Advertencia: Antes de leer este capítulo, os recomendaría leer la historia principal: "Nuestra historia de amor" para saber que trata este relleno. Solo es una recomendación de autora ^w^.
El dolor y la muerte son parte de la vida misma. Rechazarlos es rechazar la vida misma. (Havelock Ellis)
Cafetería Le Boutique, de Londres, 30 de octubre de 1998, 19:38
─... lo siento mucho, pero su hija acaba de fallecer hace unos minutos...
Entré en la cafetería, en la que iba cuando estaba en el instituto y recordé esas palabras que dijo el médico de Crystal, tan dolorosas que nunca podré olvidar ese instante que no me dejaba pensar ni respirar. Es la razón por la que abandone el hospital. Cada vez que recordaba esas palabras en mi cabeza me costaba respirar.
Ese momento fue el más trágico de toda mi corta vida.
Su Crystal, su primer amor, su mundo había fallecido por una desquiciada, en la que era también nuestra amiga. Por culpa de los celos de esa mujer, mi Crystal ya no está.
Mis sentimientos, tanto de culpa como de impotencia, asaltan mi mente con preguntas como estas: «¿Por qué saliste de tu escondite, sabiendo que había una loca con un arma? ¿Por qué el destino y la vida son tan crueles a veces? ¿Ahora qué haré con este corazón roto que has dejado? ¿Cómo voy a sobreponerme a este amor perdido? ¿Cómo olvidarla, si mi cuerpo y mi alma la siguen amando?»
Me senté en un asiento vacío de una mesa al fondo de la sala del establecimiento. Al instante de sentarme, un joven camarero estaba a mi lado enseguida, con libreta en mano.
─Buenas tardes, joven, ¿qué quiere tomar?
─Quiero tomar una ginebra doble, por favor.
El camarero me miró de arriba abajo, se estaba suponiendo que si era menor de edad.
─Soy mayor de edad y aquí está mi tarjeta de identificación...─le enseñe mi identificación donde constaba mi nombre, apellido, dirección y fecha de nacimiento (nota 1)
El camarero quedó satisfecho por mi identificación y se marchó para hacer mi pedido. Mientras tanto yo suspiré y me guardé la tarjeta en el bolsillo de la chaqueta. Después vino los recuerdos más felices con ella, miles de imágenes, como por ejemplo, cuando la primera vez que vino al instituto al lado de su hermana gemela o cuando un hombre le robo el bolso y corrió detrás de él en el centro comercial. Ese recuerdo me hizo sonreír, aunque fuera por poco tiempo.
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Centro comercial Westfield Stratford City, de Londres, a 18 de marzo de 1998, 20:35
─¡Desgraciado, no huyas y devuélveme mi bolso!─Iba a entrar a una tienda de ropa, cuando un grito a mi derecha me detuvo al entrar al establecimiento. Volví la mirada hacía el grito y vi a un hombre enmascarado, vestido de negro y en sus manos llevaba un bolso de mujer. Detrás de él, una joven de pelo rojo, como el fuego, y largo, de tez nívea y de ojos verdes. Es Crystal, su compañera de clase, la que suspiraba desde el primer día que la vio en el instituto─. Por favor, que atrapen al ladrón...
El ladrón iba a pasar por su lado, cuando paso por mi lado, le puse, con disimulo, la zancadilla y el ladrón se dio de boca contra el suelo. Me incline y le quite el bolso de sus manos, mientras que él seguía tirado en el suelo. Un policía y la víctima del robo, Crystal, vinieron al lugar del hecho.
─Toma, Crystal, tu bolso.
─Gracias, Lysandro.─ Ella miró dentro del bolso y vio que todo está en orden, mientras que el policía procedió la detección del detenido y se lo llevó a la comisaria.
─Espero que esté todo.
─Está todo. Muchas gracias, Lysandro. ─Me sonrió y el iris de sus ojos verdes había un brillo hermoso.
─Me alegro que esté todo y lo que ha pasado, solo ha sido un susto que ha terminado bien.
─ Sí, menos mal que todo ha terminado bien. Eso es gracias a ti por detener a ese delincuente.─Se hizo el silencio hasta que hablo ella─: Bueno, Lysandro, me tengo que ir.
─Espera un momento ─le agarre por el antebrazo y ella me miró.
─¿Sí?
