Quizás -#EventoRusmexNavideño

By Wizard_Alexa

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Una nueva nación llegará para restaurar lazos diplomáticos con su padre. México, como su padre dice que se ll... More

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By Wizard_Alexa

―¿Padre, quién es este México del que tanto has hablado? ―la voz de un joven chico había sonado. Suave y dulce, acompañado de sus hermanos, quienes, por su parte, arreglaban sus ropas lo mejor que podían.

El chico miraba a su padre mientras sus hermanos "ignoraban" su conversación. El mayor el adolescente ayudaba a la menor con su cabello, mientras que la niña ayudaba a su hermano a anudar su corbata.

―Era un... viejo amigo. El cual llevamos un largo tiempo sin hablar ―ahora fue la voz de un hombre adulto la que sonó, era seria y fría, casi gélida como el mismo hielo y que para cualquiera que no lo conociera, no sonaría correcta que fuera dirigida a sus propios hijos, pero para esos niños no era así. Había un toque triste y anhelante en su viejo padre, una calidez que pocas veces podía ser notada en el tono de su voz. Había algo más detrás de esa entonación, había algo más detrás de ese anhelo.

Ellos no sabían nada de este viejo amigo suyo. México como él lo llamaba. Мексика como su padre les había dicho que podían llamarlo, después de todo, a él no le molestaba, incluso era mucho mejor si lo llamaban así aun si no lo conocían.

―¿Por qué podemos llamarlo Мексика? ―fue lo que la joven niña había preguntado en su inocencia, brillantes ojos miraban con curiosidad a su padre mientras tomaba de la mano a su hermano mayor.

―A México siempre le ha gustado cuando las otras naciones dicen su nombre en sus idiomas madres. Recuerdo que él siempre decía que era más sencillo para los demás, y sonaba como un pseudónimo amistoso para él ―Una suave y pequeña sonrisa apareció en el rostro de su padre. Sonrisa que las tres jóvenes naciones lograron ver y así como llegó, se fue ―Россия, Украина, Беларусь, terminen de arreglarse, nuestro invitado llegará en cualquier momento. Avisaré a mis superiores de ustedes... estoy seguro de que les agradará conocerlo durante la escolta―. y su padre salió de la habitación, mirada hacia arriba y espalda recta, pasos exactos y ese aire de frialdad y poder rodeándole. Todo un líder en tal lugar frío, en tales tiempos duros.

Los tres chicos no sabían qué pensar más que en terminar de arreglarse para acompañar a su padre. Además de ese México, ellos no conocían a muchas otras naciones, al menos no a aquellas del nuevo mundo con la posible excepción de América, y de lo que recordaban de las pláticas de su padre era que este México y sus hermanos odiaban que lo llamaron América solo a esa nación tan opuesta en todo sentido a su padre (había veces en las que temían que esa diferencia entre ellos se convirtiera en una muy peligrosa rivalidad).

El mayor de los tres hermanos Rusia, era el que más vueltas le daba a ese asunto. Como aquél que heredaría el legado de su padre cuando el momento llegara debía de estar preparado, debía saber todo lo que su padre sabía, debía de conocer y tratar con los aliados que su padre tenía y la llegada de esta nación con la que su padre había roto comunicación hace tiempo cuando él era más pequeño le era cuando menos curiosa y muy extraña, porque nunca en su vida había visto a su padre ese brillo y esa suave sonrisa en su rostro por alguien más.

Su padre era normalmente estoico. Había escuchado a varias naciones decir que él tenía el corazón de hielo, y como ese mismo hielo había sido heredado a su hijo mayor. La misma expresión fría en sus rostros, la misma pose imponente e inquebrantable al pararse pese a lucir como un adolescente de 16 años. Si, el tiempo había pasado factura en su padre, pero Rusia también podía sentir lo que es ser una nación aun cuando no era su lugar todavía. De ese modo logró entender de ese modo a su padre, esa frialdad era para protegerse, era para tomar decisiones mejor planeadas, era para tratar de mantener el orden (aun si sus métodos le parecían cuestionables).

