Problemas de líberos

By StarLunne16

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Nishinoya y Yaku tienen algo más en común que el mero hecho de ser líberos: tienen el mismo problema de amore... More

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By StarLunne16

Noya no sabía en qué momento había pasado el tiempo tan rápido, pero era sábado.

Sábado. Asahi.

—¡No, esa no! ¡Te queda horrible, tira eso! —dijo Yaku al otro lado de la pantalla.

Noya se sacó la camisa amarilla que se había puesto y se puso a buscar más camisas en su armario. La pila de descartadas se amontonaba en el suelo, mientras que su cajón estaba cada vez más vacío.

Sonrió en cuanto encontró su camiseta favorita. Era negra, y tenía un relámpago amarillo en todo el medio. Con los vaqueros blancos que llevaba puesto, le quedaría de miedo.

—¡Esa! —aplaudió Yaku en cuanto se la puso—. ¡Por fin, Noya! ¡Ya podrías haberla sacado antes!

—¡Estaba muy metida! —se excusó, acercándose a la cámara—. Además, tú tardaste quince minutos decidiendo entre dos camisas para acabar descartando las dos. Así que no te quejes.

Yaku rio, y entonces su hermana entró sin molestarse en tocar siquiera.

—¡Akane! ¿Cuántas veces te he dicho que toques?

—¿Cuántas veces te he dicho que no me importa? —se cruzó de brazos—. Yo venía a avisarte que tu novio está abajo.

Noya echó a reír mientras Morisuke se ponía como un tomate.

—¡Lev no es mi novio!

—Ah, pero ya sabías que me refería a él —sonrió pícara su hermana—. Venga, que no tengo todo el día para aguantar vuestras melosidades.

Y cerró la puerta de un golpe.

—Algún día cometo fraticidio.

—Algún día le agradecerás a tu hermana —rio Noya—. Se nota que te tiene calado.

—Se nota que no tienes hermanos.

Yaku suspiró mientras se levantaba de la silla y se miraba por enésima vez en el espejo.

—¿Qué película vais a ver? —preguntó Noya.

—Según lo que me ha dicho, la nueva de Jumanji —dijo, alisando su camisa roja—. ¿Y vosotros?

—Ni idea. Asahi quiere ver una de una diseñadora de moda. A mí me da igual.

—Claro, con tal de estar con él —Yaku sonrió encima del hombro con aire pícaro, y Noya se sonrojó.

—¡Solo no hay ninguna película que me interese demasiado!

—Miéntete si eso te puede ayudar —canturreó.

—¡Noya! —la madre de Yuu se escuchó de fondo—. ¡Tu amigo está aquí!

—¡Ahora bajo!

—Ve, no dejes a tu príncipe esperando —rio Yaku.

—Tú deberías también bajar.

—Ese puede esperar —se encogió de hombros—. ¡Venga, que llegas tarde!

Y colgó la llamada. Noya rio mientras cogía la cartera y el móvil. Bajó deprisa las escaleras, y se despidió de su madre.

Nada, ni siquiera Yaku, le hubiera preparado para ver a Asahi vestido con un polo azul, unos pantalones negros y con su pelo recogido en una coleta baja. ¿Era su impresión o estaba haciendo demasiado calor de repente?

Ignorando el calor de sus mejillas, sonrió y saludó a su amigo.

—¡Siento el retraso! —se disculpó—. Es que estaba hablando con un amigo.

Hablando del cual, su teléfono empezó a vibrar. Decidió sin embargo ignorarlo hasta por lo menos el tren.

—No te preocupes —Asahi sonrió levemente—. ¿Vamos?

Noya asintió, saliendo del marco de su puerta y cerrándola. Miró el cielo, estaba despejado y hacía sol. Era un buen día.

—¿Qué tal los exámenes? —preguntó, sabiendo que Asahi tenía muchos exámenes aproximándose las evaluaciones.

