Dulce Renuncia (Saga Dulce No...

By Virginiasinfin

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Marissa Hamilton tuvo que renunciar a su novio para que éste fuera feliz con la mujer de la que se enamoró es... More

Dulce Renuncia
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By Virginiasinfin

N/A:Dulce Renuncia sólo está en Wattpad hasta el capítulo 10.


En las horas de la tarde, Hugh lo mandó llamar. Pensando en que a lo mejor el jefe se había enterado de su almuerzo con su hija, él acudió hasta su despacho, pero sólo era para pedirle que lo acompañara a cierto lugar.

Salieron a media tarde en su auto conducido por un silencioso chofer hasta la ciudad de New York. Se reunieron con personas importantes y David tomaba nota y analizaba cifras, a la par que estudiaba el desempeño de los personajes que se reunían con ellos.

Esto le gustaba, le gustaba inmensamente. Cuando ya fue hora de volver, no tuvo necesidad de llegar a la oficina, pues el jefe le ofreció acercarlo en su auto hasta su casa.

El chofer lo acercó lo más posible. Dentro del auto, Hugh iba hablando sin cesar acerca de todo, le relató cómo su padre y su tío habían comprado la patente de unos cuantos productos, y habían empezado a distribuirlos. Luego se dedicaron a expandir el negocio hasta convertirlo en lo que era hoy día.

-Cualquiera creerá que fue fácil -concluyó Hugh-, ya que estábamos en la época del desarrollo empresarial y todo eso-. Miró a David como si éste fuera un alumno suyo especialmente terco-. No fue fácil, para nada. Aún ahora, tengo que enfrentarme a diario con otras multinacionales que intentan por cualquier medio absorberme.

-No se preocupe -lo tranquilizó David-, no lo conseguirán. Antes, ellos podrían ser los absorbidos.

-No me interesa absorber a nadie -rebatió Hugh-. No estoy a favor del capitalismo caníbal que se está llevando a cabo en el mundo. Claro que hay que crecer y expandirse, pero el poder no puede residir en manos de una sola persona. El poder corrompe.

David asintió, aunque tuvo que reconocer que así era como se llevaban a cabo las transacciones actualmente.

Hugh respiró profundo y miró por la ventanilla.

-He notado que te has hecho amigo de mi hija-.Esperó una respuesta por parte de David, y le extrañó que el muchacho no dijera nada. Por lo general, los hombres querían hacerle notar lo interesados que estaban en ella, y empezaban a elogiarla con una larga lista de virtudes para ser tomados en serio. Esto sucedía demasiado a menudo, sobre todo desde que ella rompiera su compromiso con su novio. Los caza fortunas habían venido en avalancha, cada uno apostando conocerla mejor que nadie, y todos, siempre, intentaban utilizar esto para acercarse más a él y a su dinero.

A diferencia de todos esos hombres, David no alardeó de haberla defendido ante un hombre enorme y musculoso para defenderla, ni empezó a decir que por ella se haría matar; simplemente guardó silencio.

-Te agradezco de nuevo lo que hiciste por ella esta mañana-. David se limitó a negar con la cabeza. Hugh no lo pudo evitar y se echó a reír-. Me encantará ver el desenlace de todo esto -dijo como para sí, pero David alcanzó a escuchar.

-Señor?

-Nada, nada, no me hagas caso.

Los días empezaron a pasar. Una de las bonitas secretarias había empezado a pasearse más tiempo del necesario por la pequeña oficina de David, y los hombres, por su parte, habían empezado a notar que David estaba repitiendo ropa.

Las mujeres se decepcionaban porque nunca iba a almorzar con ellas. Los hombres se preguntaban qué había hecho para convertirse en la nueva mascota favorita de Hugh Hamilton.

Sin embargo, el ambiente laboral era bueno, y los compañeros allí bastante amistosos. Algunos le preguntaban cómo había llegado a trabajar a la compañía y él no dudaba en contarles cómo sus profesores lo habían recomendado para el cargo, y que su sueño era escalar e ir posicionándose mejor.

