Quizás -#EventoRusmexNavideño

By Wizard_Alexa

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Una nueva nación llegará para restaurar lazos diplomáticos con su padre. México, como su padre dice que se ll... More

Corazón
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Promesa

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By Wizard_Alexa

Rusia sabía que todas las cosas tienen un final, solo que no imaginaba que este sería mucho antes a lo establecido. El tiempo de México con ellos había sido planeado para después del fin de año, pero la presión del exterior, las buenas relaciones, la conversación entre Stalin y Ávila Camacho ("¿y eso no es una bella ironía? ¿Qué Stalin estuviese tan interesado en otra nación como para ponerle atención durante una guerra?" Era lo que Rusia pensaba amargamente), cambiaron todo. En lo que aparentemente sería la última reunión que tendrían con la nación, varias cosas empezaban a ser dichas a México, todas bajo el mando de URSS. Y por desgracia, no eran buenas noticias.

―¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué a mi hermano? ―Fue lo que la rota voz de México murmuraba, no creyendo lo que escuchaba ―. ¿Por qué Japón?

―Lo lamento Мексика ―Su padre sonaba tan culpable, así como México tan destruido ―Japón tiene el control total sobre Filipinas. América ni siquiera puede contactarlo ya más. Me temo que tu hermano pudo haber...

­―¡Ni siquiera te atrevas a terminar esa frase! ―El grito de México fue fuerte, estaba enojado y devastado, era volátil, pero quizás en el fondo lo entendía, si la situación hubiera sido al revés, si hubiese sido Ucrania o Bielorrusia, él también estaría furioso. Incluso, era posible que menos controlado que México ―¡Filipinas no está muerto! ¡Él es fuerte! Ha podido soportar todo lo que la vida le ha arrojado y salir en pie. Lo sé, lo conozco, él es mi hermano. Él no puede estar muerto...

El resto en la reunión se había retirado para darles la privacidad suficiente, para permitirle a México la libertad de llorar, pero permitiéndoles escuchar lo que ocurría ante las otras dos naciones. Las cosas se habían vuelto críticas y perder a Filipinas parecía el punto de quiebre para México.

―¡México, tranquilízate primero!

―¡¿Cómo quieres que me tranquilice?! ¡¿Cómo me pides eso cuando es muy probable que Imperio del Japón me quitó a mi hermanito?! ―Lágrimas de frustración ahora recorrían las mejillas de México ―No quiero ni imaginar la reacción de España...―

Rusia se dio cuenta en el tono de voz al pronunciar el nombre de Imperio del Japón. No había cariño, ya no había pena, ni tristeza, ni la calidez en su profunda voz cuando mencionó el nombre del asiático. No había ni el más mínimo ápice de amor en esas palabras, o algo que le hiciera creer que alguna vez le quiso. A cambio lo único que quedaba era rabia, era odio, era un dolor tan profundo en su pecho que le hizo casi escupir con desprecio el nombre del que que hace tiempo fue muy querido para él.

México había adorado a Imperio del Japón pese a ambos ser completamente diferentes del uno al otro. Le había querido y abierto los brazos a su amistad y a su vida como para considerarlo un hermano honorífico.

Entonces el ataque a Filipinas, las masacres y la invasión. Por el modo en que México lloraba y el cómo su padre solo podía quedarse callado y ofrecer un silencioso consuelo se dio cuenta. Esa traición le quemaba a México en lo más profundo de su alma, perdió a su hermano ante lo que todo ese tiempo había sido un traidor y un mentiroso disfrazado de un amigo y un hermano. Entregó a su familia a un conquistador. Básicamente lo tenía a su disposición todo el tiempo.

Y posiblemente México se culpaba de su ceguera y su ingenuidad.

―Tienes que tranquilizarte, pensar las cosas con claridad. Estás estresado y tienes mucho en la cabeza. No estás bien. Si quieres realmente ayudar a tu hermano primero tienes que tranquilizarte para pensar con claridad ―La dura voz de su padre sonó, esta vez actuando como lo que es, un líder nato, dejando de lado la suavidad para traer la rectitud y el control ante tal devastada nación. Para permitirle así tomar decisiones con mayor inteligencia.

―No sé qué hacer... Siento como si me hubieran arrancado un pedazo de mi corazón.

―Eso es lo que hace una guerra México. Eso ya lo sabes ―Su padre comentó con simpatía, permitiendo a México tranquilizarse.

A Rusia le rompía el corazón ver a aquella nación tan rota.

