo de hace un año que ya es tarde de mi hora de llegada y que estoy corriendo bajo una lluvia estruendosa, seguro le daría un infarto, se ahogaría con su propia respiración y se llenaría de temor, pero la Emma de hoy, de este presente, ya no siente eso, ¿qué pasa si me ahogo con mis problemas ahora? Nada. Mi alma no se sentiría en pena porque ya no tengo miedo a morir o a tomar el sol. Ya no existe un miedo que me corroa de día, pero sí hay uno por la noche que no me deja dormir.

Me dispuse a ir donde Clark me indicó y en ese momento tuve miedo, no lo negaré. Me daba igual que me pasase algo a mí porque yo estaba satisfecha conmigo, pero ¿y si algo le pasaba a Clark?

Luego empecé a correr de un lado a otro, entre los autos, entre los árboles de las plazas y comenzó a llover. Lo cual fue un tanto extraño, como si brincase de verano al otoño. Mi entorno comenzó a helar y en vez de sentirme más desanimada, fue todo lo contrario, cualquier preocupación que traía conmigo se esfumó mientras la lluvia caía sobre mi rostro.

Quedaban dos calles para ir justo donde Clark quería. La lluvia caía sin cesar y a pesar de la nebulosa capa que me impedía ver, lo divisé.

Divisé al chico azul frente a una casa, cubriéndose de la lluvia. Me acerqué a él con una evidente sonrisa, la cual el correspondió y comprendí que no pasaba nada grave.

-¿Por qué me llamaste, azul?

Mi alegría era tanta. Mi cuerpo estaba tan afligido y mi mente tan exultada que emitió el apodo más privado que tenía. Nunca se me hubiera ocurrido, por cuenta propia, decirle a Clark de esa forma.

-¿Azul? -preguntó con una sonrisa burlona.

Mis mejillas se encendieron pero la lluvia opacó el calor de éstas, volviéndome un tanto al microsegundo eterno de una fantasía, del momento entre el sueño y el despertar, donde se confunde lo real con la ficción.

-Oh -murmuré-, es que eres azul.

-¿Soy azul?

Era azul. Clark era el chico más puro y azul que hubiese conocido nunca. Su magia, su ser y su alma eran bañadas del color más nostálgico y leal de la gama; sus ojos reflejaban su mismo color, y una vez más, como dijo Shakespeare, los ojos son la ventana al alma y a través de los ojos de Clark, efectivamente, podías apreciar su alma.

-Sí, Clark, eres azul.

-¿Quieres explicarme?

Estiró su mano, mojándola por la estridente y gruesas gotas de la lluvia y señalando con la otra los escalones debajo de un techo de madera. Sujeté su mano esbozando una sonrisa y chispas diminutas, como hadas felices que revoloteaban en el pequeño espacio del contacto, explotaron en nuestras manos, casi pude ver los brillos, tal vez era la lluvia, de igual forma, no se pudo opacar la magia de nuestro sentir.

Ambos tomamos asiento, acomodé mi gran cabellera blanca detrás de la oreja, humedecí mis labios y con mis manos sequé un poco mi rostro. Clark me observaba inquisitivo, esperando a que hablase acerca del apodo que escupí.

-Nuestras almas están bañadas de un color, y yo veo el alma de las personas.

Con esa frase y lo introduje a mis alocados pensamientos, Clark asentía con la cabeza y fruncía el ceño mientras hablaba, a veces sonreía y parecía perderse, no sé si dejaba de prestarme atención o se interesaba tanto que se adentraba en mis palabras.

-¿Entonces yo tengo un alma azul?

-Y la más azul que he visto.

Clark hizo un gesto afirmativo, se acomodó en el escalón y me observó.

-¿Tú qué color eres, Emma? ¿Lo sabes?

-Claro, soy amarillo, irrito a algunas personas pero brillo por mi cuenta -una pequeña risa escapó de mis labios y Clark sonrió.

