Crescent Moon ➳ Seventeen

By snowcoups

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"Tras una larga temporada sin verse, Yoon Jeonghan y Choi Seungcheol buscan la forma de infringir las estrict... More

Prólogo
«Capítulo 1»
«Capítulo 2»
«Capítulo 3»
«Capítulo 4»
«Capítulo 5»
«Capítulo 6»
«Capítulo 7»
«Capítulo 9»
«Capítulo 10»
«Capítulo 11»
«Capítulo 12»
«Capítulo 13»
«Capítulo 14»
«Capítulo 15»
«Capítulo 16»
«Capítulo 17»
«Capítulo 18»
«Capítulo 19»
«Capítulo 20»
«Capítulo 21»
«Capítulo 22»
Final

«Capítulo 8»

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By snowcoups


Lo habían atrapado.

Jisoo estaba delante de Jeonghan con los brazos cruzados sobre el pecho. Al castaño se le caía el alma a los pies.

—Puedo explicártelo.

—No hace falta —el vampiro se fijó en el broche negro de piedra tallada que el contrario aún llevaba prendido y era un hecho que había deducido que era un regalo de Seungcheol, ya que no se lo había quitado en todo el curso pasado—. ¿Han estado juntos todo este fin de semana?

—No es asunto tuyo —respirando hondo, Yoo intentó mantener la calma—. Te prometo que no le he contado nada de nosotros que él no supiera. Seungcheol ya no está haciendo de espía para Adamās.

—¿Como hizo el curso pasado?

Por desgracia, tenía razón.

—Tú no lo entiendes. Él no quería mentirme, pero lo enviaron aquí en una misión.

—Una misión que él llevó a cabo, y no le importó tener que utilizarte para conseguirlo, ¿Eh? —Jisoo exhaló bruscamente, como si tuviera algún dolor físico—. No estoy enfadado contigo, Jeonghan. Estás enamorado por primera vez y no ves con claridad.

—Por favor, escúchame.

—Tranquilo, yo me ocuparé de esta situación. Todos nos ocuparemos.

La sangre se le congeló.

—¿A quién te refieres con «todos»?

—A las personas que te queremos de verdad.

Una vez dicho aquello, fue a darse la vuelta, pero el castaño lo agarró por el brazo para impedírselo.

—No se lo puedes decir a mis padres. No se lo puedes decir a nadie —suplicó Jeonghan.

Hong le puso las manos en los hombros como si estuviera consolándolo en lugar de destruyéndolo.

—Algún día comprenderás que lo hice por tu bien.

Cada vez que alguien le había dicho aquello, no tenían ni idea de cuál era realmente «su bien». Molesto, Yoon lo empujó con tanta fuerza que retrocedió un par de pasos.

—Estás celoso, por eso lo haces.

Incluso antes de terminar, supo que era mentira. La única respuesta de Jisoo fue echar a andar hacia Septendécim, a lo que Jeonghan se apresuró para correr a su lado respirando entrecortadamente.

—No es lo que crees. Seungcheol me quiere. Quiere estar conmigo y nos da igual ser distintos. Eso no tiene que ser importante, no si nos queremos lo suficiente.

—Es la primera tontería que te oigo decir desde que te conozco, y espero que sea la última —el vampiro apartó una rama baja de pino para que el otro pudiera pasar, aunque se negó a mirarlo directamente a los ojos—. Si él fuera cualquier otro humano o algún alumno, ¿Crees que me importaría?

—Sí —Jisoo podía no estar haciendo aquello por celos, pero eso no significaba que no los tuviera.

—Está bien. Me importaría fuera quien fuera, pero no me entrometería, ni tampoco lo haría nadie más. Él no es un chico cualquiera, es un miembro de Adamās, lo cual significa que está loco por destruirnos. No se puede confiar en alguien como él.

