El Café Moka de París

Par RollitodeSushii

892K 92.6K 39.8K

En serio necesitaba ese empleo. Luego de que mi padre fuera acusado de fraude, no tuve más remedio que huir... Plus

| • Capítulo 1 • |
GUIAS DE REFERENCIA
| • Capítulo 2 • |
| • Capítulo 3 • |
| • Capítulo 4 • |
| • Capítulo 5 • |
| • Capítulo 6 • |
| • Capítulo 7 • |
| • Capítulo 8 • |
| • Capítulo 9 • |
Dra. Kelly Coba Vargas
| • Capítulo 10 • |
| • Capítulo 11 • |
| • Capítulo 13 • |
| • Capítulo 14 • |
| • Capítulo 15 • |
| • Capítulo 16 • |
| • Capítulo 17 • |
| • Capítulo 18 • |
| • Capitulo 19 • |
| • Capítulo 20 • |
| • Capitulo 21 • |
| • Capítulo 22 • |
| • Capítulo 23 • |
| • Capítulo 24 • |
| • Capítulo 25 • |
| • Capítulo 26 • |
| • Capítulo 27 • |
| • Capitulo 28 • |
| • Capítulo 29 • |
| • Capítulo 30 • |
| • Capítulo 31 • |
| • Capítulo 32 • |
| • Capítulo 33 • |
| • Capítulo 34 • |
| • Capítulo 35 • |
| • Capítulo 36 • |
| • Capítulo 37 • |
| • Capitulo 38 • |
| • Capítulo 39 • |
| • Capítulo 40 • |
| • Capítulo 41 •|
| • Capitulo 42 • |
| • Capítulo 43 • |
| • Capítulo 44 • |
| • Capítulo 45 • |
| • Capítulo 46 • |
~ DANIEL ADACHER ~
| • Capítulo 47 • |
| • Capítulo 48 • |
| • Capítulo 49 • |
| • Capítulo 50 • |
| • Capítulo 51 • |
| • Capítulo 52 • |
| • Capítulo 53 • |
| • Capítulo 54 • |
| • Capítulo 55 • |
| • Capítulo 56 • |
| • Capítulo 57 • |
| • Capítulo 58 • |
| • Capítulo 59 • |
| • Capítulo 60 • |
| • Capítulo 61 • |
| • Capítulo 62 • |
| • Capítulo 63 • |
Capitulo 64
Capítulo 65 + Epílogo

| • Capítulo 12 • |

14.9K 1.6K 398
Par RollitodeSushii


Tomo un par de respiraciones frente al espejo y decido que es momento de armarme de valor y salir de una vez. Han pasado unos minutos y con algo de suerte el pasillo estaría vacío y el camino a la salida completamente libre.

Abro la puerta y encuentro a Daniel hablando por teléfono de cara a la ventana.

Cierro los ojos, me encojo y retrocedo lentamente. Estoy a punto de cerrar la.pueeta h tallar cualquier otra parte de mi cuerpo que pueda ser tallada mientras espero a que se vaya, cuando me detiene con la voz.

—Danya.

Vuelvo a maldecir internamente (lo que se está volviendo una fea costumbre) y salgo envuelta en una toalla.

Bajo otras circunstancias me habría negado y hasta me habría quejado, pero lo que pudiera verme con la toalla puesta nunca sería mi la mitad de lo que yo había visto hace un par de minutos.

—Espera un minuto, George, creo que tengo un plan.

Y yo creo que esto no va a terminar nada bien.

Daniel arroja el teléfono sobre la cama y me mira directo. Si me hubiera dado tiempo de pensar en algo más, seguramente me habría sonrojado hasta las orejas por estar parada en toalla frente al hombre que hace unos minutos estaba parado frente a mí sin nada.

Pero Daniel fue directo al grano.

—Hablas portugués. Lo leí en tu expediente.

No parece una pregunta, pero yo asiento en automático, demasiado asustada para emitir sonido alguno.

—Necesito un traductor. En dos horas dirigiré una junta con un par de accionistas que vienen de Brasil y solo estarán aquí una noche. No puedo cancelarla.

Ah.

Qué... ¿triste?

—¿Y qué vas a hacer? —pregunto más por compromiso que por verdadero interés.

—¿Qué vamos a hacer? Qué bueno que lo preguntas. Iremos allá, tú entraras ahí como mi representante temporal y dirigirás la junta en mi lugar.