Clark se acercó a mí.

-¿Por qué te gustan tanto los colores? ¿Se debe a tu falta de melanina?

Mis mejillas volvieron a encenderse. Sí, era evidente que me faltaba melanina, pero estaba segura de que eso no era un factor que influía. No era por eso que amase tanto a los colores, aunque es un buen punto. Era blanca, seca, rodeada de un mundo con variedad de colores.

-No, simplemente es porque la vida es de color. Los colores son vida y nosotros formamos parte de esta misma.

Clark acarició su barbilla y asintió ante mis palabras. Ojalá pudiese haberle leído la mente, a veces era una total incógnita lo que pensaba, sus gestos eran extraños y por más que lo conociese no podía saber con certeza si pensaba bien o mal de mí.

Nuestras respiraciones se mezclaban ante la cercanía y antes lo que era un frío terrenal que la lluvia desprendía, se volvió calor que abrazaba a cada uno de nosotros y nos envolvía.

Nuestros ojos estaban conectados, incapaces de desviarse.

-¿Quieres bailar? -preguntó, extendiendo su mano hacia mí.

Ambos yacíamos sentados sobre el escalón húmedo, bajo del techo. Las gotas caían por mis piernas, las cuales estaban al descubierto por mi short.

-¿Bajo la lluvia? -esbocé una sonrisa-. ¿Con todo este frío?

Noté en su rostro cómo se desvanecía su sonrisa.

-¡Claro que sí! ¡Creí que nunca lo pedirías! -canturreé pegando un salto.

Clark , una vez de pie, se posicionó delante de mí, fuera del pequeño techo de la casa, su cabello y su rostro ya estaban húmedos. Volvió a alzar su mano en mi dirección y la tomé. Ambos nos colocamos en medio de la acera, nuestros cuerpos juntos y, una vez más, nuestras respiraciones se mezclaron.

Éramos dos auras de color brillante bajo la lluvia, bailando al son de un ritmo que, para cada uno, era distinto en su cabeza.

Siempre había soñado con un momento así de especial, un momento único con alguien importante, con alguien que no esperaba después de tanto conflicto.

Dos colores se unían.

El amarillo y el azul se combinaban hasta desvanecerse en el verde.

Las manos de Clark me sujetaban por la cadera y yo lo rodeaba con el cuello. En ese momento me sentía verdaderamente como una princesa, en un vals con el príncipe azul. Sólo que en la realidad, yo era una chica albina, bajo la lluvia, con un chico al que le pertenece mi corazón pero que tenía novia.

Nuestra música, acorde, estaba por terminar. Desconocía cuál era el ritmo que reproducía la cabeza de Clark, pero así como nuestros latidos estaban simultáneos, nos preparamos para el final. Los dos nos detuvimos, yo me incliné hacia abajo alzando mi pierna y mi brazo derecho.

Me sentía tan vivaz.

Levanté un poco mi rostro y ahí estaba, Clark delante de mí, penetrándome con la mirada. El calor se intensificó y una fuerza magnética nos acercaba a ambos.

Clark estaba por besarme.

¡Iba a recibir un beso de Clark!

Unas luces potentes nos alumbraron y mi imaginación dedujo que éramos los ganadores del gran baile escolar, pero la bocina del coche me trajo de vuelta a la realidad. Clark me ayudó a reincorporarme, delante de nosotros estaba un vehículo.

Clark me guio, sujetando mi mano, hacia la acera. Entonces caí en la cuenta que nos habíamos movido tanto que llegamos a la mitad de la carretera.

Los dos carraspeamos y jugueteé con mis manos, con nerviosismo.

-Emma -llamó, rascando su nuca-, lo que estaba por pasar...

-Tienes novia.

-Exacto. Qué bueno que no sucedió, porque no lo mereces. No mereces besar a alguien con novia.

Yo asentí con la cabeza, pero internamente me moría por besar a Clark. Sin embargo, tenía razón, él era ahora novio de Tara y yo no soy la otra.

