Historias cortas, relatos.

由 KaryDelprato

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Cuidado a quién deseas.
No me rendiré
No te vayas, por favor. Quédate a mi lado, amor mío.
Viviendo una época de ensueño
El secreto
Ahogada en mi llanto

"Susurro angelical"

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由 KaryDelprato

Marisa caminaba sin rumbo después de un día lleno de fracasos. Ella solo necesitaba ser escuchada y comprendida. Pero nada de eso sucedió. Cuando tuvo el valor de enfrentar a su familia para decirles que que le gustaban las personas de su mismo sexo, se le echaron como jauría encima. No tuvieron reparo en decirle que se marchara, que era la vergüenza de su familia.  

—No eres normal. ¡No quisiste estudiar y solo te limitaste a tocar esa guitarra de mierda que no te sirve para nada! Terminarás en la calle como un linyera. Aquí en mi casa no pondrás un solo pie mientras sigas enferma. ¡Eso es lo que eres! ¡Una enferma! ¡Anormal! ¡Lárgate ya de aquí antes que vomite de asco! —gritaba enfurecido su padre sin piedad. Sin importarle que estaba clavando lentamente un puñal a su hija en medio de su corazón.

 Su familia estaba constituida por Roberto, su padre de sesenta años; María, su madre, de cincuenta y cinco y su hermana Lorena de dieciséis, dos años menor que Melisa, quien la adoraba. El amor entre ellas era mutuo. Pero el shock fue demasiado fuerte para Lorena, se quedó sin palabras, solo bajó la mirada y marchó a su cuarto decepcionada, llorando.

Marisa, emocionalmente destruida, armó con rapidez su mochila con lo más necesario sin olvidar la guitarra que era parte de ella.

Cabizbaja, sintiéndose una basura, marchó. No miró a nadie. Sin decir palabra cerró la puerta dejando atrás los recuerdos de su familia, el calor de hogar, las charlas y reuniones familiares; los años compartidos con su hermana... Los ordenó en un rincón de su cerebro dejándolos enterrados para siempre.

El día se nubló, mostrando un cielo encapotado. Levantó su vista y una gota fría le apartó el pensamiento. Después de caminar unas cuantas calles buscó refugio, culpa de la fuerte lluvia que la sorprendió. Las gotas comenzaron a caer con rapidez. El cielo parecía haber enfurecido, un manto negro cubría el lugar.

Desde la esquina observaba un bar. Entró y pidió un café con leche. No tuvo más remedio que esperar un buen rato hasta que la tormenta disminuyera.

Mientras tanto, leía el diario en el apartado "Se busca trabajo". Entre las cosas que podían serle útiles anotó en la servilleta la dirección de un club nocturno donde buscaban un cantante.

No quiso derrumbarse, al contrario...

<<Les demostraré a todos que soy como cada uno de ellos. Una persona con los mismos derechos, los mismos sueños, que tengo hasta, tal vez, más ganas de vivir que muchos de los que me discriminan. Tengo la suerte de sentirme en paz conmigo misma por haber sacado este gran peso de encima que me estaba torturando cada día. No todos pueden decir lo mismo>> —pensaba apretando sus dientes, con la mirada fría, desafiante y perdida.

Secó sus lágrimas, cerró sus ojos y visualizó su sueño... Ser cantante. Sentirse querida, aceptada y admirada <<lo voy a conseguir>> —aseguraba así misma tomando entre sus manos la cadena que le había regalado su abuela, días antes de fallecer.

Marisa pensaba que si había sido capaz de superar la muerte de su abuela, podría lograrlo todo. Ella le había enseñado a ser fuerte en la vida. Desde que tiene memoria notó la falta de cariño de sus propios padres. Querían que fuese perfecta en todo, se crio sintiéndose menospreciada en muchos aspectos. Ya era hora de dejar atrás todo lo que la hacía infeliz y buscar el camino que la llevara a la felicidad completa.