—¡Tú no lo conoces! —gritó el castaño en respuesta. Ya no le importaba que lo oían, no estando Jisoo a punto de contarlo todo. Todo estaba a punto de estropearse para siempre, y se sentía tan enfadado y asustado que no podía pensar con claridad—. ¡No sabes lo que hizo anoche!

—Me lo imagino.

—¡Me ayudó a salvar a una vampira! Salvarla, Jisoo. Los otros le habrían hecho daño, pero Seungcheol no se lo hizo porque me escuchó. Era la vampira más joven que he visto en mi vida, casi una niña, pálida y andrajosa, era imposible que no te diera lástima, y a él le dio lástima. ¡Sé que se la dio!

Hong se paró en seco. Se volvió lentamente hacia Jeonghan y la expresión de su cara estaba tan cambiada que al principio apenas era reconocible.

—¿La más joven que has visto en tu vida?

«¿Por qué ha sido eso lo que le ha sorprendido de todo lo que he dicho?»

—Sí.

—¿Qué aspecto tenía?

—Cabello color miel lacio y ojos marrones, pero lo importante es que Seungcheol la ayudó a huir de Adamās. Ahora lo comprende, ¿Entiendes?

—Dime exactamente qué aspecto tenía la vampira.

—¡Acabo de hacerlo!

—Jeonghan —su voz se escuchaba completamente rota—. Por favor.

El mencionado no pudo obviar su desesperación. Despacio, cerró los ojos e intentó recordar el momento en que la vampira y él cruzaron la plaza cogidas del brazo. Describió su joven rostro acorazonado, sus ojos castaños, y el color vivo de sus cabellos. El vampiro no cambió de cara hasta que Yoon mencionó la mancha de nacimiento violácea que ella tenía en la garganta. En ese momento, abrió ligeramente la boca.

—Ha vuelto.

—Un momento... ¿La conoces?

Él asintió y entonces ya no pudo seguir mirándolo a los ojos. Parecía tan aturdido y triste que el enfado se les pasó de inmediato.

—Jisoo, ¿Quién es?

—Charity.

El nombre le evocó instantáneamente un recuerdo: la Navidad pasada, mientras ellos caminaban por la nieve entre los acebos, él le hablaba de la vida que había perdido hacía ya tanto tiempo. Le había mencionado a la persona que más añoraba.

—¿Te refieres a tu hermana? —pensaba que en aquel paseo por la nieve, el vampiro le había contado sus secretos más hondos, pero no se lo había dicho todo. No había dado a entender que su hermana había sido transformada en vampira junto con él—. ¿Era ella?

Jisoo no me respondió, pero cuando se puso a andar con paso tambaleante, suspiró.

—No se lo digas a nadie.

—Te lo prometo —con retraso, recordó que él también tenía un secreto—. Tú tampoco lo contarás, ¿No?

Él no dijo ni que sí ni que no, pero Jeonghan que no contaría a nadie lo que habían descubierto esa noche. Se quedó viéndolo alejarse durante mucho rato, demasiado aturdido por la sorpresa y el alivio para hacer nada más. Luego, respiró hondo y corrió hacia el Internado sin dejar de pensar en cómo describiría a sus compañeros de cuarto una lluvia de meteoritos que en realidad no había visto.

Seungkwan y Seokmin se tragaron la historia de cabo a rabo y ni siquiera hicieron muchas preguntas, lo cual fue un alivio, pero fue decepcionante. De hecho, el castaño estaba bastante seguro de no haber dejado ningún cabo suelto hasta la cena del Domingo por la noche con sus padres, cuando la señora Yoon preguntó dónde se había metido el Sábado por la tarde, a lo que él dio la primera excusa que se le ocurrió, que estaba remotamente relacionada con la verdad. Aquella resultó ser la peor excusa que se le podría haber ocurrido, porque a sus padres les encantó.

—Paseando por el bosque con el joven Hong, ¿Eh? —el señor Yoon ponía especial énfasis en todas sus preguntas—. Y dime, ¿Qué hacías hablando con él hasta las tantas?