Por eso, el que su padre llegase hablando de dos nuevos aliados del Nuevo Continente, especialmente de uno cuya presencia le parecía bastante triste y ligeramente incómoda de soportar, de una nación a quien no le devolvió la palabra después de un tiempo y cuya segunda reunión, haya sido a causa de una nueva guerra mundial era una horrible y cruda forma de volver a dirigirse la palabra, aun si ese no era y de lejos el modo en que aparentemente ni uno de los dos habrían querido volver a hablar, le era curioso y extraño.

Cuando su padre hablaba de ese México, recordaba sus expresiones, el cómo una sonrisa nostálgica aparecía en su rostro cada vez que contaba acerca de su tiempo juntos, que pese al poco tiempo que lograron conocerse siempre había sido muy agradable hablar con el latino. La calidez en sus expresiones al dirigirse a él como si fueran familia, la solidaridad que sus habitantes y él mismo le mostraban cada vez que tenía problemas con las palabras en español, su excentricidad ante tantos temas serios tales como la muerte y su sonrisa a pesar de vivir por tantos problemas como las guerras y revoluciones.

Su padre sonreía muy raramente, y verle sonreír por tal desconocido para ellos tres era demasiado extraño. Rusia a veces pensaba que su padre se había y aún seguía enamorado de ese tal México, a pesar de todos esos años. Incluso cuando le preguntó sobre eso, su padre solo negó con la cabeza.

―Hace tiempo quizás, era la flor más bella de todas. No era mi lugar tener esa belleza, no era mi derecho tener esa calidez y no era justo que soportara el invierno.

Rusia no se atrevió a hacer más preguntas a su padre luego de esa respuesta. No lo entiende, pero, quizás pronto lo logre entender.

Cuando los tres hermanos terminaron de arreglarse y de acomodar sus trajes, Rusia salió al frente, con Ucrania y Bielorrusia detrás de él, ambos tomados de las manos. Su padre se encontraba conversando con su general, escatimando últimos detalles para la llegada de este misterioso aliado. Cuando URSS fijó momentáneamente la mirada en ellos, asintió su aprobación. Su general, viendo a las otras tres naciones listas, decidió abandonar el salón, no sin antes avisar a la nación mayor.

―Los vehículos ya están listos y la zona de aterrizaje despejada. En cualquier momento van a llegar. Solo necesitamos su orden y partiremos.

―En unos momentos iremos. Спасибо ―Y con eso el general salió por la puerta dejando a URSS a solas con sus hijos.

―¿Aterrizar? ¿A qué se refiere? ―Preguntó Rusia que ahora sostenía la mano de su hermana. Ella parecía ligeramente inquieta.

―Мексика antes nos apoyaba con materia primas, pero luego de lo de su hermano... decidió entrar de forma bélica. Su escuadrón va a llegar a estas tierras como parte de buena voluntad para con los Aliados ―De nuevo estaba ese suave toque cálido en su tono a la mención de México, el rostro de su padre se había relajado solo un momento.

―¿Va a quedarse con nosotros? ―Ahora fue el turno de Bielorrusia en preguntar, la emoción en sus ojos bajo el prospecto de conocer a una nueva nación era palpable.

―Solo por unos días. Esto solo es una reunión de rutina ―URSS rio suavemente ―Con algo de suerte, él podría volver ―Eso último lo murmuró.

―¿Podemos conocerlo? ­Ucrania preguntó. Así no hablaban con otras naciones, los tiempos eran duros y tensos, tanto en el exterior como en el interior. Esas no eran las ápocas para cuidar de un niño, y eso Rusia y URSS lo sabían.