—Más o menos —rio—. Por lo menos creo que apruebo. ¿Y tú?

—No he tenido muchos, pero me han salido bien —se encogió de hombros—. O eso espero.

Ambos rieron, y Noya no dejaba de sentir en el bolsillo del pantalón el móvil vibrar. ¿Qué se suponía que pasaba?

Habría pensado que es Yaku pero o bien había asesinado ya a Lev y le estaba rogando un viaje express a Tokyo para ocultar el cuerpo, o bien el que se estaba muriendo era él.

Sin embargo, se extrañó cuando Asahi sacó el móvil, al parecer igual de jarro de que vibrase todo el rato.

—¿Pasa algo, Asahi? —preguntó, viendo ya la estación.

—No dejo de recibir mensajes. Son de Daichi.

—¿Daichi? —parpadeó sorprendido, y Noya sacó también su móvil.

No había mensajes de Yaku —por el momento— pero sí uno de Tanaka deseándole suerte, al que respondió, y un montón de Suga. Un montón de GIFs de abrazos y palabras de ánimo y diciéndole que él le ayudaría en lo que fuera. Que no se deprimiese y que siguiera intentándolo.

No entendía ni media torta.

—¿Qué se supone que pasa? —preguntó Asahi, mirando también extrañado su teléfono.

Asahi bajó su teléfono para que Noya pudiese verlo, y era casi tres cuartos del mismo que Suga. Daichi no le había mandado tantos mensajes (aunque eran unos cuantos) y no le había mandado GIFs, pero le decía que no todo en la vida salía como se quería pero la cuestión era seguir adelante.

Ambos se miraron entre sí.

—¿Hemos suspendido todo el curso o algo? —preguntó Noya, confuso.

Asahi se encogió de hombros.

—Espero que no. Quiero hacer una carrera, ¿sabes? —rio.

—¿Ya tienes decidido cuál? —sacó su cartera para buscar el abono.

—En verdad no, pero seguramente algo de moda —sonrió—. Ya sabes que mi madre es estilista, y me gusta ese mundo.

—Entiendo —sonrió también, algo triste.

Por mucho que no lo pensase demasiado, la graduación de los de tercero se sentía demasiado cercana aunque aún faltase bastante tiempo. Sentía que Asahi se iría, y que después de eso no le vería. Ha habido muchas separaciones de amigos tras el instituto que solo se habían vuelto a reencontrar en las reuniones de exalumnos para recordar viejos tiempos. Normalmente ya casados, con hijos, o tal vez en el extranjero.

El tren llegó, y estaba más vacío de lo normal, cosa que alivió bastante a Noya. No le apetecía ir apretujado —y menos con Asahi al lado, a saber qué cara de combustión tendría Noya si eso pasara— y además podían sentarse tranquilamente.

—¿Te ha dicho algo Daichi? —preguntó Asahi, respondiendo a su amigo un mensaje con una interrogación.

—Él no, pero Suga sí.

—¿Hay diferencia? —rio Asahi, y Noya le siguió.

—En realidad, no mucha —respondió a Suga con un emoji de confusión.

El siguiente mensaje que le llegó a Asahi no pudo verlo, porque el muchacho no le dejó. Se puso bastante rojo y guardó el móvil.

Suga respondió un «no hace falta que lo disimules, pero entiendo si no quieres contarlo».

Bien... Eso era muy raro.

—¿Sabes qué le pasa a Suga? —arqueó una ceja, y Asahi negó con la cabeza.

—No tengo ni idea pero Daichi está raro también —suspiró—. Será mejor que les ignoremos y ya nos lo explicarán.

Noya asintió, estando de acuerdo con él. Silenció el móvil y lo volvió a guardar en el bolsillo mientras veía a Asahi hacer lo mismo.

Llegaron al centro comercial y compraron palomitas dulces y refrescos fuera, guardándolos en la mochila de Asahi.

