Crescent Moon ➳ Seventeen

By snowcoups

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"Tras una larga temporada sin verse, Yoon Jeonghan y Choi Seungcheol buscan la forma de infringir las estrict... More

Prólogo
«Capítulo 1»
«Capítulo 2»
«Capítulo 3»
«Capítulo 4»
«Capítulo 5»
«Capítulo 6»
«Capítulo 7»
«Capítulo 8»
«Capítulo 9»
«Capítulo 10»
«Capítulo 11»
«Capítulo 12»
«Capítulo 13»
«Capítulo 14»
«Capítulo 16»
«Capítulo 17»
«Capítulo 18»
«Capítulo 19»
«Capítulo 20»
«Capítulo 21»
«Capítulo 22»
Final

«Capítulo 15»

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By snowcoups


De regreso a la plaza, Seungcheol no pudo dejar de sentirse preocupado.

—¿En serio te encuentras bien?

—Estoy bien, de veras —en su interior estaba deshecho y confundido, pero no quería admitirlo ni ante el mayor ni ante sí mismo.

Ya se habían calmado. Luego de todo lo que ocurrió, habían observado las estrellas y después conversaron, pero ya nada había sido igual que antes. Las únicas palabras que oía el castaño eran las de su novio resonándole en la memoria:

«Jamás seré un vampiro»

Ya se lo había dicho antes, y le había creído, pero esta vez comprendió el verdadero significado de aquellas palabras. Sucediera lo que sucediese, por mucho que se quisieran, siempre habría una barrera entre ellos. Jeonghan no había soportado su separación de aquel año porque creía que no sería permanente. ¿Y cómo iba a serlo, si se querían tanto? Pero entonces, se descubrió preguntándose si aquello era todo lo que podrían tener. Encuentros furtivos, cartas entregadas a escondidas y unos cuantos momentos robados de pasión entre incontables semanas de soledad.

Algún día, el miembro de Adamās envejecería, incluso moriría, y dejaría al hijo de vampiros en el mundo, eternamente solo.

El pelinegro paró delante del cine justo cuando la gente estaba empezando a salir. Entre las parejas mayores y unos cuantos adolescentes que se estaban riendo, una figura destacaba del resto: Jisoo, sereno y reservado.

—Debería irme ya... —el menor observó a su pareja—. ¿Cuándo y dónde nos veremos la próxima vez?

—En Enero, creo. Hay una aldea cerca de aquí, se llama Hahoe. Charity va mucho allí o al menos, eso es lo que dicen nuestros informadores. Supongo que es donde él estaría dispuesto a llevarte.

—Lo hará, seguro. ¿El segundo Sábado de Enero? ¿A las ocho de la noche? —el otro asintió—. ¿En dónde exactamente?

—En el centro de la aldea. Créeme, es una colonia pequeña. Es imposible que no nos veamos —le puso una mano en la mejilla para acariciarlo con dulzura—. Te adoro...

El menor asintió, demasiado compungido para hablar. Entonces, Seungcheol lo atrajo hacia sí y besó la frente ajena.

—Eh, nada de llantos.

—No voy a llorar —inspiró su olor. Ojalá pudiera tenerlo consigo todo el tiempo, a todas horas así de cerca—. El día de Navidad por la mañana, estés donde estés, piensa en mí. Yo estaré pensando en ti —dicho aquello, se besaron tiernamente antes de que el castaño abriera a regañadientes la puerta de la camioneta y se bajara.

De camino a casa, los alumnos de Septendécim no se dijeron nada hasta que casi hubieron llegado al Internado. No fue un silencio incómodo, exactamente. Jeonghan estaba absorto en sus pensamientos y notaba que el otro también lo estaba.

—¿Has sacado mucha información? De las notas de Seungcheol, quiero decir.

—Ni de lejos la suficiente, pero sé que Charity está volviendo a visitar las poblaciones de esta zona. Lo hace a veces, pero eso nunca la alegra. Es como si odiara esos sitios por haber cambiado mientras ella sigue igual.

—Entonces puedes encontrarla —comentó. Se frotó las manos que todavía tenía frías—. Puedes deducir a donde irá a continuación.

