Promise┊Chaelisa

By PassionKisser

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Donde Roseanne y Lalisa son amigas desde pequeñas, y mantienen la promesa de no olvidarse jamás. ➷Personajes... More

Prólogo
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By PassionKisser

Durante el resto del día en la universidad, ellas no volvieron a hablar. Ni siquiera durante el almuerzo, y todo se había convertido en algo verdaderamente incómodo. Parecía ser que ambas habían hecho un voto silencioso o algo así.

Se miraban de forma molesta, pero no hablaban ni un poco. Ni siquiera con Lisa o conmigo.

Ahora en el auto, sin embargo, había una pequeña excepción.

—Chaeng, ¿Podrías decirle a Jennie que no pienso hablar con ella hasta que no deje de comportarse de forma infantil y me escuche?

—Bu-

—Lisa, ¿crees que puedas decirle a Jisoo que yo no pienso hablarle hasta que se escuche a sí misma?

—Yo-

—¡Eso no tiene sentido! —replicó Jisoo, volviendo hacia ella enojada.

—¡Tú no tienes sentido! 

Y ahí empezó otra discusión.

Habían permanecido en una discusión tras otra desde que subimos al auto, y ya estaba empezando a hartarme. 

Se decían infantiles entre sí, pero ambas actuaban de la misma forma, y no sabía si iban a arreglarlo a pesar de que Lisa me dijo que lo harían.

Cuando bajamos del auto en casa de Jennie y Lisa, lograron callarse pos unos instantes... Solo hasta que entramos al apartamento y regresaron a su discusión loca.

—¡¿Por qué no me escuchas?! —gritó Jisoo, lanzando su mochila al sofá.

Kuma salió corriendo hacia la cocina al escucharlas.

—¡¿Por qué no me escuchas tú?! —gritó de vuelta Jennie—. ¡Ese imbécil se merecía totalmente lo que le hice y más!

—¡Lo sé, pero tú no entiendes que te meterás en problemas!

—¡No me importa!

—Aish, ¡¿por qué eres tan... terca?!

—¡¿Tú por qué eres tan incoherente?! —contraatacó la castaña.

Ambas iban acercando mutuamente cada vez que lanzaban una palabra.

—¡Imprudente!

—¡Mandona!

—¡Egocéntrica!

—¡Insensata!

Y justo cuando Lisa y yo nos preparamos para separarlas pensando que se iban a agarrar a golpes, algo sorprendente pasó.

Unieron sus labios en un beso completamente apasionado, con manos, chasquidos y lenguas por doquier.

Jisoo dio un pequeño salto y envolvió sus piernas alrededor de Jennie, quien amasó su trasero y empezó a caminar con ella hacia las escaleras.

Con las bocas abiertas, la rubia y yo intercambiamos una mirada antes de estallar en risas.

—Sabía que todo terminaría así —comentó Lisa, limpiando una lágrima de su rostro, producto de las carcajadas.

—¿Enserio?

—Por supuesto. Son ellas de quienes hablamos.

—Es cierto —concordé.

Tras unos segundos en silencio, Lisa se calmó un poco y habló.

—Uhm, ¿quieres cenar conmigo hoy? —preguntó con cierto nerviosismo—. Porque no creo que esas dos vayan a salir en un largo rato.

Me enterneció que, a pesar de haber pasado conmigo todo el día, ella aún haya querido llevarme a cenar. No obstante, y pese a mis enormes ganas de quedarme con ella, tuve que desistir.

—Lo siento, Lili. Pero no puedo.

—Oh... ¿Ya tienes otro compromiso, eh? 

Me observó con una expresión entristecida y me apresuré a explicar.

—¡No! No voy a salir con nadie, si eso crees —curiosa, ella ladeó la cabeza—. Tengo que trabajar.

—¿Trabajas? ¿Dónde?

—En una cafetería. En realidad, no queda muy lejos de aquí.