—No estuvimos hasta las tantas —Jeonghan untó su panecillo con mantequilla, sirviéndose ávidamente los alimentos que sus padres habían cocinado. La sangre le sentó incluso mejor que la comida. Había tenido que pasarse medio fin de semana sin ella, por lo que se bebió un vaso detrás de otro—. Es personal, ¿Si? Por favor, no le pregunten por eso ni por nada.

—Está bien —dijo su madre en tono tranquilizador—. Nos alegramos de volver a tenerte en casa.

Cuando el castaño alzó la cabeza del plato para mirar a sus padres, los dos le estaban sonriendo con tanto cariño, que este apenas fue capaz de contenerse para no abrazarlos y disculparse por haber mentido. El recuerdo de Seungcheol bastó para convencerlo de que habían secretos que valían la pena guardar.

Al cabo de unas semanas volvería a verlo. Ya había desgastado todos sus viejos recuerdos, pero ahora tenía recuerdos nuevos, besos y risas que podía recordar por primera vez, y se sentía como si se estuviera volviendo a enamorar. En los días siguientes, debería haber estado en el paraíso, pero sabía que quería mantener a Charity en secreto. Sin embargo, la señora Ha debía de haberla conocido cuando estuvo en Septendécim, ¿Pero hasta qué punto era ella un secreto? Si a eso se sumaba lo mucho que Jisoo desconfiaba de Seungcheol, no estaba tan seguro de que su pacto fuera a durar mucho.

Jeonghan observaba la cara de Jisoo todos los días. En Literatura, en Esgrima o en los pasillos, cuando se cruzaban. Jamás le devolvía la mirada y parecía haber dejado de fijarse en los demás. El mismo chico que antes siempre era el primero en saludar y abrir la puerta a los demás era el que ahora transitaba por los pasillos como un sonámbulo, con paso incierto y la mirada extraviada.

—Ese tipo está enfermo —dijo un día Seokmin cuando se cruzaron con el vampiro en el vestíbulo.

—No creo que esté tomando nada.

—Él no se refería a eso. Si se metiera algo, probablemente se lo estaría pasando mejor, ¿No? —Mingyu se encogió de hombros—. Él no parece estar divirtiéndose nada.

—Más parece que no supiera lo que es eso, a menos que la propia diversión se ponga a dar saltos en sus narices y a gritarle: «Yo soy la diversión» —Seokmin comenzó a saltar.

El mayor de los tres tardó un par de segundos en procesar sus palabras.

—Sí que parece triste, ¿Verdad?

—No está bien, eso seguro —el más alto chasqueó los dedos—. Oye, lo invitaré al próximo pase de DVD. Será una sesión doble y hablaremos. ¿Crees que le gustaría ir?

—¿A quién no? Hasta yo quiero ir —replicó Lee.

Mientras los menores discutían sobre ir solo de dos o de tres, el castaño se puso a pensar. Jisoo le importaba como amigo, y verlo así de triste lo angustiaba, pero mentiría si dijera que la principal razón de que estuviera angustiado era su preocupación por él. Cada vez que lo veía tan perdido y tenso, no podía evitar pensar en que iba a a contarlo.

La taciturna tristeza de Hong duró más de una semana, hasta la primera práctica de coche.

En Septendécim, había dos tipos de clases de conducción. Uno era para los alumnos humanos, quienes probablemente estaban familiarizados con los automóviles modernos y quizá conducían los coches de sus padres en casa, y otro para los vampiros, algunos de los cuales conducían regularmente desde que se inventaron los automóviles, otros que nunca se habían puesto al volante y cuyas experiencias enormemente desiguales era mejor ocultar a los humanos. Lo propio habría sido que a Jeonghan lo pusieran con los alumnos humanos, pero, en cambio, lo colocaron con los vampiros, quizá por la preocupación de sus padres de que no se estuviera relacionando con la «gente adecuada».