Jisoo no despegó los ojos de la carretera mientras ponía la calefacción del coche.

—Puedo intentarlo, pero no hay ninguna pauta. Con Charity no la ha habido nunca.

—Aun así, es un punto de partida.

—Tú siempre viendo el lado bueno —la comisura de la boca se le torció en una sonrisa involuntaria—. Tienes razón. Es un punto de partida.

Cuando hubieron aparcado al final del campus, Yoon abrió la puerta para salir, pero su acompañante no se movió al principio.

—Gracias —le dijo— por esta noche. Ha significado mucho para mí.

El vampiro experto alargó la mano hacia el rostro contrario. No lo tocó, pero tenía las yemas de los dedos cerca de su boca.

—Tienes los labios hinchados.

—¿Qué? —ahora que lo mencionaba, notaba la boca hinchada y dolorida. Se dio cuenta de que era por los enardecidos besos que se había dado con su novio—. ¿Está demasiado...?

—Tranquilo, está bien —dijo Hong en tono alegre, pero tenía la mirada triste—. Cualquiera que se dé cuenta de eso supondrá que me has estado besando a mí.

Afortunadamente, el castaño no tuvo mucho tiempo para ponerse melancólico por la separación entre Seungcheol y él. La semana de exámenes estaba cerca y había que entregar trabajos. En cierto modo, enfrascarse en los estudios fue un consuelo.

Su humor taciturno persistió, por muchas redacciones que escribiera para la señora Ha o muchas prácticas de exámenes de cálculo que hiciera. No obstante, nadie se dio cuenta, porque todo el Internado seguía con los nervios de punta. Aunque habían reparado la ventana del Gran Salón, colocando una vez más cristales transparentes en vez de vidrieras, este seguía desierto, incluso en los días lluviosos, cuando la única alternativa era encerrarse en la habitación. Comenzaron a correr rumores cada día más absurdos.

Cuando empezó la semana de los exámenes, Jeonghan advirtió un elemento curioso en las reacciones que el fantasma provocaba en el Internado, algo que no habría imaginado. Los vampiros eran los que más miedo le tenían. En efecto, los alumnos humanos también estaban nerviosos, pero, en su mayoría, parecían tomárselo con bastante calma.

Aquello no le pareció lógico. Era más probable que los vampiros supieran que los fantasmas existían y apreciaran el posible peligro, pero ningún alumno humano se mofaba de la idea de que los espectros en serio existían; aunque, después de lo sucedido en el Baile, nadie podía dudar de que estuviera ocurriendo algo sobrenatural.

—¿No es un poco raro —aventuró el hijo de los vampiros un día mientras estudiaba junto a uno de sus compañeros de cuarto en la Biblioteca— que no haya más gente muerta de miedo?

—¿Por los exámenes? Créeme, yo lo estoy —respondió Seokmin.

—No, por los exámenes no. Por... Ya sabes.

—¿El fantasma? —preguntó sin siquiera alzar la vista del libro de Anatomía.

—Sí, el fantasma. Te tomas con mucha tranquilidad esto de vivir en una casa embrujada.

—Yo siempre he vivido en una casa embrujada—se encogió de hombros—. Ya lo he superado, hace mucho tiempo.

—Un momento, ¿Qué? —al mayor jamás se le habría ocurrido que precisamente Lee pudiera saber más de fantasmas que cualquier vampiro del Internado—. ¿Tu casa está embrujada?

—Sí, en un punto del desván donde te mueres de frío. Actividad espectral clásica. Descenso de la temperatura, sonidos raros y la sensación de que alguien te está observando aunque no haya nadie. En mi familia, siempre lo hemos sabido todos. Mis amigos se quedaban a dormir en casa todas las noches de Halloween y esa fiesta era la más sonada del año. Todos los años —mientras el otro lo observaba boquiabierta, Seokmin comenzó a reírse—. Aquí hay muchas personas que han visto lo mismo.

—¿Al fantasma de tu casa?

—Los fantasmas de sus casas, o de sus escuelas o... ¿Sabes de chica nueva, Kang Yebin? Jura que su abuela tenía un coche embrujado. Me encantaría probar a conducir esa cosa.

—¿Cómo te has enterado de todo esto?

El menor suspiró.