—Puedo acompañarte si quieres —murmuró de forma rápida—. E-es que no quiero quedarme aquí con ese par.

—Bueno... No lo sé...

Ya había pedido permiso para faltar la semana pasada, y si faltaba otra vez estaba segura de que podían despedirme.

—Por favor, Rosie Pooh. Te llevo en mi auto.

Por otra parte, podría pasar más tiempo con Lisa y eso me era verdaderamente excitante. No sexualmente hablando, por supuesto.

—Uhm...

Cuando estuve por contestarle, el sonido de algo chirriando y un golpe fuerte nos hicieron callar.

—¡Oh Dios, Jennie! ¡Sí, justo ahí! ¡Ah! 

Otro golpe se escuchó.

Un rubor se expandió por toda mi cara y llevé ambas manos a mi rostro, en un intento por esconderlo.

—Cielos, Jennie sí que está siendo salvaje —farfulló Lisa, igual de sonrojada que yo—. Por favor, Rosie. Déjame ir o tendré que escuchar eso por el resto del día.

—¡Jennie!

—Está bien, vamos —balbuceé de forma rápida, no tenía ganas de escuchar a mi mejor amiga gemir así.

Lisa sonrió contenta y abrió la puerta para mí.

Justo cuando ambas salimos, un gemido más fuerte se escuchó, seguido de unos cuantos gritos.

—Salgamos de aquí —La rubia cerró la puerta rápidamente y ambas reímos. 

...

Luego de escuchar en vivo y directo como mi mejor amiga gemía, Lisa y yo nos subimos al auto y empezamos a conducir hacia mi trabajo.

Es lindo decir "Lisa y yo", últimamente lo hago mucho, ¿no es así? Pero no pueden culparme, esa rubia antes era como mi gemela siamesa, hacíamos todo juntas. Es bueno ver que todavía somos apegadas.

Charlamos un rato sobre las clases y el hecho de que nuestras mejores amigas estuvieran locas, reímos y nuestra conversación se acabó al llegar al lugar.

Estaba en medio de la enorme ciudad, pero no era un establecimiento tan grande y moderno. En realidad, mis jefas habían hecho de ese lugar algo acogedor. Ellas pensaban que cuando las personas salían del trabajo no querían ir a un lugar parecido a ese, sino algo más hogareño. Algo que los hiciera sentir como en casa.

En consecuencia a ese pensamiento, por dentro el lugar yacía con algunos muebles sumamente cómodos, mesas de madera, flores en todas partes —incluyendo más que todo enredaderas— y un olor a pastel recién horneado y café.

Ingresamos en el lugar y, observando por el rabillo de mi ojo, pude ver a Lisa olfatear y pasar la lengua por sus labios.

—Este lugar huele delicioso. 

—Y espera a probar los pasteles —murmuré.

Observé al frente y mi sonrisa se borró en ese instante.

Una de mis jefas, una mujer de veintiocho años y cabello castaño, se movía ágil y rápidamente entre las mesas, repartiendo órdenes y anotando otras.

Era extraño que ella estuviera fuera, pues siempre se encontraba en la cocina preparando sus famosos pasteles —que era por lo que la mayoría de personas venía al lugar—. Miré alrededor buscando a alguien más, pero solo parecía estar ella.

Cuando la mujer volteó y su mirada se encontró con la mía, pensé que iba a recibir un regaño de su parte, pero en su lugar obtuve una sonrisa casi maternal y un abrazo.

—¡Florecita! —chilló, apretándome más fuerte entre sus brazos—. ¡Que bueno que regresas! ¡Te extrañé!

Me sonrojé ligeramente y la mujer me soltó, sin dejar de sonreír.

—¿Cómo estás?

—Bien —asentí—. ¿Y usted? Veo que el lugar está bastante lleno hoy.

—Oh, florecita. El lugar siempre está lleno —sonreí cuando me guiñó un ojo—. Pero temo que hoy se está saliendo de mis manos.

—¿Dónde están las demás?

