[4] TOCADISCOS ━━ harry potter

By jamespotterswhore

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Cuando las cartas de Hogwarts arriban al pequeño apartamento de Lambeth que Billie Jean comparte con su tutor... More

introduction
epigraph
prologue
━ mamma mia!
kings & queens
she's kinda hot
hey jude
love my way
billie jean
thriller
it's goin' down
dancing queen
girls just wanna have fun
here we go
beat it
Now the old king is dead! Long live the king! (extra I. Barnes & Malfoy)
━ paint it black!
lover of mine
gimme love
if you don't love me
under pressure
remember the time
love me do
I think I'm gonna stick with you (extra II. Potter & su pentágono)
thriller 2.0
out of my league
they don't care about us
flares, pt 1
flares, pt. 2
these are the days of our lives
━ forever young!
back in black
the imperial march
i was made for lovin' you
505
bad reputation
supermassive black hole
thriller 3.0
we are the champions
too much love will kill you
hopelessly devoted to you
take on me
wonderwall
back in black 2.0
every breath you take
the way you make me feel
And you say you belong to me, and ease my mind (extra IV. Potter & Rowle)
━ ballad of dwight fry
visions of gideon
ghosting
body language
another one bites the dust
smooth criminal
everything i wanted
secrets of the castle
Flay you alive, one more word and you won't survive (extra V. Barnes & Malfoy)
another brick on the wall
teen idle
thriller 4.0
brother
i found a way
I wanna ruin our friendship ( extra VI. Greengrass, Granger & Davis)
a night you never forget
my ordinary life
runaway
final: emperor's new clothes
epilogue: stereo hearts
Unsatisfied I skip my pride I beg you, dear (extra VII. The Yule Ball)
But there is a light in the dark and I feel its warmth (extra VIII. Lestrange)
One of these days these boots are gonna walk all over you (extra IX. Potter)
book 5: Edge of Seventeen

Welcome to the hotel california (extra III. Zabini & Weasley)

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By jamespotterswhore




iii.



La primera vez que RON WEASLEY prestó atención a la existencia de BLAISE ZABINI, fue porque Flitwick los dejó juntos para ser compañeros de asiento en Encantamientos. 

No sabía mucho del moreno, si era sincero, a excepción de los inquietantes rumores que envolvían a la señora Zabini, Gianna, la madre de Blaise. Lo clasificaron a Slytherin, tenía a Nott (compañero de Susan) de mejor amigo y era lo suficientemente unido a Potter, Greengrass y Barnes para que Billie Jean tuviera cosas que decirle sobre él, gracias a los chicos. A Ron le daba un poco de pavor tenerlo cerca, Blaise poseía una mirada profunda y analizadora que para un chico de 12 años resultaba aterradora. 

De cualquier forma, eran compañeros de Encantamientos, aunque Ron no le dio mucha cabeza a ese asunto hasta que sucedió lo de Chris.

— ¡Te vas! — chilló, agitando acaloradamente la carta frente a la cara del rubio. 

Unas cuantas horas atrás, Chris había sido despetrificado. Él, Susan, Billie Jean, Harry y Daphne lograron colarse en la cámara secreta, donde Harry mató al monstruo de Slytherin. Cuando volvieron, celebraron un banquete y el regreso de los alumnos atacados, entre ellos Chris.

Christopher Moon siempre fue un tema delicado para Ron.

Era su mejor amigo. Compartían habitación en Hufflepuff. Venía de padres muggles (bastante ignorantes) y, a pesar de ello, lograba mantener una sonrisa y se esforzaba para ser el ancla que mantenía los pies de Ron atados a tierra. Chris había sido la primera persona con la que Ron se sintió vulnerable, de una manera ridícula porque tenía 11 años al conocerlo, era un niño criado con seis hermanos y verdaderamente no tenía razón de sentirse de esa manera.

Pero lo hacía.

Y eso sólo le revolvió el estómago cuando encontró la carta que Chris tan febrilmente ocultó de ellos, sus mejores amigos.

— Ronnie — balbuceó Chris, sus ojos abiertos incrédulos y las mejillas enrojecidas de vergüenza. Se veía terrible, después de ser despetrificado; su rubio cabello se disparaba en todas las direcciones, su piel no había dejado de ser totalmente cetrina (causada por el ataque de basilisco) y no podía mover las piernas del todo. 

A Ron no le importó. ¿Cómo se atrevía?