—Mientras tú te dedicas a pasar tus días con Jisoo, Seungkwan casi siempre se queda encerrado con sus proyectos artísticos, y Mingyu y Wonwoo están constantemente desapareciendo con la excusa de que ese tonto quiere aprender sobre los viejos mitos nórdicos del otro, yo hago otra cosa. Un disparate. Una excentricidad. Yo lo llamo: «Hablar con otras personas». Mediante ese milagroso proceso, a veces puedo enterarme de cosas sobre otros dos o tres en un solo día. Los científicos se han propuesto estudiar mi método.

—Tonto —riendo, Jeonghan le dio juguetonamente un empujón, pero en su fuero interno estaba intentando asimilar todo aquello. Claro que su amigo sabía más que nadie de los alumnos humanos porque era el chico más extravertido de todo el Internado. Incluso algunos de los vampiros que lo miraban por encima del hombro terminaban hablando con él alguna que otra vez—. ¿Sabes si los fantasmas han hecho alguna vez daño a alguien?

—No que yo sepa. A mí, nuestro fantasma del desván siempre me ha caído bastante bien. De niño solía subir a leerle cuentos. Le enseñaba mis juguetes nuevos. No es más que un viejo espíritu atrapado entre dos mundos, ¿No? ¿De qué hay que tener miedo?

—¿De qué te atraviese un filo de hielo?

—Nadie resultó herido. Imagino que el fantasma solo nos estaba asustando, divirtiéndose viéndonos correr y chillar.

—Tal vez.

Podría haberse quedado más tranquilo si no hubiera conocido la historia de Boo.

Casi todas las noches, antes de acostarse, pensaba en Seungcheol. Algunas veces, recordaba el tiempo que habían pasado juntos, otras fantaseaba o simplemente se preguntaba dónde estaría, esperando que estuviera bien y feliz, pero la noche después de su último examen trimestral fue diferente. Estaba agotado y deprimido porque aún faltaba un mes entero para su próxima cita.

No, esa noche no quería pensar en Choi. No quería pensar, así que cerró los ojos con fuerza e intento dormir lo antes posible.

La tormenta rugía fuera del Internado y el viento azotaba las ramas de los árboles. El castaño estaba delante de la ventana rota, procurando no pisar cristales rotos. Gotas de lluvia le salpicaban en la piel.

—¿No quieres quedarte? —era Charity. Llevaba una vieja tea en la mano sacada de una película de terror. La llama anaranjada vaciló próxima a su rostro, pero ella no se apartó. Era el único vampiro que no le temía el fuego—. Aquí hace calor y no llueve. Puede hacer incluso más calor.

—No puedo quedarme.

—¿No puedes? A lo mejor es que no quieres.

Él no sabía si Charity tenía o no razón. Solo sabía que tenía que alejarse de ella y de Septendécim.

—¡Jeonghan! —Era la voz de Seungcheol. El mencionado se esforzó por determinar de dónde venía y descubrió que este estaba fuera, bajo la lluvia—. ¡Jeonghan, no te muevas!

—Lo siento —los oscuros ojos de muñeca de Charity eran tan candorosos como los de un niño. Le acercó la tea y Yoon notó el calor quemándole la piel—. Tienes que arder.

Saltó por la ventana. Los cristales que aún seguían adheridos al marco le hicieron cortes en las piernas y los brazos antes de que se estampara contra la hierba mojada.

Llovía tanto y tan fuerte que tuvo la sensación de que lo estaban apedreando, pero echó a correr con todas sus fuerzas, notando la hierba congelada bajo los pies descalzos. ¿Dónde estaba Seungcheol?

Entonces el seto cambió, espesándose y creciendo de un modo que reconoció, pero ¿Cuándo? ¿Cuándo había visto ocurrir aquello? No lo supo hasta ver las flores rojas comenzando a ennegrecerse.

Su sueño...

No, aquello no era solo un sueño...

—¿Seungcheol?

Jeonghan se sentó en la cama respirando con dificultad. Seungkwan estaba apoyado en los codos, mirándolo con cara de sueño.

—¿Has dicho algo?

—Estaba soñando —le costaba respirar—. Eso es todo, no te preocupes.