Me quedo de piedra, mirándolo, parpadeando y bloqueando como un pez.

—Qué gracioso, creí que Dakota era la de las bromas...

—No bromeo con mi trabajo —responde con seriedad—. No puedo encontrar a un traductor en veinte minutos.

Entonces entiendo que habla completamente enserio.

Quizá oler la pintura con alcohol le dañó las neuronas.

—¡¿Por qué no lo haces tú?! —exploto sin poder hacer nada por evitarlo. Mi cuerpo reacciona como un fósforo y una vez que está encendido es difícil controlarlo sin soplarle fuerte.

Pero Daniel Adacher sopla fuerte, muy muy fuerte. Tanto que solo tiene que mirarme fijamente para silenciarme por completo.

Está echando humo.

—Porque Dakota pensó que sería muy divertido llenar mi pasta dental con tinta negra y ahora mi boca es un agujero negro. —Se acerca y me señala sus dientes enegrecidos.

Tengo que cederle la jugada.

Se ve horrible.

Y mi cuerpo no tiene intención alguna de conectar con el centro de mando y entrar en razón. No. Mi cuerpo tiene libertad.

Y yo me rio por lo bajo.

—¿Te parece gracioso? ¡Todo esto es tu culpa!

La risa de me va y toma la batuta la incredulidad y el enojo.

—¡¿Mi culpa?!

—¡¿Y quién se supone que debía cuidarlos para que todo lo que está pasando no pasara?!

Abro la boca, pero me he quedado sin palabras. Sinceramente no creo tener mucho qué defender ahora.

—¿Sabes qué? No importa. Toma tus cosas y sígueme, te daré instrucciones...

—Lavate la boca otra vez y ya...

—¡Es alquitrán! —Si no lo conociera creería que está a medio paso de echarse a llorar—. Dakota mezcló alquitrán con sabrá Dios qué otra mierda... No se quitará en 24 horas. Aunque claramente no espero cruzar los brazos y esperar a que el tiempo corra, buscaré ayuda médica pero ahora mismo no tengo tiempo, de hecho, el tiempo se nos va mientras sigo aquí intentando convencerte de ayudarme a resolver algo que tú ocasionarte.

Resoplo y cuando estoy a punto de cruzarme de brazos recuerdo que debo seguir sosteniendo la toalla y me detengo.

Quiero negarme, en verdad quiero hacerlo, pero debo concederle algo: tiene razón. Sus dientes están hechos una porquería, ni siquiera yo me atrevería a poner un pie en la calle con las encías ennegrecidas, toda su boca es un enorme agujero negro.

Y yo he contribuido a que los chicos se salieran un poquito de control. Después de todo, estaban solos en mi horario de trabajo. Además, después de lo que hizo por mi frente a Scott difícilmente podría negarme a hacer algo por ese hombre.

—¿Qué se supone que haga un traductor sin experiencia?

Ben usaba traductores algunas veces, pero nunca les presté demasiada atención. Mi mente nunca permanecía en la misma sala que mi padre por más de treinta minutos. Nunca creí que podía llegar a lamentarlo.

Daniel parece entender que no voy a seguirme oponiendo y suspira por lo bajo.

—Solo tienes que repetir todo lo que yo te diga a través del auricular que vas a ocultar en tu oído, estaré escuchando todo y responderé a todas sus preguntas. Es sencillo, no tienes nada qué temer.

¿En serio? ¡Hola, soy Danya! Conmigo siempre hay una larga lista de cosas a las qué temer.

—¿Cómo vas a escuchar...?

—Un audífono integrado a tu ropa. Veré a través de una cámara integrada en tus anteojos. Lo tengo todo bajo control.

—No uso anteojos.

Sonríe sin gracia.

—Hoy sí.

—La cita de Dan, hoy debe ir al dentista.

—Sus dientes y los míos pueden esperar unas horas más.

Me muerdo el labio e intento buscar alguna otra coartada, pero no se me ocurre nada más.

Porque no hay más.

—Bien, creo... Creo que puedo hacerlo.

—Bien, en veinte minutos te veo en la sala Magna.

Me limito a asentir porque mantener la boca cerrada, de momento, ha Sido mi mejor estrategia. Es la única opción que no me mete en líos.

—¿Por qué no usaste tu baño? —pregunta cuando estoy a medio paso de la salida.

—¿Estás de broma? ¡Iban a matarme! Seguro me salta un tigre salvaje... o peor: su pato.