— ¡Nada, Moon! — enloqueció, sin dejar de agitar el brazo. Estaba tan molesto que no le causó ninguna lástima ver los ojos de Chris lagrimear — ¿¡Por qué lo ocultaste!? ¡Quiero una explicación!

¿Cómo se atrevía a dejarlo?

Chris se explicó, con un inquietante tartamudeo y ojos pavorosos. No miró a Ron a la cara y Ron tampoco insistió, su humor estallando como lava con cada palabra que Chris decía. 

Habían ascendido a su padre muggle y este pidió transferencia inmediata, para obtener un trabajo que no necesitaba. La intención era clara, entendiendo lo que quería decir. Los padres de Chris aborrecían la magia, a su hijo y todo lo relacionado a Hogwarts. Se irían a América si así podían alejarlo de ellos, de sus amigos, de su naturaleza.

De Ron.

— Te lo iba a decir — insistió Chris, sin contener del todo las lágrimas — ¡Lo juro! ¡No sabía cómo!

— ¡No me importa! — Ron le tiró la carta a la cara. Estaba tan molesto, tan hundido en sus propios sentimientos, que no le importó perder a su mejor amigo en el mundo — ¡Te irás de todas formas! ¡Te odio, Christopher! 

No lo hacía.

Chris no intentó detenerlo.

Salió de la enfermería sintiendo la cara caliente y las uñas marcando las palmas de sus manos con la fuerza que ejercía al apretar los puños. La túnica de Hufflepuff ondeaba en el aire a la velocidad que iba, el leve aire caluroso que provenía del verano escoces le generó picazón bajo el cuello y tuvo que quitarse la corbata y el jersey, de lo incómodo que comenzaba a sentirse. Había pegado otro estirón cuando cumplió 13, el uniforme de Charlie ya le quedaba corto y Ron sabía que tendría que usar los viejos de Percy el próximo año, si acaso le quedaban bien. Se sentía extraño en su propio cuerpo, con lo rápido que crecía y lo alto que era. 

Solo dejó de hacerlo cuando sus ojos azules encontraron a una pequeña serpiente de sonrisa ladina maliciosa y elegancia italiana. 

Se detuvo de repente, en uno de los pasillos. Tiró sus cosas detrás de una armadura y se recostó contra la pared, tratando de calmar el palpitar molesto de su corazón. Estaba exhausto, el estrés que sintió de preocupación cuando Harry y Billie Jean se separaron de ellos y el estúpido de Lockhart en el túnel seguía allí, y Ron no pudo dormir nada al regresar a la sala común después del banquete, como los últimos meses que tenía la habitación para él solo porque Chris permanecía petrificado en la enfermería desde el 31 de octubre. Permitió a sus párpados caer y sus pestañas rojizas acariciar la cuenca de ojeras bajo sus ojos, le ardía un poco la retina y el calor veraniego sólo aumentaba, al igual que el enrojecimiento de su cara.

— Oye, Weasley — le llamó una voz suave.

Ron se giró, confundido. Inconscientemente, miró a ambos lados, esperando que alguno de sus hermanos estuviera cerca y fuera a ellos a quiénes se les hablaba. No fue así. Aparte de él y el dueño de esa voz, el pasillo estaba desierto.

Frente a él se hallaba Blaise Zabini. Tenía cabello negro y labios rosados, que se movieron lentamente mientras contenía una sonrisa. Llevaba el uniforme del colegio pulcramente, la corbata bien amarrada y la espalda recta. Todo él denotaba riqueza y pureza de sangre, e inevitablemente Ron alcanzó su varita, su cuerpo acostumbrado a reaccionar a esos síntomas por los ataques constantes de Malfoy.

Pero Blaise sólo se rió.

— No hay necesidad, Weasley — se encogió de hombros, alzando ambas manos en señal de paz. Ron no se confío. — Solo quiero hablar. No sé si me recuerdas, soy Blaise Zabini.

— Sí, lo sé — masculló Ron. Sus ojos azules siguieron analizando a Zabini, por precaución. Lo sucedido ese año lo mantenía alerta. — Tenemos Encantamientos juntos. Eres amigo de Malfoy.

Compañero de Malfoy — corrigió él, colocando una mueca. Ron fue bajando la varita lentamente, y Blaise lo tomó como una aceptación a su acercamiento— No todos besamos el suelo que pisa. Es un idiota.

Blaise sonrió al oírlo reír.