—¿Estás totalmente seguro?

—Sí, te lo prometo —tardó otros dos segundos en reponerse lo bastante como para tranquilizarlo—. Probablemente solo estoy preocupado por cómo me han ido en los exámenes.

El rubio observó a su amigo con los ojos abiertos de par en par, recordando viejos terrores nocturnos suyos.

—No tiene nada que ver con ningún fantasma. De veras.

—¿Cómo puedes saberlo con tanta seguridad?

—Tú lo sabías, ¿No?

—Supongo que sí —Seungkwan se levantó de la cama y se acercó hasta la del mayor con sus pies descalzos sin apenas hacer ruido al pisar el rígido suelo de madera para no despertar a Seokmin—. Dime, ¿Quieres que te traiga un poco de agua?

—Eso me vendría bien... Gracias.

En cuanto Boo se hubo retirado, el castaño volvió a pensar en el sueño y en las flores que ya había visto, las flores con las que había soñado la noche antes de conocer a Seungcheol. Él pensó que había sido una coincidencia cuando encontraron el broche esculpido con la misma forma de aquellas extrañas flores, o eso había creído siempre, pero por primera vez, se preguntó si sus sueños no significarían algo más.

Durante las vacaciones de Navidad, Septendécim estuvo más vacío que el año anterior, cuando se habían quedado algunos vampiros que carecían de hogar al que regresar. Ese año casi todos habían huido del Internado embrujado y Yoon se preguntó cuántos de ellos regresarían.

También fue un invierno desagradable sin nieve. Solo habían cielos grises, aguanieve y hielo que hizo intransitables las carreteras la mayoría de los días.

Las frecuentes salidas de Jisoo para ir en busca de su hermana tuvieron que interrumpirse momentáneamente y Jeonghan se daba cuenta de que lamentaba no haber salido más a menudo del Internado mientras aún era posible, de manera que hacía cuanto podía para intentar animarlo.

En la víspera de Navidad, ellos estuvieron pasando el rato en el aula de Tecnología Moderna, mientras intentaba echarle una mano con el trabajo de Enero.

—Tienes que hacerlo más deprisa.

—Se tarda tiempo en interpretar el significado de las flechas —protestó el de cabello lilas desde la plataforma de baile, haciendo rígidamente los pasos del nivel para principiantes de un juego de vídeo que enseñaba a bailar.

—Tienes que interiorizarlo para que tu cuerpo sepa qué hacer en cuanto veas la flecha. No tendrías ni que pensarlo —el castaño estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas junto a la plataforma de baile, mirando consternado—. Tú bailas bien. ¿Cómo se te puede dar tan mal esto?

—Esto no es bailar. Hoy día basta con retorcerse espasmódicamente.

—Pues más te vale acostumbrarte, porque este juego no tiene el fox-trot.

Jisoo lo fulminó con la mirada, pero había humor en sus ojos. También lo dejó jugar y se tomó con calma su victoria.

Después subieron al apartamento de los profesores Yoon, donde Jeonghan estaba pasando los crudos días de invierno. Cuando su madre abrió la puerta, los recibió una acogedora fragancia a canela y manzana.

—Ya era hora —sonriente, la mujer dio un apretón en el hombro a la pareja de su hijo—. Los estábamos esperando.

—Vaya árbol —Hong sonrió al ver el abeto de más de dos metros que mis había en un rincón. Salpicado de oropeles y decorado con los torpes adornos navideños que había ido confeccionando con el paso de los años, el árbol tenía un aspecto apropiadamente festivo, pero no parecía distinto al de cualquier otra Navidad—. Hace mucho que no abro regalos junto a un árbol.

—¿Desde que estabas vivo? —preguntó Jeonghan.

—En aquella época no teníamos árboles de Navidad —respondió calmado mientras se quitaba la chaqueta—. Esa fue una tradición alemana que no se difundió por todo el mundo hasta... Vaya, doscientos años después de que yo muriera, pero es una buena costumbre. Creo que durará mucho tiempo.

—Yo también —el señor Yoon se había asomado a la puerta de la cocina y el delantal que llevaba atado a la cintura estaba prometedoramente manchado de chocolate—. Pero me tranquiliza que la gente ya no lo decore con velas.