—Fuera, haciendo recados y así. ¡Pero me alegra que hayas vuelto!

Finalmente, parecí recordar la presencia de Lisa cuando ella carraspeó, llamando la atención de mi jefa también.

—¡Oh, y trajiste ayuda! —chilló con alegría.

Yo volteé hacia ella para explicarle que era mi amiga y solo había estado ahí acompañándome, cuando ella me volvió a abrazar.

—¡Eres tan considerada! —dijo, separándose pero tomando mi mano—. Vengan ya, no hay tiempo que perder.

Nos guió hacia la puerta para empleados con rapidez. Lisa nos siguió, por supuesto.

—Aquí tienen los delantales.

—Jefa-

—No me llames así, florecita. Me haces sentir vieja —murmuró, haciendo un puchero y extendiéndole el delantal a Lisa—. Ustedes se encargarán de las mesas. Tomen las órdenes de los clientes y las llevan a mí, mientras yo las prepararé, ¿está bien?

—Pero-

—Entendido, jefa —Lisa hizo un saludo militar un tanto gracioso.

La mujer a mi lado soltó una risa y palmeó su brazo.

—Eres graciosa, me agrada. ¡Ahora a trabajar! 

Y salió.

Yo observé a Lisa con una ceja levantada.

—¿Qué? —preguntó con inocencia—. Tu jefa es agradable.

—Tú no trabajas aquí.

—¿Y? Ella dijo que necesitaban ayuda.

—Pero-

—Me sentiría mal estando sentada mientras ustedes dos se matan para atender personas. Entre más mejor, ¿no?

—¡Lisa! 

—Ya, vamos Rosie. Luego iremos a cenar donde tú quieras —se rió de mi puchero y me plantó un beso en la cabeza antes de ponerse el delantal—. ¡Vamos fuera!

Yo suspiré.

—Será una tarde bastante larga.

...

Al final, justo a las ocho en punto, el último cliente salió y por fin pudimos descansar.

Lisa suspiró aliviada cuando se sentó en uno de los muebles a mi lado.

—Uf, estoy exhausta —dijo.

—Ya somos dos.

—Somos tres —añadió mi jefa, asegurándose de cerrar bien la puerta principal y se sentó en unas sillas delante de nosotras—. Fue una tarde larga y cansada, pero lo hicieron muy bien ambas. No sé qué hubiera sido de mí sin ustedes hoy.

—Es bastante exagerada —dije.

Ella soltó una risa.

—Quizá —observó a Lisa a mi lado y sonrió—. Eres bastante buena con los pedidos. Recuerdo que a Chaeyoung le tomó un poco acostumbrarse.

—Gracias.

—¿Habías trabajado de mesera antes?

—No —contestó con sinceridad—. Ni un poco.

—¿Cómo te llamas?

—Lisa. Lalisa Manoban.

—Bueno, Lisa, déjame darte las gracias. Yo soy Kim Youngsun. O debería decir, Moon Youngsun —siendo siempre risueña, mi jefa guiñó un ojo y movió el dedo anular de su mano derecha, mostrándole a Lisa la hermosa sortija de oro que lo adornaba.

Lisa abrió la boca pues, aparentemente, no se había dado cuenta de aquel detalle.

—Soy una de las dueñas de este lugar. Y, por lo tanto, una de las jefas de Chaeyoung. Aunque no me gusta que me llame así.

—¿Una de las jefas?

—Así es, somos cuatro en total... creo —mostrando su mano, ella empezó a contar—. Hwasa, Wheein, Moonstar y yo. Sí, somos cuatro. 

—Oh, entiendo.

—Tú debes ser la novia de Chaeng, ¿no es así? —dijo, con mirada pícara.

—¡U-Unnie!

—Es que ella nunca trae a nadie más que Jisoo aquí —murmuró hacia mí haciendo un puchero—. Y sé que ella es su mejor amiga, así como también sé que Chaeng batea para nuestro lado.