Daniel rueda los ojos.

—Por si mis dientes no te han dado una pista, este era un ataque personal.

Arqueó las cejas y lo miro mal.

—Por si el polvo pica pica en mi ropa interior no te ha dado una pista, este ataque era general.

Daniel se acerca lentamente y yo me aferro con más fuerza a la toalla. Que a él no le dirá ni un ápice de pánico quedar completamente desnudo frente un extraño, no significaba que yo fuera igual de libertina.

Si esta toalla cae al piso yo no pongo un pie en esta casa otra vez ni aunque me quedé sin ojos.

—No querían hacerte daño.

Arqueó una ceja y alzó la barbilla mirándolo con desafío.

—¿Quieres apostar?

Sus ojos brillan y conozco ese brillo: es el brillo de una expectativa, de un reto recibido y bien esperado.

—Te sigo.

No necesito más. Camino a paso decidido hacia mi habitación. Debo verme patética, como un soldado marchando en pantis, pero no tengo otra forma de manejar la situación.

Nunca creí decir esto, pero espero que esos demonios hayan hecho mucho daño en mi cuarto de baño. De lo contrario quedaré como una tonta.

—¿Dónde están los chicos? —pregunto a mitad de camino.

—Se fueron cuando terminaron de limpiarse la salsa que les cayó de una cubeta en la puerta de salida por la que intentaban huir cuando vieron el desastre del pan.

Ah, así que había sido una cubeta en la puerta principal. Qué ingenio. ¡Y qué velocidad!

Entré a mi habitación y me puse de pie frente a la puerta del baño. Ni de chiste iba a dar el primer paso yo. No después de haberme quitado el polvo, la pintura y el pan con tanto esfuerzo.

Daniel arquea una ceja y yo arqueó la mía en respuesta. Le queda claro que no voy a arriesgarme y rueda los ojos mirándome como si fuera absurda, pero ni siquiera él es tan adepto a sus demonios. Se detiene frente a la puerta, gira la perilla y cuando avienta la puerta atrás, da un salto hacia atrás por mera inercia.

Seguramente esperaba alguna de las calamidades que yo me había planteado mientras evitaba ese baño. Cuando corrí al suyo realmente creí que cualquiera estaba libre de ataque ya que yo era el blanco principal.

Pero no pasa nada.

Daniel me mira con suficiencia y sonríe satisfecho, como un padre orgulloso.

—¿Lo ves?

Afortunadamente ( o quizá no tanto) los demonios no me defraudan.

Estoy a punto de cederle la jugada, cuando un sonido agudo sale de una bocina de bombilla que precede a una bomba de harina que por inercia es arrojada con la fuerza de una liga que se rompe. Toda la harina pega de lleno en la espalda de Daniel, arruinando por completo su estirada vestimenta.

Sonrío.

—Sí que lo veo.

La mandíbula de Daniel se tensa de pura rabia, creo que le va a explotar el cráneo en cualquier momento, pero se lo toma bastante bien. Camina hacia la salida y solo se detiene para mascullar un atascado: «Te veo en la sala en quince». Cuando la puerta se cierra detrás de él, no puedo contener la risa asfixiante.

Sin duda había conseguido el trabajo más divertido del mundo.

Ahora lo importante era salvarlo.

—Dos minutos tarde —me lee la hora cuando aparezco en la sala.

No respondo porque siento que las últimas dos horas en casa de los Adacher se ha drenado mi energía de todo el mes.

Llama a los niños, que bajan con temor, incluso Dakota parece estar preparada para correr en caso de ser necesario. Ambos se paran firmes sobre el último escalón en las escaleras de espiral y se quedan quietos como quien teme romper algo con la voz.

—Están castigados.

Los niños asienten al mismo tiempo como si en realidad entendieran que lo merecían y creyeran que era un castigo justo.

Dakota le saca medio metro a Dan, pero de pronto me aparece mucho más pequeña que él, la forma en la que encorva los hombros y baja la frente me hace querer estrecharla en brazos. Pero todavía estoy cuerda y sé que un baño no será suficiente para retirar los restos de pintura y polvo pica-pica.

—¿Qué tan castigados estamos? —tienta el terreno, Dan, trazando círculos en el suelo con la punta de su zapato.

—Ah, están muy, muy castigados —respondo, cruzandome de brazos como si fuera una decisión que me incumbiera.

Daniel me mira como queriendo silenciarme, pero me encojo de hombros. Tengo tanto derecho a estar molesta como él.