—¿Con velas de verdad? ¿Con fuego? —el castaño no lo podía creer.

—Fuego de verdad, cerca de árboles de verdad que se estaban extinguiendo rápidamente. No te creerías lo peligrosa que era antes la Navidad.

Fue una velada acogedora.

El chocolate del delantal del hombre resultó ser el baño de un pastel que había hecho. Bebieron sidra en jarras y sangre en vasos, un ritual navideño. Por primera vez en su vida, la yuxtaposición se le antojó extraña, pero con sus padres y Jisoo pasándoselo tan bien, no le dio muchas vueltas.

En el tocadiscos sonaban villancicos, con ese chasquido peculiarmente agradable que solo hacen los discos de vinilo. Durante un rato, Jeonghan olvidó su melancolía.

Más tarde, Hong se arrodilló para inspeccionar los paquetes que había bajo el árbol y había prometido traer un regalo al día siguiente. El castaño le había comprado un jersey, un regalo no muy inspirado, pero su amigo necesitaba modernizar su vestuario y, además, tenía un cálido color marrón de la lana que iba perfectamente con él. No obstante, cuando el vampiro de cabellos lila cogió el primer regalo que llevaba su nombre, el castaño frunció el entrecejo porque no era el suyo.

—Un momento —dijo—. Hay unos cuantos para mí. Varios, a decir verdad.

—Nos confesamos culpables —dijo el señor Yoon, rodeando a su sonriente esposa con el brazo—. Ya eres casi de la familia, así que queríamos que te sintieras igual de incluido que el resto de nosotros.

—Gracias —Hong parecía profundamente conmovido, no porque fuera a abrir un montón de regalos el día de Navidad, sino porque lo hubieran acogido de aquella forma. Viendo lo mucho que significaba para él, quizá el hijo de los vampiros debería haber sentido lo mismo, pero no lo hizo.

En cambio, volvió a pensar en que a sus padres, Jisoo les gustaba demasiado. Aunque era una bellísima persona, no reaccionaban así por eso. En absoluto. Él les gustaba porque era un vampiro, es decir, la persona que iba a convertir a su hijo en el vampiro perfecto que ellos siempre habían querido que fuese. Jeonghan siempre había querido satisfacerlos, pero ver cuánto deseaban aquello le hizo preguntarse qué era lo que tanto temían.

Después, cuando empezó a oscurecer, sus padres no solo le permitieron llevarse a su compañero a su dormitorio, sino que además su madre cerró la puerta al salir, algo que ninguno había hecho en las dos ocasiones en que habían dejado entrar a Seungcheol.

—Los tienes en el bote —declaró—. Tú también lo notas, ¿No?

—No estarían tan entusiasmados si supieran a dónde te llevo y por qué. No los desilusionemos todavía —Hong fue hasta la ventana y miró la gárgola. Tenía carámbanos en las alas—. Parece helada de frío.

—Debería dejarle una bufanda o algo así —se sentó en el banquito que había delante de la ventana y tocó el frío cristal con las yemas de los dedos.

—Hasta las criaturas de piedra te dan lástima —el de cabellos lilas se sentó al lado del castaño, pasándole un brazo por la espalda y pegando sus piernas—. Es por si tus padres entran... —añadió.

—Lo sé. Deberíamos parecer cómodos.

—Exacto —Jisoo lo observó mientras vacilaba con una sonrisa cómplice en los labios—. Te parece que me estoy aprovechando de la situación.

—No es eso. Sé que no lo harías.

—Te equivocas. Sí lo haría —se acercó más al otro hasta que sus rostros casi se tocaron—. Estás más enamorado de Choi Seungcheol que nunca, y yo no puedo hacer nada para cambiarlo. Eso no significa que no disfrute estando tan cerca de ti.

Jeonghan no podía concentrarse. Por alguna razón, no podía despegar los ojos de su boca. Tenía la mandíbula refinada y la comisura de sus labios era dulce.

—Solo me parece arriesgado, supongo.

—El único que se arriesga aquí soy yo, si me encariño demasiado contigo. Para ti no es arriesgado, siempre y cuando no te confundas. De todas formas, estás con él.