—No entiendo por qué ahora todos los coches necesitan ordenador —se quejó Lian Fei mientras buscaba a tientas la varilla del intermitente—. En serio, ¿Qué sentido tiene? No estoy haciendo matemáticas mientras conduzco.

—Por favor, concéntrese en la carretera, señorita —El señor Yee suspiró ruidosamente mientras anotaba algo en su cuaderno. Conducían uno de los coches oficiales del Internado por los caminos de grava que había en la parte trasera del campus—. Voy a pedirle que tome la próxima curva un poco más deprisa.

—Correr es peligroso —dijo la chica sonriendo—. ¿Lo ve? Me he leído el librito.

—Me impresiona, pero ahora mismo está circulando a unos treinta kilómetros por hora. Me gustaría ver cómo maneja el coche a una velocidad normal de circulación vial.

Ella agarró el volante con más fuerza. Había perdido la práctica y su nerviosismo tendía a manifestarse en forma de bruscas curvas que te dejaban las cervicales destrozadas. Yoon palpó el asiento para asegurarse de que tenía el cinturón de seguridad abrochado. Le costó, porque estaba apretujado entre Wonwoo y Jisoo. El primero observaba el interior del coche como si fuera el primero que veía en su vida y el segundo miraba tristemente por la ventanilla.

—Estos automóviles se han popularizado en los últimos cien años —dijo Jeon—. A lo mejor pasan de moda.

—¿Acaso insinúas que volveremos a ir a caballo y en calesa? —se burló la china mientras pisaba el acelerador y el coche daba un salto hacia delante. El señor Yee se sujetó—. Sigue soñando, guapo.

—Las innovaciones a menudo se olvidan —dijo melancólicamente Wonwoo.

—No creo que los coches vayan a desaparecer. —Jeonghan intentó parecer comprensivo y ocultar su diversión. El pobre Jeon siempre parecía perdidísimo.

—Me gustaban los caballos. Un caballo era un compañero fiel. Esto es solo metal, y el campo pasa demasiado deprisa para verlo —aquel fue el comentario más largo que alguien le había oído hacer desde que lo conocían.

—Me imagino que debía de ser agradable.
¿Por qué no montamos una colonia?

Jisoo se volvió hacia ellos confundido.

—¿Qué?

—Sí. Tenemos la Septendécim, y están construyendo ese centro de rehabilitación en Miyajima, en Japón, dos sitios donde los vampiros estamos seguros, donde nadie más nos molesta y podemos controlar quién entra. Así que también podríamos montar una colonia o una ciudad —nadie parecía captar la idea. A lo mejor el castaño no se estaba explicando bien—. Los vampiros que todavía no se han modernizado del todo se sentirían más a gusto allí. Podrían tener caballos y carruajes, y faroles, y ropa y cosas de otra época, y a nadie le importaría.

Al parecer, el señor Yee no pudo resistirse a no hacer ningún comentario.

—Nuestros lugares de reunión están ideados para que la gente se integre en el mundo moderno, no para que se esconda de él. Una señal que indica giro a la izquierda.

—Podría ser una etapa intermedia. Después podrían venir a Septendécim o a donde fuera —estaba convencido de que era una propuesta genial—. Y cuando se pusieran nostálgicos, podrían irse a pasar unos días allí.

—Oh, ¿Se te acaba de ocurrir? —Lian Fei se rió, pero fue una risa más afable de lo habitual. Tamborileó con los dedos sobre el volante, entusiasmada—. A mí no me parece mala idea, en absoluto.

—¿En serio? —Yoon no lo creía.

—Claro. Yo iría a esa ciudad de vampiros si... Oh, mierda.

El coche dio un bandazo y se salió del camino. Todos se agarraron a lo que pudieron y gritaron mientras caían a la cuneta.

—Eso nos lleva de vuelta a la primera clase —dijo el señor Yee—. Prestar atención a la carretera.