"¿Podemos conocerlo?" Tenía otros significados: ¿No va a lastimarnos? ¿Es amable? ¿Debemos tenerle miedo? ¿Va a matarnos? Y aunque a ambos les dolía en lo más profundo del corazón, viendo el ligero temblor en Ucrania y los ojos cristalinos en Bielorrusia, ambos pequeños, ambos solo unos niños, no podían hacer mucho. Si en su propio hogar no se sentían seguros, ni siquiera el mismo URSS, al menos, podía darles en esta ocasión un poco de alivio y paz.

―Мексика es un país. Él prefiero evitar un conflicto si es posible, escogiendo el lado político. Si se metió en esta guerra fue únicamente por culpa de Alemania. Lo más probable que ocurra es que él y sus hombres deban de conseguir otros abrigos para este frío.

―¿Él no soporta el frío? ―Bielorrusia rio un poco ante ese prospecto.

URSS salió por la puerta para dirigirse a sus militares, seguido muy de cerca de sus hijos.

―No mucho, él siempre se ha quejado de sus inviernos. Es un poco friolento pese a tener climas fríos.

―¿Crees que vayan a soportar el frío? ―Rusia habló, ayudando a su hermana a subir al vehículo.

―Sus hombres si, él no. Lo más probable es que se termine enfermando. Es demasiado orgulloso como para pedir un abrigo ―URSS murmuró con una suave risa. Ayudó a Ucrania a subir al vehículo para luego voltear a ver a su hijo mayor ―¿Quieres hacer los honores? ―Rusia asintió, permitiendo a su padre subir primero antes de llamar a su general:

―Все готово! Вперед!

Y con ese grito, siguieron otros más.

. . . . . . .

Decir que estaba nervioso era decir poco. Él tenía un nudo en la garganta, uno en el estómago y otro invisible en sus manos. Podía sentir el mareo en su cabeza y las ganas de vomitar se intensificaban poco a poco. Su cuerpo se sentía frío y su respiración más errática. Podía sentir su piel erizarse desde la punta de sus pies hasta la cabeza, quizás incluso su cabello se había erizado cual gato asustado.

México no estaba nervioso. Estaba aterrorizado. ¿Y no es eso algo gracioso? ¿El haber perdido a varios amigos, pero a costa de recuperar a otros? Podría llegar a pensar que al menos algo bueno salió de eso, pero el solo considerarlo logró que sus nauseas aumentaran.

―¿México, se encuentra bien? ―La voz de uno de sus pilotos sonó a través de la radio, sacándole de sus pensamientos.

―¡Claro que estoy bien! ¿Por qué no debería de estarlo? ―Él dijo quizás con más fuerza de lo que trató originalmente, tratando de aligerar el agarre en el control del avión.

―Su respiración suena bastante irregular y solo se la pasa murmurando ―Otra voz más joven sonó ahora.

Una baja maldición se escapó de su boca sin querer, trayendo más de una carcajada a la vez a través de la radio.

―¿México, realmente estás bien? ―Una voz mayor habló atrayendo la atención y provocando silencio entre el resto de sus camaradas ―¿Es por URSS?

Mierda.

―¿Qué tiene que ver la URSS? ―La primera voz volvió a preguntar.

―Antonio... ―México masculló entre dientes. Aunque no sea un secreto realmente.

―Muchos de ustedes eran más jóvenes así que quizás no lo entiendan bien. Antes la URSS era un aliado, un amigo, pero debido a las Revoluciones tanto mexicana como rusa, la comunicación entre ambos países era nula.

―Debido a diferencias políticas URSS y yo terminamos cortando lazos diplomáticos en 1930.

―¿12 años sin ser amigos? ―Preguntó otro piloto.

―En realidad desde 1910 tuvimos problemas por mi revolución. Luego su revolución en 1917. Podríamos decir que fueron en realidad 32 años sin mucha comunicación ―México suspiró de nuevo ahora escuchando el murmullo de uno de sus pilotos "Yo no sabía que URSS y México habían sido amigos" ―Es la primera vez que lo veo después de tanto tiempo.