Sin embargo, en la taquilla, la muchacha le estaba preguntando todo el tiempo a Asahi cuando era Noya el que le estaba dando todas las indicaciones y eso estaba frustrando un poco al de segundo.

—¿Y qué asientos va a querer? —miró a Asahi por quinta vez.

El más alto intentó decirle que no lo sabía, y que con lo que decidiese Noya estaba bien porque siempre era él quien lo hacía, pero no pudo precisamente porque Nishinoya le interrumpió antes de que empezará a hablar.

—Fila seis, los de en medio, gracias —respondió casi irónico.

La muchacha le miró como si recién se diese cuenta de su presencia —por quinta vez— y anotó la ubicación. Le pagó las entradas con el dinero que ambos habían juntado antes y las cogió cuando las deslizó por el hueco de la ventanilla.

—Muchas gracias —le hizo una mueca—. Vamos, Asahi.

Cogió y tiró de la mano del muchacho, sin darse cuenta de que estaba más rojo que un tomate mientras se encaminaba a la entrada del cine.

Los guardias le cogieron la entrada y no les hicieron ningún problema, sobre todo viendo lo enfadado que iba Nishinoya y lo que imponía Asahi, aunque estuviera más avergonzado que otra cosa.

—Sala 4 —indicaron, y Noya asintió dando las gracias.

—Noya...

—¿Sí? —dijo, sin dejar de caminar.

—No es que me importe pero... Me estás apretando mucho la mano.

Ante esas palabras, Noya le soltó avergonzado, y Asahi solo sonrió. Había algo en la sonrisa que Asahi le dedicaba a Noya que hacía que el líbero siempre sintiese su corazón dar un vuelco. Había algo en la manera que sus manos encajaban tan perfectamente pese a la diferencia de tamaño, como si fuesen dos piezas de un mismo puzzle, algo especial.

Ambos lo sentían igual, pero ninguno lo diría. Noya porque no tenía ninguna pista de qué podría sentir Asahi y Asahi porque tenía la seguridad de que iba a ser rechazado.

Y ninguno quería perder al otro.

Entraron en la película algo justos, puesto que el último anuncia terminó en el momento en el que se sentaron. No había mucha gente, porque la película no era tan famosa y porque había salido hacía una semana ya, pero era mejor así.

Pusieron una bolsa de palomitas en medio para compartirlas y sacaron las bebidas de la mochila de Asahi.

Era una película muy típica: una muchacha que asciende socialmente en el mundo de la moda y se enamora de un chico que tenía una novia...

A Noya no le interesaba demasiado la película, pero a Asahi le encantaban ese tipo de filmes. Y a Noya le encantaba ver su cara atenta a los giros de la trama —que, realmente, Noya no esperaba que fuesen demasiados—. Era algo recíproco, porque Asahi aguantaba también películas de miedo que a Noya le encantaban y sabía que Asahi solo no las vería.

Aguantando un bostezo —no había dormido demasiado, ¿de acuerdo? Estaba algo nervioso porque se sentía como una cita aunque no lo era y Yaku le tuvo despierto hasta tarde—, acercó una mano al bol de palomitas sin fijarse demasiado, su mirada puesta en la película.

Si no hubiera sido porque sabía que era imposible, Noya hubiera jurado que la película había podido predecir sus movimientos. En el momento en el que las manos de los dos protagonistas chocaron al recoger al mismo tiempo una tela que a la chica se le había caído —en un típico choque de protagonistas—, Noya sintió la mano de Asahi sobre la suya, y ambos se miraron al mismo tiempo que los dos de la pantalla.

Ambos se sonrojaron hasta las orejas y el intercambio de miradas duró incluso menos que en la película, apartando los rostros al lado contrario del otro.

Asahi pensó que ese era un buen momento para que la tierra se lo tragase. Noya, que era una oportunidad muy buena para que de verdad tuviese una tía narcotraficante y entrase ahora mismo la policía a arrestarlo.