―URSS... Rusia ―México le llamó, quizás se sorprendió o quizás no, pero saber que ahora se dirigía a él también, le hizo sentir como si fuera parte importante de su vida, cuando en las reuniones junto a su padre, toda la atención era para URSS ―Me temo que voy a tener que volver. USA y yo tenemos que hablar con respecto a Filipinas. "Es un cabrón imbécil si cree que no voy a meterme a buscar a mi hermano" ―México terminó de decir en español.

Rusia sintió su corazón paralizarse al escuchar eso. Ya se había acostumbrado a la presencia de la cálida nación, esa suavidad y dulzura con él y con sus hermanos le hicieron a valorar al país que en sus inicios temían que fuera cruel con ellos. México les había hablado de bellezas y alegrías, pasó con ellos tiempo, disfrutando solo de poder conversar con ellos. Ese amor que aun albergaba en su corazón lo compartía con ellos incondicionalmente, una sonrisa o un cálido abrazo. Eran cosas que, pese a todo, no eran muy comunes, al menos no públicamente, pero con tales chicos tan necesitados de un poco de tranquilidad en sus vidas, de un poco de paz y cariño, la llegada de esa nación fue más que suficiente.

―Comprendo ―La voz de su padre le sacó de su ensoñación al escuchar las palabras de México y Rusia solo temía una cosa.

"No quiero perderle"

Después de la junta y de haberse dado el veredicto, México iba a marcharse devuelta a sus tierras para ayudar a América con Filipinas. Los Aliados poco a poco empezaban a cubrir terreno en el resto del globo. Había rumores corriendo por toda URSS de que el Ejército Rojo había encontrado un búnquer con el líder de Nazi muerto, pero eso ni la misma URSS podía confirmarlo todavía. Campos de concentración estaban siendo abiertos liberando a todos sus prisioneros, a Europa del mismo modo, y en Asia las cosas parecían ir mejorando, aunque muy brevemente en ese bloque, de nuevo, a causa de Japón.

Ucrania y Bielorrusia habían terminado llorando cuando supieron del regreso de México, más aún cuando se dio a entender que lo más probable es que él llevaría a su escuadrón junto al Comandante Antonio a pelear contra Japón en Filipinas.

Por supuesto que ambos niños estaban devastados, ellos tenían miedo. Ambos comenzaron a adorar a aquella nación tan diferente y cálida. Aquella que disfrutaba pasar tiempo con ellos, haciéndoles sentir como un par de niños normales, iguales al resto de los niños, y saber que van a perderla, posiblemente para siempre, les dolía. Bielorrusia se había negado a salir de su habitación y Ucrania estaba tan molesto, casi como un gato arisco, no dejaba que nadie se le acercara. Rusia lo entendía, a él también le dolía el solo pensar en eso, pero... aunque doliera más aceptarlo, ellos no eran familia de México. Ellos no eran más que tres jóvenes naciones bajo el cuidado de URSS con los cuales México pasó tiempo conociendo únicamente por un trato. Ellos no eran más importantes que el hermano que México cuido de joven y que perdió a causa de un traidor, y aunque doliera, era la verdad.

México ya estaba estresado acerca de Japón y Filipinas, no podían agregarse ellos a su estrés. Su padre hacía lo que podía para arreglar su situación lo más rápido posible, para su regreso inmediato. Ucrania y Bielorrusia debían de entender.

Y quizás así, su propio dolor también se iría.

―Беларусь, tenemos que hablar ―Rusia decidió ser el mediador, el pacifista en esa situación. Era lo mejor y lo más sencillo.

―¡No quiero! ―La voz de su hermana sonaba quebrada detrás de su puerta.

―Беларусь, haz las cosas más fáciles. Sabes que puedo a entrar.

―¡No quiero que se vaya Мексика! ¡Quiero que se quede!

―¡Él tiene que irse a por su hermano! ―Rusia alzó solo un poco la voz ―¡Él no puede dejar a su hermano menor a merced de Imperio del Japón¡

―Papá podría hacer algo ―Fue la débil y triste voz de su hermana. Tan quebrada que él mismo se sentía a llorar por el dolor.

―Papá ya está muy ocupado tratando con el ejército de Japón y los remanentes de Nazi. Recuerda que hay desertores y toda una población destruida. Voy a pasar.