Se había convertido en una costumbre almorzar con Marissa en su oficina. Él siempre llevaba la comida de su abuela, ella siempre pedía domicilios, y hasta el momento no se había producido ningún rumor acerca de la hija del jefe y el empleado más reciente, afortunadamente.

Aunque de haberse producido, pensaba David, no habría tenido tiempo para detenerse siquiera a escucharlos y mucho menos negarlos. Estaba siempre tan ocupado que constantemente se llevaba trabajo a la casa. Aquello de tener los fines de semana libres era más bien una mentira; siempre tenía papeles y cuentas que revisar. En la oficina pasaba mucho tiempo reunido con Hugh.

Y ahora, incluso viajaría con él.

A China.

H&H tenía en ese país uno de sus más importantes laboratorios, y Hugh iba a hacer uno de sus viajes de rutina, pero esta vez se lo llevaba, tal como había dicho cuando lo contrató, para que fuera sus ojos y sus oídos en ese lugar.

Marissa entró en la oficina de su padre. Éste estaba repantigando en uno de los lujosos sofás de su oficina mientras mantenía una teleconferencia con algún socio extranjero. Al ver a su hija se sentó mejor y dio por terminada la conversación.

-Y esa expresión, cariño? -le preguntó.

-Es cierto que te vas a China con un grupo de empleados? -Hugh no era tonto, debajo de esa pregunta leyó: Te llevas a David?

-Sip.

-Bien, espero que tengas en cuenta que uno de ellos es nuevo aquí.

Otra vez David.

-Sip.

-Y que no ha recibido su primer sueldo, tiene una familia que depende totalmente de él, y que si no has notado... casi ha estado repitiendo ropa desde que entró.

Hugh se puso en pie.

-A qué viene todo esto?

-Puedes adelantarle un cheque?

-Por qué lo haría? no es problema mío.

-Por supuesto que no, sólo de la imagen corporativa de la empresa. Sabes lo que pensarán de ti si uno de tus empleados más cercano va mal vestido por allí? Lo que pensarán de H&H hacia sus subordinados si uno de ellos no tiene para comprarse ropa aparente?

Hugh la miró entrecerrando sus ojos con deseos de sonreír, pero se contuvo.

-A qué se debe todo esto? Él no ha venido a mí a presentarme sus necesidades. Por qué vienes tú? O acaso te envió?

-Por quién me tomas? O es que soy tan tonta? Por supuesto que no me envió! Vine por mi propia cuenta.

-Por qué estás tan preocupada por su situación? Que venga él mismo.

-Aún no lo conoces? No lo hará. Es tan orgulloso... pero tú podrías llamarlo, e imponérselo, no se puede enojar contigo por eso. Qué te parece?

-Me parece que mi hija se está tomando demasiadas molestias por un simple empleado. Ya sé que te ayudó ese día del robo, pero...

-Bien! -Interrumpió Marissa- De algún modo pensé que entenderías y le ayudarías. Hablaré con Recursos Humanos, espero que ellos sí...

-De ninguna manera, Marissa. Mi hija no irá por allí pidiendo adelantos para los empleados.

-Pero él lo necesita.

-Hija, el mundo está lleno de gente necesitada. Me vas a poner en la tarea de girarle cheques a cada uno?

Marissa se encaminó a la puerta dirigiéndole una terrible mirada de censura.

-Eso es lo más egoísta que te he oído decir jamás.

Salió de la oficina más molesta de lo que entró, y Hugh lanzó un silbido. Había dicho eso sólo por provocarla y la respuesta obtenida era bastante inquietante. Tendría que poner seriamente bajo la lupa a su más reciente empleado.

David fue llamado a la oficina del jefe.

De tantas veces que iba allí, ya estaba entablando una bonita amistad con la secretaria de Hugh, una señora mayor de terrible carácter y la paciencia de un carcelero.

-Está dentro, sigue.

David atravesó la puerta y el jefe lo miró atentamente.