—Lexi vendrá a cuidarlos...

—¡¿Qué?!

—¡No!

—¡¿Por qué?!

—¡Podemos cuidaros solos!

Daniel alza las manos y solo tiene que mostrar las palmas en alto para que ambos guarden silencio. Bueno, Dan tiene que tirar de la manos e Dakota para silenciarla pero a ella le llega el mensaje de inmediato.

—Queda claro que necesitan supervisión.

—No necesitamos supervisión...

Pero Dan no puede terminar su argumento porque Daniel ha mostrado las plamas otra vez. Qué don. Y qué envidia.

—¿Qué pasa con Danya?

—Tiene que acompañarme...

—¡¿Vas a despedirla?! —Salta Dan.

Pero no es eso lo que casi hace que se me salgan los ojos de las órbitas. Es Dakota:

—¡No puedes despedirla!

—Nadie va a despedir a nadie —los tranquiliza, aunque parece igual de consternado que yo por la protesta de la niña—. Gracias a su truco con la pasta dental. —Mira a Dakota y poco le falta para picarle el hombro con un dedo y hacerla culpable de frente—. No puedo ir a la junta de hoy con alquitrán en todos lados. ¡¿Querían matarme?!

Dakota resopla.

—Nadie se bebe la pasta dental, no habrías muerto.

—Van a quedarse aquí, van a estar quietos y, sobre todo, no van a tocarle un solo pelo a Lexi. ¿Quedó claro?

Los dos permanecen en silencio, ambos fruncen el ceño y, aunque Dakota se protege con lentes de sol, sé que debe estar echando chispas.

—¿O qué? —reta finalmente.

—O voy a enviarlos a una escuela militar. Tú ya estás inscrita —le recuerda Daniel.

Recuerdo entocnes que su padre, el padre de Daniel Adacher y abuelo del Cerebrito, había intentado enviarla a una escuela lejos antes de que Daniel interviniera y decidiera cuidar a su hermana en casa. Cuidarla entre comillas, porque era yo quién se hacía cargo del terremoto oscuro. Hasta entonces no tenía idea de que el padre de Dakota planeaba enviarla a una escuela militar. ¡Pero si hace falta tener la cabeza del tamaño de una nuez para pensar en semejante estupidez!

—Estoy ciega.

Bajo otras circunstancias habría rodado los ojos, pero dado que el padre de Daniel Adacher y Dakota parecía necesitar esa aclaración, no volvería a molestarme que lo hiciera más a menudo

—Seguro encontraran algo que puedas hacer —apuesta Daniel.

Sé que no habla en serio y no está tan ciego como para ignorar que ese no es un lugar para una niña como Dakota, así que no me tiento el corazón para secundar la moción:

—Como crear bombas de harina para el departamento de estrategias.

Dakota gira la cabeza hacía mí, arquea una ceja y me regala una sonrisa ladeada:

—Suena como el paraíso.

—¡Buenos días! —una horrible voz aguda nos encoge a todos.

África entra a la sala con la rubia de la cafetería, pisándole los talones.

Lexi.

Recuerdo a Daniel mirándome como si me hubiera fumado siete porros al preguntarle si Lexi era la madre de los pequeños demonios. Dakota casi se pega un tiro con la pistola de balines y Dany estaba a nada de hacerse un ovillo en el suelo.

Pero verla de pie junto a Daniel, con el cabello rubio perfecto cayendole sobre los hombros en rulos estilizados, con esa falda corta, esos tacones de aguja y esa figura curvilinea, le hacía ver cómo la dueña y señora de la casa y eso ni yo podía dudarlo. Quizá no era nada todavía, pero su mirada posesiva me juraba que ese no era un estatus que planear conservar por mucho tiempo.

—Dejame un arma con un solo tiro, ¡por favor! —Suplica Dakota.

Sonrío.

Sabía que las noches de películas iba a darnos más temas de qué hablar. Disney, Marvel y Pixar jamás iban a defraudarnos.

—¡No lo hagas, va a matarte! —le advierte Dan con los ojos bien abiertos—. El capitán Jack Sparrow guardó su única bala pala matar al hombre que se la dio, ella...

Daniel vuelve a lazar la mano y Dan lo mira atento con esos enormes y bien redonditos ojos azules.

—¿Jack Sparrow?

El capitán Jack Sparrow —corregimos los tres al unisono.