—No me confundo.

—Por supuesto que no —una sonrisita asomó a sus labios.

Yoon se levantó del banquito y notó las rodillas flojas. El otro se quedó donde estaba, con la sonrisa en los labios.

—Veo que... Estás de buen humor últimamente —farfulló—. Haces bromas, no en plan gracioso ni nada, pero pareces animado.

—Sí, estoy bien.

El castaño se sentó en el borde de la cama, a más de un metro. Entonces, recién pudo concentrarse.

—Lo pasaste mal después de la plaza —dijo—. ¿Has hecho más progresos de los que me has contado?

—No. Cuando encuentre a Charity, te lo diré de inmediato. Cuanto antes terminemos con Adamās, mejor —se recostó en el marco de la ventana. La gárgola era visible como una sombra detrás de él, como un diablo posado en su hombro—. Pero estoy aprendiendo a aceptar que no va a pasar de la noche a la mañana. Llevo treinta y cinco años sin ella; podré aguantarlo durante otro par de meses.

—Lo dices como si fueras tú quien la necesitara y no al revés.

Jisoo pensó un momento en aquello.

—Supongo que siempre necesito tener alguien a quien cuidar.

La conversación estaba tomando un derrotero peligroso. Jeonghan zanjó rápidamente el tema planteando algo que llevaba tiempo considerando si comentar o no.

—Si te cuento una confidencia que me han hecho, algo muy personal, muy íntimo, porque creo sinceramente que puedes saber algo útil, ¿Me prometes que guardarás el secreto? ¿Y que nunca dirás que lo sabes?

—Por supuesto —suspiró profundamente—. ¿Es sobre Seungcheol?

—No. Es sobre Seungkwan —allí, en Nochebuena, susurrando para que sus padres no oyeran ni una palabra, le contó lo que el menor le había explicado sobre el fantasma que llevaba tanto tiempo aterrorizándolo.

Hong no se asombró tanto.

—¿Cómo creías que eran los fantasmas? ¿Dulces y simpáticos? —frunció el entrecejo—. ¿Aún hacen esos dibujos animados?

—Hicieron una película de Casper —dijo distraídamente—. Pero no es eso... Es decir, ese fantasma no se limita a volver las cosas azules o congelarlos. Es un... Bueno, es un violador.

—Hasta la mitología humana está familiarizada con los incubes. Algunos fantasmas atacan sexualmente a hombres mientras duermen; se llaman súcubos. Los fantasmas no tienen cuerpo, de manera que idean mil formas de violar los cuerpos de otros. Posesión, acoso sexual, visitas, todo responde a lo mismo.

—Es aterrador. Hay tantos fantasmas en el mundo... Tiene que haberlos a millones, y si son capaces de eso...

—Espera un segundo. No hay millones de fantasmas. Son bastante poco frecuentes. Menos frecuentes que los vampiros, eso seguro.

—No es posible. Casi todos los alumnos humanos de Septendécim se han criado en casas embrujadas.

—¿Qué? No lo dices en serio.

—Seokmin lo ha averiguado. Hay fantasmas en casi todos sus hogares, y para que eso sea cierto, tendría que haber cientos de miles de casas encantadas, y... —se interrumpió al darse cuenta de que aquella no era la única posibilidad.

O había montones de casas embrujadas en el mundo, con lo que cualquier grupo de personas podría haberse criado en ellas, o solo era una coincidencia que muchas de ellas hubieran terminado en el mismo Internado, o esa era exactamente la respuesta que Seungcheol y él estaban buscando.

Sí, esa era la razón de que la señora Ha admitiera alumnos humanos en Septendécim. No podía venir cualquier alumno humano, solo los que estuvieran vinculados a fantasmas que franqueaban sus puertas.

—La señora Ha está buscando fantasmas —susurró Yoon.

—¿Qué?

Se explicó lo mejor que supo, trabándose de la emoción.

—Tiene que ser eso. Una vez que los alumnos vienen al Internado, ella mantiene vínculos con las casas y las familias durante años. De ese modo, si necesitara entrar en alguna de esas casas podría hacerlo.