—¿Nuestro...?

—Oh, sí. A mí también me gusta apreciar el arte y la gloria del cuerpo femenino. El de mi esposa, sobretodo.

—Entiendo —comentó Lisa entre risas.

—Pero si a ti no te gustan las chicas entiendo... A no ser que de verdad sean pareja.

—¡Unnie, por favor! 

—¿Qué? Ella es linda, Chaeng.

—¿Quién es linda?

Afortunadamente para mí, Moonbyul había decidido aparecer por la puerta trasera en ese instante.

—¡Moonstar! —Youngsun prácticamente saltó en cuanto la vio y se colgó de su cuello—. Hablábamos sobre la novia de nuestra florecita.

Moonbyul levantó las cejas con sorpresa.

—Así que finalmente alguien te atrapó.

—¡No, no! No es así en lo absoluto.

—No seas así, Chaeng. ¿Por qué la niegas? No veo que ella lo haga.

Moonbyul observó a Lisa y le dirigió una sonrisa.

—¿Tú eres su novia?

—¡Dios! ¿Por qué nadie me escucha? —pregunté, observando el techo del lugar.

Youngsun rió.

—Es un placer. Yo soy Moon Byul-Yi, pero llámame Moonbyul.

—Lalisa Manoban, pero dígame Lisa. El placer es mío.

—Educada... Ella me gusta para ti —se volteó hacia mí y sonrió.

—Sí, ¿verdad? Es muy linda —la apoyó su esposa.

—¡Ella no es mi...! Ahg, ¿Saben qué? Olvídenlo. Nadie me escucha —haciendo un puchero, me crucé de brazos y escuché las risas de todas.

Lisa pasó un brazo por mis hombros y se acercó lo suficiente para plantar algunos suaves besos en mis mejillas.

—No te molestes con ellas, Rosie Pooh. No son las primeras en creer que somos pareja.

—Awwwww, son tan lindas —la castaña llevó ambas manos a sus mejillas entrevista y se volteó hacia Moonbyul, quien nos observaba con expresión divertida—. Amor, tómales una foto.

—¡Yongsun unnie!

Lisa y Moonbyul rieron.

—Ya, creo que fue suficiente. Flor está muy avergonzada.

—Está bien —Solar hizo un puchero, pero se colgó del brazo de su esposa—. Oh, casi se me olvida. Lisa nos ayudó con las mesas hoy.

—¿Ah sí?

—Síp, y estuvo increíble. ¿Has pensado en trabajar aquí?

Lisa y yo intercambiamos miradas y luego las observamos a ellas. Lisa rascando su nuca como siempre hacía cuando estaba nerviosa o avergonzada, y yo con una ceja levantada.

—Bueno... No había considerado esa opción.

—Últimamente estamos teniendo muchos más clientes de lo habitual, y creo que nos vendría bien unas manos extra —continuó—. Además, Sí trabajas aquí seguro será una motivación para Chaeyoung.

—Jesús, ¿por qué no puedo tener unas jefas normales? —observé nuevamente el techo y escuché las risas de mis jefas.

En realidad yo agradecía infinitamente por tenerlas a ellas como mis jefas, pues no todas las personas eran tan buenas y generosas. Eran jefas excelentes a pesar de que casi siempre estaban bromeando.

—No tienes que responder ahora —Moonbyul envolvió un brazo alrededor de la cintura de Solar y observó a Lisa—. Sí quieres puedes hacerlo mañana. Y si aceptas, luego arreglaremos tu horario.

—Está bien —Lisa asintió de acuerdo ganandose una mirada de mí parte. ¿Enserio iba a considerarlo?

—Muy bien, y ya que finalizamos esta conversación... ¿Qué les parece ir a cenar? ¿Les gusta la pizza? —Yongsun se separó de Moonbyul y empezó a quitarse el delantal.

—¿Eh? Pero, unnie-

—Ya sé lo que vas a decir, florecita. Pero tómenlo como un agradecimiento por ayudarnos hoy.