-¿Quieres que te acompañe a casa?

Sin decir palabra, comenzamos a andar.

-Oye, azul.

-Dime, amarillo.

Nunca me había sentido tan viva como ese día. Si hubiese muerto en ese momento, seguro que una sonrisa hubiese invadido el rostro de mi ya difunto cuerpo.

-¿Por qué me llamaste? Caí en la cuenta de que nunca hablamos de eso realmente.

-Tomé la ruta para ir a la casa de Tara, pero estaba con uno de sus amigos y necesitaba un poco de compañía que me animara -explicó-, y fuiste la mejor.

Después de eso, no hablamos mientras caminábamos. La lluvia paró unos momentos y luego volvió con lentas y pequeñas gotas. Los dos nos detuvimos, Clark me inspeccionó con la mirada y añadió:

-No eres solamente un color -sentenció, retomando el paso, yo lo seguí, una vez junto él, prosiguió hablando-: No eres sólo el amarillo o el blanco...

-¿No? -fruncí el ceño, observándolo con confusión-. La falta de melanina hace que, literalmente, sea totalmente blanca, además, como ya te había dicho, mi alma es amarilla.

-En parte, sí -aplanó sus labios-, el negro es la ausencia del color... -comentó, a lo cual lo corté para dar un pequeño punto de vista.

-Tara.

-Y el blanco... -pausó sus palabras y detuvo su andar para observarme a los ojos, inquisitivamente.

-¿Todos los colores? -no pude evitar sonreír. Esbocé una que abarcó mi entusiasmo y elevó, ligeramente, mis comisuras.

Clark asintió lentamente.

-Nunca me habían dicho algo tan bonito.

-Nadie podrá vencerme en eso, ¿no? -comentó alzando la cejas.

Definitivamente nadie llegó.

Nunca nadie pudo decirme algo tan hermoso como lo que Clark podía y pudo. Clark había llegado a lo más profundo de mi corazón y nunca supe compensar todo eso, en definitiva, nadie podía compararse con él.

Caminamos hasta llegar al parque, mi plan era llegar sola a casa, pero Clark me rogó acompañarme, y ante tanta insistencia, cedí.

Mamá estaba delante de la mesa, Clark se despidió de mí y dijo que pronto nos veríamos. Al llegar, mamá me dio un sermón, diciendo que tenía una hora de llegada si quería ese trato. Discutimos un poco y le dije que alguien me necesitaba, luego me mandó a tomar una ducha.

Por el resto de la semana, Clark no fue a clases, se enfermó, le mandé mensajes para ver cómo estaba y contestó secamente con frases de que no había podido dormir durante todo un mes y que se sentía fatal, pero que el lunes ya iría.

Agosto estaba por terminar y entraríamos a septiembre y pronto el otoño. Nuevos colores, nuevos sabores y nuevas sensaciones.

El domingo pude ver a los hermanos Murphy, a quienes ya no sorprendí con algo para dejar de vernos. Salimos a caminar y tomamos un helado como despedida del verano y del calor, cierto era que todavía faltaba medio mes para que llegase el frío, pero mi mente ya se estaba preparando para el cambio así que era preferible irse despidiendo de las cosas veraniegas.

-Te extrañé, Emma -murmuró el pequeño y pecoso Peter mientras saboreaba su helado de vainilla.

Respondí con lo mismo, y no era mentira. Llevaba poco de conocer a esos magníficos seres y pronto comencé a depender de su buena conducta y su buena suerte -a la que ellos insistían que se trataba de atracción, pero para mí siempre sería eso: suerte-, sin duda había encontrado a unos buenos amigos en ellos.

Dos hermanos que negaban su apellido.

-La ley de Murphy si existe, ¿sabes? Sólo hace referencia a lo que puede pasar, pasará, sólo que la fueron llevando al cambio de lo que ustedes denominan como mala suerte -explicó Jack.