Si Ron conociera de medicina muggle, diría que la sonrisa que Blaise le ofreció aquella mañana resultó un analgésico para la sensación de paranoia a consecuencia de ese desastroso año escolar.

De pronto, teniendo a Blaise frente a él, olvidó a Chris. Por primera vez en meses, su mente logró llegar a un punto que no tuviera una conexión directa al rubio, y eso lo hizo sentir mejor. Blaise lo hacía sentir mejor

— ¿Por qué me hablas? — preguntó de pronto, parpadeando confundido. No había visto a aquel chico nada más que en las clases de Encantamientos y para hacer los trabajos que Flitwick le dejaba juntos en la biblioteca, que se le acercara sin ninguna advertencia lo descolocó por completo.

— Pensé que era necesario que alguien lo dijera — comentó tranquilamente, acomodándose la corbata y regalando a Ron una mirada que logró estremecerlo más de lo que admitiría en voz alta — escuché la historia de la cámara y quería agradecerte por salvarnos el culo a todos.

Si Ron no tuviera tanto miedo de las arañas, diría que el encanto de Blaise bien podría ser la perfecta telaraña en la que no tendría miedo enredarse.

— No fui yo — terció, sintiéndose sonrojar hasta las orejas. — Fue Harry, él...

— Lo que yo sé, Weasley, es que bajaste ahí — Blaise inclinó la cabeza, casi como una reverencia. Ron calló y se dedicó a enrojecer más — Eso es suficiente para mí.

Ron decidió entonces que no todos los Slytherin eran malos, no mientras Blaise lo mirara de esa manera tan peculiar que tenía de mirarlo.

La segunda vez que lo tuvo frente a frente, las vacaciones de verano que hizo con su familia a Egipto acabaron y él tuvo que ir a comprar sus útiles escolares en el Callejón Diagon.

Se había escrito con Billie Jean y Susan todo el viaje, esperando que lo mantuvieran informado de lo que sucedía y de si tenían alguna noticia de Chris. Ron no abrió las cuatro cartas que recibió del rubio en verano, porque era orgulloso a morir y seguía dolido de que Chris los dejara tan fácilmente, como si los últimos dos años sólo hubieran sido una molestia para él. Era tonto, pero estaba resentido, y aunque agradecía que sus mejores amigas no sacaran a colación el tema, el vacío inquietante que dejó Chris le carcomía el pecho todas las noches.

Fue al Callejón Diagon, compró tónico para su rata Scabbers, evitó que Gato, el gato de Billie Jean, se comiera a su mascota. Se encontró al trío de problemáticos de Slytherin y compró unos cuantos helados para él y Billie Jean, esperando encontrarse a Susan pronto.

— ¡Ya te dije que no quiero nada! — Billie Jean sacudió las manos, rascando detrás de las orejas naranjadas de Gato que ronroneaba, acostado encima de los hombros de la castaña. 

Ron se sentía pésimo al haber olvidado el cumpleaños de Billie Jean, y estuvo balbuceando una buena media hora de que le conseguiría algo pronto.

— ¡Es tu cumpleaños, tú me diste un regalo por el mío!

— Enserio, Ronnie — Billie Jean sacudió la cabeza. Ella era tan buena, a veces Ron se preguntaba qué había hecho para tenerla de mejor amiga. Ciertamente, creía que no la merecía, y eso solo aumentó su sentimiento de vacío al recordar a Chris — Me conformo con tu amor eterno. Venga, después buscamos a Susan en el Caldero Chorreante. 

Billie Jean lo empujó hacía la entrada del Boticario de Pociones, mirando en la lista de útiles lo que el ermitaño de Snape quería que llevaran a la clase aquel año. Sin poder evitarlo, la mueca de su rostro se agrandó al ver los precios.

Se preguntó si habían Boticarios de Pociones de segunda mano. Odiaba ser pobre.

— Empiezo a creer que Snape quiere envenenarnos — comentó a su lado una voz ronca, y Ron saltó en su lugar al ver el rostro de Blaise tan cerca del suyo. 

El moreno levantó la ceja, muy divertido de su reacción.

— Casi me matas del susto — se quejó Ron. Sentía que el rostro le ardía.

— Sería una lástima que el mundo perdiera un rostro tan bonito — el comentario salió de manera casual, como si fuera natural decir para él ese tipo de cosas. Pero para Ron escucharlas no lo eran, y menos viniendo de un chico.