-Señor? -Hugh le extendió una carta, y mientras la leía, le oía decir:

-Ve inmediatamente a Recursos, los bancos están abiertos hasta las siete de la noche, así que tienes tiempo de cambiar el cheque, y suerte que los centros comerciales están abiertos hasta las nueve. Ve y busca algo decente. De ningún modo uno de mis empleados irá vistiendo como pobre.

David miró de la carta al hombre.

-Señor, yo soy pobre.

-Pero eso no tiene por qué afectarme. Ve y cómprate ropa, y úsala en China.

Sip. No había manera de contrariar al jefe con respecto a esto. Aquello no parecía ser un favor que le hacían, sino una orden que le daban, y le carcomía tener que obedecer sin chistar primero. Saliendo de la oficina, vio a una Marissa muy interesada en sus reacciones y en la carta que llevaba en las manos. Claro, a eso se debía todo.

-Excitante!! -exclamó Michaela esculcando en las bolsas de las compras que había hecho David mientras Agatha le empacaba la maleta-. Viajes... compras... aquí empieza nuestra vida de ricos.

-No me digas -murmuró David sentado en el PC, escuchándola mientras ponía en orden algunas cosas del trabajo.

-Ya empezaste a hacer viajes al exterior, no es eso motivo suficiente para estar emocionado? -él sólo le dedicó una sonrisa-. David, me traerás algo de China?

-Qué quieres que te traiga?

-Ah, no sé... Un souvenir; no tiene que ser algo muy costoso. Ojalá pudieras traerme un pedacito de Hong Kong.

David la miró sonriente, deseando prometerle que algún día la llevaría a donde quisiera.

En China las cosas fueron bastante bien. Se estrenó los trapos que había tenido que comprar para ese viaje, se reunieron con las personas con las que tenían que reunirse y visitaron diferentes plantas de producción. A pesar de que sólo llevaba unas semanas trabajando para Hugh Hamilton, David notó que el hombre cada vez lo consultaba más para preguntarle cosas, y parecía interesado en su opinión acerca de lo que le mostraba.

-Y bien, qué te parece todo lo que has visto hasta ahora? -le preguntó luego de haber hecho un recorrido en una de las fábricas. Ahora tomaban una bebida en un bar y David sostenía en su mano un vaso de whiskey.

-Es bastante... impresionante.

-Claro que lo es -sonrió Hugh-. No temas parecer un adolescente anhelante. Yo mismo aún me emociono al recorrer las fábricas alrededor del mundo.

-Sí -sonrió David también-. Ha sido bastante instructivo.

-Y divertido -bajó la voz-. Vi que esa mujer te dio su número telefónico -David frunció el ceño. Luego recordó que una de las ejecutivas que los había acompañado le había pasado su tarjeta con su número privado escrito a mano-. Harás algo al respecto? -David abrió grandes sus ojos. No imaginó que Hugh se hubiese dado cuenta; al parecer, era más avezado de lo que parecía-. La llamarás? -David sonrió de medio lado.

-Para qué?

-Cómo que para qué? Muchacho, tengo yo que decirte todo acerca de las abejas y los pájaros?

-No, claro que no! -rió David-. Pero no tiene sentido llamarla. Ésta será nuestra última noche aquí.

-Por lo mismo. Una cana al aire. O tienes una novia a quien serle fiel? -David pensó en Marissa, pero ella no era su novia, y no tenía que serle fiel a nadie. Sin embargo, no se imaginó con la guapa mujer en una cama. Por el contrario, imaginar a Marissa en esa situación era demasiado fácil.

Le dio un trago a su whiskey esperando que no se notase en su rostro aquello en lo que pensaba, pues estaba delante del padre de la implicada.

-No lo creí, pero parece que es verdad lo que se rumora por allí -dijo Hugh cruzándose de brazos y recostándose al espaldar de su silla. David palideció.

-Qué rumores?

-Que estás totalmente entregado a tu trabajo y a su familia -y entonces David casi llora de alivio. No se imaginaba lo que sucedería si Hugh se enteraba de su rutina de almuerzos con su hija. No sabía aún qué tan celoso y protector era con ella, aunque por algunas evidencias había podido hacerse una idea.