La lluvia cesaba junto a su ira y tristeza. Sabía que para conseguir lo que deseaba necesitaría sentirse relajada y en paz. Así lo hizo, mientras caminó las calles para ir al pub se fue despojando de todos los malos sentimientos que no hacían más que crearle una actitud de odio hacia el mundo. Estaba claro que la gente que la rodeaba día a día también la rechazaba pero a ella, eso no le importaba. Al menos no tanto como le dolió el rechazo de su familia.

Cuando llegó al lugar, un hombre joven de aspecto desprolijo la recibió en la entrada. Al presentarse y decirle que venía por el aviso del diario, este la invitó a pasar al pequeño escenario de madera, apenas iluminado, que dejaba ver una silla alta desgastada de color rojo.

Comenzó a cantar, solo su guitarra y su voz invadían las paredes maltrechas del pub. Su estilo preferido era blues, a pesar que tocaba y cantaba lo que le pidiesen. Comenzó con una canción de Eric Clapton, en inglés: Wonderful tonight, cantando con su estilo particular.

A los pocos minutos, todos los que estaban ordenando y limpiando el lugar, para dar la bienvenida al nuevo público de la noche, fueron acercándose, rodeando el escenario donde brillaba ella con su voz angelical junto a las cuerdas mágicas de esa guitarra que, poco a poco, iban dando un toque armónico en el lugar. El sonidista puso en funcionamiento los parlantes como si ya fuera la hora del show y, Tomás, quien se encargaba de las luces, enfocó a Marisa dándole un brillo especial, parecía una princesa recién salida del cuento, abrazada por un arcoíris de colores.

No hizo falta que cantara otra canción para darle la bienvenida al pub "Soul", pero sí para mantener en el paraíso a sus nuevos compañeros.

Todos la halagaron de manera grandiosa. Su debut sería una noche de éxito, sin duda. Marcelo, el dueño del lugar, le presentó a  sus nuevos compañeros. Le informó su salario después de haber conversado con ella un largo rato. Al enterarse que no tenía dónde vivir, le ofreció el cuarto de servicio que ya no utilizaban.

Para Marisa era una gran oportunidad de progresar poco a poco ya que, horas atrás, se había quedado sola y sin nadie en el mundo.

Su debut fue fantástico, al pasar el tiempo se hizo tan conocida en el lugar que, un locutor de radio, la contactó para que su música sonara durante las mañanas de programación.

Cuando menos se dio cuenta, esos cinco compañeros del pub, fueron más que su familia, era la niña mimada, a pesar de tener una actitud varonil bastante marcada. La felicidad le sonreía al fin. Sus días tristes y amargos ya habían quedado en el recuerdo.

Habían dejado de señalarla en el barrio como "la rara", llamándola "Susurro angelical". 

Una noche la contrataron para una fiesta muy importante en la ciudad. No sabía muy bien qué se festejaba pero, sin dudarlo aceptó.

Físicamente, era muy delgada, tanto que al vestir sus jean anchos y camisetas, un talle más del que le correspondía, no se apreciaban sus curvas femeninas. Además, siempre llevaba el cabello algo desprolijo, pero, esta vez, lo rapó de un costado dejando el lado contrario un poco más largo donde su melena lacia y dorada como el sol, caía como cascada hasta la altura de la oreja. Tenía unos ojos grandes del color del cielo, espesas y largas pestañas daban sombra a su celestial mirada, parecía un ángel de verdad. Su tez era bien blanca, mostraba unas perlitas perfectas detrás de su sonrisa, delineada por unos finos labios rosados.

Pero esa noche, al ser de gala, se puso un vestido azul de seda largo, escotado y ceñido al cuerpo que marcaba sus delicadas y estilizadas curvas.

Una vez empezada la cena y dado el discurso de bienvenida, presentaron a Marisa. La gente que presenciaba al lugar, quedó maravillada al oírla cantar.

Así fueron pasando los años, exactamente siete, su carrera crecía a medida que la contrataban de diferentes lugares y cada vez más importantes.

Fue así que su familia, por casualidad, se enteró de su fama.

Observaron un día, en el cristal de un negocio, que estaba empapelada con el rostro de su hija en donde mostraban fechas de actuaciones, las cuales "Susurro angelical", daría en vivo para presentar su nuevo disco.