Minutos después, cuando Asahi juraba que se iba a morir de una insolación por el calor que sentía en toda la cara, Noya empezó a reír junto al resto de la sala en una escena cómica, supuso. No ayudó demasiado a su vergüenza, pero sí a que se atreviese a mirarle.

Noya sonreía. Asahi podía ver sus mejillas rojas, aunque se confundían con el color rojo que brillaba en la pantalla al enfocar el vestido de la protagonista, pero sonreía. Y no separaba su mano de la de Asahi, habiéndose quedado ambas encima de las palomitas.

Asahi no era valiente. De los tres de tercero, incluso del equipo, sabía que era el menos arriesgado y muchas veces el propio Nishinoya le había dicho que tenía que mejorarlo. Sin embargo, cuando reunió todo su coraje para enlazar sus dedos firmemente con los de Noya, fingió la calma que no existía en su interior mientras se volvía a fijar en la película.

Sintió la mirada de Noya clavándose en él, el nerviosismo de su compañero, pero no le importó. Mientras Noya no le dijera que le molestaba, suponía que estaría bien.

Si Asahi hubiera sido un poco más valiente, tan solo un poco, y hubiera mirado tan siquiera de reojo a Nishinoya, hubiera visto la sonrisa que adornaba el rostro del líbero.

Pero Noya, que le conocía, no le importó que su mirada estuviera fija en la pantalla. Y él era arriesgado, pero en ese momento su mayor acto de coraje en ese momento fue afianzar la unión de sus manos mientras por dentro gritaba internamente y sus pies se balanceaban casi incontrolables.

Aunque ninguno de los dos se atrevió a mirar al otro, sus rostros tenían pintadas sonrisas que, de verse al espejo, calificarían como tontas. Y no se borraron durante las dos horas que duró la película. Al igual que sus manos no se separaron aún después de esta.

Si alguien le hubiera preguntado el estado de ánimo a Nishinoya, probablemente ni siquiera hubiera podido responder sin contener una sonrisa. Para él, estaba siendo el mejor sábado de su vida.

Y aunque no lo supiera, para Asahi estaba siendo el mejor sábado de toda la historia de los sábados.

—Se está haciendo tarde —dijo Asahi mientras caminaban sin un rumbo fijo por el centro de la ciudad—. Será mejor que regresemos a casa.

Ambos se habían comprado unos helados y los disfrutaban mientras paseaban y se mantuvieron hablando de la película —cuyo final fue inesperado y tuvo a Asahi llorando un ratillo— y también de los planes que tenían para la semana.

Pero Asahi tenía razón, el sábado no podía durar eternamente y debían regresar a casa. Noya acompañó a casa a su amigo y ambos quedaron charlando en el portal, reticentes a irse y a separar sus manos.

Finalmente, fue la madre de Asahi quien logró separarlos, abriendo la puerta al escuchar a su hijo y haciendo que los dos se separasen del susto. Aunque ella fue muy amable con Nishinoya, como siempre, la situación era demasiado incómoda el líbero prefirió escapar a las primeras de cambio argumentando que tenía mucho que estudiar.

Como si fuese a estudiar con ese día aún fresco y las emociones a pie de cañón.

A decir verdad, las horas habían pasado tan deprisa y los sentimientos demasiados intensos que Nishinoya ni se acordó que tenía su móvil en silencio. Cuando lo vio fue ya en su casa, acostado en su cama, y se asustó de la cantidad de notificaciones que tenía.

Suga le había mandado un par de mensajes más, pero Yaku le había enviado un testamento. O más bien, le estaba enviando porque seguía escribiendo. Aparte, tenía diez llamadas perdidas de él.

«Yuu, sé que estás en tu cita así que contesta cuando puedas»

Eso fue por la tarde. A eso de las tres.

«Yuu, ¿estás bien?»

Eso fue a las siete.

«Vale, espero que te lo estés pasando de miedo porque ni siquiera lees los mensajes»

Eso fue a las ocho.

