En mi cabeza se llaman joyas de la vida.
La risa envolvente es una.
De esas en las que comienza sin aviso, y estalla cómo serpentina en fiesta.
Es como una bomba que atrapa a todo aquel que se encuentre cerca, dejando una pequeña sonrisita al final.
Soy especialmente fan de la satisfacción triunfal.
Aquella producto de un esfuerzo sin descanso. Endémica de los premios y halagos. Donde se reúnen todos nuestros sueños hechos un reconocimiento palpable.
Por último, hay una joya que no podemos olvidar.
La gratitud espontánea.
Esa en la que nos dan ganas de llorar y sonreír al mismo tiempo. Ocurre cuando nos damos cuenta que hay cosas que nos alegran. Como al ver a nuestra familia reunida y sólo sonreír por el simple placer de hacerlo.
A todas ellas les llamo joyas de la vida. Sólo que estas no tienen precio ni medida.