-Ah... eso...

-Eres joven, muchacho. Que no se te vayan tus mejores años trabajando. Los que hemos cometido ese error nos hemos arrepentido duramente-. David elevó sus cejas.

-Gracias.

Hugh lo miró guardando para sí una sonrisa. Estos muchachos creían que él no se enteraba de nada, pero claro que se enteraba. Si no había hecho nada era porque quería ver hasta dónde llegaban las cosas.

Desde que este joven entrara a trabajar en H&H, Marissa había dejado de parecer un alma en pena, que era como había estado el último año. Si esta felicidad que ella empezaba a mostrar era real y duradera, él no iba a hacer nada para truncarla; pero se reservaba el derecho de tener el ojo puesto en ambos, al fin de cuentas, era el padre de la una y el jefe del otro.

La última noche en Hong Kong David la dedicó a deambular por la ciudad, entró a algunas tiendas y aprovechó para comprarle algunas cosas a su hermana, y básicamente se dedicó a pensar.

Se preguntaba por qué Marissa había tenido que hablar con su padre acerca de si situación, pero sobre todo, por qué Hugh había cedido a extenderle ese cheque.

Lo que más temía era eso, que ella empezara a influir en su trabajo, y en la relación que llevaba con su jefe. No quería, por ningún motivo, que su éxito o su fracaso se viera ligado a la amistad que hasta ahora había llevado con ella.

Aquella semana había sido casi un sueño. Ella iba todos los días a su oficina, se sentaba, hablaban un rato y luego comían juntos. En la tarde, a la hora de la salida, ella se despedía sonriéndole con esos labios espectaculares, y él quedaba deseando que fuera el mediodía del día siguiente pronto.

Había descubierto muchas cualidades asombrosas en ella, como que era generosa, tenía un divertido sentido del humor y no guardaba rencor a nadie, ni siquiera a Simon y Johanna. Si bien no hablaba mucho de ellos, cuando los mencionaba su mirada estaba libre de tristeza, u odios; por el contrarios, su deseo de que fueran felices era siempre auténtico.

Él también se había ido abriendo poco a poco a ella, al punto que había entendido por qué ella había salido huyendo de él esa noche en el bar y luego en la sala de juntas, y ella ya sabía por qué él la había rechazado esa vez. El asunto parecía quedar cada vez más atrás.

No para él, de todos modos, que sin querer, siempre recordaba las formas de su cuerpo desnudo, y las imágenes venían a él en los momentos más inoportunos.

Sin embargo, podía decirse que eran una especie rara de amigos.

Pero eso no iba a poder seguir. Hugh empezaba a sospechar y Marissa no podía seguir decidiendo sobre su vida, sobre su sueldo o sobre su ropa; y si su relación con ella iba a poner en peligro la estabilidad y esperanzas de su familia, tendría que sacrificarse.

Marissa se descubrió mirando con nostalgia la oficina vacía de David. Realmente pretendía pasar de largo, pero tardó unos segundos más de lo normal frente a su puerta.

Realmente hacía sólo tres días se había ido? A ella le parecía una eternidad, y realmente, tenía miedo de analizar por qué su ausencia la inquietaba tanto.

Además, en esos días, él no le había enviado ni un mensaje, ni un correo. Ni siquiera para decir un "hola", a pesar de que ella sí lo había hecho.

Tal vez él no tenía un buen teléfono desde el cual mensajearse.

O tal vez no tenía modo de conectarse.

O tal vez no le importaba.

-Tienes planes para el mediodía? -escuchó a su espalda y se giró, encontrándose frente a Viktor Ivanov.

Era un hombre alto, de cabellos y ojos negros muy oscuros. Siempre la habían inquietado esos ojos, parecían dos pozos sin fondo, y su sonrisa, de alguna manera, le repelía. Sonrió distante y contestó:

-Claro: ir a almorzar

-Sola?

-Sí.

-No es agradable comer solo -contestó él mirándola fijamente-. Y ya que yo tampoco tengo compañía hoy, por qué no vamos juntos?