«Ahora sí que me estoy empezando a preocupar. O te han robado el móvil o no lo oyes o te has muerto. Llama»

Eso fue a las nueve.

Los mensajes siguientes eran parecidos al últimos con llamadas intercaladas. Nishinoya había llegado a casa a las once.

Decidió llamar él a Yaku antes de que terminase de escribir y estuviese al borde del colapso. En ese aspecto, su amigo le recordaba a Suga. Incluso a su madre, a la cual había

—¡Yuu, estás vivo! —exclamó Yaku, alegre.

—Perdona, no he escuchado el móvil —se disculpó—. Lo puse en silencio y no me acordaba.

—Vaya, así que te lo has pasado mejor de lo que me esperaba —sonrió pícaro.

—No sé de qué me estás hablando.

La sonrisa del líbero de Nekoma se amplió mientras Noya sentía las orejas en llamas.

—Aunque no sé a qué aspiro, si seguro que vuestra cita ha sido todo sonrisitas, miraditas y, dándonos aires, algún roce de manos.

—Parece que tú sí que te lo has pasado bien en la tuya —arqueó una ceja Noya, divertido.

—No, no te creas —suspiró—. No sé cómo no me lo he cargado todavía.

—¿A Lev? ¿Tan malo ha sido? —se sorprendió.

—¿Qué? ¡No! A Lev no, bueno, un poco también pero es a Kuroo.

—¿Kuroo?

—No sé qué le ha dado a ese maldito gato para estar rondando todo el día en el centro comercial —suspiró—. Y pensaba que no me daba cuenta, pero es que era tan obvio. ¿No se da cuenta de que es más alto que una maceta?

—¿Y qué demonios hacía? —rio Noya.

—Pues no tengo ni idea, pero nada bueno —rodó los ojos—. Además, iba con Bokuto, y esos dos juntos tienen las ideas de un mono.

Noya pensó en Tsukishima y en el ligero trauma que le había dejado el entrenamiento con ambos. Para que alguien como el rubio estuviese así, algo de razón debía de tener Yaku.

—Pero lo importante es que estuviste con Lev —intentó animar.

—¡Hasta él se dio cuenta de que ese par estaba ahí! —exclamó—. ¡Les dijo hola y todo!

Noya echó a reír a carcajadas.

—Típico de Lev.

—Lo peor es que, aunque ya habían sido descubiertos, actuaban como si no. ¡Como si estuvieran en una misión! Hay veces que no me llega para entender a este par. Y han sido tres años así, Yuu, ¡tres años!

—Seguramente tendrían curiosidad, no sé.

—¿Curiosidad de qué? ¡Si es solo ir a ver una película, encima por una estúpida apuesta, qué me estás contando!

—No sé, la verdad. Pero bueno, eso, céntrate en la película. ¿Qué tal eso?

—Lev acabó con todas las palomitas antes de que pudiese comer una.

Noya se sentía fatal por reírse, pero se imaginaba la situación y era demasiado cómica.

—Bueno, no se suele comer mucho en el cine —intentó animar de nuevo.

—Ni siquiera se dio cuenta y se disculpó como si hubiera cometido un pecado. Toda la sala nos miraba y yo estaba muriéndome. Gracias por reírte, buen amigo —ironizó ante la risa del líbero de Karasuno—. Aparte, había un grupo de críos detrás de nosotros. Que no sé para qué llevas a críos de seis años a ver una película así, pero uno todo el santo día quejándose de que no veía. Normal, si estaba detrás de Lev. Ni yo vería.

—Nadie vería detrás de Lev. Ni Tsukishima.

—¡Yo traté de explicárselo a la de la taquilla! Quise pedir los asientos más al fondo pero ella que no, que eran los peores, y yo pienso que no tenía ojos en la cara porque no era normal que me dijese eso teniendo un jodido poste de casi dos metros al maldito lado. Y como se empeñó en que no, pues ala.