―No se preocupe mi patria. Sus Águilas Aztecas siempre estaremos para usted, a su servicio ―"¡Para servirle!" y varios gritos más fueron sonando en la radio. Todos de sus camaradas. Todos de sus águilas. Sus mexicanos.

―Gracias comandante Antonio. Y gracias también a todos ustedes ―Y esta vez, el largo viaje a su destino fue ligeramente más tranquilo.

―Tengo una duda ¿URSS no tenía tres hijos?

―¡Práxedis, ya se había relajado! ―El comandante Antonio regañó

México suspiró. Realmente eran sus mexicanos.

. . . . . . . .

―Ya estamos aquí señor.

La pista de aterrizaje se encontraba despejada, apenas era verano y quizás, podía ser uno de los veranos más deprimentes que Rusia haya sentido en su vida. Entonces de nuevo, él compartía responsabilidades con su padre como un país, él representando a la población civil, su ecosistema y cultura. Era duro, cansado y agobiante, al menos agradecía que sus hermanos aun no pasaran por eso.

O que no lo sintieran tan fuerte como en realidad estaba ocurriendo.

A veces en sueños, él podía experimentar su muerte. En ocasiones, los animales salvajes hacían su magia, usando sus garras, colmillos y la fuerza bruta para despedazarlo y devorarlo vivo. A veces aun seguía vivo a pesar de eso y el frío invernal era el que se encargaba del trabajo. Cuando las noticias de la guerra eran demasiado para él, sus sueños estarían cubiertos de gritos atroces y del olor tan real de la sangre, un tiro de gracia tras horas de tortura sería su dulce pase final si tan solo sus hermanos no aparecieran en esos, quedando a la piedad de aquellos que los atraparon.

Y, por último, los otros recurrentes eran en una fría soledad, el sonido del viento chocando con las ventanas, un gélido cántico de muerte, un estómago dolido sin bocado alguno para llenarlo. Sin luz de sol en cualquier parte del cielo. Una espantosa soledad. Muerte por hambruna.

¿Eso no era triste? ¿Qué los sueños de un muchacho sean únicamente de los posibles modos en que fuera a morir?

Estaba consciente de la guerra mundial que ocurría allá afuera, estaba consciente de las atrocidades que el otro bloque cometía como de los cometidos por el de su padre. Él no podía opinar mucho al respecto, ese no era su lugar después de todo. Lo más que podía hacer, era tratar de evitar que los mataran antes de tiempo, tratar de darle a los civiles un sentido de seguridad, aun si esta no existía.

Cuando el vehículo se detuvo así lo hicieron el resto. La puerta se abrió y URSS salió primero, presentable e intocable, como siempre lucía ante cada reunión con otros países o sus altos mandos. Pero ellos no eran Rusia, su hijo mayor, él vio el leve temblor en los dedos de su padre, así como el paso apresurado al caminar, una gota de sudor resbalando por su rostro y esos imperturbables ojos grises mostraban un raro deje de debilidad.

Tomando la mano de un nervioso Ucrania y una asustada Bielorrusia, los tres salieron del vehículo, siguiendo a su padre muy de cerca. Pese a lo que su padre les dijo, las dos jóvenes naciones no pudieron evitar apretar el agarre en sus manos. Rusia los dejó hacer, entendiendo su nerviosismo ante la pronta llega del nuevo o viejo aliado de su padre y del bloque.

―Señor, el comandante Antonio ha notificado su posición ­―Su general se acercó a URSS junto a otros hombres, todos con armas en mano ―Se encuentran a 10 minutos del sur. Piden permiso para aterrizar.

―Permiso concedido.

. . . . . .

―Разрешение предоставлено.

―Спасибо ―México respondió con ligera dificultad a la llamada, hasta que esta se apagó.

―Debo admitir que no sabía que recordabas el ruso ―La voz del comandante sonó a través de la radio.