Marissa se agarró un mechón de su rubio cabello mirando el piso, como si estuviera analizando un dato de suma importancia.

-Viktor, hace cuánto que me invitas a salir?

Él sonrió muy orgulloso de sí mismo.

-Casi desde que empezaste a trabajar en las oficinas de tu H&H...

-Y cuántas veces te he evadido, o dicho que no?

-Demasiadas veces, diría yo.

-Desde la primera vez que lo hiciste, Viktor.

-Marissa, una invitación a almorzar no tiene que convertirse de una vez en una cita. Si tú quieres...

-Viktor, me temo que esta vez no te voy a evadir como siempre.

-Ah, qué bien. Tengo pensado...

-Lo que voy a hacer es aclararte por qué lo hago -eso lo dejó en silencio, y Marissa siguió-. La verdad, en ti sólo veo a un compañero de trabajo, muy eficiente y activo, pero nada más-. Al ver su ceño añadió-: No me caes mal, no vayas a pensar eso, es sólo que... -se encogió de hombros como si así pudiera explicarse mejor.

-Estoy seguro de que sólo es que empecemos a conocernos mejor para que cambies de opinión, por eso mi afán de que salgamos. Ya verás, podemos ser muy compatibles en todo, hasta...

-Gracias, Viktor, pero preferiría que lo dejáramos así-. Le dio la espalda y se alejó, por eso no vio a Viktor apretar la mandíbula, ni mirar con furia al interior de la oficina de David.

Michaela se desconectó del Facebook y se quedó mirando el escritorio del PC sin ver, realmente.

David decía que pronto le podría comprar su propio computador, para que no tuviera que depender del suyo, ni tuviera que levantarse cuando él lo necesitara. También decía que pronto se irían a un sitio mucho mejor donde pudiesen vivir más cómodos y seguros.

Michaela no le decía nada, y simplemente se mostraba entusiasmada cuando él le comentaba sus planes, pero la verdad es que siempre pensaba que David se esforzaba demasiado. Desde que tenía memoria, trabajaba no sólo para llevar el pan a la mesa, sino también para proveerlos de ropa, cubrir los servicios, y hasta los caprichos de su hermanita menor.

Y había sido así desde siempre...

Michaela respiró profundo recordando una vez cuando, estando sus padres vivos, un David adolescente había llegado tarde a casa. Venía de una fiesta, y entró a la casa sigilosamente. Ella lo vio entrar, y desde una rendija en su puerta pudo ver que Benjamin Brandon, su padre, lo había estado esperando en la sala, así que apenas sintió los pasos de su hijo encendió la luz preguntándole por qué llegaba a esa hora. Habían discutido, David tenía un carácter fuerte, y su padre también, así que cada vez que se encontraban saltaban chispas.

La principal pelea entonces era que Benjamín quería que David estudiase economía, mientras él ni siquiera estaba seguro de qué carrera elegir cuando se graduase, y le molestaba sobremanera que su padre hubiese elegido, enviando una solicitud a una de las universidades del país.

Con Jocelyn, en cambio, todo era diferente. David idolatraba a su madre, así que ella siempre estaba haciendo de mediadora entre su hijo y su esposo. Fue ella quien finalmente lo convenció de aceptar el cupo que le ofrecieron en aquella universidad, y así fue como David empezó a estudiar economía.

Pero la muerte había llegado tan sólo unas semanas luego de que David entrara a estudiar.

Benjamín y Jocelyn habían ido juntos a New York a comprar algunas cosas para esa navidad. Dejaron a Michaela al cuidado de David y partieron... para no volver.

El auto había quedado inservible luego de que un hombre ebrio ocasionara un accidente múltiple en una de las vías principales, y de esa manera tan brusca y horrible, los dos habían perdido la vida.