Y entrando en el cuarto, encontró a su hermana sobre su cama, abrazando a María amargamente mientras lloraba, su cabello ocultaba su rostro, pero su cuerpo temblaba y a veces brincaba por algo de hipo. Esa señal le hizo romper su corazón finalmente. Rusia hizo lo primero que pudo:

La tomó entre sus brazos y empezó a acariciar su cabello, del mismo modo como en la noche en la que México tocó la balalaika y cantó para ellos. Bielorrusia se sentía tan sola, tan asustada, aterrada de perder al único amigo que ella consideraba tener, así que Rusia trató de calmarla, intentando lograr que ella entrara en razón. "Él va a estar bien. Él tiene que ir y buscar a su hermano. Si fuera Ucrania o fuera yo, harías lo mismo." "Filipinas es su familia y a México le importa su familia, del mismo modo en que nosotros nos cuidamos" "Él va a estar bien ¿No recuerdas sus historias? Aun cuando las cosas luzcan mal, él va a encontrar un modo de salir de ello". Rusia trató de decírselas a ella, aunque la realidad, es que trataba de decírselo a sí mismo.

Sus palabras parecían lograr el truco, pero Bielorrusia de todas formas apretó el abrazo, no atreviéndose a soltarlo. Un suave toque al marco de la puerta llamó su atención y al voltear a ver, vio a un lloroso Ucrania tratando de evitar de hacer ruido y que las lágrimas siguieran fluyendo. Obviamente eso fue inútil. Rusia le sonrió tristemente y extendió un brazo a él.

―Ven aquí Украина ―Ucrania no lo pensó dos veces antes de acercarse corriendo y buscando consuelo entre sus hermanos. Ese fue un abrazo tan triste y a la vez tan reconfortante, con ambos rostros de los niños ocultos en su pecho, Rusia se permitió derramar un par de lágrimas.

- - - - - - -

―¿Rusia? ―La callada y triste voz de México le llamó la atención en esa rara noche silenciosa. La nieve caía dulcemente del cielo hacia la tierra, sobre un fino manto blanco. Todos dormían en esa pesada noche. Ucrania y Bielorrusia se habían quedado juntos. Rusia no se atrevió a separarlos por esa noche. Mañana en la mañana, México volvería a su patria para dirigirse a las juntas con América, y planear entonces la pronta llegada a Filipinas ―Creí que estabas dormido.

―No podía dormir ―Él trató de que su voz no saliera fría ni defensiva, pero sin éxito alguno. Notó por el rabillo del ojo la tensión recorrer el cuerpo de México

Y se maldijo a sí mismo por estar acostumbrado a ser un bloque de hielo andante.

―Quiero disculparme por el modo en que tengo que irme ―La voz del latino sonaba tan arrepentida y ¿temerosa? ―Este no es el modo en que me hubiese gustado partir. Lo lamento tanto...

México esperó por un segundo antes de suspirar tristemente.

―Lamento tanto ser la causa de su sufrimiento... de nuevo ―Rusia se dio cuenta que se refería en ese "De nuevo". En dejarles del mismo modo en que dejó a URSS, en que indirectamente los dejó cuando no sabía de la existencia de ellos―lo lamento tanto. La última cosa que quise fue lastimarlos.

¿Y él lo lamentaba? ¿Se sentía arrepentido de haber conocido a dicha nación? Si él nunca hubiera conocido a México, ni uno de sus hermanos habría estado llorando ni sufriendo inconsolablemente por la pérdida de alguien a quien ya amaban. Por la posibilidad de perder para siempre a alguien que los amaba por ser ellos.

A él, su corazón no se sentiría como si quisieran arrancársele del pecho. Como si sus pulmones de pronto hubiesen perdido la habilidad de contener el aire. Como si su cuerpo hubiese sido cortado en pedazos para dejarle sangrar hasta la muerte. Su padre, al haber vivido estas cosas por mucho más tiempo, él ya podía aguantarlas, más eso no borraba el dolor en su rostro.

Si, si ellos nunca hubieran conocido al mexicano, entonces nadie estaría sufriendo en esos momentos.

Y entonces, si México nunca hubiese ido y aceptado dicho trato, entonces Ucrania seguiría viviendo su amor a las artesanías en completo silencio, así como él vivió para la balalaika en su momento, para que al final ambos compartan el mismo destino de abandono. Para que al final Ucrania olvidara a como sentir felicidad del mismo modo en que él lo había olvidado. Nunca habría visto sonreír ni actuar como un niño tan abiertamente a Ucrania.