—Pero eso no es muy normal —razonó Noya—. Si yo quiero esos asientos, tiene que dármelos le guste o no.

—Aparte de que Lev se puso de su parte, cosa que no entiendo cuando él es el puñetero problema, luego vino su grupo de amigos y pidieron esos asientos, que yo lo oí. Y mira es que no llega a estar detrás del panelito y se iba a enterar de lo que era una patada.

—Yaku, relax, que solo es un par de asientos —calmó Noya, viendo lo sulfurado que estaba—. Bueno, pero algo bueno tiene que haber habido, ¿no?

—Ah, qué crees que he acabado. Pues solo te he hablado de Kuroo y Bokuto, no de Alisa y mi hermana.

—Verás —rio Noya.

—Pues mira, no sé que se traen esas dos con el otro par pero Dios los cría y ellos se juntan —rodó los ojos—. Se pusieron a dar la nota en medio de un centro comercial. Y cuando digo en medio es en toda la zona de restauración a la hora de comer. Medio Tokyo les miraba y ellos seguían con una discusión que es que ni entendí.

—¿Y qué hicisteis?

—Hice que Lev les ignorase. Creo que éramos los únicos que no miraban.

—¿Y Akane? ¿Qué has hecho con ella?

—Oye, ni que la hubiera asestado tres cuchilladas en el pecho y enterrado su cuerpo en el jardín.

—¿Lo has hecho? —preguntó Noya.

—¡Claro que no! —se indignó, pero en su rostro había una sonrisa—. Aunque ganas no me faltan. Que por cierto, es muy lista porque ha decidido que no va a volver a casa hoy.

—¿Y dónde está?

—Se ha quedado en casa de Lev —suspiró.

—Estoy empezando a pensar que vivís al lado y no me lo has dicho.

—Para nada. Pero bueno, la cuestión. Logré que ignorara a esos locos y mientras discutían de lo que fuera, salimos del centro comercial sin que nos vieran.

—Vamos, que os escapasteis —rio—. A lo Romeo y Julieta.

—Solo que no somos ni los Capuleto ni los Montesco y no nos vamos a suicidar —siguió con una mirada divertida—. Fuimos a una heladería y Lev se pidió un helado demasiado grande incluso para su estómago sin fondo y le tuve que ayudar.

—Bueno, mira, algo bueno —apuntó Noya.

—Si no fuera por el hecho de que Lev acabó con un mareo por tomar demasiado helado con mucha prisa, pues sí. Luego decidimos regresar a casa, porque yo el lunes tengo un final y ya me la juego no estudiando hoy, al menos quería dormir —suspiró—. Mañana me va a tocar un día...

—¿Y te acompañó? —preguntó.

—Más bien yo le acompañé a él, porque suele perderse —aclaró—. Y como no pude entrar a su casa, porque obviamente tenía que volver y no vi a Akane ahí dentro. Debí suponer algo cuando Alisa salió por la ventana diciéndole a Lev que se diese prisa.

—¿Salió por la...?

—Sacó la cabeza. Lo de ser Spiderman lo deja para mi casa —bromeó—. Y bueno, Lev pareció sentirse mal por estropearme el día de estudio por una apuesta, así que me regaló esto.

Yaku mostró a la cámara las llaves con las que había estado jugando durante la conversación. Tenía un llavero de un gato marrón.

—Es mono —aportó Noya, e inmediatamente los ojos de Yaku se iluminaron.

—¿Verdad? ¡Me encanta! No sé cómo ese idiota ha logrado tener tan buen gusto. Seguramente alguien le ha ayudado.

—Pobre Lev, no confías en él —rio.

—No sabe ni hacer un saque, va a saber comprar con gusto —rio—. Pero la intención es lo que cuenta. Si le hubieras visto como se puso para dármelo, te hubieras reído. Parecía que me iba a pedir matrimonio —Noya arqueó una ceja—. Sólo piensa en cómo estaba yo cuando el idiota va y se arrodilla para estar a mi altura, y se pone a buscar en el bolsillo.