Yo lo miro muy ofendida.

¡Pero qué falta de respeto!

Solo hace falta una mirada de confusión de su padre, para que el Cerebrito comience a parlotear sobre todo lo que seguramente ha investigado bien a fondo sobre la película.

—Es una película producida por Jerry Bruckheimer basada en una atracción del parque temático de Walt Disney. Su primer lanzamiento fue en 2003 y...

—Suena muy interesante, campeón, pero tengo que irme ahora —lo corta Daniel.

El rostro alegre de Dan cambia a completa desilusión y noto como Daniel se muerde el interior de la mejilla y su mano se vuelve un puño colgando inerte.

—Pero volveré y veremos esa película. Y podrás contarme todos los detalles sobre los cuarenta días de rodaje.

Sé que quiere escucharlo, quiere quedarse y conocer cada una de las fantásticas curiosidades que salen de la boca de ese pequeño niño pero no puede hacerlo. No hay tiempo.

Aunque esa promesa parece ser suficiente para Dan, al menos por ahora.

El pequeño arruga la nariz y lo ve con desconfianza.

—No fueron cuarenta días de rodaje.

Daniel sonríe abiertamente y le despeina el cabello con una mano.

—Ya me lo aclararás después.

Daniel se pone de pie y Lexi toma su lugar para envolver a los niños en un corto y lejano abrazo. Fue como abrazar un contenedor de residuos tóxicos. No era que la culpara, a veces yo tenía ganas de hacer lo mismo, no podía dejar de revisarme la espalda en busca de un cartel en el que se leyera «patéame gratis» o algo por el estilo. Pero no es la mejor forma de ganarse a la familia.

—Lexi, gracias por venir, no te llamaría si no fuera importante.

—Descuida, sabes que me encanta pasar tiempo con Dany. —Sonrie.

—Y Dakota —recuerda Daniel con el ceño fruncido.

—Y Dakota —concede la rubia con carisma.

Es increíblemente agraciada, hasta me cae bien de solo mirarla, seguro es una mujer Prada, de esas a las que tienes contentas solo con un par de tarjetas, esa clase de mujer que yo también fui un par de años.

Dios, cómo echaba de menos las Master Card.

—Si me disculpan... Iré a sacarme los ojos a mi habitación... ¡Ah, espera que alguien ya se me adelantó! —se queja Dakota con el ánimo de un mimo depresivo.

Lexi la mira horrorizada, yo aprieto los labios para no sonreír y Dan se encoge de hombros. Daniel es quien debe poner orden.

—Dakota —canturrea como advertencia.

—Podria funcionar. Leí una investigación que hablaba sobre las escalas del dolor, en ella se planteaba la teoría de dolor sobre dolor, en dónde un dolor puede pasar a segundo plano si la misma persona se infringe un dolor mayor o igual en otra zona del cuerpo.

Bueno, que se están pasando un poco con la pobre Lexi. No puede ser tan malo pasar unas horas con ella, no creo que sea tan malo para querer infligirse dolor y olvidarse de su presencia.

—Genial, iré a arrancarme la lengua con un abrelatas.

—¡Pero serías muda, Dakie!

—No me llames Dakie.

—Ya te estás tardando —murmura Lexi, aunque no lo suficientemente bajo como para ser ignorada.

—¿Dijiste algo, Lexa?

—Mi nombre es Lexi...

—¡¿Podrían por favor fingir que son amigos por un par de horas?! —explota Daniel—. Dakota. —Dakota asiente sin dudar. ¿Y quién le llevaría la contra ahora? Ni siquiera yo—. Daniel. —El niño asiente—. Lexi. —La rubia sonríe.

—Sabes que sí.

Entonces es cuando Daniel parece relajarse y me señala la puerta con la mano.

Es hora de irnos.

Lo sigo y al pasar junto a los niños les susurro bajito:

—Si intenta lastimarlos rompan sus tacones y corran.

Daniel ríe y Dakota solo me regala una sonrisa ladeada. Es más de lo que puedo pedir, así que me voy satisfecha.

—Estás de broma. —Niego con la cabeza y retrocedo—. No me dijiste nada sobre una reunión al aire libre.

Y con aire libre estoy hablando de mucho, mucho aire libre.

Daniel aparca frente a una bonita terraza. Veo a demasiadas personas entrando y saliendo, todas demasiado formales, demasiado serías, parecen ser la clase de personas que desgarran gargantas con una mirada soez.