Su hermanita, Bielorrusia, ella seguiría sintiéndose sola y aterrada ante cada cosa, actuando más como un conejito asustado que como una niña. No tendría a su María para que la cuidara de la gran mayoría de sus pesadillas, ni los dulces cantos y cuentos infantiles con los que había sido llenada cada noche, reemplazando así el terror que se alojaba en su mente y en su alma.

Su padre luego de recuperar la amistad de México lucía menos tenso y más relajado, al menos lo más que se pudiera cuando participas en una guerra mundial. No teniendo un momento de descanso, riesgos de ser atacado por todos los flancos posibles, la destrucción de tantas vidas humanas que dejaban más cicatrices en su ya roto cuerpo. Simplemente querer gritar por los que amas. La presencia de México le hizo sentir como si un peso hubiese sido levantado de sus hombros. Tener esa amistad de vuelta le hizo volver a sonreír. Le hizo volver a vivir.

Él mismo, jamás habría aprendido varios secretos de su padre, mucho menos de su abuelo a quien nunca conoció. Habría olvidado completamente su amor a la balalaika o a los juguetes de madera. Quizás su amor por el ballet se habría perdido para siempre. Quizás él se habría convertido en una cáscara vacía y rota, sin posibilidad alguna de curarse, viviendo solo como una máquina. Quizás jamás habría aprendido que ellos estaban vivos, que ellos sentían y experimentaban, que podían decidir y vivir con las consecuencias de sus acciones. Que el sol siempre estaría allá afuera brillando aun si él nunca lo viera en el cielo. Que se podía amar y ser amado.

Quizás él jamás habría aprendido a vivir.

Tal vez no le dolería el corazón como le duele ahora, pero todos los bellos momentos que vivió fueran más que suficientes para hacerle añorar más tiempo con esa nación, por más momentos de felicidad antes de que se marchara. No, Rusia no lo lamentaba, abrazaría esos recuerdos cálidos en su corazón sabiendo que al menos alguien los quiso de vuelta. Sabiendo que alguien le quiso a él de vuelta.

―Yo no ―Rusia dijo, esperando que la sinceridad y suavidad se mostraran en su voz ―Fue... fue lo mejor de mi vida.

―Rusia... Disfruté mucho estar con ustedes. No me arrepiento ni un solo minuto de mi tiempo aquí ―México rio amargamente, limpiando las lágrimas que amenazaban con salir. Él no creía poder seguir viendo a Rusia en ese momento.

―Gracias Мексика ―La palabra que el mexicano siempre repetía, sentía que era un buen momento para decirla. Para mostrar su aprecio. Antes de que México pudiera responder, él replicó rápidamente ―Gracias por ser mi amigo.

Rusia no sabía si era correcto llamarle amigo, pese al tiempo que pasaron juntos conociéndose. No sabiendo si ese extraño sentir en su corazón tenía algo que ver con esa duda o solo las dudas de su ya inquieta cabeza. Pero México solo sonrió. Si algún día, alguien le preguntara acerca de algo que fuera feliz y triste, hermoso como un precioso atardecer y trágico como un corazón roto él siempre respondería: "La sonrisa de México cuando alguien le agradeció por haber sido su amigo. Por haber dado una parte de su vida y tiempo para cambiar el cruel mundo de alguien más, aun si esa no fue su intención. Por haberle confesado su sentir la noche antes de su partida"

Rusia nunca iba a olvidar esa sonrisa. Esa sonrisa que fue solo para él.

―De nada.

Quizás fue un momento de atrevimiento de su parte, quizás su mente y su corazón creyeron por un segundo que eso iba a lograr que se quedara mágicamente, quizás creyó que iba a encontrar la explicación para ese extraño sentir. Sea cual sea que haya sido la razón, Rusia jamás la entendería.

―Мексика... ¿Bailarías conmigo una pieza?

La pregunta sorprendió a México. En sus mejillas un suave sonrojo se había posado, acentuado ligeramente por la delicada luz de las velas. Las lágrimas rebeldes en sus ojos habían resbalado finalmente. Su rostro había adquirido un toque anhelante y a la vez como si se corazón se hubiera roto. Rusia se dio cuenta de que México le veía con tal intensidad, tratando de discernir su pregunta, si era una broma de mal gusto de su parte o solo algo dicho por instinto. Obviamente no encontraría nada de eso en un muchacho que apenas aprendió a cómo sentir algo más allá de ansiedad, miedo y frialdad.

―Yo... ―México parecía sumido en un difícil debate consigo mismo. Aparentemente indeciso ―Supongo que si... pero ¿y la música? ¿No despertará a Ucrania o a Bielorrusia? ¿Y qué quieres bailar? Yo no sé bailar nada de aquí, recuerda que apenas y pude tocar la balalaika.