No era un completo tonto, aunque Susan dijera que era un poco obtuso tratándose de asuntos románticos. Hacía tiempo notó que los niños le parecían menos desagradables que las niñas, Chris fue un poco esclarecedor en ese asunto, y hacía tiempo estaba tratando de coexistir pacíficamente con ese rasgo de si mismo que, eran muy pocas las personas, se aceptaría fácilmente. 

Sabía que el hecho de que rechazara de forma tan cruel la idea de la partida de Chris y su orgullo le impidiera siquiera intentar mantener el contacto era porque Ron, como un idiota, permitió que los estúpidos sentimientos que profesaba a Chris progresaran al sentirse correspondido. Se declararon el uno al otro tan solo semanas antes de que petrificaran a Chris, incluso se besaron un poco (Ron siempre se sentía abochornado y melancólico al recordarlo). 

Ahora ese estúpido rubio se había ido y Ron Weasley se quedó con su corazón enamorado de 13 años destrozado. Se había prometido a si mismo que lo solucionaría, y que olvidaría a Chris.

Era patético.

Los problemas de confianza de Ron se dividían entre los logros de sus hermanos mayores, las expectativas de sus padres que ellos dejaron y su... raro gusto por los niños.

No era como si Ron estuviera hablando de eso en este momento.

— ¿Qué haces aquí? — balbuceó Ron, sintiendo unas inmensas ganas de golpearse al procesar lo que había dicho. ¿Qué más haría, en el Boticario de Pociones? Santa Helga, si Ron fuera un poco menos orgulloso se compadecería de si mismo. 

— Solo admiro la belleza — señaló Blaise. — Tu cabello hace juego con tus pecas.

Blaise era considerablemente más bajo que Ron, le llegaba al hombro como mucho y su cuerpo larguirucho debía inclinarse para verlo a la cara. Aún así, la sonrisa petulante de Blaise y el brillo travieso de su mirada oscura le daban unos cuantos centímetros en actitud, igualándolo a la altura de Ron. Tal vez hasta más. Se sentía más estúpido de lo normal, estando ahí, al lado de Blaise. 

— Blaise, cariño — una mujer elegante e imponente se acercó a ellos, colocando su mano en el hombro del moreno. Tenía tacones, aunque Ron no tenía ninguna dificultad de verla a los ojos. Era muy hermosa, casi sobrenatural; abrigaba con una capa negra las partes que el vestido carísimo esmeralda no cubrían de su cuerpo y su cabello caía ondulado encima de la tela negra. Ron se sintió poca cosa frente aquella mujer, lo que sólo aumentó el calor que sentía en la cara de vergüenza — Ya es hora de irnos.

— En un segundo, madre — respondió Blaise, y mamá Zabini se alejó de ambos, no dando más que un vistazo evaluativo, casi divertido, a Ron.

Frunció el entrecejo a la mujer y se removió incómodo. Billie Jean le jalaba de las orejas cada vez que Ron se dejaba llevar de prejuicios idiotas, y sabía que no debía hacerlo porque su mejor amiga no perdía oportunidad de recordárselo, pero le resultó inevitable al escuchar, en su mente, las palabras tintineantes de su madre acerca de Gianna Zabini y cada noticia relacionada a su vida amorosa. 

Tuvo siete esposos y los siete acabaron muertos, incluido el padre de Blaise. Era millonaria y no parecía importarle el rumor que corría alrededor de su nombre acerca de cómo consiguió todos esos galeones, pertenecientes a sus cónyuges muertos. La apodaban La Viuda Negra y ella, en lugar de sentirse espantada, lo disfrutaba. Molly Weasley la desaprobaba. 

Billie Jean decía que algunas de las cosas que Molly Weasley despreciaba eran las más divertidas. Aunque Billie Jean era punk, por supuesto, y no le caían muy bien sus padres, pero la mayor parte del tiempo ella tenía la razón, así que Ron se relaja y vuelve a enfocarse en las palabras de su mejor amiga. No debía juzgar prejuiciosamente, porque eso lo haría igual que los supremacistas que los despreciaban por ser pobres y traidores a la sangre.

Blaise levantó la ceja, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Ron retrocedió un poco, azorado. Blaise le dedicó una sonrisa cálida, aprobatoria, cómoda; Ron no lo juzgaría por su madre y, de alguna forma, Blaise lo sabía. Eso lo tranquilizó al inclinar la cabeza, acomodándose el broche de su capa.

— Nos vemos después, Weasley. — se despidió, dándose la vuelta y saliendo tras su madre mientras silbaba una melodía que Ron no alcanzó a reconocer, antes de que se perdiera de vista.