—¿Significa eso que estoy suspendida? —la chica se volvió para fulminar a Jeonghan con la mirada—. ¡Me distrajiste a propósito!

—¡No es verdad!

Lian Fei no se quedó para oírlo negarlo. Abrió la puerta, dejó que se cerrara sola cuando salió y se alejó malhumoradamente del coche. El señor Yee abrió la puerta de su lado para llamarla.

—¡Señorita Lian Fei! ¡Tenemos que sacar el coche de la cuneta!

—¡Hágalo usted! —gritó ella. Su rubia coleta rebotaba, siguiendo el ritmo de sus pasos—. Ya estoy suspendida, ¿Recuerda?

—Ahora sí que lo está —masculló el profesor.

—Tiene el orgullo herido —dijo Wonwoo—. Por eso se ha ido.

—Guárdese su análisis de la señorita Lian Fei para la clase de psicología —dijo el señor Yee con hastío—. Por ahora, tenemos un coche que empujar.

Todos se turnaron para ponerse al volante y pisar a fondo el acelerador mientras el resto empujaba para intentar sacar el coche de la cuneta. Cuando por fin lo lograron, estaban llenos de barro hasta las rodillas, nada grave porque llevaban pantalón, pero Jeonghan tenía por dentro las piernas arañadas. Aún les quedaba media hora de clase, pero el profesor le dio permiso para volver al Internado para poder limpiarse las heridas.

—Lo acompañaré. Se está haciendo tarde —dijo Hong.

Pareció que el señor Yee quería objetar algo, pero no lo hizo. El hijo de los Yoon no necesitaba que lo protegieran dentro del campus, pero le tocaba conducir a Wonwoo, y Jisoo ya era bastante bueno al volante.

—Claro. Vayan.

Mientras el motor rugía a sus espaldas, echaron a andar. Era la primera vez que estaban solos desde la noche en el lindero del bosque. El silencio pesaba como una losa entre los dos y el nerviosismo del castaño lo inducía a querer llenarlo de trivialidades, pero se mordió la lengua.

—Una colonia —la sonrisa torcida de Jisoo solo era una sombra de lo que era—. Solo se te podía haber ocurrido a ti.

—Te estás riendo de mí.

—No de ti. De ti nunca —respiró hondo—. No le has hablado a nadie de Charity.

—No. Te prometo que no lo he hecho.

—No era una pregunta. Si se lo hubieras contado a alguien, la señora Ha ya me habría hecho un interrogatorio.

—¿Por qué? ¿Y a qué te refieres con un interrogatorio?

—Charity y ella nunca se llevaron bien.

—Eso me dijo Charity —lo miró con curiosidad—. Si tú y tu hermana estaban tan unidos, ¿Por qué perdieron el contacto?

—Ya nos hemos perdido la pista antes. Es complicado —se detuvo. A Jeonghan le dolió presenciar el profundo dolor de su rostro. Incómodo, miró al suelo. Estaban pisando hierba otoñal seca—. Ella nunca me ha perdonado.

—¿Perdonado por qué?

Abrió la boca para responder, pero pareció pensárselo mejor.

—Es algo entre los dos. Lo único que tienes que saber es que me necesita. Eso no cambia nunca. Para los vampiros, nada cambia nunca. Siempre es lo mismo... Ella se aleja y todo se va al infierno, pero luego vuelvo a encontrarla, y estamos bien.

—¿Cuánto tiempo hace?

—Hace treinta y cinco años que no nos vemos, pero ella siempre vuelve. Aquí es donde nos criamos, es nuestro hogar. Si ha vuelto, significa que lo echa de menos. Ahora podré comunicarme con ella. Pero, para eso —continuó en un tono de voz más bajo aún—, antes tengo que encontrarla.

—Quieres que te lleve hasta ella. Quieres que utilice a Adamās para que averigüe dónde está y tú puedas ponerte en contacto con ella.