―Muchas piezas orquestales se pueden bailar como un vals.

―¿No crees que eso es algo muy de tu abuelo?

―Sabiendo lo que ya sé ahora ¿De dónde crees que saqué ese gusto?

―Sabía que no debí contarte nada.

México suspiró de nuevo, él recordaba ciertos pasos de vals gracias a Maximiliano y a Díaz, pero él siempre había bailado con una mujer, nunca con otro hombre ¿Quién tomaría el rol dominante en el baile? ¿El vals ruso era igual al vals que se le había enseñado hace tanto tiempo?

¿Y de dónde salía esa música?

―¿Vals de las flores? ¿En serio? ―México preguntó con cierta burla. Su corazón aún se sentía pesado.

―Es Tchaikovsky ―Rusia se defendió mientras ajustaba el sonido del tocadiscos a un nivel lo suficientemente bajo para no despertar a sus hermanos, pero aun audible para una pequeña danza.

México rio suavemente. El encantador sonido aún tenía impregnada gotas de tristeza―Adoras el ballet, lo sé. Aun no entiendo por qué me sorprende.

Cuando Rusia se puso enfrente de él, México quedó callado de nuevo, cosa rara cuando todo lo que él hace es hablar y hablar. Aun confundido e inseguro acerca de lo que él tenía que hacer solo se quedó quieto ¿Rusia quería ser la pareja dominante en el baile? ¿Eso estaba bien?

―No tenemos que seguir normas ni nada, solo es un baile. No un evento formal y mucho menos una gala como las de mi abuelo.

―Sabes... eso me tranquiliza bastante.

Y en efecto lo hizo. Ambos solo se tomaron de las manos y trataron de seguir la música. Al inicio con cierta torpeza y timidez debido a ambos siendo varones, uno mayor que el otro, tanto en edad como en altura. Entonces ambos terminaron mandando esas ideas al diablo y empezaron a bailar como quisieron.

A veces Rusia daba la vuelta o a veces México era levantado entre sus brazos. Risillas le seguían a cada paso del baile improvisado que trataron de hacer. Chocando entre ellos, a veces uno de los dos fingiendo ser la chica, en otras sorprendiendo a su pareja de baile con un paso salido de la nada. Solo dos naciones... solo dos humanos disfrutando de una absurda danza, solo dos amigos pasando un agradable momento juntos. Solo dos corazones amando el sentir del cuerpo del otro, la calidez de la piel, únicamente la presencia de su otra mitad.

Rusia reía y México pudo apreciar su vista. Él realmente parecía estar disfrutando de ese baile, riendo suavemente, un precioso sonido ante sus oídos, dulce e inocente. Una sonrisa al fin llegando hasta sus ojos, un brillo tan espectacular y hermoso en su rostro. La luz de las velas dando una sensación tan pura y nostálgica. Como si estuviera viviendo dentro de una memoria, interactuando con ella, tocándola y sintiéndola.

México le acompañó en su risa, en su diversión, en esta nueva memoria que ambos estaban forjando, sintiendo su pesado corazón aligerarse solo un poco.

Mañana las cosas agarrarían un nuevo rumbo. Mañana él tendría que marcharse, para llegar lo más rápido a con USA y empezar a hacer planes para buscar a Filipinas, pero ahora mismo, que ambos disfruten de su pequeña burbuja de felicidad, que actúen sin darse cuenta como una pareja de enamorados, que rían y bailen en los brazos del otro, solo por esa noche, aunque sea.

Porque quizás, nunca tendrían otra oportunidad para tener un baile juntos.

A la mañana siguiente los tres chicos se encontraban reunidos, ambos niños aferrados con fuerza al cuerpo de México mientras que URSS los observaba de lejos, esperando el vehículo hacia las pistas y permitiéndoles a sus hijos despedirse con mayor tiempo a la nación de la que tanto se encariñaron. Bielorrusia apretaba su muñeca con fuerza mientras que Ucrania trataba de no llorar en frente de todos.

―¿Bielorrusia, cuidarás de María? Ella siempre va a estar ahí para ti. Ella va a cuidarte de cualquier peligro. Me lo prometió ¿Lo recuerdas? ―México preguntó con suavidad cuando la niña se separó de él y abrazó a su hermano mayor. Bielorrusia asintió rápidamente no encontrando fuerzas para hablar sin llorar.