— ¿Comprarás algo, niño? — le preguntó la amargada dueña del local. Ron tragó saliva y guardó la lista en su jersey.

— No, ya me iba.

Ron salió de ahí reforzando el pensamiento que tenía al ver los precios. Odiaba ser pobre.

Esa misma noche, intentando dormir sin mucho éxito, una desconocida lechuza negra y ojos ambarinos picoteó la ventana de la habitación que compartía con Fred y George en el Caldero Chorreante. Ellos se habían ido hacía horas a la habitación que Apolo estaba alquilando ese verano, por lo que Ron estaba solo. Agradecía eso mientras dejaba entrar a la lechuza y notaba el emblema que traía el sobre de pergamino atado a su pata.

Una Z sobre dos espadas cruzadas de fondo.

La carta era simple.

No tienen ningún maleficio, si acaso eso estás pensando. Son un regalo, tómalo como agradecimiento por lo de la cámara o solo porque dejaste que viera tu rostro bonito hoy.

B.Z

El regalo resultó siendo cada uno de los ingredientes de Pociones que Ron vio en el boticario pensando que estaba frito, incapaz de adquirirlos por el escaso dinero que disponía.

Anonadado, envío una simple nota de vuelta.

No puedo recibir eso. No importa si es un regalo o no. No debiste gastar el dinero en mí.

Dos días después, la lechuza volvió a tocar su ventana, y Ron agradeció otra vez que los gemelos se la pasaran más con Apolo que en su propia habitación. La respuesta de Blaise estaba ahí.

A un regalo no se le hace mala cara, y créeme, si una de las tantas fortunas de mi madre se invierte en educación, al menos uno de sus ex maridos debe estar bailando en su tumba de la felicidad.

Ron leyó y releyó esa nota el resto de la noche, y la sonrisa de idiota que tenía en la cara no se le fue hasta bien entrado el amanecer.

La tercera vez que vió a Blaise Zabini de frente, ambos coincidieron en la puerta cerrada de Encantamientos.

Aquel año, todas las casas estaban compartiendo la mayoría de las clases. En su generación siempre habían sido pocos estudiantes, así que realmente no había problemas de espacio en los salones. Susan se había ido a molestar a Theo, su compañero de pupitre en Encantamientos, para que le prestara lo que a ella le faltaba de la tarea y Billie Jean había estado demasiado ocupada perdiéndose en los ojos de Harry para notar su ausencia. A Ron le daba un poco de gracia, sobre todo porque notaba que Harry también se perdía en los ojos de Billie Jean aunque lo negara según Tom y Daphne, disfrutando de ver a ese par sonreírse estúpidamente sin notar que el otro estaba tan embobado con ellos como si mismos.

— ¿Por qué siempre nos encontramos así? — preguntó alguien a sus espaldas, y Ron no vio la necesidad de girar para ubicar esa voz. Era Blaise, y eso lo hizo sonreír casi sin notarlo.

— ¿Así? — repitió, acomodando la mochila sobre su hombro.

— Así — asintió Blaise. En su mano sostenía el libro de Encantamientos — Yo queriendo saber de ti.

Si Ron acaso entendiera lo que decían Harry y Billie Jean cuando discutían sobre música, podría haber asegurado que aquella extraña línea que cantaban los Eagles en Hotel California, este podría ser el infierno o el cielo, era exactamente lo que él pensaba cada vez que veía a Blaise Zabini.

Y puede que Ron no sea un Gryffindor, pero viene de una familia repleta de ellos, resultándole inevitable seguir el primer instinto que tiene. Tampoco quiere pensarlo. Él sólo salta por ello.

Y simplemente dejaron de haber cuartas, quintas o sextas veces que estuvo cara a cara con Blaise Zabini. Porque para Ron se volvió indispensable verlo tanto como le era indispensable comer, o tanto como lo era para Susan pintarse las uñas, o como lo era para los gemelos estar alrededor de Apolo, o como lo era para Harry y Billie Jean usar ese extraño tocadiscos y hacer sonar vinilos viejos a todo volumen.

Porque simplemente él y Blaise resultaron siendo dos chicos que lograron ver la vela encendida al final del pasillo, dejándose abrigar por los extraños susurros que les daban la bienvenida al Hotel California.






Pues sí, usé Hotel California como metáfora a lo gei cuando la canción no trata ni por asomo de algo parecido, así que fight me

Nos leemos luego

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