—Pero se supone que ese es mi trabajo —contesté, algo nerviosa.

—Bueno, será un agradecimiento a Lisa por ayudarnos, y a ti por hacer un buen trabajo.

—Pero-

—Vamos, vamos. Se hace tarde.

Sin dejarnos decir nada más, Solar nos empujó fuera.

...

Luego de cenar una deliciosa pizza, Moonbyul y Youngsun se despidieron de nosotras deseándonos una buena noche y diciéndonos que les escribiremos en cuanto llegáramos a casa —y sí, ambas habían intercambiado números con Lisa también—.

Lisa y yo asentimos y nos subimos en su auto para regresar a su departamento.

—Lamento todo eso —murmuré después de unos minutos en silencio.

Lisa me observó de reojo antes de doblar en una esquina.

—¿Por qué? Tus jefas son agradables.

—Sí, pero a veces ellas... Son un poco alocadas.

La rubia rió y estiró una mano para entrelazarla con la mía.

Esos pequeños gestos me recordaban a nuestros tiempos juntas cuando éramos pequeñas y me encantaba.

—Son lindas contigo y te cuidan. Cualquier persona que haga eso me cae bien.

Aquellas palabras llenas de ternura me hicieron reír.

—No has cambiado ni un poco, Lisa.

—¿A qué te refieres? Pensé que habías dicho que me veía como una modelo y te encantaba mi cabello rubio.

Reí nuevamente y le di un golpe en el hombro, suave obviamente, pues ella aún iba conduciendo.

—Lo hace. Pero me refiero a tu forma de tratarme. Siempre has sido tan dulce conmigo.

—Y tú siempre has sido tan brusca —bromeó—. Golpeándome cada que tienes oportunidad.

—Es porque eres una tonta.

—Y ahí está otra vez. ¿Por qué siempre me insultas? —me observó de reojo e hizo un puchero—. Yo sólo quiero tu amor, Rosie Pooh.

Solté un grito ahogado, llevé una mano a mi corazón y la otra a mí rostro.

Sé que lo digo mucho, pero ella es tan linda.

Desabroché el cinturón de seguridad y me estiré en mí asiento para poder darle un beso en su mejilla.

—Está bien. Prometo que no te golpearé. Siempre y cuando no digas tonterías.

—Lo intentaré —bromeó y finalmente estacionó el auto—. Ya hemos llegado, señorita.

—Gracias, Lili.

Ella bajó rápidamente del auto sin dejarme decir algo más y me abrió la puerta, extendiendo una mano hacia mí para ayudarme a salir.

—Por aquí, princesa.

—¡Basta! —lloriqueé cuando tomé su mano—. Cada vez que dices esas cosas... No puedo contigo.

—¿No te gusta? —preguntó avergonzada.

—¡No! No es eso en lo absoluto. Me encanta que me trates así.

—En ese caso, supongo que lo seguiré haciendo.

Observándome con una sonrisa, Lisa puso un mechón de cabello tras mi oreja y me besó la mejilla con tanta dulzura que me hizo derretirme.

Y no miento, mis piernas temblaron de verdad.

—Buenas noches, mi Rosie.

—Buenas noches, Lili.

Ella era un tanto más alta que yo, y no tenía necesidad de hacerlo pero me levanté en las puntas de mis pies y planté un beso en su mejilla.

—Y gracias por todo.

—Gracias a ti —sonrió, dándome un beso en la nariz antes de separarse completamente.

Aquello me tomó por sorpresa, pues era algo nuevo, pero me gustó.

—Oh, y si llegas a hablar con Jisoo, recuérdale que ella tiene una casa.

Antes de subir al auto, la rubia rió y me guiñó un ojo.

—Lo dudo, pero si la veo lo haré.

Cuando ella se marchó, me quedé ahí de pie unos instantes observando el camino y suspiré.

«Dios, Lisa. ¿Qué le haces a mí corazón?»

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