Entonces México se fijó en Ucrania y desató la bufanda que llevaba en su cuello desde el primer día que llegó ―Te regalo esta bufanda Ucrania. La tenía cuando pequeño y ahora yo te la entrego. Lamento que no sea mucho, pero cada vez que la veas, recuerda que yo estaré aquí ¿Ves la flor roja? Es una flor de Noche Buena. Ellas solo crecen en diciembre y en enero. Los días de invierno ―La bufanda le quedaba ligeramente larga, pero con el tiempo el niño iba a crecer, quizás hasta ser más alto que él.

―Yo quiero darte esto Мексика, de parte de nosotros tres ―Ucrania le mostró la figura que había hecho junto a Rusia ese día en el taller ―Беларусь lo pintó de rojo, es Pancho Pistolas el gallo que aparece en tu avioneta ―Ucrania se había trabado un poco tratando de pronunciar su nombre ―Es para que te acompañe en tu camino de vuelta―

Conmovido, México tomó la figura en sus manos y a Ucrania en un abrazo. Bielorrusia se acercó queriendo un último abrazo que no se le fue negado. Ambos niños soltando sin querer un par de lágrimas traviesas. Cuando se soltaron, ambos niños se quedaron cerca de Rusia. La expresión en el rostro del hermano mayor era triste, debidamente oculta, pero sus ojos no engañaban a México.

―Gracias por haberme tolerado todo este tiempo Rusia ―México dijo, con cierto toque de gracia y dolor.

Rusia solo negó suavemente ―Gracias por habernos aceptado ―y México ahora se daba cuenta de las mayores implicaciones en esa frase, él entendía, luego de su tiempo ahí.

―Tengo un regalo para ti, no es mucho y de hecho parece una burla, pero... Le pedí al maestro tallista que si podía grabar la imagen de un conejo a mi supuesta "Luna" y quedó bien. Quiero darte mi Luna ―México sacó la esfera de uno de los bolsillos de su uniforme. Un precioso conejo grabado comiendo una zanahoria ―Sé que no parece mucho, pero me pareció un buen detalle regalarte la Luna. Después de todo, mi nombre significa "En el ombligo de la Luna"...

Y Rusia le tomó en sus brazos, apresándolo en un muy necesitado abrazo, tomando la luna en una de sus manos, dejándole sin palabras una vez más. La sorpresa en su rostro grabada en su cara ante la reacción del muchacho. Y recordando un perfecto un vals improvisado con dicho muchacho, México correspondió ese abrazo. Permitiéndose soltar un par de lágrimas ante tal calidez.

―Gracias ―Fue lo que Rusia susurró. Una voz tan triste y quebrada, que apenas podía sostenerse.

―De nada ―Fue lo que México respondió. Su tono similar al de Rusia.

Con todas las despedidas hechas, ambos se soltaron del abrazo. México sintió un deje de algo faltante, algo que le hacía falta a este momento, como una expectativa extra que debía venir junto a tal cálido abrazo, pero no podía indagar más en eso, él ya debía de irse. Filipinas le necesitaba ―Prometo que volveré. Algún día. No sé cuándo, pero volveré ―y eso parecía habérselo dicho más para sí mismo que para ellos.

Aun si lo que aquello que hacía falta había sido un beso, y ese beso no se daría sino hasta mucho tiempo después.

Y México se fue. De vuelta a con América y empezar sus planes para la batalla contra Imperio del Japón. Para encontrar a su hermano y nunca soltarle de nuevo.

Después de las bombas nucleares, la destrucción radioactiva que generaron y la rendición de los japoneses, siguiendo entonces con la desaparición de cuatro Imperios, entre ellos Imperio del Japón. Con un mundo aterrorizado, con el nacimiento de nuevos países, con un mundo desesperado por el control, la tierra se dividió entre dos bloques y con ella, dos superpotencias aparecieron coronándose: América y URSS, comenzando así una carrera armamentista, económica y espacial.

La Guerra Fría, que no terminaría sino hasta finales de 1989 con la caída del Muro de Berlín. Seguido muy de cerca por la disolución de URSS, siendo su sucesor legítimo Rusia ante los ojos del mundo entero.

Pese a que México se quedó en el bloque capitalista, dicha nación seguía teniendo en su corazón a su amigo y a sus hijos. URRS, Ucrania, Bielorrusia, Rusia...

Y quizás, solo quizás, México y Rusia podrían entender por qué ambos anhelaban un dulce beso del otro.


                                                                                              Fin.

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