Michaela recordaba todo aún con cierto dolor, había sufrido pesadillas durante bastante tiempo. La vez que habían ido a llevarles la noticia, ambos estaban solos en casa y ella se burlaba de que David ni siquiera sabía preparar un pancake. Habían tocado la puerta y un oficial de policía les informó del siniestro. De allí en adelante, David aprendió no sólo a cocinar, sino a hacer todos los deberes del hogar para cuidar de ella. Todas las noches que despertó llorando, él se acercó a ella para consolarla y vigilar su sueño. Incluso reemplazó a su madre contándole los tradicionales cuentos para dormir.

Siempre había cuidado de ella, pero, quién cuidaba de él? Siempre haciéndose el fuerte, el valiente, el independiente. Estaba seguro de que sacrificaría cualquier cosa que lo hiciera feliz con tal de verla a ella y a su abuela bien.

Deseaba con ansias que su hermano se pudiera relajar un rato, y tener tranquilidad, por lo menos económica, y quería poder ayudarlo. Pero era menor de edad; aún estaba en la escuela y a David le había dado un soponcio cada vez que ella mencionaba la posibilidad de salirse de estudiar para poder trabajar y ayudarlo con los gastos. Mientras él trabajó en aquél restaurante, se ofreció a trabajar con él como mesera en las tardes, y David casi la sacó de allí a rastras. Cuando se enteró de que estaba contrabandeando dulces en el colegio la castigó una semana sin internet (Terrible!); y la última vez, cuando supo que estaba vendiendo su ropa (la que ya no usaba, por supuesto) por internet, la tomó de los brazos, la sacudió como si quisiera desenroscarle la cabeza y la gritó. Desde que recordaba, David nunca le gritó, le pegó, o la maltrató de algún modo. Era cierto que era algo hosco a veces, pero era su forma de ser, y ella lo amaba así. Pero esa vez su hermano había estado furioso de verdad.

-Yo te doy para todo lo que necesites! -le había gritado-, No quiero saber que mi hermana se está deshaciendo de sus cosas como si fuera una vendedora del mercado de hippies!! -Luego la soltó y le dio la espalda meneando la cabeza-. Pensé que te gustaban tus cosas. No son las más caras, pero pensé...

-No es por eso, David -lo interrumpió ella-, mira, son las cosas que ya no me quedan, y me dan buen precio por ellas.

-Hago lo que puedo, Michaela, en serio... Tú eres testigo de eso, quiero darte lo mejor, pero a veces...

-No se trata de eso! -Michaela corrió a abrazarlo, y en seguida se puso a llorar. Ni se le había ocurrido que su afán de ayudarlo podía traducirse en inconformidad o rechazo a lo que él le daba-. Te quiero, y soy feliz con lo que me das, es sólo que quiero ayudarte, te veo llegar todas las noches tan cansado, y quiero que puedas descansar, que te puedas divertir...

David la había abrazado con fuerza, haciéndole prometer que no volvería a meterse en negocios raros por tratar de ayudarlo. Esa vez no la castigaron, pero David tardó un rato en ser el de siempre con ella. Michaela prometió ser obediente, y había cumplido, por lo menos hasta ahora.

Suspiró y se levantó del escritorio pensando si sería prudente comentarle de las diferentes ONGs que solicitaban la ayuda de jóvenes talentosos en el extranjero durante sus vacaciones para ayudar en países necesitados. Sería un sueño, pero para realizarlo, necesitaría el permiso legal de David, quien era su tutor y responsable. Pero era urgente que lo decidiera, pues, según se decía, era un hecho que a largo plazo te serviría mucho si luego te convertías en un profesional en busca de empleo.

-Deja de inventar, Michaela -se dijo a sí misma mientras acomodaba en su mochila vieja los cuadernos, libros y lápices nuevos que estrenaría esa semana en clases, todo comprado con el dinero de la liquidación del antiguo empleo de David, justo antes de que viajara a China. -Lo que tú en verdad quieres -siguió hablando sola- es viajar, conocer el mundo, hacer algo por tu vida.

Abrió su libro de texto nuevo echándole un vistazo a las ilustraciones, y deseando ya reencontrarse con sus compañeras de estudio.

N/A: Gracias a todas las que leen, votan y comentan, son lo mejor de lo mejor. Un beso y un abrazo :*

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