─¿Te apetece ir mañana a un concierto conmigo? Tengo dos entradas gratis para ver al Disk Joker Steven Aoki, ya que se lo pedí antes a Castiel pero él no puede ir. Pensé que te gustaría...
─Claro, me encantaría. Siempre quería ver a Steven Aoki en acción ─gritó de alegría.
─Ahora es el momento ─le sonreí y ella me correspondió.
─Sí... ─dijo y asintió a la vez─. ¿A qué hora es el concierto?
─A las ocho de la tarde.
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Cafetería Le Boutique, de Londres, 30 de octubre de 1998, 20:30
Aquel recuerdo fue el primer acercamiento a ella, a conquistarla. Poco a poco se enamoró de mí.
Estábamos feliz los dos.
En el día de la graduación fue el día que le propuse que fuera mi novia. Recuerdo ese día como si fuera ayer, mientras tome de mi bebida para tranquilizar el dolor que llevaba dentro.
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Instituto Sweet Amoris, Londres, a 28 de abril de 1998, 21:30
Crystal y yo estábamos bailábamos una canción marchosa en el gimnasio que lo convirtieron en sala de baile, hasta que la música se hizo más lenta.
─Vamos afuera, aquí hace calor. Te quiero decir algo ─le dije y ella asintió.
Nos fuimos. Nadie nos vio, solo Castiel.
Salimos a la entrada del instituto y en un rincón de dicha entrada nos detuvimos.
─¿Qué querías decirme, Lys...?─No la deje terminar la pregunta, porque me lance hacia su boca y le bese en los labios, hasta segundos después me correspondió.
Rico néctar.
Quería que el tiempo se detuviera en ese mismo instante y estar así toda la vida, besándola, pero todo momento tiene su límite. Nos separamos por falta de oxigeno, pero no del abrazo que nos mantenía unidos ni desconectamos nuestras miradas.
─Te quiero desde el día que te vi la primera vez cuando entrabas en la clase de Biología. De ese momento, ese sentimi...ento, ─«No te pongas nervioso», me decía para mí mismo─;... bueno, que se ha hecho más fuerte al paso de los meses que hemos salido y te quiero tal como eres, Crystal... Quiero que seas mi novia.
Vi que el iris verde y, a la vez, brillante en los ojos de Crystal como se había agrandado de sorpresa, aunque estuviera un poco oscuro, pero gracias a la luz de una farola que estaba cerca de nosotros, lo pude ver ese fenómeno tan maravilloso en ella.
Ella tardo en contestar que para mí fue una eternidad.
─Sí, quiero ser tu novia porque fuiste el único que me ha comprendido, tenemos los mismos gustos y también porque te quiero. Sí, quiero. ─Los dos sonreímos y nos dimos otro beso fugaz hasta que ella se apartó para mirarme a los ojos.
─Pero quiero que me prometas que no le dirás a nadie nada. Esto es un secreto de dos.
─Prometido
Los dos sonreímos y nos dejamos llevar por un tercer beso, más profundo y tierno que los otros dos. Hasta que alguien carraspeo y dijo:
─Siento interrumpir tortolitos, pero no sabía nada de vosotros, así que vine a buscaros...
─Eres un inoportuno, Castiel ─dijo Crystal con una sonrisa y me miró.
─Parece que para Castiel no es secreto de lo nuestro
─Me parece que no
─Yo que sabía que os estabais comprometiendo...
Los tres soltábamos una sonora carcajada.
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Cafetería Le Boutique, de Londres, 30 de octubre de 1998, 22:30
Ese recuerdo me hizo sonreír de nuevo, pero se desvaneció por lo que sucedió unas horas atrás. Crystal estaba preciosa con ese vestido rosa con volantes.
Los dos se habían prometido que, después de la boda de Lysette y Kentin, le diga a los padres de ella (John y Alice) que tomaría su mano de su hija Crystal, pero el destino nos ha jugado sucio y cruel.
Ese recuerdo se quedara gravado durante toda mi vida. Cerró los ojos para evocar esa reminiscencia tan terrible y triste para mí.
Catedral de Westminster, 30 de octubre de 1998, 13:00
Estaba en el segundo piso de la catedral y ya reducimos al agresor y sabíamos su identidad.
Eleanor
Castiel y yo nos quedamos sorprendidos de ver que el agresor o, más bien, agresora que la considerábamos una amiga había hecho algo horroroso y vil.