-Bueno, todos lo ven como la mala suerte.

-Pero no lo es -murmuró Jack metiendo su helado a la boca.

-No lo es -imitó Peter.

-Nuestro apellido es la frase que ya cité, somos la prueba de que no se trata de suerte, si no de lo que puede pasar y pasará.

Jack era terco y Peter iba por esos caminos, sin embargo, yo no me quedaba muy atrás, era igual de terca, así que la discusión de la ley de Murphy nunca se resolvió y cada familia se quedó con sus ideas.

Al día siguiente, el lunes, llegué con los mejores ánimos a la escuela, las chicas ya me hablaban y Mía parecía estar más contenta, sin embargo, seguí viendo a Caty cuando decía ir al baño.

Algún día Mía tendría que aceptar que su amiga es amiga de su enemiga. Si Caty fuese tan mala como ella dice, yo lo sabría y dejaría de juntarme con ella, pero no es así.

Clark, en la salida, me llevó a las gradas, sus ojos estaban húmedos y el primer nombre que vino a mi mente fue el de Tara, pero él dijo uno nuevo, uno que desconocía.

-Necesito hablar contigo un momento, ¿está bien?

-Claro, azul, dime.

Clark suspiró, observó su entorno, lucía inquieto y sus ojos lagrimeaban.

-Falleció alguien a quien quería mucho -comenzó-, mi vecina de departamento, vive... viví abajo de nosotros, su nombre era Freya y era de Francia, ella... ella era maravillosa, me ayudó con todo lo que pudo y ahora... ahora ella no está, Emma.

Clark ya estaba llorando y se veía tan roto, por primera vez vi a un Clark que temía salir a la luz, de ser el Clark fuerte y formal, se desvaneció al Clark que necesitaba ayuda y un soporte. Me acerqué, acortando la poca distancia que teníamos y me digné a abrazarlo. Él aceptó mi abrazo y me apretujó.

-Encontraron una nota en su habitación, encima de su diario, se lo dieron a quien era su actual novio y le pedí que, si estaba de acuerdo, si lo podía leer. Dijo que él lo vería primero.

Ambos seguíamos abrazados y pronto me dieron ganas de llorar. Abracé con fuerza a Clark creyendo que de esta forma le ayudaría un poco.

-No pude despedirme, Emma, ella se fue.

-Todavía puedes despedirte, yo te ayudaré a que lo hagas de la mejor forma.

Ese día cancelé mi ensayo y llevé a Clark a uno de mis restaurantes favoritos. No tenía al Clark caballeroso delante de mí, que por cierto, nunca perdió sus modales, pero esta vez estaba un Clark destrozado.

-Quiero que vengas conmigo al funeral que se le hará, el sábado de esta semana.

Clark me estaba pidiendo ir a algo importante para él, y por más gris que fuese, acepté. Necesitaba de mi compañía ese sábado y así sería. Al llegar a casa, se lo comenté a mamá, quien se desanimó, pero llegó a la condición de que irían conmigo.

🍂🍂🍂

Nota de la autora:

Holaaa, tengo varias sorpresas en el capítulo siguiente y he estado pensando que ya es hora de subir dos capítulos semanales. Ésto ocurrirá así: sábado y miércoles en la tarde (hora México, Baja California).

Este capítulo, la escena del baile, fue de lo primero que escribí de Tintes de Otoño:( estaba esperando ansiosa a poder publicarlo ya.

Bueno, ya llegamos al capítulo 10, pasamos a complementar dos dígitos. Quiero decir que estoy muuuy orgullosa de esta historia y el apoyo que ha recibido en todo ésto.

P.d. sé que no he termina Holograma de Corazón y aquí hay tremendo spoiler de la historia, pero es parte de Tintes de Otoño. Trataré de reconectarme con Holograma de Corazón para seguirla con su hilo y comprendan verdaderamente lo que sucede.

Olvasás folytatása

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