—¿En serio? ¿Se puso así? —parpadeó sorprendido Noya.

—¡Sí! ¡En frente de su casa! Imagínate cómo estaba yo, ahí como un flan y dispuesto a decirle de todo y a la vez nada para que luego me salga con el llavero.

Noya se ahogaba de la risa a ese punto. Y solo lo estaba contando.

—En fin, que le di un golpe por ser tan tonto y resulta que fue MI HERMANA la que le dijo que sería una buena manera de que me lo diese.

—No sé si ser fan de tu hermana o sentirme mal por ti —se sinceró.

—Como buen amigo, deberías apoyarme.

—Sabes que no —se burló—. Además, tu hermana ha demostrado merecer mis respetos.

—Ha demostrado ser suicida. Eso ha hecho.

—Si en el fondo la quieres —rio.

—¿Matar? Seguro —bromeó, girando las llaves en su índice.

—Es lo que tienen los hermanos.

—Claro, como tú no lo sufres.

—Suerte —se encogió de hombros, y ambos rieron.

—Bueno, ya te he contado suficiente de mi drama. ¿Qué tal lo tuyo? —Yaku, al ver la sonrisa de Noya, dedujo cosas—. Parece que bien. Espero que no demasiado.

—¡Calla! —rio—. Fuimos a ver la película esa que te dije. Y bueno, pasaron cosas.

—Os liasteis en todo el cine.

—¡No!

—Vale, eso quizá no pero un buen morreo hubo.

—¡Para nada!

—Entonces os liasteis.

—¡Que no, pesado!

—¿Entonces qué hicisteis?

—¡Solo nos cogimos de la mano!

Yaku parpadeó sorprendido.

—Yo también con Lev. ¿Y?

Noya arqueó una ceja.

—No me digas que lo sueles hacer.

—A Lev le gusta comparar su mano con la mía, normalmente para molestar. Le gusta sentir una mano más pequeña que la suya y pues me la agarra cuando puede.

Un silencio demasiado largo se instaló entre ambos mientras Noya intentaba encontrar las palabras adecuadas.

—Exactamente, ¿por qué no me has dicho esto antes?

—No me pareció importante —se encogió de hombros—. Es una tontería más de Lev.

—Que no te pareció importante —repitió, incrédulo—. Tienes el romanticismo de Tsukishima.

Yaku arqueó una ceja, sin entender muy bien el punto al que quería llegar Noya.

—Vamos a ver, querido amigo —empezó, levantándose de la cama para dar vueltas alrededor de su habitación—. Me estás contando que para ti es habitual coger de la mano a Lev como si nada, como si fuera de todos los días, pero no estás seguro de... —se interrumpió, aún atónito—. ¿Quieres un consejo? —Yaku asintió, algo impresionado—. Declárate de una vez.

El rostro de Yaku pasó de la impresión a la sorpresa más absoluta, rojo incluido.

—¡Sí, hombre! ¡Declárate tú antes!

—Asahi no me coge de las manos cuando le parece bien.

Entonces, para sorpresa de Noya, recibió una llamada entrante de Suga. Recordó lo que había pasado esa tarde, y aunque seguía queriendo hablar con Yaku, sería mejor que solucionase lo que le pasaba a su vicecapitán cuanto antes, mejor.

—Morisuke, luego te llamo. Reflexiona acerca de lo que te he dicho.

Yaku se quedó con la palabra en la boca cuando le colgó y se dispuso a devolver la llamada a Suga.

¿Qué querría?

To be continued

¡Hola! Siento el retraso, pero me quedé dormida y debería haber actualizado hace unas cinco horas XD

Cuestión, ¡es la cita! Me he reído escribiéndola y bueno, son 4000 palabras y más así que está bien.

¡Y hoy es mi cumple! Cumplo 18 :")

Espero que os haya gustado <3 ¡Nos vemos!

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