—Y que sigas alejando a Adamās de su rastro, si es posible —Jisoo se irguió. El sol comenzó a ponerse, dejando en el cielo una estela anaranjada—. Sé que es mucho pedir, por lo que estoy dispuesto a ofrecerte mucho a cambio.

—Te refieres a que no le contarás a nadie lo de Seungcheol.

—Guardaré tu secreto pase lo que pase —él lo decía en serio. Por su tono, parecía una claudicación. Su alivio se trocó en asombro cuando añadió—: Si me ayudas con esto, yo te ayudaré a salir del Internado para que puedas verte con Choi.

—¿Lo dices en serio? ¿De veras? —la cabeza empezó a darle vueltas—. ¿Cómo?

—Fácil —su sonrisa era forzada—. Diremos una mentira. Diremos que estamos juntos —luego de un momento, Jeonghan le vio el sentido, incluso antes de que el otro terminara de explicarse—. Los vampiros más viejos podemos entrar y salir de Septendécim si nos dan permiso, y la señora Ha es bastante generosa con los permisos para los vampiros en los que confía, y confía en mí. Tus padres no han disimulado el hecho de que les gustaría que pasáramos más tiempo juntos. Si tú y yo supuestamente somos una pareja... —miró al suelo, apretando los labios. La palabra «supuestamente» le había costado pronunciarla—... Yo podré pedir permiso para sacarte del Internado de vez en cuando. Si tus padres no ponen pegas, lo más probable es que tampoco las ponga la señora Ha. Ellos creerán que estás estrechando lazos con un verdadero vampiro y nos dejarán salir.

Era un buen plan. Sin fisuras.

—Has estado dándole vueltas.

—Desde hace varios días. Jeonghan, escucha, si es que necesitas tiempo para pensártelo, lo entenderé.

—Solo tengo una pregunta. ¿Por qué tiene Charity que seguir siendo un secreto? O sea, estuvo aquí hace muchos años, de manera que la señora Ha lo sabe todo de ella, ¿No?

—Como he dicho, no se llevaban bien, y eso es quedarse corto. Si traigo a Charity al Internado, la rectora la acogerá. Tiene que acoger a todos los vampiros que lo necesiten. Es la regla más sagrada, pero la señora Ha haría todo lo posible para asegurarse de que no la trajera. Intentaría asustarla, quizá incluso volver a separarnos. No puedo perder otros treinta y cinco años más.

—Comprendo —Yoon habría hecho lo que estuviera en mis manos para evitar aquel sufrimiento a su amigo. Además, él a cambio haría posible que estuviera con Seungcheol. No había prácticamente nada que no hiciera por eso.

—¿Trato hecho? —preguntó.

—Sí. ¿Cuándo empezamos?

—¿Por qué no ahora mismo? —Jisoo le tendió la mano.

Jeonghan se la cogió y juntos se dirigieron al Internado. Seguían cogidos de la mano cuando entraron en el Gran Vestíbulo, donde habían unos cuantos alumnos haciendo tiempo entre clases. Notaron las miradas clavadas en ellos, sedientos de chismes nuevos como de sangre. Al pie de las escaleras que conducían a los dormitorios, Hong besó a su nueva pareja en la mejilla y este no pudo evitar sentir un escalofrío en el cuerpo. Aquel simple tacto hizo borbotear sentimientos dentro suyo, pero trató de tranquilizarse. Mientras subía las escaleras, intentó pensar en cómo le iba a explicar aquello a Seungcheol.

«No estoy saliendo con él. Lo finjo, pero no es verdad, aunque eso significa que a veces tendremos que ir cogidos de la mano y puede que tengamos que darnos algún beso de verdad. Pero, de hecho, nada de esto es en serio, ¿Comprendes?»

Tantas explicaciones le estaban dando dolor de cabeza, pero de repente, el roce de los labios de Jisoo en su mejilla volvió, y se sentía tan cálido, que Jeonghan sonrió con ternura.

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