―Yo no sabía que usted hablaba ruso ―Uno de los pilotos habló.

―Porfirio Díaz me hizo aprender ruso cuando comenzamos negociaciones más serias con Imperio Ruso. Solo empecé acostumbrarme gracias a URSS. Es raro volver a hablarlo luego de tanto tiempo.

Un pequeño silencio se formó entre las radios de las avionetas, siendo quebrado por una baja risa rota.

―¿México? ―La voz preocupada de un piloto, Práxedis, se oyó.

―Estoy bien ―Nadie le creía ―Es raro volver a ver a URSS.

Eso era más creíble.

―Comandante, divisamos la base rusa.

―A mi señal. Todos, formación en "V", por equipos.

México suspiró una última vez tratando de calmar sus nervios. "Todo estará bien" él rezaba para sus adentros.

. . . . . . . . . .

El ruido de motores poco a poco empezaba a hacerse perceptible, eran varios, todos viniendo de la misma dirección en el cielo. Rusia reconocía ese ruido. Avionetas, y se aproximaban a ellos. Tensión rodeó su cuerpo, así como el agarre en sus hermanos quienes ahora, en lugar de sus manos, sujetaban con fuerza las ropas del muchacho, siendo Bielorrusia la que se escondió ligeramente detrás de sus piernas.

―Tengo miedo ―Fue lo que ella susurró. Rusia colocó una mano discretamente delante de ella, en un ademán protector.

―No hay nada que temer ― Fue su respuesta a ella, aun si no sonaba tan seguro de sí mismo, Bielorrusia encontró un poco de consuelo, relajando también a Ucrania.

Las avionetas entonces hicieron aparición, formación en "V" luciendo como motas negras en el cielo. El ruido y ellas aumentaban, varios grupos en la misma formación fueron apareciendo. Seis grupos compuesto de cinco cada uno. Treinta solados más uno a la cabeza de todos. Mostrando su superioridad al resto. "Esa debe de ser la avioneta en la que se encuentra México" Rusia pensó.

La principal entonces, comenzó si descenso a una distancia cordial de sus acompañantes. Siendo la primera en probar terreno antes que sus soldados fue un gesto que Rusia apreció en cierto modo.

Las otras siguieron el paso de su líder hasta que la principal tocó tierra, dando espacio libre para el aterrizaje del resto. Cada tanto minuto, un nuevo grupo llegaba, todas en perfecta sincronización. Cuando el último grupo arribó, la principal y el primer grupo se habían detenido por completo.

Todas las avionetas eran del mismo color, mismo tono y misma forma. Rusia podría considerarlo otro país armado de no ser por las curiosas imágenes que varias portaban. Quizás la más sobresaliente siendo la de un gallo rojo portando un par de armas. Rusia sentía que debía de reconocer a ese personaje, pero no estaba muy seguro.

La formación y las figuras le intrigaban. Dando una mirada rápida hacia su padre casi pudo notar una expresión triste, nostálgica y anhelante. ¿Por qué? ¿Por qué su padre se comportaba de ese modo ante una nación cuyos lazos rompieron hace años?

"Comandante Antonio Cárdenas Rodríguez, líder de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana" ―Habló un hombre mayor, de aspecto agradable, cejas pobladas y un pequeño bigote, vestido apropiadamente con su uniforme de piloto ―"Un honor conocerlo URSS" ―Aquél hombre extendió su mano a su padre y éste la tomó sin dudar por un segundo.

"El honor es nuestro" ―¿Desde cuándo su padre sabía español? ¿Qué estaba pasando? Y entonces una segunda voz sonó:

―Estados Unidos Mexicanos. La nación de México extiende un saludo de paz― Su voz era bella, nada como lo que hubiese escuchado antes. Tonos cálidos le rodeaban, diferente de lejos al frío invernal. Era un poco profunda, pese a eso, sonaba tan amistosa y sincera.

¿Así que ese era México?

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