─Eleanor... ¿por qué? ─inquirió la voz horrorizada de mi amigo por ese vil acto de la joven.
Eleanor no le respondió, porque, en ese momento, la madre de mi amada gritó─: ¡NO, CRYSTAL!
Me acerque al balcón, miré hacia abajo y vi a Crystal tirada en el frío suelo con una grave herida en la cabeza y grité, con todas sus fuerzas, el nombre de mi amada─: ¡CRYSTAL!
Mientras tanto la madre de las gemelas, con lágrimas en los ojos, se acercó al lado de su hija. Y el padre a socorrer a los novios al altar, al igual que mi hermano y Rosalya.
─Quédate con ella que no escape, me voy para abajo─le dije a Castiel con tono serio y este asintió.
─No hay problema...
Asentí y baje las escaleras y ya estaba en el lugar de los hechos. Fui al lado de mi novia, mientras su madre hacia los primeros auxilios
─Crystal...─musité, mientras veía como la madre de Crystal taponaba la herida de la cabeza. Por lo tanto, mi Crystal seguía viva y lo único que podía hacer es coger su mano.
«Estoy aquí. Por favor, Crystal, no me abandones.»
A continuación, cogí su mano fría e inerte y me quedé con ella hasta que llegaron los paramédicos y la atendieron a ella y a los demás heridos. Por otra parte, la policía se llevó a la culpable a la comisaria.
Unas horas más tarde, todos estaban esperando en la sala de quirófano del London Bridge Hospital. Los heridos leves fueron dados de alta, mientras que los cuatro heridos muy graves se encontraban con sus respectivos médicos. Entre esos heridos, estaba su Crystal.
«No me abandones.»
Llegó la tarde de ese día. Los médicos había dado su parte de tres pacientes: Kentin, el abuelo de Kentin y Lysette. El primero fuera de peligro, mientras que los otros dos más graves todavía no estaban fuera de peligro.
Solo faltaba el parte médico de Crystal.
A un cuarto de hora que se fuera el médico de Lysette, apareció el último médico que faltaba: el de Crystal.
«No me abandones.»
─... lo siento mucho, pero su hija acaba de fallecer hace unos minutos...
«No, no y NO...»
Mi mundo se desvaneció al oír esas terribles palabras de la boca de su médico. No oía nadie de mi alrededor, solo estaba yo con muchos recuerdos tuyos y mucha ira a la que te ha hecho esto o mejor dicho a la que nos ha separado cruelmente.
«¿Por qué me has abandonado, Crystal?»
«¿Qué voy hacer sin ti, amor mío? Porque nunca me has enseñado a olvidarte, sino amarte. »
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Cafetería Le Boutique, de Londres, 31 de octubre de 1998, 00:30
Alguien me sacudía el hombro para que me despertara. No sé en qué momento me quedé dormido sobre la mesa de la cafetería. Perdí la noción del tiempo de estar en la cafetería, bebiendo como nunca lo había hecho.
─Lysandro, despierta...
Me desperté al saber que la voz es la de mi amigo.
─Castiel, ¿qué ha...ces aquí? ─le pregunté con una voz borrachina, pero aun tengo mis cinco sentidos, a pesar de los licores que he tomado.
─¿Qué hago aquí? ─Castiel repitió mi pregunta con voz irónica para animar el ambiente, pero yo seguía más deprimido que nunca. ─Me preguntas qué hago aquí, pues vengo a buscarte, amigo mío, para llevarte a mi casa. Estamos todos preocupados por tu ausencia victoriana, porque no cogías nuestras llamadas, ya que tu móvil (o celular) lo tenías apagado.
─¿Có...mo vivi...ré sin ella, eh Castiel? ─sollocé.
Castiel no dijo nada, solo fue a mi lado para levantarme de la silla.
Me ayudó a levantarme.
─Con el tiempo, lo superaras, ahora hay que salir de aquí antes que el camarero nos eche a patadas del establecimiento. Vas a tener una buena resaca de campeonato mañana...
─Tienes razón... Sin embargo, en este momento, tengo el corazón roto por su partida, pero tengo hermosos recuerdos de ella.
Antes de salir del bar, vi sacar a Castiel el dinero de los licores que me había tomado.
Los dos salíamos de la cafetería y nos fuimos a la casa de Castiel.
FIN DE ESTE RELLENO
Nota 1: Lysandro nació el 22 de noviembre de 1979.