—Estoy de acuerdo en que esto no puede ser casualidad —dijo Jisoo sonriendo despacio—. Esto no es una coincidencia, pero, ¿Por qué iba a buscar fantasmas? Ellos nos odian; nosotros los odiamos a ellos. Normalmente se mantienen a distancia, y nosotros les devolvemos el favor.

—Últimamente, no. Algo ha cambiado. Esa vieja tregua se ha roto —Jeonghan se estremeció y pegó las rodillas al pecho, abrasándoselas al pie de la cama—. Vienen a por nosotros. Los fantasmas se han fijado como objetivo este Internado o a los vampiros en general. La señora Ha debía de saber que iba a pasar esto, por eso ha permitido que vengan humanos, para... Para localizar a los fantasmas o acceder a ellos, quizá.

El vampiro de cabellos lilas repiqueteó con los dedos en el alféizar de la ventana.

—Has dado con algo. Durante siglos, ni un solo fantasma se atreve a entrar en Septendécim y, luego, se aparecen a montones en cuanto empiezan a venir alumnos humanos.

—¿A montones? —pensó en la imagen que había visto hacía unos meses, después en el hombre de escarcha que se le había aparecido en la Torre Norte y, por último, en lo que fuera que hubiera interrumpido el Baile—. Sí, han sido más de uno, pero no ha sido inmediato. Han tardado un año en aparecerse.

—Dado que los incidentes han comenzado siendo poco llamativos, es posible que estén aquí desde el año pasado sin que nos hayamos enterado.

Por fin había hecho un avance importante. Por fin lo comprendía. Los fantasmas habían venido al Internado y lo que habían visto hasta ahora solo era el principio.

—Oh, cariño, ¡Me encanta! —la señora Yoon se puso su nueva pulsera y besó a su esposo en la mejilla con dulzura.

Teniendo en cuenta que el vampiro llevaba más de trescientos años haciéndole regalos, aquello le pareció a Jeonghan todo un mérito que aún fuera capaz de encontrar cosas que le complacieran, o quizá fuera ese el secreto de su larga relación de pareja, el hecho de que siguiera complaciéndoles prácticamente cualquier regalo, detalle o palabra.

—Guardaremos el resto de tus regalos para que los desenvuelvas cuando venga Jisoo, pero abre solo este, ¿Si, hijo?

El castaño cogió obedientemente una bolsa en la que había un colgante con forma de lágrima unido a una cadena antigua de cobre.

—Es bonito —dijo sopesándolo—. ¿Qué es?

—Obsidiana —respondió su madre—. Póntelo, a ver cómo te queda.

Ambos le sonrieron satisfechos cuando se lo puso en el cuello. A él le extrañó que hubieran elegido la obsidiana, pero el brillo de la piedra negra era precioso.

«¿Cómo sería para Seungcheol la tan
ansiada época de Navidad?»

No se podía imaginar a la señora Choi explicándole cuentos sobre Papá Noel cuando era pequeño, ni que Adamās se quedara en el mismo sitio durante el tiempo suficiente para que hubiera tenido alguna vez un árbol de Navidad. Lo imaginó como el niño que debió de ser: Pelinegro, valiente y con los ojos grandes. Deseaba juguetes, pero no tenía nunca ninguno. Aún así, jamás se habría quejado. En aquel momento, quizá estaba durmiendo en un camastro en otro sórdido aparcamiento, sin regalos, ni una deliciosa cena, ni villancicos. La imagen le pareció desoladora y volvió a recordar lo que él le había dicho en una ocasión sobre carecer de cualquier clase de vida normal.

Pensar en la solitaria mañana de Navidad de su pareja lo dejó vacío por dentro.

Hasta su lamentable desacuerdo en el observatorio, Jeonghan no se había dado cuenta de cuánto contaba con poder cambiar algún día el hecho de que Seungcheol y él estuvieran en mundos tan diferentes. El mayor necesitaba romper sus ataduras con Adamās en algún momento, y hasta entonces, aún abrigaba la esperanza de que se uniera a ellos como un vampiro, pero parecía una posibilidad que acabaría por rechazar para siempre.

«Si aquello no estaba en su futuro,
¿Cómo podría Seungcheol ser alguna vez libre? ¿Y cómo podríamos nosotros estar alguna vez juntos?»

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