—¿Cuál es el problema? Llegas, repites todo lo que yo diga, sonríes y vuelves. Es bastante sencillo, estaré contigo en todo momento. Literalmente.

Miro la hora y siento un escalofrío recorriéndome la espalda. Ni loca, ni de chiste. 13:40. Cuando Daniel Adacher me habló sobre una junta, realmente esperaba estar resguardada bajo techo dentro de un perímetro de 6x6 flanqueada de cuatro frías y grisáceas paredes, con un montón de señores ceños-fruncidos y una pantalla con números que no podría entender. Los señores estaban, los ceños fruncidos también, pero las paredes no y eso me aterra.

—El sol está en su punto máximo —le explico como si eso pudiera darle alguna idea.

Pero no lo hace. No tendría por qué hacerlo, las personas normalmente no tienen que mover su itinerario para que todo lo que implique asomar la cara al exterior quede fuera del rango entre 10:00 y 16:00, las personas normalmente no miran al cielo con miedo cuando tienen que hacerle frente a una buena tarde de luz.

Como es de esperar, me mira como si le hubiera cantado el himno en japonés.

—Cuando llegues al frente solo toma el micrófono y repite todo lo que yo te diga, será rápido, sencillo y responderemos a cualquier pregunta que quieran realizar...

—¿Hay una sección de preguntas? No se supone que solo das las órdenes y los demás las cumplen, ¿qué clase de burgués eres?

Al parecer el pánico en mi mirada es demasiado evidente, porque en lugar de recibir otra reprimenda, obtengo una mirada compasiva.

—Sé que puede parecer intimidante, pero también sé que puedes hacerlo, no te habría traído aquí si no.

—Dijiste que era tu única opción.

—Bueno, esa es otra buena razón para traerte aquí. Oye, estoy tratando de ser amable y no me lo estás poniendo fácil.

Asiento aceptando el... ¿cumplido? Y trato de mantener mis nervios a raya.

Estrés, sol, ansiedad. No tiene pinta de terminar bien, me están pagando poco por esto.

Y como si pudiera leer mis pensamientos, interrumpe mi debate interno con las palabras mágicas:

—Te pagaré una semana completa por dos horas.

Suena tentador, si mi vida no estuviera sobre la mesa seguro habría aceptado a la primera, pero esta vez es diferente.

—Daniel, realmente no creo que sea buena idea...

—Mi boca es un agujero negro —me recuerda—. Si tienes una mejor idea te escucho.

Bien, tenía un buen punto. Nada de eso habría pasado si yo hubiese hecho mi trabajo cuando se suponía que debía hacerlo. Daniel lo tenía todo listo, mi traje de estirada podía protegerme de los rayos del sol, mis brazos y piernas estaban completamente cubiertos. El dorso de mis pies, mis manos y cara eran lo único que quedaba expuesto.

Me había arriesgado antes y no había salido muy bien, pero en ese tiempo no estaba en remisión... Ahora lo estaba, según los médicos, y era como si la enfermedad estuviera completamente dormida. A veces habían algunos periodos de dolor, pero nada comparado a un brote.

Quizá no fuera una idea tan descabellada. Si me relajaba y bajaba mis niveles de adrenalina mi sistema inmune no se vería deprimido y de esa manera no tendría por qué pescar ninguna enfermedad en el ambiente. Si podía hacerme sombra con cualquier cosa que estuviera allá afuera seguramente no tendría que lidiar con los estragos de un sistema inmune hiperactivo.

El sol nos despierta.

Pero no tenía que enfrentarme al sol. Podía evadirlo. Era buena haciéndolo.

—Dame el auricular entes de que me arrepienta.

Continuer la Lecture

Vous Aimerez Aussi

11.3K 525 28
Historia sacada totalmente de mi cabeza esquizofrenica. No se mencionan los nombres reales. Esto no está hecho para que algun streamer lo vea. No per...
291K 12.1K 22
Lucy Minky tendrá que descubrir si estar con Lee Seo es su destino o si tiene otra persona predestinada. *** ¿Crees en las vidas pasadas? Para Lucy...
225K 18.2K 29
Primero que nada ve a ver la película por que literalmente es igual solo que con algunas alteraciones ,su no ves la película primero este podría ser...
70.4K 6.6K 44
Jisung es un omega de un reino a punto de caer en la miseria, para salvar a su pueblo se ve obligado a desposar a Lee Minho el Rey supremo y Alfa de...