La mirada de la madre mostraba entusiasmo por ir y hacer las paces, era su hija después de todo y la quería. Pero su padre, duro, frío y resentido, dejó clara su orden. Nadie iría a verla. Era la vergüenza de la familia, todos esos años tuvieron que soportar las miradas de los vecinos que los señalaban como la familia de la "chica rara". Algunos vecinos, se habían acercado, tiempo atrás, para darle la enhorabuena por el éxito de su hija sin comprender de qué hablaban. Ahora ya lo sabían pero aun así, no querían tener nada con ella. Mejor dicho, era su padre el que no quería.

Esa noche, Marisa, estaba particularmente nerviosa. La noche se tornó negra, fría y lluviosa. Le recordó el día que la echaron de su casa. Los amigos del pub "Soul" estaban listos para viajar en la camioneta, todos juntos, a ese evento tan importante para ella. Ellos eran su nueva familia y no la dejarían sola, disfrutarían junto a  ella esa noche inolvidable.

Fue un concierto maravilloso, el que siempre había soñado, sin embargo, su alma se oprimía al darse cuenta que, a pesar del paso de los años, su familia no la quería, seguían ignorándola.

No quiso regresar con el grupo, decidió volver sola a su nueva vivienda en el auto de Marcelo que, por motivos personales, había llegado un poquito más tarde al concierto. Él entendía la necesidad de Marisa de estar sola, así que le dio las llaves y la dejó partir.

 Al día siguiente... 

—¿Es usted familiar de Marisa Hernández?

—Soy un amigo, ¿quién habla? ¿Por qué lo pregunta?

—Debería por favor acercarse al Hospital. Hubo un accidente anoche por la madrugada y hay dos cuerpos para reconocer y encontramos este número de teléfono. ¿Le puede avisar a su familia?

—No, lo siento, no tiene familia; en un momento estoy allí.

Colgó. Con Marcelo jamás habló de su familia. Es más, recuerda haber oído de boca de ella misma decir que sus padres estaban muertos.

Al ser tan conocida la cantante, la prensa no tardó en llenar las páginas con la noticia cuando Marcelo hubo confirmado que era ella.

Él, llegó al lugar desalmado y aterrado, esperó impaciente que destaparan el rostro del cuerpo sin vida que tenía frente a él.

—Los ángeles pertenecen al cielo... —pronunció mientras sus lágrimas desbordaron por completo.

Cómo no reconocer esa belleza que destilaba amor y paz aun estando así, fría y pálida. Sus llantos fueron incontrolados, no podía creer verla en esa situación. Con sus manos cubrió sus ojos. Lloraba de manera descomunal, a los pocos minutos el mismo hombre que destapó su hermosura, le dio una carta.

—Esto llevaba la joven en uno de sus bolsillos mientras se intentó buscar documentos y teléfono de la víctima.

Salió al pasillo a tomar un poco de aire, la congoja no había cesado, y a pesar de tener sus ojos llenos de lágrimas, como pudo leyó la carta.

A mi querido padre:

Quiero que sepas que te perdono por todo el daño que me causaste. Sin tu desprecio jamás hubiera llegado hasta donde llegué. Acabo un recital que superó mis expectativas, voy en camino a llevarte el premio que recibí. Lo dejaré en la puerta de casa, sé que no quieres verme, pero quiero que sepas que soy feliz por haber cumplido mi sueño.

Esta carta no es para reproches, al contrario, quiero que sepas que la gente me acepta como soy y me quiere tal cual me muestro. No tengo que esconderme ante quienes me aprecian.

Cariños a mamá y a Lorena.

Los recuerdo siempre.

Marisa.

 —No lo entiendo, entonces su familia está viva...

Marcelo buscó información y personalmente le hizo llegar la carta a su padre.


Después de leerla, llorando como jamás lo hizo en la vida, Roberto, subió al coche y fue en busca del perdón.

Tarde, muy tarde, le pedía perdón a su hija sobre la lápida fría... susurrando un te quiero, bajo un renegrido cielo escuchándose los truenos cantar con furia.

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